Notas para la comunicación presentada en el Congreso Nacional de Priego.
El pasado 24 de junio tuvo lugar en Priego de Córdoba la celebración del Congreso Nacional "Historia, cultura y tradición de las hermandades y cofradías del Rosario de la Aurora" organizado por la Venerable Hermandad de Ntra. Sra. de la Aurora y San Nicasio de la bella ciudad de la Subbética cordobesa, mirador del mejor barroco que conserva la provincia.
El congreso contó con el
respaldado de numerosas instituciones, asociaciones y empresas locales y
provinciales, las sesiones se celebraron en el antiguo convento de San
Francisco, hoy rehabilitado en hospedería, y fueron dirigidas por el Doctor y
Académico don Manuel Peláez del Rosal.
Como en ocasiones anteriores
fui invitado a participar por el director académico. En esta última, me propuse
exponer la riqueza histórica que Montilla guarda en relación a las hermandades,
cofradías y movimiento popular rosariano
desde las postrimerías del siglo XVI hasta nuestros días.
Para el breve tiempo de
intervención que disponíamos preparé un escueto guión donde insertar los
aspectos esenciales reseñados en el título de la comunicación, que serán las líneas
básicas de un trabajo más extenso y documentado que formará parte de las actas futuras
del citado congreso.
Dado que nos hallamos en octubre –mes rosariano por excelencia– creo oportuno compartir con los lectores montillanos aquellas líneas leídas entre los seráficos muros priegenses, donde sucintamente los congresistas escucharon la importante presencia de la devoción al rezo del Rosario en Montilla, ciudad muy vinculada durante la edad moderna a Priego que contó hasta con cuatro corporaciones rosarianas, y fueron protagonistas de numerosos capítulos de la historia religiosa de la población que vio nacer a San Francisco Solano.
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Antigua estampa de la actual Virgen del Rosario, que suplió en 1909 a la realizada por las hermanas Cueto en 1740. (Foto González) |
Como es sabido, la práctica del rezo del Rosario fue difundida por los frailes
dominicos, a tenor de las directrices que su fundador, Santo Domingo de Guzmán,
dejó reflejadas en las constituciones de la mendicante Orden de Predicadores,
allá por el siglo XIII. Aunque hay que esperar hasta el último tercio del siglo
XVI para que la advocación del Rosario se popularice, gracias en parte a la
llegada del dominico Pío V al trono pontificio. Este sucesor de Pedro asimismo
fue el precursor de la Liga Santa que protagonizó la victoria naval de Lepanto,
que al decir de Miguel de Cervantes fue “la más alta ocasión que vieron los
siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”.
Aquel
triunfo de la Europa cristiana sobre el imparable imperio otomano fue atribuido
a la intercesión de la Stma. Virgen, gracias a las plegarias elevadas a través
del rezo del Rosario por toda la cristiandad en las vísperas de aquella batalla
que cambiaría el rumbo de la historia. De ahí que la festividad de
Ntra. Sra. del Rosario fuera instituida el 7 de octubre de 1571, en conmemoración
de aquella efeméride.
A raíz de aquel
acontecimiento, Pío V otorgó sugestivas gracias
espirituales que fueron refrendadas por su sucesor, Gregorio XIII, lo que
incentivó la proliferación de cofradías del Rosario, cuyos hermanos y devotos serán
los beneficiaros directos de tales indulgencias.
Estas
medidas tienen su mayor resonancia en la diócesis cordobesa durante el episcopado
del también dominico fray Martín de Córdoba y Mendoza, que ocupó la silla de Osio
entre los años 1578 y 1581. En Montilla se funda la primera cofradía del
Rosario el 22 de agosto de 1580, fruto de la misión celebrada en la Parroquia
de Santiago por el dominico fray Diego Núñez del Rosario, morador del convento de
San Pedro Mártir de Marchena, quien tomó a la antigua imagen mariana titulada
del Socorro y la volvió a bautizar del Rosario, como especifica el acta
fundacional.
A
finales del siglo XVII nacen en Sevilla los rosarios
públicos, manifestación popular que poco después trasciende a todos los
rincones de Andalucía, gracias a los frailes predicadores que incluyen en sus misiones
el rezo comunitario del Rosario por las calles de la población. Tal fue el caso
de Montilla, donde la cofradía matriz del Rosario se verá desbordada ante la
difusión de los rosarios públicos en la
ciudad, producto de unas misiones dirigidas por los capuchinos que conllevó a la
creación de una nueva hermandad en la recién acabada iglesia dedicada al
entonces Beato Francisco Solano, construida sobre el solar de su casa familiar.
Así
nace la cofradía del Santo Rosario de Ntra. Sra. de Aurora en 1698. La nueva
corporación contará con el patrocinio de la Casa Ducal de Medinaceli y con la
aprobación del Cardenal fray Pedro de Salazar y Toledo, entonces obispo de
Córdoba, que sancionará sus Reglas y concederá generosas indulgencias a todos
los fieles que asistan a los rosarios
públicos organizados por esta cofradía desde su templo hasta la ermita de
la Vera Cruz.
Sin
embargo, los primeros lustros del siglo XVIII fueron de tal fervor rosariano en nuestra ciudad que
tras unas misiones populares celebradas en 1719 en la ermita de San Antonio los
participantes acordaron constituirse en cofradía, cuyas reglas fueron aprobadas
por el mitrado cordobés, Marcelino Siuri Navarro, que mandó sentarse por
hermano. Nace así la cofradía de Ntra. Sra. del Santo Rosario de Antonio.
Por
si no fuera suficiente, a mediados del siglo XVIII encontramos establecida en
el convento de San Agustín a la hermandad del Santo Rosario de Ntra. Sra. de la
Soledad, que no dejaba de ser una extensión de la Cofradía pasionista de la
Soledad y Santo Entierro de Cristo. De ella, sólo sabemos que practicaban el
rezo del Rosario dentro del templo y es posible que tuviera cierta relación con
las corporaciones servitas de la diócesis.
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Imagen de Ntra. Sra. de la Aurora, realizada en Granada en 1698. La talla está vinculada al taller del artífice Diego de Mora. (Foto González) |
El
florecimiento de las cofradías y hermandades rosarianas de Montilla durante la centuria dieciochesca quedará
patente en el incremento de su patrimonio material y artístico. La cofradía matriz
de la Parroquia de Santiago, construyó entre 1693 y 1789 una nueva capilla, con
camarín, cripta y sacristía, donde intervinieron artistas como los hermanos Pedro
José y Gaspar Lorenzo de los Cobos, que se encargaron de la ejecución del
retablo, el tallista lucentino Pedro de Mena Gutiérrez, que proyectó la
decoración del camarín, y las hermanas Cueto Enríquez de Arana, autoras de la nueva
imagen titular, realizada en 1740, y de la Candelaria, un año después.
La
cofradía de la Aurora no escatimó en gastos y rivalizó con la matriz. La imagen
de la titular fue realizada en Granada en 1699 –cuyas formas recuerdan a la gubia de Diego de
Mora– y su primer retablo fue realizado por Cristóbal de Guadix en 1705. Ya
entrado el siglo, entre los años 1721 y 1745 acometieron la ampliación de la
capilla, incorporando un nuevo camarín,
cripta y sacristía. Para ello, renovaron el retablo que fue contratado con el
maestro jienense Mateo Primo.
Por
su parte, la Cofradía de Ntra. Sra. del Rosario de la ermita de San Antonio,
encargó la hechura de su titular al prestigioso artista hispalense Pedro Duque
Cornejo en 1720, y dadas las modestas proporciones de su primera sede, entre
1758 y 1763 los cofrades se decidieron a levantar una nueva ermita de mayores
dimensiones en la plaza mayor de la ciudad.
Pero
la rivalidad entre las cofradías rosarianas
no se quedó en el campo de las artes y la parafernalia barroca, sino que afectó
también al terreno devocional, dado que la cofradía matriz no estaba dispuesta
a compartir el derecho de primacía que decía tener sobre la advocación del
Rosario. Tal justificación obligó a la cofradía radicada en la iglesia de San
Francisco Solano a cambiar la advocación de su titular, que pasó a denominarse «de
la Aurora» en 1714 sin mayores consecuencias.
El
problema llegó cuando la joven cofradía rosariana
establecida en la ermita de San Antonio se negó a variar el apellido de su
titular, lo que provocará la interposición de un pleito por parte de la
corporación matriz que recorrerá todas las instancias de la justicia civil y
canónica hasta desembocar en el tribunal de la Rota Romana. Tras quince años de
gravosos litigios, la razón prevaleció sobre la pasión y ambas cofradías se
reunieron en cabildo extraordinario para buscar una solución más rápida y
coherente. Así sucedió, y finalmente salió elegido el título de Rosa Mística para la imagen que tallara
Duque Cornejo, en alusión a la letanía lauretana. Corría el año de 1735.
En
cuanto a los cultos que las cofradías rendían a sus titulares, «la cofradía de
la parroquial» celebraba las festividades marianas de
la Purificación, Anunciación, Asunción, Natividad y Concepción de la Stma.
Virgen, aparte de su fiesta principal en octubre con su octavario y procesión.
Una vez concluidos los cultos
principales de la cofradía matriz, a la semana siguiente se iniciaban los de la
Virgen de la Aurora con la fiesta principal, procesión y octava.
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Majestuosos altares de cultos fueron levantados para las glorias de Ntra. Sra. de la Rosa durante los primeros años del siglo XX, como prueba esta antigua instantánea de época. |
La tercera y última, la
Virgen de la Rosa, centró sus cultos principales en torno a la festividad del
Patrocinio de Nuestra Señora, el segundo domingo de noviembre, y al igual que
sus predecesoras celebraban por todo lo alto su fiesta principal, procesión y
octava.
La popularidad de estas
corporaciones en Montilla fue tal que cada una de ellas llegó a contar entres
sus filas con más de millar de hermanos. Y como recuerdan los historiadores del
siglo XVIII organizaban rosarios públicos casi a diario, al anochecer y al
alba, amén de las fiestas principales.
Aquellas manifestaciones
populares se complementaron con cantos y coplas que, en el caso de Montilla,
dejaron de practicarse en la segunda mitad del siglo XIX. Aunque los cultos
intramuros continuaron organizándose y la devoción popular se mantuvo en el
interior de los templos hasta la llegada de tiempos más propicios.
Así lo demuestra, por
ejemplo, la veneración a la Virgen de la Aurora, que fue considerada copatrona
de la ciudad a partir de 1878. En los albores del siglo XX se reorganizaron las
cofradías de la Rosa y del Rosario a iniciativa del arcipreste Luis Fernández
Casado, quien agregó a esta última la Asociación del Rosario Perpetuo.
Muestra del gran arraigo que
nuestra ciudad manifiesta hacia las advocaciones rosarianas es la gran cantidad de mujeres montillanas que aún hoy
llevan por nombre Rosario, Rosa o Aurora, fiel reflejo del indisoluble fervor que
Montilla guarda con su pasado.