sábado, 26 de mayo de 2018

EL CRISTO DE LA TABLA, UN TESTIGO INADVERTIDO EN LOS DÍAS MONTILLANOS DE SAN JUAN DE ÁVILA

Dos años atrás, en esta misma revista, dedicamos varios artículos a la figura de San Juan de Ávila, donde profundizamos en algunos de sus más manidos episodios por la tradición local en referencia a los vínculos que el Apóstol de Andalucía mantuvo con el Comendador Jerónimo de la Lama, el Cristo de la Yedra y el “Santo Crucifijo” del Perdón. Coyunturas históricas que intentamos esclarecer aportando documentación de primera mano, que hilvanada y despejada de casposas leyendas evidenciaron que en el terreno de los archivos no cabe sembrar otra semilla que la realidad del testimonio escrito.

Santo Cristo de la Tabla, icono renacentista realizado en la
primera mitad del siglo XVI, al que durante el Barroco se le fue
añadiendo la Cruz y el lienzo del Calvario. (Foto Rafa Salido)
En esta ocasión dirigimos nuestro propósito a proyectar luz sobre un episodio ocurrido en la parroquia de Santiago entre el Maestro Juan de Ávila y un conocido caballero de la villa (cuyo nombre se obvia) que estaba enemistado con un vecino, en el cual aparece en escena otro Cristo Crucificado ubicado en la capilla de las Ánimas, cuya identidad nosotros intentaremos despejar en este trabajo.

Para tal indagación volvemos a utilizar el Proceso de Beatificación del Maestro Juan de Ávila que, como ya anunciamos, está repleto de pasajes y pormenores del quehacer diario del Maestro de Santos, siendo la fuente básica que utilizaron sus primeros biógrafos. De los cuarenta testigos montillanos que se personaron para ofrecer sus declaraciones al proceso veintitrés de ellos manifestaron ser conocedores del episodio que hemos referido arriba(1).

En base a tales informes, los biógrafos Luis Muñoz y Martín Ruiz de Mesa (s.XVII) hacen una reconstrucción de los hechos en su obra, de las cuales lo tomamos literal:

“Viviendo en Montilla, supo que había dos personas honradas encontradas con odio capital y vengativo. Entrando un día el padre Maestro Ávila en la iglesia de Santiago, vio a uno de los dos enemigos, el más ofendido, y por esta parte más incontrastable; llegóse a él y con muchos ruegos y humildad procuró atraerle a que se reconciliase con su contrario, y fuese su amigo; estuvo el hombre de bronce, sin poder hacerle mella; multiplicaba ejemplos y razones con singular modestia y suavidad; perseveraba inexorable, era una obstinación terrible. Díjole: «Por lo menos, señor mío, haga una cosa por amor de Dios, éntrese en aquella capilla de las ánimas, delante del santo crucifijo, que allí está, rece un Pater noster, y una Ave María, pidiendo a Dios le alumbre en entendimiento». Vino en ello, postrado delante de una imagen santa de Cristo salió perdido el color, temblando y muy turbado, y dijo al padre Maestro: «Digo que quiero ser amigo del señor N. (nombrando por su nombre al enemigo)»; y echándose a los pies del venerable Maestro decía: «Padre, suplico a vuestra reverencia, por amor de Dios, no deje este caso de la mano, hasta que muy aprisa nos haga amigos. Yo desde luego le perdono todos los agravios y injurias que me ha hecho, así de obra como de palabra, y lo hago puramente por amor de Cristo, Dios y redentor nuestro, que padeció muerte de cruz, y en ella pidió perdón por los que le quitaban la vida. No quiero, padre, que se muestre enojado en el día de mi muerte, porque, según me pareció que vi su imagen en aquella cruz airada contra mí, temo su ira, y pido misericordia a su divina Majestad, y perdono a mi enemigo, y a vuesa reverencia le suplico, disponga de manera que seamos muy amigos, y ruegue a Dios por mí, que me tenga en su mano». Decía descolorido y temblando. El padre Maestro Ávila le echó los brazos, y agradeció lo que hacía; hízolos amigos; fuéronlo con amistad muy estable de allí en adelante. Decía esta persona que lo que el padre Maestro Ávila no había acabado con ruegos, lo alcanzó con la oración; decía de él grandes alabanzas.”(2)

Estampa de San Juan de Ávila que fue divulgada
 durante su proceso de canonización, donde su
 autor dejó constancia de los fuertes lazos
que le unían a la Parroquia de Santiago.
Es llamativa la cantidad de detalles que ofrecen los declarantes (testigos oculares o no) de aquel encuentro, lo cual nos ha impulsado a intentar reconstruir el escenario del mismo. Aunque desconocemos la fecha exacta del suceso hubo de acontecer entre 1550 y 1569, período de estancia permanente del Maestro Ávila en Montilla. Por suerte, los espacios donde transcurre sí que se conservan: la parroquia de Santiago y la capilla de las Ánimas.

Desde mediados del siglo XVI hasta la actualidad la parroquia matriz montillana ha visto modificada su fisonomía por los avatares del tiempo y de los fenómenos geológicos, tales como el terremoto de Lisboa. Aunque ello no ha cambiado el perímetro general del recinto, pues en aquel tiempo el alzado del templo ya presentaba las tres naves separadas por los arcos ojivales que aún mantiene. Asimismo, la capilla de las Ánimas fue construida por su cofradía, fundada en 1528. En la actualidad mantiene la planta original, empero su aspecto difiere mucho del primitivo, dadas las reformas realizadas hacia 1720, donde la novedad barroca suplió a la renacentista; así como las llevadas a cabo en 1917 bajo la dirección de Manuel Garnelo, en que parte de la capilla fue convertida en baptisterio.

Las referencias más antiguas que hemos localizado del ornato de la capilla de las Ánimas datan de 1610 y forman parte de un inventario que se realizó al templo parroquial con ocasión de una visita pastoral. En el mismo se especifica que la capilla contaba con un retablo de siete tablas pintadas al óleo presidido por una representación del Juicio Final. También poseía la misma una lámpara de azófar, un velo azul de lienzo con sus varas y cordeles, un crucifijo coronando la reja de entrada a la capilla y “otro crucifijo pintado en una tabla. Cortada la tabla y clavado en una cruz que está en la capilla de las Ánimas”(3).

Evidentemente, de tal reseña se deduce que se trata del Cristo de la Tabla(4), una singular imagen de Jesús en la Cruz que se venera en la parroquia de Santiago, cuyos rasgos estilísticos renacentistas revelan que pudo ser realizada en los años centrales del siglo XVI(5). Debe su originalidad y belleza a que se encuentra plasmada al óleo sobre un tablero de dos centímetros de grosor y ciento cincuenta y dos de altura, recortado por la silueta anatómica del Crucificado.

Si bien, después de cuatro siglos y las numerosas reformas que han modificado el aspecto actual del templo, nos obligan a corroborar esta primera hipótesis con más aportaciones documentales que la sustente, y para ello hemos recurrido a algunas de las donaciones que recibió el Santo Cristo y a los cronistas locales que detallaron su ubicación en los siglos pasados.

En 1777 Antonio Marcelo Jurado y Aguilar en su manuscrita Historia de Montilla describe de manera sucinta la capilla de las Ánimas, aunque dedica unas sentidas palabras al Cristo de la Tabla: “Después la de San Miguel y las Ánimas Benditas, que ella sola es una pequeña iglesia, con tres altares, y el mayor. El de el Santo Cristo de la Tabla, pintura antigua y de especial devoción. El de el Ángel de la Guarda, retrato de una extremada belleza y el del Señor San Miguel, con retablo de este tiempo, muy gracioso y bien tallado”(6).

Más prolijo es su coetáneo Francisco de Borja Lorenzo Muñoz, quien dos años después en su Historia de Montilla nos describe así aquel emplazamiento: “Capilla del Señor de la Tabla. / La última capilla de la referida nave es grande, comprehende dos cuerpos, o dos capillas divididas con orden y con unas lápidas de jaspe encarnado. / La primera de estas capillas tiene dos altares a los lados, uno frente de otro, con sus retablos no grandes. En el uno se venera al Santo Ángel de nuestra Guardia, su hechura peregrina y está muy adornado. En el otro se venera la Sagrada Imagen de Jesús Crucificado, es de pintura portentosa en la misma tabla de la Cruz, hechura grande, causa suma veneración y devoción, la tienen a su Majestad todos los fieles, invócanle el Padre de las misericordias, pues las logran con frecuencia clamando a su Majestad, hay tradición de haber hablado a sus siervos, y de milagros especiales.”(7)

Por la narración de Lorenzo Muñoz se aprecia la profunda piedad que despertaba el Cristo de la Tabla entre los fieles montillanos. No en vano, se tiene constancia de que, al menos, en dos ocasiones este original icono de Jesús Crucificado salió en procesión general por las calles de nuestra ciudad. Según las actas capitulares del Concejo municipal, en enero de 1699 los miembros del cabildo asistieron a “la procesión del Santo Cristo de la Tablada [sic] y Ntra. Sra. del Rosario que se ha hecho este mes, a petición de los padres misioneros”(8). Igualmente, en diciembre de 1726, el cabildo costeó “la cera que se gastó en la procesión que se hizo al Cristo de la Tabla en la rogativa del agua”(9).

Durante de segunda mitad del siglo XX el Cristo de la Tabla
 presidió la sacristía mayor de la parroquial de Santiago.
Del mismo modo, el Señor de la Tabla gozó de donaciones particulares que sus devotos le ofrecieron en sus últimas voluntades. Tal fue el caso de Beatriz de Chaves, viuda de Rodrigo Ortiz y vecina de la calle Trillo, que el 29 de noviembre de 1653 otorgaba su testamento, por el cual enviaba una manda “al Santo Cristo de la Tabla que está en la capilla de las ánimas de la iglesia parroquial del Sr. Santiago desta ciudad una arroba de aceite para que se gaste en su lámpara”(10).

No obstante, la fundación piadosa de mayor entidad que recibió el Cristo de la Tabla fue dotada por Luisa Granados de Bonilla, mujer de Pedro Antonio Melero y Varo, fallecida de 4 de julio de 1725, la cual enviaba “a Dn. Pedro Melero mi hijo y del dicho mi marido, clérigo de menores órdenes vecino de esta ciudad una haza de tres fanegas de tierra calma de cuerda mayor (...) en el sitio de la Navilla de Cortijo Blanco término de esta ciudad (...) para que la haya y goce el dicho mi hijo en propiedad y posesión, y con cargo de una misa de fiesta solemne que sea de decir en cada un año perpetuamente para siempre en el día de la Invención de la Santa Cruz en la capilla y altar del Santo Cristo de la Tabla sita en la dicha iglesia parroquial de Sr. Santiago”(11). 

Según consta en el archivo parroquial de Santiago(12), el día 3 de mayo, festividad de la Invención de la Cruz, se iniciaba con repique a medio día y noche, vísperas y procesión claustral de cuatro capas con música de órgano hasta la capilla de las Ánimas, una vez allí comenzaba la misa dotada por Luisa Granados, con acompañamiento de diáconos, que finalizaba con la lectura de los Actos de Fe.

Fruto de la gran veneración que gozó el Señor de la Tabla, en pleno barroco le fueron añadidos la Cruz tallada y sobredorada que le sostiene, y la cartela del INRI en plata labrada, además del amplio óleo sobre lienzo que completa la escena del Calvario con las imágenes de la Virgen dolorosa y San Juan, en su parte terrenal, como así en la superior aparecen entre nubes una serie de ángeles plañideros portadores de los símbolos de la Pasión.

Su ubicación exacta en la capilla de las Ánimas nos la aclara el historiador Dámaso Delgado López, a finales del siglo XIX: “esta capilla se dividía en dos, una de paso para la otra, y la primera se denominaba del Señor de la Tabla, que era un Jesús Crucificado, de pintura portentosa que es el primer altar a la izquierda entrando”(13).

A principios del siglo XX el Cristo de la Tabla fue trasladado de la
capilla de las Ánimas a la de San Juan, como se aprecia
en esta imagen del año 1929. (Fototeca Universidad de Sevilla)
Como hemos reseñado anteriormente, esta capilla sufrió una gran transformación en 1917, año en que el primer tramo de la misma fue dedicado a baptisterio y espacio de apoteosis solanista. Según un inventario parroquial de 1914, el Cristo de la Tabla se hallaba en la capilla de San Juan Bautista, como así lo describe: “De sus paredes penden dos cuadros, uno de Santiago, con marco tallado, y otro que representa el Calvario con las imágenes de la Virgen y S. Juan pintadas, y entre estas dos imágenes, se coloca una Cruz de madera tallada con un Crucifijo de tabla pintada, por cuya razón recibe el nombre de El Señor de la Tabla”(14).

A mediados del siglo XX, el original Calvario fue colocado en la sacristía mayor del templo, donde ha permanecido hasta las últimas reformas realizadas en el año 2014. Desde entonces está ubicado en la capilla del Nacimiento (o del Chantre), muy cercano al lugar en que ocurrió el olvidado episodio que hoy hemos estudiado, donde aquel anónimo montillano se resistía en su terquedad a las persuasivas palabras del Apóstol de Andalucía, quien en la imposibilidad de mudar su actitud le encomendó que orase ante el Crucificado, cuyo resultado influyó en la opinión del orante que se mostró favorable a ofrecer el perdón a su enemigo.

Recuperamos así un nuevo testigo de la vida y obra de San Juan de Ávila en Montilla. Una vez más, los documentos abren un camino fiable que nos conduce a descubrir y relacionar la existencia de un capítulo inadvertido de la presencia avilista en nuestra ciudad y, cómo no, de los actores que lo protagonizaron como es el caso del Santo Cristo de la Tabla.

NOTAS

(1)  MARTÍNEZ GIL, José Luis: Proceso de beatificación del Maestro Juan de Ávila. B.A.C. Madrid, 2004.
(2) MUÑOZ, Luis: Vida y virtudes del Venerable varón el P. Maestro Juan de Ávila… f. 175. Madrid, 1635.
(3) NIETO CUMPLIDO, Manuel: El patrimonio artístico de Montilla en sus textos (1580-1638). En “Montilla: Historia, Arte y Literatura. Homenaje a Manuel Ruiz Luque”, págs. 187-231. Baena, 1988.
(4) Proceso en Montilla. Declaración del Lic. Cristóbal de Luque Ayala: “Maestro Ábila le decía […] y es que entre en aquella capilla de las ánimas, y delante del santo Cruzifixo que en ella está reze de rodillas…”, pág. 358.
(5) En este período trabajan en Montilla artistas de la talla de Baltasar del Águila, Pedro Fernández Guijalvo o Francisco de Castillejo, entre los que se puede esconder el nombre de su autor.
(6) JURADO Y AGUILAR, Antonio: Historia de Montilla, fol. 197v. (FBMRL). Ms-103.
(7)  LORENZO MUÑOZ, Francisco de Borja: Historia de la M.N.L. Ciudad de Montilla. Año 1779. (FBMRL). Ms-54, pág. 49.
(8) Archivo Histórico Municipal de Montilla (AHMM). Sig. LI19006-0011. Actas capitulares, pág. 642.
(9) AHMM. Sig. LI29030-0004. Actas capitulares, pág. 91.
(10)  Archivo de Protocolos Notariales de Montilla (APNM). Escribanía 1ª. Leg. 75, f. 1048. Muere el 11 de junio de 1655.
(11)   APNM. Escribanía 3ª. Leg. 491, f. 64.
(12)  Archivo Parroquial de Santiago de Montilla: Distribución por meses de lo que se debe hacer en esta iglesia y sacristía según sus obligaciones y cargas, en todo el año., fol. 35v.
(13)  DELGADO LÓPEZ, Dámaso: Historia de Montilla y breve resumen de la general de España. T. I., cap. XII [s.f.]. (FBMRL). Ms-303. 01.
(14)  Archivo General del Obispado de Córdoba. CAJA 652. S. XX. Parroquia de Santiago. Inventarios.