jueves, 23 de diciembre de 2010

PEDRO DUQUE CORNEJO Y LA VIRGEN DE LA ROSA

A Rosa María, mi hermana, de cuyo vientre ha brotado la flor de la maternidad

Hijo, sobrino y nieto de artistas, Pedro Duque Cornejo y Roldán está considerado por los especialistas como el máximo exponente del barroco andaluz en el siglo XVIII.

Nacido en Sevilla, en 1678, es fruto de la unión matrimonial del escultor José Duque Cornejo y la pintora Francisca Roldán Villavicencio, hija del maestro Pedro Roldán y hermana de Luisa, La Roldana. Desde temprana edad frecuenta el taller del abuelo, donde trabajan sus padres, iniciándose así en el conocimiento de las artes plásticas,  envuelto de las aportaciones y consejos familiares que marcarán su etapa formativa.

Heredero de la prestigiosa estirpe artística que la familia Roldán consolida durante la segunda mitad del siglo XVII en Andalucía, en los primeros años de la centuria siguiente Duque Cornejo comienza a trabajar con taller propio en esta ciudad, de donde salen sus primeros trabajos de importancia destinados para Córdoba. Arquitecto de retablos, escultor, pintor y grabador, su dilatada producción artística le hace tener una vida itinerante, y aunque mantiene el taller en su tierra natal también trabaja en Granada y Madrid, ya que es nombrado Estatuario de Cámara del Rey[1].

La bella efigie de Ntra. Sra. de la Rosa, ejecutada por Duque Cornejo en 1720
Hasta su taller sevillano se dirige un buen día de 1719 el presbítero montillano Esteban Gabriel de los Santos y Olivares, que ejerce de Protonotario Apostólico en aquella ciudad, para hacerle el encargo de una imagen de Nuestra Señora del Rosario de talla completa, estofada y policromada. El motivo de esta adquisición no es otra que los frutos espirituales que habían emanado de la misión apostólica exhortada por el Padre Nieves sobre los misterios del Santo Rosario, que tuvo lugar en la ermita de San Antonio de Padua y que su organización corrió a cargo del Ldo. Santos y Olivares, que era capellán y patrono del Vínculo y Mayorazgo familiar que mantenía el culto y la conservación del desaparecido oratorio[2].

Esta pequeña ermita se iba a convertir en la primera sede canónica de la tercera hermandad en Montilla que rendirá culto a la Stma. Virgen mediante el rezo del Santo Rosario. A la nueva cofradía le fueron aprobadas sus Constituciones y Reglas el 21 de mayo de 1720 por el obispo Marcelino Siuri “que se mandó sentar por hermano”. En pleno fervor mariano, durante el transcurso de ese año, llegaba desde Sevilla la nueva imagen que “se trajo encajonada y remitida por Cornejo su Artífice en derechura al dicho Don Esteban y a la Iglesia [de San Antonio] en la cual se desclavó el cajón en que venía y se colocó en el Altar…” concitando el interés y la presencia de todos los hermanos en la ermita el 23 de diciembre de ese año.

Pero el entusiasmo inicial de la nueva hermandad se ve menguado por la denuncia que la cofradía matriz rosariana, radicada en la Parroquial de Santiago, interpuso a ésta, ya que no admitía más título del Rosario en la ciudad que el su imagen titular. Este hecho derivó en un largo y gravoso pleito de quince años, que finalmente fue resuelto a solicitud del mismo Estaban Gabriel de los Santos, que obtuvo autorización de Roma para suspender los litigios entre ambas corporaciones religiosas, mediante el acuerdo de celebrar un cabildo abierto a todos los vecinos de la ciudad para cambiar la denominación a la efigie tallada por Duque Cornejo. Corría el año 1735 cuando se reunieron en la desaparecida ermita de San Antonio el Vicario de Montilla, el guardián de San Francisco, el prior de San Agustín, el corregidor y regidores locales, junto con los hermanos oficiales de ambas cofradías. Para proceder a la elección del nuevo título se introdujeron en una cesta más de veinte papeletas con advocaciones marianas, sin introducir la nominación del Rosario; la cesta fue agitada por el Notario de la cofradía de la Parroquial “y se la entregó a el dicho Sr. Vicario quien habiéndolas tapado con su manteo pidió y rogó al R.P. Guardián de Señor San Francisco entrase la mano para sacar la cédula del título que dicha sacratísima imagen había de tener, quien se excusó con no muy pocas lágrimas, hizo lo mismo con los demás Reverendos Prelados los que con la misma ternura no se atrevieron, y volviéndoselo a suplicar al citado Padre Guardián y aún mandándoselo bajo de santa obediencia, lo ejecutó y sacó con la admiración de todos el título de Rosa, con lo cual se acabó el pleito, con sólo largar tres letras…”

Todos estos datos que vamos desgranando aparecen en un Memorial manuscrito que hemos localizado en el Archivo General del Obispado de Córdoba[3], remitido por los herederos del Protonotario Apostólico al Obispo de la Diócesis, que representados por D. Gonzalo Vaca y Lainez detallan a lo largo de diez puntos la trayectoria de la cofradía, desde su fundación en 1719 –a raíz de la misión arriba citada– hasta la traslación de la imagen titular de la Stma. Virgen a la nueva ermita, que se está construyendo en la plaza pública, junto a las Casas Capitulares, desde 1758.

Es precisamente este traslado y cambio de sede canónica el que motiva la redacción del citado Memorial, ya que existe una fuerte división entre los cofrades. Un sector se opone al cambio de iglesia y otro, por el contrario, lo defiende a la par que financia la construcción del nuevo templo. Dentro del grupo que se resiste a que la Virgen de la Rosa salga de la ermita de San Antonio se encuentran los sucesores de Esteban Gabriel de los Santos –y suscriptores del Memorial– que a su vez son los patronos del Vínculo y Mayorazgo, propietarios de la ermita, y fundadores copatrocinadores de la cofradía, que proponen la ampliación del pequeño templo de la calle Don Gonzalo.

Detalle de la peana angelical de la Virgen de la Rosa
Finalmente, el obispo ordena celebrar un nuevo cabildo abierto para que todos los hermanos valoren y voten ambas opciones. Acabada la reunión resulta ganadora la de trasladar la imagen y cofradía a la nueva ermita[4]. Elección que se lleva a efecto el segundo domingo de noviembre de 1763, cuando la procesión anual de la fiesta a la Virgen de Rosa sale de la ermita de San Antonio, visita el convento de San Agustín –como tenía por costumbre desde la primera vez que procesionó en 1726[5]– y concluye en la nueva ermita de la Plaza pública, que en adelante pasaría a nombrarse popularmente de La Rosa.

Hoy, casi tres siglos después de la fundación de la cofradía de la Rosa y del acertado encargo que formalizara el presbítero Don Esteban Gabriel de los Santos y Olivares con el acreditado artista Pedro Duque Cornejo y Roldán, para tallar la bella imagen barroca de la Virgen María rezando el Rosario, hemos tenido el honor de hacer pública esta gran noticia que esclarece la autoría de dicha obra, y nos confirma la calidad del patrimonio histórico montillano. Este dato incitará en adelante a los especialistas en la Historia del Arte barroco andaluz, y sobre todo a los biógrafos del artífice hispalense, que podrán añadir nuestra Virgen de la Rosa al inventario de sus más significadas obras, tales como  La Magdalena Penitente de la Cartuja de Granada, El Apostolado de la basílica de las Angustias de esa ciudad, el grupo de esculturas realizadas para el monasterio cartujo del Paular, en Madrid, las diversas obras que se conservan en la catedral de Sevilla –Justa y Rufina, Leandro e Isidoro– entre otras tantas repartidas por los templos de la capital andaluza, y cómo no, a su póstuma obra: La sillería del coro de la catedral de Córdoba, en la cual le sorprende la muerte el 3 de septiembre de 1757, unos meses antes de concluir la monumental empresa a la que había consagrado los nueve últimos años de su vida. Como reconocimiento a su labor, el Cabildo Catedral acuerda costear su entierro, quedando su cuerpo exánime abrazado para siempre por la tierra cordobesa, en una sepultura al pie del facistol del majestuoso coro[6], donde permanece flanqueado por el más importante de sus trabajos.

FUENTES

[1] PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso: La España del Barroco, pp. 75–76. En Historia del Arte Español, Vol. VII. Barcelona, 1996.
[2] MORTE MOLINA, José: Montilla. Apuntes históricos de esta ciudad (2ª edición). Montilla, 1982. p. 101.
[3] Archivo General Obispado de Córdoba (AGOC). Despacho Ordinario. Leg. 35. Sig. 7271/03.
[4] AGOC. Op. Cit.
[5] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla. Libro de Arancel y Decretos parroquiales, s/f.
[6] ORTI BELMONTE, Miguel Ángel: La Catedral – Antigua Mezquita y Santuarios Cordobeses, pp. 195–215. Córdoba, 1970.

sábado, 11 de diciembre de 2010

UNA EPÍSTOLA DE SOLANO A LOS MARQUESES DE PRIEGO

En nuestro afán de profundizar en el pasado montillano, las continuas indagaciones que venimos realizando en los archivos y bibliotecas tras ese fin, hace que trasluzcan documentos insólitos que pueden completar algún párrafo inconcluso de nuestra historia local –muchas veces rellenado con la dudosa tinta de la tradición o la leyenda– o bien datos que pueden añadir alguna noticia biográfica a la galería de nuestros paisanos ilustres.

El Apóstol de América predicando. Grabado de 1787
Tal es el caso que en esta ocasión presentamos, referente a San Francisco Solano y al IV centenario de su muerte, donde pretendemos sumar una breve aportación documental a la bibliografía solanista para que el lector conozca algo mejor al primer taumaturgo de las Indias Occidentales, y aunque somos conscientes de la dificultad que supone superar la documentada biografía que publicara el franciscano Luis Julián Plandolit en 1963 del llamado Apóstol de América, ello nos permite profundizar en ciertos episodios de la vida e influencia espiritual y social de nuestro patrono en su ciudad natal y, por lo tanto, en sus paisanos y devotos, en un período puntual de su devenir.

Varias son las razones que captaron nuestro interés sobre el documento que traemos hasta esta publicación en facsímil. La primera de ellas es su rareza, tanto en su continente como en su contenido, pues tan sólo hemos localizado dos ejemplares, a pesar de las intensas búsquedas de alguno más de la misma naturaleza en bibliotecas especializadas, o referencias que indicaran la existencia de estos a través de la bibliografía española . Por lo tanto, hasta la fecha, las únicas piezas bibliográficas halladas se conservan en el fondo antiguo de la Biblioteca Provincial de Córdoba , formando parte de volúmenes facticios de memoriales del siglo XVII.

El documento corresponde al traslado de una carta fechada el 23 de noviembre de 1631, enviada desde la ciudad de La Habana por Fray Alonso Cueto, postulador de la causa de canonización del venerable Francisco Solano, a los Marqueses de Priego, que por ese tiempo son Alonso Fernández de Córdoba y Figueroa, el mudo, y su esposa Juana Enríquez de Rivera y Téllez-Girón, carta manuscrita que los nobles montillanos deciden imprimir ante la importancia de su contenido, y así difundir las excelentes noticias llegadas del Nuevo Mundo acerca del futuro Santo.

La copia impresa consta de cuatro páginas en tamaño de folio, y aunque carece de pie de imprenta es más que probable que saliera de las prensas tipográficas de Juan Bautista de Morales, que regentó taller propio en Montilla entre los años 1622 y 1634, bajo la adornada y protectora franquicia de Imprenta del Excelentísimo Señor Marqués de Priego, que en esos años estampó varios documentos de similar tamaño de caja, márgenes, tipos, y otras características técnicas comunes a las que presenta el opúsculo que nos ocupa.

Pero antes de adentrarnos en el contenido de la carta vamos situar cronológica y geográficamente a la misma, para que nos sirva de hilo conductor que ha de hilvanar sobre el atlas histórico de los hechos los riesgos y trámites burocráticos que hubo de salvar la Orden Franciscana para que, oficialmente, se reconociera en Roma la santidad del seráfico misionero Francisco Solano.

Todo comienza en la Ciudad de los Reyes, hace cuatrocientos años. El 14 de julio, la festividad de San Buenaventura, entregaba sus últimos latidos el sufrido corazón de Solano, el fraile Santo. Una azarosa vida dormía ya en la esperanza de presentarse ante Dios con la certeza de haber llevado su palabra y su sabiduría hasta donde su inagotable fe y su mermada fortaleza física alcanzaron.

Según sus biógrafos, su vida fue una constante huída de los parabienes y la fama de santidad que le perseguía, de la que no pudo escapar tras su muerte, en la que ya le fue imposible eludir el laurel de la gloria y el tránsito hacia los altares, que el pueblo y autoridades de Lima iniciaran apenas dos semanas después de su multitudinario funeral.

En los tres años siguientes a su muerte, se llevó a cabo la recopilación de los testimonios de todos aquellos que habían conocido personalmente o se habían beneficiado de los favores de Dios por intercesión de Fray Francisco Solano, en aquellos lugares en los que había dejado su estela evangelizadora . El resultado del llamado Proceso Diocesano, efectuado a iniciativa del Arzobispado de Lima, es enviado a Roma y una vez supervisado por la autoridad vaticana, se autoriza el inicio del Proceso Apostólico para la causa de beatificación en 1625. En ese tiempo, a instancias del pontífice Urbano VIII, la Sagrada Congregación de Ritos había aprobado una nueva y rigurosa normativa para la admisión y estudio de nuevos procesos, cuya aplicación dilatará más de un siglo la canonización del santo montillano.

Los requisitos impuestos por la Santa Sede para la instrucción del Proceso Apostólico llegan a Lima en febrero de 1628. Las autoridades religiosas peruanas se apresuran, y a partir de esa fecha reabren la causa y comienzan las diligencias para recoger las ratificaciones y tomar nuevas declaraciones en favor de la santidad del venerable Francisco Solano, concluyendo este sumario en mayo de 1631. Durante este periodo, y como refrendo a la fervorosa devoción del nuevo apóstol del Perú, muchas de las ciudades y lugares donde se toman las declaraciones lo juran por patrono, y apoyan la causa librando partidas económicas en sufragio de los gastos del costoso proceso; siendo, una vez más, Lima quien toma la iniciativa el 26 de junio de 1629 .

Para trasladar y presentar las Informaciones en Roma fue comisionado el franciscano  Alonso Cueto, que sale de Lima el 31 de mayo de 1631 y llega a la cuidad vaticana el 7 de noviembre de 1632 . En este espacio de tiempo envía la citada carta a los Marqueses de Priego, durante su viaje. Pero llegados a este punto, cabe preguntarse, ¿quién era Fray Alonso de Cueto y por qué fue elegido para esta complicada misión? Si indagamos la en vida de Cueto, aparte de conocerle algo mejor, nos permitirá saber las razones de su nombramiento de procurador para la causa de Solano.

Este religioso lego, nacido en Osuna en 1578, parece reunir las mejores aptitudes ante las autoridades metropolitanas y franciscanas de la Ciudad de los Reyes para llevar a cabo las gestiones de la postulación en Madrid y Roma. Varias son las condiciones favorables que Cueto posee, entre ellas –como él mismo declara– conoció y trató a Fray Francisco Solano durante su estancia en el convento de la Recolección de Lima en 1604, de sus propias manos recibió la profesión durante el breve tiempo que fue Guardián de dicho cenobio, y a partir de esa fecha es su enfermero y acompañante durante las últimas predicaciones que Solano realiza por las latitudes peruanas, antes de su definitivo retiro en el convento de San Francisco de Jesús de la capital del Virreinato . Aparte de las vivencias de Alonso Cueto con el apostólico Solano, éste también está experimentado en los periplos navales de la Carrera de Indias, ya que ha cruzado el océano Atlántico varias veces, y a pesar de la prohibición que los misioneros que regresaban del Nuevo Mundo tenían de embarcar nuevamente, Cueto posee licencia para ello, gracias a una Real Cédula que le fue otorgada por el monarca Felipe IV cuando se encontraba en la vieja España, donde le sorprende la noticia del fallecimiento de Francisco Solano.

El 22 de marzo de 1611 parte de Sevilla en la flota del General Jerónimo de Portugal y Córdoba hacia Panamá . A finales de ese año ya se encuentra en Lima, donde concurre a testificar el 4 de diciembre para las Informaciones del Proceso Diocesano. Nuevamente acude a la península ibérica en 1616, esta vez en los galeones que trasladan al Virrey saliente, Juan de Mendoza y Luna, III Marqués de Montesclaros, –que había portado el féretro de Fray Solano en su sepelio– ya concluida su etapa gubernamental en el Perú . Tras permanecer varios meses en Andalucía, el franciscano regresa al Nuevo Mundo en abril de 1617 .

Por los continuos viajes que Cueto efectúa en estos años previos al traslado de los expedientes procesales, es de suponer que se dedicara a desempeñar este tipo de trámites administrativos dentro de la Orden Franciscana entre el Viejo y el Nuevo Mundo, motivo éste por el que también fuera designado postulador para conducir hasta Roma el sumario e iniciar las gestiones pertinentes ante la Santa Sede para la apertura de la causa.

Como hemos reseñado anteriormente, el franciscano Alonso Cueto parte de la capital peruana a finales de mayo de 1631 y arriba a la Ciudad Eterna dieciocho meses después. Durante el transcurso de esta larga singladura, es protagonista y testigo de varios episodios sobrenaturales, ocurridos tras la invocación de ayuda celestial al venerable Francisco Solano, que evita varios naufragios de las naves de la Armada española donde venía embarcado el mismo fraile, cuyo equipaje era la documentación de ambos procesos, el Diocesano y el Apostólico, y un retrato del santo Solano.

Estas gestas milagrosas ocurridas ante centenares de personas, hacían que la popularidad de Francisco Solano se expandiera rápidamente, una vez los barcos hacían escala en puertos intermedios, como sucediera en Panamá, Cartagena de Indias o La Habana, donde se organizaron funciones religiosas generales de acción de gracias y donde se le juró por patrono y protector.

Para ganar tiempo a la lentitud de la navegación, fray Alonso se dedica a escribir correspondencia a la monarquía y nobleza hispánicas, en la que solicita apoyo institucional y económico, e igualmente prepara los borradores de los memoriales que presentará al pontífice Urbano VIII. Sirva de ejemplo de las distintas misivas, la dirigida a los Marqueses de Priego, casa nobiliaria radicada en Montilla –cuna y escuela de Solano– e igualmente de las más poderosas e influyentes del reino de Castilla, aparte de ser bienhechora de la Orden Franciscana.

San Francisco Solano en el barrio de las Tenerías. José Garnelo, 1910

Ya en Roma, noviembre de 1632, Cueto realiza todas las gestiones oportunas, incluso es recibido por el Papa varias veces, a quien ruega la aceleración del Proceso para el beneficio de los devotos del Apóstol del Perú, ruegos que fueron escuchados pero no atendidos. Después de llevar varios años en la Ciudad del Tíber trabajando incansablemente para coronar a los altares al venerable Solano, Cueto cae enfermo de asma y comienza a delegar en su compañero y ayudante Fr. Jerónimo Serrano hasta 1637, año que es relevado en la Causa por los padres Buenaventura Salinas y Alonso de Mendieta , quedando el sexagenario Cueto a cargo de la administración económica del Proceso, como se manifiesta en la contaduría de la Casa de la Contratación a finales de 1638, donde éste reclama cierta remesa de peculio procedente de Lima .

De vuelta a nuestro argumento central –la epístola solanista– y después de su contextualización histórica, sólo queda hablar de su breve pero interesante contenido, en el que su autor resume en una sintetizada memoria todo el sumario que lleva consigo, donde alterna noticias pretéritas y contemporáneas relativas a la vida, muerte y milagros de nuestro patrono, la mayoría desconocidas en Montilla hasta ese momento, ya que la única biografía sobre Solano fue impresa en Lima en 1630, y como el mismo fraile relata a los marqueses todavía no ha llegado hasta Europa, ya que los primeros ejemplares formarían parte de su equipaje.
En el primer párrafo de la carta, Fray Alonso hace una presentación personal a los señores de Montilla. Continúa su redacción describiendo sus vivencias con Solano, las vicisitudes y lances acaecidos desde que salió de Lima con los miles de folios del sumario que lleva consigo, que intercala con repetidas alusiones a Montilla y a sus señores y con los hechos milagrosos obrados por el Santo, dando especial atención a los inusitados sermones de Lima y Trujillo, los multitudinarios funerales presididos por el Arzobispo y el Virrey, los patronazgos, etc., concluyendo con la maravillosa conversión de miles de indígenas un Jueves Santo tras los oficios y procesión de disciplina; todo ello narrado con la cercanía y la actualidad que la redacción epistolar ofrece al escritor, sumado a la ferviente expresividad de haber sido discípulo, compañero, testigo, y finalmente, devoto y postulante de su largo pero imparable proceso de beatificación y canonización.

Creemos conveniente no glosar más el texto, ya que excepcionalmente, y gracias a la  sensibilidad mostrada en todo momento por el Consejo de Redacción de esta Revista, se ofrece en su formato original, y ello nos permite saborear la grandeza literaria del barroco Siglo de Oro español, donde el paciente lector tiene la oportunidad de evocar sus sentidos ante los arcaicos usos gramaticales, ortográficos o retóricos de una época en que la Lengua Castellana era la credencial de un imperio intelectual donde aún no se ha puesto el sol.
 
Primera página de la Carta de Fr. Cueto
DOCUMENTO:

COPIA DE UNA CARTA, QUE ESCRIVIÓ A los Excelentísimos Marqueses de Priego el Padre Fray Alonso Cueto, de la Orden de nuestro Seráfico Padre San Francisco, Comisario de los Reinos de las Indias Occidentales, para la Canonización del Apostólico Varón Fray Francisco Solano, de la misma Orden.

JESVS,     MARIA,     JOSEF.

QVIEN Esta escrive a V. Exc. es un pobre Religioso, indigno Fraile Recoleto, hijo de la Provincia de los Doze Apóstoles de Lima, y natural de la Villa de Osuna; en la qual Provincia asistió, vivió, y murió el Esclarecido y Apostólico Varón el Padre Fray Francisco Solano, humilde vasallo de V. Excelencia, y nació en essa Corte de la Ciudad de Montilla, y tomó el Hábito de edad de veinte años en esse Convento. Que dichoso y bienaventurado Convento, que tal hijo dio; y esclarecida Ciudad, que tal fruto ha dado a la Iglesia de Dios; y dichoso el Marqués mi señor, y V. Exc. que tal vasallo tienen, y tendrán mientras Dios fuere Dios. Passó a las Indias más remotas, y pobres, adonde más necesidad tenían aquellos Bárbaros Gentiles de la Doctrina Evangélica deste Apostólico Varón, enseñándola por palabras, y obrándola por sus obras, huyendo de las honras, y apellido que el Andaluzia le dava de Santo, por aver resucitado un difunto en S.  Francisco del Monte junto a Córdova; y otros prodigios, y milagros, que obra Dios en estas partes por este esclarecido Varón: y son tantos los que en los Reinos de las Indias ha hecho obrándolos en su vida, y después en su muerte, que quedan enriquezidas las Provincias de Tucumán, Paraguay, y todo el Reino del Perú. Murió día de S. Buenaventura su devoto el año de 1610 en la Ciudad de Lima, que es la Corte del Reyno del Perú, adonde hizo, y está haziendo infinitos milagros, y adonde quiso mi dichosa suerte me diesse la profesión siendo Guardián de la Santa Recolección de Lima, y siendo yo el único que professó en sus manos: en quatro meses que fue Prelado de la dicha Recolección, renunció el oficio onze vezes por escrito, y por respecto, que los Prelados le tenían aceptaron la renunciación. Y visto los dichos Prelados de la Provincia los grandes milagros que se escrivían del Santo, me mandaron por santa obediencia, y en virtud del Espíritu Santo, viniesse a solicitar la Beatificación, y Canonización deste Santo. Las vezes que me escusé de no aceptarlo sábelo Dios nuestro Señor, no por los trabajos que tenía presentes avia de temer, sino por hallarme incapaz, e indigno, como cosa tan grave, e importante, como es la Canonización, que llevo. Salí, Señora, de la Ciudad de Lima con las Informaciones deste Apostólico Varón, que son quatro mil y quatrocientas y cincuenta fojas escritas, hechas por los señores Arçobispos, Obispos de Sevilla, Granada, Córdova, y Málaga, y por los Juezes Apostólicos nombrados por su Santidad, y sacra Congregación de los Ritos, el señor Arçobispo de Lima, Deán, y Arcediano: en las quales informaciones van novecientos y cincuenta y tantos milagros, y entre ellos treze muertos resucitados; y quinientos y setenta y siete testigos jurados, en que entran Virreyes, Presidentes, Governadores, Arzobispos, Obispos, Prebendados, Vniversidades, Colegios, Cavalleros, y lo más ilustre, y noble de aquellos Reinos. Y porque V. Exc. goze de alguno de los milagros que ha obrado Dios por este esclarecido Varón / antes que llegue a manos de V. Exc. el libro que está impreso de la vida, muerte, prodigios, y milagros desde Ilustre Varón, haré memoria en ésta de algunos portentosos, como son, ser dueño de los corazones de los hombres, reduciendo a término las confesiones de los penitentes, trayéndoles a la memoria todos sus pecados, y en ocasión diziendo a los penitentes, que ya no tenían ni se acordavan de más pecados, respondió el Confesor del Cielo: Esso no será posible, porque le falta tal, y tal pecado, trayéndoselos a la memoria, como si en cada uno dellos huviera concurrido con el penitente: y ponderan los Teólogos ser mayor milagro este que resucitar muertos. Dio dos fuentes en dos Provincias adonde perecían de sed los hombres, hoy muelen cuatro molinos con el agua, y la dicha agua haze milagros, y la llaman agua del Santo Solano. Passava los ríos sobre el manto crecidos de monte a monte. Detenía la mitad de los navíos sobre las aguas hasta salvar la gente. Baptizar y confesar los Gentiles que ivan allí. Sustentó en desierto más de trezientas personas con lo que el Cielo le embiava, y los enfermos que en este desierto huvo, pidiéndole varias cosas para comer, les traía pescado del mar, el qual se venía a las manos, llamándolo el Santo, y limpiándolo el bendito Padre, y adereçandolo, el mismo se los llevava a los enfermos, diciéndoles, que comiessen, que les sabría a lo que ellos apetecían; como el Maná al Pueblo de Dios, y así sucedía. Obedecieronle todas las criaturas del mundo, los animales, las aves, los pezes, amansó tres toros bravos, y se arrodillaron al Santo. Resucitó las aves muertas. Y sanó en los cuerpos humanos de todas las enfermedades, y dolencias que puso Dios en ellos, y todas las plagas que suelen sobrevenir en los campos, como son langostas, palomilla, gusanos, gorgojos, graniço, invocando al Santo de todas estas cosas se veían libres, y por esta razón le dan título de milagroso en el mundo. Y tal vez huvo, que estando detenidas en un río mas de cincuenta personas, por su grande avenida, pereciendo de hambre, mandó el bendito Santo a las aguas, que parassen su curso, y al momento obedecieron, dando lugar, como otro mar Bermejo (aunque no abrió senda el río) a que passasen; y todos contentos de aver passado, bolvió el río a correr con sus mismas corrientes, como de antes. Y era tanto el fervor, que este santo Varón tenía en la hora de Dios, que yendo a predicar a las Comedias, y plaças, y partes donde sentía era Dios ofendido, que juran muchos testigos, que le veían volar, sin poner los pies en el suelo en más de una quadra. Y un día yendo a predicar las Peticiones del Padre nuestro, llevándome consigo, y subiéndose en el púlpito, y poniendo el manto alrededor del, dixo la primera palabra: Allegad al almoneda Cristianos; y diziendo el Padre nuestro, y la segunda palabra, que estás en los Cielos, se elevó, y nos parecía a todos los que le veíamos se levantó mucho del púlpito, y puesto en Cruz con un Christo enarbolado en aquella postura, clamando a la Ciudad, que le estava mirando, y las Religiones que le seguían llorando lágrimas vivas, diziendo: Dios te tenga de su mano, y pidiendo al Cielo misericordia librasse a aquella Ciudad por aquel Justo. O dichosa Montilla, y dichosos, y bienaventurados los señores, que tal vassallo les dio Dios. Y la razón más fuerte, que tuvo el Pontífice, que hoy gobierna la Iglesia de Dios, para despachar el Rótulo, y Bulas para que hiziessen las Informaciones por autoridad Apostólica, que yo llevo a su Santidad, fue el sermón que llaman del Juizio, que predicó un Viernes, año de mil y seiscientos y quatro en la plaça de Lima, que convirtió a toda la Ciudad a penitencia, entendiendo el Pueblo, avía dicho por cosa cierta, se avía de hundir la Ciudad aquella noche; y no aguardando la explicación del lugar que el Santo llevava, de que si huviera enmienda, cessaría el castigo, que Dios tenía ordenado. Partió la nueva por las calles, diziendo: El Santo Solano ha dicho, se ha de hundir Lima esta no/che. Pondérese agora, que avrá en Lima (señora) más de veinte mil Españoles entre hombres, y mugeres, y más de treinta mil Negros, y Negras, y muchos Indios: todo era alaridos, lágrimas, y gritos, que los ponían en el Cielo, pidiendo a Dios misericordia: los Templos se abrieron, el Santísimo Sacramento se descubrió en todos ellos, los Confesores en pie; las confessiones a vozes, las absoluciones a montón; las honras se restituían, los hartos le manifestavan; y los amancebados se casavan; y huvo tal enmienda en la Ciudad, que parecía otra. Predicó otro sermón ochenta leguas de Lima en la Ciudad de Truxillo, y mirando al Pueblo dixo: A Truxillo, que el número de tus pecados a de llegar a colmo! Que ha de embiar Dios sobre ti una gran ruina! Siendo ellos causa, que no quede en ti piedra sobre piedra, y este púlpito donde yo estoy predicando esta verdad, aunque ha de caer este Templo, y dar sobre el aunque es de madera, y molduras, no le ha de lastimar, y ha de quedar sano en fe desta verdad; llorando a todo esto como Christo sobre Jerusalén, y todo se cumplió a la letra, quinze años después que el Santo lo profetizó. Llegó la última enfermedad deste Ilustre Varón, y puesto en aquel lecho humilde, y pobre, adonde toda la Ciudad, y Religiosos acudían a ver aquel Mensajero del Cielo, y Apóstol, que Dios les quitava de entre ellos, arrojando por aquella divina boca el siervo de Dios Solano tantos rayos de luz del Cielo, que a todos los embiava consolados. Los Médicos le desahuciaron, y mandaron dar los Sacramentos, porque avia de morir a dos de Junio: y diciéndole su Confessor, que los Médicos le mandavan dar los Sacramentos, y que avia de morir passado mañana, que si los quería recebir? Respodió el Santo, que de muy buena gana, si bien no por modo de Viático, porque su muerte no avia de ser hasta el día de San Buenaventura su devoto. Llegó el desahucio de si mismo con harta alegría del Santo, y llanto de la Ciudad, y el mismo día dio su Alma al Dueño de todas, que tan linda y hermosa la avia criado, y al punto mostró Dios tantas maravillas, y milagros, que no será posible referir aquí más de tres o quatro. Sea el primero, que sin saber la Ciudad la muerte del Santo, vino toda la gente al Convento, y el Virrey enviando tres Compañías de Soldados para resistir la Ciudad, no bastaron, y puesto el cuerpo Santo en la Capilla de la Enfermería, embió Dios a la reja de la dicha Capilla tanto género de pájaros jamás vistos en aquellas partes, que dizen los testigos, que nunca avian oido, Canarios, Silgueros, Ruiseñores, que tan concertada y linda música hizieran: esto duró cinco horas. Y dos días que estuvo el cuerpo sin dar sepultura, juran muchos testigos, que v[e]ían baxar, y subir muchas luzes del Cielo adonde estava el Cuerpo del Santo. Sacolo en ombros a la Iglesia el señor Virrey del Perú Marqués de Montesclaros, y el señor Arzobispo de Lima, y con llevar de guarda Chuceros, y cincuenta Alabarderos de la Guarda, perdió el Virrey la capa de los ombros. Oy está su sepulcro de los más frecuentados de la Iglesia de Dios, y en él quedan onze lámparas ardiéndo, nueve de plata, y dos de bronze, y con su azeite sana Dios de todas las enfermedades de los cuerpos humanos, y consume todas las plagas, que sobreviven en las sementeras, viñas, huertas, alfalfares: y es de tal manera el sacar el azeite de las lámparas, que está el Sacristán lo más del día dando azeite: tiene en el dicho sepulcro ochocientas y tantas figuras de cera y en el Altar donde está la caxa del Cuerpo del Santo son tantas las personas graves, que acuden a dezir Missa en el dicho Altar, que ay Prebendado de la Catedral, que aguarda vestido media hora para poder dezir Missa, y son tantas las personas, que van a dezir Missa, y otros a que se la digan, que en dos meses se ofrecieron dos mil y quinientas Missas, y con la licencia que su Santidad concede en el Rótulo, se le dize la de todos los Santos, hasta que se Canonice, y tenga Missa propia, con el favor de V. Exc. Y confío en Dios, y en los merecimientos deste esclarecido Varón, que se han de ver V. Excelencias, y todas sus / Casas y Estado con tan aventajadísimos aumentos, como se verá, que pues los da Dios por este esclarecido Varón en todas las partes donde llega, y donde lo han recebido por su Patrón, que hasta hoy han sido la Provincia de Tucumán, el Arzobispado de Chuquisaca, el de Lima, la Vniversidad de los Reyes con ochenta y un Doctores, el señor Conde de Chinchón, Virrey del Perú, para todo su Estado, Don Bernardino de Hurtado de Mendoça, General del Callao, y mar del Sur, con acuerdo de su Almirante, y gente de Mar, y Guerra, en nombre de su Majestad, por el prodigioso milagro que hizo este año de 1631, librando a la Capitana donde venían las Informaciones, y el retrato del Santo, con mil y tantas personas dentro, y quatro millones de su Majestad, y particulares, del riesgo en que estava para perderse, como le sucedió a la Almiranta viniendo en ella casi otros quatro millones, y yéndose al fondo de la mar los deparó, y se sacaron por los merecimientos del Santo. Y viendo la Ciudad de Panamá, Cabeza del Reino de Tierra-Firme, estos prodigios, y milagros, le hizieron una solemne fiesta, y le tomaron por su principal Patrón, prefiriéndolo a todos los que tienen, y adelante fueren. Y asimismo lo recibió por su principal Patrón la Ciudad de Cartagena, adonde Dios obró por el Santo muchos milagros en bien pocos días que allí estuvimos. Y salidos de la dicha Ciudad en demanda de la Ciudad de la Habana, donde escrivo ésta a V. Exc. en el rigor del Invierno número de veinte y tantos navíos puestos todos sobre unos baxos, y estando en grande riesgo, sobre ellos se levantó una grande tormenta, y vistonos en el manifiesto peligro en que estávamos, me pidió el General, y las personas, que venían en la dicha Capitana, que eran más de seiscientas, sacasse la Imagen del Santo, y puesta en la silla del Piloto, convocando todos su favor; y ayuda, fue cosa maravillosa, que al punto cessó la tormenta, aclaró el Sol, y hicimos próspero, y feliz viaje. Y oyendo estas maravillas en la Ciudad de la Habana, se ha ofrecido el señor General Tomás de la Respurg de pedir una limosna al Santo en la dicha Ciudad entiendo le recebirá por su Patrón. Acabo esta relación, Excelentísimos señores, con un portentoso milagro que hizo en la Provincia de Tucumán, y fue, que estando un Jueves Santo en los Oficios Divinos congregada la gente en el templo, cosa de cien Españoles, y trescientos Indios, que avría en el Pueblo, venían a matarlos más de treinta y tantos mil Indios bárbaros infieles; y sabiéndolo el Santo por espíritu profético, salió solo con un Christo en las manos al exército de los enemigos, los quales eran de diferentes lenguas, que eran siete las diferencias que avía en el número de los enemigos, predicando el Santo en la suya, le entendía cada uno en su lengua con tanta claridad, y distinción, que se admiravan: y más juran los testigos, que les enmendava los vocablos que imperfectamente hablavan ellos; por lo qual alçaron un alarido, y dixeron: Este es mago, y encantador, que nos enmienda nuestros vocablos, y acercándose al Santo para matarle, vieron, que arrojava del rostro tanta luz, y esplendor, que les obligó a que le pidiesen les enseñasse aquella doctrina, que les predicasse, y los bautizasse, y convirtió en aquel sermón nueve mil Indios, hizieron muchos dellos disciplina de sangre la misma noche del Jueves Santo con los Españoles. Y quien haze tales maravillas, y milagros (Excelentísimos señores) qué no hará en su patria? en su Ciudad, donde recibió el santo Bautismo, y el segundo en la profesión. Qué no pedirá este santo a Dios nuestro Señor por sus dueños y señores? Que son V. Excelencias, qué de aumentos, qué de regalos, qué de bendiciones, todas las que el Santo viere en Dios que conviene es cierto (Señores Excelentísimos) las pedirá a su Magestad se las dé tan cumplidas, como este humilde siervo de V. Excelencias desea. De la Habana, y Noviembre 23, de 1631 años.

Fray Alonso Cueto



sábado, 20 de noviembre de 2010

LA IMPRENTA DE MANUEL DE PAYVA Y SU PRODUCCIÓN EN MONTILLA, OSUNA Y ANTEQUERA. (2ª parte)

Cómo señalábamos en el número anterior, los textos impresos por Manuel Botello de Payva se localizan entre los años 1625 y 1633. Este espacio de tiempo podemos dividirlo en dos etapas, la montillana, que irrumpe en los años 1625 a 1627, y la antequerana, que continúa desde 1628 hasta 1633, en la que incluimos su desplazamiento ocasional a Osuna en 1629.

De los tres años que regenta su librería en Montilla conocemos siete obras con pie de imprenta propio, aunque también tenemos constancia de más trabajos que estampa y encuaderna en su tienda de la calle Corredera, a través de tres contratos firmados ante escribano público. En estos instrumentos notariales se recopilan gran cantidad de datos concernientes a la elaboración de los impresos y a los pormenores de los acuerdos alcanzados entre el librero y su cliente. La cantidad y calidad del papel, el tiempo de ejecución, la fecha de entrega, el transporte, la forma de pago, y hasta el tipo de encuadernación se desglosan, entre otros detalles. Veamos primeramente una escueta referencia de estas obras desconocidas hasta la fecha.

El 15 de marzo de 1625 Payva se obliga con Miguel Cobo, en imprimir y encuadernar mil quinientos ejemplares de un libro llamado “de torcazo” y entregárselos antes del 20 de abril siguiente. Para llevar a cabo el trabajo el impresor recibe de Cobo por adelantado 18 resmas de papel blanco[1].

En otro oficio notarial, fechado el 29 de enero de 1626, el impresor lusitano acuerda con el Licenciado montillano Pedro Ximénez de Gálvez imprimir mil quinientos pliegos de tarea de una cartilla de enseñanza titulada Mano Diestra. La fecha de entrega de los primeros ejemplares es fijada para finales de marzo, recibiendo el impresor una suma de dinero por adelantado, y acordando entre ambos la retirada de la obra ya impresa en varias fases, conforme a la demanda de su venta[2].

Durante 1626 la actividad tipográfica de Manuel de Payva es prolífica, ya que unos meses más tarde, el 29 de septiembre, el portugués firma otro acuerdo para imprimir otra obra. Esta vez comparece en las escribanías públicas junto con Juan Sánchez Marín, vecino de Écija, que se ha trasladado desde esa ciudad para confiarle la estampación “de dos resmas de papel de Pronósticos del año que viene de 1627”. En esta ocasión Payva vuelve a recibir una pequeña suma de dinero por adelantado, y se compromete a tener el trabajo terminado para el 22 de octubre siguiente, enviárselo a Écija y, asimismo, no imprimir ni vender otra obra análoga hasta que no termine y entregue ésta[3].

Posiblemente, con destino a estampar el almanaque antes referido, estuvieron destinadas las “dos resmas de papel blanco que son 122 reales que me a traído para el gasto de mi oficio” el Licenciado Pedro Ximénez de la ciudad Córdoba, y que Botello de Payva se obligaba ante el escribano a pagarle el importe de las mismas el 18 de septiembre de ese mismo año[4].

Aparte de estos tres trabajos de impresión, como apuntábamos antes, Manuel de Payva estampa –como mínimo– otros siete trabajos más en Montilla. Por orden cronológico, reseñamos dos Avisos que imprime en 1625, que anunciaron a la sociedad las gestas navales protagonizados por la Armada Española, cuyos títulos son: Famosa Victoria y Grandiosa batalla, que las galeras de Malta han tenido, de una Escuadra del Gran Turco, en q yvan diez Galeras, y dos Galeota. Sucedió Día de la Concepción de la Virgen Sanctifsima Nuestra Señora, del año de 1624.[5] y Verdadera Relacion de la Grandiosa Vitoria, que las Armadas de España han tenido en la entrada del Brasil; la qual queda por el Rey Don Felipe Cuarto N. S.[6] 
Una rareza bibliográfica impresa por Payva
Este mismo año Botello de Payva imprime un curioso folleto escrito por Alonso Ginete, donde se recoge uno de los procesos públicos celebrados por el tribunal de la Inquisición de Sevilla, con el siguiente enunciado: Tratado y relacion del auto publico de fee que se hizo en la ciudad de Sevilla el dia de San Andres, sabado 30 de Noviembre, por mandado del Santo Officio de la Inquisición de la misma ciudad. [7]

La literatura religiosa tuvo su máxima difusión en esta época, gran cantidad de obras menores extraídas de las oratorias declamadas en las grandes funciones litúrgicas se dieron a la estampa, como la pronunciada en Córdoba por el franciscano Pedro Cabrera, que la lleva a la imprenta con el título: Sermon predicado en la fiesta de la Exaltacion de la Cruz y del Sanctissimo Sacramento de la Eucharistia, en la ciudad de Cordoua...[8] y como era frecuente en aquel tiempo, se publica con dos portadas distintas, lo que daba la posibilidad al autor para dedicar el texto impreso a dos personalidades. Esta publicación es dedicada a la duquesa de Feria, hermana del marqués de Priego –y posible patrocinadora de la edición– a la par que al Ministro provincial de la Orden Franciscana de la provincia de Granada.

Los estudios llevados a cabo por los facultativos de la –limitada– medicina existente en la época también comenzaban lentamente a imprimirse, como es el caso de esta raro ensayo sobre enfermedades que hoy están extinguidas, pero que en los siglos pasados centraron la atención de los eruditos en la materia, como es este caso del Discurso del doctor Lorenço de Samillan medico desta ciudad de Sevilla en que se tratan tres puntos tocantes a la curacion del sarampion, y viruelas, muy necessarios, y por el consiguiente se tocan algunas questiones, de no menos importancia...[9]

Existe en el Archivo Histórico Municipal de Montilla un insólito pliego impreso por Manuel de Payva en junio de 1626, donde el portugués se declara Impressor del Cabildo. El documento, encabezado por un extendido título[10], exhibe una relación de productos y precios a los que se tenían que ceñir por Real Orden los mercaderes que comerciaban en Montilla[11]. El seguimiento que hemos realizado de este pliego que Payva estampa para el Cabildo de la Villa nos ha confirmado la buena relación profesional existente entre éste y su compañero de gremio Juan Bautista de Morales, ya que el editor montillano aparece reclamando al Concejo local los honorarios del trabajo de Payva que dos años después aún no habían sido satisfechos[12], y en 1628 el impresor portugués ya se había trasladado a Antequera.

Impreso en Montilla por Payva, en 1627
Pero si hay un libro por el que el impresor Manuel de Payva ha trascendido en la bibliografía hispánica, ese es el Panegyrico por la poesía[13]. El último de sus trabajos llevado al molde de los tórculos en Montilla (1627) es un verdadero y temprano tratado literario sobre las artes de manifestar la belleza o el sentimiento estético por medio de la palabra que también recopila una amplia relación de autores. Un raro estudio de la poesía, aprobado por Lope de Vega y patrocinado por el Conde Duque de Olivares, que despertó el interés de numerosos eruditos[14] desde muy temprana fecha, sumándose a esto la anonimia de la obra, y que posteriores investigaciones señalaron a la pluma del agustino hispalense Fernando de Vera y Mendoza como su autor.

De la segunda etapa –más productiva que la montillana– de Manuel Botello de Payva (1628 – 1633), avecindado ya en Antequera y con alguna visita a Osuna, tenemos constancia de trece obras impresas, que por falta de espacio tan sólo vamos a realizar una breve descripción de cada ejemplar y el lugar de conservación de uno de ellos. Los ordenamos por orden cronológico:

1. COVARRUBIAS Y GUEVARA, Pedro de: Veiamen que dio el doctor Pedro de Covarruvias y Guevara, Medico en la Vniversidad de Sevilla: a el grado del Padre M. fray Estevan de los Rios, del Orden de nuestra Señora de las Mercedes.../ Impresso... en Antequera: por Manuel de Payva, 1628. / [24] p.; 4º. / Biblioteca Nacional de España.

2. A.: Breve relacion de la vida, muerte y milagros de... Maria Magdalena de Pazzi, monja del Orden de Nuestra Señora del Carmen de la observancia: beatificada por... Urbano Octavo, èste año de mil y seyscientos y veynte y siete. / Impressa en... Antequera: por Manuel Botello de Payva..., 162[?]. / [4] p.; Fol. / Biblioteca Nacional de España.
3. LEÓN Y MOYA, Fr. Diego: Aforismos y reglas para mas bien exercer el alto oficio de la predicacion euangelica: segun dotrina de santos y escritores antiguos y modernos.../ Impresso en Antequera: por Manuel Botello de Payva, 1629. / [12], 43, [1] p.; 4º. / Biblioteca Pública Provincial de Córdoba.

4. AGUILAR, Juan de: Carta escrita al señor D. Luys Manuel de Cordova, abbad de Rute... en que se toca la invencion de los Santos Martyres de Arjona y algunas curiosas Poesias acerca della…/ Impressa en la Ciudad de Antequera: por Manuel Botello de Payva, 1629. / [4] p.; Fol. / Real Academia de la Historia.

5. VERGARA, Hipólito de: Del Santo Rey D. Fernando y de la Santisima Virgen de los Reyes…/ En Osuna: por Manuel de Payua: a costa de... Geronimo de Pareja Aranda..., 1629. / [8], 176 h.; 8º. / Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla.

6. PEREIRA, João de: Carta que Don Iuan de Pereyra, Cauallero del habito de Christo embio desde la ciudad de Lisboa ala [sic] de Granada a vn amigo suyo, dandole cuenta del caso espantoso q[ue] ha sucedido en la Iglesia de santa Engracia de la misma ciudad en el mes de enero de este presente año de mil seyscientos y treinta. / Impresso... en Granada, y por su original en Antequera: por Manuel Botello de Payua, 1630. / [4] p.; Fol. / Real Academia de la Historia.

7. RAMOS, Simón: Antipologia adversus calumniatores doctissimi patris Ioannis Baptistae Poza, Soc. Iesu: Beatae Mariae semper Virginis propugnatoris acerrimi / auctore Doctore Simone Ramos... / En Antequera: por Manuel de Payua Botello, impressor de libros, 1630. / 26 h.; 4º. / Biblioteca General de la Universidad de Sevilla.

8. GUERRERO, Fr. Alonso (O.P.): Sermon que predicò el maestro Fray Alonso Guerrero, prior... domingo terçero de cuaresma, dia en que se publicò el Edicto General de la Santa Inquisicion de Granada, en la Yglesia Colegial de dicha Ciudad, tres de março de este año…/ Impresso en la ciudad de Antequera: por Manuel Botello de Payva..., 1630. / [4], 28 p.; 4º. / Biblioteca General de la Universidad de Sevilla.

9. ACOSTA, Francisco de, (Alférez): Relacion verdadera de la victoria que alcanço de los moros de Tetuan y sus caudillos el general y soldados de la ciudad de Ceuta a catorze de Octubre deste presente año... / Impresso en... Antequera: por Manuel Botello de Payua..., 1631. [4] p.; Fol. / Biblioteca Nacional de España.

10. SÁNCHEZ ZARZOSA, Alonso: Thesauri conceptionis Immaculatae Virginis Mariae Dei genitricis... pars prima... / auctore... Alphoso Sanchez Çarçosa rondensi... / Antiquariae: ex Officina Emmanuelis Botello de Payva, 1631. / [28] p., 12 h., 527 p., [1] en bl., [12] p.; Fol. / Biblioteca General de Navarra.

11. ROJAS, Catalina de: Por doña Catalina de Roias viuda de don Bartolome Chacon de Rojas, regidor que fue de la ciudad de Antequera, / en el pleyto con doña Maria de Padilla y Rojas, muger de don Alonso de Rojas y con don Geronimo de Rojas menor, hijo de los susodichos… / Impresso en Antequera: por Manuel Botello de Payva, año 1633. / [4], 27-48 p.; Fol. / Biblioteca universitaria de Zaragoza.

12. A.: Por la ciudad de Antequera, y sus vezinos: clerigos, y religiosos de ella: en pleyto con los curas, y capellanes de las cinco yglesias parrochiales de la dicha ciudad. / Impresso en Antequera: en la imprenta de Manuel Botello de Payva, 1633. / [34] h.; Fol. / Biblioteca General de la Universidad de Sevilla.

13. HORTIGOSA, Alonso Iñigo de: Apologia, y verdadera descripción de la confección alchermes... / Impresso en Antequera: por Manuel Botello y Payva..., 1633. / [4], 12 h.; 4º. Biblioteca General de la Universidad Complutense de Madrid.

FUENTES

[1] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla (APNM). Escribanía 5ª. Leg. 804, f. 1131 v.
[2] APNM. Escribanía 5ª. Leg. 806, s/f.
[3] Ibídem. Leg. 806, s/f.
[4] Ibídem. Leg. 806, f. 523.
[5] Real Academia de la Historia. Sig. 9/3681(103). Fue  impreso En Xerez de la Frontera por Hernando Rey y por su original en Montilla: por Manuel Botello de Payua…. Descripción: [4] p.; Fol.
[6] Colección particular.
[7] Real Academia Española de la Lengua. Sig. K 4-24. Descripción: [20] h. ; 4º
[8] Biblioteca Pública Provincial de Córdoba. Sig. 3/77(11) y 4/198(2). Descripción: [4], 23 p.: il.; 4º.
[9] BNE. Sig. R/26598. Descripción: 12 f. 4º.
[10] El Doctor Don Gomez de Esquibel de Sancta Evfemia, Alcalde Mayor de este Estado, en virtud de lo probeydo por Su Majestad, y Señores de su Real Consejo: Mando a los mercaderes de esta Villa, guarden en el vender de las Mercaderías los Precios siguientes
[11] Archivo Histórico Municipal de Montilla (AHMM). Exp. 9.4. Precios, nº 1168B, 2.
[12] AHMM. Veánse los Expedientes: S.4. 1323A, 2 – 3 de la Cuentas de Propios.
[13] Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque. Reg. 15393. Descripción: 59 f., 5 h. 8º.
[14] Cabe destacar los elogios otorgados a esta obra por Marcelino Menéndez Pelayo, como recuerda nuestro paisano José Ponferrada Gómez en su libro El florecimiento cultural de Montilla en el Siglo de Oro. Montilla, 1999.

jueves, 4 de noviembre de 2010

LOS CINCO AÑOS DEL IMPRESOR MANUEL DE PAYVA EN MONTILLA




1ª parte.- Documentos  para elaborar una biografía

 Situémonos en los primeros años del siglo XVII, en el ecuador del Siglo de Oro español. La sociedad montillana no es ajena a este auge cultural que en la villa cabecera del marquesado de Priego se lleva cultivando más de cinco décadas, gracias a la docencia implantada por la Compañía de Jesús. Con el paso del tiempo, emerge entre los vecinos el apego a la lectura, que origina una cierta demanda libros de estudio, consulta o entretenimiento, abastecida a través de las visitas itinerantes de libreros y mercaderes a la población, y de la constante publicación de obras sobre eventos extraordinarios –generalmente religiosos– acontecidos en Montilla, que se imprimen en Córdoba, Sevilla o Granada, principalmente.

Este fomento de la lectura hace que el inquieto escritor y editor Juan Bautista de Morales se decida a instalar un taller de imprenta en su pueblo natal. El proyecto lo fragua durante su estancia en Sevilla, donde se traslada para imprimir en el taller de Gabriel Ramos Bejarano su libro titulado Jornada de Africa del rey don Sebastian de Portugal. Durante la estampación de la obra, Bautista de Morales concierta con Ramos Bejarano la compra de la máquina y útiles tipográficos y, asimismo, el traslado hasta Montilla de Manuel Botello de Payva –o simplemente, de Payva– previo concierto laboral para dirigir el taller de la imprenta «como maestro y oficial», bajo contrato notarial que ambos firman el 10 de octubre de 1622[1]. En este acuerdo, de un año de duración, también se recogen varias cláusulas, entre ellas se especifica el sueldo de Payva «cincuenta reales cada mes», e igualmente recoge otras coberturas por parte de Juan Bautista tales como «la cama, comida, y bebida, y ropa limpia». Del mismo modo, Payva acepta trabajar todos los días hábiles y «si saliere fuera la dicha imprenta a imprimir algún libro u otra cosa a Sevilla y ir con ella donde quiera que fuere», norma que trasluce la movilidad de la misma para funcionar ocasionalmente en cualquier otra población más o menos cercana.

Firma autógrafa  de Manuel Botello de Payva
Los orígenes de Manuel Botello de Payva apenas son conocidos. Muy escasas son las noticias biográficas que hemos encontrado del impresor en la bibliografía nacional, que por el contrario, sí recoge la obra literaria salida de las prensas de su taller. Según el contrato notarial antes citado Manuel de Payva procede de Sevilla, aunque las resultas de nuestras indagaciones nos confirman sus orígenes portugueses. Hijo de Antonio Botello Barreto y de Isabel de Payva, nace en Lisboa, en la collación de San Nicolás[2], en un periodo en que el reino lusitano estaba regido por la Corona Española (1580 – 1640). Su migración a tierras andaluzas probablemente se deba a las actividades comerciales que los mercaderes portugueses controlaban en esta zona, especialmente en Sevilla que en esa época es puerto y puerta de las Indias.

Asentado ya en Montilla, contrae matrimonio en la Parroquia de Santiago con María de Herrera, natural de la villa y vecina de la calle Lorenzo Venegas, el martes 25 de julio de 1623[3], habiéndose amonestado tres días antes[4]. El nuevo matrimonio habita una casa y tienda en la calle Corredera, cercana a la plaza[5], donde, tras finalizar Payva su contrato con Bautista de Morales, abre una librería y emprende su propia andadura como impresor, adquiriendo para ello al mercader Pedro de Cea[6], vecino de Córdoba, una máquina y útiles de imprenta[7]. Igualmente retira de la tienda del mercader Francisco de Acosta una partida de productos y mercancías para su uso[8]. Pero pronto se ve truncado el proyecto comercial del matrimonio, ya que en abril del año siguiente cae enferma su esposa. La enfermedad apenas dura un mes, y María de Herrera fallece el 6 de mayo de 1624[9][10]. siendo sepultada en la capilla de las Ánimas de la Parroquial de Santiago. Durante los días de su agonía, la mujer otorga una serie de testamentos y codicilos que nos ofrecen una abundante y pormenorizada información sobre las inversiones que habían realizado en su corto tiempo de vida conyugal.

En las ocho escrituras que otorga, la esposa de Payva se contradice en sus últimas voluntades. En el segundo de sus testamentos, declara que algunas de éstas las ha dado en contra de su voluntad forzada por las partes interesadas, ya que no tiene descendencia directa[11].

Finalmente, María de Herrera nombra por herederos universales a sus hermanos y condiciona a Manuel de Payva a asumir las costas de las inversiones y gastos que han provocado la compra de la imprenta y demás material de la librería. Esto obliga a la familia Herrera a alcanzar una serie de acuerdos con el librero portugués y para lo que suscriben, a través de varias escrituras notariales, la entrega a éste de los bienes gananciales del matrimonio, no sin antes obligarse al pago de los débitos contraídos por el mismo[12]. Para ello tiene que conseguir las fianzas necesarias que garanticen a los albaceas testamentarios la liquidación de dichos bienes, avales que obtiene en las semanas siguientes a la lectura de las últimas voluntades gracias a varios mercaderes y artesanos avecindados en Montilla, todos ellos –como él– portugueses de origen. El día 10 de mayo lo avala el platero Gonzalo Gutiérrez, en la cantidad de 100 reales[13]. El día primero de junio recibe fianza de Francisco Álvarez en otros 100 reales[14], y de Francisco Gómez “mercader de especiería” en 50 reales más[15]. Al día siguiente le otorgan su fianza Antonio Enríquez Mezquita por la cuantía de 50 reales[16], y Jorge Rodríguez en otros 100 reales más[17]. En todas las escrituras Manuel de Payva hipoteca la imprenta como garantía de pago en el plazo de ocho meses.
Obra religiosa impresa por Payva en Montilla

El 8 de mayo de ese mismo año Manuel de Payva traslada la librería a un nuevo local, también situado en la calle Corredera[18]. Ya en 1625 inicia una nueva relación marital, esta vez con la también montillana María Muñoz de Aguilar, vecina de la calle Godoy, con la que se amonesta el 12 de octubre de 1625, para celebrar finalmente sus esponsales en las primeras semanas de 1626[19], año en que vuelve a cambiar de domicilio, ya que alquila una casa a Jerónimo Rodríguez, el 12 de junio[20].
En 1628 Manuel de Payva se encuentra ya establecido en la ciudad de Antequera, donde trabaja en su taller tipográfico y permanece avecindado hasta su fallecimiento en 1635[21]. Su marcha de Montilla a la ciudad malacitana, puede estar motivada por la escasez de encargos, además de la competencia del establecimiento de Bautista de Morales, o por la necesidad de imprenta en aquella población, donde tras una gran actividad editora durante el siglo XVI, en esos años no existe ningún taller en funcionamiento.

No obstante, existe un documento revelador que puede despejar las dudas existentes sobre la labor impresora en Montilla, y el motivo de la marcha de Payva a Antequera. Se trata de un Memorial que redacta el impresor Juan Serrano de Vargas –que regenta taller propio en Sevilla– para el Consejo General de Castilla en julio de 1625, donde da cuenta de los supuestos excesos y negligencias que llevan a cabo los libreros, impresores y mercaderes de libros en algunos lugares de España. Entre ellos, cita a las dos imprentas montillanas que funcionan por esos años: “En Montilla lugar de pocos vecinos y de quatro hombres de letras medianas ay dos impresores, que son fuente de mil inventivas y disparates que imprimen y cunden el Andaluzia, […] donde no los hubo jamás [los impresores], ni pueden sustentarse, y así quando uno quiere imprimir algo en ofensa o defensa, acude a estos, que ven el cielo abierto, […]”[22].

La última noticia documentada que hemos encontrado de Payva como vecino de Montilla, es la comparecencia ante el escribano Francisco Escudero el 10 de julio de 1627, en que se obliga a pagar cierta cantidad de dinero al mercader portugués Francisco Álvarez antes de la finalización de ese año, sin especificar la materia de la deuda contraída[23]

En la segunda parte de este trabajo, conoceremos la producción de ejemplares impresos por Botello de Payva, tanto en Montilla como en Osuna y Antequera. Publicaremos varios contratos de impresión de obras, que nos permitirán conocer los pormenores del proceso de estampación de un texto, desde su encargo hasta su entrega.

 FUENTES

 [1] APNM. Escribanía, 7ª. Legajo, 1185. f. 246. Esta escritura notarial la dimos por primera vez a la luz, en esta misma publicación, en Noviembre de 2005, en el artículo titulado Los primeros textos impresos en Montilla.
[2] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla (APSM). Libro 2º (pequeño) de Desposorios, f. 304. En 1623 la madre Manuel de Payva aparece en los documentos sacramentales como difunta.
[3] APSM. Ibídem.
[4] APSM. Libro 2º de Amonestaciones, f. 36 v. María de Herrera es hija de Andrés Martínez y Florentina Ruiz, difuntos en 1623.
[5] APNM. Escribanía 5ª. Leg. 800, f. 363 v. “Manuel de Payva, librero vecino desta villa se obliga a pagar Antonio García cien reales del alquiler de una tienda en la Corredera… En Montilla, a 22 de agosto de 1623”.
[6] Durante este período existe un taller tipográfico en Córdoba regentado por Francisco de Cea Tesa, que heredan sus hijos Manuel y Salvador de Cea Tesa. Éste último imprime varias obras para Montilla, en fechas anteriores a la instalación de la imprenta en Montilla por Juan Bautista de Morales. No tenemos constancia documental del parentesco entre estos impresores y el mercader Pedro de Cea, todos avecindados en Córdoba.
[7] APNM. Escribanía 1ª. Leg. 48, f. 211. La noticia de la compra de la imprenta la da María de Herrera en el segundo de sus tres testamentos, en cuya cláusula dice: “mando se paguen a Pedro de Cea mercader vecino de la ciudad de Córdoba 680 reales de una imprenta que compró el dicho mi marido”.
[8] APNM. Escribanía 5ª. Leg. 800, f. 717. “Manuel de Payva librero… me obligo de dar e pagar a Francisco de Acosta mercader vecino desta villa… en cualquier manera 364 reales de la moneda usual que reconozco deber del precio y valor de siete varas y media de paño negro Piedrajera a 32 reales cada una vara y de tres varas y media de tafetán pardo a ocho reales la vara y de unas medias de seda rosadas en 54 reales y de otras mercaderías que saqué de su tienda… En Montilla, a 24 de septiembre de 1623”.
[9] APSM. Libro nº 12 de testamentarías, f. 53 v.
[10] APNM. Escribanía 5ª. Leg. 802, f. 261 v. María de Herrera otorga su primer testamento el 4 de abril de 1624. Ese mismo día lo amplía otorgando dos codicilos y al siguiente dispone otros dos más. El día 27 de ese mes otorga un quinto codicilo, después revoca todas las escrituras con un nuevo testamento.
[11] Op. cit. Escribanía 1ª. Leg. 48, f. 211.
[12] APNM. Escribanía 5ª. Leg. 802, f. 275. “[…] Juan Martínez de Herrera, Beatriz Martínez, Catalina de Aguilar, Ana María, Isabel Martínez, […] nosotros somos herederos de María de Herrera difunta nuestra hermana mujer que fue de Manuel de Payva librero, nombrados por testamento […] nos referimos porque el dicho Manuel de Payva pretende tener algún derecho a los bienes y hacienda que dejó la dicha su mujer y por ello ahora estamos convenidos e concertados con el dicho Manuel de Payva que está presente de darle y dejarle y por la presente como tales herederos que somos […] le damos e dejamos la imprenta que el susodicho tiene con lo a ella tocante y perteneciente y más seis resmas de papel blanco de Córdoba y los libros y demás cosas que hay en la tienda que tiene en la Corredera desta villa y un colchón con lana y una almohada y un paño y sábana y una solera para que todos dichos bienes sean suyos e propios […] con tal condición que a de pagar por ello unos mil y ciento y cincuenta reales, los seiscientos ochenta reales de ellos a Pedro de Cea vecino de Córdoba y otros trescientos reales a Francisco de Acosta mercader […] y los doscientos y setenta reales que restan para la dicha cantidad nos a de dar y pagar dentro de un mes primero siguiente… y yo el dicho Manuel de Payva otorgo que acepto esta escritura y recibo en mi favor con ella se contiene y recibo la dicha imprenta libros y papel y lo demás que contiene esta escritura [...] En Montilla, en 6 días de mayo de 1624.” Véase ítem: Leg. 802, f. 491.
[13] APNM. Escribanía 5ª. Leg. 802, f. 280.
[14] Op. cit. f. 492.
[15] Ibídem. f. 490.
[16] Ibídem. f. 493.
[17] Ibídem. f. 494.
[18] APNM. Escribanía 5ª. Leg. 802, f. 277. Manuel de Payva alquila una tienda a Francisco López Hidalgo portugués, por once ducados, en la Corredera linde con casas de Pedro de Mesa y de la tienda de la viuda de Gaspar de Ayllón, por tiempo de un año que comenzará a contar desde el día de San Juan… En Montilla el 8 de mayo de 1624.
[19] APSM. Libro 2º de Amonestaciones, f. 102 v. No hemos hallado el acta de su matrimonio, debido a la falta del libro de los desposorios de 1626, aunque si hemos localizado la escritura de Dote y Arras en este año, ante el oficio de Luis Fernández, escribanía 6ª.
[20] APNM. Escribanía 5ª. Leg. 806, f. 492.
[21] ESCALANTE JIMÉNEZ, José: Los orígenes de la imprenta en Antequera. Véase: www.joseescalante.es/Publicaciones/Artículos/Reseñas
[22] Biblioteca Nacional de España. MS. 19704-7. “Memorial dado por Joan Serrano de Bargas, Maestro impresor de libros en Sevilla en Julio de 1625 sobre los excesos materia de libros.” Este manuscrito fue trascrito por Jesús Domínguez Bordona en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. 3ª Época. Año XXX, 1926, pp. 224-227.
[23] APNM. Escribanía 1ª. Leg. 51, f. 306.