jueves, 10 de septiembre de 2020

EL CAPITÁN JOSÉ GASPAR DE ANGULO VALENZUELA Y LA DEVOCIÓN FAMILIAR DE LOS «CORTÉS DE MESA» AL SANTO CRISTO DE ZACATECAS*

La ampliación de la ermita de la Vera Cruz (1714-1720)

Se cumple este año el tercer centenario de la ejecución del retablo que José Gaspar de Angulo y Valenzuela donó al Santo Cristo de Zacatecas con motivo de las obras de ampliación de la capilla mayor de la desaparecida ermita de la Vera Cruz. Un retablo, de líneas barrocas, del que sólo ha llegado hasta nosotros el medallón (o cartela) que lo coronaba, el cual conserva una inscripción que durante siglos fue el único vestigio que guardaba una página de la historia del Crucificado traído de México por el montillano Andrés de Mesa y su esposa Francisca Cortés, descendiente del conquistador Hernán Cortés.

Medallón (o cartela) que se conserva como único vestigio
 del retablo mayor de la ermita de la Vera Cruz, 
donado por el capitán José Gaspar de Angulo y Valenzuela.
 La inscripción testimonia la vinculación genealógica 
entre Andrés de Mesa, donante del Cristo de Zacatecas, 
y el donante del retablo.
El medallón recoge un texto votivo que recuerda los nombres del donante del retablo y su esposa, así como el vínculo genealógico que les une con el indiano que trajo consigo la imagen. Dice así: «A DEVOCION DEL CAPITÁN / DE CAVALLOS CORAZAS DN. JOSEPH / GASPAR DE ANGVLO Y VALENZV/ELA REXIDOR Y JVEZ DEL CAMPO / DE ESTA CIVDAD QVINTO NIETO / DE ANDRÉS FERNÁNDEZ DE / MESA QUIEN TRAGO DE INDIAS / ESTE SANTO XPTO. Y LO COLOCÓ / EN ESTE ALTAR Y DE DOÑA / GERÓNIMA DE SOTOMA/IOR Y DÁVALOS SV / MUJER / AÑO DE 1720».

Durante el siglo XVII el Cristo de Zacatecas gozó de gran devoción entre los montillanos, hasta tal punto que su cofradía decidió en la segunda década de la centuria siguiente ampliar la capilla mayor de la ermita de la Vera Cruz, donde recibía culto. Según detalla el historiador Francisco de Borja Lorenzo Muñoz en su manuscrita Historia de Montilla “En el año de 1714 se adelantó la capilla del Señor Crucificado, que es la mayor, y para ello dio su licencia y se tomó sitio del llano de la Vera Cruz, con decreto de su Excelencia, cumplido en acuerdo de Ciudad al folio 9 de su libro capitular”[1].

Ciertamente, así lo recoge el libro de actas capitulares, donde se lee y transcribe a la letra la disposición favorable del duque de Medinaceli, y acto seguido se describen las diligencias ordenadas por el Concejo para llevarlo a efecto, que envió al maestro de obras municipal para medir los 24 m2 que se tomaron del llano para ampliar la capilla mayor. Recogemos íntegro el punto del cabildo de 4 de marzo de 1714 en que fue tratado:

 “[Al margen]: Decreto de Su Excelencia sobre la capilla del Santo Cristo.
En este cabildo se vio un decreto del Excmo. Señor Marqués Duque mi señor que su tenor es como se sigue.

Madrid, 13 de febrero de 1714.
Respecto de asegurarme la cofradía del Santo Christo de la prisión (sic) que se venera en la ermita de la Vera Cruz de mi ciudad de Montilla tienen prevenido y costados la mayor parte de materiales que se nezecitan para la fábrica de su Capilla que desean hazer en ella para dicho Señor, tengo a bien condescendido con las / que antezedentemente me tenía hecha de conzederle licencia para la referida fábrica; y asimismo al Concejo de Justicia y Reximiento de dicha mi Ciudad ponga en execución esta gracia y merced puntual y cumplidamente pues es mi voluntad concurrir obsequiosamente a obra tan pía y debido culto a Su Majestad. El Marqués-Duque.
Y por dicho cabildo visto el dicho decreto, lo obedeció y acordó se guarde y cumpla, y que en su cumplimiento atento a tener los cofrades reconocido el terreno que es necesario para la dicha capilla, que Francisco de la Cruz, maestro de obras y alarife, les mida hasta siete varas de largo y cinco de ancho con el menor daño que se pueda y que fabriquen dicha capilla dejando el uso de la calle que va del llano de la iglesia a la calle Matadero libre y viable, de forma que no se impida el paso así de los vecinos como de las bestias o ganados, y que así se les haga saber a Juan Prieto solicitador de dicha obra y hermano de la dicha cofradía”[2].

Como se puede apreciar en las fechas, el final de la obra de ampliación de la ermita hubo de coincidir con el encargo y hechura del nuevo retablo, concluido todo en 1720.

La devoción de los «Cortés de Mesa» al Cristo de Zacatecas

Desde que iniciamos esta línea de investigación sobre el pasado del Cristo de Zacatecas despertó nuestro interés el texto del medallón, que fue el punto de partida para introducirnos en los archivos históricos. En el primer trabajo que dedicamos al Crucificado, allá por el año 2000, ya hicimos referencia a esta pieza de madera tallada, dorada y estofada, que por aquel entonces estaba ubicada en uno de los ángulos de la sillería del coro del templo parroquial. Desde entonces no hemos abandonado nuestro propósito de dar luz a la especial vinculación que el linaje «Cortés de Mesa» mantuvo en torno a la esta singular imagen hasta mediados del siglo XVIII[3].

Según recopila la escritura notarial de donación de la pieza novohispana, otorgada el 10 de septiembre de 1576, la descendencia de Andrés de Mesa conservaría in sæcula sæculorum una serie de privilegios sobre la imagen, entre los que merece reseñar la preeminencia de portarlo en las salidas procesionales ordinarias y extraordinarias que se ofrecieren[4].

Como menciona la cartela, José Gaspar de Angulo y Valenzuela era descendiente directo (por vía materna) de los donantes del Santo Cristo llegado de Indias. En su condición de tal, fue uno de los que mantuvo viva la devoción familiar hacia la imagen, como demostró a la hora de sufragar el nuevo retablo, casualmente –y al igual que sus ancestros– después de volver del Virreinato de Nueva España, donde hizo carrera militar y acumuló una considerable fortuna, como veremos más adelante.

El Cristo de Zacatecas, acompañado de la Virgen del Socorro, en 
procesión por las calles de Montilla el Martes Santo de 2019 
(Foto: Sebas Lozano Fuentes)
Pero antes, conozcamos algo más a fondo la genealogía y la azarosa vida de este montillano. José Gaspar nace el día 6 de enero de 1681, siendo bautizado en la parroquia de Santiago ocho días después[5]. Fue el séptimo de los ocho hijos habidos del matrimonio formado por don Juan de Angulo Valenzuela y doña Francisca Dorotea Benavides y Cortés de Mesa, quienes habían unido sus vidas el 30 de julio de 1667[6]. El hogar familiar estaba ubicado en la calle Godoy (hoy San Fernando) en unas casas principales provistas de una bodega que abría sus puertas a la calle Don Gonzalo. Esta vivienda solariega fue aportada en dote al matrimonio por Francisca Dorotea, que era hija de Pedro Cortés de Mesa y Francisca Antonia de Benavides. A su vez, Pedro fue hijo de Melchor Cortés de Mesa y, por tanto, nieto de Andrés de Mesa, donante del Cristo.

Por vía paterna, esta rama del linaje de los «Angulo» se había establecido en Montilla en la segunda mitad del siglo XVI, procedente de Córdoba. La documentación que hemos manejado deja entrever que llegaron a nuestra ciudad para el servicio del marqués de Priego[7].

Juan de Angulo y Valenzuela tenía reconocida la condición de hijodalgo por el Cabildo Municipal. Era hijo de Juan de Angulo y Ana Fernández de Molina, y había recibido las aguas bautismales el 30 de abril de 1643, siendo sus padrinos los IV marqueses de Montalbán, Luis Ignacio y Mariana Fernández de Córdoba, futuros marqueses de Priego y Duques de Feria[8].

José Gaspar de Angulo, otro montillano que hizo las Américas

De José Gaspar, nuestro biografiado, apenas tenemos noticias de su infancia y mocedad. Lo suponemos recibiendo sus primeras letras en el cercano colegio de la Compañía de Jesús, acompañando a su madre al convento de San Agustín para visitar a su tío, el padre maestro Fr. Pedro Cortés, o junto a sus familiares asistiendo a los cultos celebrados en la ermita de la Vera Cruz al Santo Cristo de Zacatecas.

Entre 1711 y 1717 lo hallamos en la ciudad de Veracruz (México), ya con el empleo de Capitán al mando de una compañía de Caballos Corazas[9]. Este tipo de caballería del ejército de la Monarquía Hispánica se caracterizaba por el equipamiento acorazado del jinete, que se protegía con una pesada armadura metálica, y en el campo de batalla estaba provisto de una espada de gavilanes, dos  pistolas tercerolas y un martillo de armas. Como era costumbre en la época, José Gaspar hubo de cumplir una primera etapa de formación y profesionalización que pudo prolongarse entre cinco y diez años (probablemente durante la Guerra de Sucesión se sumaría al ejército de Felipe de Borbón). Tras ésta, y haciendo valer su noble linaje,  recibirá el despacho de Capitán de Caballería, patente que le servirá para levantar una compañía de coraceros a su costa, compuesta de unos 50 jinetes. Al igual que sus coetáneos, José Gaspar conciliará sus obligaciones militares con actividades mercantiles, que le permitirán sustentar a los efectivos bajo su mando.

La primera noticia que hemos hallado sobre José Gaspar de regreso en Montilla data del 24 de abril de 1717, a través de un poder notarial otorgado por su hermano Frey Pedro de Angulo, agustino y caballero profeso de la Orden de San Juan de Jerusalén (Malta), donde aún se le nombra como “residente en esta ciudad”[10], lo que indica su reciente llegada.

Meses después, el 26 de junio, lo volvemos a encontrar presente en el testamento de su padre, Juan de Angulo, quien le nombra albacea “fideicomisario y executor” de sus últimas voluntades. Asimismo, el testador confiesa los envíos de dinero que su hijo remitió desde Nueva España: “Declaro que en el tiempo que el dicho capitán de caballos Don Joseph Gaspar de Angulo y Valenzuela mi hijo a estado en el Reino de las Indias remitió a mi poder en diferentes ocasiones en dinero hasta quinientos y cincuenta doblones de a quatro pesos escudos de plata cada uno, los quales e gastado en los dotes que e dado a mis hijas para sus casamientos y para ser religiosas[11] y para otros gastos que en lo uno y otro se ofrecieron, lo declaro para descargo de mi conciencia”[12].

Don Juan de Angulo también declara “que en la Bodega de candiotas que tengo en mis casas, calle Don Gonzalo desta Ciudad, del vino que ai enzerrado en ellas son setezientas arrobas del dicho Dn. Joseph Gaspar de Angulo y Valenzuela que las a comprado con su propio dinero”[13].

En un intento de amortizar la deuda contraída por su padre, éste le beneficia con “el tercio y remanente del quinto de todos mis bienes que tuviere al tiempo de mi muerte al dicho Dn. José Gaspar… cuia manda hago por vía de mejora”[14].

En estos mismos términos se expresa su madre, doña Francisca Dorotea Cortés de Benavides,  en una cláusula que sumó a su testamento a través de un codicilo el día 9 de enero de 1719: “Declaro que Dn. Joseph Gaspar de Angulo mi hijo desde las Indias remitió considerables porziones de dinero que declaró el dicho mi marido, saben todos mis hijos y es cosa notoria en esta ciudad, a fin de que se las conserváramos para que restituido a ella pudiese usarlas como su dueño verdadero que era, y nosotros conviene a saber dicho mi marido y yo, atendiendo al cuidado de poner nuestras hijas en estado, los expendimos colocándolas en religión y en matrimonios correspondientes a sus obligaciones, a que sin dichas cantidades aun no pudiéramos concurrir a lo menos sin dispendio notable de las posesiones que oi tengo y con que nos manteníamos, las quales no se le an satisfecho y por ellas es acreedor a dichos bienes”[15].

Ilustración que recrea la indumentaria de los jinetes coraceros españoles del siglo XVII.


Como reconocen sus progenitores, el capitán hizo una considerable fortuna en América, de la cual no pudo disponer en su mayoría hasta el fallecimiento de ambos. A pesar de ello, una vez instalado en Montilla, José Gaspar lleva a cabo una serie de inversiones con la adquisición de fincas rústicas y creación de sociedades comerciales. Entre ellas, sabemos por las escribanías públicas de la compra “de una heredad de veinte y cinco aranzadas tres quartas y setenta y siete estadales de viña y quatro fanegas de tierra calma en que se incluye un pedazo de cañaveral, con su casa de lagar, vasos, bodega y pertrechos en el término desta ciudad sitio de Benavente”[16] a los herederos del Lcdo. Antonio de Toro Agudo, el 15 de septiembre de 1717.

Días después, el 18 de octubre de ese año, se une en sociedad con su paisano Juan García de Sotomayor, caballero del Orden de San Jorge, y el egabrense Andrés de Medina y Cabrera, ya que este último poseía “una almona de jabón de piedra en la villa de Cabra en la calle Morería y necesitando de comprar diferentes materiales para fabricar jabón en ella hizo trato con los dichos”[17]. Los montillanos aportaron el capital acordado para reflotar la fábrica de jabón con la condición de explotarla durante dos años, como así sucedió, aunque los resultados no fueron los esperados, cancelando el acuerdo mercantil el 25 de julio de 1719.

Nuevamente, hallamos a José Gaspar en las escribanías cerrando la compra de un olivar al conocido cerrajero Jorge de Cueto, compuesto de “una estacada de sesenta y dos pies y tres faltas de olivo que yo tengo mía propia en el término desta Ziudad, sitio de la Atalayuela y Benavente”[18], operación que quedó registrada el 12 de agosto de 1720.

Asimismo, el capitán mantuvo relaciones comerciales con el Nuevo Mundo, como se desprende de una escritura notarial, fechada en 28 de febrero de 1720, donde recibe amplios poderes de unos vecinos de La Habana, puerto principal donde se reunía la flota de vuelta de la Carrera de Indias, para cobrar ciertas cantidades de dinero en el Puerto de Santa María[19].

Del mismo modo, los oficios notariales de aquellos años nos revelan a José Gaspar al frente de la administración de los intereses familiares. Aparte de haber sido designado albacea testamentario de sus padres y apoderado de su hermano Frey Pedro, también su deudo el Lcdo. Francisco de Benavides, clérigo capellán, le otorga un poder general en noviembre de 1718 para administrar los bienes y rentas de las capellanías que posee, al igual que los de la obra pía fundada por el doctor Alonso Ortiz de Castilforte[20].

Ya reformado[21] de sus obligaciones castrenses, además de sus ocupaciones familiares José Gaspar de Angulo obtiene del marqués de Priego y duque de Medinaceli el 14 de febrero de 1719 el nombramiento de dos cargos municipales: Regidor del Concejo y Juez del Campo de Montilla y los términos de su jurisdicción (Aguilar, Puente de Don Gonzalo, Monturque y Montalbán), títulos que presenta seis meses después ante el Cabildo Municipal, quien lo recibe[22]

Escudo de armas de José Gaspar de Angulo. Timbrado
por corona y cuartelado, en orden muestra los apellidos:
Angulo, Valenzuela, Cortés y Benavides. Sobre la piedra
blasonada aparece la Cruz de Calatrava y la inscripción
«Año de 1730». 
De igual modo, el capitán fue nombrado a finales de ese año “Ministro Superior del Tribunal de la Santa Hermandad Vieja de la muy noble y leal ciudad de Ziudad Real y en todos los reynos y señoríos de Su Magestad por el estado noble de los Caballeros hijosdalgo”[23].

A través del acta capitular de 8 de enero de 1720 sabemos que José Gaspar “se halla en la Villa y Corte de Madrid”[24]. Efectivamente, dos días antes se había desposado en la iglesia parroquial de San Sebastián de la capital con doña Jerónima de Sotomayor y Dávalos, natural de Soria, hija de doña María Magdalena de Dávalos y don Diego Antonio de Sotomayor[25], regidor perpetuo de Soria, y también cortesano del duque de Medinaceli. De vuelta en Montilla, el nuevo matrimonio ratifica su unión el 11 de abril en la ermita de San Juan de Dios, recibiendo las bendiciones nupciales y velación in facie eclesiae del vicario de la ciudad, don Manuel Ximénez de Armenta[26].

Durante su estancia en Montilla, el matrimonio se instalará en la casa solariega de la calle Godoy, que habitan doña Francisca Dorotea Cortés Benavides y su hija pequeña, Manuela, como registran los padrones vecinales[27]. Para atender sus intereses en Madrid facultará a don Juan José de Sotomayor, tío de su esposa y caballero del Orden de Santiago, quien le representará en sus instancias ante el Real y Supremo Consejo de Castilla[28].

Como regidor, José Gaspar se muestra en las actas capitulares muy activo en sus obligaciones corporativas. Entre 1720 y 1724 es nombrado por el Cabildo diputado de las rentas de Propios, de los arbitrios municipales, de las fiestas locales, de los aforos de los impuestos de millones y cientos, de los pleitos que seguía el Concejo, para el repartimiento del servicio de milicias, así como de las dependencias de guerra, soldados y  cuarteles[29].

En julio de 1724 fue comisionado por el Concejo municipal para desplazarse a Cádiz y presentar al Gobernador y Capitán General de las Costas del Mar Océano, don Tomás de Idiáquez, el privilegio concedido por el monarca Felipe V a Montilla, por mediación del duque de Medinaceli, que eximía a la ciudad de alojar a las tropas reales transeúntes[30]. Asimismo, encomendaron a José Gaspar de Angulo que durante su viaje hiciera las gestiones necesarias para adquirir trigo en Écija, ante la escasez de grano existente en el pósito municipal a causa de las malas cosechas anteriores[31].

En 1725 José Gaspar cesa en sus funciones municipales, según recoge el acta capitular de 2 de febrero[32]. Aunque de nuevo comparece ante las autoridades locales el 13 de septiembre de 1726 para presentar el título de Familiar del Santo Oficio de la Inquisición de Córdoba, solicitando que se le incluyera en la nómina de los familiares avecindados en nuestra ciudad[33].
 
Los «Angulo-Sotomayor» trasladan su residencia a Andújar (1726-1752)

A partir de este año José Gaspar de Angulo traslada su residencia familiar a la ciudad de Andújar, donde ya estaba instalada su hermana Teresa, que se había casado con Bartolomé Luis Zurillo Santofimia Ladrón de Guevara. Allí ejerce de Familiar y Alguacil Mayor del Santo Oficio en la cercana población de Villanueva (de la Reina), y a partir de octubre de 1733 de regidor perpetuo[34], cuyo oficio comprará a su hermana Manuela que lo había heredado de su difunto marido, lo que le permite formar parte del Cabildo municipal de Andújar el resto de su vida.

El matrimonio Angulo-Sotomayor prospera social y económicamente. El 21 de diciembre de 1728 consigue del rey Felipe V la facultad de vincular todos los bienes familiares y fundar un Mayorazgo. Tal fundación no se hace efectiva hasta el 6 de noviembre de 1737. Los bienes gananciales del matrimonio que ligan al mayorazgo comprenden  la casa solariega que habitaban en Andújar, un Cristo Crucificado de marfil, un libro genealógico sobre la nobleza de sus apellidos, 465 fanegas de sembradío, 16 aranzadas de viña, una huerta con 300 moreras, y 8692 pies de olivos en distintas suertes, la mayoría reunidos en torno a un molino de cuatro vigas, dos bodegas de aceite y una de vino que habían construido en su finca de mayor extensión, situada en el pago de los Rubiales, término de Villanueva, colindante a los márgenes del río Rumblar[35]. En la actualidad la finca continúa llamándose «Cortijo Angulo» y en su portada aún conserva el escudo de armas de José Gaspar.

Portada de la casería de Cortijo Angulo, en el término 
municipal de Villanueva de la Reina (Jaén).

El mayorazgo lo había de heredar su primogénito, Diego Leonardo, y si éste no dejara descendencia recaería a favor de sus hijas Brígida Antonia, casada con Francisco de Pineda Ponce de León, conde de Villapineda[36]; y después en Ana Dorotea, casada con Bernardino de Álvarez Serrano. Entre las condiciones que habían de contraer los herederos, estaba la de construir y mantener una sala y oratorio para convalecientes en el convento-hospital de San Juan de Dios de Andújar. Una vez más, queda constancia de la devoción que la familia Angulo-Sotomayor profesa por el santo de los pobres (en cuya ermita montillana contrajeron matrimonio) y no será la última.

Ese vínculo benefactor se verá reafirmado cuando el matrimonio decida financiar la reconstrucción de la capilla mayor de la iglesia del citado convento-hospital, de la que se erigen por patronos, en la que costean un nuevo retablo y la dotan de una cripta funeraria que establecen como sepultura de su linaje. Así lo testimonian en sus últimas voluntades, otorgadas en noviembre de 1750, donde deciden modificar los bienes dotales del mayorazgo para mejorar en la herencia a su hija Brígida, lo que le acarreará litigar con su hijo Diego que se opone a tal alteración.

En referencia a nuestra ciudad, José Gaspar de Angulo declara en su testamento que es “poseedor del vínculo que en la dicha ciudad de Montilla fundó el Licenciado Luis de Vesga Mexía, presbítero, que se componía de seis casas tiendas en la plaza mayor de dicha ciudad, que habiéndose hecho solar en tiempo de los poseedores antecedentes se labró en parte de ellos una ermita para depósito de los difuntos forasteros, y en lo restante se vende el pescado”[37].

Luis de Vesga era hijo de Andrés de Mesa, el donante del Cristo de Zacatecas. La ermita a que hace referencia fue construida por la hermandad de Caridad, ligada a los frailes hospitalarios de San Juan de Dios. Dada la fragilidad de la edificación hubo de ser demolida, lo que obligó a la hermandad a cambiar su sede a la iglesia de la Vera Cruz. Más tarde, sobre estos terrenos se construirá la actual ermita de la Virgen de la Rosa.

Al siguiente de otorgar testamento, en 1751, fallece su esposa y madre de sus tres hijos, doña Jerónima de Sotomayor y Dávalos. Dos años después, en la primera quincena de enero de 1753, muere José Gaspar de Angulo y Valenzuela, siendo sepultado junto a su esposa en la capilla mayor de la iglesia de San Juan de Dios de Andújar, y amortajado con el hábito de esta orden hospitalaria, a la cual benefició notablemente en vida.

José Gaspar de Angulo es un ejemplo más de la relación existente entre Montilla e Hispanoamérica. Pocos son los datos que conocemos de sus funciones en el Virreinato de Nueva España, aunque sí sabemos de sus logros a la vuelta de su etapa indiana. Como otros muchos, acrecentó su prestigio social e incrementó su patrimonio, lo que le permitió elevar el estatus familiar y entroncar con la nobleza. Como buen montillano, no dudó en invertir su capital en la industria del vino, aunque sus obligaciones le hicieron abandonar nuestra ciudad y establecerse en Andújar. Su nombre y su labor de mecenazgo, inmortalizado en el medallón, es un episodio más de la vieja alianza entre el Cristo de Zacatecas y Montilla, motivo por el cual era necesario recuperar su memoria.

FUENTES DOCUMENTALES


[1] LORENZO MUÑOZ, Francisco de Borja: Historia de la M.N.L. Ciudad de Montilla. Año 1779. (Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque: Ms-54, pág. 60).
[2] (A)rchivo (M)unicipal de (M)ontilla. Actas capitulares. Libro nº 21, fols. 9v-10r.
[3] Un avance de nuestras investigaciones fue publicada por el catedrático Antonio GARCÍA-ABÁSOLO en su trabajo “Andaluces de Cuba (Siglos XVI a XVIII)”, en: Cuba y Andalucía entre las dos orillas. Sevilla, 2002, págs. 67-151.
[4] (A)rchivo de (P)rotocolos (N)otariales de (M)ontilla. Escribanía de Andrés Capote. Leg. 101, fols. 84v-87v.
[5] (A)rchivo (P)arroquial de (S)antiago de (M)ontilla. Bautismos. Libro nº 30, fol. 4.
[6] APSM. Desposorios. Libro nº 9, fol. 56.
[7] El primero de esta rama de los Angulo que se establece en Montilla es Diego de Angulo Ponce de León y Córdoba (hijo de Alonso de Angulo, vecino de Córdoba) que contrae matrimonio con Juana de Valenzuela y Cabrera (hija de Lope de Valenzuela), en la parroquia de Santiago de Montilla, el 6 de enero de 1577. Vid.: APSM. Desposorios. Lib. 1º, fol. 145v.
[8] APSM. Bautismos. Libro nº 21, fol. 195v.
[9] BERTRAND, Michel. “Del De l’armée à l’office: ascension sociale et pratiques de pouvoir”. Publicado en: Des Indes occidentales à l’Amérique Latine, México, 2009. Vol. I, págs. 159-171.
[10] APNM. Escribanía 3ª. Leg. 490, fol. 50. Pedro había nacido el 24 de febrero de 1729 (APSM. Bautismos. Libro nº 29, fol. 272). Hizo el noviciado en el convento de San Agustín de Montilla, quedando como heredero de su tío Fr. Pedro Cortés. En 1717 presentó las pruebas para de ingreso en la Orden de San Juan de Jerusalén (Malta), como capellán de obediencia del priorato de Santa Ana de San Salvador de León. (Archivo Histórico Nacional. OM-SAN JUAN DE JERUSALEN, Exp.23805). Más tarde, entre los años 1726 y 1729 aparece, ya con el título de doctor, como prior y vicario general de la villa y encomienda de Calasparra (Murcia), una de las más importantes que la Orden de Malta poseía en la España. Vid. SÁNCHEZ FERRER, José. La Virgen de Cortes. Alcaraz. Albacete, 2016.
[11] Los padres de José Gaspar de Angulo también concibieron a Juana Leonarda y Luisa Damiana, que ingresaron en la clausura del convento de Santa Clara de Córdoba; a María Josefa, que tomó los hábitos en el cenobio carmelita de Antequera; a Pedro, Teresa y Manuela (de los que ya nos hemos ocupado); y Mariana, casada en 1711 con Salvador de Baena y Salinas, veinticuatro de Sevilla y caballero de la Orden de Calatrava.
[12] APNM. Escribanía 3ª. Leg. 490, fols. 78r-80r.
[13] Ibíd.
[14] Ibíd.
[15] APNM. Escribanía 3ª. Leg. 491, fol. 18.
[16] APNM. Escribanía 6ª. Leg. 1084, fols.489r-492v.
[17] APNM. Escribanía 4ª. Leg. 688, fols. 188r-189v.
[18] Loc cit., fols. 116r-117v.
[19] Loc cit., fols. 38r-39r. El poder le fue otorgado por doña Gertrudis Isidora de Noroña, vecina de la ciudad de La Habana, viuda y heredera del capitán Francisco de Arias.
[20] APNM. Escribanía 6º. Leg. 1085, fols. 247r-248v. (año 1718), 191r. (año 1719).
[21] El militar reformado era aquel cuya unidad había sido disuelta y, por lo tanto, no estaba en el ejercicio de su empleo.
[22] AMM. Actas capitulares. Libro nº 22, fols. 54r-65r.
[23] Loc. cit. Libro nº 23, fols. 12r-13r. Este cuerpo armado, de carácter policial y origen medieval, fue reordenado por los Reyes Católicos y destinado a garantizar la seguridad ciudadana en el ámbito rural, por lo que muchos historiadores lo consideran el antecedente de la actual Guardia Civil.
[24] Loc. cit. Libro nº 23, fol. 2r.
[25] Diego Antonio de Sotomayor era Señor del Lugar del Arenalejo, y del Soto de la Mata, su caza y pesca del río Duero, de superintendencia regidor por el estado noble en el Banco de Caballeros de la Ciudad de Soria, Diputado General en Cortes de dicha Ciudad y su provincia. Su esposa, Mª Magdalena Dávalos, era hija de don Pedro Tomás Dávalos, caballero del orden de Calatrava, Señor de la Casa y palacios de Zabaleta, en Viana, y las pechas de Charre, en Pamplona.
[26] APSM. Desposorios. Libro nº 16, fol. 256v.
[27] AMM. Padrón de vecinos, año de 1718. Leg. 111 A, expediente 7. Calle Godoy: «José Gaspar de Angulo y Valenzuela, Noble, Capitán de Caballos Corazas de 38 años, su madre de 60, una hermana de 24, una criada y un esclavo», [s.n.]. Similar descripción se repite en los padrones de 1721 y 1724. Leg. 863 A, expedientes 1 y 2.
[28] APNM. Escribanía 4ª. Leg. 688, fol. 40.
[29] AMM. Actas capitulares, años 1720-1724. Libro nº 23, fols. 1v-2v. Libro nº 24, fol. 5. Libro nº 25, fols. 2r-3r., 5v., 32. Libro nº 26, fol. 1v.
[30] Loc. cit. Libro nº 27, fol. 50r.
[31] Ibíd., fol. 51.
[32] Loc. cit. Libro nº 28, fols. 6r-8v.
[33] Loc. cit. Libro nº 29, fols. 28v-29v.
[34] (A)rchivo (H)istórico (P)rovincial de (J)aén. Escribanía de Francisco Arroyo, Andújar. Leg. 3307, fols. 836r-837v.
[35] AHPJ. Escribanía de Francisco Ruedas García, Andújar. Leg. 3378, fols. 528r-554v.
[36] LENDÍNEZ PADILLA, Juan Pedro. “La misteriosa tumba de Zocueca y el conde de Villapineda”. Publicado en: Programa de Fiestas de Bailén, 2019, págs. 170-174.
[37] AHPJ. Escribanía de Juan Casimiro Pérez, Andújar. Leg. 3351, fols. 762r-768v.

 *Publicado en la revista "Vera+Crux de Montilla". Año XVII, nº 18. Cuaresma de 2020.

lunes, 13 de julio de 2020

UNA VISIÓN DE LA FAMILIA DE SAN FRANCISCO SOLANO A TRAVÉS DE LOS ARCHIVOS MONTILLANOS

El año 2010, con motivo del IV centenario de la muerte de San Francisco Solano, tuvo lugar en Montilla el XVI curso de verano organizado por la Asociación Hispánica de Estudios Franciscanos, bajo la dirección del Prof. D. Manuel Peláez del Rosal. Llevó por título El Franciscanismo en Andalucía. San Francisco Solano en la Historia, Arte y Literatura de España y América.

En aquella ocasión, presentamos un trabajo de investigación cuyo propósito fue ahondar en los orígenes familiares del Santo Patrono de Montilla, profundizando en su ascendencia paterna (Sánchez, Solano) y materna (Ximénez, Hidalgo), así como en las relaciones sociales que su parentela mantenía en la localidad, los bienes que poseían y la descendencia que dejaron sus hermanos Diego e Inés.

El último apartado del trabajo lo comprende un apéndice que contiene casi un centenar de documentos notariales y eclesiásticos (en su mayoría inéditos) en los que está basada la comunicación.


viernes, 3 de abril de 2020

RETABLO POPULAR DE LA SEMANA SANTA DE MONTILLA

El texto que a continuación se publica, corresponde al guión elaborado para una presentación que hice de la Semana Santa de Montilla invitado por la Fundación Miguel Castillejo, quien organizó un ciclo de ponencias en su sede cordobesa de la Plaza de las Doblas durante la Cuaresma del año 2012, y que llevó por título «Estampas de la Semana Santa en la provincia». Para la exposición audiovisual conté con fotografías de mi buen amigo Jaime Luque, de las cuales algunas aparecen ilustrando al texto.

Excmo. Sr. Presidente de la Fundación, autoridades, cofrades, amigos todos. Quiero que mis primeras palabras sean de agradecimiento, para los miembros de la Asociación "Amigos de Montilla", que han confiado en mí para desarrollar esta ponencia sobre la Semana Santa de nuestra ciudad.

Después de mantener varios contactos con don Antonio García Uceda, a quien también agradezco sus palabras de presentación,  consideré oportuno aprovechar la ocasión que nos brinda la Fundación Miguel Castillejo a las localidades de la provincia, para presentar una exposición general de esta arraigada fiesta que es la Semana Santa. Su devenir histórico, sus costumbres y tradiciones, así como las singularidades artísticas, escénicas y populares. Porque, como todos sabemos, no hay dos Semanas Santas iguales, ni en el tiempo, ni en la forma, ni en el espacio.

Comenzaremos haciendo un breve recorrido por el pasado de las cofradías montillanas, que nos indicará la identidad de cada una de ellas, camino éste que desembocará en nuestros días.

La proliferación de las hermandades y cofradías en Montilla se inicia en la mitad del siglo XVI donde ya está plenamente establecida la primitiva Cofradía de la Santa Vera Cruz, cuya disciplina realizan la noche del Jueves Santo portando un Cristo Crucificado y una Dolorosa. El Concilio de Trento trajo consigo una serie de decretos ecuménicos favorables a la veneración de imágenes y reliquias, que pronto calaron en la religiosidad popular montillana.

Ejemplo de ello, vemos cómo en las décadas postreras de la citada centuria se erigen en la villa que fuera capital del marquesado de Priego dos nuevas cofradías penitenciales, la Soledad y Angustia de Nuestra Señora, en 1588, y la de Jesús Nazareno y Santa Cruz de Jerusalén, en 1590, que bajo la protección de los conventuales agustinos efectuarán sus ritos penitenciales el Viernes Santo.

Del mismo modo, la cofradía de la Vera Cruz incrementa su guión procesional con la incorporación de nuevos pasos, tales como el Señor  Ecce Homo, en 1597, Amarrado a la Columna, en 1601, y así hasta completar la iconografía de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, ya entrado el siglo XVII.

En 1625, en pleno apogeo barroco se funda la última de las cofradías históricas de la Semana Santa montillana, cuyos titulares serán Cristo en la Oración del Huerto y la Virgen dolorosa de la Pura y Limpia Concepción. Esta nueva corporación nace en el seno del convento hospitalario de San Juan de Dios en una época de gran fervor inmaculista, y procesionará la tarde del Miércoles Santo. 

Durante la segunda mitad del siglo XVII aparece la nueva cofradía de la Soledad y Santo Entierro de Cristo como resultado de la segregación de la antigua hermandad de las Angustias, que a consecuencia de esta división incorpora como cotitular un Cristo Amarrado a la Columna. Aunque desde ese momento serán dos corporaciones independientes, ambas compartirán capilla y día de salida procesional que, como hemos referido anteriormente, ocuparán la tarde noche del Viernes Santo.

En este período, la figuración de la pasión de Cristo se dramatizará en las calles y plazas de la ciudad, llevándose a cabo en la salida de cada una de las cofradías los conocidos sermones del paso. Asimismo, se organizan estaciones donde las imágenes adaptadas con articulaciones para su movilidad protagonizarán escenas como el Descendimiento de la Cruz y la Bendición a los campos, ésta última efectuada por parte de Jesús Nazareno, y que aún se mantiene en nuestros días la mañana del Viernes Santo teniendo lugar en el paseo de Cervantes.

Así quedó configurada la Semana Santa histórica montillana hasta finales del siglo XIX, tiempo en que las cofradías quedaron muy mermadas a causa de la incautación de sus bienes, mediante los procesos desamortizadores de las políticas liberales, a lo que también hay que sumar la introducción del nuevo pensamiento ilustrado, que consideraba a estas centenarias asociaciones religiosas como un lastre arcaico heredado del Antiguo Régimen.

Aquel envite, suscitado por los que regentaban el poder político, no fueron capaces de contenerlo las cofradías de las Angustias y la Concepción Dolorosa, que desaparecerían para siempre.

Ya iniciado el siglo XX se reconfigura el ámbito cofradiero en la ciudad. Se vuelven a organizar las antiguas cofradías de Jesús Nazareno, Soledad y Santo Entierro de Cristo, así como la Hermandad del Cristo de Zacatecas en la Parroquia de Santiago, crucificado titular de la Vera Cruz cuya primitiva ermita había sido derribada en el lustro napoleónico para construir sobre su solar el primer cementerio que tuviera Montilla.

También, se funda la nueva cofradía de Jesús Preso en 1914, junto con la primera corporación de Soldados Romanos, que lo hizo un año antes bajo  evidente influencia de la vecina población de Puente Genil. De la aparición de estos dos nuevos colectivos en la Semana Santa surgirá una de las tradiciones más arraigada en el tiempo: El Prendimiento. Desde aquel año, y a la caída de la tarde de cada Jueves Santo, los Romanos ejecutan la orden de apresar a Jesucristo en la céntrica Plaza de la Rosa, escenario convertido desde entonces en un bíblico Getsemaní montillano.

Así transcurren “los felices años veinte” del pasado siglo, donde las  cofradías incorporan nuevos pasos a su guión procesional. Con la llegada de la Segunda República, como es conocido, la religión católica atravesaría uno de los momentos más difíciles de su historia en España. Las cofradías no fueron ajenas a aquella dura realidad que no les permitía cumplir con sus Reglas.

Aquella opresión antirreligiosa produce un efecto pendular tras la Guerra Civil, con el resurgimiento de un nuevo movimiento cofrade en Montilla. Durante los años centrales del siglo XX se fundan las hermandades del Cristo del Amor en 1941 y la popular Borriquita en 1945, ambas en el seno del Colegio Salesiano. A estas, seguirán la de Cristo Resucitado en 1947 y la Santa Cena en 1956, cerrando este período la hermandad del Cristo de la Misericordia, creada en 1973.

Como es sabido, los últimos años de la centuria anterior son testigos del reciente auge cofrade que hoy vivimos en Andalucía. Montilla no ha sido ajena a esta insólita corriente, caracterizada por los evidentes matices importados de la influyente estética sevillana. Matices que podemos distinguir en las nuevas hermandades constituidas, tales como la del Cristo de la Juventud en 1988, la del Sagrado Descendimiento en 1993 y, por último, la del Señor de la Humildad y Paciencia un año después.


Esta diversidad ornamental en las cofradías montillanas otorga a nuestra ciudad una fisonomía plural, a la vez que peculiar, en Semana Santa. A través de los 27 pasos y tronos que procesionan las 12 hermandades por las calles y plazas de la ciudad en nuestros días, podemos contemplar la pasión, muerte y resurrección de Cristo, advirtiendo en cada una de ellas sus más arraigados usos y costumbres, expresados en el valioso patrimonio artístico que los años le han ido transfiriendo de generación en generación.

Por ello, no es difícil encontrarse en Montilla cualquier día de su Semana Mayor una perfecta simbiosis entre la imaginería pasionista de ayer y de hoy, obras artísticas salidas de los más renombrados talleres cordobeses, que desde el siglo XVI y hasta nuestros días han regentado autores como Juan de Mesa “el Mozo”, Rodrigo Mexía, Pedro Freila de Guevara, Cristóbal de Guadix, las hermanas Cueto, Manuel Garnelo Alda, Amadeo Ruiz Olmos, Miguel Arjona Navarro, Miguel Ángel González Jurado, Francisco Romero Zafra, o del mismo Antonio Bernal Redondo, creador contemporáneo que más producción ha dado a la ciudad, entre las que podemos contemplar su primer conjunto escultórico completo: el misterio del Sagrado Descendimiento.
Esta nueva imaginería ha quedado plenamente fusionada junto a obras de artífices aún anónimos, que recuerdan el inigualable y clásico quehacer de la escuela granadina de Mena y Cano, adivinada en las formas de la dolorosa de la Soledad o del Cristo de la Humildad, al igual que se percibe la hispalense gubia de Roque Balduque en el perfil renacentista del Crucificado de la Yedra.

Aunque, si por su antigüedad, originalidad y calidad plástica hemos de destacar alguna imagen, nos hemos de detener ante el Santo Cristo de Zacatecas, que llegado a Montilla procedente de México en 1576 trajo consigo una insólita técnica artística basada en la caña de maíz y otros elementos prehispánicos, que le otorgan una serie de características inconfundibles.

Cada Martes Santo, todo aquel que lo desee tiene la oportunidad de descubrirlas y apreciarlas a lo largo de su nocturno recorrido, cuando sale majestuosamente escoltado por sus hermanos honorarios del Regimiento de Infantería Mecanizada “Córdoba” nº 10. 

Pero la Semana Santa de Montilla no sólo son cofradías, la música también ocupa un destacado lugar desde la Ceniza a la Pascua. En la enfatizada formación educativa que los Salesianos imprimieron desde los albores del siglo XX en la ciudad, está reflejada la pasión de los montillanos por la música. Heredera de aquella labor, la ciudad goza en la actualidad del buen hacer de la Banda de Música “Pascual Marquina”, de la Agrupación MusicalLa Unión”, del Cuerpo de Romanos de Jesús Preso, que ejecuta el acto del Prendimiento, y por último de los acordes marciales de la Centuria Romana Munda, asociación que también desarrolla un amplio elenco de actividades, entre las que sobresale la Sentencia de Cristo.


También destaca por su singularidad la Representación Dramática de “La Pasión”, que desde 1992 se escenifica el día anterior al Domingo de Ramos por la Asociación cultural del mismo nombre, cuyo fin principal es interpretar el drama de la Pasión, haciéndose eco del mensaje de amor que lo originó, y dando vida a los personajes que intervinieron en los acontecimientos acaecidos en Jerusalén hace dos mil años.

Tal representación está dividida en tres actos y diecisiete cuadros, donde participan más de 300 personajes, así como otro medio centenar de colaboradores y técnicos que detrás de los escenarios velan para que toda la escenografía esté a punto.

Como habrán podido comprobar en este retablo, sólo he pretendido ensamblar la pasión según Montilla, valiéndome para ello de las más destacadas piezas de las que se compone nuestro patrimonio espiritual, histórico y artístico.



Como epílogo a esta intervención, tan sólo me resta invitar a cada uno de los aquí presentes a conocer la Semana Santa de la tierra que vio nacer a San Francisco Solano y morir a San Juan de Ávila, donde podrá descubrir sus profundas costumbres, impregnadas de infinidad de matices y detalles que no se pueden relatar en una ponencia, porque forman parte de la memoria inmaterial producida por los sentimientos y la fe de quien busca revivir cada año la pasión de Cristo y el dolor de su Madre, bajo la centenaria y anónima pátina de la tradición popular.

Muchas gracias.