lunes, 13 de febrero de 2023

LA ERMITA DE LA VERA CRUZ CASA DE LA VENERABLE Y SANTA ESCUELA DE CRISTO EN MONTILLA

La ermita de la Vera Cruz

A pesar de las escasas referencias que nos han legado los historiadores locales de los siglos XIX y XX sobre la ermita de la Santa Vera Cruz, nuevas investigaciones dirigidas en la búsqueda de noticias sobre este desaparecido templo montillano nos reflejan la vitalidad religiosa y social que tuvo en tiempos pretéritos. Como es conocido, la ermita fue escenario del nacimiento de la Semana Santa cofrade en nuestra ciudad, acogiendo a la primitiva cofradía de la misma advocación, siendo epicentro de todas sus actividades y cultos hasta 1809, año en que la ermita es clausurada y su imaginería y patrimonio mueble son trasladados a la Iglesia Parroquial de Santiago y a la ermita de Ntra. Sra. de la Rosa.

Pero este viejo oratorio, construido en las cercanías de la noble fortaleza de los Fernández de Córdoba, no sólo albergó a la cofradía matriz de la Vera Cruz y sus consiguientes hermandades, sino que contó con la gestación y presencia de más asociaciones religiosas, tales como la Venerable y Santa Escuela de Cristo Señor Nuestro.

Al conocer esta pasada realidad nos surgen varias preguntas, tales como qué era la Escuela de Cristo, qué orígenes y fines tenía, o qué relación y semejanza tuvo con la cofradía de la Vera Cruz. Interrogantes lógicas de formularse, pues si vagas eran las noticias que nos habían legado de la cofradía y ermita, el mismo desconocimiento ocupa esta institución penitencial entre los anales de la historiografía  montillana.

Qué era la Escuela de Cristo

Si nos atenemos al capítulo primero de sus Constituciones, esta corporación barroca tenía como fin principal “el aprovechamiento espiritual, y aspirar en todo a el cumplimiento de la voluntad de Dios, de sus preceptos y consejos, caminando a la perfección cada uno, según su estado, y las obligaciones de él, con enmienda de la vida, penitencia, y contrición de los pecados, mortificación de los sentidos, pureza de conciencia, oración freqüencia de Sacramentos, obras de caridad, y otros exercicios santos, que en ella se enseñan y practican, con aprecio grande de lo eterno, y desestimación de los temporal, buscando todos en su estado el camino y senda estrecha, y mas segura de salvarse”[1].

Como queda reflejado, esta institución estaba destinada a la espiritualidad y al recogimiento interior de sus componentes –llamados entre sí hermanos– que se denominaban indignos discípulos del Divino Maestro de la santa Escuela, que era Jesús. Su misión era vivir a imagen y semejanza de Cristo, alejarse de las vanidades terrenales y practicar la oración diaria y la caridad fraterna.

Origen de la Escuela de Cristo y su constitución en Montilla

Esta congregación es creada en el Hospital de los Italianos de Madrid en 1653 por el presbítero italiano Juan Bautista Ferruzzo, administrador del citado centro, que toma  como modelo de la nueva entidad religiosa las directrices marcadas por san Felipe Neri cuando creó en Roma la Congregación del Oratorio en 1575. De ahí que el santo florentino fuese distinguido desde el inicio de la Escuela de Cristo como Padre y Maestro.

Muy pronto se propagó por toda la geografía española, ya que fue respaldada por las autoridades eclesiásticas. En un corto espacio de tiempo, la Escuela de Cristo se había introducido en la vida religiosa de aquellos sacerdotes y seglares que buscaban una conducta más ascética y mística, y que no habían encontrado en otro tipo de asociaciones y congregaciones sujetas a la Iglesia[2].

La Escuela de Cristo se erige en Montilla el 1 de enero de 1671 por el misionero franciscano Joseph Gavarri. Los promotores de la nueva empresa espiritual “los licenciados Juan Baptista Reina, Pedro de Priego y Torquemada, Luis López de Victoria, Juan Diego de la Concepción, Luis Manuel de Cea y Juan del Real y Armenta” solicitaron la autorización del obispo de Córdoba para que  resolviera “dar su licencia para fundar y establecer la Congregación y Escuela de Cristo en la ermita de la Santa Vera Cruz de dicha ciudad de Montilla”, aprobación que se rubrica nueve días después de la fundación[3].

Organización y vida

Esta congregación estaba compuesta por setenta y dos varones, número que recuerda los primeros seguidores de Cristo, de los cuales veinticuatro eran religiosos y los restantes cuarenta y ocho seglares. Estaba presidida por el hermano Obediencia (que generalmente era un eclesiástico), cuatro Diputados (dos sacerdotes y dos seglares), un Secretario y su Coadjutor, y cuatro Nuncios (dos religiosos y dos seglares); todos ellos conformaban la directiva de la corporación, la cual se denominaba Junta de Ancianos. Estos cargos eran elegidos cada cuatro meses en la Junta de elección de Oficios. A propuesta de los fundadores, fue su primer hermano Obediencia el sacerdote franciscano Cristóbal del Viso, que fue reelegido durante ocho años[4].

Su día de reunión era el jueves por la tarde, dos horas antes de ponerse el sol. Sus ejercicios y ritos religiosos eran a puerta cerrada, para ello los Nuncios (seglares) de puerta era los encargados de custodiar la entrada de los hermanos. Una vez en el interior de la ermita, cada hermano tenía que desproveerse de sus armas, capa y sombrero “en señal de deposición de la autoridad, adornos, cuidados y afanes temporales”. Ya sentado, tenía varios minutos de oración mental ante el Stmo. Sacramento, después tomaba la palabra el Obediencia que exhortaba a los hermanos, y todos oraban y meditaban sobre la plática evangélica. Tras ella tenían confesión y después ejercitaban la disciplina, que era repartida por los Nuncios (eclesiásticos) de Altar, donde meditaban sobre la Pasión de Cristo, y que comenzaba con el rezo del Miserere mei Deus[5].

Para la celebración de los cultos, los hermanos de la Escuela de Cristo debían tener una imagen de Cristo Crucificado y otra de la Stma. Virgen, a la que le habían  “de profesar ternísima devoción a María Santísima, Madre y Señora nuestra, amorosísima esclavitud y filiación humildísima suya. Por Madre piadosa y Señora clementísima la da Cristo a sus Discípulos”[6].

Según recoge el Libro de Acuerdos de la Escuela de Montilla, ésta tomó como titular el Santo Cristo de Zacatecas, crucificado que presidía la capilla mayor de la ermita, la cual designaron por su oratorio, siendo el lugar donde practicaban su culto y disciplina. Para ello consiguieron en marzo de 1672 autorización y bula del pontífice Clemente X para instalar en la ermita “depósito y sagrario del Santísimo Sacramento”. La solemne colocación se llevó a cabo el 7 de agosto de ese mismo año, de aquel histórico día se levantó acta, la cual es una fehaciente crónica de todo lo acontecido: “Estando en la Hermita de la Sta. Vera Cruz desta ciudad de Montilla oratorio de la Santa Escuela de Xpto. Nuestro Sr. y Maestro conviene a saber ntro. Padre y hermano fr. Cristóbal del Viso Obediencia de dicha Escuela y todos los demás hermanos de ella asistiendo por convidados los señores Rector y Curas de la Iglesia Parroquial de Sr. Santiago desta dicha ciudad nuestro hermano Obediencia habiendo hecho una plática muy fervorosa para mover a los hermanos a mayor veneración del Stmo. Sacramento y disposición para recibirle así en la casa interior del Alma y exterior del oratorio, se vistió para decir Misa Rezada asistiéndole los Licenciados D. Juan del Real y Armenta cura de dicha Parroquial y D. Luis Manuel de Cea diputados eclesiásticos haciendo oficio de Diácono y Subdiácono en la cual misa comulgaron todos los hermanos seculares, y también todos los pretendientes que por ser este día tan célebre para esta Escuela se les dio permisión de entrar y acabada la Misa se ordenó la procesión guiando la Cruz de dicha Parroquia y luego los hermanos seculares y después todos los eclesiásticos con sobrepellices y estolas por las naves de dicho oratorio con mucha devoción rezando los himnos del Stmo. Sacramento y acabada se colocó su Majestad en el Sagrario donde estuvo patente todo el día por la tarde las puertas abiertas para que todos los fieles le adorasen y hiciesen la diligencia de las indulgencias concedidas por su Ilma. el Sr. D. Francisco de Alarcón obispo de Córdoba, todo lo cual se acordó que se apuntase aquí para que conste a los venideros”[7].

Aunque las relaciones con la cofradía crucera eran cordiales, la coincidencia en la ermita en fechas cercanas a Semana Santa hacía incrementar la asistencia de los cofrades para organizar sus cultos y actividades. El problema se trata en la junta celebrada el 23 de abril de 1675, donde se expone que “aunque hasta aquí esta Santa Escuela desde que se colocó el Santísimo Sacramento en ella, a procurado asistir la Semana Santa al monumento desde el Jueves Santo a mediodía hasta el viernes, se han reconocido en este tiempo muchos y muy graves inconvenientes por concurrir con la cofradía en la procesión que dicho día de Jueves Santo, y cuando los hermanos habían de estar con mayor sosiego e interior quietud, meditando tan soberanos misterios, entonces con el bullicio de la gente y voces de los hermanos inexcusables es de mucha distracción, inquietud y embarazo, como se experimentó este año, y ser asimismo de grande irreverencia para su Majestad pues para subir y bajar el Santo Cristo Crucificado que dicha cofradía tiene y saca en la procesión, es preciso que suban sobre el Altar donde esta el sagrario mucha gente seglar, y estar expuesto (fuera de la irreverencia) a quebrar el sagrario o parte muy principal de él, se acordó que para evitar dichos inconvenientes y otras cosas, por ahora cese dicha asistencia que hasta aquí ha tenido y para esto el Miércoles Santo se consumirá el Santísimo Sacramento y se quitará el Sagrario y se pondrá en parte decente para dar lugar a los hermanos de dicha cofradía para que más libremente y sin embarazo puedan quitar y poner lo que se les ofreciere”[8]. Finalmente, en la siguiente junta aprobaron adelantar la Escuela del Jueves al Martes Santo.

Asimismo, el Libro de Acuerdos recoge la visita que hizo a la Ermita de la Vera Cruz el cardenal Fray Pedro de Salazar y Toledo, obispo de Córdoba, el 27 de mayo de 1688, quien “honró la Santa Escuela asistiendo a ella, y concedió cien días de Indulgencia a todas las personas que rezaren un Padrenuestro y un Avemaría delante de la Santa Imagen del Xpto. Crucificado [de Zacatecas] de que dicha Escuela usa, rogando a Ntro. Señor por la paz y concordia entre los Príncipes Cristianos, y extirpación de las herejías, y aumento de Ntra. Sta. Madre Iglesia”[9]. Noticia esta, que nos evidencia la gran veneración que el Crucificado traído de las Indias guardaba entre los vecinos y cofrades de la ciudad.

Aparte de los ejercicios y cultos que practicaban en la ermita de la Vera Cruz, los miembros de la Escuela de Cristo acordaron en sus Juntas de Ancianos disposiciones que afectaban a su vida cotidiana, tales  como no asistir a corridas de toros, fiestas de juegos de cañas, oír comedias y juegos de naipes y lobos “por ser estas cosas y asistencias de gente ociosa, mal entretenida, y no de personas que sólo deben tratar en la mejora de cosas de su Alma”[10].

De igual modo, los Ancianos de la Escuela recomendaban tener un atuendo lo más sobrio y escueto posible y no vestir ostentosamente, no usar alhajas, ni nada que se manifestara exteriormente en contra de la austeridad de su vida interior.

Como congregación, tampoco aceptaban donativos ni mandas testamentarias para el mantenimiento y engrandecimiento patrimonial de la misma. Según la documentación consultada, tan sólo admitieron una dote testamentaria en 6 de marzo de 1740 procedente del hermano Alonso Pérez de Alba, quien fundara dos vínculos y de cada uno de ellos debían generar perpetuamente media arroba de aceite para que ardiera en la lámpara del sagrario que la Escuela había obtenido por bulla pontificia para su oratorio[11].

Labor Social

La asistencia a los más desprotegidos de la sociedad ha sido a través de los siglos uno de los fundamentos esenciales del cristianismo. La gran mayoría de las corporaciones creadas al amparo de la Iglesia tenían en su origen una sólida finalidad benéfica aparte de la cultual.

Como reseñamos anteriormente, la Escuela de Cristo nace en un edificio dedicado a este ámbito caritativo, como era el Hospital de Italianos de Madrid, espíritu que marcó la identidad de la congregación desde sus inicios.

En Montilla la Escuela de Cristo pronto tomó conciencia de  las necesidades de algunos de sus hermanos. Por ello, cuando uno de sus integrantes tenía necesidades, principalmente causadas por enfermedad, el resto le ayudaba con una limosna general que se hacía entre ellos.

Tras cinco años de funcionar la Escuela en la ciudad, ésta incrementó su compromiso asistencial, para ello acordaron en la junta celebrada el 2 de noviembre de 1676 asistir a los más desprotegidos de la ciudad, que como nos recuerda el viejo dicho: no tenían donde caerse muertos. Esta situación quisieron paliar como recoge el acuerdo de la citada reunión: “considerando que lo que más encargó Cristo nuestro Soberano Maestro, a sus amados discípulos que la Caridad unos con otros, medio con que se conserva el verdadero amor de Dios, y esta caridad es mayor cuanto el sujeto con quien se obra es mas desvalido, pobre y necesitado, y de quien menos gratitud se puede aguardar. Ateniendo esta Santa Escuela a que en esta ciudad en el hospital de los pobres viandantes [Hospital de la Encarnación] suelen morir algunos, y otros traerlos muertos del campo o quedarse muertos por las calles y no hay quien cuide de darles una mortaja ni pedirles para una misa, cosa de mucho desconsuelo y digna de llorar y que a nuestro amantísimo Maestro le podrá ser de sentimiento que habiendo discípulos verdaderos suyos vean a sus hermanos en tanta miseria y necesidad y tan desvalidos de todo socorro humano y no haya quien los ampare y ayude, se acordó que esta Santa Escuela y todos sus hijos y hermanos tomen esto por su cuenta y cuidado pues es ministerio y ocupación muy digna de discípulos de Cristo y cada cuatrimestre se nombren seis hermanos de los de gran fervor y espíritu dos eclesiásticos y cuatro seculares, y en ofreciéndose ocasión de morir alguno en dicho hospital de viandantes o traerlo muerto de las calles o del campo, estos seis hermanos pidan en esta ciudad para una mortaja y algunas misas en especial la de cuerpo presente […] con advertencia que esto sólo se ha de entender con lo pobres forasteros y desvalidos, y no con los naturales porque nunca les faltan parientes que hagan por ellos”[12].

La sensibilidad mostrada por la Escuela de Cristo hacia los difuntos no sólo se hace patente en su conciencia de darles entierro y sepultura dignos, sino también en la espiritual. Para ello, se hermanaban las congregaciones de diferentes lugares y conseguían multiplicar las plegarias por las ánimas de los suyos. Cuando un miembro de una de ellas fallecía el secretario enviaba una misiva a las distintas Escuelas con las que estaban hermanadas, para que todos sumaran sus oraciones por el hermano fenecido.

La corporación montillana llegó a hermanarse con más de una treintena de Escuelas, la primera que solicitó vincularse fue la de La Rambla, con quien mantuvo una relación especial. Aunque también llegaron a hermanarse con las congregaciones que fueron fundadoras y propagadoras de este modelo asociativo religioso en España, como fue la de Madrid –a la que llamaban Madre y Hermana– o Sevilla, Granada, Córdoba, Jaén, Salamanca, y Roma.

Traslado de sede

Aunque no hemos podido constatar los motivos ni la fecha exacta en que la Escuela de Cristo montillana cambia de sede, si tenemos referencias de que en 1746 ya se encontraba radicada en la ermita de San Sebastián. La documentación que hemos manejado para la realización de este trabajo, denota su vitalidad aún en 1829. Tampoco tenemos la fecha exacta en que deja de existir esta congregación, tan sólo el historiador José Morte Molina en sus Apuntes históricos de 1888 hace referencia a que estuvo ubicada dicha ermita (p. 97), pero deja entrever que en ese tiempo ya no funcionaba.

A modo de conclusión, referir que con este breve estudio sobre la Escuela de Cristo en Montilla, vemos la vida religiosa que manaba de la desaparecida ermita de la Santa Vera Cruz, y principalmente en torno a la imagen del Santo Cristo de Zacatecas,  fomentada en su mayoría de las veces por los regulares frailes franciscanos y los agustinos, de los que nos ocuparemos en próximos números.

*Artículo publicado en la revista Vera+Crux de Montilla. Año V, núm. 6, págs. 4-9. Marzo, 2008.

FUENTES


[1] Constituciones de la Venerable y Santa Escuela de Christo Señor Nuestro… Reimpresas en Sevilla en 1790, pp. 3 – 4. (F)undación (B)iblioteca (M)anuel (R)uiz (L)uque. Nº Reg. 3488.

[2] MORENO VALERO, M.: La Escuela de Cristo. Su vida, organización y espiritualidad barroca. Sevilla, 1989. FBMRL, 11204.

[3] Escuela de Christo Señor Nuestro, fundada en esta Ciudad de Montilla, en Primero de Enero del año de 1671. Por el R.P.Fr. Joseph Gavarri Predicador Apostólico del Orden de Nuestro Padre San Francisco, e hijo de la Santa Provincia de Aragón, (Portada). FBMRL, Ms. 13262.

[4] Este seráfico predicador fue Guardián del Convento de San Lorenzo y confesor de la Venerable Sor Ana de la Cruz Rivera hasta 1679. Este año es nombrado Comisario General de la Orden Franciscana en las Indias, cargo que desempeñaría hasta su muerte acaecida el 24 de agosto de 1684.

[5] Ibídem. La Escuela de Cristo…

[6] Ibíd. Constituciones de la Venerable, p. 5.

[7] Ibíd. Escuela de Christo Señor Nuestro…, f. 241.

[8] Op. cit. f. 259 y vuelto.

[9] f. 324.

[10] f. 173.

[11] f. 196 v.

[12] f. 266.