miércoles, 12 de julio de 2023

ANTONIO CABELLO DE ALBA Y BELLO, NOTAS BIOGRÁFICAS DE UN MÉDICO HUMANISTA MONTILLANO*

A la memoria de Manuel Cabello de Alba Moyano

Retrato del médico Antonio Cabello de Alba y Bello, plasmado
por el genial pincel de José Garnelo y Alda. (Óleo/tabla, 1941).

En unos meses se cumple el centenario de la muerte de Antonio Cabello de Alba y Bello, popularmente llamado «Médico Cabello». Un personaje esencial en la vida pública de la Montilla de entre siglos, conocido de todos por el ejercicio filantrópico de su profesión, cuya vocación humanista le llevó a protagonizar numerosas iniciativas sociales y culturales, además de ser un hombre clave para la venida de la Congregación Salesiana a la ciudad y la instalación de un colegio que paliara las carencias educativas evidentes en la sociedad montillana de la época.

Antes de entrar en la biografía de nuestro protagonista, queremos ofrecer unos apuntes genealógicos sobre el origen del apellido Cabello de Alba. Se trata de un apellido netamente montillano surgido a raíz del matrimonio entre Pedro García Cabello y Magdalena Ruiz de Alba, celebrado el 21 de febrero de 1607[1], que vino a consolidar la unión de dos familias de la élite local en la primera mitad del siglo XVII a través de uno de sus cuatro hijos.

Nos referimos a Juan Pérez Cabello de Alba y Aguilar, nacido en enero de 1614[2], que se convertirá en un reconocido abogado y en sus años de madurez decide dedicar su vida a la religión y ordenarse sacerdote. Para ello, fundará una capellanía en 1647 en la parroquia de Santiago que dotará con parte de sus bienes raíces[3]. Los familiares herederos de esta obra pía adoptarán en adelante el apellido «Cabello de Alba» en recuerdo del fundador, afianzando así su continuidad mientras se mantuvo el vínculo religioso, vigente hasta los primeros años del siglo XX. Como dato curioso, reseñar que su último capellán fue Fr. Manuel Cabello de Alba Baena, trinitario exclaustrado (tío abuelo de nuestro protagonista) que a su muerte, acaecida en 1903, la prensa puntualizó en la necrológica que se trataba del último fraile exclaustrado superviviente en Montilla.

Nuestro biografiado fue hijo de Antonio Cabello de Alba Polo y de Isabel Josefa Bello Navajas[4]. Nace el día 2 de octubre de 1859, siendo bautizado en la Parroquia de Santiago con el nombre de “Antonio de los Santos Ángeles Custodios”[5].

Su infancia hubo de ser poco halagüeña, pues antes de cumplir los nueve años ya era huérfano de padre y madre. Tras realizar sus estudios básicos en Montilla, cursa el Bachillerato de Artes en el Instituto de Córdoba, del que obtiene su título de Bachiller en 1877. Ese mismo año se matricula en la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, donde recibe el título de Licenciado en Medicina y Cirugía el 20 de junio de 1883, con calificación de sobresaliente, obteniendo la certificación académica en mayo del año siguiente[6].

Título de Licenciado en Medicina y Cirugía a favor de Antonio Cabello de Alba, por la Universidad de Granada, con nota de sobresaliente. Expedido en Madrid el 17 de mayo de 1884.

A sus veinticinco años, siendo vecino de la calle Corredera, contrae matrimonio con Adela Vicenta Martínez Cámara, natural de Doña Mencía, hija de Manuel Martínez y Caballero (también nacido en Doña Mencía) y de María Dolores Cámara y Quero, natural de Porcuna (Jaén), cuya residencia familiar estaba en la calle San Fernando. Los esponsales se verificaron en la parroquia de Santiago el 24 de noviembre de 1884[7].

Entre 1886 y 1900 nacen sus diez hijos: Isabel, Antonio, Francisca Solano, Adela, Luis, Federico, María Dolores, María Aurora, Manuel y José.

En agosto de 1896 adquiere la casa número 7 (antiguo) de la calle San Fernando a los herederos de Pedro Luis Riobóo[8]. Desde entonces, aquel inmueble se convirtió en el solar familiar de su descendencia durante varias generaciones.

Ese mismo año, el día 12 de julio, ingresa en la Sociedad de San Vicente de Paul, popularmente conocida por «Las Conferencias», cuya labor asistencial y caritativa hizo que fuera muy reconocida entre la población[9]. Entre las páginas de sus libros de actas y cuentas, conservados en el archivo parroquial de Santiago, es bastante frecuente ver el nombre de Antonio Cabello de Alba, tanto en sus donativos como en sus visitas a los enfermos necesitados acogidos por la Sociedad. A partir de entonces, comenzaría a ganarse el sobrenombre de “el médico de los pobres”.

Antonio Cabello de Alba Bello y Adela Martínez Cámara
acompañados de seis de sus diez hijos

En el plano profesional, Cabello de Alba ocupa interinamente en 1892 una de las cuatro plazas de Médico Municipal que mantenía el consistorio montillano para la asistencia sanitaria gratuita a los vecinos más desfavorecidos de la ciudad. Estas plazas fueron sacadas a concurso público en 1902, las cuales fueron obtenidas por los facultativos: Antonio Cabello de Alba y Bello, Joaquín Márquez Repiso, Francisco Salas Arjona y Francisco Palop Segovia[10].

Lejos de dedicarse sólo a su profesión y a su familia, vemos al “Médico Cabello” involucrado en numerosos proyectos sociales y culturales de la tierra que le vio nacer.

A través de la prensa local y provincial es posible conocer, a grandes rasgos, su activa participación en la sociedad montillana de la época. De personalidad humanista e inquieta, lo encontramos en 1890 formando parte de la Junta Municipal contra la filoxera[11], aquella temible epidemia que tantos estragos causó a los campos de viñedos montillanos.

En los años finiseculares del XIX parece interesarse por la política. Así, en 1895 hallamos su nombre en la nómina de convecinos que reorganizan el comité local del Partido Liberal, presidido por Práxedes Mateo Sagasta, del que Antonio aparece como Vicepresidente[12].

Dos años después se crea en Montilla un Centro Filarmónico “cuyo objeto es la enseñanza de música en toda su extensión”[13]. De nuevo, Cabello de Alba Bello aparece como Vicepresidente de su primera Junta Directiva.

El 15 de agosto de 1898 ingresa en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Montilla[14], de la que será su Vicedirector y a partir de 1913 su Director.

En 1899 se renuevan las Juntas Locales de primera enseñanza de Instrucción Pública para el siguiente cuatrienio, en la que Antonio Cabello de Alba aparece como Vocal de la de Montilla[15].

Ese mismo año, a iniciativa de la Sociedad de Amigos del País, se plantea la cuestión de crear en la ciudad un colegio de Primera y Segunda Enseñanza “que reúna todas las condiciones que aconseja la moderna Pedagogía”. Para ello, se nombró una comisión que canalizara las aspiraciones de los promotores, de la cual formó parte el médico Cabello de Alba[16].

Ante la imposibilidad de contar con ayudas públicas, la comisión abrió una suscripción popular para lograr sus objetivos, la cual fue encabezada por Antonio Cabello de Alba con la cantidad de 500 pesetas.

La comisión acordó ofrecer su proyecto a la Congregación Salesiana, cuyo Rector Mayor, el Padre Miguel Rúa, visitó Montilla por aquellos días para conformar la venida de los sucesores de Don Bosco a nuestra ciudad para organizar el nuevo centro educativo.

Es tal el compromiso que Antonio Cabello de Alba profesó por aquellos primeros padres salesianos llegados a Montilla que no dudó en difundir a través de charlas y conferencias (mayo de 1903) las cualidades de la obra laical de los Cooperadores Salesianos, como recoge la prensa del momento[17].

Primeros años de la Congregación Salesiana en Montilla. Un descanso en las obras del gran edificio construido en el despoblado barrio del Valsequillo, que se convertirá en el baluarte de la educación y la cultura local durante el siglo XX, gracias –en parte– al “Médico Cabello”.

A partir de diciembre de 1904 asume el cargo de Vicedirector en la Junta Directiva de la Sociedad de Amigos de País[18]. Ese mismo año es nombrado Vocal en la recién creada Junta Local de Reformas Sociales[19]. En diciembre de 1906 es elegido Vocal por el Partido de Montilla para la Junta de Gobierno y Patronato de Médicos Titulares de la provincia de Córdoba[20].

Siguiendo los postulados sociales del pontífice León XIII, recogidos en la encíclica Rerum novarum, en febrero de 1908 se crea en Montilla el primer sindicato agrícola, que lleva por nombre «El Montillano» “creado merced a las incansables gestiones de nuestro digno Arcipreste señor Fernández Casado”, siendo elegido Antonio Cabello de Alba presidente por aclamación[21]. Meses más tarde, el sindicato abre una Caja de Crédito y Ahorros, denominada «La Montillana».

En marzo de ese año, Cabello de Alba ofrece una conferencia en la sede de la sociedad «Ilustración Obrera», presidida por su compañero Francisco Palop Segovia, bajo el título “Causas originarias de la cuestión social”[22].

A iniciativa de Joaquín Márquez Repiso, en agosto de 1909 se organizan una serie reuniones para establecer en Montilla la asamblea local de La Cruz Roja española “ante las tristes circunstancias porque atraviesa nuestra patria”. Una vez más, Antonio Cabello de Alba se involucra en la puesta en marcha de esta organización humanitaria, siendo designado Vocal de la primera Comisión del Partido[23].

Por aquellos años, también encontramos a Cabello de Alba inmerso en la Junta Directiva de la Hermandad de San Francisco Solano, cuyos miembros dedicaron todos sus esfuerzos a conmemorar grandiosamente el III centenario de la muerte del insigne hijo y patrono de Montilla.

El año 1913 será de gran actividad social para Antonio Cabello de Alba y Bello. En enero es elegido Presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País[24]. A la cabeza del distinguido organismo, hubo de hacer frente al sonado pulso que los montillanos sostuvieron con el Ministerio de Fomento, cuando éste concedió la instalación de una red eléctrica de alta tensión a la empresa Larrucea Hermanos. El vecindario, unánimemente, se negó a las arbitrarias pretensiones de la empresa concesionaria (respaldada por la autoridad gubernativa y la fuerza de orden público) que pretendía cruzar el centro urbano de la ciudad con el tendido eléctrico de alto voltaje, menospreciando las advertencias de la población que se quejaba del peligro y el daño a la vía pública que causaría tal instalación.

Instantáneas aparecidas en el rotativo de tirada nacional “La Unión Ilustrada” el 19 de enero de 1913, donde aparece Cabello de Alba al frente de la comisión montillana recibida por las autoridades civiles en Córdoba.

Ante la prepotencia de la compañía eléctrica, los montillanos crearon una “Junta de Defensa” donde se integraron todas las instituciones y colectivos locales para hacer frente al citado atropello. Aquella Junta estaba presidida por Antonio Cabello de Alba.

Su primera medida fue convocar una huelga general, que duró varios días y fue secundada por toda la población. Asimismo, promovieron una manifestación ante la sede del Gobierno Civil y del Ayuntamiento de Córdoba para el día 9 de enero de 1913 (que tuvo repercusión nacional, como refleja la prensa), a la que asistieron más de mil doscientos montillanos. A la cabeza de la misma estaba Cabello de Alba, que entregó al Gobernador Civil un manifiesto “para que lo elevara al Presidente del Consejo de Ministros”, cuyo contenido fue publicado en los noticiarios[25].

Foto aparecida en el dominical “Blanco y Negro” el 19 de enero de 1913, donde se puede apreciar a los cientos de manifestantes montillanos a las puertas del Ayuntamiento de Córdoba.

Días después, la empresa concesionaria desistió de sus propósitos y abandonó el proyecto de instalar la electricidad de alta tensión en Montilla. En respuesta a ello, se constituyó la «Cooperativa Eléctrica Montillana» que volvió a garantizar el fluido eléctrico a la población.

En febrero de aquel agitado año, giraba una visita a Montilla D. Pablo Albera, Rector Mayor de la Congregación Salesiana. En las crónicas del apretado programa con el que los montillanos le obsequiaron siempre aparece Antonio Cabello de Alba, que acompañó al segundo sucesor de Don Bosco como representante de los Cooperadores Salesianos de la ciudad[26].

Los años pasan y la edad va mermando la salud de don Antonio Cabello. A través de la prensa encontramos su nombre ligado a la Real Sociedad Económica de Amigos del País, a su vocación sindical agraria, y –por supuesto– a su profesión facultativa.

En 1914 lo encontramos entre los fundadores de la sociedad «Unión Vitivinícola Alcoholera Montillana», una cooperativa (surgida de la iniciativa de los Amigos del País) que pretendía unir a todos los viticultores de la ciudad con el afán de dignificar el precio de los mostos y abrir nuevos mercados ante los excedentes que se estaban elaborando por aquellos años, en que las nuevas plantaciones sembradas tras la filoxera comenzaban a producir más uva de la necesaria[27].

En el ámbito sanitario, en 1917 se constituye la «Asociación Médica Regional», de la que don Antonio es nombrado presidente de la Junta del distrito judicial de Montilla[28]. A partir de entonces, apenas hallamos referencias del “Médico Cabello” en la prensa.

A mediados de 1923 cae enfermo. En el mes de noviembre sufre una hemorragia cerebral que le aparta de la vida pública y del ejercicio de su profesión, solicitando por ello la baja como Médico Titular de la Beneficencia Municipal. El día 1º de diciembre fallece en su casa de la calle San Fernando. Aquella misma jornada, la Corporación Municipal en pleno ofreció su primer homenaje al difunto por “los relevantes servicios que durante muchos años ha venido prestando al vecindario con paternal cariño y desmedida asiduidad, el muy honorable facultativo fallecido y deseosa de demostrar que en todo momento sabe honrar como se merece el abnegado comportamiento de sus celosos empleados, acuerda conste en acta su sentimiento por tan irreparable pérdida y que una comisión del Concejo pase a mostrar a la familia del finado el hondo pesar que experimenta y conceder al cadáver sepultura gratuita y a perpetuidad en primera clase para que sea inhumado en el Cementerio de San Francisco Solano de esta ciudad”[29].

Unos meses después, la municipalidad en Comisión Permanente, de 10 de octubre de 1924, en su punto 7º aprobó rotular una calle con su nombre para perpetuar su memoria, como así quedó recogido en acta:

Don Antonio Cabello de Alba Bello y su esposa, Adela Martínez Cámara,
en el patio de su casa de la calle San Fernando.

“De todos es conocida la inmensa labor ciudadana que durante más de cuarenta años ejercitó el insigne médico de esta localidad que en vida se llamó D. Antonio Cabello de Alba Bello. Su ciencia acudió solícita donde quiera que fue llamada y su caridad inagotable se extendió a todas partes, mereciendo llamarse el venerable D. Antonio el padre de los pobres. Don Antonio Cabello de Alba y Bello es de los hombres que merecen gratitud de los pueblos, pues además de ser médico excelente y padre de los pobres, fue también caballero sin tacha, modelo de esposo, de padre y de amigo y de cumplidor, por consiguiente, de todos sus deberes. Desea esta alcaldía, por ser de justicia, que el venerable nombre del doctor Cabello quede perpetuado para recordatorio de la generación presente y para ejemplo de los venideros y hubiera deseado también que este nombre lo llevara la calle donde nació o vivió, pero circunstancias de todos conocidas hace que sea esto imposible, por lo que creyendo interpretar el sentir de los habitantes de Montilla y muy especialmente el de su Excmo. Ayto., se permite proponer a la aprobación de la Comisión Municipal Permanente que sea sustituido el nombre de Calle del Horno por la de “Antonio Cabello” honrándonos nosotros al honrar la memoria de este insigne patricio.

[…] La Comisión abundando en los propósitos expuestos por la presidencia y haciendo suyos los razonamientos alegados por la misma en la moción transcrita, acuerda de conformidad con lo que se propone, si bien se hace por unanimidad la variante de que la calle se rotule “Médico Cabello”, a fin de que en todo tiempo se distinga, por ser muchas las personas que en el pueblo llevan el nombre de Antonio Cabello[30].

La revista quincenal Montilla Agraria se hizo eco de su óbito y lo recordó en su primer aniversario. El anónimo autor, buen amigo y conocedor del médico, destacaba en su artículo el infatigable tesón que demostró a la hora conseguir adeptos a la causa de la obra salesiana, a la par que desgrana los primeros contactos con la congregación.

Dado que esta publicación es salesiana he considerado incluir el texto de 1924 literalmente, dado que será de gran interés a los lectores por las noticias que ofrece:

“Yo que durante muchos años conocí al amigo bueno y que conocía su modo de tratar sus asuntos, lo veo discurrir por las calles ensimismado en un pensamiento, y entrar y salir de una casa en otra para hablar de la obra de sus amores y conseguir adeptos para llevarla a término feliz; yo lo veo derrochar fortaleza, decisión y paciencia al tener que luchar con la frialdad de los unos, la falsa compasión de los otros y la abierta oposición de muchos que, enemigos de la enseñanza y educación católica, recurrieron a los medios de que podían disponer para impedir la apertura del futuro colegio salesiano. A la vista tengo un libelo dirigido a los montillanos, en el mes de Mayo del 1899, en el que soezmente se protesta del beneficioso proyecto, con lo que consiguieron únicamente fue poner a la obra el marchamo de las obras de Dios, que siempre han de ser perseguidas por su enemigos.

Por fin en el mes de Septiembre el Sr. Cabello y sus dignos compañeros vieron coronados sus esfuerzos en la llegada del personal salesiano, a cuyo frente venía Don Emilio Mª Nogués y su establecimiento en la casa del Llano de Palacio, contigua al convento de Santa Clara.

[…] De aquí en adelante la obra salesiana seguirá dando sus frutos y a la vez que contribuya a sostener entre nosotros la civilización cristiana, irá tejiendo la corona que Dios habrá puesto ya sobre aquel justo, sincero y esforzado varón.

Bien ha hecho el Excmo. Ayuntamiento de esta Ciudad al manifestarle el agradecimiento del pueblo, perpetuando su memoria al dedicarle una calle; pero aún pudiera hacer un poco más, poco más que dejo al criterio del actual concejo”[31].

*Artículo publicado en la revista Nuestro Ambiente, núms. 485 y 486. Abril y Julio de 2023.

FUENTES DOCUMENTALES


[1] Archivo de la Parroquia de Santiago de Montilla (APSM). Lib. de desposorios, fol. 257.
[2] APSM. Lib. 13 de bautismos, fol. 21v.
[3] APSM. Lib. 5º de capellanías y memorias, fol. 384.
[4] APSM. Lib. 33 de matrimonios, fol. 9, nº 17
[5] APSM. Lib. 85 de bautismos, fol. 227, nº 453
[6] Universidad de Granada. Facultad de Medicina. Certificación académica personal de D. Antonio Cabello de Alba y Bello.
[7] APSM. Lib. 38, f. 385.
[8] Escritura asentada ante D. Enrique Morón, notario de Córdoba, en 17/08/1896.
[9] APSM. Lib. 4º de actas.
[10] Archivo Municipal de Montilla (AMM). Sig. 000948B-0010. (Expedientes de concurso).
[11] Diario de Córdoba. Año XLI, nº 12346.
[12] Diario de Córdoba. Año XLVI, nº 13157.
[13] El comercio de Córdoba. Año XXIII, nº 5446.
[14] Revista montillana. Año I, nº 5.
[15] El defensor de Córdoba. Año I, nº 7.
[16] Diario de Córdoba. Año L, nº 14411.
[17] El aviso (2ª época). Año I, nº 14.
[18] El defensor de Córdoba. Año VI, nº 1557.
[19] El montillano. Año I, nº 33.
[20] Vida nueva. Año II, nº 52.
[21] Diario de Córdoba. Año LIX, nº 17540.
[22] El Sur. Año II, nº 24.
[23] Diario de Córdoba. Año LX, nº 18069.
[24] El defensor de Córdoba. Año XV, nº 4075.
[25] Diario de Córdoba. Año LXIV, nº 19148.
[26] El defensor de Córdoba. Año XV, nº 4086.
[27] El porvenir montillano. Año II, núms. 28, 37.
[28] Ideal Médico. Año I, nº 3.
[29] Archivo Municipal de Montilla. Actas capitulares. Lib. 214, fols. 31r, 40r, 43r-v.
[30] AMM. Actas Comisión Permanente. Lib. 255, págs. 175-176.
[31] Montilla Agraria. Año V, nº 121. pág. 6

martes, 28 de marzo de 2023

HACE VEINTE AÑOS. Notas para la memoria de la reorganización de la cofradía de la Vera Cruz*

Espacio que pasó a ocupar el Cristo de Zacatecas
tras las reformas del Concilio Vaticano II hasta
que retornó a su capilla tras la reorganización de
la hermandad. 

Se cumple el vigésimo aniversario de la reorganización de la hermandad de la Vera Cruz, motivo que me ha impulsado a escribir estas notas sobre nuestra historia más reciente.

Para la presentación de este ilusionante proyecto fue elegido el día 28 de febrero de 2003, cuando se presentó el proyecto de restablecer la antigua corporación que rendía culto al Santo Cristo de Zacatecas y Ntra. Sra. del Socorro ante la ciudadanía montillana. El acto, previo a los cultos cuaresmales, tuvo lugar en la parroquia de Santiago, fue conducido por Carmina Leiva Repiso y contó con la intervención del entonces párroco, Manuel Vida Ruiz, del catedrático de la Universidad de Córdoba, Antonio García-Abásolo, y de la banda de cornetas y tambores de Jesús Preso.

Éste sólo era el punto de partida oficial. En realidad, el origen de reanudar los cultos al Crucificado había surgido dos años antes, cuando la imagen viajó hasta Córdoba para participar en una exposición organizada por la cofradía del Cristo de Gracia “El Esparraguero” y patrocinada por CajaSur, que llevó por título Imaginería indígena mexicana. Una catequesis en caña de maíz, que tuvo lugar en la desacralizada iglesia de la Magdalena.

Por tal motivo, el Señor de Zacatecas fue descolgado de las cadenas que lo mantenían inaccesible en el presbiterio parroquial, desde 1965. Fue una verdadera oportunidad para las generaciones más jóvenes el poder contemplar a corta distancia tan preciada efigie de Cristo clavado en la Cruz.

Dada la repercusión mediática provocada por aquella partida temporal a Córdoba, varios feligreses propusimos al párroco Juan Navas Sánchez (+) la iniciativa de reanudar los cultos cuaresmales del singular Crucificado en las fechas que antaño se celebraban. Así sucedió, y la acogida fue extraordinaria. Por ello, propusimos al párroco la creación de un grupo parroquial de devotos del Santo Cristo cuyos fines serían promover anualmente los cultos en su honor y cooperar con la parroquia a largo del año litúrgico. La iniciativa prosperó y se constituyó la asociación parroquial bajo el título de la «Santa Vera Cruz».

Aquel mismo año, la asociación organizó varias actividades cultuales y culturales con motivo del 425 aniversario de la llegada del Cristo de Zacatecas a Montilla. Pronto, el nuevo grupo humano quedó plenamente integrado en la vida parroquial de Santiago y en apenas unos meses alcanzó el centenar de simpatizantes. Por ello, ante la buena acogida que aquel proyecto experimentaba, tras la Semana Santa de 2002 se propuso al entonces párroco, Manuel Vida Ruiz, emprender los trámites oportunos para recuperar la antigua hermandad, así como sus fines y denominación, pues el Cristo de Zacatecas y Ntra. Sra. del Socorro habían sido un referente de la piedad popular montillana desde el siglo XVI hasta mediados del XX.

Altar de cultos improvisado para el Quinario Solemne de 2001, organizado tras el regreso del Cristo de Zacatecas de su participación en la muestra cordobesa de "Imaginería indígena mexicana. Una catequesis en caña de maíz".

Obtenida la conformidad del Vicario General, Carlos Linares Delgado (+), y el apoyo moral de los respetados sacerdotes Antonio León Ortiz y Cristóbal Gómez Garrido, se proyectó el acto de presentación de la Hermandad para los días previos al Miércoles de Ceniza de 2003, como hemos referido al comienzo. A la par se iniciaron las diligencias para la reorganización canónica de la cofradía, cuyos trámites llegaron a buen fin en marzo de 2005, con la confirmación episcopal y la aprobación de los Estatutos, gracias a las gestiones y desvelos de nuestro consiliario, Miguel Varona Villar.

Fueron unos años de intensa actividad, años de tropezar, levantarse y reemprender el camino. Años de vértigo en los que se afrontaron las necesarias tareas que requería aquella oportunidad histórica: devolver a Montilla la imagen de Cristo Crucificado decana de su Semana Mayor y la esencia de su cofradía pasionista más antigua, la Vera Cruz, germen de los ritos penitenciales que originaron la religiosidad popular y el sentimiento cofrade en los amplios territorios de la Monarquía Hispánica.

Los objetivos propuestos de este período constituyente tuvieron una doble vertiente. De una parte, había que acometer la recuperación del escaso y maltrecho patrimonio que había resistido al medio siglo de ignorancia y olvido; a su vez, era determinante fundamentar con sentido histórico y forma estética el proceso de reorganización de la antigua corporación, además de rescatar los elementos y matices básicos de su propia identidad, para que todo ello quedara plasmado en la regularización administrativa y legal de la cofradía, desde la perspectiva del siglo XXI.

Un momento de una de las visitas a Granada para conocer
el proceso de restauración del Cristo de Zacatecas
La restauración de la hechura del Crucificado indiano fue el primer objetivo a cometer. No era tarea fácil, dada la singularidad y características artísticas de las que se compone. Se apostó por una intervención científica en la facultad de Bellas Artes de la universidad de Granada, emprendida por los especialistas Carmen Bermúdez y Pablo F. Amador, en los meses centrales de 2004.

A la par fueron restauradas por el orfebre local José Pedraza Luque la corona y potencias de plata. Por consejo de los restauradores, hubo que realizar una nueva cruz para el Cristo, que fue donada por Rafael Arroyo Pérez. Igualmente, se elaboraron unos clavos metálicos nuevos, fruto de la destreza y generosidad de José Manuel Aguilar. Poco después llegó la cartela del «INRI», que es obra y obsequio del artista Antonio Bernal.

También, ese mismo año se acometió la realización del nuevo estandarte (hoy bandera), cuya pintura fue donada por la artista montillana María José Ruiz. Por su parte, la confección en terciopelo verde y bordado en oro fino fue encomendada al cordobés Antonio Villar.

El año 2005 ocupó toda nuestra atención la Virgen del Socorro. El artista elegido para el estudio y restauración de la antigua imagen fue Antonio Bernal Redondo, que determinó la inviabilidad de recuperar la maltrecha efigie mariana de candelero, que se encontraba en un estado deplorable, ocasionado por una desafortunada intervención en 1947. Ante tal situación, se decidió encargar un nuevo icono de la Madre Dios dolorosa al citado imaginero, el cual alojaría en su seno la cabeza y manos de la antigua, previa autorización de la autoridad diocesana.

Finalmente, la nueva efigie de Ntra. Sra. del Socorro fue bendecida el día 11 de diciembre, Domingo de Gaudete, de aquel año, por el canónigo arcediano de la S.I.C. de Córdoba, Fernando Cruz-Conde, en la que actuaron de padrinos los Condes de Prado Castellano, Miguel Ángel de Cárdenas y María del Carmen Jiménez-Alfaro, siendo ella nombrada asimismo Camarera de Honor de la dolorosa.

Antonio Bernal ante el busto en terracota de la Virgen del Socorro

Del resto de bienes y enseres de la antigua cofradía tan sólo se pudo recuperar parte del ajuar de la anterior imagen de la Virgen de Socorro (que hoy luce la actual cotitular), además de la Cruz de Guía, que en los años 60 del siglo XX había sido depositada en la casa de San Juan de Ávila. Esta original pieza será restaurada por Rafael Portero de la Torre en 2012.

La otra gran inversión material a la que se hizo frente fue la construcción de un nuevo trono para nuestros Sagrados Titulares. De líneas tardorrenacentistas, su diseño está inspirado en el retablo de la capilla sacramental de la parroquia de Santiago. Está realizado en madera de ukola que fue donada por Miguel Castro Cruz (+). Por su parte, la campana de llamar a los costaleros fue aportada por Rafael Salido Sánchez.

Paralelo a esta intensa actividad, hubo que acometer el complejo proceso de recomponer la idiosincrasia de la cofradía en sus cultos internos y externos. Se inició una campaña de búsqueda de documentación escrita y gráfica, así como de recogida de testimonios orales tanto de montillanos que habían pertenecido a la extinta hermandad como de sus familiares y descendientes. Era necesario reunir la mayor información posible de aquellos longevos testigos que participaron del pasado más cercano de esta centenaria devoción.

De igual modo, fue indispensable la presentación de un informe histórico a las autoridades diocesanas para documentar la existencia de la primitiva cofradía y su permanencia a través de los siglos sin que hubiera una interrupción temporal superior a cien años. La compilación de datos procedentes de documentos, bibliografía y testimonios fue fundamental para recabar numerosos detalles desconocidos, que nos permitieron conocer las distintas formas de venerar a nuestros Sagrados Titulares en los siglos pasados.

Una de las primeras instantáneas tomadas a la nueva imagen
de Ntra. Sra. del Socorro, aún en el taller de Antonio Bernal

Todo ello nos ayudó a recomponer los diferentes cultos internos y externos, sus fechas y particularidades. Especial atención se prestó a la estación de penitencia, dado que es el acto religioso de mayor trascendencia y proyección de una cofradía. Se optó por recuperar todos aquellos matices característicos de las hermandades de la Vera Cruz, entre ellos, los colores distintivos tales como el verde oscuro, en alusión al “leño verde” (Lucas 23, 27-31), y negro como señal de luto por la muerte de Cristo. 

Asimismo, se propuso un modelo de cortejo procesional donde predominara la austeridad, el recogimiento y la disciplina, acorde al «paso evangélico» que la cofradía representa y manifiesta públicamente por la calles de Montilla: Dios Hombre Salvador, exánime en la Cruz después haber pronunciado sus últimas Siete Palabras, sólo acompañado de su Madre –Stabat Mater dolorosa Iuxta crucem lacrimosa– quien nunca le abandona y en su agonía le socorre al pie del madero, un instrumento de suplicio y muerte que va a convertirse en el árbol de la vida y en símbolo universal del amor fraterno.

Es por ello que la estación de penitencia fue concebida en su más estricto significado, donde los hermanos penitentes tuvieran la oportunidad y el privilegio del anonimato que ofrece el cubrerrostro para acompañar a sus Titulares meditando interiormente la pasión y muerte de Cristo, bien alumbrando –y anunciando– el camino de la vía dolorosa montillana o portando sobre sus hombros el simpar simulacro del Calvario, cada Martes Santo.

Para revestir de mayor solemnidad y magnificencia el cortejo procesional se propuso la  incorporación de una escolta militar al trono de los Sagrados Titulares, en consideración a los históricos honores regios que desde tiempo inmemorial han ostentado el Santísimo Sacramento y las sagradas imágenes de Dios y la Virgen en el reino de España.

Desde la primera salida procesional de esta nueva etapa los miembros
del laureado Regimiento "Córdoba" 10 han venido escoltando a los
Sagrados Titulares de la Vera Cruz cada Martes Santo

Asimismo, se recuperó el toque de campanas propio que posee nuestro titular. Una composición sonora ideada en 1943 por el campanero y muñidor Francisco Gómez Vela «Frasquito el ciego», quien la denominó “Semidoble de Zacatecas” y estrenó en la salida procesional de aquel año. Igualmente, recuperamos otro de los sonidos clásicos de la vida cotidiana en las calles y plazas de la cuidad, me refiero a las olvidadas campanas de muñir, que otrora anunciaba y congregaba al vecindario, ahora serían empleadas para ordenar el cortejo y advertir al vecindario el transitar de la estación penitencial.

Y así, envuelta de sobriedad, nostalgia y simbolismo, la Vera Cruz volvió a cruzar el pórtico del viejo templo jacobeo montillano para hacer estación de penitencia y manifestación pública de fe el día 11 de abril, Martes Santo, de 2006. Fruto de la gran acogida que los montillanos mostraron en aquellos primeros años hacia la estación penitencial, atraídos por el carácter ordenado y tradicional que se había manifestado en las calles de la ciudad, la cofradía reconoció a uno de los artífices de aquella simbiosis, como fue –y es– el Regimiento “Córdoba” nº 10, quien fue nombrado Hermano Mayor Honorario en cabildo general extraordinario de 11 de enero de 2008, y que desde entonces no falta a su cita anual con Montilla.

Con el paso de los años, la hermandad ha ido creciendo en su número de hermanos y devotos. Cada día que pasa nuestros Sagrados Titulares son más visitados y venerados, conocidos y reconocidos, no sólo en ámbito religioso sino también en el plano histórico y artístico.

Después de dos décadas, este hermoso proyecto de devolver a Montilla su cofradía penitencial más antigua aún no parece estar consolidado. Queda mucho trabajo por hacer, además de mantener el compromiso de seguir remando todos a favor del afianzamiento de la hermandad, de respetar su personalidad e identidad que son los cimientos y pilares maestros de este edificio espiritual que –entre muchos– hemos logrado reconstruir, para que quienes contemplan al Santo Cristo de Zacatecas y a Ntra. Sra. del Socorro dentro o fuera del templo parroquial vea en sus rostros a Dios y a su bendita Madre, y reconozcan en ellos el misterio de la Cruz. 

¿Lo conseguiremos o habrá que sucumbir ante la presión de intereses exógenos y demás caprichos personalistas en detrimento del común general que en estos veinte años nos hemos dado y aprobado según el ordenamiento canónico?


Nota: Por temor a olvidar el nombre de alguna de las muchas personas que han dedicado su tiempo, esfuerzo y recursos para hacer realidad el proceso de reorganización de esta cofradía, sólo me he limitado a citar a los consiliarios, artistas y donantes principales.


*Artículo publicado en la revista Vera+Crux de Montilla. Año XX, nº 21; págs. 33-37. Marzo, 2023.