viernes, 3 de mayo de 2024

UNA EFEMÉRIDE Y UNA PROPUESTA*

En el rostro del Santo Cristo de Zacatecas se
refleja fielmente la dureza de la muerte de Cruz.
Cuántas generaciones de montillanos a lo largo de
los siglos habrán comprendido en la contemplación
de su agonía el misterio de la fe cristiana.
(Foto: Jaime)
Se acerca una fecha significativa para la historia de esta cofradía. Su titular, el Santo Cristo de Zacatecas, pronto cumplirá 450 años de su llegada a Montilla.

Como es sabido, el indiano Andrés de Mesa –un montillano enriquecido en sus años de residencia en el virreinato de Nueva España– a su regreso decidió incorporar al equipaje familiar una de aquellas imágenes de Cristo crucificado, de hechura portentosa y liviano peso, que los obradores mexicanos componían a base de caña de maíz empleando técnicas aprendidas de artistas indígenas; imágenes que tan buen fruto catequético y devocional estaban logrando en aquellos recónditos territorios donde los misioneros españoles asumieron la difícil empresa de llevar la fe cristiana.

A su llegada a Montilla, el impacto que causaría en la población hubo de ser imponente, como la silueta de su figura. Porque hemos de recordar que fue una imagen de Cristo en la Cruz extraña a los ojos y al corazón de paisanos y foráneos, la primera de procedencia ultramarina –de tales dimensiones y características– que llegaba a tierras cordobesas.

La cofradía pronto se apresuró a recibir la donación del «Santo Cristo» y elevó aquel acuerdo a escritura pública el día 10 de septiembre de 1576, vísperas de la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz. Como era lo propio, los oficiales de la Vera Cruz asignaron la titularidad de la corporación a la nueva imagen, iniciándose así una relación indisoluble entre el Crucificado mexicano y Montilla.

Han sido más de cuatro siglos donde los ojos moribundos del Señor de Zacatecas han conocido a generaciones y generaciones de nuestros antepasados, quienes le confiaron sus anhelos y secretos, sus plegarias y penitencias, sus adversidades y gozos. Y a pesar de representar a Jesús muerto en la Cruz no deja de ser un referente en la historia viva de la piedad popular montillana, un icono de Dios-Hombre que no deja indiferente a quien lo contempla.

Además, desde que fue estudiado por el historiador americanista Antonio García-Abásolo y después restaurado por el investigador y conservador especializado en la materia Pablo Francisco Amador, el Crucificado novohispano se ha revelado como una de las obras artísticas más singulares del rico patrimonio sacro que nuestra ciudad atesora, como lo vienen acreditando últimamente numerosos trabajos de investigación, estudios académicos y universitarios, gracias a su original tipología y al buen conocimiento de su pasado.

Como ejemplo, baste recordar su reciente visita al Museo Nacional del Prado para participar en la exposición Tornaviaje, Arte iberoamericano en España, celebrada entre los últimos meses de 2021 y los primeros de 2022, donde fue seleccionada entre poco más de un centenar de obras de toda la geografía española.

El año 2006 el Cristo de Zacatecas volvía a las calles de 
Montilla en Semana Santa, como titular de la restablecida
cofradía de la Vera Cruz. En la imagen, un momento de 
aquel histórico Martes Santo a su paso por el paseo de 
Cervantes. (Foto: Jaime)

En el Cristo de Zacatecas se funden la fe y la historia, religiosidad y antropología, la materialidad de lo humano y la trascendencia de lo divino. Es la herencia de un encuentro entre dos mundos. Es mucho más de la emoción que percibimos un Martes Santo a la caída de la tarde, cuando las campanas de la torre centinela anuncian su salida. Por tal motivo no merece que tan significada fecha pase desapercibida, sin pena ni gloria, pues la imagen goza de arraigo devocional e identidad suficientes como para conmemorar esta efeméride.

Para ello, es necesario crear un equipo de trabajo que centre sus energías y capacidades en configurar un nutrido programa de actividades en torno a su figura y a la razón de lo que representa.

Este aniversario puede ser una gran oportunidad de transmitir y divulgar a todos los ámbitos de la sociedad el amplio universo que envuelve a tan singular Crucificado que, como ya se sabe, su imán sobrepasa los límites geográficos de nuestra propia ciudad.

Son muchas las posibilidades que ofrece la ocasión y aún se está a tiempo de ponerlas en marcha. Para ello hace falta voluntad, ganas de trabajar, aunar esfuerzos y, cómo no, recursos y patrocinadores. Pero con fe todo se alcanza.

No dejemos pasar esta gran oportunidad que nos brinda la Historia y nuestro preciado Titular nos demanda.


*Artículo publicado en la revista Vera+Crux, Año XXI, nº 22, págs. 12-13 (Montilla, Cuaresma, 2024)