viernes, 3 de abril de 2020

RETABLO POPULAR DE LA SEMANA SANTA DE MONTILLA

El texto que a continuación se publica, corresponde al guión elaborado para una presentación que hice de la Semana Santa de Montilla invitado por la Fundación Miguel Castillejo, quien organizó un ciclo de ponencias en su sede cordobesa de la Plaza de las Doblas durante la Cuaresma del año 2012, y que llevó por título «Estampas de la Semana Santa en la provincia». Para la exposición audiovisual conté con fotografías de mi buen amigo Jaime Luque, de las cuales algunas aparecen ilustrando al texto.

Excmo. Sr. Presidente de la Fundación, autoridades, cofrades, amigos todos. Quiero que mis primeras palabras sean de agradecimiento, para los miembros de la Asociación "Amigos de Montilla", que han confiado en mí para desarrollar esta ponencia sobre la Semana Santa de nuestra ciudad.

Después de mantener varios contactos con don Antonio García Uceda, a quien también agradezco sus palabras de presentación,  consideré oportuno aprovechar la ocasión que nos brinda la Fundación Miguel Castillejo a las localidades de la provincia, para presentar una exposición general de esta arraigada fiesta que es la Semana Santa. Su devenir histórico, sus costumbres y tradiciones, así como las singularidades artísticas, escénicas y populares. Porque, como todos sabemos, no hay dos Semanas Santas iguales, ni en el tiempo, ni en la forma, ni en el espacio.

Comenzaremos haciendo un breve recorrido por el pasado de las cofradías montillanas, que nos indicará la identidad de cada una de ellas, camino éste que desembocará en nuestros días.

La proliferación de las hermandades y cofradías en Montilla se inicia en la mitad del siglo XVI donde ya está plenamente establecida la primitiva Cofradía de la Santa Vera Cruz, cuya disciplina realizan la noche del Jueves Santo portando un Cristo Crucificado y una Dolorosa. El Concilio de Trento trajo consigo una serie de decretos ecuménicos favorables a la veneración de imágenes y reliquias, que pronto calaron en la religiosidad popular montillana.

Ejemplo de ello, vemos cómo en las décadas postreras de la citada centuria se erigen en la villa que fuera capital del marquesado de Priego dos nuevas cofradías penitenciales, la Soledad y Angustia de Nuestra Señora, en 1588, y la de Jesús Nazareno y Santa Cruz de Jerusalén, en 1590, que bajo la protección de los conventuales agustinos efectuarán sus ritos penitenciales el Viernes Santo.

Del mismo modo, la cofradía de la Vera Cruz incrementa su guión procesional con la incorporación de nuevos pasos, tales como el Señor  Ecce Homo, en 1597, Amarrado a la Columna, en 1601, y así hasta completar la iconografía de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, ya entrado el siglo XVII.

En 1625, en pleno apogeo barroco se funda la última de las cofradías históricas de la Semana Santa montillana, cuyos titulares serán Cristo en la Oración del Huerto y la Virgen dolorosa de la Pura y Limpia Concepción. Esta nueva corporación nace en el seno del convento hospitalario de San Juan de Dios en una época de gran fervor inmaculista, y procesionará la tarde del Miércoles Santo. 

Durante la segunda mitad del siglo XVII aparece la nueva cofradía de la Soledad y Santo Entierro de Cristo como resultado de la segregación de la antigua hermandad de las Angustias, que a consecuencia de esta división incorpora como cotitular un Cristo Amarrado a la Columna. Aunque desde ese momento serán dos corporaciones independientes, ambas compartirán capilla y día de salida procesional que, como hemos referido anteriormente, ocuparán la tarde noche del Viernes Santo.

En este período, la figuración de la pasión de Cristo se dramatizará en las calles y plazas de la ciudad, llevándose a cabo en la salida de cada una de las cofradías los conocidos sermones del paso. Asimismo, se organizan estaciones donde las imágenes adaptadas con articulaciones para su movilidad protagonizarán escenas como el Descendimiento de la Cruz y la Bendición a los campos, ésta última efectuada por parte de Jesús Nazareno, y que aún se mantiene en nuestros días la mañana del Viernes Santo teniendo lugar en el paseo de Cervantes.

Así quedó configurada la Semana Santa histórica montillana hasta finales del siglo XIX, tiempo en que las cofradías quedaron muy mermadas a causa de la incautación de sus bienes, mediante los procesos desamortizadores de las políticas liberales, a lo que también hay que sumar la introducción del nuevo pensamiento ilustrado, que consideraba a estas centenarias asociaciones religiosas como un lastre arcaico heredado del Antiguo Régimen.

Aquel envite, suscitado por los que regentaban el poder político, no fueron capaces de contenerlo las cofradías de las Angustias y la Concepción Dolorosa, que desaparecerían para siempre.

Ya iniciado el siglo XX se reconfigura el ámbito cofradiero en la ciudad. Se vuelven a organizar las antiguas cofradías de Jesús Nazareno, Soledad y Santo Entierro de Cristo, así como la Hermandad del Cristo de Zacatecas en la Parroquia de Santiago, crucificado titular de la Vera Cruz cuya primitiva ermita había sido derribada en el lustro napoleónico para construir sobre su solar el primer cementerio que tuviera Montilla.

También, se funda la nueva cofradía de Jesús Preso en 1914, junto con la primera corporación de Soldados Romanos, que lo hizo un año antes bajo  evidente influencia de la vecina población de Puente Genil. De la aparición de estos dos nuevos colectivos en la Semana Santa surgirá una de las tradiciones más arraigada en el tiempo: El Prendimiento. Desde aquel año, y a la caída de la tarde de cada Jueves Santo, los Romanos ejecutan la orden de apresar a Jesucristo en la céntrica Plaza de la Rosa, escenario convertido desde entonces en un bíblico Getsemaní montillano.

Así transcurren “los felices años veinte” del pasado siglo, donde las  cofradías incorporan nuevos pasos a su guión procesional. Con la llegada de la Segunda República, como es conocido, la religión católica atravesaría uno de los momentos más difíciles de su historia en España. Las cofradías no fueron ajenas a aquella dura realidad que no les permitía cumplir con sus Reglas.

Aquella opresión antirreligiosa produce un efecto pendular tras la Guerra Civil, con el resurgimiento de un nuevo movimiento cofrade en Montilla. Durante los años centrales del siglo XX se fundan las hermandades del Cristo del Amor en 1941 y la popular Borriquita en 1945, ambas en el seno del Colegio Salesiano. A estas, seguirán la de Cristo Resucitado en 1947 y la Santa Cena en 1956, cerrando este período la hermandad del Cristo de la Misericordia, creada en 1973.

Como es sabido, los últimos años de la centuria anterior son testigos del reciente auge cofrade que hoy vivimos en Andalucía. Montilla no ha sido ajena a esta insólita corriente, caracterizada por los evidentes matices importados de la influyente estética sevillana. Matices que podemos distinguir en las nuevas hermandades constituidas, tales como la del Cristo de la Juventud en 1988, la del Sagrado Descendimiento en 1993 y, por último, la del Señor de la Humildad y Paciencia un año después.


Esta diversidad ornamental en las cofradías montillanas otorga a nuestra ciudad una fisonomía plural, a la vez que peculiar, en Semana Santa. A través de los 27 pasos y tronos que procesionan las 12 hermandades por las calles y plazas de la ciudad en nuestros días, podemos contemplar la pasión, muerte y resurrección de Cristo, advirtiendo en cada una de ellas sus más arraigados usos y costumbres, expresados en el valioso patrimonio artístico que los años le han ido transfiriendo de generación en generación.

Por ello, no es difícil encontrarse en Montilla cualquier día de su Semana Mayor una perfecta simbiosis entre la imaginería pasionista de ayer y de hoy, obras artísticas salidas de los más renombrados talleres cordobeses, que desde el siglo XVI y hasta nuestros días han regentado autores como Juan de Mesa “el Mozo”, Rodrigo Mexía, Pedro Freila de Guevara, Cristóbal de Guadix, las hermanas Cueto, Manuel Garnelo Alda, Amadeo Ruiz Olmos, Miguel Arjona Navarro, Miguel Ángel González Jurado, Francisco Romero Zafra, o del mismo Antonio Bernal Redondo, creador contemporáneo que más producción ha dado a la ciudad, entre las que podemos contemplar su primer conjunto escultórico completo: el misterio del Sagrado Descendimiento.
Esta nueva imaginería ha quedado plenamente fusionada junto a obras de artífices aún anónimos, que recuerdan el inigualable y clásico quehacer de la escuela granadina de Mena y Cano, adivinada en las formas de la dolorosa de la Soledad o del Cristo de la Humildad, al igual que se percibe la hispalense gubia de Roque Balduque en el perfil renacentista del Crucificado de la Yedra.

Aunque, si por su antigüedad, originalidad y calidad plástica hemos de destacar alguna imagen, nos hemos de detener ante el Santo Cristo de Zacatecas, que llegado a Montilla procedente de México en 1576 trajo consigo una insólita técnica artística basada en la caña de maíz y otros elementos prehispánicos, que le otorgan una serie de características inconfundibles.

Cada Martes Santo, todo aquel que lo desee tiene la oportunidad de descubrirlas y apreciarlas a lo largo de su nocturno recorrido, cuando sale majestuosamente escoltado por sus hermanos honorarios del Regimiento de Infantería Mecanizada “Córdoba” nº 10. 

Pero la Semana Santa de Montilla no sólo son cofradías, la música también ocupa un destacado lugar desde la Ceniza a la Pascua. En la enfatizada formación educativa que los Salesianos imprimieron desde los albores del siglo XX en la ciudad, está reflejada la pasión de los montillanos por la música. Heredera de aquella labor, la ciudad goza en la actualidad del buen hacer de la Banda de Música “Pascual Marquina”, de la Agrupación MusicalLa Unión”, del Cuerpo de Romanos de Jesús Preso, que ejecuta el acto del Prendimiento, y por último de los acordes marciales de la Centuria Romana Munda, asociación que también desarrolla un amplio elenco de actividades, entre las que sobresale la Sentencia de Cristo.


También destaca por su singularidad la Representación Dramática de “La Pasión”, que desde 1992 se escenifica el día anterior al Domingo de Ramos por la Asociación cultural del mismo nombre, cuyo fin principal es interpretar el drama de la Pasión, haciéndose eco del mensaje de amor que lo originó, y dando vida a los personajes que intervinieron en los acontecimientos acaecidos en Jerusalén hace dos mil años.

Tal representación está dividida en tres actos y diecisiete cuadros, donde participan más de 300 personajes, así como otro medio centenar de colaboradores y técnicos que detrás de los escenarios velan para que toda la escenografía esté a punto.

Como habrán podido comprobar en este retablo, sólo he pretendido ensamblar la pasión según Montilla, valiéndome para ello de las más destacadas piezas de las que se compone nuestro patrimonio espiritual, histórico y artístico.



Como epílogo a esta intervención, tan sólo me resta invitar a cada uno de los aquí presentes a conocer la Semana Santa de la tierra que vio nacer a San Francisco Solano y morir a San Juan de Ávila, donde podrá descubrir sus profundas costumbres, impregnadas de infinidad de matices y detalles que no se pueden relatar en una ponencia, porque forman parte de la memoria inmaterial producida por los sentimientos y la fe de quien busca revivir cada año la pasión de Cristo y el dolor de su Madre, bajo la centenaria y anónima pátina de la tradición popular.

Muchas gracias.