Gonzalo
Fernández de Córdoba nace en el castillo de Montilla en marzo de 1453. Es el
tercer hijo de Pedro Fernández de Córdoba y Elvira de Herrera y Enríquez,
Señores de Aguilar. Con apenas dos años queda huérfano de padre, por ello la
madre encomienda su educación a Diego de Cárcamo, con quien parte en 1466 para
la corte del infante don Alfonso, hasta que se produce la muerte de éste dos
años después.
En septiembre de 1468, Enrique IV reconoce a su hermana Isabel como su sucesora en el trono castellano, en el tratado de los Toros de Guisando. Gonzalo vuelve a Córdoba, donde en 1470 valora la posibilidad de tomar el hábito de la religión de San Jerónimo, idea que no resultará. Durante esos años permanece ocupado en el ejercicio de varios cargos públicos locales y en asuntos familiares.
En septiembre de 1468, Enrique IV reconoce a su hermana Isabel como su sucesora en el trono castellano, en el tratado de los Toros de Guisando. Gonzalo vuelve a Córdoba, donde en 1470 valora la posibilidad de tomar el hábito de la religión de San Jerónimo, idea que no resultará. Durante esos años permanece ocupado en el ejercicio de varios cargos públicos locales y en asuntos familiares.
El
18 de septiembre de 1474 contrae matrimonio con Isabel de Sotomayor prima suya
e hija del Señor del Carpio. Celebrados los esponsales, recibe de su hermano
mayor, Alonso, la alcaldía de Santaella, villa en la que será hecho prisionero
por su pariente el Conde de Cabra, quien lo mantiene retenido durante tres años
y medio en Baena, por disputas de banderías familiares. Aquellos altercados serán
pacificados por la ya reina Isabel de Castilla, que intercede para poner fin a
los mismos y a la liberación de Gonzalo.
Desde
1475 el reino castellano se hallaba inmerso en una guerra de sucesión por la
corona de Enrique IV. A pesar de haber sido acordada la transmisión de la
monarquía a Isabel, los nobles partidarios de su sobrina, Juana, apoyados por
Portugal, defendieron con las armas los derechos de “la Beltraneja”.
Será
en los últimos compases de este conflicto dinástico donde Gonzalo recibirá su
bautismo de fuego y destacará por sus dotes militares. El enfrentamiento
acontecido en la fronteriza tierra de La Albuera (Badajoz) en febrero de 1479
será el escenario de su primera batalla y su primera victoria, además de ser el
último combate de la guerra en el cual la corona castellana queda
irreversiblemente unida. Tras la derrota portuguesa, en septiembre se firmará
la paz en Alcazovas. Al gozo del triunfo, a Gonzalo se le suma el dolor de la
pérdida de su mujer y primera hija, ya que ambas fallecen durante el parto.
En
1482 comienza la Guerra de Granada. Ese año, el segundón de la Casa de Córdoba y Aguilar participa en el socorro de
Alhama. Al año siguiente conoce a
Boabdil, tras ser capturado el rey moro en Lucena. En mayo y junio de
1486 participa notoriamente en la toma de Loja e Íllora, siendo nombrado
alcaide de esta última villa.
Preside la plaza de las Tendillas, epicentro de Córdoba,
la efigie ecuestre de El Gran Capitán, imaginado por
el escultor Mateo Inurria, inaugurada en 1923.
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En
febrero de 1489, relajada por el invierno la contienda, Gonzalo celebra sus
segundas nupcias con María Manrique de Lara, hija de Fadrique Manrique de
Castilla y Beatriz de Figueroa, con quien tendrá tres hijas, aunque sólo una –Elvira–
será su sucesora y heredera.
La
guerra prosigue su curso, y este año se rinden a las banderas castellanas las
ciudades de Baza, Guadix y Almería. En 1490 se inician las negociaciones con
los nazaritas granadinos para dar fin al conflicto bélico. Gonzalo es uno de
los comisionados por los Reyes Católicos, ya que a sus dotes diplomáticas hay
sumar su amistad con Boabdil y el conocimiento de la lengua y costumbres
árabes, dado que es un hombre de frontera. Un año después comienza el cerco a
Granada, que es rendida el 2 de enero de 1492, cerrándose así la larga etapa de
presencia islámica en la península ibérica.
Anexionado
el reino granadino a la corona castellana se suceden varios años de paz. Los
monarcas recompensan los trabajos de Gonzalo con las encomiendas santiaguistas
de Valencia del Ventoso (Badajoz) y Guadalcanal (Sevilla), el Señorío de Órgiva
y las alcaidías de Íllora, Loja y Castell de Ferro (Granada).
En
1493 Gonzalo acompaña a Boabdil hasta Fez, ciudad marroquí en la que sitúa su
exilio. Durante este período también encontramos a Gonzalo por la tierra que le
vio nacer, resolviendo asuntos familiares.
En
1494 el rey de Francia, Carlos VIII, invade Nápoles tras cruzar la península
italiana sin obstáculo alguno. El rey napolitano, Ferrante II, huye a Sicilia
donde espera el socorro de la “Liga Santa” formada por varios estados europeos
encabezada por la monarquía hispánica, que afirma así la defensa de sus
intereses en Nápoles.
En
febrero de 1595 Gonzalo es nombrado jefe del cuerpo expedicionario que los
Reyes Católicos envían a Italia para frenar la ofensiva francesa sobre el reino
de Nápoles, la expedición parte del puerto de Cartagena y desembarca en la
costa siciliana de Mesina el 24 de mayo, siendo recibida por el monarca napolitano.
El
primer choque con el ejército francés se produce en Seminara, donde las tropas
de la Santa Liga mandadas por Ferrante II sufren su primer revés, ya que el
monarca desoye los consejos de Gonzalo. A partir de entonces el rey cede el
mando al general montillano, que acentúa la disciplina de las tropas,
reorganiza la estructura del ejército, modifica el armamento y la estrategia de
combate.
La
reestructuración táctica comienza a dar sus frutos, iniciándose una sucesión de
victorias. La primera de ellas tiene lugar el primer día de julio de 1496 en Atella, donde
rinde la fortaleza ocupada por el ejército francés. Se gana el apelativo de
«Gran Capitán», que le acompañará el resto de sus días.
Poco
después, el pontífice Alejandro VI reclama la ayuda de Gonzalo para liberar la
ciudad portuaria de Ostia, donde los franceses se habían hecho fuertes. El Gran
Capitán acepta la empresa y en marzo de 1497 libera la estratégica plaza romana.
El papa Borgia lo recibe en Roma y le premia con la Rosa de Oro, máxima
condecoración pontificia. Acabada la
campaña, vuelve a Nápoles, donde Ferrante II le concede el ducado de
Santángelo.
Hasta
mediados de 1498 permanece Gonzalo en suelo italiano. Regresa a España y es
recibido por los Reyes Católicos en Zaragoza. Viaja a Andalucía, para reunirse con su familia. En Granada le
sorprende una revuelta morisca a comienzos del año 1500, en cuya pacificación
participa.
A
mediados del citado año es nombrado jefe de un ejército compuesto por los
países europeos que componen la “Santa Liga”, cuya misión es reconquistar las
islas jónicas de Corfú y Cefalonia que habían sido arrebatadas por los turcos a
los venecianos. En la segunda mitad de 1500 acontece la campaña, que culmina
con el asedio y toma del castillo de San Jorge, el 24 de diciembre. Don Gonzalo
recibe de la República de Venecia el título de Gentilhombre, en agradecimiento
a la reconquista de las islas y, sobre todo, a la primera derrota del imperio
turco, quien hasta entonces parecía invencible.
Ante
el empuje turco en el Mediterráneo, Francia y España acuerdan mediante el
Tratado de Granada ocupar el reino de Nápoles, el primero el norte y el segundo el sur. Para ejecutar la parte
española, en 1501 el Gran Capitán es nombrado por los Reyes Católicos
Lugarteniente General de Apulia y Calabria, y regresa a Nápoles con plenos
poderes para tomar posesión de tales territorios.
Se
pone en marcha la llamada segunda conquista de Nápoles. En marzo de 1502
ocupa las plazas pactadas de Tarento y Manfredonia, aunque pronto se rompe el
acuerdo hispano-francés por la delimitación de la frontera. El ejército del
Gran Capitán es asediado en Barletta, cuyo largo y penoso bloqueo de ocho meses
resiste y logra romper el 27 de abril de 1503.
Billete de cien pesetas expedido por el Banco de España en 1931, dedicado al Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba. |
Una
vez llegados los refuerzos, vence al ejército francés en la célebre
batalla de Ceriñola, que tendrá lugar al
siguiente día y donde caerá derrotado el Duque de Nemours. La sucesión de
victorias españolas y la confianza en el Gran Capitán hizo que los napolitanos
se decantasen por la causa hispánica. Por el contrario, los franceses
retroceden día tras día hasta que entrado el invierno plantan batalla a las
huestes españolas en los márgenes del río Garellano, donde una vez más son
derrotados por el Gran Capitán el 29 de diciembre, en una muestra más de su
talento militar. El diezmado ejército francés se repliega en la fortaleza de
Gaeta y es sitiado por las tropas españolas, lo que hizo presentar su
capitulación ante el Gran Capitán el 2 de enero de 1504, poniéndose fin a la
guerra.
Tras la derrota francesa, en los meses siguientes Luis XII de Francia y los Reyes Católicos
firman el tratado de Lyon, donde el primero reconoce la soberanía española
sobre Nápoles. En noviembre de aquel mismo año muere la reina Isabel la
Católica.
Gonzalo
Fernández de Córdoba es nombrado Virrey de Nápoles, cargo que ocupa hasta 1507.
Durante ese período reorganiza la defensa y administración del reino. En
agradecimiento, los Reyes Católicos le otorgaron el título de Duque de
Terranova.
Durante
los años de gobierno de Gonzalo en Italia surgen ciertas desavenencias con la
corte española, alimentadas por los consejeros de Fernando el Católico. Ello
hizo que el rey de Aragón visitara Nápoles en 1507, quien a su llegada le
concede los ducados de Sessa, Andría, Montalto y Torremaggiore, además del marquesado de Bitonto, a la
par que le reclama la relación de gastos de sus campañas militares.
Con
la promesa de ocupar el maestrazgo de Santiago, lo releva en el gobierno
napolitano y ambos regresan a España, no sin antes hacer escala en Savona, donde los recibe el rey de Francia. Una
vez en España, el Gran Capitán se establece en Loja, donde espera nuevas de la
corte. Por su parte, el rey Católico olvida las promesas y lo condena al
ostracismo.
En
1508 Gonzalo asiste a la demolición de la fortaleza familiar de Montilla, en la cual había nacido y crecido junto a sus hermanos Alonso y Leonor. El castigo
fue impuesto a su sobrino, el primer marqués de Priego, que había encabezado
una rebelión de la nobleza cordobesa contra un comisionado de la corona.
Monasterio de San Jerónimo de Granada. En la capilla mayor
del templo está sepultado, por expreso deseo, el Gran Capitán.
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En 1552 sus restos mortales fueron trasladados al
templo gran renacentista, donde reposan bajo una blanca piedra mármol cuya leyenda
reza: Los huesos de Gonzalo
Fernández de Córdoba que, con su gran valor, se apropió el sobrenombre de Gran
Capitán, están confiados a esta sepultura hasta que al fin sean restituidos a
la luz perpetua. Su gloria no quedó sepultada con él.
Y
aunque el soldado murió, el mito aún sigue vivo después de cinco siglos.