El misionero San Francisco Solano. Óleo/lienzo que se conserva en el oratorio San Luis. |
Los archivos históricos de Montilla
han tenido durante siglos el privilegio de registrar entre sus legajos nombres
y apellidos que han trascendido de los límites del viejo reino de Córdoba, y
que hoy los podemos encontrar citados en la extensa historiografía española.
Uno de ellos es el párvulo Francisco, hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana
Ximénez Hidalgo, que fuera inscrito el 10 de marzo de 1549 en el libro segundo
de bautismos de la
Parroquial de Santiago. Tras su ingreso en la Orden Franciscana ,
los ecos de santidad que perseguían al asceta Fray Francisco Solano –nombre y
apellido– se vieron incrementados cuando el recoleto fraile decidió poner rumbo
a las Indias Occidentales, para llevar a los naturales de aquel Nuevo Mundo el Evangelio
y el Crucifijo. A los quince días de su fallecimiento, acaecido en Lima el 14
de julio de 1610, se abriría su proceso de beatificación, comenzando así su peregrinaje
hacia los altares y la popular consideración de santo y protector.
Solano, apellido originario de Navarra, no sólo ha dado vástagos montillanos
a la religión sino que también podemos encontrar este ilustre apellido en otros
paisanos que sobresalieron en las ciencias, las artes, las letras o las armas.
Tal es el caso de Juan del Barranco
Solano, que nació en la calle del Sotollón en diciembre de 1658 y tras servir a
la corona española durante varios años en Sicilia, –y al igual que Fray
Francisco Solano– embarcó rumbo al Nuevo Mundo. Partió en 1693 como ayudante de
teniente de Maestre de Campo General, y su brillante trayectoria le hizo
alcanzar años después la Capitanía General
y Gobernación de Isla Española (en la actualidad República Dominicana y Haití),
como también regentó la presidencia de la Audiencia y Real Chancillería de Santo Domingo,
su capital. Juan del Barranco Solano, regresaría a Montilla en 1710, falleciendo
nueve años más tarde.
También cabe recordar otro Solano de apellido que dio luz a la
intelectualidad científica europea en plena ilustración, como fuera el caso de
Antonio Pablo Fernández Solano, que naciera en 1744 y muriera en 1823 en su casa
solariega de la calle San Juan de Dios. Antonio Pablo inició su carrera
académica en el Real Colegio de Cirugía de Cádiz. Más tarde ocuparía la cátedra
de Física Experimental de los Reales Estudios de San Isidro de Madrid.
Pensionado por el Gobierno español, se traslada a Londres y París, donde
participó en varios congresos científicos, en los que su popularidad entre los
círculos intelectuales europeos le hizo ganarse el sobrenombre de “Sabio
Andaluz”. Tras su regreso a España, fue nombrado profesor de Fisiología e
Higiene del Real Colegio de San Carlos de Madrid, magisterio que ejerció hasta
su retiro en 1796, por enfermedad, a su tierra natal.
Estos son claros ejemplos de la
trascendencia del apellido Solano en Montilla, que con el correr del tiempo y
la beatificación del seráfico Francisco Solano el 25 de enero de 1675, el
apellido pasó a utilizarse como nombre compuesto. Ese mismo año, en el mes de
agosto, se bautizaría en la
Parroquial de Santiago el primer niño con el nombre de
“Francisco Solano” y la primera fémina en 1708, signo evidente de la veneración
que los montillanos profesaban por su paisano.
Es a partir de esta fecha cuando
el nombre de Solano eclipsa al apellido, hasta tal punto que en muchas de las
familias de la ciudad se bautizarán a uno de los hijos con el nombre del Santo
Patrono.
Varios han sido los montillanos
insignes que han llevado este nombre. Podemos traer a la memoria al doctor
Francisco Solano de Luque (1684 – 1738), incansable investigador médico, que fuera
renombrado como “El Pulsista” por sus dilatadas observaciones, descubrimientos
y publicaciones sobre el pulso. Como también al catedrático de la Imperial Universidad
de Granada, Francisco Solano Ruiz Polonio, que escribiera en verso la Vida del clarísimo Sol Montillano y la publicara en 1789.
Y asimismo podemos evocar al
artista decimonónico Francisco Solano Requena de Algaba, que ejerció como Jefe
del equipo de restauración del Museo Provincial de Sevilla y también Profesor
en la Escuela
de Bellas Artes y Oficios Artísticos de la capital hispalense, ocasión por la
cual tuteló los primeros pasos de la vida y formación académica en las artes
plásticas a José Santiago Garnelo y Alda, otro gran solanista en cuya obra de
temática religiosa dejó plasmada su devoción por San Francisco Solano. Al
pincel del profesor Requena debemos el conocido lienzo que representa al
Patrono de Montilla evangelizando a los nativos del Perú, que se encuentra en
el Ayuntamiento de nuestra ciudad.
Todos estos Solanos –de apellido o de nombre– guardan en común la bendita
gracia de haber recibido las aguas bautismales en la misma pila donde la
recibiera el hijo de Mateo Sánchez y Ana Ximénez.
*Artículo publicado en el Diario Córdoba, separata especial Feria de El Santo de 2009.
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