sábado, 24 de noviembre de 2012
MÁS DE CUATRO SIGLOS DE AGUSTINOS EN MONTILLA
martes, 6 de noviembre de 2012
EL MAESTRO JUAN DE ÁVILA Y LAS PRIMERAS EDICIONES DE SUS OBRAS (II)
Fray Luis de Granada, el primer biógrafo.
Impulsados por Ana Ponce de León,
Condesa de Feria, en 1584 proponen a Fray Luis de Granada[1], uno
de sus discípulos más sobresaliente en las letras de la época, escribir la vida
de su amigo y maestro Juan de Ávila. El asceta dominico, que ya contaba
entonces con ochenta años, había trasladado su residencia a Lisboa, lejos de
los inquisidores españoles que lo acusaban de escribir textos con trasfondo
erasmista y, pese a su avanzada edad y su debilitada salud, aceptó escribir la
vida del Maestro Ávila.
Los escritos del predicador del Andaluzía eran sumamente
conocidos y apreciados por toda la monarquía hispánica, su fama de santidad
contrajo la necesidad de escribir una biografía para que sus devotos conocieran
su intensa vida y sus grandes virtudes apostólicas.
Varios de los discípulos de Juan
de Ávila contemplaron la posibilidad de escribir la vida de su preciado
maestro. Entre ellos, los jesuitas Diego de Guzmán y Pedro de Rivadeneira, a
los que se le suman sus compañeros Juan Díaz y Juan de Villarás, quienes
asistieron al Maestro durante sus
últimos años.

Según aclara en el prólogo,
dedicado al común amigo Juan de Ribera, arzobispo de Valencia, fue incentivado
para recopilar la biografía por “la señora Condesa de Feria… la cual deseó
mucho que yo tomasse a cargo esta historia, a cuya santidad y méritos, esto y
mucho más se devía”[2].
El Licenciado Luis Muñoz,
biógrafo de ambos predicadores, narra la llegada de la noticia al dominico
granadino: “Y fue gran felicidad del Padre M. Frai Luis de Granada, y propia
alabança suya, el aver tenido esta amistad, y gozado del trato y comunicación
de varón tan santo. Y él se sintió tan obligado, y fue tan fino correspondiente
y amigo, que luego que el Padre Maestro Ivan de Avila pasó al descanso eterno, se
puso a escribir su vida, anciano ya y cargado de ocupaciones, que es la mayor
demostración de una amistad finísima”[3].
A manos del autor llegaron gran
cantidad de documentos y cartas del Maestro Ávila. Como explica en su apartado Al christiano lector “Primeramente aprovecheme de los memoriales,
que me dieron dos padres sacerdotes discípulos muy familiares suyos, que oy día
son vivos, que fueron el padre Juan Díaz, y el padre Juan de Villarás”, aunque,
de igual forma intervienen en la aportación de documentos los padres Diego de
Guzmán y Pedro de Rivadeneira. Todo esto se suma a las vivencias que Fray Luis
mantuvo con el Padre Ávila, como dejó reflejado: “Ayudarmehe también de lo que
yo supiere por aver tratado muy familiarmente con este padre… y así pude mas de
cerca notar sus virtudes, y el estilo, y manera de vida”[4].
Durante la redacción de la
biografía, Fray Luis mantiene correspondencia con Diego de Guzmán y con Juan
Díaz, siendo éstos los primeros en leer los pliegos manuscritos llegados de
Lisboa en los inicios de 1587, y que llevan por título: Obras del Padre Maestro Ivan de Ávila, predicador en el Andaluzia. Aora
de nuevo añadida la vida del Autor, y las partes que ha de tener un predicador
del Evangelio, por el padre fray Luys de Granada, de la Orden de Santo Domingo, y
unas reglas de bien bivir del Autor.
Este mismo año Juan Díaz solicita
los pertinentes permisos para llevar a la imprenta la biografía que es adicionada
junto a las obras avilistas. Los reparos de los inquisidores españoles no se
hicieron esperar, pues tanto Juan de Ávila como Fray Luis de Granada habían
estado procesados por el Santo Oficio y algunos de sus escritos formaban parte
del Índice y Catálogo de Libros
Prohibidos. La indignación del asceta dominico alcanzó tal grado, que su
respuesta fue recopilada por su biógrafo, el Licenciado Muñoz, en los
siguientes términos: “quando pidió licencia en el Consejo Real de Castilla para
sacarle a luz, con otras obras del Padre M. Ávila, algunas personas de poco
conocimiento de los méritos del Apostólico varón, le escrivieron, que no
convenía a su autoridad ser Coronista de un hombre particular, y que devía
desistir dello.” El padre Granada, contraviene a los prelados –del llamado– santo tribunal y “respondioles,
que si por autoridad lo llevaban, tenía él por medio no poco eficaz para
aumentarla, escribir la vida del Padre Ávila, a quien avia bien conocido, y a
cuyo conocimiento tenía en más que a la amistad y favor de los grandes del
mundo, por su mucha virtud y letras, y púlpito, con que avia ganado muchas
almas para Dios; y que quando en Castilla no se imprimiesse, él presentaría su
obra al Sumo Pontífice, y le suplicaría la recibiesse debaxo de su amparo, y la
favoreciesse”[5]. Finalmente, llegó la
aprobación apostólica, rubricada por el 2 de diciembre de ese mismo año por
Fray Bartolomé de Xea[6].
Los textos manuscritos del padre
Granada, junto con las obras del venerable Ávila, son llevados a la imprenta
que Pedro Madrigal regentaba en Madrid. El trabajo sale de las prensas el 5 de
octubre de 1588 e incluye la vida del Apóstol
de Andalucía en sus primeros 75 folios, unas Reglas muy provechosas para andar en el camino de nuestro Señor, publicadas
por primera vez, que comprenden los 8 folios posteriores; un Epistolario general para todos los estados,
prologado por Juan Díaz, dedicado al Cardenal Alberto, Archiduque de Austria,
que ocupan los siguientes 187 folios; y concluye el compendio con el Libro Espiritual, sobre el verso Avdi,
filia, et vide, &c. que se extiende a lo largo de los restantes 219 folios,
dedicado a Don Alonso Fernández de Córdoba, Marqués de Priego.
Tan sólo estaba falto de la
aprobación y tasación Real, que llegaba pocos días después, ya que en 1580
Felipe II concedió el privilegio para editar las Obras del Maestro Ávila al padre Juan Díaz “como cesionario que nos
dezis ser de Juan de Villarás”. Ocho años después éste solicita una prórroga de
la mencionada venia real para poder incluir así la biografía en las Obras,
siendo autorizada con las siguientes palabras: “Y por la presente por vos hacer
bien y merced, vos damos licencia y facultad, para que por tiempo de diez años
primeros siguientes, que corren y se cuentan desde el día de la data en
adelante, vos o la persona que vuestro poder huviere podays hazer imprimir y
vender la dicha parte que se añadió a los dichos libros.”[7] La
cédula está firmada en San Lorenzo de El Escorial, el 22 de octubre de 1588.
A partir de esta fecha, la
biografía príncipe del Maestro Ávila ve la luz pública. Es, probablemente, una
de las últimas obras del padre Granada, pues el anciano religioso encontraría
la muerte el 31 de diciembre de 1588 en Lisboa, a sus ochenta y cuatro años,
siendo Provincial de la Orden de Predicadores en el reino de Portugal.
Esta biografía será esencial para
iniciar el proceso de beatificación de Juan de Ávila en 1623 y se convertirá en
la base de todas las que se escribirán a la postre, siendo en la actualidad una
obra de referencia para los historiadores especializados en el universo
avilista.
NOTAS
[1] Fray Luis de Granada había sido confesor del
Conde de Feria. Tras su muerte, mantiene una estrecha amistad con su viuda, Ana
de la Cruz Ponce
de León, a quien le dedica en 1574 su obra Adiciones
al Memorial de la vida christiana, en las cuales se contienen dos Tratados: uno
de la perfección del Amor de Dios; y otro de algunos principales Misterios de la Vida de nuestro Salvador.
[2] Obras del Padre Maestro Ivan de Ávila… Al Serenísimo Príncipe, y
Reverendissimo Cardenal Alberto, Archiduque de Austria (Prólogo). s/f.
[3] Muñoz, Luis: Vida y virtudes del Venerable varón el P. M.
Fray Luis de Granada. De la
Orden de Santo Domingo. Madrid, 1639. Lib. 1º. c. VII, f.
20 v.
[4] Obras... Al christiano lector. f. 1 – 3 v.
[5] Muñoz, L. Vida… Lib. 1º. c. VII, f. 21.
[6] Obras… Aprobaciones. s/f.
[7] Obras… El Rey. s/f.
viernes, 21 de septiembre de 2012
EL MAESTRO JUAN DE ÁVILA Y LAS PRIMERAS EDICIONES DE SUS OBRAS (I)
La amistad de Juan de Ávila y Fray Luis de Granada.
Juan de Ávila nace hacia 1499, en
una solariega casa de Almodóvar del Campo de Calatrava. Hijo de Alonso de Ávila
y Catalina de Gijón, cursa durante varios años
Leyes en Salamanca, aunque antes de concluir su formación universitaria
se retira a su tierra natal, y tras un período de reflexión vuelve a marchar a
Alcalá de Henares para estudiar Artes y Teología. Ordenado sacerdote en 1526, decide
dedicar su labor misionera el Virreinato de Nueva España. Con tal propósito se
traslada a Sevilla, donde el arzobispo Alonso Manrique cambia su aspiración
inicial, animándolo desempeñar su obra evangelizadora en Andalucía.
Retrato del Maestro Juan de Ávila, publicado en 1635 |
Durante los nueve años siguientes,
predica por varias poblaciones de la archidiócesis hispalense. Entre 1531 y
1533 es objeto de un proceso inquisitorial del que sale absuelto.
Posteriormente, marcha a Córdoba donde conoce a Fray Luis de Granada, que se
encuentra en la ciudad califal reconstruyendo el clausurado monasterio dominico
de Scala Coeli, del que había sido nombrado prior.
Ambos predicadores coinciden en la
ciudad de Acisclo y Victoria emplazados por la noble casa de Priego y Feria “grandes
estimadores de hombres santos”. Durante el siguiente decenio se fraguará una
estrecha amistad entre ellos, como deja escrito Fray Luis “por haber tratado
muy familiarmente con este padre donde nos acaeció usar algún tiempo de una
misma casa, y mesa”.[1]
Juan de Ávila y Fray Luis se
encuentran asiduamente en las villas donde residen los marqueses: Palma del
Río, Priego de Córdoba, Zafra, y Montilla, lugar en el que estos nobles ubican
su definitiva residencia y capital de su señorío.
En 1545 Fray Luis abandona
Córdoba y se traslada a Badajoz para dirigir la fundación de su convento
dominico. Cinco años más tarde marcha a Évora, invitado por el arzobispo de esa
ciudad lusitana. En 1557 es elegido Provincial de la Orden de Santo Domingo en
Portugal.
Tras varios años de constantes
viajes por la geografía andaluza, el maestro Ávila acepta la propuesta de
Catalina Fernández de Córdoba, II Marquesa de Priego, de fijar su morada de
Montilla. Asentado en la villa en la que pasaría el resto de sus días, el Apóstol de Andalucía decide retomar su
labor espiritual y literaria, acompañado en todo momento de dos clérigos
discípulos: su amanuense Juan de Villarás y su sobrino Juan Díaz.
Durante su activo retiro, mantiene
un extenso epistolario con sus discípulos y amigos, de los que no pocos
adquieren relevancia intelectual en la época, llegando a alcanzar en algunos
casos la santidad. Entre otros, podemos citar a Ignacio de Loyola, Teresa de
Jesús, Juan de Rivera, Pedro Guerrero, Pedro de Alcántara o Fray Luis de
Granada. Asimismo, son muchos los místicos y ascetas que visitan su recoleta
casa montillana, buscando confesión o consejo, tales como Juan de Dios o
Francisco de Borja.
Una de las grandes devotas de la encendida
predicatoria y piadosa dirección espiritual del padre Ávila es Ana Ponce de
León, hija del Duque de Arcos, desposada con Pedro Fernández de Córdoba, Conde
de Feria e hijo de la
Marquesa de Priego, que enviuda con sólo veinticuatro años.
Tras la muerte de su esposo y de uno de sus hijos, manifiesta al padre Ávila,
su confesor, su deseo de consagrar el resto de su vida a la oración en el
seráfico convento de San Clara de Montilla, cenobio donde pasará el resto de
sus días dedicada a la contemplación. Sin duda, este hecho determinaría que
Juan de Ávila acabase fijando su residencia en este feudo de la diócesis cordobesa.
En este período, la producción
literaria del Maestro de Santos se
acrecienta de forma considerable, corrige su tratado del Audi, filia, que había sido impreso sin su autorización en 1556 y
ya estaba inserto en el catálogo de libros prohibidos por la Inquisición. Reformado
el texto original del tratado espiritual –que había visto la luz de manera
inoportuna–, el Conde de Palma lo intenta llevar a la imprenta bajo su
mecenazgo, aunque sin resultado favorable. Por si fuera poco, su debilitada salud
le impide conocer la edición impresa y corregida de su preciado tratado, pues
Juan de Ávila fallece el 10 de mayo de 1569 en su casa de Montilla, asistido
por su inseparable Juan de Villarás y acompañado por la marquesa de Priego y
por el rector del colegio jesuita de la villa.
Se imprimen los primeros escritos del Maestro Ávila. Audi, filia, Epistolario y Tratado del
Amor de Dios.
Tras la muerte del padre Ávila,
sus discípulos continúan con las diligencias para publicar el Audi, filia. El padre Juan de Villarás “que perseveró diez y seis
años en su compañía, hasta la muerte” queda como heredero universal de los
escasos bienes de su maestro, entre ellos, su archivo y biblioteca[2]. Su
deudo, Juan Díaz es el gran promotor de la empresa, patrocinada por D. Alonso
de Aguilar, Marqués de Priego, a quien está dedicada la obra por sendos
presbíteros[3].
Portada del Epistolario Espiritual, impreso en Madrid, 1578. |
El místico tratado, nuevamente
revisado y aprobado por el Santo Oficio, ve la luz pública en 1574. El padre
Villarás comparece en las escribanías públicas montillanas el 23 de septiembre
de 1575 con el propósito de otorgar poder a Juan Díaz, residente en Toledo,
“para que se imprimiesen tres mil libros de los
malos lenguajes del mundo, carne y demonio, y de los remedios contra ellos”[4] que
acabarán por salir de las prensas toledanas de Juan de Ayala y de las
matritenses de Pierres Cosin. Un año más tarde aparece una nueva edición en
Salamanca, tirada por el impresor Matías Gast, que retoma el título original de
Audi, filia, et vide, &c. Juan
Díaz se traslada a Alcalá de Henares en 1577, donde contrata con Antón Sánchez
de Leyva una reimpresión del texto dirigido a Doña Sancha Carrillo. En los dos
años sucesivos se publica por vez primera otra obra del Padre Ávila, el Epistolario Espiritual, que está dividida
en dos partes y sale de la imprenta complutense de Sánchez de Leyva y de la
matritense de Pierres Cosin.
El 6 de mayo y el 22 de octubre de
1580 Villarás concurre nuevamente ante escribano público “como heredero
universal que soy del padre maestro Juan de Ávila difunto que este se halló que
residió en esta dicha villa de Montilla” para otorgar su licencia por oficio
notarial “al padre Juan Díaz estante en la ciudad de Salamanca” para que “pueda
hazer imprimir y dar a imprimir y imprima dos libros el uno intitulado audi
filia y otro que es un epistolario y que imprima el primero y segundo volumen
los cuales dichos libros compuso el dicho padre maestro Juan de Ávila y se han
impremido en la impresión de la villa de Madrid corte de su Mg. y en la ciudad
de Toledo por provisión de su Mg. Real y de los señores del Real consejo con
facultad y prominencia que otra cualquiera persona no lo pueda imprimir”[5].
En 1581 la Compañía de Jesús
patrocina una nueva edición del tratado avilista, que retoma el prolongado título
de Libro espiritual que trata de los
malos lenguages del mundo, carne y demonio, y de los remedios contra ellos... siendo
impresa en Alcalá de Henares, por Juan Iñiguez de Lequerica. Este mismo año, el
demandado texto espiritual cruza las fronteras españolas, y ve la luz en idioma
italiano por Francesco Ziletti en Venecia, que también se encarga de estampar
el Tratado del Amor de Dios, obra
ésta que vuelve un año después a las prensas del taller que dirige Policreto
Turlini en Brescia.
Hasta 1588 hay que esperar para
leer el Audi, filia, y el Epistolario en francés, que son impresos
en cuatro imprentas distintas de París. Un año más tarde, el primero de ellos, es
estampado en castellano por Alfonso López en Lisboa, y en 1590 el segundo corre
impreso en italiano fruto de las prensas florentinas de Filippo Giunti, que lo
vuelve a reimprimir un trienio después, a la par que Luigi Zannetti lo hace en
Roma.
Autógrafo del presbítero Villarás |
En la segunda parte de este
trabajo, hablaremos de la primera biografía del Maestro Ávila, escrita por Fray
Luis de Granada y nos adentraremos en las vicisitudes y pormenores históricos que
tuvieron que sortear los editores (Díaz y Villarás) para llevar adelante su
publicación. Asimismo, también nos ocuparemos de las primeras ediciones de las Obras generales del Maestro Ávila, que
reunidas en varios tomos fueron publicadas simultáneamente en varios idiomas
por toda Europa.
[1] Ávila, Juan de: Obras del Padre Maestro Ivan de Ávila, predicador
en el Andaluzia. Aora de nuevo añadida la vida del Autor, y las partes que ha
de tener un predicador del Evangelio, por el padre fray Luys de Granada… Madrid,
1588. Al christiano lector, fols. 1 – 3 v.
[2] Juan de Villarás declara que “fue heredero universal
que había sido del Sr. Maestro Juan de Ávila que residió y murió en Montilla,
cuya herencia tenía aceptada y nuevamente aceptaba con beneficio de
inventario”. Asimismo, el 05/11/1577 declara, ante el escribano público Juan
Martínez de Córdoba, ser natural de la villa de Zafra, y hace donación irrevocable
al Colegio de la Compañía
de Jesús de Montilla de la biblioteca heredada del padre Ávila. Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque
(FBMRL) Ms.12. n. 94. (El protocolo original no lo hemos hallado. La
noticia está tomada por el historiador Lucas Jurado y Aguilar en el siglo
XVIII).
[3] Libro espiritual,
sobre el verso Audi filia, et vide, & c. Compuesto por el padre Maestro
Ivan de Avila, Predicador en el Andaluzia. Dirigido a Don Alonso de Aguilar, Marques
de Priego, Señor de la casa de Aguilar.
[4] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla
(APNM). Siglo XVI. Leg. 141,
f. 533.
[5] APNM. Leg. 144, f. 136.
viernes, 3 de agosto de 2012
MONTILLA RINDE HOMENAJE AL INGENIERO MILITAR JOSÉ Mª SÁNCHEZ-MOLERO
jueves, 12 de julio de 2012
JOSÉ NÚÑEZ DE PRADO Y FERNÁNDEZ (1824 – 1894)
Entre los anaqueles de la memoria vagan olvidados
muchos de los nombres que aportaron su talento y su servicio para mejorar la vida
española del momento que les correspondió vivir. El tiempo, ayudado de la ignorancia
y la desidia, ha marginado injustamente a tantos de aquellos que tras su muerte
cayeron en la sima del olvido, a pesar de haber contribuido a construir una
sociedad mejor.
Por suerte, siempre queda alguna huella del pasado que
unida al interés de una sociedad ilustrada y a una profunda labor de
investigación, ofrecen gratos resultados que nos permiten redescubrir la
biografía de cualquier nombre relegado.
Tal es el caso del montillano José Núñez de Prado, que forma parte del elenco de hijos ilustres que ha dado la ciudad de Montilla a la esfera nacional, en uno de los períodos más agitados de nuestra historia, la segunda mitad del siglo XIX.
Jurista, Militar y Político, Núñez de Prado es un claro exponente de aquella generación de intelectuales que conciliaron su carrera profesional con su vocación cultural, en la que destacarán no sólo por su labor pública sino también por su devoción a las nobles letras, cultivando con rigor y esmero la poesía, el teatro, el ensayo, la historia o la bibliofilia.
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A la izquierda de esta fotografía se aprecia parte de la fachada de la casa solariega de los Núñez de Prado, ubicada en la calle San Luis, nº 9. (Foto Ruquel) |
Hijo de Francisco Javier Núñez de Prado y Mª Remedios
Fernández, nace el 20 de octubre de 1824. Tras pasar su infancia y juventud en
la tierra que le ve nacer y crecer, con dieciocho años se traslada a Sevilla donde
inicia sus estudios de Jurisprudencia en la Universidad Literaria,
que culmina en Madrid donde se licencia en 1854.
Ese año ingresa en el recién creado Cuerpo Jurídico
Militar, siendo nombrado Fiscal de Guerra. Participa en la Campaña de África
(1859-60) en calidad de Auditor de Guerra y Marina, alcanzando el generalato. Junto
a Leopoldo O´donnel supervisa las operaciones militares acontecidas en Sierra
Bullones, Angliera, Benzú, Tánger y la definitiva batalla de Wad Ras, que pone
fin al conflicto y da la victoria final a nuestro ejército.
Núñez de Prado fija su residencia en Madrid, donde conoce in situ la fragmentación de la clase política y la debilidad de los poderes ejecutivo y legislativo, que intentan consolidar un sistema de Estado Liberal, bajo el reinado de Isabel II.
Su lealtad a la Corona y al orden constitucional vigente, le sitúa
en la vanguardia de varias intentonas golpistas republicanas y federalistas sucedidas
en Madrid (1856) y Valencia (1867 y 1869), en la defensa de Barcelona (1871) dentro
de las operaciones militares desarrolladas durante la 3ª guerra Carlista y, asimismo,
en la sublevación cantonal de Sevilla (1873), a la que hace frente restableciendo
la normalidad cívica.
A partir de 1875, tras la Restauración de la
monarquía en la persona de Alfonso XII, Núñez de Prado inicia su carrera
política promovido por Cánovas del Castillo, integrándose en el Partido
Liberal-Conservador. Ocupará los cargos públicos de Gobernador Civil de Sevilla, Málaga y Cádiz.
También, resultará elegido Diputado a Cortes por el distrito de Grazalema y,
más tarde, Senador por la provincia de Pontevedra.
En 1882 se retira de la vida política y vuelve a la Jurisprudencia Militar
como Consejero Togado del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, donde formará
parte de la Comisión
para las reformas de las leyes marciales, de la que surgirá el Código de
Justicia Militar de 1887.
Su trayectoria profesional alcanzará su apogeo en 1890
siendo nombrado Consejero de Estado, alto cargo que ejerce en la Sección de Gobernación y
Fomento, y en la de Gracia y Justicia respectivamente, y que conciliará con el
de Ministro del Tribunal de lo Contencioso-Administrativo.
José Núñez de Prado y Fernández, luce las condecoraciones conseguidas en su carrera sobre el uniforme de gala y atributos de General del Cuerpo Jurídico Militar. (Museo Bellas Artes Córdoba) |
De su vocación intelectual hemos de destacar sus
facetas de autor y traductor de poesía y prosa, de crítico literario, de
bibliófilo e, inclusive, de historiador.
Publica sus primeros versos en la Revista Literaria del Avisador Cordobés, y su nombre lo encontramos entre los
fundadores de la Sociedad
Literaria Sevillana (1844).
Ya en Madrid, Núñez de Prado forma parte de la tertulia literaria El Parnasillo, que reúne a los escritores y artistas residentes en la capital del Reino en el Café del Príncipe, junto al Teatro Español. Colabora en la prestigiosa Revista de España, así como en la revista cordobesa El Álbum, y en la célebre Revista Contemporánea. También edita un poemario épico titulado La Conquista de Tetuán que, dedica a la memoria de O´donnell.
Como traductor, vierte al idioma español obras escritas en francés, de Alejandro Dumas y Víctor Hugo, así como en italiano e inglés, tales como Macbeth de Shakespeare; y Parisina, La novia de Abido y El infiel de Lord Byron, que recoge en un volumen titulado “Tres poemas de lord Byron puestos en verso castellano”, que será prologado por Cánovas del Castillo.
Como ensayo histórico Núñez de Prado nos dejó impreso un Estudio sobre el Derecho Militar en España, que fue publicado en los preliminares del Código Penal Militar a partir de 1884 en múltiples ediciones.
Miembro de la Sociedad de Bibliófilos Españoles, colaboró con
el Marqués de la Fuensanta
del Valle en 1875, prologando la edición del Romancero Historiado de Lucas Rodríguez, de la prestigiosa
colección de Libros Raros y Curiosos.
Su vida se apagará el 15 de abril de 1894 en Madrid,
donde recibió sepultura. Presidió el sepelio el Presidente del Gobierno, su gran
amigo Antonio Cánovas del Castillo.
Los
méritos de su dilatada actividad pública se pueden sintetizar en las
distinciones recibidas. Fue nombrado dos veces Benemérito de la Patria, Caballero de las
órdenes de Malta y de Carlos III, ostentaba la encomienda y Gran Cruz de Isabel
la Católica,
la Medalla de
la Campaña de
África y las Grandes Cruces Roja y Blanca del Mérito Militar, entre otros
reconocimientos.
José Núñez de Prado reúne una biografía digna de
rescatar del olvido, que ha sido redescubierta gracias a la iniciativa del
Casino Montillano, con el cometido de reivindicar
su legado profesional e intelectual, como hijo de esta tierra donde dio sus
primeros pasos y escribió sus primeras letras.
miércoles, 25 de abril de 2012
II JORNADAS SOBRE EL CAMINO ESPAÑOL DE LOS TERCIOS. CÓRDOBA, 27 Y 28 DE ABRIL
lunes, 26 de marzo de 2012
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