domingo, 21 de septiembre de 2025

SAN MAURICIO Y LA LEGIÓN TEBEA (SIGLO III). BREVE BIOGRAFÍA DE UN SOLDADO DE ROMA Y MÁRTIR DE CRISTO.*

San Mauricio fue un general romano al mando de una legión del imperio, llamada Tebea (o Tebana), que estaba compuesta exclusivamente de hombres oriundos de la Tebaida, región meridional del antiguo Egipto, reputada por el valor de sus jefes y soldados como una de las mejores del ejército[1]. 

El Martirio de San Mauricio y la Legión Tebana, obra de
El Greco, 1580. Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

 
Durante la estancia de la legión Tebea en Jerusalén, Mauricio entró en afable trato con el obispo de dicha ciudad, quien lo convirtió a la doctrina de Cristo, y en breve tiempo toda la legión era cristiana.

Era en aquel tiempo Diocleciano emperador romano, cuando en el año 286, queriendo poner fin a una sublevación de pueblos en las Galias, asoció a Maximiano Hercúleo en la dirección del Imperio. Tomó éste personalmente la conducción de la guerra, y deseando Diocleciano fortificar aquel ejército determinó que se le uniese la legión Tebea.

Recibieron luego órdenes del emperador y marcharon a incorporarse al ejército en campaña. Alcanzaron a Maximiano y pasaron los Alpes. El emperador se detuvo en Octadura (probablemente la actual ciudad de Martigny, en el Valaís) y las tropas acamparon en la llanura. Mandó después que todo el ejército ofreciese sacrificios a los dioses, para que les fueran propicios en la batalla, pero Mauricio y sus soldados se desprendieron del resto de las tropas y ubicaron su campamento a tres leguas de distancia del resto, en un lugar llamado Agaunum, en las proximidades del lago Leman, ciudad que actualmente se denomina Saint-Maurice.

Informado el emperador Maximiano de lo sucedido, inquirió la razón de esta retirada, y cuando supo la causa mandó que volviesen y se juntasen con el ejército e hiciesen lo que se les había ordenado. Respondieron ellos que eran cristianos y estaban dispuestos a obedecer al Emperador en todo lo que su fe no prohibiera, a combatir y morir por él, pero que no sacrificarían a los ídolos.

Enfurecido por la respuesta, mandó Maximiano castigar a la Legión Tebea. Se puso en ejecución el decreto, sorteándose a uno de cada diez, y al instante se les quitó la vida. Tomó otra vez el emperador a ordenarles que viniesen a juntarse con los demás soldados, mas ellos se quedaron firmes en sus principios cristianos como antes habían decidido, por lo que nuevamente se procedió a diezmarlos. Al fin, viéndolos irreductibles, ordenó Maximiano que todo el ejército fuese contra la Legión Tebea y no dejase a ninguno de sus soldados con vida. Así, Mauricio y sus más de 6000 soldados, alcanzaron la corona del martirio el 22 de septiembre del año 286.

San Euquero, obispo de Lyon (siglo V), recogió las tradiciones orales de su tiempo, casi siglo y medio después de morir San Mauricio y sus compañeros, recogió el martirio ejecutado, que corría de boca en boca, acerca de los mártires de Cristo, como fue el caso de San Mauricio y la legión Tebea. Es a este obispo, a quien debemos la mayoría de las noticias de la vida y muerte de este mártir.

Los cristianos, siempre amantes de sus héroes santos, comenzaron a tributarles culto en el siglo IV dando a conocer esta hazaña al mundo entero mediante cartas o viajes por el imperio.

Según refiere el propio Euquero, fue San Teodoro (obispo del Valais) quien hizo exhumar los restos de los mártires tebanos, levantando en su honor una pequeña basílica, de la cual se han encontrado huellas en excavaciones efectuadas en el pasado siglo, como también de otros santuarios levantados en aquellos parajes.

Los mártires de la Legión Tebea fueron venerados por todas partes, y de ellos hay reliquias en infinidad de iglesias, como Viena del Delfinado, San Cugat del Valles, El Escorial, la catedral de Toledo, etc. En Francia sesenta y dos municipios llevan el nombre de Saint-Maurice.

Incluso las armas de San Mauricio fueron objeto de veneración e invocación. Los duques de Saboya, en cuyo territorio está comprendido el lugar de su martirio, llevaron siempre el anillo de este Santo como una de las más preciosas señales de su soberanía.

También existe una orden militar, fundada en 1434 por Amadeo VIII, primer duque de Saboya, que está encomendada a San Mauricio, gran protector de esta casa ducal.

Montilla, retiro eterno de las reliquias de San Mauricio.

En el siglo XVI, la villa de Montilla era capital del marquesado de Priego y condado de Feria, además de centro espiritual de Andalucía. Para ello, los Fernández de Córdoba se afanaron en atraer a los más prestigiosos teólogos y místicos de la geografía española. A esto se sumó la continua remisión de reliquias que los señores de Montilla enviaban desde otros países a la capital de sus estados, cuando formaron parte de la Corte o detentaron funciones políticas o diplomáticas de la Monarquía Hispánica durante el siglo de oro del imperio donde no se ponía el sol.

Casos conocidos en nuestra ciudad son las reliquias que envió el Gran Capitán durante sus campañas militares en Italia, procedentes de la abadía de Montecasino. Otro buen ejemplo lo encontramos en las que hiciera llegar el duque de Feria durante su estancia en el Ducado de Milán, como gobernador y embajador de España en Italia. También son muy conocidas las reliquias que regalaron a la Condesa de Feria y a Sor Ana de la Cruz Rivera, y que hoy celosamente se custodian en el convento de Santa Clara.

Primitiva capilla sacramental de la Parroquia
de Santiago, donde fueron veneradas las reliquias
donadas por Juan Rodríguez de Baeza en 1583.
 

Otro caso menos conocido, pero no menos interesante, son las reliquias que enviara a Montilla, su tierra natal, el Lcdo. Alonso Álvarez, secretario de la marquesa de Priego y miembro de la corte española que acompañó al emperador Carlos I en su viaje a Alemania.

Estando la corte del Emperador en Alemania en 1545, desde la ciudad de Colonia el montillano Alonso Álvarez adquirió tres reliquias pertenecientes a los cráneos de los Santos Mauricio, Cesáreo y Dorotea, todos mártires de la primitiva iglesia cristiana, las cuales envió en 1570 a su hermano Juan Rodríguez de Baeza, sobrino homónimo del chantre de la Catedral de Sevilla.

La primera noticia, y más fidedigna, que tenemos de la llegada de estas reliquias a Montilla nos la da el propio Juan Rodríguez de Baeza en una cláusula de su testamento cerrado, escrito de su puño y letra en 1574, quien describe minuciosamente la traída de las reliquias y su ubicación: 

“Ítem digo que my hermano Alonso Álvarez estando en Colonia en Alemania en la Corte del emperador don Carlos por concesión apostólica obtuvo reliquias de tres cabezas de santos bien aventurados que son San Mauricio y San Cesáreo e Santa Dorothea virgen, e me las envió en un cofre sellado e yo así las he tenido estas reliquias para colocar e poner en la dicha capilla, enzima del altar de ella se haga un tabernáculo capaz del cofre donde están las dichas reliquias suyas, e que esté adornado con la decencia que conviene, e que se pongan allí con dos llaves, e que la una tenga el Sr. Vicario que es o fuere por tiempo en la dicha iglesia, y la otra el capellán más antiguo de la dicha capilla, e si pareciere a mi heredero que las ponga en el Sagrario donde estarán mejor que lo pueda hazer, con que se obliguen él y los curas capellanes que por tiempo fueren en Santiago de hazer la fiesta de cada año de los dichos santos en su día, por el alma del dicho Alonso Álvarez my hermano que las ubo con mucho favor que tuvo y las envió, e por la mía, e que se traygan en las procesiones solemnes por honrra destos benditos santos, e que se le dé limosna que le parezca, e se conviniere con ellos por estas fiestas si yo no ubiere situado de dónde se les pague, e la tengan perpetuamente si yo no ubiere dispuesto que estén en otra parte, pues tengo licencia apostólica estén dónde yo quiesierem, y si no se conviniere concederse que el tabernáculo que mando que se haga”[2].

Las reliquias fueron colocadas en la capilla sacramental de la iglesia parroquial de Santiago, donde recibieron veneración pública. En el cuadrante de cultos parroquiales, datado en 1769, se recoge que el día 22 de septiembre de cada año “se celebra Santa Pomposa y se da conmemoración de San Mauricio, se saca la Cabeza de dicho Santo a la Adoración y se pone en la urna que dio el Sr. D. Juan Ruiz de Toro Vicario de esta Iglesia para se pusieran las 3 cabezas en sus tiempos.”[3]

El historiador local del siglo XVIII, Antonio Jurado y Aguilar, en su descripción del templo parroquial de Santiago, dentro de su manuscrita e inédita Historia de Montilla de 1776, cita que “en la capilla del Sagrario se veneran tres cabezas de los Santos y Gloriosos Mártires San Mauricio, San Cesáreo y Santa Dorotea que trajo consigo de la Ciudad de Colonia el Ldo. Sr. Juan Rodríguez de Baeza en el año de 1570 [sic], con su auténtica firmada, y se manifiestan a el pueblo con otra de las once mil vírgenes en varios tiempos del año.”[4]

Durante los siglos XVI al XIX, las reliquias del mártir romano San Mauricio, junto con las demás, recibieron veneración pública, ya que su donante, el Ldo. Alonso Álvarez, erigió dos capellanías en la Parroquia de Santiago para sustentar el culto a tan gloriosos mártires.

Durante la Edad Moderna, fue tal la devoción despertada entre los montillanos que el VI marqués de Priego, Luis Ignacio Fernández de Córdoba, trasladó la reliquia de San Mauricio a la iglesia de San Luis, al coincidir el natalicio de su primogénito el día 22 de septiembre de 1650, festividad del mártir romano, quien fue bautizado con el nombre de Luis Mauricio, que su padre interpretó como una señal protectora inequívoca del santo mártir romano a su linaje. Así lo reseña el capellán del propio marqués en una genealogía datada en 1667:

“Nació en Montilla juebes 22 de septiembre de 1650, día de sant Mauriçio mártir, cuya cabeza, como reliquia tan grande, está en una caxa de plata en la iglesia de San Luis, fundación de D. Luis Fernández de Córdoba su padre; es ayuda de parroquia y oratorio muy frecuentado de estos señores por tener tribuna a su Palacio”[5].

Cráneos procedentes de Colonia (Alemania), reliquias de los santos Mauricio, Cesáreo y Dorotea, remitidos por Alonso Álvarez a su hermano Juan Rodríguez de Baeza, quien los donó a la Parroquia de Santiago en sus últimas voluntades.

Estas reliquias se conservaron en la casa de San Juan de Ávila[6], a donde fueron trastadas en la segunda mitad del siglo XX, desde la Parroquia de Santiago, lugar donde fueron donadas y enviadas por la voluntad del insigne montillano antes mencionado, desde la ciudad de Colonia (Alemania).

Los montillanos debemos conocer las huellas de nuestro pasado. Caso este, de la reliquia de San Mauricio mártir, cristiano y romano, que entregó su vida por su creencia en un Dios verdadero, y por caminar tras los pasos de Cristo, como hoy los romanos de Munda hacen cada Semana Santa, rememorando la fe cristiana en la pasión, muerte y resurrección del Dios hecho hombre, que hace poco menos de veinte siglos, otros crucificaron.

*Artículo publicado en la revista “La Voz de los Romanos”, Año IV, nº 3 (marzo de 2005), págs. 23-25.

FUENTES DOCUMENTALES


[1] CROISSET, Juan. Año Cristiano, o ejerciciosaumentada con el martirologio romano íntegro… Septiembre. Barcelona, 1854, págs. 435-447.
[2] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla. Escribanías s.XVI. Leg. 32, fol. 454.
[3] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla. Distribución por meses de lo que se debe hacer en esta iglesia y sacristía según sus obligaciones y cargas, en todo el año.
[4] JURADO Y AGUILAR, Antonio: Historia de Montilla, fol. 241v.
[5] LLAMAS Y AGUILAR, Francisco de: Árbol real de excelentísimos frutos cuyas ramas se han extendido por lo mejor del Orbe... siendo el mejor Príncipe Don Luis Fernández de Córdoba y Figueroa, Marqués VII de Priego, Duque VII de Feria…. BNE, MSS/18126, fol. 59v.
[6] A la actualización de este trabajo (2025) las reliquias se hallan de nuevo en la Parroquia de Santiago.

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