Entre los anaqueles de la memoria vagan olvidados
muchos de los nombres que aportaron su talento y su servicio para mejorar la vida
española del momento que les correspondió vivir. El tiempo, ayudado de la ignorancia
y la desidia, ha marginado injustamente a tantos de aquellos que tras su muerte
cayeron en la sima del olvido, a pesar de haber contribuido a construir una
sociedad mejor.
Por suerte, siempre queda alguna huella del pasado que
unida al interés de una sociedad ilustrada y a una profunda labor de
investigación, ofrecen gratos resultados que nos permiten redescubrir la
biografía de cualquier nombre relegado.
Tal es el caso del montillano José Núñez de Prado, que forma parte del elenco de hijos ilustres que ha dado la ciudad de Montilla a la esfera nacional, en uno de los períodos más agitados de nuestra historia, la segunda mitad del siglo XIX.
Jurista, Militar y Político, Núñez de Prado es un claro exponente de aquella generación de intelectuales que conciliaron su carrera profesional con su vocación cultural, en la que destacarán no sólo por su labor pública sino también por su devoción a las nobles letras, cultivando con rigor y esmero la poesía, el teatro, el ensayo, la historia o la bibliofilia.
A la izquierda de esta fotografía se aprecia parte de la fachada de la casa solariega de los Núñez de Prado, ubicada en la calle San Luis, nº 9. (Foto Ruquel) |
Hijo de Francisco Javier Núñez de Prado y Mª Remedios
Fernández, nace el 20 de octubre de 1824. Tras pasar su infancia y juventud en
la tierra que le ve nacer y crecer, con dieciocho años se traslada a Sevilla donde
inicia sus estudios de Jurisprudencia en la Universidad Literaria,
que culmina en Madrid donde se licencia en 1854.
Ese año ingresa en el recién creado Cuerpo Jurídico
Militar, siendo nombrado Fiscal de Guerra. Participa en la Campaña de África
(1859-60) en calidad de Auditor de Guerra y Marina, alcanzando el generalato. Junto
a Leopoldo O´donnel supervisa las operaciones militares acontecidas en Sierra
Bullones, Angliera, Benzú, Tánger y la definitiva batalla de Wad Ras, que pone
fin al conflicto y da la victoria final a nuestro ejército.
Núñez de Prado fija su residencia en Madrid, donde conoce in situ la fragmentación de la clase política y la debilidad de los poderes ejecutivo y legislativo, que intentan consolidar un sistema de Estado Liberal, bajo el reinado de Isabel II.
Su lealtad a la Corona y al orden constitucional vigente, le sitúa
en la vanguardia de varias intentonas golpistas republicanas y federalistas sucedidas
en Madrid (1856) y Valencia (1867 y 1869), en la defensa de Barcelona (1871) dentro
de las operaciones militares desarrolladas durante la 3ª guerra Carlista y, asimismo,
en la sublevación cantonal de Sevilla (1873), a la que hace frente restableciendo
la normalidad cívica.
A partir de 1875, tras la Restauración de la
monarquía en la persona de Alfonso XII, Núñez de Prado inicia su carrera
política promovido por Cánovas del Castillo, integrándose en el Partido
Liberal-Conservador. Ocupará los cargos públicos de Gobernador Civil de Sevilla, Málaga y Cádiz.
También, resultará elegido Diputado a Cortes por el distrito de Grazalema y,
más tarde, Senador por la provincia de Pontevedra.
En 1882 se retira de la vida política y vuelve a la Jurisprudencia Militar
como Consejero Togado del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, donde formará
parte de la Comisión
para las reformas de las leyes marciales, de la que surgirá el Código de
Justicia Militar de 1887.
Su trayectoria profesional alcanzará su apogeo en 1890
siendo nombrado Consejero de Estado, alto cargo que ejerce en la Sección de Gobernación y
Fomento, y en la de Gracia y Justicia respectivamente, y que conciliará con el
de Ministro del Tribunal de lo Contencioso-Administrativo.
José Núñez de Prado y Fernández, luce las condecoraciones conseguidas en su carrera sobre el uniforme de gala y atributos de General del Cuerpo Jurídico Militar. (Museo Bellas Artes Córdoba) |
De su vocación intelectual hemos de destacar sus
facetas de autor y traductor de poesía y prosa, de crítico literario, de
bibliófilo e, inclusive, de historiador.
Publica sus primeros versos en la Revista Literaria del Avisador Cordobés, y su nombre lo encontramos entre los
fundadores de la Sociedad
Literaria Sevillana (1844).
Ya en Madrid, Núñez de Prado forma parte de la tertulia literaria El Parnasillo, que reúne a los escritores y artistas residentes en la capital del Reino en el Café del Príncipe, junto al Teatro Español. Colabora en la prestigiosa Revista de España, así como en la revista cordobesa El Álbum, y en la célebre Revista Contemporánea. También edita un poemario épico titulado La Conquista de Tetuán que, dedica a la memoria de O´donnell.
Como traductor, vierte al idioma español obras escritas en francés, de Alejandro Dumas y Víctor Hugo, así como en italiano e inglés, tales como Macbeth de Shakespeare; y Parisina, La novia de Abido y El infiel de Lord Byron, que recoge en un volumen titulado “Tres poemas de lord Byron puestos en verso castellano”, que será prologado por Cánovas del Castillo.
Como ensayo histórico Núñez de Prado nos dejó impreso un Estudio sobre el Derecho Militar en España, que fue publicado en los preliminares del Código Penal Militar a partir de 1884 en múltiples ediciones.
Miembro de la Sociedad de Bibliófilos Españoles, colaboró con
el Marqués de la Fuensanta
del Valle en 1875, prologando la edición del Romancero Historiado de Lucas Rodríguez, de la prestigiosa
colección de Libros Raros y Curiosos.
Su vida se apagará el 15 de abril de 1894 en Madrid,
donde recibió sepultura. Presidió el sepelio el Presidente del Gobierno, su gran
amigo Antonio Cánovas del Castillo.
Los
méritos de su dilatada actividad pública se pueden sintetizar en las
distinciones recibidas. Fue nombrado dos veces Benemérito de la Patria, Caballero de las
órdenes de Malta y de Carlos III, ostentaba la encomienda y Gran Cruz de Isabel
la Católica,
la Medalla de
la Campaña de
África y las Grandes Cruces Roja y Blanca del Mérito Militar, entre otros
reconocimientos.
José Núñez de Prado reúne una biografía digna de
rescatar del olvido, que ha sido redescubierta gracias a la iniciativa del
Casino Montillano, con el cometido de reivindicar
su legado profesional e intelectual, como hijo de esta tierra donde dio sus
primeros pasos y escribió sus primeras letras.
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