lunes, 20 de julio de 2015

LAS HERMANAS CUETO, DOS IMAGINERAS DE MONTILLA*

La ciudad de Montilla, perteneciente a la provincia de Córdoba, es famosa por sus vinos de gran calidad, porque en ella nació Don Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido universalmente como “El Gran Capitán”. Esta tierra también fue madre de San Francisco Solano, Apóstol de las naciones hispanoamericanas; ciudad escogida por San Juan de Ávila, conocido como el Maestro de Santos, para fijar su residencia hasta la hora de su muerte, en su modesta casa escribió venerables cartas, epístolas, libros y  documentos que envió al Concilio de Trento que fueron de gran ayuda en la contrarreforma. Pero Montilla no es sólo esto, ya que esta noble ciudad fue durante los siglos XV al XVIII capital del estado de los Fernández de Córdoba, linaje que ostenta el Marquesado de Priego y Ducados de Feria y Medinaceli, entre otros.

Virgen del Carmen.
 Convento de Santa Clara, Montilla.
Esta familia, que gobierna las tierras de la campiña alta cordobesa, comienza a poblar de templos, monasterios y ermitas la entonces villa, comenzando así un movimiento artístico, cultural y espiritual que la eleva notablemente de las demás poblaciones del viejo reino de Córdoba. Gracias a estos mecenas, desde principios del siglo XVI en Montilla se comienzan a realizar las monumentales obras de los monasterios de San Lorenzo, Santa Clara, San Agustín, el colegio de la Compañía de Jesús y la gran reforma que se lleva a cabo en la parroquia mayor de Santiago Apóstol. En este tiempo, Montilla es punto de referencia para artesanos y artistas que ven en ésta un esperanzador futuro, a la cual emigran desde tierras sevillanas, granadinas y cordobesas. De entre estos artistas podemos citar algunos, en el siglo XVI  fijan su residencia los hermanos Francisco y Juan de Castillejo, el primero pintor y dorador, y el segundo carpintero, ambos procedentes de Córdoba, también  llegan de esta ciudad otros dos hermanos, Pedro y Francisco Delgado, ambos pintores; otro cordobés es el carpintero Juan de Mesa “el Mozo” del que se conservan varias obras documentadas. En el siglo XVII trabaja en Montilla el escultor portugués Rodrigo de Mexía, el sevillano Pedro Roldán, maestro del montillano Cristóbal de Guadix e, igualmente, el imaginero granadino Pedro de Mena recibe encargos de la casa ducal.

En el último tercio del siglo XVII llega a la ciudad el tallista y artesano Jorge de Cueto y Figueroa procedente de Córdoba, fija su residencia en la calle de La Enfermería donde conoce a su futura esposa, Inés Mª Pantoja y Enríquez de Arana, montillana, que nació en 1663. Años más tarde contraen matrimonio en el convento de las Religiosas de la Concepción de Córdoba. Fruto de este enlace nacen seis niñas y un varón. En 1682 nace su primogénita, Inés Francisca, a la que la seguiría Josefa, la tercera se llamaría María Feliz –que habría de ser notable imaginera– nació  el 17 de mayo de 1691, le siguió Luciana –dotada de idéntica sensibilidad artística– que vino al mundo el 8 de enero de 1694, la quinta hija fue Francisca Xaviera, nacida en 1697; cinco años mas tarde llegaría Ignacia Mª y finalmente Jorge Alonso en 1704. Todos fueron bautizados en la iglesia parroquial de Santiago.

Comienzan a despuntar sus dotes artísticas en el taller de su padre, donde colaboraron con éste en sus trabajos. La muerte le sorprende a Jorge de Cueto en 1722, estando entonces en plena madurez profesional. Tras el óbito, las hermanas María y Luciana se hacen cargo del taller del padre trasladándose a la calle Alta y Baja, a una casa cercana al denominado Rincón de las Beatas donde pasarían la mayor parte de su vida junto con su madre y sus hermanas Josefa y Francisca Xaviera, que posiblemente colaboraban en la preparación de los materiales para los trabajos, e incluso realizando las vestiduras de las imágenes de canastilla o candelero. No fue fácil el comienzo de estas artistas ya que en esta época las mujeres estaban supeditadas a los menesteres del hogar y exentas de capacidad jurídica propia. Sus primeros trabajos documentados hasta ahora datan de 1727 en las que son nombradas como “las niñas de Jorge de Cueto”.

Niño Jesús, "Tendidito". Convento de Santa Clara, Montilla.

Pronto comienzan a crear un estilo propio dentro de la imaginería barroca, realizando todo tipo de imágenes de diferentes tamaños y técnicas de ejecución, cargadas todas de adornos florales y vegetales, plenas de espiritualidad y dulzura, que las hermanas Cueto y Enríquez de Arana imprimieron un llamativo carácter femenino. Durante toda su vida trabajaron en Montilla, donde se conserva la mayor parte de su obra artística. Los vecinos comenzaron a llamarlas con el sobrenombre de Las Cuetas, apareciendo así en numerosos documentos. Con el paso del tiempo se alcanzan cierto prestigio artístico dentro de los dominios del ducado, realizando trabajos para los pueblos de Aguilar de la Frontera, La Rambla y Moriles, entre otros.

Las Señoras Cuetas conocieron a otros artistas contemporáneos suyos, trabajaron conjuntamente con el tallista sevillano afincado en Montilla Gaspar Lorenzo de los Cobos, que realizó gran parte de los retablos del siglo XVIII en la ciudad, colaborando las hermanas Cueto con la imaginería de los mismos. También, recibieron muchos encargos de casas particulares y, sobre todo, de familiares de novicias que ingresaban en los conventos de clausura. En 1759 fallece Inés, su madre, la cual recuerda en su testamento con palabras de alabanza a sus hijas, declarando: “mis cuatro hijas han hecho y costeado con la industria y trabajo de sus manos toda la ropa y alhajas de su uso y adorno de sus personas y la mayor parte de las alhajas de la casa”.

Niño Jesús, "Sentadito".
Convento de Santa Clara, Montilla.
Años más tarde, en 1766, moriría Dª María, la mayor de las hermanas, rompiéndose así la unión de trabajo mantenida durante decenios en el taller familiar de Las Cuetas. Una década después, en 1775 falleció Dª Luciana, la menor de las imagineras. En su prestigioso taller se habían pintado, tallado y modelado incontables obras de arte, que siglos después guardan celosamente los templos y monasterios de la campiña alta cordobesa, y que es una buena muestra y ejemplo de la tradición plástica montillana del siglo XVIII. A modo de ejemplo, citaremos las palabras de un contemporáneo, el presbítero e historiador Antonio Jurado y Aguilar, quien en su Historia de Montilla (manuscrita en 1776) afirma: “…como son y fueron las señoras Cuetas, que en la escultura, perfección, simetría de las imágenes apenas se le encuentra cotejo en las dos Andalucías, llenas ambas de prodigiosas hechuras de sus virtuosas manos”.

Este pasado año de 2000, el Exmo. Ayuntamiento de Montilla, ha rendido un merecido homenaje a estas paisanas e hijas de la ciudad. Comenzando el día 8 de marzo dedicándole un Pleno Extraordinario; posteriormente, en septiembre, se organizó una exposición antológica que fue visitada por miles de cordobeses; para colofón de estos actos conmemorativos se ha publicado en el mes de diciembre un libro, que pretende ser a la vez catálogo de sus obras en el que se recogen todos los datos y documentos encontrados hasta ahora, relacionados con la biografía e iconografía que estas mujeres dejaron por testigo de su presencia en el Arte y la Historia de su tierra natal.

*Publicado en la revista ESCUELA DE IMAGINERÍA. Año VIII, nº 28. Primer trimestre, 2001.

domingo, 5 de julio de 2015

SAN FRANCISCO SOLANO Y SUS HOMÓNIMOS MONTILLANOS*

El misionero San Francisco Solano.
Óleo/lienzo que se conserva en el oratorio San Luis.
Los archivos históricos de Montilla han tenido durante siglos el privilegio de registrar entre sus legajos nombres y apellidos que han trascendido de los límites del viejo reino de Córdoba, y que hoy los podemos encontrar citados en la extensa historiografía española. Uno de ellos es el párvulo Francisco, hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana Ximénez Hidalgo, que fuera inscrito el 10 de marzo de 1549 en el libro segundo de bautismos de la Parroquial de Santiago. Tras su ingreso en la Orden Franciscana, los ecos de santidad que perseguían al asceta Fray Francisco Solano –nombre y apellido– se vieron incrementados cuando el recoleto fraile decidió poner rumbo a las Indias Occidentales, para llevar a los naturales de aquel Nuevo Mundo el Evangelio y el Crucifijo. A los quince días de su fallecimiento, acaecido en Lima el 14 de julio de 1610, se abriría su proceso de beatificación, comenzando así su peregrinaje hacia los altares y la popular consideración de santo y protector.
Solano, apellido originario de Navarra, no sólo ha dado vástagos montillanos a la religión sino que también podemos encontrar este ilustre apellido en otros paisanos que sobresalieron en las ciencias, las artes, las letras o las armas.

Tal es el caso de Juan del Barranco Solano, que nació en la calle del Sotollón en diciembre de 1658 y tras servir a la corona española durante varios años en Sicilia, –y al igual que Fray Francisco Solano– embarcó rumbo al Nuevo Mundo. Partió en 1693 como ayudante de teniente de Maestre de Campo General, y su brillante trayectoria le hizo alcanzar años después la Capitanía General y Gobernación de Isla Española (en la actualidad República Dominicana y Haití), como también regentó la presidencia de la Audiencia y Real Chancillería de Santo Domingo, su capital. Juan del Barranco Solano, regresaría a Montilla en 1710, falleciendo nueve años más tarde.

También cabe recordar otro Solano de apellido que dio luz a la intelectualidad científica europea en plena ilustración, como fuera el caso de Antonio Pablo Fernández Solano, que naciera en 1744 y muriera en 1823 en su casa solariega de la calle San Juan de Dios. Antonio Pablo inició su carrera académica en el Real Colegio de Cirugía de Cádiz. Más tarde ocuparía la cátedra de Física Experimental de los Reales Estudios de San Isidro de Madrid. Pensionado por el Gobierno español, se traslada a Londres y París, donde participó en varios congresos científicos, en los que su popularidad entre los círculos intelectuales europeos le hizo ganarse el sobrenombre de “Sabio Andaluz”. Tras su regreso a España, fue nombrado profesor de Fisiología e Higiene del Real Colegio de San Carlos de Madrid, magisterio que ejerció hasta su retiro en 1796, por enfermedad, a su tierra natal.

Estos son claros ejemplos de la trascendencia del apellido Solano en Montilla, que con el correr del tiempo y la beatificación del seráfico Francisco Solano el 25 de enero de 1675, el apellido pasó a utilizarse como nombre compuesto. Ese mismo año, en el mes de agosto, se bautizaría en la Parroquial de Santiago el primer niño con el nombre de “Francisco Solano” y la primera fémina en 1708, signo evidente de la veneración que los montillanos profesaban por su paisano.

Es a partir de esta fecha cuando el nombre de Solano eclipsa al apellido, hasta tal punto que en muchas de las familias de la ciudad se bautizarán a uno de los hijos con el nombre del Santo Patrono.

Varios han sido los montillanos insignes que han llevado este nombre. Podemos traer a la memoria al doctor Francisco Solano de Luque (1684 – 1738), incansable investigador médico, que fuera renombrado como “El Pulsista” por sus dilatadas observaciones, descubrimientos y publicaciones sobre el pulso. Como también al catedrático de la Imperial Universidad de Granada, Francisco Solano Ruiz Polonio, que escribiera en verso la Vida del clarísimo Sol Montillano y la publicara en 1789.

Y asimismo podemos evocar al artista decimonónico Francisco Solano Requena de Algaba, que ejerció como Jefe del equipo de restauración del Museo Provincial de Sevilla y también Profesor en la Escuela de Bellas Artes y Oficios Artísticos de la capital hispalense, ocasión por la cual tuteló los primeros pasos de la vida y formación académica en las artes plásticas a José Santiago Garnelo y Alda, otro gran solanista en cuya obra de temática religiosa dejó plasmada su devoción por San Francisco Solano. Al pincel del profesor Requena debemos el conocido lienzo que representa al Patrono de Montilla evangelizando a los nativos del Perú, que se encuentra en el Ayuntamiento de nuestra ciudad.

Todos estos Solanos –de apellido o de nombre– guardan en común la bendita gracia de haber recibido las aguas bautismales en la misma pila donde la recibiera el hijo de Mateo Sánchez y Ana Ximénez.

*Artículo publicado en el Diario Córdoba, separata especial Feria de El Santo de 2009.

lunes, 8 de junio de 2015

LA DEVOCIÓN ROMERA A NTRA. SRA. DE LA CABEZA EN MONTILLA*


Las tierras béticas se vieron invadidas por los árabes en el siglo VIII, los cuales impusieron su religión y cultura a los nativos y descendientes hijos de aquella Hispania que comenzó a cristianizar el Apóstol Santiago El Mayor (Patrono de España). La cristiandad se tuvo que refugiar en el norte de la Península Ibérica llevándose consigo sus recuerdos y dejando escondidos otros para que no fueran profanados por los invasores musulmanes.

Pintura en óleo sobre lienzo de finales del XVII que se conserva en
el museo del Santuario de la Virgen de la Cabeza en Sierra Morena.
Tras la reconquista del monarca castellano Fernando III, El Santo, a los pueblos y villas del valle del Guadalquivir jienense, en 1224 toma la ciudad de Andújar, donde tres años más tarde en la madrugada del 11 al 12 de agosto un pastor llamado Juan de Rivas, natural de Colomera, pueblo que estaba bajo el dominio musulmán del reino de Granada del cual había huido por ser perseguido por sus creencias; éste encontró entre peñas y matorrales en un cerro que llamaban del Cabezo, una pequeña imagen de Nuestra Señora, la cual le dijo entre otras palabras: “No temas, siervo de Dios, sino llégate a Andújar y dirás cómo ha venido el tiempo en que la divina voluntad se ejecute, haciéndome en este sitio donde estoy un templo, en que se han de obrar portentos y maravillas en beneficio de las gentes”[1].

Tras estos milagrosos hechos, la imagen de la Stma. Virgen se comienza a venerar en la ciudad de Andújar hasta que una vez alejada la frontera de la reconquista cristiana de aquellas tierras, se construye una pequeña ermita de estilo gótico en la cumbre del cerro donde se apareció, entre los años 1287 y 1304. Durante siglos posteriores, la devoción a esta imagen va creciendo llegándose a formar una cofradía en el siglo XV, para organizar la romería el segundo domingo de abril; en 1505 son aprobados sus primeros estatutos[2]. Una vez organizada la romería comienzan a constituirse cofradías filiales en los pueblos y ciudades cercanas, cuyo radio devocional se irá ampliando por todo el país con el paso de los años, situando el foco principal de su devoción entre los pueblos de las campiñas de Córdoba y Jaén. Tal fue el auge de popularidad de la romería que hasta el propio Miguel de Cervantes Saavedra le dedica varias líneas en su Persiles y Segismunda, durante su estancia por las tierras jiennenses en 1592.

Vista del Santuario de Ntra. Sra. de la Cabeza en Sierra Morena,
donde peregrinaba la cofradía filial montillana en romería para
sumarse junto a las demás cofradías del Reino el último domingo
de abril. En la actualidad, superados los conflictos sociales de los
siglos XIX y primera mitad del XX, esta romería vuelve a ser una
de las manifestaciones marianas más celebradas de España.
La primitiva ermita tuvo que ser sustituida por un santuario –de estilo renacentista– realizado en la segunda mitad del siglo XVI, el cual existió en buen estado de conservación hasta 1936, año que fue asediado y posteriormente reducido a escombros por la aviación y artillería del ejército republicano, durante la última Guerra civil española. Años más tarde sería reconstruido el conjunto artístico y arquitectónico del Santuario por la Dirección General de Regiones Desbastadas, bajo la dirección del arquitecto Francisco Prieto Moreno, que siguió fielmente el trazado original de la fábrica primitiva demolida[3].

LA COFRADÍA FILIAL MONTILLANA

La cofradía montillana se instaura en la Parroquia Mayor de Santiago Apóstol, la primera referencia oficial que se conoce de ésta, data del día 15 de Mayo de 1591 cuando el visitador general del obispado de Córdoba, Don Pedro Fernández de Valenzuela solicita al mayordomo de la cofradía Marcos Ruiz de Alba, comparecer ante él para tomar cuenta de los ingresos y gastos de dicha cofradía. En la relación de limosnas de trigo y aceite que hace el pueblo a la cofradía, el notario del obispado Alonso Pérez describe su reciente nacimiento: “...y se fundó la cofradía que es nueva [...] por el pueblo entre los vecinos de El como paresció por un libro...”. Dicha cuenta, muestra los gastos de la cofradía en ese año, donde ésta adquiere los enseres y ornamentos necesarios para la romería, “...ochocientos y noventa reales que pago a Juan Batista de Espinosa bordador vecino de Cordova a quenta de un estandarte que esta haziendo de terciopelo carmesí bordado de oro y en una corona de plata para Nuestra  Señora, cuatro cetros dorados y estofados, cera, misal y salario del munidor e ir a Anduxar a Nuestra Señora de la Caveça a la fiesta y otros gastos como paresció por la relación de su libro en partidas.”[4]

De la imagen de la Virgen no alude el documento nada, posiblemente fuera costeada y donada por un devoto particular. El primer hermano mayor o prioste de la cofradía fue Francisco Rodríguez Aparicio desde su fundación hasta 1594, año que le sucede en el cargo Antón Ximénez Mercader.

Detalle del Cuadrante de Cultos y 
Fiestas que celebraba la cofradía 
filial montillana en el siglo XVII.
Por referencias del Archivo Municipal de la ciudad, sabemos que el año de 1600 el depositario del consistorio Juan Mora descarga “414 ½ reales a favor de la cofradía de Ntra. Sra. de la Cabeza para tafetán y seda y hechura de la bandera” que se hizo para dicha cofradía, ya que ésta había cedido su primitivo estandarte por solicitud del Concejo para los soldados de la milicia montillana que fueron al socorro de Cádiz. Más tarde, en 1639 el entonces hermano mayor de dicha cofradía, Juan López del Mármol, solicita ayuda económica para arreglar una tienda que la cofradía tenía en la Plaza, ya que ésta había sufrido daños con las lluvias invernales de ese año[5].

En los años de su fundación, la cofradía filial montillana hace un pequeño altar a su titular en el templo parroquial en la nave de la epístola entre la torre y campanario y la puerta baja, que da salida a la calle de la Yedra. Este retablo estaba introducido poco más de un metro en la pared, enmarcado por un arco apuntado o gótico (en la actualidad esta tapiado y sobre él un lienzo de grandes dimensiones dedicado a San Francisco Solano, obra del genial pintor José Santiago Garnelo y Alda).

El 30 de diciembre de 1694 el que fuera hermano mayor o prioste de esta cofradía, Miguel de Luque Flores, acuerda con el hermano mayor de la cofradía de Ntra. Sra. del Rosario, Francisco Ximénez Rubio, en cambiar los altares de ambas imágenes, ya que Ntra. Sra. del Rosario recibía culto en otro retablo similar que estaba en la misma nave de la epístola, pero éste lo enmarcaba un arco de medio punto que está entre la capilla de San Andrés y la antigua capilla del Sagrario[6].

Este cambio de altares fue a causa del comienzo del alzado de la capilla y sacristía barroca de Ntra. Sra. del Rosario que hoy conocemos, ya que esta cofradía toma gran relevancia durante este siglo. En la escritura de permuta, el hermano mayor de ésta  solicita hacer la nueva capilla si el obispado da permiso para hacer una cripta funeraria para que se puedan enterrar los cofrades difuntos de la misma.

La cofradía de Ntra. Sra. de la Cabeza tenía en propiedad una casa a los pies del Santuario en Sierra Morena, que llamaban “tienda” donde se hospedaban durante los cultos romeros del último domingo de abril[7]. Pero en 1773 la romería sufriría un duro golpe, ya que el monarca Carlos III decretó la disolución de todas las cofradías de la Virgen de la Cabeza y prohibió la romería. La cofradía filial montillana soportó –intramuros– durante nueve años su anulación oficial pero siguió dando culto a su imagen en Montilla hasta que nuevamente el mismo monarca derogó el decreto volviendo los romeros a visitar cada año el Santuario de La Morenita. En los primeros años del siglo XIX, se volvió a suspender la romería por una epidemia que asoló Andalucía y por la invasión francesa de 1809 que por seguridad de la imagen, la cofradía matriz trasladó a Andújar.

LOS CULTOS CELEBRADOS POR LA COFRADÍA

Los cultos anuales que celebra esta cofradía, comienzan con la visita en romería que hacían al santuario de la Virgen de la Cabeza en el término de la ciudad de Andújar por los montes de la Sierra Morena el último domingo de Abril, como tenía instituido la cofradía matriz. Aparte, la filial montillana también organizaba sus cultos en la Parroquia de Santiago. Uno de ellos estaba dedicado a la Gloriosa Resurrección de Jesucristo, que comprendía de un triduo en su honor, comenzando el Domingo de Resurrección.

Comenzaba este día con el toque de Maitines a las cuatro de la madrugada, empezando después la misa cantada presidida por el Preste acompañado del personal de la parroquia que esa noche dormían en la casa del Sacristán. Este día aparecía el templo parroquial vestido con el terno blanco de tisú, seis velas en el Altar Mayor y cuatro para el Señor Resucitado que estaba en su trono para la procesión claustral. Además, organizaba la Cofradía le dedicaba el Triduo durante este día y los dos posteriores, el cual comenzaba con el repique de campanas al Alba y seguidamente la santa misa, que el primer día era Misa Mayor con música en Vísperas, el día segundo con música de órgano y el tercer día con Sermón. Durante los tres días el templo parroquial estaba abierto hasta las diez y media de la mañana[8].

Virgen de la Cabeza que se venera en el Santuario de Sierra Morena,
término de Andújar. La actual imagen es obra del escultor granadino
José Navas Parejo, realizada a comienzos de los años 40, copia de
la original bizantina, desaparecida en los sucesos de la Guerra Civil.
Otra de las celebraciones organizadas por la cofradía tenía lugar el segundo día de Pascua del Espíritu Santo, Pentecostés, donde ésta celebraba una función solemne en honor de su titular. Los años que no iban en romería a Sierra Morena procesionaban a su imagen de la Virgen de la Cabeza por las calles de nuestra ciudad, recorriendo el mismo itinerario que la procesión de la Octava del Corpus[9], por las calles: Iglesia, Torrecilla (Gran Capitán), Llano del Palacio de los Duques de Medinaceli, Monasterio de Santa Clara,  Oratorio y calle de San Luis, La Tercia (San Juan de Avila), Plaza de La Rosa, La Cárcel (Arcipreste Fernández Casado), Iglesia y vuelta al templo Parroquial. La procesión se realizó con regularidad desde 1773 (año que se prohíbe la romería) hasta 1785, según los registros del Archivo Parroquial de Santiago.

Otro culto que celebraba la cofradía era una fiesta solemne en los días de la Navidad, cuando organizaba la primera misa del día 26 de diciembre, conocido popularmente como el día de El Aguinaldo[10].

De la cofradía filial montillana no conocemos datos de su existencia ya en el siglo XIX, donde es probable que desapareciera en la primera década decimonónica, tras los hechos antes citados. Tampoco queda ningún vestigio –que conozcamos– del estandarte con el que peregrinaban en romería hasta Sierra Morena, el cual en la delantera llevaba plasmada una pintura la Virgen de la Cabeza y en su reverso el escudo de armas de Montilla. La imagen titular está desaparecida, y sólo sabemos que el arco y hornacina del templo parroquial donde se veneró fue ocupado por la imagen del Ecce Homo en 1809, cuando la cofradía de la Vera Cruz se traslada desde su ermita, obligada por los sucesos napoleónicos.

Como testimonio de su existencia nos quedan los documentos citados que han servido para componer este artículo y a su vez enriquecer el patrimonio cofrade que goza nuestra ciudad, y así dar a conocer una de las diferentes formas de veneración y culto a la Virgen Santísima que los montillanos hemos tenido con el paso de los siglos, superando una vez tras otra las vicisitudes y cambios sociales que ha sufrido nuestra ciudad.

*Artículo publicado en la revista local "Verde y Oro", en Septiembre de 2001.

FUENTES DOCUMENTALES


[1] VV.AA. Andújar y la romería de la Virgen de la Cabeza. León, 1982. 
[2] FRIAS MARÍN, R. Las cofradías y el santuario de Ntra. Sra. de la Cabeza en el siglo XVI,
 Marmolejo, 1997.
[3] VV. AA. Andújar y la...
[4] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla (APSM). Libro 2º de capellanías, f. 308.
[5] DE CASTRO PEÑA, I.: Archivo Histórico Municipal de Montilla. Cofradías (Presentación),
 Montilla, 2000, p., 18.
[6] Archivo Notarial de Protocolos de Montilla, Leg. 282, fols. 333 – 335 v.
[7] LORENZO MUÑOZ, F de B. Historia de Montilla (MS, 1779). p. 45.
[8] JIMÉNEZ BARRANCO, A. L., La liturgia en la Semana Santa montillana del siglo XVIII. En “Una Estrella en el camino”, pp. 23 – 27. Montilla, 2001. 
[9] APSM. Cuadrante de cultos parroquiales, s.f.
[10] APSM. Arancel y Decretos, s.f. Año de 1645.