lunes, 14 de febrero de 2022

EL CRISTO DE ZACATECAS Y EL TORNAVIAJE DE ANDRÉS DE MESA*

En los últimos meses se ha vuelto a poner de relieve la conexión entre Montilla y América. El Museo Nacional del Prado ha organizado la exposición Tornaviaje. Arte iberoamericano en España, que se podrá visitar hasta el próximo 13 de febrero. En ella está incluida una pieza singular, nuestro Cristo de Zacatecas, que ha sido seleccionado entre algo más de un centenar de obras reunidas en torno a una muestra sin precedentes del arte virreinal producido durante el período de presencia española en el continente americano.

"Tornaviaje. Arte Iberoamericano en España", una exposición internacional organizada por el Museo Nacional del Prado
"Tornaviaje. Arte Iberoamericano en España", una exposición internacional organizada por
el Museo del Prado entre los meses de octubre de 2021 y febrero de 2022

Como bien es sabido, a nuestra ciudad le unen fuertes lazos históricos y afectivos con Hispanoamérica, cuyos máximos referentes son conocidos por todos: San Francisco Solano y el Inca Garcilaso de la Vega. Pero no todo queda aquí, además de estos grandes personajes de la religión y la cultura existen cientos de nombres montillanos que formaron parte de la evangelización, el gobierno, la administración y el comercio de aquellas lejanas tierras. Son los pobladores que recrearon una nueva realidad de la vida cotidiana española en los reinos de Indias, andaluces en su mayoría que un buen día decidieron cambiar el rumbo de sus vidas y embarcar hacia el llamado Nuevo Mundo, tras la promesa de un futuro mejor.

Unos se adaptaron a la vida colonial y fundaron allí nuevas familias y linajes, origen de la estirpe criolla; otros volvieron enriquecidos y ennoblecidos, con su equipaje colmado de pesos de oro y plata junto a recuerdos exóticos, son aquellos que hicieron el tornaviaje o camino de vuelta, y que en España llamaron indianos. Pero en ambos casos, muchos de estos paisanos mantuvieron vivo el hilo de la distancia con Montilla, a través de la correspondencia y de sus actividades comerciales. Todo este fenómeno migratorio produjo notables beneficios para nuestra ciudad, ya que los pobladores de Indias remitieron valiosos legados que oxigenaron la economía local, con la fundación de obras pías para ayudar a las vecinas más necesitadas a contraer matrimonio, la construcción de capillas para recibir sepultura o la donación de obras de arte a cofradías, iglesias y conventos.

La exposición fue inaugurada por S.M. El Rey, Felipe VI, y contó 
con la asistencia del presidente del Real Patronato del Museo
del Prado, Javier Solana.

Un claro ejemplo de estos indianos es Andrés de Mesa (o Fernández de Mesa). Su nombre se ha popularizado en los últimos tiempos gracias a la cobertura que la prensa –de dentro y fuera de nuestras fronteras– ha dado a la exposición organizada por el Museo del Prado. Pero detrás de ese nombre hay una azarosa biografía que nos puede ayudar a conocer mejor el perfil de los indianos en la sociedad andaluza de los siglos XVI y XVII.

¿Quién fue Andrés de Mesa?

El donante del Cristo de Zacatecas nace en Montilla hacia 1538. Fue hijo de Andrés Fernández de Mesa y de María López Salvador, y pasó la infancia dentro de una familia numerosa, junto a sus cuatro hermanos y dos hermanas. Su padre era herrero de profesión y su madre había sumado al matrimonio un olivar, que reportaba cierto desahogo a la economía familiar.

En agosto de 1563 Andrés de Mesa obtiene licencia para pasar a Nueva España[1]. Embarca en el puerto de Sevilla, junto a otros tantos montillanos, en la nao «Maestre», según recoge el pasaje del día 3 de febrero de 1564, en su condición de soltero.

De su estancia en el Virreinato de Nueva España sabemos que casó “legítimamente según orden de la santa madre yglesia en la Ciudad de Méjico con doña Francisca Cortés” de quien recibió una generosa dote de “mil y cien pesos de a ocho reales cada uno”[2], como expresará en su testamento. Allí nacerán sus hijos mayores: Melchor, Andrés y Luis. El benjamín de la casa, Lorenzo, lo hará en Montilla en 1579.

Suponemos que durante su estancia en Nueva España se dedicó al comercio, ya que en su pasaje no lleva oficio en que emplearse, ni se asienta como criado o acompañante de nadie. Hubo de tener bastante éxito en sus actividades mercantiles y sociales, en vista al buen casamiento que hizo con una «Cortés», al parecer descendiente del conquistador, según se desprende de las informaciones de limpieza de sangre que sus herederos expidieron después para alcanzar cargos o prebendas en la Corte de los Austrias.

A su vuelta a España, junto a su familia y enriquecido, a su equipaje incorporó un Cristo Crucificado de grandes dimensiones que donó a la cofradía de la Santa Vera Cruz, de la cual se levantó escritura pública el día 10 de septiembre de 1576, ante el escribano Andrés Capote. En ella recuerda su etapa indiana: “digo que por quanto mi voluntad a sido y que es muchos años de ser hermano y cofrade de la cofradía y hermandad de la Santa Vera Cruz de esta villa de Montilla y con esta mi voluntad yo he residido en las Indias algunos años y de ellas yo truxe una hechura de un Xpto para que esté y se ponga en la casa y iglesia de la dicha cofradía de la Santa Vera Cruz desta dicha villa”[3].

La donación llevó aparejada una serie de condiciones, entre las que cabe destacar la admisión como hermanos a su familia y descendientes, y la preferencia sobre el resto de cofrades para portar el «Santo Cristo» en las procesiones que la corporación pasionista organizara.

Esta donación supuso una gran relevancia social de los «Cortés de Mesa», como se hicieron llamar en adelante, a la par que les reportó una destacada popularidad entre el vecindario, pues la singular imagen del Crucificado era la primera de esta tipología que arribaba a tierras cordobesas procedente del lejano virreinato novohispano, lo que propagaría la devoción de los montillanos y la curiosidad de los foráneos.

A partir del año siguiente, se hace asidua la presencia de Andrés de Mesa en las escribanías públicas, donde aparece invirtiendo el caudal obtenido en su etapa indiana a través de la adquisición de fincas urbanas y rústicas, así como de imposiciones hipotecarias (a censo) de su capital sobre bienes no sólo de familiares y vecinos, sino también de otras poblaciones tan alejadas como Osuna.

Firma del indiano Andrés de Mesa, donante del Cristo de Zacatecas

En 6 de diciembre de 1578 adquiere unas casas principales en la calle del capitán Alonso de Vargas, linderas con la tercia del vino del marqués de Priego y con casas doña Luisa Ponce de León[4], viuda de don Alonso, que las habitaba junto al Inca Garcilaso de la Vega, sobrino y heredero del difunto capitán de los Tercios de Flandes.

El ascenso social le condujo a formar parte de la élite local elegida por los marqueses de Priego para el gobierno de la villa. En 24 de junio de 1579 los munícipes del Concejo de Justicia y Regimiento nombraron “por receptor de la bulla de la Santa Cruzada primera que viniere el año a Andrés de Mesa mexicano”[5]. Años después, en el cabildo de 22 de julio de 1588, recibió un nuevo nombramiento municipal, en esta ocasión como “depositario del caudal y maravedís de dehesas y del pan y maravedís del pósito desta dicha villa”[6].

En la última década del siglo, el IV marqués de Priego, Pedro Fernández de Córdoba y Figueroa, que había casado con Juana Enríquez de Rivera y Cortés (nieta legítima del conquistador), lo nombró “por Regidor de la dicha mi villa de Montilla”[7], según la provisión expedida el 16 de marzo de 1595.

De su probada solvencia financiera dan fe numerosas escrituras, donde aparece como avalista de familiares y vecinos a la hora de arrendar o adquirir bienes. De todas estas, debemos recordar la carta de poder que otorgó a Francisco Fernández de Herrera en septiembre de 1593 para que cobrara en su nombre una deuda de 280 reales a la Hacienda Real, que era el valor de las 20 fanegas[8] de trigo “que en el mes de diciembre del año de noventa e uno Myguel de Cerbantes Saavedra, comysario de su magestad, sacó de my casa para la probision de las armadas de su magestad”[9]; siendo Andrés de Mesa uno de los vecinos que mayor cantidad de cereal aportó a la comisión que condujo al Príncipe de las Letras Españolas hasta Montilla.

La capacidad adquisitiva del «perulero» –como era conocido– y su cercanía a los marqueses de Priego, queda patente una vez más en 1601, cuando el día 14 de marzo los nobles le vendieron “el oficio de fiel executor de la dicha nuestra villa e su término e jurisdicción con el almotacenazgo della e las rromanas de carne y pescado y del peso de la harina y con todos sus derechos y salarios onrras preminencias y libertades al dicho oficio anejos y pertenecientes”[10] por precio de 1.500 ducados, que el indiano Mesa pagó al contado y en metálico a la firma de la escritura, cosa poco usual en la época.

Andrés de Mesa encontrará la muerte el 24 de septiembre de 1602[11]. Otorgó su testamento ocho días antes, donde cabe reseñar la donación “de dos candeleros de plata que yo tengo que pesan siete marcos poco más o menos para que se haga una lámpara de plata para la ermita de la Vera Cruz desta villa y lo que costare de hechura se page de mis bienes”[12], en clara alusión al Cristo novohispano que había donado años antes, y que presidía la capilla mayor del desaparecido templo.

Casa del Inca
Andrés de Mesa adquirió una casa en la calle del Capitán Alonso de Vargas,
y más tarde su hijo Melchor Cortés de Mesa amplió el patrimonio familiar con 
la compra de la casa colindante, que había sido propiedad del Inca Garcilaso.
Del mismo modo, ordenó en sus últimas voluntades que se le reintegrara a su esposa la dote que aportó al matrimonio, con una hipoteca que tenía contraída  “contra el colegio de la Compañía de Jesús de esta villa”[13]. Los jesuitas liquidaron la deuda y doña Francisca Cortés invirtió este capital en la fundación de una memoria de legos, para la que nombró por capellán a su hijo el Lcdo. Luis de Vesga Mexía con cargo de “que me diga o haga decir en cada uno año veinte y cinco misas rezadas en la iglesia de Sr. Santiago desta villa por mi ánima y del dicho Andrés de Mesa mi marido y de nuestros difuntos”[14]. La mestiza Cortés sobrevivió a su esposo apenas unos meses, hallando la muerte el 25 de enero de 1603[15].

El linaje de los «Cortés de Mesa» estuvo continuado en su hijo Melchor, que fue Alguacil Mayor de la villa y acrecentó el patrimonio familiar, entre otras, con la compra de la casa del Inca Garcilaso en 1598.

Sus descendientes mantuvieron la elevada condición social y económica en Montilla hasta mediados del XVIII, emparentado con las familias más ilustres de la ciudad y conservando las prerrogativas heredadas sobre el Crucificado mexicano. Fue tal el vínculo que mantuvieron con la imagen que llegaron a mantener pleitos ante la justicia eclesiástica entre las diversas ramas del linaje para defender sus derechos a la hora de portarlo en las procesiones. Todo un privilegio. El mismo que hoy atesoramos los montillanos con haber aportado tan digno representante del arte virreinal a una exposición internacional organizada por el Museo del Prado, uno de los diez mejor valorados del mundo.

BIBLIOGRAFÍA

AMADOR MARRERO, Pablo. Imaginería ligera novohispana en el arte Español de los siglos XVI-XVII. Historia, análisis y restauración. Tesis doctoral. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, 2012.

CASTAÑEDA DELGADO, Paulino (Coord.). La Iglesia en América: Evangelización y Cultura. Pabellón de la Santa Sede. Exposición Universal de Sevilla, 1992.

GARCÍA-ABÁSOLO, Antonio. La vida y la muerte en Indias. Cordobeses en América (Siglos XVI – XVII). Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba. Córdoba, 1992.

  Imaginería indígena mexicana. Una catequesis en caña de maíz. (Coordinador y autor). Publicaciones de Obra Social y Cultural Cajasur. Córdoba, 2001. 

        Los beneficios de tener indianos. Inversiones de plata americana en la Campiña de Córdoba. Actas de las VII Jornadas sobre Historia de Montilla. Excmo. Ayuntamiento de Montilla. Montilla, 2007, pp. 19-58. 

     Vida cotidiana y patrimonio. Patrimonio histórico. Difusión e imbricación americana. Rafael López Guzmán (Coord.), Universidad Internacional de Andalucía, Sevilla, 2013, pp. 118-143.

LÓPEZ GUZMÁN, Rafael (Ed.). Tornaviaje. Arte iberoamericano en España. Museo Nacional del Prado, Madrid, 2021.

PORRAS BARRENECHEA, Raúl. El Inca Garcilaso en Montilla (1561-1614). Nuevos documentos hallados y publicados por… Instituto de Historia de la Facultad de Letras de la Universidad Mayor de San Marcos, Lima, 1955.

NOTAS

[1] Archivo General de Indias (AGI). INDIFERENTE,1966, L. 14, F. 442v. 

[2] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla (APNM). Escribanía 1ª. Leg. 26, fols. 831r-833v. 

[3] APNM. Escribanías s.XVI. Leg. 101, fols. 84 v-87v.

[4] APNM. Escribanías s.XVI. Leg. 30, fols. 982r-985v.

[5] Archivo Municipal de Montilla (AMM). Libro nº 8 de Actas capitulares, fol. 37v.

[6] AMM. Loc. cit., fols. 354v-355r.

[7] AMM. Libro nº 9 de  Actas capitulares, fol. 169.

[8] Equivalen a 1.000 kilogramos.

[9] APNM. Escribanía 1ª. Leg. 17, f. 852.

[10] APNM. Escribanía 7ª. Leg. 1165, fols. 1832r-1840v.

[11] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla (APSM). Abecedario de difuntos, [s. f.].

[12] Ver nota nº 2.

[13] Ibídem.

[14] APSM. Lib. 3º de memorias y capellanías, fols. 67v-68r. 

[15] APSM. Abecedario de difuntos, [s. f.].

*Artículo publicado en la Revista de Información Municipal de Montilla, nº 196. Diciembre de 2021.

lunes, 3 de mayo de 2021

LA CRUZ «MONUMENTAL» DE LA ERMITA DE LA VERA CRUZ*

En la actualidad, los monolitos cristianos ubicados en lugares públicos han recobrado un insólito protagonismo. Muchos de ellos están siendo retirados, según su origen y dependiendo de la interpretación y uso que las autoridades competentes hagan de la legislación vigente.

Estos hechos nos traen a la memoria la existencia de una «monumental» cruz de piedra que estuvo ubicada en las inmediaciones de la desaparecida ermita de la Vera Cruz, cuya historia queremos plasmar en las siguientes líneas, ya que fue erigida por iniciativa de esta cofradía.

En el Concilio de Trento (1545-1563) la Iglesia Católica refrendó el culto a las imágenes de Cristo y de la Virgen, a los santos y a las reliquias. Aquellos nuevos postulados provocarán la congregación de fieles y devotos en torno a una imagen sagrada para su veneración pública, que será regulada por la autoridad diocesana. Surgen así numerosas hermandades y cofradías pasionistas que serán el germen de la llamada «piedad popular».

Años después, el pensamiento barroco trajo consigo una nueva concepción de la vida temporal y una continua reflexión sobre la muerte. En el ámbito espiritual, estas convicciones sociales fomentaron el culto a la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, modelo a quien imitar para ganar la vida post mortem.

El viejo llano de la Vera Cruz se convirtió a partir de 1930 en el patio del externado del colegio Salesiano

En Montilla, este cambio generalizado de mentalidad se verá reflejado con la fundación de nuevas cofradías pasionistas a finales del siglo xvi, como son la Soledad y Angustias de Nuestra Señora (1588) y la de Jesús Nazareno (1590).

En esta fervorosa etapa se verá refrendada la vitalidad que muestran sendas cofradías radicadas en el cenobio de San Agustín, quienes adquieren sus imágenes titulares, insignias y enseres para el guión procesional, ordenan sus reglas, levantan capilla propia en el templo conventual y formalizan su agregación a la basílica romana de San Juan de Letrán, obteniendo así los gracias pontificias e indulgencias que llevaba aparejadas.

Asimismo, al amparo de los frailes del convento-hospital de San Juan de Dios nace en 1625 la cofradía de Ntra. Sra. de la Concepción Dolorosa y Cristo en la Oración del huerto, última de las cofradías históricas de nuestra Semana Santa.

Por su parte, desde los años finales del siglo xvi y hasta la primera mitad de la centuria siguiente, la corporación de la Santa Vera Cruz también experimenta un considerable crecimiento devocional que se verá plasmado en la ampliación del repertorio de imágenes representativas de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, con la incorporación de las efigies de Cristo Ecce Homo (1597), Amarrado a la Columna (1601), Resucitado (anterior a 1617), en su Prendimiento y en la celebración de la Última Cena.

A consecuencia de este aumento iconográfico, la cofradía se planteará la ampliación de la ermita, que acusaba cierta estrechez a la hora de celebrar los cultos y cabildos, ya que por estas fechas cuenta en sus filas con medio millar de hermanos. Las obras se llevarán a cabo entre los años 1614 y 1616, según testimonian diversas fuentes documentales.

Una vez concluida la ampliación de la ermita, los oficiales de la Vera Cruz prosiguen con su ornamentación. Desde 1602 estaba pendiente el cumplimiento de una manda testamentaria otorgada por Andrés de Mesa, donante del Cristo de Zacatecas, de componer y donar una lámpara de plata al Crucificado que trajo consigo de México en 1576. Los oficiales de la Vera Cruz retoman el asunto y en 1619 firman una serie de acuerdos con los herederos del indiano para materializar las últimas voluntades.

En el transcurso de este periodo de intensa actividad en torno a la Vera Cruz, la cofradía acuerda erigir un crucero pétreo en las inmediaciones de la ermita. El 6 de agosto de 1629, festividad de la Transfiguración del Señor, confirman ante escribano público un acuerdo alcanzado con Juan Fernández de Ávila, «maestro albañil, vecino que soy de la villa de Montilla», quien se obligaba «en favor de la Cofradía de la Vera Cruz en esta villa y de Francisco Gómez acemilero, su hermano mayor, y Alonso Cameros de la Cueva mayordomo y alcalde de ella, de hacer e dar hecha y acabada con perfección una cruz de piedra blanca y de la cantera de la dehesa de Cabra, de dos varas e cuarta, desde la urnia arriba se ha de medir, y los brazos con proporción conque la altura pide, los remates de piedra colorada de jaspe de una ochava de grueso que ha de entrar en la urnia con su proporción de su tamaño sin disminuir nada en ello»[1].

Como se puede apreciar, sólo la cruz alcanzaba unas dimensiones considerables, con una altura de 1,90 metros, y estaba compuesta de piedra caliza y jaspe de la vecina sierra de Cabra.

Igualmente, en la escritura se describen las formas y elementos decorativos que debía incorporar la pieza: «a de ser el árbol estriado afuera con agallones machos, el brazo estriado a dentro vacío de vuelta a el hilo, a el tercio las flores resaltadas afuera con cuatro o seis hojas piedra y manos de la cruz, que es la basa urnia y árbol y brazos e bolas son por quenta del dicho otorgante e traerlo al pie de la obra»[2].

Desde su fundación, la cofradía de la Vera Cruz celebró con toda solemnidad la Fiesta de la Invención de la Santa Cruz el día 3 de mayo, como atestigua este libro parroquial

Por su parte, la cofradía debía asumir el costo de los «sillares para el pedestal», junto con el plomo y la cal que se empleara. A su vez, el maestro albañil contraía el compromiso de labrar y sentar los sillares, aportar el hierro necesario para el anclaje y tener acabada la obra para «darla puesta el día de pascua de Navidad fin de este año de seiscientos y veinte y nueve».

El monto y los plazos de pago también se contemplan en el contrato público. A la firma del mismo, la cofradía entregó a Fernández de Ávila «cien reales, de que me doy por pagado». Después vendría un segundo pago de otros cien reales a finales del mes de agosto, y «el resto el día que estuviere puesta la cruz». Para el tercer y último pago no quedó fijada una cuantía, aunque sí acordaron que la estipulasen dos personas, una por cada parte.

Asimismo, la cofradía se reservó el derecho de inconformidad con el importe ajustado a la entrega, y en su caso quedara «en su elección el tomarla o no». Por el contrario, si el maestro albañil incumplía las cláusulas y plazos establecidos, los cofrades «puedan acudir a otra persona que la haga y en la forma que está dicho y declarado y cobrar lo recibido hasta el presente día».

Los representantes de la corporación, Francisco Gómez y Alonso Cameros de la Cueva, avalaron el cumplimiento del contrato con sus bienes personales, para evitar un posible embargo de los propios de la cofradía, como así lo declaran: «otorgamos que aceptamos esta carta y por ella nos obligamos a la paga del precio que se le diere a la hechura de la cruz siendo como queda referido, la que hacemos al dicho Juan Fernández los cien reales ya entregados, cien en fin de agosto, el resto el día que estuviere sentada, y el precio se ha de dar por dichas dos personas y con las calidades […] ya referidas por Juan Fernández, que han sido de nuestra permisión para todo ello ambas partes obligamos nuestras personas y bienes habidos y por haber…»[3].

No obstante, antes de finalizar el acta notarial, los cofrades incluyen en el contrato dos nuevos requisitos que habrían de tenerse en cuenta: «y es condición que el pedestal que ha de llevar dos perfiles y sus almohadas, como de por el dicho hermano mayor y oficiales se pidiere. […] Es condición que la dicha cruz ni ha de tener pegadura ni pedazos, sino limpia de todo punto».

Rubricaron el documento Alonso Cameros de la Cueva, por parte de la cofradía, y uno de los testigos, Matías Gómez acemilero, además del escribano Juan Rodríguez de Herrera, quien dio fe pública de lo suscrito.

La lectura detenida de la escritura ofrece numerosos detalles, aunque también obvia otros tantos, probablemente por la evidencia del momento. En su contenido no se trasluce si el monolito de piedra en su conjunto se contrata por completo de obra nueva o viene a sustituir a otro anterior construido de un material de menor consistencia (ladrillo, madera), lo cual no es descartable dado que la cofradía contribuye con algunos de los materiales necesarios para su construcción.

Detalle del plano de Montilla levantado por Juan Enríquez en 1850, donde se aprecia el cementerio de la Vera Cruz y en su interior el monolito de la Cruz

Tampoco se recoge en la escritura el lugar de colocación del monumento. Es de suponer que fue ubicado en el llano de la Vera Cruz, en las proximidades de la ermita o en el patio cercado de la misma, junto a la casa del santero. Según detalla la descripción, la obra artística que había de tener la cruz es más propia de un monumento para el culto público que el típico crucero que se colocaba a las puertas de entrada de la población. Es más que probable que la cruz construida a instancias de la cofradía tuviera como fin la veneración pública a la «Cruz Gloriosa», dado que los orígenes de las corporaciones de la Vera Cruz se hallan en la celebración de las festividades de la Invención (3 de mayo), el Triunfo (16 de julio) y la Exaltación (14 de septiembre). Precisamente, la fiesta de Regla de la cofradía montillana estaba establecida en la festividad de la Cruz de Mayo, como lo recoge el libro parroquial de Santiago (1645) que regulaba las fiestas anuales en Montilla: «Fiesta y Procesión de la Invención de la Santa Cruz. La Cofradía de la Santa Vera Cruz tiene obligación todos los años de celebrar en su casa de la Sta. Vera Cruz la fiesta de la Invención de la Sta. Vera Cruz a tres de Mayo, con vísperas, procesión, sermón y misa. Y más cumple en esta festividad una memoria por Salvador Carreta y aniversario llano por los cofrades difuntos»[4]. 

A comienzos del siglo xix, cuando el llano y la ermita de la Vera Cruz son destinados cementerio parroquial, en la documentación que manejamos sobre este proceso, que se prolongó entre los años 1805 y 1819, no localizamos reseña alguna a la cruz de piedra. No obstante, tenemos constancia de la existencia de una gran cruz de piedra en el centro de la planicie que ocupaba el camposanto. Así lo testimonia un plano del callejero de la ciudad levantado en 1850 por Juan Enríquez, como también las referencias que hacen a ella los historiadores José Morte Molina y Dámaso Delgado López.

Ambos describen el cementerio detalladamente. Morte Molina especifica en sus Apuntes históricos que «ostenta en el centro una cruz grande de piedra»[5]. Por su parte, Dámaso Delgado, en su manuscrita Historia de Montilla describe la existencia «en toda la superficie de su extensión, sepulturas y mausoleos, que preside desde su centro [una] monumental Cruz de piedra»[6].

Suponemos que se trata del mismo monolito que fue contratado por la cofradía en 1629, dado que durante las obras de adaptación del llano y ermita para cementerio no se reseña el desmonte de la cruz, por lo cabe pensar que se mantuvo erigida en su lugar original para continuar con su funcionalidad religiosa.

Placa colocada en el cementerio municipal de San Francisco 
Solano cuando fue secularizado

Por testimonios orales que han llegado hasta nosotros, sabemos que esta monumental cruz pétrea fue trasladada e instalada en el actual cementerio municipal de San Francisco Solano, una vez fue clausurado el viejo de la Vera Cruz, a comienzos del siglo xx. El monolito se mantuvo pie hasta 1931, año en que el cementerio actual fue –solemnemente– secularizado el día 27 de diciembre, según consta en la placa marmórea que se conserva del acto en el Museo Histórico Local de nuestra ciudad. Con tal pretexto, y dentro del clima laicista y anticatólico del momento histórico, la cruz fue destruida, provocando así su definitiva desaparición.

*Artículo publicado en la revista "Vera+Crux Montilla", en la cuaresma de 2021. Año XVIII, nº 19.

 NOTAS

[1] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla. Escribanía 3ª. Leg. 425, fols. 552-553v.

[2] Ibídem.

[3] Ibíd.

[4] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla. Tabla, y razón de los derechos y obvenciones que pertenecen a los Sres. Vicario, Rector y Curas de esta Iglesia Parroquial de Sr. Santiago de esta Ciudad de Montilla, fol. 68v.

[5] MORTE MOLINA, José. Montilla. Apuntes históricos de esta ciudad, págs. 72-73. Montilla, 1888.

[6] DELGADO LÓPEZ, Dámaso. Historia de Montilla y breve resumen de la general de España. T. I. Cap. VIII, [s.n.]. Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque. Ms. 303-01.

jueves, 10 de septiembre de 2020

EL CAPITÁN JOSÉ GASPAR DE ANGULO VALENZUELA Y LA DEVOCIÓN FAMILIAR DE LOS «CORTÉS DE MESA» AL SANTO CRISTO DE ZACATECAS*

La ampliación de la ermita de la Vera Cruz (1714-1720)

Se cumple este año el tercer centenario de la ejecución del retablo que José Gaspar de Angulo y Valenzuela donó al Santo Cristo de Zacatecas con motivo de las obras de ampliación de la capilla mayor de la desaparecida ermita de la Vera Cruz. Un retablo, de líneas barrocas, del que sólo ha llegado hasta nosotros el medallón (o cartela) que lo coronaba, el cual conserva una inscripción que durante siglos fue el único vestigio que guardaba una página de la historia del Crucificado traído de México por el montillano Andrés de Mesa y su esposa Francisca Cortés, descendiente del conquistador Hernán Cortés.

Medallón (o cartela) que se conserva como único vestigio
 del retablo mayor de la ermita de la Vera Cruz, 
donado por el capitán José Gaspar de Angulo y Valenzuela.
 La inscripción testimonia la vinculación genealógica 
entre Andrés de Mesa, donante del Cristo de Zacatecas, 
y el donante del retablo.
El medallón recoge un texto votivo que recuerda los nombres del donante del retablo y su esposa, así como el vínculo genealógico que les une con el indiano que trajo consigo la imagen. Dice así: «A DEVOCION DEL CAPITÁN / DE CAVALLOS CORAZAS DN. JOSEPH / GASPAR DE ANGVLO Y VALENZV/ELA REXIDOR Y JVEZ DEL CAMPO / DE ESTA CIVDAD QVINTO NIETO / DE ANDRÉS FERNÁNDEZ DE / MESA QUIEN TRAGO DE INDIAS / ESTE SANTO XPTO. Y LO COLOCÓ / EN ESTE ALTAR Y DE DOÑA / GERÓNIMA DE SOTOMA/IOR Y DÁVALOS SV / MUJER / AÑO DE 1720».

Durante el siglo XVII el Cristo de Zacatecas gozó de gran devoción entre los montillanos, hasta tal punto que su cofradía decidió en la segunda década de la centuria siguiente ampliar la capilla mayor de la ermita de la Vera Cruz, donde recibía culto. Según detalla el historiador Francisco de Borja Lorenzo Muñoz en su manuscrita Historia de Montilla “En el año de 1714 se adelantó la capilla del Señor Crucificado, que es la mayor, y para ello dio su licencia y se tomó sitio del llano de la Vera Cruz, con decreto de su Excelencia, cumplido en acuerdo de Ciudad al folio 9 de su libro capitular”[1].

Ciertamente, así lo recoge el libro de actas capitulares, donde se lee y transcribe a la letra la disposición favorable del duque de Medinaceli, y acto seguido se describen las diligencias ordenadas por el Concejo para llevarlo a efecto, que envió al maestro de obras municipal para medir los 24 m2 que se tomaron del llano para ampliar la capilla mayor. Recogemos íntegro el punto del cabildo de 4 de marzo de 1714 en que fue tratado:

 “[Al margen]: Decreto de Su Excelencia sobre la capilla del Santo Cristo.
En este cabildo se vio un decreto del Excmo. Señor Marqués Duque mi señor que su tenor es como se sigue.

Madrid, 13 de febrero de 1714.
Respecto de asegurarme la cofradía del Santo Christo de la prisión (sic) que se venera en la ermita de la Vera Cruz de mi ciudad de Montilla tienen prevenido y costados la mayor parte de materiales que se nezecitan para la fábrica de su Capilla que desean hazer en ella para dicho Señor, tengo a bien condescendido con las / que antezedentemente me tenía hecha de conzederle licencia para la referida fábrica; y asimismo al Concejo de Justicia y Reximiento de dicha mi Ciudad ponga en execución esta gracia y merced puntual y cumplidamente pues es mi voluntad concurrir obsequiosamente a obra tan pía y debido culto a Su Majestad. El Marqués-Duque.
Y por dicho cabildo visto el dicho decreto, lo obedeció y acordó se guarde y cumpla, y que en su cumplimiento atento a tener los cofrades reconocido el terreno que es necesario para la dicha capilla, que Francisco de la Cruz, maestro de obras y alarife, les mida hasta siete varas de largo y cinco de ancho con el menor daño que se pueda y que fabriquen dicha capilla dejando el uso de la calle que va del llano de la iglesia a la calle Matadero libre y viable, de forma que no se impida el paso así de los vecinos como de las bestias o ganados, y que así se les haga saber a Juan Prieto solicitador de dicha obra y hermano de la dicha cofradía”[2].

Como se puede apreciar en las fechas, el final de la obra de ampliación de la ermita hubo de coincidir con el encargo y hechura del nuevo retablo, concluido todo en 1720.

La devoción de los «Cortés de Mesa» al Cristo de Zacatecas

Desde que iniciamos esta línea de investigación sobre el pasado del Cristo de Zacatecas despertó nuestro interés el texto del medallón, que fue el punto de partida para introducirnos en los archivos históricos. En el primer trabajo que dedicamos al Crucificado, allá por el año 2000, ya hicimos referencia a esta pieza de madera tallada, dorada y estofada, que por aquel entonces estaba ubicada en uno de los ángulos de la sillería del coro del templo parroquial. Desde entonces no hemos abandonado nuestro propósito de dar luz a la especial vinculación que el linaje «Cortés de Mesa» mantuvo en torno a la esta singular imagen hasta mediados del siglo XVIII[3].

Según recopila la escritura notarial de donación de la pieza novohispana, otorgada el 10 de septiembre de 1576, la descendencia de Andrés de Mesa conservaría in sæcula sæculorum una serie de privilegios sobre la imagen, entre los que merece reseñar la preeminencia de portarlo en las salidas procesionales ordinarias y extraordinarias que se ofrecieren[4].

Como menciona la cartela, José Gaspar de Angulo y Valenzuela era descendiente directo (por vía materna) de los donantes del Santo Cristo llegado de Indias. En su condición de tal, fue uno de los que mantuvo viva la devoción familiar hacia la imagen, como demostró a la hora de sufragar el nuevo retablo, casualmente –y al igual que sus ancestros– después de volver del Virreinato de Nueva España, donde hizo carrera militar y acumuló una considerable fortuna, como veremos más adelante.

El Cristo de Zacatecas, acompañado de la Virgen del Socorro, en 
procesión por las calles de Montilla el Martes Santo de 2019 
(Foto: Sebas Lozano Fuentes)
Pero antes, conozcamos algo más a fondo la genealogía y la azarosa vida de este montillano. José Gaspar nace el día 6 de enero de 1681, siendo bautizado en la parroquia de Santiago ocho días después[5]. Fue el séptimo de los ocho hijos habidos del matrimonio formado por don Juan de Angulo Valenzuela y doña Francisca Dorotea Benavides y Cortés de Mesa, quienes habían unido sus vidas el 30 de julio de 1667[6]. El hogar familiar estaba ubicado en la calle Godoy (hoy San Fernando) en unas casas principales provistas de una bodega que abría sus puertas a la calle Don Gonzalo. Esta vivienda solariega fue aportada en dote al matrimonio por Francisca Dorotea, que era hija de Pedro Cortés de Mesa y Francisca Antonia de Benavides. A su vez, Pedro fue hijo de Melchor Cortés de Mesa y, por tanto, nieto de Andrés de Mesa, donante del Cristo.

Por vía paterna, esta rama del linaje de los «Angulo» se había establecido en Montilla en la segunda mitad del siglo XVI, procedente de Córdoba. La documentación que hemos manejado deja entrever que llegaron a nuestra ciudad para el servicio del marqués de Priego[7].

Juan de Angulo y Valenzuela tenía reconocida la condición de hijodalgo por el Cabildo Municipal. Era hijo de Juan de Angulo y Ana Fernández de Molina, y había recibido las aguas bautismales el 30 de abril de 1643, siendo sus padrinos los IV marqueses de Montalbán, Luis Ignacio y Mariana Fernández de Córdoba, futuros marqueses de Priego y Duques de Feria[8].

José Gaspar de Angulo, otro montillano que hizo las Américas

De José Gaspar, nuestro biografiado, apenas tenemos noticias de su infancia y mocedad. Lo suponemos recibiendo sus primeras letras en el cercano colegio de la Compañía de Jesús, acompañando a su madre al convento de San Agustín para visitar a su tío, el padre maestro Fr. Pedro Cortés, o junto a sus familiares asistiendo a los cultos celebrados en la ermita de la Vera Cruz al Santo Cristo de Zacatecas.

Entre 1711 y 1717 lo hallamos en la ciudad de Veracruz (México), ya con el empleo de Capitán al mando de una compañía de Caballos Corazas[9]. Este tipo de caballería del ejército de la Monarquía Hispánica se caracterizaba por el equipamiento acorazado del jinete, que se protegía con una pesada armadura metálica, y en el campo de batalla estaba provisto de una espada de gavilanes, dos  pistolas tercerolas y un martillo de armas. Como era costumbre en la época, José Gaspar hubo de cumplir una primera etapa de formación y profesionalización que pudo prolongarse entre cinco y diez años (probablemente durante la Guerra de Sucesión se sumaría al ejército de Felipe de Borbón). Tras ésta, y haciendo valer su noble linaje,  recibirá el despacho de Capitán de Caballería, patente que le servirá para levantar una compañía de coraceros a su costa, compuesta de unos 50 jinetes. Al igual que sus coetáneos, José Gaspar conciliará sus obligaciones militares con actividades mercantiles, que le permitirán sustentar a los efectivos bajo su mando.

La primera noticia que hemos hallado sobre José Gaspar de regreso en Montilla data del 24 de abril de 1717, a través de un poder notarial otorgado por su hermano Frey Pedro de Angulo, agustino y caballero profeso de la Orden de San Juan de Jerusalén (Malta), donde aún se le nombra como “residente en esta ciudad”[10], lo que indica su reciente llegada.

Meses después, el 26 de junio, lo volvemos a encontrar presente en el testamento de su padre, Juan de Angulo, quien le nombra albacea “fideicomisario y executor” de sus últimas voluntades. Asimismo, el testador confiesa los envíos de dinero que su hijo remitió desde Nueva España: “Declaro que en el tiempo que el dicho capitán de caballos Don Joseph Gaspar de Angulo y Valenzuela mi hijo a estado en el Reino de las Indias remitió a mi poder en diferentes ocasiones en dinero hasta quinientos y cincuenta doblones de a quatro pesos escudos de plata cada uno, los quales e gastado en los dotes que e dado a mis hijas para sus casamientos y para ser religiosas[11] y para otros gastos que en lo uno y otro se ofrecieron, lo declaro para descargo de mi conciencia”[12].

Don Juan de Angulo también declara “que en la Bodega de candiotas que tengo en mis casas, calle Don Gonzalo desta Ciudad, del vino que ai enzerrado en ellas son setezientas arrobas del dicho Dn. Joseph Gaspar de Angulo y Valenzuela que las a comprado con su propio dinero”[13].

En un intento de amortizar la deuda contraída por su padre, éste le beneficia con “el tercio y remanente del quinto de todos mis bienes que tuviere al tiempo de mi muerte al dicho Dn. José Gaspar… cuia manda hago por vía de mejora”[14].

En estos mismos términos se expresa su madre, doña Francisca Dorotea Cortés de Benavides,  en una cláusula que sumó a su testamento a través de un codicilo el día 9 de enero de 1719: “Declaro que Dn. Joseph Gaspar de Angulo mi hijo desde las Indias remitió considerables porziones de dinero que declaró el dicho mi marido, saben todos mis hijos y es cosa notoria en esta ciudad, a fin de que se las conserváramos para que restituido a ella pudiese usarlas como su dueño verdadero que era, y nosotros conviene a saber dicho mi marido y yo, atendiendo al cuidado de poner nuestras hijas en estado, los expendimos colocándolas en religión y en matrimonios correspondientes a sus obligaciones, a que sin dichas cantidades aun no pudiéramos concurrir a lo menos sin dispendio notable de las posesiones que oi tengo y con que nos manteníamos, las quales no se le an satisfecho y por ellas es acreedor a dichos bienes”[15].

Ilustración que recrea la indumentaria de los jinetes coraceros españoles del siglo XVII.


Como reconocen sus progenitores, el capitán hizo una considerable fortuna en América, de la cual no pudo disponer en su mayoría hasta el fallecimiento de ambos. A pesar de ello, una vez instalado en Montilla, José Gaspar lleva a cabo una serie de inversiones con la adquisición de fincas rústicas y creación de sociedades comerciales. Entre ellas, sabemos por las escribanías públicas de la compra “de una heredad de veinte y cinco aranzadas tres quartas y setenta y siete estadales de viña y quatro fanegas de tierra calma en que se incluye un pedazo de cañaveral, con su casa de lagar, vasos, bodega y pertrechos en el término desta ciudad sitio de Benavente”[16] a los herederos del Lcdo. Antonio de Toro Agudo, el 15 de septiembre de 1717.

Días después, el 18 de octubre de ese año, se une en sociedad con su paisano Juan García de Sotomayor, caballero del Orden de San Jorge, y el egabrense Andrés de Medina y Cabrera, ya que este último poseía “una almona de jabón de piedra en la villa de Cabra en la calle Morería y necesitando de comprar diferentes materiales para fabricar jabón en ella hizo trato con los dichos”[17]. Los montillanos aportaron el capital acordado para reflotar la fábrica de jabón con la condición de explotarla durante dos años, como así sucedió, aunque los resultados no fueron los esperados, cancelando el acuerdo mercantil el 25 de julio de 1719.

Nuevamente, hallamos a José Gaspar en las escribanías cerrando la compra de un olivar al conocido cerrajero Jorge de Cueto, compuesto de “una estacada de sesenta y dos pies y tres faltas de olivo que yo tengo mía propia en el término desta Ziudad, sitio de la Atalayuela y Benavente”[18], operación que quedó registrada el 12 de agosto de 1720.

Asimismo, el capitán mantuvo relaciones comerciales con el Nuevo Mundo, como se desprende de una escritura notarial, fechada en 28 de febrero de 1720, donde recibe amplios poderes de unos vecinos de La Habana, puerto principal donde se reunía la flota de vuelta de la Carrera de Indias, para cobrar ciertas cantidades de dinero en el Puerto de Santa María[19].

Del mismo modo, los oficios notariales de aquellos años nos revelan a José Gaspar al frente de la administración de los intereses familiares. Aparte de haber sido designado albacea testamentario de sus padres y apoderado de su hermano Frey Pedro, también su deudo el Lcdo. Francisco de Benavides, clérigo capellán, le otorga un poder general en noviembre de 1718 para administrar los bienes y rentas de las capellanías que posee, al igual que los de la obra pía fundada por el doctor Alonso Ortiz de Castilforte[20].

Ya reformado[21] de sus obligaciones castrenses, además de sus ocupaciones familiares José Gaspar de Angulo obtiene del marqués de Priego y duque de Medinaceli el 14 de febrero de 1719 el nombramiento de dos cargos municipales: Regidor del Concejo y Juez del Campo de Montilla y los términos de su jurisdicción (Aguilar, Puente de Don Gonzalo, Monturque y Montalbán), títulos que presenta seis meses después ante el Cabildo Municipal, quien lo recibe[22]

Escudo de armas de José Gaspar de Angulo. Timbrado
por corona y cuartelado, en orden muestra los apellidos:
Angulo, Valenzuela, Cortés y Benavides. Sobre la piedra
blasonada aparece la Cruz de Calatrava y la inscripción
«Año de 1730». 
De igual modo, el capitán fue nombrado a finales de ese año “Ministro Superior del Tribunal de la Santa Hermandad Vieja de la muy noble y leal ciudad de Ziudad Real y en todos los reynos y señoríos de Su Magestad por el estado noble de los Caballeros hijosdalgo”[23].

A través del acta capitular de 8 de enero de 1720 sabemos que José Gaspar “se halla en la Villa y Corte de Madrid”[24]. Efectivamente, dos días antes se había desposado en la iglesia parroquial de San Sebastián de la capital con doña Jerónima de Sotomayor y Dávalos, natural de Soria, hija de doña María Magdalena de Dávalos y don Diego Antonio de Sotomayor[25], regidor perpetuo de Soria, y también cortesano del duque de Medinaceli. De vuelta en Montilla, el nuevo matrimonio ratifica su unión el 11 de abril en la ermita de San Juan de Dios, recibiendo las bendiciones nupciales y velación in facie eclesiae del vicario de la ciudad, don Manuel Ximénez de Armenta[26].

Durante su estancia en Montilla, el matrimonio se instalará en la casa solariega de la calle Godoy, que habitan doña Francisca Dorotea Cortés Benavides y su hija pequeña, Manuela, como registran los padrones vecinales[27]. Para atender sus intereses en Madrid facultará a don Juan José de Sotomayor, tío de su esposa y caballero del Orden de Santiago, quien le representará en sus instancias ante el Real y Supremo Consejo de Castilla[28].

Como regidor, José Gaspar se muestra en las actas capitulares muy activo en sus obligaciones corporativas. Entre 1720 y 1724 es nombrado por el Cabildo diputado de las rentas de Propios, de los arbitrios municipales, de las fiestas locales, de los aforos de los impuestos de millones y cientos, de los pleitos que seguía el Concejo, para el repartimiento del servicio de milicias, así como de las dependencias de guerra, soldados y  cuarteles[29].

En julio de 1724 fue comisionado por el Concejo municipal para desplazarse a Cádiz y presentar al Gobernador y Capitán General de las Costas del Mar Océano, don Tomás de Idiáquez, el privilegio concedido por el monarca Felipe V a Montilla, por mediación del duque de Medinaceli, que eximía a la ciudad de alojar a las tropas reales transeúntes[30]. Asimismo, encomendaron a José Gaspar de Angulo que durante su viaje hiciera las gestiones necesarias para adquirir trigo en Écija, ante la escasez de grano existente en el pósito municipal a causa de las malas cosechas anteriores[31].

En 1725 José Gaspar cesa en sus funciones municipales, según recoge el acta capitular de 2 de febrero[32]. Aunque de nuevo comparece ante las autoridades locales el 13 de septiembre de 1726 para presentar el título de Familiar del Santo Oficio de la Inquisición de Córdoba, solicitando que se le incluyera en la nómina de los familiares avecindados en nuestra ciudad[33].
 
Los «Angulo-Sotomayor» trasladan su residencia a Andújar (1726-1752)

A partir de este año José Gaspar de Angulo traslada su residencia familiar a la ciudad de Andújar, donde ya estaba instalada su hermana Teresa, que se había casado con Bartolomé Luis Zurillo Santofimia Ladrón de Guevara. Allí ejerce de Familiar y Alguacil Mayor del Santo Oficio en la cercana población de Villanueva (de la Reina), y a partir de octubre de 1733 de regidor perpetuo[34], cuyo oficio comprará a su hermana Manuela que lo había heredado de su difunto marido, lo que le permite formar parte del Cabildo municipal de Andújar el resto de su vida.

El matrimonio Angulo-Sotomayor prospera social y económicamente. El 21 de diciembre de 1728 consigue del rey Felipe V la facultad de vincular todos los bienes familiares y fundar un Mayorazgo. Tal fundación no se hace efectiva hasta el 6 de noviembre de 1737. Los bienes gananciales del matrimonio que ligan al mayorazgo comprenden  la casa solariega que habitaban en Andújar, un Cristo Crucificado de marfil, un libro genealógico sobre la nobleza de sus apellidos, 465 fanegas de sembradío, 16 aranzadas de viña, una huerta con 300 moreras, y 8692 pies de olivos en distintas suertes, la mayoría reunidos en torno a un molino de cuatro vigas, dos bodegas de aceite y una de vino que habían construido en su finca de mayor extensión, situada en el pago de los Rubiales, término de Villanueva, colindante a los márgenes del río Rumblar[35]. En la actualidad la finca continúa llamándose «Cortijo Angulo» y en su portada aún conserva el escudo de armas de José Gaspar.

Portada de la casería de Cortijo Angulo, en el término 
municipal de Villanueva de la Reina (Jaén).

El mayorazgo lo había de heredar su primogénito, Diego Leonardo, y si éste no dejara descendencia recaería a favor de sus hijas Brígida Antonia, casada con Francisco de Pineda Ponce de León, conde de Villapineda[36]; y después en Ana Dorotea, casada con Bernardino de Álvarez Serrano. Entre las condiciones que habían de contraer los herederos, estaba la de construir y mantener una sala y oratorio para convalecientes en el convento-hospital de San Juan de Dios de Andújar. Una vez más, queda constancia de la devoción que la familia Angulo-Sotomayor profesa por el santo de los pobres (en cuya ermita montillana contrajeron matrimonio) y no será la última.

Ese vínculo benefactor se verá reafirmado cuando el matrimonio decida financiar la reconstrucción de la capilla mayor de la iglesia del citado convento-hospital, de la que se erigen por patronos, en la que costean un nuevo retablo y la dotan de una cripta funeraria que establecen como sepultura de su linaje. Así lo testimonian en sus últimas voluntades, otorgadas en noviembre de 1750, donde deciden modificar los bienes dotales del mayorazgo para mejorar en la herencia a su hija Brígida, lo que le acarreará litigar con su hijo Diego que se opone a tal alteración.

En referencia a nuestra ciudad, José Gaspar de Angulo declara en su testamento que es “poseedor del vínculo que en la dicha ciudad de Montilla fundó el Licenciado Luis de Vesga Mexía, presbítero, que se componía de seis casas tiendas en la plaza mayor de dicha ciudad, que habiéndose hecho solar en tiempo de los poseedores antecedentes se labró en parte de ellos una ermita para depósito de los difuntos forasteros, y en lo restante se vende el pescado”[37].

Luis de Vesga era hijo de Andrés de Mesa, el donante del Cristo de Zacatecas. La ermita a que hace referencia fue construida por la hermandad de Caridad, ligada a los frailes hospitalarios de San Juan de Dios. Dada la fragilidad de la edificación hubo de ser demolida, lo que obligó a la hermandad a cambiar su sede a la iglesia de la Vera Cruz. Más tarde, sobre estos terrenos se construirá la actual ermita de la Virgen de la Rosa.

Al siguiente de otorgar testamento, en 1751, fallece su esposa y madre de sus tres hijos, doña Jerónima de Sotomayor y Dávalos. Dos años después, en la primera quincena de enero de 1753, muere José Gaspar de Angulo y Valenzuela, siendo sepultado junto a su esposa en la capilla mayor de la iglesia de San Juan de Dios de Andújar, y amortajado con el hábito de esta orden hospitalaria, a la cual benefició notablemente en vida.

José Gaspar de Angulo es un ejemplo más de la relación existente entre Montilla e Hispanoamérica. Pocos son los datos que conocemos de sus funciones en el Virreinato de Nueva España, aunque sí sabemos de sus logros a la vuelta de su etapa indiana. Como otros muchos, acrecentó su prestigio social e incrementó su patrimonio, lo que le permitió elevar el estatus familiar y entroncar con la nobleza. Como buen montillano, no dudó en invertir su capital en la industria del vino, aunque sus obligaciones le hicieron abandonar nuestra ciudad y establecerse en Andújar. Su nombre y su labor de mecenazgo, inmortalizado en el medallón, es un episodio más de la vieja alianza entre el Cristo de Zacatecas y Montilla, motivo por el cual era necesario recuperar su memoria.

FUENTES DOCUMENTALES


[1] LORENZO MUÑOZ, Francisco de Borja: Historia de la M.N.L. Ciudad de Montilla. Año 1779. (Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque: Ms-54, pág. 60).
[2] (A)rchivo (M)unicipal de (M)ontilla. Actas capitulares. Libro nº 21, fols. 9v-10r.
[3] Un avance de nuestras investigaciones fue publicada por el catedrático Antonio GARCÍA-ABÁSOLO en su trabajo “Andaluces de Cuba (Siglos XVI a XVIII)”, en: Cuba y Andalucía entre las dos orillas. Sevilla, 2002, págs. 67-151.
[4] (A)rchivo de (P)rotocolos (N)otariales de (M)ontilla. Escribanía de Andrés Capote. Leg. 101, fols. 84v-87v.
[5] (A)rchivo (P)arroquial de (S)antiago de (M)ontilla. Bautismos. Libro nº 30, fol. 4.
[6] APSM. Desposorios. Libro nº 9, fol. 56.
[7] El primero de esta rama de los Angulo que se establece en Montilla es Diego de Angulo Ponce de León y Córdoba (hijo de Alonso de Angulo, vecino de Córdoba) que contrae matrimonio con Juana de Valenzuela y Cabrera (hija de Lope de Valenzuela), en la parroquia de Santiago de Montilla, el 6 de enero de 1577. Vid.: APSM. Desposorios. Lib. 1º, fol. 145v.
[8] APSM. Bautismos. Libro nº 21, fol. 195v.
[9] BERTRAND, Michel. “Del De l’armée à l’office: ascension sociale et pratiques de pouvoir”. Publicado en: Des Indes occidentales à l’Amérique Latine, México, 2009. Vol. I, págs. 159-171.
[10] APNM. Escribanía 3ª. Leg. 490, fol. 50. Pedro había nacido el 24 de febrero de 1729 (APSM. Bautismos. Libro nº 29, fol. 272). Hizo el noviciado en el convento de San Agustín de Montilla, quedando como heredero de su tío Fr. Pedro Cortés. En 1717 presentó las pruebas para de ingreso en la Orden de San Juan de Jerusalén (Malta), como capellán de obediencia del priorato de Santa Ana de San Salvador de León. (Archivo Histórico Nacional. OM-SAN JUAN DE JERUSALEN, Exp.23805). Más tarde, entre los años 1726 y 1729 aparece, ya con el título de doctor, como prior y vicario general de la villa y encomienda de Calasparra (Murcia), una de las más importantes que la Orden de Malta poseía en la España. Vid. SÁNCHEZ FERRER, José. La Virgen de Cortes. Alcaraz. Albacete, 2016.
[11] Los padres de José Gaspar de Angulo también concibieron a Juana Leonarda y Luisa Damiana, que ingresaron en la clausura del convento de Santa Clara de Córdoba; a María Josefa, que tomó los hábitos en el cenobio carmelita de Antequera; a Pedro, Teresa y Manuela (de los que ya nos hemos ocupado); y Mariana, casada en 1711 con Salvador de Baena y Salinas, veinticuatro de Sevilla y caballero de la Orden de Calatrava.
[12] APNM. Escribanía 3ª. Leg. 490, fols. 78r-80r.
[13] Ibíd.
[14] Ibíd.
[15] APNM. Escribanía 3ª. Leg. 491, fol. 18.
[16] APNM. Escribanía 6ª. Leg. 1084, fols.489r-492v.
[17] APNM. Escribanía 4ª. Leg. 688, fols. 188r-189v.
[18] Loc cit., fols. 116r-117v.
[19] Loc cit., fols. 38r-39r. El poder le fue otorgado por doña Gertrudis Isidora de Noroña, vecina de la ciudad de La Habana, viuda y heredera del capitán Francisco de Arias.
[20] APNM. Escribanía 6º. Leg. 1085, fols. 247r-248v. (año 1718), 191r. (año 1719).
[21] El militar reformado era aquel cuya unidad había sido disuelta y, por lo tanto, no estaba en el ejercicio de su empleo.
[22] AMM. Actas capitulares. Libro nº 22, fols. 54r-65r.
[23] Loc. cit. Libro nº 23, fols. 12r-13r. Este cuerpo armado, de carácter policial y origen medieval, fue reordenado por los Reyes Católicos y destinado a garantizar la seguridad ciudadana en el ámbito rural, por lo que muchos historiadores lo consideran el antecedente de la actual Guardia Civil.
[24] Loc. cit. Libro nº 23, fol. 2r.
[25] Diego Antonio de Sotomayor era Señor del Lugar del Arenalejo, y del Soto de la Mata, su caza y pesca del río Duero, de superintendencia regidor por el estado noble en el Banco de Caballeros de la Ciudad de Soria, Diputado General en Cortes de dicha Ciudad y su provincia. Su esposa, Mª Magdalena Dávalos, era hija de don Pedro Tomás Dávalos, caballero del orden de Calatrava, Señor de la Casa y palacios de Zabaleta, en Viana, y las pechas de Charre, en Pamplona.
[26] APSM. Desposorios. Libro nº 16, fol. 256v.
[27] AMM. Padrón de vecinos, año de 1718. Leg. 111 A, expediente 7. Calle Godoy: «José Gaspar de Angulo y Valenzuela, Noble, Capitán de Caballos Corazas de 38 años, su madre de 60, una hermana de 24, una criada y un esclavo», [s.n.]. Similar descripción se repite en los padrones de 1721 y 1724. Leg. 863 A, expedientes 1 y 2.
[28] APNM. Escribanía 4ª. Leg. 688, fol. 40.
[29] AMM. Actas capitulares, años 1720-1724. Libro nº 23, fols. 1v-2v. Libro nº 24, fol. 5. Libro nº 25, fols. 2r-3r., 5v., 32. Libro nº 26, fol. 1v.
[30] Loc. cit. Libro nº 27, fol. 50r.
[31] Ibíd., fol. 51.
[32] Loc. cit. Libro nº 28, fols. 6r-8v.
[33] Loc. cit. Libro nº 29, fols. 28v-29v.
[34] (A)rchivo (H)istórico (P)rovincial de (J)aén. Escribanía de Francisco Arroyo, Andújar. Leg. 3307, fols. 836r-837v.
[35] AHPJ. Escribanía de Francisco Ruedas García, Andújar. Leg. 3378, fols. 528r-554v.
[36] LENDÍNEZ PADILLA, Juan Pedro. “La misteriosa tumba de Zocueca y el conde de Villapineda”. Publicado en: Programa de Fiestas de Bailén, 2019, págs. 170-174.
[37] AHPJ. Escribanía de Juan Casimiro Pérez, Andújar. Leg. 3351, fols. 762r-768v.

 *Publicado en la revista "Vera+Crux de Montilla". Año XVII, nº 18. Cuaresma de 2020.