En la actualidad, los
monolitos cristianos ubicados en lugares públicos han recobrado un insólito
protagonismo. Muchos de ellos están siendo retirados, según su origen y
dependiendo de la interpretación y uso que las autoridades competentes hagan de
la legislación vigente.
Estos hechos nos traen
a la memoria la existencia de una «monumental» cruz de piedra que estuvo ubicada
en las inmediaciones de la desaparecida ermita de la Vera Cruz, cuya historia
queremos plasmar en las siguientes líneas, ya que fue erigida por iniciativa de
esta cofradía.
En el Concilio de Trento (1545-1563) la Iglesia Católica refrendó el culto a las imágenes de Cristo y de la Virgen, a los santos y a las reliquias. Aquellos nuevos postulados provocarán la congregación de fieles y devotos en torno a una imagen sagrada para su veneración pública, que será regulada por la autoridad diocesana. Surgen así numerosas hermandades y cofradías pasionistas que serán el germen de la llamada «piedad popular».
En Montilla, este
cambio generalizado de mentalidad se verá reflejado con la fundación de nuevas
cofradías pasionistas a finales del siglo xvi,
como son la Soledad y Angustias de Nuestra Señora (1588) y la de Jesús Nazareno
(1590).
En esta fervorosa etapa
se verá refrendada la vitalidad que muestran sendas cofradías radicadas en el
cenobio de San Agustín, quienes adquieren sus imágenes titulares, insignias y
enseres para el guión procesional, ordenan sus reglas, levantan capilla propia
en el templo conventual y formalizan su agregación a la basílica romana de San
Juan de Letrán, obteniendo así los gracias pontificias e indulgencias que llevaba
aparejadas.
Asimismo, al amparo de
los frailes del convento-hospital de San Juan de Dios nace en 1625 la cofradía
de Ntra. Sra. de la Concepción Dolorosa y Cristo en la Oración del huerto,
última de las cofradías históricas de
nuestra Semana Santa.
Por su parte, desde los
años finales del siglo xvi y hasta
la primera mitad de la centuria siguiente, la corporación de la Santa Vera Cruz
también experimenta un considerable crecimiento devocional que se verá plasmado
en la ampliación del repertorio de imágenes representativas de la pasión,
muerte y resurrección de Jesús, con la incorporación de las efigies de Cristo
Ecce Homo (1597), Amarrado a la Columna (1601), Resucitado (anterior a 1617),
en su Prendimiento y en la celebración de la Última Cena.
A consecuencia de este aumento
iconográfico, la cofradía se planteará la ampliación de la ermita, que acusaba
cierta estrechez a la hora de celebrar los cultos y cabildos, ya que por estas
fechas cuenta en sus filas con medio millar de hermanos. Las obras se llevarán
a cabo entre los años 1614 y 1616, según testimonian diversas fuentes documentales.
Una vez concluida la
ampliación de la ermita, los oficiales de la Vera Cruz prosiguen con su
ornamentación. Desde 1602 estaba pendiente el cumplimiento de una manda testamentaria otorgada por Andrés
de Mesa, donante del Cristo de Zacatecas, de componer y donar una lámpara de
plata al Crucificado que trajo consigo de México en 1576. Los oficiales de la
Vera Cruz retoman el asunto y en 1619 firman una serie de acuerdos con los
herederos del indiano para materializar las últimas voluntades.
En el transcurso de este periodo de intensa actividad en torno a la Vera Cruz, la cofradía acuerda erigir un crucero pétreo en las inmediaciones de la ermita. El 6 de agosto de 1629, festividad de la Transfiguración del Señor, confirman ante escribano público un acuerdo alcanzado con Juan Fernández de Ávila, «maestro albañil, vecino que soy de la villa de Montilla», quien se obligaba «en favor de la Cofradía de la Vera Cruz en esta villa y de Francisco Gómez acemilero, su hermano mayor, y Alonso Cameros de la Cueva mayordomo y alcalde de ella, de hacer e dar hecha y acabada con perfección una cruz de piedra blanca y de la cantera de la dehesa de Cabra, de dos varas e cuarta, desde la urnia arriba se ha de medir, y los brazos con proporción conque la altura pide, los remates de piedra colorada de jaspe de una ochava de grueso que ha de entrar en la urnia con su proporción de su tamaño sin disminuir nada en ello»[1].
Como se puede apreciar, sólo la cruz alcanzaba unas dimensiones considerables, con una altura de 1,90 metros, y estaba compuesta de piedra caliza y jaspe de la vecina sierra de Cabra.
Igualmente, en la escritura se describen las formas y elementos decorativos que debía incorporar la pieza: «a de ser el árbol estriado afuera con agallones machos, el brazo estriado a dentro vacío de vuelta a el hilo, a el tercio las flores resaltadas afuera con cuatro o seis hojas piedra y manos de la cruz, que es la basa urnia y árbol y brazos e bolas son por quenta del dicho otorgante e traerlo al pie de la obra»[2].
Desde su fundación, la cofradía de la Vera Cruz celebró con toda solemnidad la Fiesta de la Invención de la Santa Cruz el día 3 de mayo, como atestigua este libro parroquial
Por su parte, la
cofradía debía asumir el costo de los «sillares para el pedestal», junto con el
plomo y la cal que se empleara. A su vez, el maestro albañil contraía el
compromiso de labrar y sentar los sillares, aportar el hierro necesario para el
anclaje y tener acabada la obra para «darla puesta el día de pascua de Navidad
fin de este año de seiscientos y veinte y nueve».
El monto y los plazos
de pago también se contemplan en el contrato público. A la firma del mismo, la
cofradía entregó a Fernández de Ávila «cien reales, de que me doy por pagado».
Después vendría un segundo pago de otros cien reales a finales del mes de
agosto, y «el resto el día que estuviere puesta la cruz». Para el tercer y
último pago no quedó fijada una cuantía, aunque sí acordaron que la estipulasen
dos personas, una por cada parte.
Asimismo, la cofradía
se reservó el derecho de inconformidad con el importe ajustado a la entrega, y
en su caso quedara «en su elección el tomarla o no». Por el contrario, si el
maestro albañil incumplía las cláusulas y plazos establecidos, los cofrades «puedan
acudir a otra persona que la haga y en la forma que está dicho y declarado y
cobrar lo recibido hasta el presente día».
Los representantes de
la corporación, Francisco Gómez y Alonso Cameros de la Cueva, avalaron el
cumplimiento del contrato con sus bienes personales, para evitar un posible
embargo de los propios de la cofradía, como así lo declaran: «otorgamos que
aceptamos esta carta y por ella nos obligamos a la paga del precio que se le
diere a la hechura de la cruz siendo como queda referido, la que hacemos al
dicho Juan Fernández los cien reales ya entregados, cien en fin de agosto, el
resto el día que estuviere sentada, y el precio se ha de dar por dichas dos
personas y con las calidades […] ya referidas por Juan Fernández, que han sido
de nuestra permisión para todo ello ambas partes obligamos nuestras personas y
bienes habidos y por haber…»[3].
No obstante, antes de
finalizar el acta notarial, los cofrades incluyen en el contrato dos nuevos
requisitos que habrían de tenerse en cuenta: «y es condición que el pedestal
que ha de llevar dos perfiles y sus almohadas, como de por el dicho hermano
mayor y oficiales se pidiere. […] Es condición que la dicha cruz ni ha de tener
pegadura ni pedazos, sino limpia de todo punto».
Rubricaron el documento
Alonso Cameros de la Cueva, por parte de la cofradía, y uno de los testigos,
Matías Gómez acemilero, además del escribano Juan Rodríguez de Herrera, quien
dio fe pública de lo suscrito.
La lectura detenida de
la escritura ofrece numerosos detalles, aunque también obvia otros tantos,
probablemente por la evidencia del momento. En su contenido no se trasluce si
el monolito de piedra en su conjunto se contrata por completo de obra nueva o
viene a sustituir a otro anterior construido de un material de menor
consistencia (ladrillo, madera), lo cual no es descartable dado que la cofradía
contribuye con algunos de los materiales necesarios para su construcción.
Detalle del plano de Montilla levantado por Juan Enríquez en 1850, donde se aprecia el cementerio de la Vera Cruz y en su interior el monolito de la Cruz |
Tampoco se recoge en la escritura el lugar de colocación del monumento. Es de suponer que fue ubicado en el llano de la Vera Cruz, en las proximidades de la ermita o en el patio cercado de la misma, junto a la casa del santero. Según detalla la descripción, la obra artística que había de tener la cruz es más propia de un monumento para el culto público que el típico crucero que se colocaba a las puertas de entrada de la población. Es más que probable que la cruz construida a instancias de la cofradía tuviera como fin la veneración pública a la «Cruz Gloriosa», dado que los orígenes de las corporaciones de la Vera Cruz se hallan en la celebración de las festividades de la Invención (3 de mayo), el Triunfo (16 de julio) y la Exaltación (14 de septiembre). Precisamente, la fiesta de Regla de la cofradía montillana estaba establecida en la festividad de la Cruz de Mayo, como lo recoge el libro parroquial de Santiago (1645) que regulaba las fiestas anuales en Montilla: «Fiesta y Procesión de la Invención de la Santa Cruz. La Cofradía de la Santa Vera Cruz tiene obligación todos los años de celebrar en su casa de la Sta. Vera Cruz la fiesta de la Invención de la Sta. Vera Cruz a tres de Mayo, con vísperas, procesión, sermón y misa. Y más cumple en esta festividad una memoria por Salvador Carreta y aniversario llano por los cofrades difuntos»[4].
A comienzos del siglo xix, cuando el llano y la ermita de la Vera Cruz son destinados cementerio parroquial, en la documentación que manejamos sobre este proceso, que se prolongó entre los años 1805 y 1819, no localizamos reseña alguna a la cruz de piedra. No obstante, tenemos constancia de la existencia de una gran cruz de piedra en el centro de la planicie que ocupaba el camposanto. Así lo testimonia un plano del callejero de la ciudad levantado en 1850 por Juan Enríquez, como también las referencias que hacen a ella los historiadores José Morte Molina y Dámaso Delgado López.
Ambos describen el
cementerio detalladamente. Morte Molina especifica en sus Apuntes históricos que «ostenta en el centro una cruz grande de
piedra»[5]. Por su
parte, Dámaso Delgado, en su manuscrita Historia
de Montilla describe la existencia «en toda la superficie de su extensión,
sepulturas y mausoleos, que preside desde su centro [una] monumental Cruz de
piedra»[6].
Suponemos que se trata
del mismo monolito que fue contratado por la cofradía en 1629, dado que durante
las obras de adaptación del llano y ermita para cementerio no se reseña el
desmonte de la cruz, por lo cabe pensar que se mantuvo erigida en su lugar
original para continuar con su funcionalidad religiosa.
Placa colocada en el cementerio municipal de San Francisco Solano cuando fue secularizado |
[1] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla. Escribanía 3ª. Leg. 425, fols. 552-553v.
[2] Ibídem.
[3] Ibíd.
[4] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla. Tabla, y razón de los derechos y obvenciones
que pertenecen a los Sres. Vicario, Rector y Curas de esta Iglesia Parroquial
de Sr. Santiago de esta Ciudad de Montilla, fol. 68v.
[5] MORTE MOLINA,
José. Montilla. Apuntes históricos de
esta ciudad, págs. 72-73. Montilla, 1888.
[6] DELGADO LÓPEZ,
Dámaso. Historia de Montilla y breve resumen de la general
de España. T. I. Cap.
VIII, [s.n.]. Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque. Ms. 303-01.
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