lunes, 14 de febrero de 2022

EL CRISTO DE ZACATECAS Y EL TORNAVIAJE DE ANDRÉS DE MESA*

En los últimos meses se ha vuelto a poner de relieve la conexión entre Montilla y América. El Museo Nacional del Prado ha organizado la exposición Tornaviaje. Arte iberoamericano en España, que se podrá visitar hasta el próximo 13 de febrero. En ella está incluida una pieza singular, nuestro Cristo de Zacatecas, que ha sido seleccionado entre algo más de un centenar de obras reunidas en torno a una muestra sin precedentes del arte virreinal producido durante el período de presencia española en el continente americano.

"Tornaviaje. Arte Iberoamericano en España", una exposición internacional organizada por el Museo Nacional del Prado
"Tornaviaje. Arte Iberoamericano en España", una exposición internacional organizada por
el Museo del Prado entre los meses de octubre de 2021 y febrero de 2022

Como bien es sabido, a nuestra ciudad le unen fuertes lazos históricos y afectivos con Hispanoamérica, cuyos máximos referentes son conocidos por todos: San Francisco Solano y el Inca Garcilaso de la Vega. Pero no todo queda aquí, además de estos grandes personajes de la religión y la cultura existen cientos de nombres montillanos que formaron parte de la evangelización, el gobierno, la administración y el comercio de aquellas lejanas tierras. Son los pobladores que recrearon una nueva realidad de la vida cotidiana española en los reinos de Indias, andaluces en su mayoría que un buen día decidieron cambiar el rumbo de sus vidas y embarcar hacia el llamado Nuevo Mundo, tras la promesa de un futuro mejor.

Unos se adaptaron a la vida colonial y fundaron allí nuevas familias y linajes, origen de la estirpe criolla; otros volvieron enriquecidos y ennoblecidos, con su equipaje colmado de pesos de oro y plata junto a recuerdos exóticos, son aquellos que hicieron el tornaviaje o camino de vuelta, y que en España llamaron indianos. Pero en ambos casos, muchos de estos paisanos mantuvieron vivo el hilo de la distancia con Montilla, a través de la correspondencia y de sus actividades comerciales. Todo este fenómeno migratorio produjo notables beneficios para nuestra ciudad, ya que los pobladores de Indias remitieron valiosos legados que oxigenaron la economía local, con la fundación de obras pías para ayudar a las vecinas más necesitadas a contraer matrimonio, la construcción de capillas para recibir sepultura o la donación de obras de arte a cofradías, iglesias y conventos.

La exposición fue inaugurada por S.M. El Rey, Felipe VI, y contó 
con la asistencia del presidente del Real Patronato del Museo
del Prado, Javier Solana.

Un claro ejemplo de estos indianos es Andrés de Mesa (o Fernández de Mesa). Su nombre se ha popularizado en los últimos tiempos gracias a la cobertura que la prensa –de dentro y fuera de nuestras fronteras– ha dado a la exposición organizada por el Museo del Prado. Pero detrás de ese nombre hay una azarosa biografía que nos puede ayudar a conocer mejor el perfil de los indianos en la sociedad andaluza de los siglos XVI y XVII.

¿Quién fue Andrés de Mesa?

El donante del Cristo de Zacatecas nace en Montilla hacia 1538. Fue hijo de Andrés Fernández de Mesa y de María López Salvador, y pasó la infancia dentro de una familia numerosa, junto a sus cuatro hermanos y dos hermanas. Su padre era herrero de profesión y su madre había sumado al matrimonio un olivar, que reportaba cierto desahogo a la economía familiar.

En agosto de 1563 Andrés de Mesa obtiene licencia para pasar a Nueva España[1]. Embarca en el puerto de Sevilla, junto a otros tantos montillanos, en la nao «Maestre», según recoge el pasaje del día 3 de febrero de 1564, en su condición de soltero.

De su estancia en el Virreinato de Nueva España sabemos que casó “legítimamente según orden de la santa madre yglesia en la Ciudad de Méjico con doña Francisca Cortés” de quien recibió una generosa dote de “mil y cien pesos de a ocho reales cada uno”[2], como expresará en su testamento. Allí nacerán sus hijos mayores: Melchor, Andrés y Luis. El benjamín de la casa, Lorenzo, lo hará en Montilla en 1579.

Suponemos que durante su estancia en Nueva España se dedicó al comercio, ya que en su pasaje no lleva oficio en que emplearse, ni se asienta como criado o acompañante de nadie. Hubo de tener bastante éxito en sus actividades mercantiles y sociales, en vista al buen casamiento que hizo con una «Cortés», al parecer descendiente del conquistador, según se desprende de las informaciones de limpieza de sangre que sus herederos expidieron después para alcanzar cargos o prebendas en la Corte de los Austrias.

A su vuelta a España, junto a su familia y enriquecido, a su equipaje incorporó un Cristo Crucificado de grandes dimensiones que donó a la cofradía de la Santa Vera Cruz, de la cual se levantó escritura pública el día 10 de septiembre de 1576, ante el escribano Andrés Capote. En ella recuerda su etapa indiana: “digo que por quanto mi voluntad a sido y que es muchos años de ser hermano y cofrade de la cofradía y hermandad de la Santa Vera Cruz de esta villa de Montilla y con esta mi voluntad yo he residido en las Indias algunos años y de ellas yo truxe una hechura de un Xpto para que esté y se ponga en la casa y iglesia de la dicha cofradía de la Santa Vera Cruz desta dicha villa”[3].

La donación llevó aparejada una serie de condiciones, entre las que cabe destacar la admisión como hermanos a su familia y descendientes, y la preferencia sobre el resto de cofrades para portar el «Santo Cristo» en las procesiones que la corporación pasionista organizara.

Esta donación supuso una gran relevancia social de los «Cortés de Mesa», como se hicieron llamar en adelante, a la par que les reportó una destacada popularidad entre el vecindario, pues la singular imagen del Crucificado era la primera de esta tipología que arribaba a tierras cordobesas procedente del lejano virreinato novohispano, lo que propagaría la devoción de los montillanos y la curiosidad de los foráneos.

A partir del año siguiente, se hace asidua la presencia de Andrés de Mesa en las escribanías públicas, donde aparece invirtiendo el caudal obtenido en su etapa indiana a través de la adquisición de fincas urbanas y rústicas, así como de imposiciones hipotecarias (a censo) de su capital sobre bienes no sólo de familiares y vecinos, sino también de otras poblaciones tan alejadas como Osuna.

Firma del indiano Andrés de Mesa, donante del Cristo de Zacatecas

En 6 de diciembre de 1578 adquiere unas casas principales en la calle del capitán Alonso de Vargas, linderas con la tercia del vino del marqués de Priego y con casas doña Luisa Ponce de León[4], viuda de don Alonso, que las habitaba junto al Inca Garcilaso de la Vega, sobrino y heredero del difunto capitán de los Tercios de Flandes.

El ascenso social le condujo a formar parte de la élite local elegida por los marqueses de Priego para el gobierno de la villa. En 24 de junio de 1579 los munícipes del Concejo de Justicia y Regimiento nombraron “por receptor de la bulla de la Santa Cruzada primera que viniere el año a Andrés de Mesa mexicano”[5]. Años después, en el cabildo de 22 de julio de 1588, recibió un nuevo nombramiento municipal, en esta ocasión como “depositario del caudal y maravedís de dehesas y del pan y maravedís del pósito desta dicha villa”[6].

En la última década del siglo, el IV marqués de Priego, Pedro Fernández de Córdoba y Figueroa, que había casado con Juana Enríquez de Rivera y Cortés (nieta legítima del conquistador), lo nombró “por Regidor de la dicha mi villa de Montilla”[7], según la provisión expedida el 16 de marzo de 1595.

De su probada solvencia financiera dan fe numerosas escrituras, donde aparece como avalista de familiares y vecinos a la hora de arrendar o adquirir bienes. De todas estas, debemos recordar la carta de poder que otorgó a Francisco Fernández de Herrera en septiembre de 1593 para que cobrara en su nombre una deuda de 280 reales a la Hacienda Real, que era el valor de las 20 fanegas[8] de trigo “que en el mes de diciembre del año de noventa e uno Myguel de Cerbantes Saavedra, comysario de su magestad, sacó de my casa para la probision de las armadas de su magestad”[9]; siendo Andrés de Mesa uno de los vecinos que mayor cantidad de cereal aportó a la comisión que condujo al Príncipe de las Letras Españolas hasta Montilla.

La capacidad adquisitiva del «perulero» –como era conocido– y su cercanía a los marqueses de Priego, queda patente una vez más en 1601, cuando el día 14 de marzo los nobles le vendieron “el oficio de fiel executor de la dicha nuestra villa e su término e jurisdicción con el almotacenazgo della e las rromanas de carne y pescado y del peso de la harina y con todos sus derechos y salarios onrras preminencias y libertades al dicho oficio anejos y pertenecientes”[10] por precio de 1.500 ducados, que el indiano Mesa pagó al contado y en metálico a la firma de la escritura, cosa poco usual en la época.

Andrés de Mesa encontrará la muerte el 24 de septiembre de 1602[11]. Otorgó su testamento ocho días antes, donde cabe reseñar la donación “de dos candeleros de plata que yo tengo que pesan siete marcos poco más o menos para que se haga una lámpara de plata para la ermita de la Vera Cruz desta villa y lo que costare de hechura se page de mis bienes”[12], en clara alusión al Cristo novohispano que había donado años antes, y que presidía la capilla mayor del desaparecido templo.

Casa del Inca
Andrés de Mesa adquirió una casa en la calle del Capitán Alonso de Vargas,
y más tarde su hijo Melchor Cortés de Mesa amplió el patrimonio familiar con 
la compra de la casa colindante, que había sido propiedad del Inca Garcilaso.
Del mismo modo, ordenó en sus últimas voluntades que se le reintegrara a su esposa la dote que aportó al matrimonio, con una hipoteca que tenía contraída  “contra el colegio de la Compañía de Jesús de esta villa”[13]. Los jesuitas liquidaron la deuda y doña Francisca Cortés invirtió este capital en la fundación de una memoria de legos, para la que nombró por capellán a su hijo el Lcdo. Luis de Vesga Mexía con cargo de “que me diga o haga decir en cada uno año veinte y cinco misas rezadas en la iglesia de Sr. Santiago desta villa por mi ánima y del dicho Andrés de Mesa mi marido y de nuestros difuntos”[14]. La mestiza Cortés sobrevivió a su esposo apenas unos meses, hallando la muerte el 25 de enero de 1603[15].

El linaje de los «Cortés de Mesa» estuvo continuado en su hijo Melchor, que fue Alguacil Mayor de la villa y acrecentó el patrimonio familiar, entre otras, con la compra de la casa del Inca Garcilaso en 1598.

Sus descendientes mantuvieron la elevada condición social y económica en Montilla hasta mediados del XVIII, emparentado con las familias más ilustres de la ciudad y conservando las prerrogativas heredadas sobre el Crucificado mexicano. Fue tal el vínculo que mantuvieron con la imagen que llegaron a mantener pleitos ante la justicia eclesiástica entre las diversas ramas del linaje para defender sus derechos a la hora de portarlo en las procesiones. Todo un privilegio. El mismo que hoy atesoramos los montillanos con haber aportado tan digno representante del arte virreinal a una exposición internacional organizada por el Museo del Prado, uno de los diez mejor valorados del mundo.

BIBLIOGRAFÍA

AMADOR MARRERO, Pablo. Imaginería ligera novohispana en el arte Español de los siglos XVI-XVII. Historia, análisis y restauración. Tesis doctoral. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, 2012.

CASTAÑEDA DELGADO, Paulino (Coord.). La Iglesia en América: Evangelización y Cultura. Pabellón de la Santa Sede. Exposición Universal de Sevilla, 1992.

GARCÍA-ABÁSOLO, Antonio. La vida y la muerte en Indias. Cordobeses en América (Siglos XVI – XVII). Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba. Córdoba, 1992.

  Imaginería indígena mexicana. Una catequesis en caña de maíz. (Coordinador y autor). Publicaciones de Obra Social y Cultural Cajasur. Córdoba, 2001. 

        Los beneficios de tener indianos. Inversiones de plata americana en la Campiña de Córdoba. Actas de las VII Jornadas sobre Historia de Montilla. Excmo. Ayuntamiento de Montilla. Montilla, 2007, pp. 19-58. 

     Vida cotidiana y patrimonio. Patrimonio histórico. Difusión e imbricación americana. Rafael López Guzmán (Coord.), Universidad Internacional de Andalucía, Sevilla, 2013, pp. 118-143.

LÓPEZ GUZMÁN, Rafael (Ed.). Tornaviaje. Arte iberoamericano en España. Museo Nacional del Prado, Madrid, 2021.

PORRAS BARRENECHEA, Raúl. El Inca Garcilaso en Montilla (1561-1614). Nuevos documentos hallados y publicados por… Instituto de Historia de la Facultad de Letras de la Universidad Mayor de San Marcos, Lima, 1955.

NOTAS

[1] Archivo General de Indias (AGI). INDIFERENTE,1966, L. 14, F. 442v. 

[2] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla (APNM). Escribanía 1ª. Leg. 26, fols. 831r-833v. 

[3] APNM. Escribanías s.XVI. Leg. 101, fols. 84 v-87v.

[4] APNM. Escribanías s.XVI. Leg. 30, fols. 982r-985v.

[5] Archivo Municipal de Montilla (AMM). Libro nº 8 de Actas capitulares, fol. 37v.

[6] AMM. Loc. cit., fols. 354v-355r.

[7] AMM. Libro nº 9 de  Actas capitulares, fol. 169.

[8] Equivalen a 1.000 kilogramos.

[9] APNM. Escribanía 1ª. Leg. 17, f. 852.

[10] APNM. Escribanía 7ª. Leg. 1165, fols. 1832r-1840v.

[11] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla (APSM). Abecedario de difuntos, [s. f.].

[12] Ver nota nº 2.

[13] Ibídem.

[14] APSM. Lib. 3º de memorias y capellanías, fols. 67v-68r. 

[15] APSM. Abecedario de difuntos, [s. f.].

*Artículo publicado en la Revista de Información Municipal de Montilla, nº 196. Diciembre de 2021.

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