Dos años atrás,
en esta misma revista, dedicamos varios artículos a la figura de San Juan de
Ávila, donde profundizamos en algunos de sus más manidos episodios por la
tradición local en referencia a los vínculos que el Apóstol de Andalucía mantuvo con el Comendador Jerónimo de la Lama,
el Cristo de la Yedra y el “Santo Crucifijo” del Perdón. Coyunturas históricas que
intentamos esclarecer aportando documentación de primera mano, que hilvanada y
despejada de casposas leyendas evidenciaron que en el terreno de los archivos
no cabe sembrar otra semilla que la realidad del testimonio escrito.
Santo Cristo de la Tabla, icono renacentista realizado en la primera mitad del siglo XVI, al que durante el Barroco se le fue añadiendo la Cruz y el lienzo del Calvario. (Foto Rafa Salido) |
En esta ocasión dirigimos
nuestro propósito a proyectar luz sobre un episodio ocurrido en la parroquia de
Santiago entre el Maestro Juan de Ávila y un conocido caballero de la villa
(cuyo nombre se obvia) que estaba enemistado con un vecino, en el cual aparece
en escena otro Cristo Crucificado ubicado en la capilla de las Ánimas, cuya
identidad nosotros intentaremos despejar en este trabajo.
Para tal
indagación volvemos a utilizar el Proceso
de Beatificación del Maestro Juan de Ávila que, como ya anunciamos, está
repleto de pasajes y pormenores del quehacer diario del Maestro de Santos, siendo la fuente básica que utilizaron sus
primeros biógrafos. De los cuarenta testigos montillanos que se personaron para
ofrecer sus declaraciones al proceso veintitrés de ellos manifestaron ser
conocedores del episodio que hemos referido arriba(1).
En base a tales informes,
los biógrafos Luis Muñoz y Martín Ruiz de Mesa (s.XVII) hacen una reconstrucción
de los hechos en su obra, de las cuales lo tomamos literal:
“Viviendo en
Montilla, supo que había dos personas honradas encontradas con odio capital y
vengativo. Entrando un día el padre Maestro Ávila en la iglesia de Santiago,
vio a uno de los dos enemigos, el más ofendido, y por esta parte más
incontrastable; llegóse a él y con muchos ruegos y humildad procuró atraerle a
que se reconciliase con su contrario, y fuese su amigo; estuvo el hombre de
bronce, sin poder hacerle mella; multiplicaba ejemplos y razones con singular
modestia y suavidad; perseveraba inexorable, era una obstinación terrible.
Díjole: «Por lo menos, señor mío, haga una cosa por amor de Dios, éntrese en
aquella capilla de las ánimas, delante del santo crucifijo, que allí está, rece
un Pater noster, y una Ave María, pidiendo a Dios le alumbre en entendimiento».
Vino en ello, postrado delante de una imagen santa de Cristo salió perdido el
color, temblando y muy turbado, y dijo al padre Maestro: «Digo que quiero ser
amigo del señor N. (nombrando por su nombre al enemigo)»; y echándose a los
pies del venerable Maestro decía: «Padre, suplico a vuestra reverencia, por
amor de Dios, no deje este caso de la mano, hasta que muy aprisa nos haga
amigos. Yo desde luego le perdono todos los agravios y injurias que me ha
hecho, así de obra como de palabra, y lo hago puramente por amor de Cristo,
Dios y redentor nuestro, que padeció muerte de cruz, y en ella pidió perdón por
los que le quitaban la vida. No quiero, padre, que se muestre enojado en el día
de mi muerte, porque, según me pareció que vi su imagen en aquella cruz airada
contra mí, temo su ira, y pido misericordia a su divina Majestad, y perdono a
mi enemigo, y a vuesa reverencia le suplico, disponga de manera que seamos muy
amigos, y ruegue a Dios por mí, que me tenga en su mano». Decía descolorido y
temblando. El padre Maestro Ávila le echó los brazos, y agradeció lo que hacía;
hízolos amigos; fuéronlo con amistad muy estable de allí en adelante. Decía
esta persona que lo que el padre Maestro Ávila no había acabado con ruegos, lo
alcanzó con la oración; decía de él grandes alabanzas.”(2)
Estampa de San Juan de Ávila que fue divulgada durante su proceso de canonización, donde su autor dejó constancia de los fuertes lazos que le unían a la Parroquia de Santiago. |
Es llamativa la
cantidad de detalles que ofrecen los declarantes (testigos oculares o no) de
aquel encuentro, lo cual nos ha impulsado a intentar reconstruir el escenario del
mismo. Aunque desconocemos la fecha exacta del suceso hubo de acontecer entre
1550 y 1569, período de estancia permanente del Maestro Ávila en Montilla. Por
suerte, los espacios donde transcurre sí que se conservan: la parroquia de
Santiago y la capilla de las Ánimas.
Desde mediados
del siglo XVI hasta la actualidad la parroquia matriz montillana ha visto
modificada su fisonomía por los avatares del tiempo y de los fenómenos
geológicos, tales como el terremoto de Lisboa. Aunque ello no ha cambiado el
perímetro general del recinto, pues en aquel tiempo el alzado del templo ya presentaba
las tres naves separadas por los arcos ojivales que aún mantiene. Asimismo, la
capilla de las Ánimas fue construida por su cofradía, fundada en 1528. En la
actualidad mantiene la planta original, empero su aspecto difiere mucho del primitivo,
dadas las reformas realizadas hacia 1720, donde la novedad barroca suplió a la
renacentista; así como las llevadas a cabo en 1917 bajo la dirección de Manuel
Garnelo, en que parte de la capilla fue convertida en baptisterio.
Las referencias
más antiguas que hemos localizado del ornato de la capilla de las Ánimas datan
de 1610 y forman parte de un inventario que se realizó al templo parroquial con
ocasión de una visita pastoral. En el mismo se especifica que la capilla
contaba con un retablo de siete tablas pintadas al óleo presidido por una representación
del Juicio Final. También poseía la misma una lámpara de azófar, un velo azul
de lienzo con sus varas y cordeles, un crucifijo coronando la reja de entrada a
la capilla y “otro crucifijo pintado en una tabla. Cortada la tabla y clavado
en una cruz que está en la capilla de las Ánimas”(3).
Evidentemente, de
tal reseña se deduce que se trata del Cristo de la Tabla(4), una singular
imagen de Jesús en la Cruz que se venera en la parroquia de Santiago, cuyos
rasgos estilísticos renacentistas revelan que pudo ser realizada en los años
centrales del siglo XVI(5). Debe su originalidad y belleza a que se encuentra
plasmada al óleo sobre un tablero de dos centímetros de grosor y ciento
cincuenta y dos de altura, recortado por la silueta anatómica del Crucificado.
Si bien, después
de cuatro siglos y las numerosas reformas que han modificado el aspecto actual
del templo, nos obligan a corroborar esta primera hipótesis con más aportaciones
documentales que la sustente, y para ello hemos recurrido a algunas de las
donaciones que recibió el Santo Cristo y a los cronistas locales que detallaron
su ubicación en los siglos pasados.
En 1777 Antonio
Marcelo Jurado y Aguilar en su manuscrita Historia
de Montilla describe de manera sucinta la capilla de las Ánimas, aunque
dedica unas sentidas palabras al Cristo de la Tabla: “Después la de San Miguel
y las Ánimas Benditas, que ella sola es una pequeña iglesia, con tres altares,
y el mayor. El de el Santo Cristo de la Tabla, pintura antigua y de especial
devoción. El de el Ángel de la Guarda, retrato de una extremada belleza y el
del Señor San Miguel, con retablo de este tiempo, muy gracioso y bien tallado”(6).
Más prolijo es
su coetáneo Francisco de Borja Lorenzo Muñoz, quien dos años después en su Historia de Montilla nos describe así
aquel emplazamiento: “Capilla del Señor de la Tabla. / La última capilla de la
referida nave es grande, comprehende dos cuerpos, o dos capillas divididas con
orden y con unas lápidas de jaspe encarnado. / La primera de estas capillas
tiene dos altares a los lados, uno frente de otro, con sus retablos no grandes.
En el uno se venera al Santo Ángel de nuestra Guardia, su hechura peregrina y
está muy adornado. En el otro se venera la Sagrada Imagen de Jesús Crucificado,
es de pintura portentosa en la misma tabla de la Cruz, hechura grande, causa
suma veneración y devoción, la tienen a su Majestad todos los fieles, invócanle
el Padre de las misericordias, pues las logran con frecuencia clamando a su
Majestad, hay tradición de haber hablado a sus siervos, y de milagros
especiales.”(7)
Por la narración
de Lorenzo Muñoz se aprecia la profunda piedad que despertaba el Cristo de la
Tabla entre los fieles montillanos. No en vano, se tiene constancia de que, al
menos, en dos ocasiones este original icono de Jesús Crucificado salió en
procesión general por las calles de nuestra ciudad. Según las actas capitulares
del Concejo municipal, en enero de 1699 los miembros del cabildo asistieron a “la
procesión del Santo Cristo de la Tablada [sic] y Ntra. Sra. del Rosario que se
ha hecho este mes, a petición de los padres misioneros”(8). Igualmente, en
diciembre de 1726, el cabildo costeó “la cera que se gastó en la procesión que
se hizo al Cristo de la Tabla en la rogativa del agua”(9).
Durante de segunda mitad del siglo XX el Cristo de la Tabla presidió la sacristía mayor de la parroquial de Santiago. |
Del mismo modo,
el Señor de la Tabla gozó de donaciones particulares que sus devotos le ofrecieron
en sus últimas voluntades. Tal fue el caso de Beatriz de Chaves, viuda de
Rodrigo Ortiz y vecina de la calle Trillo, que el 29 de noviembre de 1653 otorgaba
su testamento, por el cual enviaba una manda “al Santo Cristo de la Tabla que
está en la capilla de las ánimas de la iglesia parroquial del Sr. Santiago
desta ciudad una arroba de aceite para que se gaste en su lámpara”(10).
No
obstante, la fundación piadosa de mayor entidad que recibió el Cristo de la
Tabla fue dotada por Luisa Granados de Bonilla, mujer
de Pedro Antonio Melero y Varo, fallecida de 4 de julio de 1725, la cual
enviaba “a Dn. Pedro Melero mi hijo y del dicho mi marido, clérigo de menores órdenes
vecino de esta ciudad una haza de tres fanegas de tierra calma de cuerda mayor
(...) en el sitio de la Navilla de Cortijo Blanco término de esta ciudad (...)
para que la haya y goce el dicho mi hijo en propiedad y posesión, y con cargo
de una misa de fiesta solemne que sea de decir en cada un año perpetuamente
para siempre en el día de la Invención de la Santa Cruz en la capilla y altar
del Santo Cristo de la Tabla sita en la dicha iglesia parroquial de Sr.
Santiago”(11).
Según consta en el archivo parroquial de Santiago(12), el
día 3 de mayo, festividad de la Invención de la Cruz, se iniciaba con repique a
medio día y noche, vísperas y procesión claustral de cuatro capas con música de
órgano hasta la capilla de las Ánimas, una vez allí comenzaba la misa dotada
por Luisa Granados, con acompañamiento de diáconos, que finalizaba con la
lectura de los Actos de Fe.
Fruto de la gran veneración que gozó el Señor de la
Tabla, en pleno barroco le fueron añadidos la Cruz tallada y sobredorada que le
sostiene, y la cartela del INRI en plata labrada, además del amplio óleo sobre
lienzo que completa la escena del Calvario con las imágenes de la Virgen
dolorosa y San Juan, en su parte terrenal, como así en la superior aparecen
entre nubes una serie de ángeles plañideros portadores de los símbolos de la Pasión.
Su ubicación exacta en la capilla de las Ánimas nos la
aclara el historiador Dámaso Delgado López, a finales del siglo XIX: “esta
capilla se dividía en dos, una de paso para la otra, y la primera se denominaba
del Señor de la Tabla, que era un Jesús Crucificado, de pintura portentosa que
es el primer altar a la izquierda entrando”(13).
A principios del siglo XX el Cristo de la Tabla fue trasladado de la capilla de las Ánimas a la de San Juan, como se aprecia en esta imagen del año 1929. (Fototeca Universidad de Sevilla) |
Como hemos
reseñado anteriormente, esta capilla sufrió una gran transformación en 1917,
año en que el primer tramo de la misma fue dedicado a baptisterio y espacio de apoteosis
solanista. Según un inventario parroquial de 1914, el Cristo de la Tabla se
hallaba en la capilla de San Juan Bautista, como así lo describe: “De sus
paredes penden dos cuadros, uno de Santiago, con marco tallado, y otro que
representa el Calvario con las imágenes de la Virgen y S. Juan pintadas, y
entre estas dos imágenes, se coloca una Cruz de madera tallada con un Crucifijo
de tabla pintada, por cuya razón recibe el nombre de El Señor de la Tabla”(14).
A mediados del
siglo XX, el original Calvario fue colocado en la sacristía mayor del templo,
donde ha permanecido hasta las últimas reformas realizadas en el año 2014. Desde
entonces está ubicado en la capilla del Nacimiento (o del Chantre), muy cercano
al lugar en que ocurrió el olvidado episodio que hoy hemos estudiado, donde
aquel anónimo montillano se resistía en su terquedad a las persuasivas palabras
del Apóstol de Andalucía, quien en la
imposibilidad de mudar su actitud le encomendó que orase ante el Crucificado,
cuyo resultado influyó en la opinión del orante que se mostró favorable a
ofrecer el perdón a su enemigo.
Recuperamos así
un nuevo testigo de la vida y obra de San Juan de Ávila en Montilla. Una vez
más, los documentos abren un camino fiable que nos conduce a descubrir y
relacionar la existencia de un capítulo inadvertido de la presencia avilista en
nuestra ciudad y, cómo no, de los actores que lo protagonizaron como es el caso
del Santo Cristo de la Tabla.
NOTAS
(1)
MARTÍNEZ GIL, José Luis: Proceso de beatificación del Maestro Juan de Ávila. B.A.C. Madrid, 2004.
(2)
MUÑOZ,
Luis: Vida y virtudes del Venerable varón
el P. Maestro Juan de Ávila… f. 175. Madrid, 1635.
(3)
NIETO
CUMPLIDO, Manuel: El patrimonio artístico
de Montilla en sus textos (1580-1638). En “Montilla: Historia, Arte y
Literatura. Homenaje a Manuel Ruiz Luque”, págs. 187-231. Baena, 1988.
(4)
Proceso en Montilla. Declaración del Lic. Cristóbal de
Luque Ayala: “Maestro Ábila le decía […] y es que entre en aquella capilla de
las ánimas, y delante del santo Cruzifixo que en ella está reze de rodillas…”,
pág. 358.
(5)
En
este período trabajan en Montilla artistas de la talla de Baltasar del Águila,
Pedro Fernández Guijalvo o Francisco de Castillejo, entre los que se puede
esconder el nombre de su autor.
(6)
JURADO Y AGUILAR, Antonio: Historia de Montilla, fol. 197v. (FBMRL). Ms-103.
(7)
LORENZO
MUÑOZ, Francisco de Borja: Historia de la
M.N.L. Ciudad de Montilla. Año 1779. (FBMRL). Ms-54, pág. 49.
(8)
Archivo
Histórico Municipal de Montilla (AHMM). Sig. LI19006-0011. Actas capitulares,
pág. 642.
(9)
AHMM.
Sig. LI29030-0004. Actas capitulares, pág. 91.
(10)
Archivo
de Protocolos Notariales de Montilla (APNM). Escribanía 1ª. Leg. 75, f. 1048.
Muere el 11 de junio de 1655.
(11)
APNM.
Escribanía 3ª. Leg. 491, f. 64.
(12)
Archivo
Parroquial de Santiago de Montilla: Distribución
por meses de lo que se debe hacer en esta iglesia y sacristía según sus
obligaciones y cargas, en todo el año., fol. 35v.
(13)
DELGADO
LÓPEZ, Dámaso: Historia de Montilla y breve resumen de la general de España. T. I., cap. XII [s.f.]. (FBMRL).
Ms-303. 01.
(14) Archivo General del Obispado de Córdoba.
CAJA 652. S. XX. Parroquia de Santiago. Inventarios.