A lo
largo de este año Montilla está volcada en recuperar la figura de doña Catalina
Fernández de Córdoba y Enríquez de Luna, II marquesa de Priego, dado que se
cumple el V centenario de la muerte de su padre, don Pedro, el primer marqués
y, en consecuencia, el ascenso al gobierno de la nobiliaria Casa de Aguilar y
Córdoba de esta gran mujer que asentó los cimientos de la actual ciudad que hoy
disfrutamos.
Conocidos
son los esfuerzos de doña Catalina por convertir la pequeña villa medieval que
heredó en 1517 –con su fortaleza y muralla arruinadas– en una urbe moderna y de
espíritu humanístico. Numerosos conventos, hospitales, iglesias y colegios
fueron patrocinados por ella, centros que acogieron a grandes personalidades de
letras y santidad que elevaron la cultura montillana a las altas esferas del
Siglo de Oro hispánico. La pequeña villa se configuraba en capital del
marquesado y su población crecía a la par de su perímetro urbano.
La
vida y gloria de San Francisco Solano transitará inmersa en ese tiempo y
espíritu. No en vano, aparece salpicada de numerosas referencias al marquesado
de Priego que, por otra parte, suelen pasar inadvertidas en las biografías del Apóstol de América.
La familia
de Solano estuvo muy ligada a palacio. Su padre, Mateo Sánchez Solano, fue en
dos ocasiones Alcalde Ordinario, cargo otorgado por la marquesa. De igual modo,
su madre, Ana Ximénez Hidalgo, estuvo entregada durante largos años a la
educación de los hijos de la III marquesa, también llamada Catalina, nieta de
la anterior, que había casado con su tío paterno, Alonso Fernández de Córdoba y
Figueroa, I marqués de Villafranca.
A
sus veinte años, Francisco Solano ingresa en el noviciado del convento de San
Lorenzo en abril de 1569 año en que muere la II marquesa de Priego,
casualmente, el día 14 de julio. El joven fray Solano participó en su
multitudinario funeral, al igual que toda la comunidad franciscana de Montilla,
aún sin imaginar que esa misma fecha será la elegida por la providencia para su
justa hora suprema.
La
fama ascética y taumatúrgica del seráfico Francisco Solano le granjeará la
estima de los nobles montillanos. Tal fue el caso que la III marquesa de
Priego, Catalina “la joven”, que en su temprana partida (1574) fue amortajada
con un sayal del propio fray Solano.
Y
así, son inagotables los testimonios que a lo largo de los siglos ha dado la
noble Casa de Priego y Feria en pro del santo astro de la Hispanidad. Fomento
de su proceso de canonización, construcción de templos e iconos en su honor, impresión
de hagiografías, dotación de cultos, etc. Sin olvidar aquel histórico momento
en el cual Luis Ignacio Fernández de Córdoba, VI marqués, acompañado de toda su
familia y séquito le votaba por patrono de Montilla y de todo su Estado feudal
en 1647, sólo treinta y siete años después de morir en Lima (Perú) en olor de
santidad.
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