miércoles, 12 de julio de 2023

ANTONIO CABELLO DE ALBA Y BELLO, NOTAS BIOGRÁFICAS DE UN MÉDICO HUMANISTA MONTILLANO*

A la memoria de Manuel Cabello de Alba Moyano

Retrato del médico Antonio Cabello de Alba y Bello, plasmado
por el genial pincel de José Garnelo y Alda. (Óleo/tabla, 1941).

En unos meses se cumple el centenario de la muerte de Antonio Cabello de Alba y Bello, popularmente llamado «Médico Cabello». Un personaje esencial en la vida pública de la Montilla de entre siglos, conocido de todos por el ejercicio filantrópico de su profesión, cuya vocación humanista le llevó a protagonizar numerosas iniciativas sociales y culturales, además de ser un hombre clave para la venida de la Congregación Salesiana a la ciudad y la instalación de un colegio que paliara las carencias educativas evidentes en la sociedad montillana de la época.

Antes de entrar en la biografía de nuestro protagonista, queremos ofrecer unos apuntes genealógicos sobre el origen del apellido Cabello de Alba. Se trata de un apellido netamente montillano surgido a raíz del matrimonio entre Pedro García Cabello y Magdalena Ruiz de Alba, celebrado el 21 de febrero de 1607[1], que vino a consolidar la unión de dos familias de la élite local en la primera mitad del siglo XVII a través de uno de sus cuatro hijos.

Nos referimos a Juan Pérez Cabello de Alba y Aguilar, nacido en enero de 1614[2], que se convertirá en un reconocido abogado y en sus años de madurez decide dedicar su vida a la religión y ordenarse sacerdote. Para ello, fundará una capellanía en 1647 en la parroquia de Santiago que dotará con parte de sus bienes raíces[3]. Los familiares herederos de esta obra pía adoptarán en adelante el apellido «Cabello de Alba» en recuerdo del fundador, afianzando así su continuidad mientras se mantuvo el vínculo religioso, vigente hasta los primeros años del siglo XX. Como dato curioso, reseñar que su último capellán fue Fr. Manuel Cabello de Alba Baena, trinitario exclaustrado (tío abuelo de nuestro protagonista) que a su muerte, acaecida en 1903, la prensa puntualizó en la necrológica que se trataba del último fraile exclaustrado superviviente en Montilla.

Nuestro biografiado fue hijo de Antonio Cabello de Alba Polo y de Isabel Josefa Bello Navajas[4]. Nace el día 2 de octubre de 1859, siendo bautizado en la Parroquia de Santiago con el nombre de “Antonio de los Santos Ángeles Custodios”[5].

Su infancia hubo de ser poco halagüeña, pues antes de cumplir los nueve años ya era huérfano de padre y madre. Tras realizar sus estudios básicos en Montilla, cursa el Bachillerato de Artes en el Instituto de Córdoba, del que obtiene su título de Bachiller en 1877. Ese mismo año se matricula en la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, donde recibe el título de Licenciado en Medicina y Cirugía el 20 de junio de 1883, con calificación de sobresaliente, obteniendo la certificación académica en mayo del año siguiente[6].

Título de Licenciado en Medicina y Cirugía a favor de Antonio Cabello de Alba, por la Universidad de Granada, con nota de sobresaliente. Expedido en Madrid el 17 de mayo de 1884.

A sus veinticinco años, siendo vecino de la calle Corredera, contrae matrimonio con Adela Vicenta Martínez Cámara, natural de Doña Mencía, hija de Manuel Martínez y Caballero (también nacido en Doña Mencía) y de María Dolores Cámara y Quero, natural de Porcuna (Jaén), cuya residencia familiar estaba en la calle San Fernando. Los esponsales se verificaron en la parroquia de Santiago el 24 de noviembre de 1884[7].

Entre 1886 y 1900 nacen sus diez hijos: Isabel, Antonio, Francisca Solano, Adela, Luis, Federico, María Dolores, María Aurora, Manuel y José.

En agosto de 1896 adquiere la casa número 7 (antiguo) de la calle San Fernando a los herederos de Pedro Luis Riobóo[8]. Desde entonces, aquel inmueble se convirtió en el solar familiar de su descendencia durante varias generaciones.

Ese mismo año, el día 12 de julio, ingresa en la Sociedad de San Vicente de Paul, popularmente conocida por «Las Conferencias», cuya labor asistencial y caritativa hizo que fuera muy reconocida entre la población[9]. Entre las páginas de sus libros de actas y cuentas, conservados en el archivo parroquial de Santiago, es bastante frecuente ver el nombre de Antonio Cabello de Alba, tanto en sus donativos como en sus visitas a los enfermos necesitados acogidos por la Sociedad. A partir de entonces, comenzaría a ganarse el sobrenombre de “el médico de los pobres”.

Antonio Cabello de Alba Bello y Adela Martínez Cámara
acompañados de seis de sus diez hijos

En el plano profesional, Cabello de Alba ocupa interinamente en 1892 una de las cuatro plazas de Médico Municipal que mantenía el consistorio montillano para la asistencia sanitaria gratuita a los vecinos más desfavorecidos de la ciudad. Estas plazas fueron sacadas a concurso público en 1902, las cuales fueron obtenidas por los facultativos: Antonio Cabello de Alba y Bello, Joaquín Márquez Repiso, Francisco Salas Arjona y Francisco Palop Segovia[10].

Lejos de dedicarse sólo a su profesión y a su familia, vemos al “Médico Cabello” involucrado en numerosos proyectos sociales y culturales de la tierra que le vio nacer.

A través de la prensa local y provincial es posible conocer, a grandes rasgos, su activa participación en la sociedad montillana de la época. De personalidad humanista e inquieta, lo encontramos en 1890 formando parte de la Junta Municipal contra la filoxera[11], aquella temible epidemia que tantos estragos causó a los campos de viñedos montillanos.

En los años finiseculares del XIX parece interesarse por la política. Así, en 1895 hallamos su nombre en la nómina de convecinos que reorganizan el comité local del Partido Liberal, presidido por Práxedes Mateo Sagasta, del que Antonio aparece como Vicepresidente[12].

Dos años después se crea en Montilla un Centro Filarmónico “cuyo objeto es la enseñanza de música en toda su extensión”[13]. De nuevo, Cabello de Alba Bello aparece como Vicepresidente de su primera Junta Directiva.

El 15 de agosto de 1898 ingresa en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Montilla[14], de la que será su Vicedirector y a partir de 1913 su Director.

En 1899 se renuevan las Juntas Locales de primera enseñanza de Instrucción Pública para el siguiente cuatrienio, en la que Antonio Cabello de Alba aparece como Vocal de la de Montilla[15].

Ese mismo año, a iniciativa de la Sociedad de Amigos del País, se plantea la cuestión de crear en la ciudad un colegio de Primera y Segunda Enseñanza “que reúna todas las condiciones que aconseja la moderna Pedagogía”. Para ello, se nombró una comisión que canalizara las aspiraciones de los promotores, de la cual formó parte el médico Cabello de Alba[16].

Ante la imposibilidad de contar con ayudas públicas, la comisión abrió una suscripción popular para lograr sus objetivos, la cual fue encabezada por Antonio Cabello de Alba con la cantidad de 500 pesetas.

La comisión acordó ofrecer su proyecto a la Congregación Salesiana, cuyo Rector Mayor, el Padre Miguel Rúa, visitó Montilla por aquellos días para conformar la venida de los sucesores de Don Bosco a nuestra ciudad para organizar el nuevo centro educativo.

Es tal el compromiso que Antonio Cabello de Alba profesó por aquellos primeros padres salesianos llegados a Montilla que no dudó en difundir a través de charlas y conferencias (mayo de 1903) las cualidades de la obra laical de los Cooperadores Salesianos, como recoge la prensa del momento[17].

Primeros años de la Congregación Salesiana en Montilla. Un descanso en las obras del gran edificio construido en el despoblado barrio del Valsequillo, que se convertirá en el baluarte de la educación y la cultura local durante el siglo XX, gracias –en parte– al “Médico Cabello”.

A partir de diciembre de 1904 asume el cargo de Vicedirector en la Junta Directiva de la Sociedad de Amigos de País[18]. Ese mismo año es nombrado Vocal en la recién creada Junta Local de Reformas Sociales[19]. En diciembre de 1906 es elegido Vocal por el Partido de Montilla para la Junta de Gobierno y Patronato de Médicos Titulares de la provincia de Córdoba[20].

Siguiendo los postulados sociales del pontífice León XIII, recogidos en la encíclica Rerum novarum, en febrero de 1908 se crea en Montilla el primer sindicato agrícola, que lleva por nombre «El Montillano» “creado merced a las incansables gestiones de nuestro digno Arcipreste señor Fernández Casado”, siendo elegido Antonio Cabello de Alba presidente por aclamación[21]. Meses más tarde, el sindicato abre una Caja de Crédito y Ahorros, denominada «La Montillana».

En marzo de ese año, Cabello de Alba ofrece una conferencia en la sede de la sociedad «Ilustración Obrera», presidida por su compañero Francisco Palop Segovia, bajo el título “Causas originarias de la cuestión social”[22].

A iniciativa de Joaquín Márquez Repiso, en agosto de 1909 se organizan una serie reuniones para establecer en Montilla la asamblea local de La Cruz Roja española “ante las tristes circunstancias porque atraviesa nuestra patria”. Una vez más, Antonio Cabello de Alba se involucra en la puesta en marcha de esta organización humanitaria, siendo designado Vocal de la primera Comisión del Partido[23].

Por aquellos años, también encontramos a Cabello de Alba inmerso en la Junta Directiva de la Hermandad de San Francisco Solano, cuyos miembros dedicaron todos sus esfuerzos a conmemorar grandiosamente el III centenario de la muerte del insigne hijo y patrono de Montilla.

El año 1913 será de gran actividad social para Antonio Cabello de Alba y Bello. En enero es elegido Presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País[24]. A la cabeza del distinguido organismo, hubo de hacer frente al sonado pulso que los montillanos sostuvieron con el Ministerio de Fomento, cuando éste concedió la instalación de una red eléctrica de alta tensión a la empresa Larrucea Hermanos. El vecindario, unánimemente, se negó a las arbitrarias pretensiones de la empresa concesionaria (respaldada por la autoridad gubernativa y la fuerza de orden público) que pretendía cruzar el centro urbano de la ciudad con el tendido eléctrico de alto voltaje, menospreciando las advertencias de la población que se quejaba del peligro y el daño a la vía pública que causaría tal instalación.

Instantáneas aparecidas en el rotativo de tirada nacional “La Unión Ilustrada” el 19 de enero de 1913, donde aparece Cabello de Alba al frente de la comisión montillana recibida por las autoridades civiles en Córdoba.

Ante la prepotencia de la compañía eléctrica, los montillanos crearon una “Junta de Defensa” donde se integraron todas las instituciones y colectivos locales para hacer frente al citado atropello. Aquella Junta estaba presidida por Antonio Cabello de Alba.

Su primera medida fue convocar una huelga general, que duró varios días y fue secundada por toda la población. Asimismo, promovieron una manifestación ante la sede del Gobierno Civil y del Ayuntamiento de Córdoba para el día 9 de enero de 1913 (que tuvo repercusión nacional, como refleja la prensa), a la que asistieron más de mil doscientos montillanos. A la cabeza de la misma estaba Cabello de Alba, que entregó al Gobernador Civil un manifiesto “para que lo elevara al Presidente del Consejo de Ministros”, cuyo contenido fue publicado en los noticiarios[25].

Foto aparecida en el dominical “Blanco y Negro” el 19 de enero de 1913, donde se puede apreciar a los cientos de manifestantes montillanos a las puertas del Ayuntamiento de Córdoba.

Días después, la empresa concesionaria desistió de sus propósitos y abandonó el proyecto de instalar la electricidad de alta tensión en Montilla. En respuesta a ello, se constituyó la «Cooperativa Eléctrica Montillana» que volvió a garantizar el fluido eléctrico a la población.

En febrero de aquel agitado año, giraba una visita a Montilla D. Pablo Albera, Rector Mayor de la Congregación Salesiana. En las crónicas del apretado programa con el que los montillanos le obsequiaron siempre aparece Antonio Cabello de Alba, que acompañó al segundo sucesor de Don Bosco como representante de los Cooperadores Salesianos de la ciudad[26].

Los años pasan y la edad va mermando la salud de don Antonio Cabello. A través de la prensa encontramos su nombre ligado a la Real Sociedad Económica de Amigos del País, a su vocación sindical agraria, y –por supuesto– a su profesión facultativa.

En 1914 lo encontramos entre los fundadores de la sociedad «Unión Vitivinícola Alcoholera Montillana», una cooperativa (surgida de la iniciativa de los Amigos del País) que pretendía unir a todos los viticultores de la ciudad con el afán de dignificar el precio de los mostos y abrir nuevos mercados ante los excedentes que se estaban elaborando por aquellos años, en que las nuevas plantaciones sembradas tras la filoxera comenzaban a producir más uva de la necesaria[27].

En el ámbito sanitario, en 1917 se constituye la «Asociación Médica Regional», de la que don Antonio es nombrado presidente de la Junta del distrito judicial de Montilla[28]. A partir de entonces, apenas hallamos referencias del “Médico Cabello” en la prensa.

A mediados de 1923 cae enfermo. En el mes de noviembre sufre una hemorragia cerebral que le aparta de la vida pública y del ejercicio de su profesión, solicitando por ello la baja como Médico Titular de la Beneficencia Municipal. El día 1º de diciembre fallece en su casa de la calle San Fernando. Aquella misma jornada, la Corporación Municipal en pleno ofreció su primer homenaje al difunto por “los relevantes servicios que durante muchos años ha venido prestando al vecindario con paternal cariño y desmedida asiduidad, el muy honorable facultativo fallecido y deseosa de demostrar que en todo momento sabe honrar como se merece el abnegado comportamiento de sus celosos empleados, acuerda conste en acta su sentimiento por tan irreparable pérdida y que una comisión del Concejo pase a mostrar a la familia del finado el hondo pesar que experimenta y conceder al cadáver sepultura gratuita y a perpetuidad en primera clase para que sea inhumado en el Cementerio de San Francisco Solano de esta ciudad”[29].

Unos meses después, la municipalidad en Comisión Permanente, de 10 de octubre de 1924, en su punto 7º aprobó rotular una calle con su nombre para perpetuar su memoria, como así quedó recogido en acta:

Don Antonio Cabello de Alba Bello y su esposa, Adela Martínez Cámara,
en el patio de su casa de la calle San Fernando.

“De todos es conocida la inmensa labor ciudadana que durante más de cuarenta años ejercitó el insigne médico de esta localidad que en vida se llamó D. Antonio Cabello de Alba Bello. Su ciencia acudió solícita donde quiera que fue llamada y su caridad inagotable se extendió a todas partes, mereciendo llamarse el venerable D. Antonio el padre de los pobres. Don Antonio Cabello de Alba y Bello es de los hombres que merecen gratitud de los pueblos, pues además de ser médico excelente y padre de los pobres, fue también caballero sin tacha, modelo de esposo, de padre y de amigo y de cumplidor, por consiguiente, de todos sus deberes. Desea esta alcaldía, por ser de justicia, que el venerable nombre del doctor Cabello quede perpetuado para recordatorio de la generación presente y para ejemplo de los venideros y hubiera deseado también que este nombre lo llevara la calle donde nació o vivió, pero circunstancias de todos conocidas hace que sea esto imposible, por lo que creyendo interpretar el sentir de los habitantes de Montilla y muy especialmente el de su Excmo. Ayto., se permite proponer a la aprobación de la Comisión Municipal Permanente que sea sustituido el nombre de Calle del Horno por la de “Antonio Cabello” honrándonos nosotros al honrar la memoria de este insigne patricio.

[…] La Comisión abundando en los propósitos expuestos por la presidencia y haciendo suyos los razonamientos alegados por la misma en la moción transcrita, acuerda de conformidad con lo que se propone, si bien se hace por unanimidad la variante de que la calle se rotule “Médico Cabello”, a fin de que en todo tiempo se distinga, por ser muchas las personas que en el pueblo llevan el nombre de Antonio Cabello[30].

La revista quincenal Montilla Agraria se hizo eco de su óbito y lo recordó en su primer aniversario. El anónimo autor, buen amigo y conocedor del médico, destacaba en su artículo el infatigable tesón que demostró a la hora conseguir adeptos a la causa de la obra salesiana, a la par que desgrana los primeros contactos con la congregación.

Dado que esta publicación es salesiana he considerado incluir el texto de 1924 literalmente, dado que será de gran interés a los lectores por las noticias que ofrece:

“Yo que durante muchos años conocí al amigo bueno y que conocía su modo de tratar sus asuntos, lo veo discurrir por las calles ensimismado en un pensamiento, y entrar y salir de una casa en otra para hablar de la obra de sus amores y conseguir adeptos para llevarla a término feliz; yo lo veo derrochar fortaleza, decisión y paciencia al tener que luchar con la frialdad de los unos, la falsa compasión de los otros y la abierta oposición de muchos que, enemigos de la enseñanza y educación católica, recurrieron a los medios de que podían disponer para impedir la apertura del futuro colegio salesiano. A la vista tengo un libelo dirigido a los montillanos, en el mes de Mayo del 1899, en el que soezmente se protesta del beneficioso proyecto, con lo que consiguieron únicamente fue poner a la obra el marchamo de las obras de Dios, que siempre han de ser perseguidas por su enemigos.

Por fin en el mes de Septiembre el Sr. Cabello y sus dignos compañeros vieron coronados sus esfuerzos en la llegada del personal salesiano, a cuyo frente venía Don Emilio Mª Nogués y su establecimiento en la casa del Llano de Palacio, contigua al convento de Santa Clara.

[…] De aquí en adelante la obra salesiana seguirá dando sus frutos y a la vez que contribuya a sostener entre nosotros la civilización cristiana, irá tejiendo la corona que Dios habrá puesto ya sobre aquel justo, sincero y esforzado varón.

Bien ha hecho el Excmo. Ayuntamiento de esta Ciudad al manifestarle el agradecimiento del pueblo, perpetuando su memoria al dedicarle una calle; pero aún pudiera hacer un poco más, poco más que dejo al criterio del actual concejo”[31].

*Artículo publicado en la revista Nuestro Ambiente, núms. 485 y 486. Abril y Julio de 2023.

FUENTES DOCUMENTALES


[1] Archivo de la Parroquia de Santiago de Montilla (APSM). Lib. de desposorios, fol. 257.
[2] APSM. Lib. 13 de bautismos, fol. 21v.
[3] APSM. Lib. 5º de capellanías y memorias, fol. 384.
[4] APSM. Lib. 33 de matrimonios, fol. 9, nº 17
[5] APSM. Lib. 85 de bautismos, fol. 227, nº 453
[6] Universidad de Granada. Facultad de Medicina. Certificación académica personal de D. Antonio Cabello de Alba y Bello.
[7] APSM. Lib. 38, f. 385.
[8] Escritura asentada ante D. Enrique Morón, notario de Córdoba, en 17/08/1896.
[9] APSM. Lib. 4º de actas.
[10] Archivo Municipal de Montilla (AMM). Sig. 000948B-0010. (Expedientes de concurso).
[11] Diario de Córdoba. Año XLI, nº 12346.
[12] Diario de Córdoba. Año XLVI, nº 13157.
[13] El comercio de Córdoba. Año XXIII, nº 5446.
[14] Revista montillana. Año I, nº 5.
[15] El defensor de Córdoba. Año I, nº 7.
[16] Diario de Córdoba. Año L, nº 14411.
[17] El aviso (2ª época). Año I, nº 14.
[18] El defensor de Córdoba. Año VI, nº 1557.
[19] El montillano. Año I, nº 33.
[20] Vida nueva. Año II, nº 52.
[21] Diario de Córdoba. Año LIX, nº 17540.
[22] El Sur. Año II, nº 24.
[23] Diario de Córdoba. Año LX, nº 18069.
[24] El defensor de Córdoba. Año XV, nº 4075.
[25] Diario de Córdoba. Año LXIV, nº 19148.
[26] El defensor de Córdoba. Año XV, nº 4086.
[27] El porvenir montillano. Año II, núms. 28, 37.
[28] Ideal Médico. Año I, nº 3.
[29] Archivo Municipal de Montilla. Actas capitulares. Lib. 214, fols. 31r, 40r, 43r-v.
[30] AMM. Actas Comisión Permanente. Lib. 255, págs. 175-176.
[31] Montilla Agraria. Año V, nº 121. pág. 6

martes, 28 de marzo de 2023

HACE VEINTE AÑOS. Notas para la memoria de la reorganización de la cofradía de la Vera Cruz*

Espacio que pasó a ocupar el Cristo de Zacatecas
tras las reformas del Concilio Vaticano II hasta
que retornó a su capilla tras la reorganización de
la hermandad. 

Se cumple el vigésimo aniversario de la reorganización de la hermandad de la Vera Cruz, motivo que me ha impulsado a escribir estas notas sobre nuestra historia más reciente.

Para la presentación de este ilusionante proyecto fue elegido el día 28 de febrero de 2003, cuando se presentó el proyecto de restablecer la antigua corporación que rendía culto al Santo Cristo de Zacatecas y Ntra. Sra. del Socorro ante la ciudadanía montillana. El acto, previo a los cultos cuaresmales, tuvo lugar en la parroquia de Santiago, fue conducido por Carmina Leiva Repiso y contó con la intervención del entonces párroco, Manuel Vida Ruiz, del catedrático de la Universidad de Córdoba, Antonio García-Abásolo, y de la banda de cornetas y tambores de Jesús Preso.

Éste sólo era el punto de partida oficial. En realidad, el origen de reanudar los cultos al Crucificado había surgido dos años antes, cuando la imagen viajó hasta Córdoba para participar en una exposición organizada por la cofradía del Cristo de Gracia “El Esparraguero” y patrocinada por CajaSur, que llevó por título Imaginería indígena mexicana. Una catequesis en caña de maíz, que tuvo lugar en la desacralizada iglesia de la Magdalena.

Por tal motivo, el Señor de Zacatecas fue descolgado de las cadenas que lo mantenían inaccesible en el presbiterio parroquial, desde 1965. Fue una verdadera oportunidad para las generaciones más jóvenes el poder contemplar a corta distancia tan preciada efigie de Cristo clavado en la Cruz.

Dada la repercusión mediática provocada por aquella partida temporal a Córdoba, varios feligreses propusimos al párroco Juan Navas Sánchez (+) la iniciativa de reanudar los cultos cuaresmales del singular Crucificado en las fechas que antaño se celebraban. Así sucedió, y la acogida fue extraordinaria. Por ello, propusimos al párroco la creación de un grupo parroquial de devotos del Santo Cristo cuyos fines serían promover anualmente los cultos en su honor y cooperar con la parroquia a largo del año litúrgico. La iniciativa prosperó y se constituyó la asociación parroquial bajo el título de la «Santa Vera Cruz».

Aquel mismo año, la asociación organizó varias actividades cultuales y culturales con motivo del 425 aniversario de la llegada del Cristo de Zacatecas a Montilla. Pronto, el nuevo grupo humano quedó plenamente integrado en la vida parroquial de Santiago y en apenas unos meses alcanzó el centenar de simpatizantes. Por ello, ante la buena acogida que aquel proyecto experimentaba, tras la Semana Santa de 2002 se propuso al entonces párroco, Manuel Vida Ruiz, emprender los trámites oportunos para recuperar la antigua hermandad, así como sus fines y denominación, pues el Cristo de Zacatecas y Ntra. Sra. del Socorro habían sido un referente de la piedad popular montillana desde el siglo XVI hasta mediados del XX.

Altar de cultos improvisado para el Quinario Solemne de 2001, organizado tras el regreso del Cristo de Zacatecas de su participación en la muestra cordobesa de "Imaginería indígena mexicana. Una catequesis en caña de maíz".

Obtenida la conformidad del Vicario General, Carlos Linares Delgado (+), y el apoyo moral de los respetados sacerdotes Antonio León Ortiz y Cristóbal Gómez Garrido, se proyectó el acto de presentación de la Hermandad para los días previos al Miércoles de Ceniza de 2003, como hemos referido al comienzo. A la par se iniciaron las diligencias para la reorganización canónica de la cofradía, cuyos trámites llegaron a buen fin en marzo de 2005, con la confirmación episcopal y la aprobación de los Estatutos, gracias a las gestiones y desvelos de nuestro consiliario, Miguel Varona Villar.

Fueron unos años de intensa actividad, años de tropezar, levantarse y reemprender el camino. Años de vértigo en los que se afrontaron las necesarias tareas que requería aquella oportunidad histórica: devolver a Montilla la imagen de Cristo Crucificado decana de su Semana Mayor y la esencia de su cofradía pasionista más antigua, la Vera Cruz, germen de los ritos penitenciales que originaron la religiosidad popular y el sentimiento cofrade en los amplios territorios de la Monarquía Hispánica.

Los objetivos propuestos de este período constituyente tuvieron una doble vertiente. De una parte, había que acometer la recuperación del escaso y maltrecho patrimonio que había resistido al medio siglo de ignorancia y olvido; a su vez, era determinante fundamentar con sentido histórico y forma estética el proceso de reorganización de la antigua corporación, además de rescatar los elementos y matices básicos de su propia identidad, para que todo ello quedara plasmado en la regularización administrativa y legal de la cofradía, desde la perspectiva del siglo XXI.

Un momento de una de las visitas a Granada para conocer
el proceso de restauración del Cristo de Zacatecas
La restauración de la hechura del Crucificado indiano fue el primer objetivo a cometer. No era tarea fácil, dada la singularidad y características artísticas de las que se compone. Se apostó por una intervención científica en la facultad de Bellas Artes de la universidad de Granada, emprendida por los especialistas Carmen Bermúdez y Pablo F. Amador, en los meses centrales de 2004.

A la par fueron restauradas por el orfebre local José Pedraza Luque la corona y potencias de plata. Por consejo de los restauradores, hubo que realizar una nueva cruz para el Cristo, que fue donada por Rafael Arroyo Pérez. Igualmente, se elaboraron unos clavos metálicos nuevos, fruto de la destreza y generosidad de José Manuel Aguilar. Poco después llegó la cartela del «INRI», que es obra y obsequio del artista Antonio Bernal.

También, ese mismo año se acometió la realización del nuevo estandarte (hoy bandera), cuya pintura fue donada por la artista montillana María José Ruiz. Por su parte, la confección en terciopelo verde y bordado en oro fino fue encomendada al cordobés Antonio Villar.

El año 2005 ocupó toda nuestra atención la Virgen del Socorro. El artista elegido para el estudio y restauración de la antigua imagen fue Antonio Bernal Redondo, que determinó la inviabilidad de recuperar la maltrecha efigie mariana de candelero, que se encontraba en un estado deplorable, ocasionado por una desafortunada intervención en 1947. Ante tal situación, se decidió encargar un nuevo icono de la Madre Dios dolorosa al citado imaginero, el cual alojaría en su seno la cabeza y manos de la antigua, previa autorización de la autoridad diocesana.

Finalmente, la nueva efigie de Ntra. Sra. del Socorro fue bendecida el día 11 de diciembre, Domingo de Gaudete, de aquel año, por el canónigo arcediano de la S.I.C. de Córdoba, Fernando Cruz-Conde, en la que actuaron de padrinos los Condes de Prado Castellano, Miguel Ángel de Cárdenas y María del Carmen Jiménez-Alfaro, siendo ella nombrada asimismo Camarera de Honor de la dolorosa.

Antonio Bernal ante el busto en terracota de la Virgen del Socorro

Del resto de bienes y enseres de la antigua cofradía tan sólo se pudo recuperar parte del ajuar de la anterior imagen de la Virgen de Socorro (que hoy luce la actual cotitular), además de la Cruz de Guía, que en los años 60 del siglo XX había sido depositada en la casa de San Juan de Ávila. Esta original pieza será restaurada por Rafael Portero de la Torre en 2012.

La otra gran inversión material a la que se hizo frente fue la construcción de un nuevo trono para nuestros Sagrados Titulares. De líneas tardorrenacentistas, su diseño está inspirado en el retablo de la capilla sacramental de la parroquia de Santiago. Está realizado en madera de ukola que fue donada por Miguel Castro Cruz (+). Por su parte, la campana de llamar a los costaleros fue aportada por Rafael Salido Sánchez.

Paralelo a esta intensa actividad, hubo que acometer el complejo proceso de recomponer la idiosincrasia de la cofradía en sus cultos internos y externos. Se inició una campaña de búsqueda de documentación escrita y gráfica, así como de recogida de testimonios orales tanto de montillanos que habían pertenecido a la extinta hermandad como de sus familiares y descendientes. Era necesario reunir la mayor información posible de aquellos longevos testigos que participaron del pasado más cercano de esta centenaria devoción.

De igual modo, fue indispensable la presentación de un informe histórico a las autoridades diocesanas para documentar la existencia de la primitiva cofradía y su permanencia a través de los siglos sin que hubiera una interrupción temporal superior a cien años. La compilación de datos procedentes de documentos, bibliografía y testimonios fue fundamental para recabar numerosos detalles desconocidos, que nos permitieron conocer las distintas formas de venerar a nuestros Sagrados Titulares en los siglos pasados.

Una de las primeras instantáneas tomadas a la nueva imagen
de Ntra. Sra. del Socorro, aún en el taller de Antonio Bernal

Todo ello nos ayudó a recomponer los diferentes cultos internos y externos, sus fechas y particularidades. Especial atención se prestó a la estación de penitencia, dado que es el acto religioso de mayor trascendencia y proyección de una cofradía. Se optó por recuperar todos aquellos matices característicos de las hermandades de la Vera Cruz, entre ellos, los colores distintivos tales como el verde oscuro, en alusión al “leño verde” (Lucas 23, 27-31), y negro como señal de luto por la muerte de Cristo. 

Asimismo, se propuso un modelo de cortejo procesional donde predominara la austeridad, el recogimiento y la disciplina, acorde al «paso evangélico» que la cofradía representa y manifiesta públicamente por la calles de Montilla: Dios Hombre Salvador, exánime en la Cruz después haber pronunciado sus últimas Siete Palabras, sólo acompañado de su Madre –Stabat Mater dolorosa Iuxta crucem lacrimosa– quien nunca le abandona y en su agonía le socorre al pie del madero, un instrumento de suplicio y muerte que va a convertirse en el árbol de la vida y en símbolo universal del amor fraterno.

Es por ello que la estación de penitencia fue concebida en su más estricto significado, donde los hermanos penitentes tuvieran la oportunidad y el privilegio del anonimato que ofrece el cubrerrostro para acompañar a sus Titulares meditando interiormente la pasión y muerte de Cristo, bien alumbrando –y anunciando– el camino de la vía dolorosa montillana o portando sobre sus hombros el simpar simulacro del Calvario, cada Martes Santo.

Para revestir de mayor solemnidad y magnificencia el cortejo procesional se propuso la  incorporación de una escolta militar al trono de los Sagrados Titulares, en consideración a los históricos honores regios que desde tiempo inmemorial han ostentado el Santísimo Sacramento y las sagradas imágenes de Dios y la Virgen en el reino de España.

Desde la primera salida procesional de esta nueva etapa los miembros
del laureado Regimiento "Córdoba" 10 han venido escoltando a los
Sagrados Titulares de la Vera Cruz cada Martes Santo

Asimismo, se recuperó el toque de campanas propio que posee nuestro titular. Una composición sonora ideada en 1943 por el campanero y muñidor Francisco Gómez Vela «Frasquito el ciego», quien la denominó “Semidoble de Zacatecas” y estrenó en la salida procesional de aquel año. Igualmente, recuperamos otro de los sonidos clásicos de la vida cotidiana en las calles y plazas de la cuidad, me refiero a las olvidadas campanas de muñir, que otrora anunciaba y congregaba al vecindario, ahora serían empleadas para ordenar el cortejo y advertir al vecindario el transitar de la estación penitencial.

Y así, envuelta de sobriedad, nostalgia y simbolismo, la Vera Cruz volvió a cruzar el pórtico del viejo templo jacobeo montillano para hacer estación de penitencia y manifestación pública de fe el día 11 de abril, Martes Santo, de 2006. Fruto de la gran acogida que los montillanos mostraron en aquellos primeros años hacia la estación penitencial, atraídos por el carácter ordenado y tradicional que se había manifestado en las calles de la ciudad, la cofradía reconoció a uno de los artífices de aquella simbiosis, como fue –y es– el Regimiento “Córdoba” nº 10, quien fue nombrado Hermano Mayor Honorario en cabildo general extraordinario de 11 de enero de 2008, y que desde entonces no falta a su cita anual con Montilla.

Con el paso de los años, la hermandad ha ido creciendo en su número de hermanos y devotos. Cada día que pasa nuestros Sagrados Titulares son más visitados y venerados, conocidos y reconocidos, no sólo en ámbito religioso sino también en el plano histórico y artístico.

Después de dos décadas, este hermoso proyecto de devolver a Montilla su cofradía penitencial más antigua aún no parece estar consolidado. Queda mucho trabajo por hacer, además de mantener el compromiso de seguir remando todos a favor del afianzamiento de la hermandad, de respetar su personalidad e identidad que son los cimientos y pilares maestros de este edificio espiritual que –entre muchos– hemos logrado reconstruir, para que quienes contemplan al Santo Cristo de Zacatecas y a Ntra. Sra. del Socorro dentro o fuera del templo parroquial vea en sus rostros a Dios y a su bendita Madre, y reconozcan en ellos el misterio de la Cruz. 

¿Lo conseguiremos o habrá que sucumbir ante la presión de intereses exógenos y demás caprichos personalistas en detrimento del común general que en estos veinte años nos hemos dado y aprobado según el ordenamiento canónico?


Nota: Por temor a olvidar el nombre de alguna de las muchas personas que han dedicado su tiempo, esfuerzo y recursos para hacer realidad el proceso de reorganización de esta cofradía, sólo me he limitado a citar a los consiliarios, artistas y donantes principales.


*Artículo publicado en la revista Vera+Crux de Montilla. Año XX, nº 21; págs. 33-37. Marzo, 2023.


jueves, 16 de marzo de 2023

LA IMAGEN DEL SANTO CRISTO DE ZACATECAS EN LA SEMANA SANTA DE MONTILLA*

La Semana Santa es una de las manifestaciones populares vivas que tienen su origen en el bajo medievo, su desarrollo y plenitud en la Edad Moderna y un importante declive con la llegada del Nuevo Régimen, donde sus ceremonias, costumbres y tradiciones se vieron rechazadas –cuando no prohibidas– por ciertos sectores de la sociedad y la clase política a lo largo de los siglos XIX y XX.

No obstante, a pesar de tal oposición y censura, la religiosidad popular continuará latente en el corazón de amplias capas de la sociedad contemporánea, como se evidencia en la actualidad.

Montilla es una ciudad de la provincia de Córdoba que hoy en día cuenta con doce cofradías que realizan estación de penitencia en la Semana Mayor. Al igual que la mayoría de las poblaciones de la geografía andaluza hunde sus raíces cofrades en el siglo XVI, donde a mediados de la centuria ya aparece plenamente establecida la primitiva cofradía de la Santa Vera Cruz, que efectuaba una procesión de sangre durante la noche del Jueves Santo portando un Cristo Crucificado y una Dolorosa.

Las ideas humanistas europeas y las disposiciones contrarreformistas aprobadas en el Concilio de Trento (1563) incentivarán el culto y veneración de imágenes y reliquias, a fin de acercar a los fieles la humanidad de Dios a través de la vera efigies de Jesucristo y la Virgen. Estos nuevos fundamentos pronto calarán en la piedad popular montillana gracias a las órdenes regulares ya establecidas en la entonces villa, esencialmente los franciscanos (1512) y los agustinos (1520).

Fruto del fervor despertado por estas corrientes teológicas, en el último tercio del siglo XVI se erigen dos nuevas cofradías penitenciales, la Soledad y Angustia de Nuestra Señora (1588) y la de Jesús Nazareno y Santa Cruz de Jerusalén (1590). Ambas se asientan en el convento de San Agustín, donde los frailes recoletos les cederán terrenos para la construcción de capillas propias y acogerán sus cultos anuales y ritos penitenciales del Viernes Santo.

En pleno barroco, durante el siglo XVII se fundarán dos nuevas cofradías pasionistas. En 1625 –período de plena ebullición inmaculista en Andalucía– nace la cofradía de Nuestra Señora de la Limpia Concepción y Cristo en la Oración del Huerto, auspiciada por los hermanos de San Juan de Dios, que construirá asimismo capilla propia en la iglesia de la orden hospitalaria dedicada a Ntra. Sra. de los Remedios. La cofradía recogerá al detalle en sus constituciones el guión procesional que debían observar en su estación la tarde del Miércoles Santo.

En 1668 aparece una nueva cofradía, fruto de la escisión de la Soledad y Angustia de Nuestra Señora. A partir de entonces, la antigua cofradía llevará por nombre «Ntra. Sra. de las Angustias y Cristo amarrado a la Columna» y la recién creada –que renovará sus imágenes titulares– se denominará en adelante «Ntra. Sra. de la Soledad y Santo Entierro de Cristo», asumiendo ésta la organización del acto del Descendimiento de la Cruz antes de su salida procesional la noche del Viernes Santo.

Así las cosas, de este modo quedará configurada la Semana Santa de Montilla durante la Edad Moderna, con algunas incorporaciones de pasos de la pasión de Cristo en los cortejos procesionales que, con el devenir de los años se irán nutriendo de elementos y componentes barrocos.


El Cristo de Zacatecas, titular de la Vera Cruz y de la Escuela de Cristo

Tras este breve paseo histórico por la génesis y evolución de la Semana Santa local, nos vamos a centrar en la imagen del Cristo de Zacatecas y su significación en la propagación devocional de la pasión, muerte y resurrección de Cristo entre la población montillana, en general, y en la cofradía de la Vera Cruz, en particular.

Y decimos esto porque la primitiva corporación penitencial experimentó un auge sin precedentes desde que recibió en donación al Cristo novohispano, que vino a sustituir a un anterior Crucificado de menores dimensiones. A partir de entonces, la cofradía crecerá en número de hermanos y devotos, y comenzará a incrementar su guión procesional con la incorporación de nuevos pasos, tales como el Señor en la Santa Cena, en su Prendimiento, Ecce Homo y Amarrado a la Columna, además del apóstol San Juan y la Virgen dolorosa del Socorro, que completaron en pocos años la iconografía de la pasión y muerte de Cristo en el cortejo del Jueves Santo. A la par, la cofradía adquirió una imagen de Cristo Resucitado y organizó la procesión del Domingo de Pascua.

Debido a este constante aumento, la cofradía se verá obligada a reedificar su casa y ermita homónima en 1614, cuya ampliación consistió en ensanchar el antiguo templo de una a tres naves, y obtener así el suficiente espacio donde ubicar altares para las imágenes adquiridas en aquellas décadas, así como para albergar al más de medio millar hermanos que en esos años alcanzaba su nómina.

Como apuntábamos arriba, la llegada del Cristo de Zacatecas a Montilla marcó un antes y un después en la piedad popular de la población, pues la singular imagen realizada en caña de maíz era la primera de esta tipología que arribaba a tierras cordobesas procedente del lejano virreinato de Nueva España.

Fue donada por el regresado indiano Andrés de Mesa, que formalizará la entrega ante escribano público el día 10 de septiembre de 1576, vísperas de la festividad de la Exaltación de la Cruz.

Mesa había partido para las Indias en 1564, donde parece que se dedicó al comercio. Hubo de tener bastante éxito en sus actividades mercantiles y sociales, en vista al buen casamiento que hizo en la Ciudad de México con doña Francisca Cortés, quien se declaraba nieta del conquistador Hernán Cortés.

De vuelta a su tierra natal, junto a su familia y enriquecido, como recuerdo de su etapa indiana decide traer consigo una gran imagen de Cristo Crucificado que legará a la cofradía de su devoción, como recoge en el preámbulo de la escritura notarial: “digo que por quanto mi voluntad a sido y que es muchos años de ser hermano y cofrade de la cofradía y hermandad de la Santa Vera Cruz de esta villa de Montilla y con esta mi voluntad yo he residido en las Indias algunos años y de ellas yo truxe una hechura de un Xpto para que esté y se ponga en la casa y iglesia de la dicha cofradía de la Santa Vera Cruz desta dicha villa”.

Asimismo, la donación llevó aparejada una serie de condiciones, entre las que cabe destacar la admisión como hermanos a su familia y descendientes, y la preferencia sobre el resto de cofrades para portar el «Santo Cristo» en las procesiones que la corporación pasionista organizara en adelante, privilegios que mantuvo su descendencia hasta mediados del siglo XVIII.

Esta donación supuso una gran relevancia social para el linaje «Cortés de Mesa», como se hicieron llamar en adelante, a la par que les reportó una destacada popularidad entre el vecindario, que observaba pasivamente cómo en la villa se hacía familiar el término “reinos de Indias” pues por esos lustros se había establecido en ella el mestizo Inca Garcilaso de la Vega, bajo la protección de su tío el capitán Alonso de Vargas; e igualmente embarcaba para el virreinato del Perú el franciscano Francisco Solano, misionero montillano que alcanzará la santidad y el sobrenombre de «Apóstol de América».

Durante los siglos XVII y XVIII el Cristo de Zacatecas será una de las imágenes más veneradas en Montilla. Muestra de ello son las diversas ocasiones que fue solicitada la salida extraordinaria de la imagen por las autoridades locales, con motivo de la organización de rogativas ante la falta de lluvias y otras necesidades.

Este fervor religioso también fue transmitido de manera personal e íntima, como se refleja en los numerosos donativos y legados píos remitidos al Crucificado Indiano a través de mandas testamentarias, o con la fundación de capellanías y memorias laicales, que redundaron en la celebración frecuente de misas ante su altar por el sufragio de aquellos difuntos que le habían venerado en vida.

Asimismo, por mediación de los observantes franciscanos del convento montillano, en la ermita de la Vera Cruz fue fundada la Venerable y Santa Escuela de Cristo en 1671, cuyos hermanos fundadores escogieron por titular al Cristo de Zacatecas, al que llamaban en sus oficios religiosos “Divino Maestro de la santa Escuela”. Esta congregación estaba compuesta por setenta y dos varones, número que recuerda los primeros seguidores de Cristo, de los cuales veinticuatro eran religiosos y los restantes cuarenta y ocho seglares.

Se reunían todos los jueves del año por la tarde dos horas antes de ponerse el sol”. Efectuaban sus ejercicios religiosos a puerta cerrada, en la capilla mayor de la ermita, ante la imagen del Crucificado. Una vez en el interior del templo, cada hermano tenía que desproveerse de sus armas, capa y sombrero “en señal de deposición de la autoridad, adornos, cuidados y afanes temporales”. Ya ubicados, tenían varios minutos de oración mental ante el Santísimo Sacramento, continuada de una exhortación y meditación. Concluían su ejercicio semanal con la confesión y la práctica de la disciplina, mientras reflexionaban sobre la Pasión del Señor.

Por el Libro de Acuerdos de la Santa Escuela de Cristo sabemos que el cardenal Fray Pedro de Salazar y Toledo, obispo de Córdoba, visitó la ermita el 27 de mayo de 1688, quien “honró la Santa Escuela asistiendo a ella, y concedió cien días de Indulgencia a todas las personas que rezaren un Padrenuestro y un Avemaría delante de la Santa Imagen del Xpto. Crucificado de que dicha Escuela usa, rogando a Nuestro Señor por la paz y concordia entre los Príncipes Cristianos, y extirpación de las herejías, y aumento de Nuestra Santa Madre Iglesia”. Noticia esta que viene a refrendar nuestro argumento sobre la extendida veneración de la que gozaba el Señor de Zacatecas entre los vecinos y cofrades de la ciudad.

Ya entrados en el siglo XVIII encontramos una muestra más del fervor de los montillanos al Crucificado novohispano. En esta ocasión se trata de la ampliación de la capilla mayor de la ermita de la Vera Cruz, la cual incrementó su perímetro y amplió su altura. Los trabajos comenzaron en 1714 y se prolongaron durante seis años, hasta la colocación de un nuevo retablo barroco al Cristo titular de la cofradía, que será patrocinado por un descendiente de los donantes. Nos referimos a José Gaspar de Angulo-Valenzuela y Cortés de Mesa (1681-1753), que al igual que sus ascendientes decidió embarcar rumbo al continente americano donde siguió la carrera de las armas en el virreinato de Nueva España, del que volverá enriquecido y graduado Capitán de Caballería, como se puede leer en el medallón que aún se conserva como único vestigio del desaparecido retablo.

A partir de la segunda mitad de la centuria dieciochesca detectamos un cambio de ciclo. El linaje de los «Cortés de Mesa» cede la primacía que hasta entonces había ejercido sobre el Crucificado y la cofradía. A partir de entonces, otros linajes de la élite local se hacen asiduos entre los oficiales de la corporación, de los que cabe destacar la labor del mayordomo Diego de Alvear y Escalera.

Asimismo, por aquellos años la advocación originaria de «Vera Cruz» queda reducida al nombre de la ermita y el llano que la circundaba, por su parte la cofradía comenzará a titularse con la toponimia del «Santo Cristo de Zacatecas», probablemente, un reflejo más del arraigo devocional del que gozaba el Crucificado en la ciudad.


Del siglo XIX a la actualidad

Como hemos avanzado al comienzo, la centuria decimonónica fue funesta para la religiosidad popular. Para la cofradía del Santo Cristo de Zacatecas fue especialmente complicada, porque a los vaivenes sociales y políticos de la época se sumó la clausura de su ermita en 1809 y su traslado a la iglesia parroquial de Santiago, donde hubo de levantar una capilla propia. Así las cosas, la cofradía fue despojada de todos sus bienes raíces y dotales con la aplicación de las leyes desamortizadoras, quedando en una difícil situación económica, aunque logrará sobrevivir manteniendo los cultos con cierta regularidad gracias a la ayuda del clero parroquial.

Con la llegada del siglo XX, la cofradía será fusionada con la mermada corporación de las Ánimas, quedando oficialmente denominada como «Cofradía de las Benditas Ánimas de Ntro. Padre Jesús de Zacatecas». Se reorganizaron los cultos atendiendo al organigrama parroquial, quedando concentrados en la celebración de un solemne Quinario en la Cuaresma, y durante la Semana Santa se establecerá el sermón de las Siete Palabras, además del ejercicio del Vía Crucis la tarde del Viernes Santo por las calles de la feligresía.

Tras la Guerra Civil la mermada cofradía fue asociada a la Hermandad local de Excombatientes en 1943, quienes volvieron a modificar los cultos cuaresmales, fijando la estación de penitencia el Martes Santo. La devoción al Cristo de Zacatecas volvería a florecer durante los años de posguerra, donde la cofradía llegó a superar los 400 hermanos. Por su parte, los directivos no escatimaron a la hora de dar el mayor culto a los titulares de la hermandad, y para ello fueron invitados prestigiosos predicadores y misioneros a los cultos anuales, adquirieron un nuevo trono para el Crucificado y su Dolorosa Madre que sería estrenado en 1945, incluso llegaron a encargar la composición de un toque de campanas específico (semidoble) para la salida procesional, dando así un aire renovado a la cofradía. Aunque el carácter corporativista de los excombatientes impedirá a largo plazo su renovación generacional, por lo que el Cristo de Zacatecas y Ntra. Sra. del Socorro dejarán de procesionar en 1954, aunque los cultos se mantendrán durante algunos años más.

Tras varios intentos fallidos de restablecer la hermandad en el último tercio del siglo XX habrá que esperar hasta el año 2001 en que un grupo de jóvenes parroquianos abanderen la iniciativa de retomar los cultos cuaresmales al Crucificado novohispano. Gracias a la buena acogida de tal proyecto, la cofradía será reconstituida dos años después y obtendrá la confirmación de la erección canónica, su reconocimiento como asociación pública de la Iglesia con personalidad jurídica pública y la aprobación de sus nuevos Estatutos en marzo de 2005, mediante un decreto rubricado por Juan José Asenjo Pelegrina, obispo de Córdoba. Como se trataba de una reorganización, se recuperó para el título de la cofradía la primitiva advocación de la Vera Cruz.

Unos meses antes de la validación diocesana el Cristo de Zacatecas había sido sometido a una profunda restauración en la facultad de Bellas Artes de la universidad de Granada, que estuvo a cargo de los especialistas Carmen Bermúdez Sánchez y Pablo Francisco Amador Marrero. Por lo tanto, el Crucificado volvería a salir a las calles de Montilla el día 11 de abril de 2006, Martes Santo.


Un legado excepcional

A los ojos de los especialistas en la Historia del Arte Virreinal, el Cristo de Zacatecas es una efigie de singular naturaleza y orígenes que reúne una serie de cualidades de sumo interés para la comunidad académica. De tamaño superior al natural, se trata del más antiguo paradigma de la imaginería ligera novohispana existente en la diócesis de Córdoba, cuyas técnicas constructivas y estéticas empleadas en su hechura fueron realizadas por anónimos artífices que produjeron un verdadero “mestizaje artístico”, donde se emplearon métodos tanto indígenas como europeos. Igualmente, nos encontramos ante una de las imágenes de caña de maíz mejor documentadas de las que llegaron a España, lo que está permitiendo a los investigadores la datación de otras esculturas de similares características que se conservan a ambos lados del Atlántico.

El cómputo de peculiaridades histórico-artísticas y religiosas que reúne el Crucificado llegado Indias en 1576 han sido determinantes para que fuese seleccionado por el Museo Nacional del Prado para representar esta singular variante del arte novohispano en la exposición Tornaviaje. Arte iberoamericano en España, que tuvo lugar entre los meses de octubre de 2021 y febrero de 2022. Una muestra que ha significado un punto de inflexión para que la Historia del Arte actualice sus discursos respecto de la producción artística colonial, y para que la sociedad española conozca y valore el patrimonio hispanoamericano que atesoramos. Máxime en el caso de los «Cristos» de caña maíz, que muchos de ellos continúan ejerciendo su primitiva misión catequizadora después de cuatro siglos.

Tal es el caso del Santo Cristo de Zacatecas, que desde su arribo hasta nuestros días es parte indeleble de la historia de Montilla y un testigo esencial de las conexiones que esta ciudad guarda con Hispanoamérica, además de un ejemplo vivo de la piedad popular practicada por sus vecinos desde el siglo XVI. Un patrimonio cuyos significados trascienden a los convencionalismos cofrades actuales y un testimonio inigualable del legado excepcional que nuestros antepasados –hijos de un imperio donde no se ocultaba el sol– forjaron en la inmensidad del continente americano.

*Artículo publicado en la revista OLEZA. Semana Santa 2023. págs. 68-75. Editada por la Asociación Cultural Revista Oleza y el Excmo. Ayuntamiento de Orihuela (Alicante).