Hace unos años, participamos en el XVI Curso sobre El Franciscanismo en
Andalucía, dedicado a la figura de San Francisco Solano y celebrado en nuestra
ciudad con motivo del IV centenario de su muerte. En tal ocasión nos
aventuramos en la compleja tarea de tratar de conocer la familia y entorno del
nuestro patrono, desde las fuentes primarias que nos ofrecen los archivos de la
ciudad. Los archivos, guardianes de la memoria, nos ofrecieron noticias que
habían pasado inadvertidas a lo largo de los siglos, tales como las devociones
cofrades de la familia de San Francisco Solano, principalmente de su padre
Mateo Sánchez Solano, de quien descubrimos su filiación a nuestra cofradía de
la Santa Vera Cruz, como veremos en adelante.
Procedente de ascendencia de
hijosdalgos, Mateo Sánchez Solano fue el segundo hijo del médico Francisco
Sánchez Solano y Mencía Pérez Navarro. Tuvo por hermanos a Pedro, Gonzalo y
Francisco, que utilizaron los apellidos del padre, y María López y Catalina
Pérez, que adoptaron apellidos de origen materno, como era la usanza en la
época.
"El milagro de Tenerías", de José Garnelo y Alda (1910). |
En noviembre de 1538 Mateo
Sánchez contrajo matrimonio con Ana Ximénez Hidalgo, hija del alcalde de hijosdalgo y caballero de premia
Gonzalo Ximénez Hidalgo e Inés Gómez de Varea, vecinos de la calle Guillén de
Fuentes. El día 17 de dicho mes, los desposados rubrican ante escribano público
la dote y arras matrimoniales, que suman la cantidad de 45.000 maravedís. El
nuevo matrimonio se instala en la conocida calle del Sotollón, en una casa
principal compuesta por un cuerpo de palacio y portal de alta y baja planta con
sus cámaras, un amplio patio con pozo, que daba entrada y servidumbre a la
cocina, al corral, al lagar y a la bodega.
Ana, que contaba unos 19 años,
pronto comenzó a dar retoños a la familia. Creemos que entre 1540 y 1545 da a
luz a sus hijos, Diego Ximénez Solano e Inés Gómez de Varea, y cuatro años más
tarde nace Francisco, que es bautizado por el presbítero Hernando Alonso el
domingo 10 de marzo de 1549, en la parroquial de Santiago, siendo apadrinado
por Marcos García Panadero y su segunda esposa Leonor López de Madrid, y
Gonzalo Ximénez Maqueda junto con su mujer María Sánchez.
Los padrinos tenían parentesco en
común, e incluso eran vecinos del nuevo barrio del Sotollón, que por esas
fechas se creaba entre los solares aledaños al camino de Lucena. Gonzalo
Ximénez –deudo de Ana– había comprado el 5 de mayo de 1539 a Juan Ruiz de Aguilar,
la casa de su residencia, colindante a la de Mateo Sánchez. La relación de
amistad se deja entrever en varios documentos de la época, cuando Maqueda
dispone sus últimas voluntades, cosa que hace dos veces, a finales de 1552 y a
mediados del año siguiente, y en ambas nombra entre los albaceas a su vecino
Mateo Sánchez. Una relación parecida mantiene con Marcos García Panadero, ya
que su hija Catalina Sánchez estaba desposada con el regidor Francisco Sánchez
Solano, sobrino de Mateo.
Mateo Sánchez y Ana Ximénez
poseen ya varias hazas y majuelos heredados en distintos puntos del término
municipal. Con el paso de los años, los van permutando a la par que adquieren
terrenos en una misma zona, que consiguen centralizar en el pago de Huelma.
Sabemos que el 13 de octubre de
1538 –días antes de sus esponsales– Mateo se desprende de seis fanegas de
tierra de monte obtenidas de un repartimiento que había hecho el Cabildo
municipal entre los vecinos. Ya casado con Ana Ximénez –días antes del
alumbramiento de Francisco– el 4 de febrero de 1549, comparecen ambos en las
escribanías de Juan Rodríguez, junto con el clérigo Francisco Fernández que les
entrega en préstamo diez mil maravedíes al 10% anual, que cargan sobre los
productos de una parte de la huerta de las Minas.
Imagen retrospectiva de la desaparecida huerta de las Minas |
Cruzada ya la mitad de la
centuria, durante el año 1552, Mateo Sánchez y Ana Ximénez venden a censo
redimible siete fanegas y media de tierra que poseen en la cañada de Antón
Sánchez, en el pago del Prado, en tres partes iguales a varios vecinos de
Montilla y Espejo.
Asimismo, Mateo Sánchez tenía en
propiedad tres hazas de sembradío junto a la ermita de San Sebastián, de las
cuales tenemos constancia que enajena dos de ellas en 1555. Una vende a su
cuñado Bartolomé Ximénez, que era de seis celemines de extensión, por el precio
de nueve ducados. La segunda la traspasa a Alonso García el Rubio por 193
reales.
Por estos años Mateo Sánchez
tiene arrendada la huerta de las Minas al hortelano Francisco Pérez de Baena.
El 3 de marzo de 1555 registra en las escribanías públicas, su compromiso de
pagarle a éste la parte correspondiente de los productos que Mateo “vendiere el
presente año que de la fecha desta carta en mi casa y fuera della de lo que
alcance a la renta de lo verde y demás”.
Con el paso del tiempo, la
familia Sánchez Ximénez prospera social y económicamente, fruto del trabajo, el
esfuerzo y las relaciones públicas de ambos cónyuges. Mateo Sánchez
compatibiliza las labores agrícolas con el cargo de Alcalde Ordinario de la
villa, para el que es elegido en dos ocasiones, en 1562 y 1571. Por su parte,
Ana Ximénez es llamada por la III
marquesa de Priego, Catalina Fernández de Córdoba, para que se ocupara de la
educación de su primogénito, Pedro, que nace en Montilla el último día de 1563,
y que a la postre será el IV marqués de Priego y I de Montalbán.
El desempeño de la función
pública de Mateo Sánchez se advierte en varias escrituras notariales, donde
aparece ejerciendo la autoridad municipal. El 14 de abril de 1563 preside un
proceso judicial contra Juan Muñoz, Fernando Alemán (vecinos de Córdoba),
Andrés Maldonado y Gonzalo Fernández, yerno de la Camacha, que fueron
sorprendidos jugando a los naipes y a la raya por el Alguacil Mayor en el mesón
de La Camacha el Domingo de Resurrección, incumpliendo así la ordenanza que
prohibía los domingos y festivos el juego en lugares públicos, en los horarios
de oficios religiosos. Los detenidos fueron llevados a la cárcel y condenados a
pagar la multa económica establecida por dicha ordenanza. Ese mismo año Mateo
vuelve a comparecer como alcalde ordinario en la declaración de los bienes del
difunto Diego Gutiérrez de Celada, a petición de Juan de Vera, tutor de los
hijos menores del fallecido.
Portada de la parroquia de San Francisco Solano, edificada sobre el solar de la casa de Mateo Sánchez Solano y Ana Ximénez Hidalgo |
Ya en su segunda etapa de alcalde
ordinario, el 9 de diciembre de 1571, Mateo Sánchez aparece tutelando una
demanda interpuesta por Juan Pérez de Antequera, tutor de los hijos menores del
difunto Francisco Sánchez Placeres. Como también lo encontramos autorizando la
apertura del testamento cerrado que otorgó Francisco Fernández Gallego, el 3 de
junio de 1572.
Son años prósperos para la
familia, en los que hemos encontrado varios registros que nos revelan la
propiedad de otra vivienda en Montilla, aparte del hogar conyugal. De ello nos
dan cuenta dos contratos de alquiler otorgados en 1560 y 1564. Ambas escrituras
reseñan la ubicación de esta finca urbana, aledaña a las casas del doctor
Gabriel Báez, médico muy conocido en el vecindario, ya que incluso su nombre
rotuló la calle de su morada durante largos años. Esta noticia nos ha posibilitado
situar “las casas” propiedad de Mateo Sánchez en la calle del Peso de la
Harina, adyacente a la actual plazuela de la Inmaculada.
Como hacendado y hortelano, en
los últimos años de su vida Mateo Sánchez da en arrendamiento a sus hijos el
usufructo de su patrimonio, descansando así de las inclementes faenas
agrícolas. Hombre profundamente religioso, en sus últimos años de vida tiene la
oportunidad de asistir a la primera misa cantada de su hijo fray Francisco
Solano. Para ello viaja hasta el convento sevillano de Loreto, donde asiste a
la función religiosa celebrada en la festividad de San Francisco de 1576. Este
mismo año es nombrado oficial de la cofradía del Santísimo Sacramento, siendo
elegido veedor de ella en el cabildo celebrado el 21 de diciembre.
Mateo Sánchez redacta sus últimas
voluntades el 2 de mayo de 1579, falleciendo meses más tarde, el día 24 de
diciembre, en la víspera de la navidad. El testamento cerrado se abre unas
horas después de su muerte, como era costumbre, a solicitud de su primogénito y
albacea Diego Ximénez Solano, ya que, entre otras necesidades figuraba en el
mismo la celebración de su sepelio, las mandas espirituales de cuerpo presente
y el lugar donde recibir sepultura. La apertura del testamento fue verificada
por Juan Gómez de Córdoba, alcalde ordinario, y atestiguada por Martín Álvarez,
Cristóbal Nieto, Antón Ximénez Hidalgo, Francisco Sánchez Solano y Antonio de
Palacios, todos presentes ante el escribano Andrés Capote.
Rúbrica de Mateo Sánchez Solano |
Distribuye sus bienes a tres
partes iguales entre su esposa, a la que restituye la cuantía de la dote
matrimonial, y sus hijos Diego e Inés, sus legítimos herederos. Da la libertad
a sus dos esclavas después de los días de vida de su mujer e hija. Ordena a su
hijo Diego que se haga cargo del pago de varias cargas censatarias que tenía
contraídas con la renta del producto de la huerta de las Minas. Instituye en la
parroquial de Santiago una memoria anual perpetua de misas, aplicadas por su
ánima y la de su mujer, para cuyo mantenimiento entrega a su hija Inés “una
hazuela de alcacel que yo tengo en término desta villa junto a la Cruz de
Aguilar linde con olivar de los herederos de Gonzalo Ramos e con la haza de la
iglesia”.
Cuatro
días después del funeral de Mateo, el alcalde ordinario Pedro Rodríguez del
Jurado ordena hacer un inventario de los bienes del difunto, en presencia de su
viuda e hijos legatarios. En los primeros días del año siguiente, los albaceas
hacen almoneda de varias prendas y útiles de labranza, para sufragar los gastos
del sepelio y mandas testamentarias. Durante el segundo mes de 1580 se valoran
y reparten los bienes raíces que dejó Mateo, que incluían: la casa de la calle
Sotollón, dividida en dos partes que disfrutarán Ana y su hija Inés, la huerta
de las Minas con su arboleda de granados, que será dividida en dos partes, una
para compensar la dote de Ana Ximénez y la otra para los dos hijos que
disfrutarán del caserío. Aparte, otro dos pedazos de tierra calma, viña y
olivar aledaños a la huerta tocarán a Diego junto con un olivar de quince celemines
“a la parte de la fuente la higuera linde con el arroyo e con la dehesa nueva”
en el camino de Córdoba. Del mismo modo, Inés heredará una aranzada y cuarta de
viña en la sierra, más la hazuela de la cruz y puerta de Aguilar.
Los dos hermanos se repartieron
los aperos de la labranza y demás minucias de la huerta, y cedieron a su madre
el usufructo de los bienes muebles y domésticos existentes en la vivienda
familiar. Ambos asumieron el pago de las pequeñas deudas que su padre deja
cuando le sorprende la muerte y de las diligencias testamentarias, entre las
que se encontraban “veinte reales del mensajero que fue al monasterio de
Nuestra Señora de Loreto a avisar de la muerte del dicho Mateo Sánchez a Fray
Francisco su hijo”, más otros “cincuenta reales que se dieron al alvino
escribiente por ciertos papeles que buscó en casa del difunto”, lo que
presupone que ninguno de los hijos conocía la lectura y escritura, a lo que se
sumaba la ceguera de la madre.
Portada de la partición de bienes de Mateo Sánchez Solano, conservada en el Archivo Parroquial de Santiago de Montilla. |
Entre la relación de las pequeñas
deudas de Mateo aparecen reseñadas las limosnas (hoy cuotas) que el difunto
debía de abonar a las cofradías de las que era hermano, cuyo pago en aquel
tiempo se efectuaba a final de año. Así, aparecen consignados “Trescientos diez
y seis maravedís a la cofradía de las Ánimas de donde era hermano. / Doscientos
y ochenta maravedís que se deben a la cofradía de la Santa Vera Cruz de donde
era hermano. / Cuatro reales que se deben a la cofradía de Gracia de donde era
hermano. […] Seis reales otros que se deben a la dicha cofradía de las Ánimas
de donde el dicho difunto era hermano.”
Lo cual evidencia la devoción que
Mateo Sánchez Solano tenía hacia las Benditas Ánimas del Purgatorio, cuya
cofradía se había fundado en la parroquial de Santiago en 1528; a la imagen de Ntra.
Sra. de Gracia que se veneraba en la iglesia de San Agustín y su cofradía había
organizado sus reglas en 1561, y la filiación hacia la Santa Vera Cruz, establecida
en su propia ermita desde sus orígenes, en la que además realizaba estación de penitencia
la noche del Jueves Santo, revestido con su propia “túnica con su capirote y
cordón”, como aparece en el inventario de bienes realizado a la apertura del
testamento.
Tras el inventario, se realizó un
aprecio de los mismos, donde nuevamente se halla valorada “en Juan Rodríguez
Torrijos una túnica con su capirote e cordón en doce reales”, y “rematose en
Hernán de Carmona casero de la Vera Cruz una capa negra traída en ocho reales”.
Finalmente, las respectivas prendas fueron adquiridas y adjudicadas a su
primogénito, Diego Ximénez Solano, quien también asumió el pago pendiente a la
cofradía, por lo que es lógico suponer que relevó a su padre en las filas de la
Vera Cruz, continuando así la veneración al Santo Cristo de Indias que había
llegado a Montilla en 1576, acontecimiento que la familia Sánchez Ximénez a
buen seguro presenció en primera persona.
Tampoco hemos de olvidar, que fray
Francisco Solano residió en el convento franciscano de Montilla desde el óbito
de padre hasta 1583, año en que se traslada a San Francisco del Monte. Después,
en 1588 vuelve a su tierra natal para despedirse de su madre, familia y
conocidos, ya que unos meses después embarcará para el Nuevo Mundo. ¿Cuántas
veces Francisco Solano, acompañado de su padre y hermano, besó los pies
clavados del Crucificado de Zacatecas?, ¿influiría sobre su fe y espíritu el
Señor de la Vera Cruz para determinar su definitiva partida rumbo a las Indias
Occidentales?
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NOTA:
La bibliografía utilizada y las noticias históricas reseñadas en este artículo
han sido extraídas de la comunicación: Una
visión de la familia de San Francisco Solano a través de los archivos
montillanos, presentada el pasado año de 2010 en el XVI Curso de
Franciscanismo celebrado en Montilla, cuyas Actas fueron publicadas por la Asociación Hispánica
de Estudios Franciscanos.