jueves, 3 de abril de 2014
LOS CINCO PRIMEROS PREGONES DE SEMANA SANTA RECOPILADOS EN UN LIBRO
martes, 1 de abril de 2014
UNA VISIÓN DE LA COFRADÍA DE LA VERA CRUZ DE MONTILLA A TRAVÉS DE UN INVENTARIO DE 1617
Hace unos años publicábamos en este blog varias de las primeras noticias fehacientes halladas
–hasta la fecha– sobre los orígenes de la cofradía de la Santa Vera Cruz montillana.
El documento guía fue un minucioso inventario realizado en 1567, que apoyado
por otras referencias de aquellos lustros nos situaron sobre los primeros pasos
del movimiento cofrade penitencial en nuestra ciudad.
En esta ocasión, vamos a dar a la
luz otra serie de escritos relativos a la cofradía, fechados en los últimos
años del siglo XVI y primeros del XVII, donde tendremos oportunidad de
comprobar la evolución surgida en el cambio de siglo y la introducción de la estética
propia del período barroco.
Nuevamente, nuestro documento
principal será un inventario, realizado en 1617 por orden del Visitador General
que ese año se trasladó hasta Montilla para inspeccionar la situación económica
y patrimonial del estamento eclesiástico. Dirigió la causa el presbítero
montillano Cristóbal de Luque Ayala, nombrado juez de la comisión, que ordenó
al prioste y hermano mayor de la cofradía de la
Vera Cruz , Alonso Cameros de la Cueva , la recopilación de los
bienes raíces y muebles el 3 de abril de ese año. El máximo responsable de la
corporación pasionista presentaría al juez el inventario solicitado ocho días
después.
Cabecera del inventario realizado en 1617 |
Para su mejor explicación, hemos modificado
el orden original del elenco de bienes, agrupándolos temáticamente, facilitando
así su lectura y conocimiento. Comenzaremos recopilando las imágenes de culto,
que por aquellas fechas se veneraban en la ermita: “Un Cristo grande
crucificado [Zacatecas] / Otro Cristo amarrado a la columna / Otro Cristo Ecce
Homo / Otro Cristo resucitado / Una imagen de nuestra Señora de bulto [Socorro]
/ Dos capas de tafetán, una rosada y otra carmesí del Ecce Homo”[1].
Cabe destacar el amplio ajuar que
la antigua Virgen del Socorro poseía, que por su variedad y colorido se intuye
que recibía culto en las distintas festividades marianas: “Un vestido grande de
brocado verde y naranjado / Un manto de requemado / Una saya de tafetán llano
negro / Una ropa de tafetán realzado negro / Un manto de burato / Una saya de
tafetán de picote de seda tornasolada con molinillos / Otra saya de tafetán
amarillo cretado que es para hacer una casulla / Una ropa de terciopelo negro
con pasamanos de oro / Dos jubones de nuestra Señora azules de telilla de
Flandes azul / Tocas y valonas de nuestra Señora / Un velo de lienzo negro”[2].
Del mismo modo, el registro de
bienes recopila los vasos sagrados, libros y ornamentos que la cofradía poseía
para el uso litúrgico: “Un misal / Ara / Atril / Un cáliz y patena / Dos
pañuelos de cálices, uno verde y otro colorado / Una bolsa con corporales / Dos
albas para decir misa / Amito y cíngulo / Dos casullas una negra y otra de
color / Estolas y manípulos / Dos mesas de manteles de los altares / Dos
cornialtares / Dos bulas del Jubileo / Una tabla de las indulgencias”[3].
También quedaron recogidos los
paños y candelería de los altares, haciendo mención especial al mayor donde se
veneraba el Cristo de Zacatecas, así como el de la Virgen y demás imágenes:
“Un frontal de damasco azul y naranjado que se hizo de una saya que dio doña
María Castil mujer de Juan López Vanda / Otro frontal de damasco azul que está
en el altar del Cristo / En el altar de nuestra Señora un frontal carmesí y
amarillo / Otro negro de tafetán / Dos candeleros / Cuatro blandones de hierro”[4].
Asimismo, la ermita estaba
equipada con: “Un arca grande / Otra pequeña / Una mesa de torno / Y una
carpeta / Tres bancos de la iglesia / Una campana de tañer a misa / Otra de
munir / Otra de alzar / Otra arquilla pequeña” donde la cofradía guardaba,
entre otros, sus documentos: “Un libro de cuentas / Otro de cabildos / Otro de
ordenanzas”[5].
Modo de portar al
Santo Cristo en las procesiones, que perduró hasta principios del siglo XX.
|
Y cómo no,
en el inventario aparecen los enseres propios del guión procesional, tales eran: “Vara y manga de terciopelo negro / Una
cruz grande dorada / Otra cruz verde con fajas de oro alrededor / Unas andas
doradas de nuestra Señora / Otras andas llanas negras / Tres pares de parillas /
Tornillos para todas la insignias / Dos varales del Cristo / Cuatro varales de
colgar con sus cordeles / Un palio de tafetán negro para el Cristo el Jueves
Santo con ocho varas / Once cetros / Otro [pendón] de damasco carmesí y naranjado
para las fiestas / Ciento y treinta albas con sus azotes con sus rosetas para
los hermanos de Jueves Santo que están en poder de Nicolás Martín / Tres bacías
de azófar para pedir limosna y cuatro de madera”[6].
Uno de los
fines sociales más significativos de las cofradías era dar sepultura a sus
hermanos y devotos, y para ello la
Vera Cruz contaba con: “Un Cristo crucificado pequeño para la
cruz de los entierros / Un pendón morado de tafetán con cruz colorada para
entierros / Un lecho de difuntos grande / Otro pequeño”[7].
De este
inventario llama la atención varios de los bienes, que denota la hegemonía
social de la cofradía crucera entre el vecindario montillano, a pesar de estar
ya erigidas las hermandades de la
Soledad y Angustia de Nuestra Señora (1588), y la de Jesús
Nazareno y Santa Cruz de Jerusalén (1590) respectivamente, en el convento de
San Agustín.
Entre las adquisiciones
más señaladas, aparecen ya las nuevas imágenes de Cristo, Ecce Homo (contratado
en 1597), Amarrado a la
Columna (contratado en 1601), y Resucitado, cuya fecha de
adquisición desconocemos, aunque sí se conserva la talla original. Con el
hallazgo de esta escultura en fecha tan temprana dentro del acervo patrimonial de
la Vera Cruz ,
bien podemos refrendar el testimonio del historiador local, Francisco de Borja
Lorenzo, que alude en su descripción de la ermita y cofradía en 1779 lo
siguiente: “la otra procesión se hace el Domingo de Pascua de Resurrección,
sale solo una imagen del Señor que llaman Resucitado”[8].
También
merece resaltar, dentro de los enseres del guión procesional, el palio negro de
ocho varas que cubría al Señor de Zacatecas, cuya cruz era portada en posición
vertical por tres hermanos portantes,
privilegio reservado al linaje Cortés de Mesa. En el centro, uno portaba la cruz,
cuya parte inferior del palo vertical –stipes–
se embutía en una bandolera; y a ambos lados del mismo, en los extremos del
palo horizontal del madero –patibulum–
se anclaban dos varales que ayudaban a mantener el equilibrio y el peso del
Crucificado.
En la procesión de la sangre, como era llamada,
cada Jueves Santo se ejercía la penitencia mediante el rito disciplinante del
flagelo. Como se reseña en el inventario, la
Vera Cruz a principios del siglo XVII practicaba
este tipo de contrición, y para ello contaba en propiedad con “ciento y treinta
albas con sus azotes con sus rosetas para los hermanos”, un número considerable
de penitentes, si tenemos en cuenta que en 1593 la cofradía estaba integrada
por cuatrocientos miembros[9], y la
población de Montilla rondaba los dos mil vecinos[10].
Aunque el
inventario que nos ocupa es bastante completo no alcanza la precisión del
realizado en 1567, si hacemos una comparación entre ambos en el descrito en
este trabajo se evidencia la falta de no pocas piezas cuya existencia era
indudable. Su ausencia puede deberse a que en estas fechas la ermita de la
Vera Cruz se encontraba inmersa en una
profunda remodelación y ampliación, siendo posible que estuviese cerrada al
culto ocasionalmente, y sus bienes se encontraran depositados en casa de
algunos hermanos de la cofradía.
Estas obras
comenzaron en 1614, como refleja el convenio que suscribió Juan de Aguilar
Carreta, Juan Ruiz Martín y Agustín de los Reyes con Alonso Cameros de la Cueva , hermano mayor de la
cofradía, el 7 de diciembre de aquel año. En el mismo, éstos se obligaron a sacar
mil cargas de piedra “de la marca ordinaria buena piedra que se ha de dar y
recibir”[11] de
la cantera de la fuente de El Álamo y transportarlas hasta el llano de la
ermita en el plazo de cuatro meses. También informa de estas obras el
historiador Francisco de Borja Lorenzo, que en su manuscrita Historia de Montilla desvela la existencia
de una lápida, en una de las naves laterales de la ermita, donde aparecía
inscrita la reedificación de la misma en 1615[12].
Alonso
Cameros de la Cueva
hizo constar al final del inventario una deuda pendiente de amortizar por los
herederos de Andrés Fernández de Mesa, donante que fuera del Santo Cristo de
Zacatecas en 1576 y después hermano mayor de la cofradía. Ésta formaba parte de
la testamentaría del indiano, y consistía en la donación de “sesenta ducados
para hacer una lámpara de plata” que en 1617 aún “debe Melchor Cortés de Mesa
como heredero del Lcdo. Luis de Vesga su hermano”[13],
encargado de cumplir la última voluntad de su padre.
A raíz de
la declaración de la deuda contraída por Melchor Cortés de Mesa, como heredero
de su padre y hermano, el juez de la causa abre un nuevo proceso para
esclarecer el paradero de la cuantía donada por Andrés de Mesa para labrar una
lámpara de plata que alumbrase al Crucificado mejicano. Tras tomar declaración
a las partes, Melchor Cortés de Mesa acató la sentencia de la justicia
eclesiástica y el 16 de julio de dicho año entregaba al hermano mayor, Alonso
Cameros de la Cueva ,
los sesenta ducados para la fabricación de la lámpara, siendo testigos de dicho
proceso los oficiales de la misma, que en aquel momento eran Luís Fernández de
Córdoba, Juan Márquez Venegas, Bartolomé Fernández Castil, Gonzalo de Arana y
Juan Colín de Roa. La cofradía, a su vez, se erigía como depositaria de la suma
económica y se obligaba a ejecutar la voluntad testamentaria de Andrés de Mesa
en un plazo máximo de dos años.
Para ello,
el 24 de marzo de 1619 elevaban escritura pública ambas partes, acordando encargar la –tan traída y llevada– lámpara de
plata en Córdoba, sumando a los sesenta ducados iniciales otros cuarenta más,
que habrían de poner Alonso Cameros y Juan Colín en nombre de la cofradía (30
ducados), y Melchor Cortés en nombre de su otro hermano Lorenzo Miranda (10
ducados). Este convenio tuvo su final diez años después, cuando el 23 de marzo
de 1629 se colocaba la lámpara en la capilla mayor de la ermita de la Vera Cruz[14].
El afanoso hermano
mayor Cameros de la Cueva
manifestó durante su mandato, y el resto de sus días, una gran veneración hacia
el Santo Cristo de Zacatecas. Muestra de ello quedó patente en su última
voluntad, donde dejó reflejada su infinita devoción al Crucificado titular de la
Santa Vera Cruz, en cuyo altar señaló la
fundación de una Memoria de 52 misas rezadas anuales, que se habrían de decir
cada viernes por su ánima y la de sus familiares y bienhechores, siendo sufragadas
por su hijo Alonso que heredaría para
ello “unas casas principales en que hago mi morada”, ubicadas en la calle de la Enfermería , además de “una
haza de tierra de siete fanegas de cuerda que tengo a la parte de la Peña del Cuervo en la
campiñuela de Piedra Luenga término desta ciudad”[15].
Imagen de Cristo Resucitado que recibió culto en la ermita de
Su fisonomía recuerda a las obras del maestro Pedro Freila de Guevara.
|
A modo de
conclusión, hemos pretendido exponer, a través de varios documentos, la evolución
que sufre la cofradía con la llegada del movimiento barroco, donde se incluyen nuevas
imágenes representativas de la pasión de Cristo, a las que a la postre se unirán
otras tantas, además de celebrar la Resurrección del Señor. Esta evolución estética va
integrándose en la cofradía sin que la misma perdiera su concepción primitiva,
propia del pensamiento medieval, como era la flagelación: imitación de los sufrimientos
padecidos por Jesucristo en los momentos previos a su crucifixión. La inclusión
de nuevos pasos iconográficos de la
pasión incrementaría el número de hermanos, consecuencia de la ampliación de la
ermita de la Vera Cruz y
la intensificación de los cultos propios a dichas imágenes, que ya en la
segunda mitad del XVII se organizarán en hermandades autónomas de la cofradía
matriz, viviendo así una larga etapa de esplendor prolongada hasta el último
tercio del siglo XVIII, en que las hermandades de disciplinantes son suprimidas
por la ideología ilustrada.
NOTAS
[1] Archivo Parroquial de
Santiago de Montilla (APSM). Libro 4º de
Visitas y Capellanías, fols. 705 – 719 v.
[2] Ibídem.
[3] Ibíd.
[4] Ibíd.
[5] Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.
[8] LORENZO MUÑOZ, Francisco
de Borja: Historia de la M.N .L. Ciudad de Montilla.
Año 1779, pp. 57 - 61. Fundación
Biblioteca Manuel Ruiz Luque. Ms. 54.
[9] Archivo de Protocolos
Notariales de Montilla (APNM). Nª 1ª. Leg. 17. f . 593 v. Escritura donde
Fernán Martín de Baena es nombrado cobrador de las limosnas de los hermanos de la
Vera Cruz pagan a la cofradía. Se obliga a
recaudar anualmente 4.000 maravedís, 10 por cada hermano, y entregárselos al
hermano mayor que fuere.
[10] CALVO POYATO, José: Guía Histórica de Montilla, p. 41.
[11] APNM. Nª 1ª. Leg. 38, f . 546.
[12] LORENZO MUÑOZ: Loc. cit.
[13] APSM. Libro 4º de Visitas…
[14] APNM. Nª 4ª. Leg. 623, fols. 193 v. - 195.
[15] APNM. Nª 5ª. Leg. 818. fols. 250 - 254. Véase ítem: APSM. Lib. 3º de Memorias, f. 418.
domingo, 23 de marzo de 2014
HERMANDADES, ROMANOS Y PRENDIMIENTO: ORIGEN E INFLUENCIAS
La escenificación pública del
drama de la Pasión
de Cristo hunde sus raíces en el siglo XV, del que se conservan varios Autos de la Pasión. Pero es en el
Barroco –el Siglo de Oro de las letras hispánicas– cuando autores como Lope de
Vega, Calderón de la Barca
o Tirso de Molina triunfan escribiendo Autos
Sacramentales, obras teatrales donde se representan alegóricamente temas
bíblicos, llenos de contenido moralizador y teológico.
Como es sabido, en Andalucía la piedad
popular se impregna del sentimiento y la estética barroca. Hasta entonces, los
ejercicios penitenciales celebrados en las procesiones de Semana Santa son
generalmente los Vía Crucis y los Sermones del Paso. A partir de la
segunda mitad del siglo XVII las cofradías comienzan a estructurarse
internamente en hermandades, grupos de devotos con un cometido específico
(portar una imagen o su palio, formar un tramo de luz, custodiarla, u organizarle
un acto determinado).
Con la creación de estas
hermandades se evidencian y propagan nuevos usos y rituales públicos efectuados
antes, durante y después de la procesión, ante la imagen que encarna el paso evangélico. Su finalidad encierra
una clara misión pedagógica dirigida a cofrades y pueblo, en torno a los principales
misterios de la pasión y muerte de Cristo.
Así, surgen las primeras
hermandades (o corporaciones) de Apóstoles, Soldados Romanos o Sayones, convertidos
durante la figuración en protagonistas dinámicos junto a la imagen titular que,
con tal pretexto, en esa época se le incorporan elementos y símbolos que la
humanizan, además de articular su anatomía para conseguir cierta movilidad,
logrando mayor verosimilitud y dramatismo, que lograra la atención de los
congregados.
Aparecen entonces las
representaciones de los pasos de la Pasión , tales como el
Lavatorio, el Prendimiento, la
Sentencia , el Encuentro de Jesús Nazareno con las Santas
Mujeres, la Bendición, o el Descendimiento de la Cruz, entre otras, cuyo transcurso
es acompañado de algún sermón exhortativo.
A lo largo del siglo XVIII estas
representaciones fueron calando en la sociedad hasta convertirse en auténticos
eventos de asistencia masiva. Con la llegada del pensamiento ilustrado y
afrancesado a las élites eclesiásticas este tipo de escenificaciones fueron
abolidas oficialmente, con desigual acatamiento en cada población. En Montilla,
sólo ha perdurado el acto de la
Bendición de Jesús Nazareno, sin embargo en otras poblaciones
de la provincia –como es el caso de Puente Genil– hubo hermandades que mantuvieron
sus vínculos devocionales fuera del seno de la Iglesia , y pasaron a
denominarse Corporaciones Bíblicas, conservando así sus costumbres y
parafernalia barroca.
Con la llegada de la Restauración
borbónica de Alfonso XII el agitado siglo XIX parece estabilizarse. A partir de
1875 algunas de las cofradías montillanas –ya desposeídas de sus bienes y
rentas– retoman sus fines devocionales volviendo a organizar las procesiones públicas
en Semana Santa, ahora sin la carga escénica de los siglos anteriores. No
obstante, otras poblaciones cercanas mantuvieron algunas de sus viejas
tradiciones que agregaron y adaptaron a la nueva etapa decimonónica. En este
período la mayor innovación estética incorporada a las procesiones es la
participación del estamento castrense y, en consecuencia, de las bandas de
música militar, cuyo estilo musical será adaptado, originándose así la marcha
procesional.
Es el momento en que las antiguas
formaciones de Soldados Romanos –que sólo contaban con un cuerpo o escuadra de
lanceros– introducen grupos de tambores y trompetas, creándose las bandas o imperios
romanos, cuyo precedente lo encontramos en Puente Genil a partir de 1866.
Estandarte del Cuerpo de Romanos, diseñado por Manuel Garnelo Alda |
Estas vetustas corporaciones
romanas enriquecen su participación en los actos de Cuaresma y Semana Santa
gracias a la música marcial, cuya fusión tiene gran acogida entre la población,
como ha confirmado el paso del tiempo. El nuevo formato de bandas o imperios
romanos proliferan desde los primeros años del siglo XX, donde la prensa se
hace eco de su participación en la Semana Santa de localidades como Aguilar de la Frontera , Moriles,
Estepa, Badolatosa, Pedro Abad, Montoro, Bujalance, Baena, Castro del Río o
Pozoblanco, entre otras, donde protagonizan actos como la Diana , la Guardia , la Escolta , o la Sentencia y Muerte de
Cristo, siendo el Prendimiento el más generalizado y aplaudido.
Como hemos dicho anteriormente,
el mundo cofrade montillano despierta de su letargo a finales del siglo XIX,
aunque hasta principios de la centuria siguiente no se consolida. Pasada ya la Semana Santa de 1912
se reúne un grupo de montillanos, a iniciativa de Rafael Márquez Molina y
Alberto Merino Belmonte, para crear una Corporación de Soldados Romanos similar
al imperio pontanense. En 1913 desfilan por vez primera en la Semana Santa , donde
despiertan la admiración del pueblo.
Entretanto, en los albores de
1914, otro grupo de parroquianos funda la cofradía de Jesús de las Prisiones y
Ntra. Sra. de los Dolores, en cuya primera salida procesional se efectuaba el
primer Prendimiento, como describe la revista Eco Parroquial, órgano de expresión de las parroquias montillanas:
“Hace algunos meses que varios
jóvenes de esta ciudad se reunieron para acordar la constitución de una
cofradía que tuviera como fin el fomentar el culto de la venerada imagen de
Nuestro Salvador que con el título de Señor de las Prisiones se venera en la
parroquia de Santiago y determinaron sacarla en procesión por nuestras calles
la tarde del Jueves Santo acompañado de la hermosa [imagen] de Nuestra Señora
de los Dolores que se honra en la iglesia de S. Francisco de Asís. […] Como
esta imagen representa a Nuestro Redentor en el momento en que fue preso en el
Huerto de las Olivas y en aquellas tristísimas horas de la noche en que fue
llevado maniatado de tribunal en tribunal por las calles de Jerusalén rodeado
de la soldadesca del imperio y del populacho impío e ingrato que pedía a gritos
su muerte; los Soldados Romanos que ya el pasado año con el aplauso de todos
lucieron en nuestras cofradías, representarán el acto del prendimiento y
después acompañarán a Nuestro Señor”.
Hace justo un siglo, en otro
periódico local, El Porvenir Montillano,
en febrero de 1914 aparece una detallada
crónica de los inicios de la novedosa corporación romana, que transcribimos
literalmente dada su enjundia histórica, llena de nombres, noticias y
pormenores dignos de recopilar:
“SOLDADOS ROMANOS - En el mes de
Abril del año 1912, se reunieron varios jóvenes de esta localidad para tratar
las bases y formar un reglamento al fin de organizar una corporación de
Soldados Romanos para asistir y dar mayor solemnidad a las tradicionales
procesiones de Semana Santa, en los años venideros.
La patriótica
idea del artesano Rafael Márquez Molina fue bien acogida, siendo muchísimos los
que se inscribieron en las listas formadas para tan simpático pensamiento, que
tanto dice de la cultura de un pueblo.
El ingenioso
artista don Manuel Garnelo Alda ofreció el dibujo y decorado de la bandera para
la nueva corporación, así como alistarse de socio bienhechor; en igual forma
pusieron también a disposición de la nueva sociedad sus servicios personales y
de su profesión varios individuos y entidades, que sin tomar parte en ella,
deseaban ayudarla para que tenga feliz éxito.
Desde citada
fecha, no ha cesado en la realización de sus plausibles planes el activo
organizador, teniendo necesidad de vencer innumerables obstáculos y orillar
muchas dificultades, no escatimando sacrificios, aún con mengua de intereses.
Aprobado el
reglamento que ha de servir de base para el orden y régimen de la Corporación,
y que consta de ocho capítulos y treinta y un artículos, se procedió a la
votación de los que han de formar el Consejo de Administración, o Junta
Directiva, y verificado el escrutinio, dio el resultado siguiente: Presidente:
don José Ortiz Sánchez; Secretario: don Rafael Pedraza Cobos; Tesorero: don
Juan Bautista Pérez; Vocales: don Francisco Márquez Varo y don Juan M. Algaba y
Cuesta.
Terminada la
votación y elegida la Directiva, el Presidente declaró quedaba [sic] constituida la Sociedad ofreciéndose a cuanto
redunde en su beneficio y procurar [sic]
prospere tan entusiasta manifestación de la nobleza e hidalguía de sus
paisanos y convecinos.
La nueva
Corporación quedó constituida bajo la bandera del ilustre montillano, baluarte
de las armas españolas, Gonzalo de Córdoba, gloria de nuestro pueblo.
Sus fines son
procurar el orden en las procesiones de la Semana Santa dando mayor solemnidad
a las mismas.
Los socios son
de tres clases; numerarios o fundadores, bienhechores y de honor. En uno de los
artículos del reglamento se habla de las cuotas que han de satisfacer los
socios, mensualmente, para adquirir los equipos; como es pequeña y los trajes
suponen mayores gastos que los ingresos, de aquí la necesidad de socios
bienhechores que cooperen a que resulte con lucidez este pensamiento.
En el pasado
años de 1.913 vimos, por vez primera, en nuestra ciudad, la nueva Corporación
de soldados romanos, lamentando fuese de escaso número, debido a la escasez de
recursos para satisfacer los equipos, cuya adquisición importó crecida suma que
el digno Presidente don José Ortiz Sánchez tuvo que completar de sus intereses,
cedidos gratuitamente a la Sociedad.
Verificando el
escrutinio de la votación para elegir nueva junta directiva, conforme al
reglamento, quedó constituida en la forma que sigue, Presidente: don José Ortiz
Sánchez; Secretario: don Alberto Merino; Tesorero: don Enrique Cruz Méndez y
Vocal don Rafael Márquez Molina, que cumplirán sus compromisos, pasadas las
festividades de la Semana Santa del presente año, conforme a los Estatutos
porque [sic] se rige la Sociedad.
Vean los
montillanos, cuánto importa [sic] ayuden a esta nueva Corporación ya que en los
pueblos vecinos, hace años, cuentan con este elemento que tanto les ennoblece;
y, si bien es verdad, que no podrán presentarse como los de Puente-Genil en el
presente año y, tal vez algunos más, es preciso no desmayemos, pues con paciencia y constancia en las arduas
empresas se consigue lo que deseamos.
Los fondos que
hoy tiene la Sociedad, ingreso de las cuotas y donativo de bienhechores, no son
suficientes para la adquisición de los trajes que se proyecta comprar,
esperando de nuestros convecinos beneficien a esta Corporación.
Cuantos deseen
contribuir a esta obra pueden mandar sus donativos a casa del Presidente D.
José Ortiz Sánchez, calle Ancha, o comercio de D. Enrique Cruz Méndez,
Tesorero, calle Corredera.”
Los Romanos, con Judas a la cabeza, a su paso por la Corredera, abren el cortejo procesional |
Con el paso de los años, El Prendimiento se ha convertido en uno
de los actos de mayor singularidad y arraigo en nuestra Semana Mayor, gracias a
las distintas bandas y centuria de romanos que han mantenido este insólito episodio
cada Jueves Santo. Desde hace un siglo han recreado el pasaje evangélico
protagonizado por la traición de Judas Iscariote a Jesús de Nazaret en la plaza
de la Rosa, donde la muchedumbre, tras la Oración en el Huerto de los olivos, revive
la entrega de Cristo al centurión de los Soldados
Romanos, que lo escoltarán y conducirán hasta el Gólgota «para que se
cumpla la escritura».
domingo, 23 de febrero de 2014
PRESENTACIÓN DE LIBRO Y CONFERENCIA SOBRE LA RESTAURACIÓN DEL APOSTOLADO DE GARNELO
domingo, 26 de enero de 2014
UN SIGLO DE ROMANOS EN MONTILLA
En la Cuaresma de 2008 publiqué este artículo en "La Voz de los Romanos", recordando a los lectores que se acercaba el centenario de la incorporación de los "Soldados Romanos" a la Semana Santa de nuestra ciudad, y que un año después provocó el inicio de un acto que se ha convertido en eje central y referente singular de los días de la pasión, muerte y resurrección de Cristo según Montilla. Este año se cumple el centenario de la fundación de la Hermandad de Jesús Preso e, igualmente, de "El Prendimiento"; efeméride que la cofradía del Jueves Santo tiene el acertado propósito de conmemorar. Traigo hasta aquí dicho artículo, que recopila varia información de los pasos dados para que los montillanos asistieran -in situ- a la entrega de Jesús en la popular plaza de la Rosa:
«Próximo a su primer centenario se
encuentra la primera vez que los Soldados
Romanos desfilaron en la
Semana Santa montillana. Apenas quedan cinco años para
alcanzar el ciento que hace ya que se formara la primera corporación de
Romanos, de la cual tenemos las primeras noticias en marzo de 1913.
Centrándonos en los inicios de la corporación romana, la primera referencia que conocemos aparece en la revista dominical Eco Parroquial, órgano de expresión de las dos parroquias existentes en esos momentos en la ciudad. La noticia es titulada por su anónimo autor “Los Soldados Romanos”, y la reproducimos íntegramente, dado su interés:
“Es la primera vez que se ha
presentado ente elemento en la procesiones de Semana Santa en Montilla; ni los
papeles que he revuelto en otra ocasiones, que hablan de antiguas cofradías, ni
la tradición hablada dicen nada de Soldados Romanos.
Es indudable que la Cofradía de Soldados
Romanos en unas partes, como la de los Judíos y Santones en otras, responde a
un sentimiento de piedad que ha querido reproducir a lo vivo las escenas de la
pasión de Nuestro Señor para impresionar mas profundamente la devoción de los
fieles, moverlos con más eficacia al odio al pecado y amor de Jesucristo.
Las ceremonias de culto católico
pueden producir y producen siempre su efecto, cuando se practican; edificante,
si se observan con puntualidad y se realizan con espíritu, escandaloso cuando
en su cumplimiento no hay seriedad. De esta condición participan también
aquellas cosas que sin ser ceremonias de culto se admiten en él. Por esta causa
llamo la atención de los directores de los Soldados Romanos para que uno de sus
empeños principales sea el de sostener la piedad y buenas costumbres entre los
cofrades, para que cuando llegue el momento de exhibirse en los actos de la Cofradía edifiquen a
cuantos los vean, e inspiren piadosos
sentimientos a todos.
Con esto se me viene a la memoria
una anécdota, que no deja de tener gracia por el juego a que se prestan algunas
de sus palabras.
En un pueblo, no muy lejos de
este, el hermano mayor de la
Cofradía de los Judíos, algunos días antes de la Semana Santa le dice a los
hermanos “El que quiera ser buen judío que se confiese”.
La primera vez que desfilan Los Romanos por las calles de Montilla es
durante la Semana Santa
de 1913. Tras su primera aparición en los cortejos procesionales, se organizan
su Reglamento como corporación independiente a cualquier cofradía, como recoge
el periódico quincenal El Porvenir
Montillano, que publica una memoria en febrero de 1914 sobre su evolución
en su primer año de existencia. Así quedó conformada su primera Junta
Directiva: José Ortiz Sánchez, Presidente; Rafael Pedraza Cobos, Secretario;
Juan Bautista Pérez, Secretario; Francisco Márquez Varo y Juan M. Algaba y
Cuesta, Vocales.
Asimismo el noticiario cita al
precursor de la causa romana para Montilla: el artesano Rafael Márquez Molina.
Como también cita al “ingenioso artista don Manuel Garnelo Alda” que “ofreció
el dibujo y decorado de la bandera para la nueva corporación, así como
alistarse de socio bienhechor”.
Este mismo año de 1914 nace la Cofradía de Jesús de las
Prisiones, y con ella El Prendimiento,
así lo hace público el Eco Parroquial:
“Nueva Cofradía. Hace algunos meses que varios jóvenes de esta ciudad se
reunieron para acordar la constitución de una cofradía que tuviera como fin
fomentar el culto de la venerada imagen de Nuestro Salvador que con el título
de Señor de las Prisiones se venera
en la Parroquia
de Santiago y determinaron sacarla en procesión por nuestras calles la tarde
del Jueves Santo acompañado de la hermosa de Nuestra Señora de los Dolores que
se honra en la Iglesia
de S. Francisco de Asís.
[…] Como la imagen representa a
Nuestro Redentor en el momento en que fue preso en el Huerto de las Olivas y en
aquellas tristísimas horas de la noche
en que fue llevado maniatado de tribunal en tribunal por las calles de
Jerusalén rodeado de la soldadesca del imperio y del populacho impío e ingrato
que pedía a gritos su muerte; los Soldados Romanos que el pasado año con el
aplauso de todos lucieron en nuestras cofradías, representarán el acto del
prendimiento y después acompañarán a Nuestro Señor.”
Tras pasar las fechas de Semana
Santa, El Porvenir Montillano hace
una breve crónica de cómo han transcurrido las procesiones. Sobre la nueva del
Jueves Santo, apuntaban esta referencia hacia los romanos: “Seguían tras la
imagen de Jesús preso, los soldados romanos, que vistosamente formaban una
guardia respetable por su número y aire marcial…”
Dado el efusivo recibimiento con el
que los montillanos acogieron los primeros años en que desfilaron los Soldados
Romanos por nuestras calles, los directivos de la corporación abrieron sus
horizontes y ampliaron su representación en las procesiones con la incorporación
de los Apóstoles. Así lo detalla una breve reseña en el Eco Parroquial, en marzo de 1915:
“Soldados Romanos. La Corporación de
Soldados Romanos, constituida en esta ciudad en el año 1913 y que contribuyó a
dar mayor solemnidad a las tradicionales procesiones de la Semana Santa celebradas en
aquel año y el pasado, en sus deseos de continuar en el presente con el mayor
esplendor posible tiene en proyecto aumentar el número de soldados y a ser
posible organizar la cooperación (Sic) de los doce Apóstoles.
Necesitando para la realización de este proyecto, que ha de contribuir a dar majestuosidad a referidos actos de sentimientos religiosos, de fondos para sufragar gastos de alguna consideración, esta Corporación invita a los hijos de Montilla para que coadyuven con sus limosnas para tan plausible fin que tanto honra y ennoblece a nuestro amado pueblo”.
Como queda reflejado en la prensa
de época, la aportación de Los Soldados
Romanos a nuestra Semana Santa fue un revulsivo para la misma, y que tras
pervivir en un siglo XX cargado de contrastes, hoy sigue siendo un referente y
un reclamo singular de nuestra Semana Mayor, gracias a la Centuria Romana Munda que
retomó el estandarte de la tradición local dos años más tarde de que se extinguiera
la última resistencia romana del viejo imperio, que tantos días dio color,
sonido y sabor a nuestras procesiones.»
sábado, 14 de diciembre de 2013
LA PARROQUIA DE SANTIAGO EDITA UN CALENDARIO BENÉFICO QUE RECOPILA EL APOSTOLADO DE JOSÉ GARNELO
Con motivo de las obras de remodelación de la Parroquia de Santiago, el Apostolado, obra de José Garnelo, ha sido recientemente restaurado y se exhibe temporalmente al público en el patio de la Casa de las Aguas, dentro de la pinacoteca dedicada al genial artista montillano.
Las bellas pinturas representativas de los primeros seguidores de Cristo han servido para editar un calendario del año 2014. La iniciativa surge con carácter benéfico, ya que el importe de su venta irá destinado a las obras de remodelación que se están llevando a cabo en la Parroquia de Santiago, espacio que alberga estas magníficas obras pictóricas desde 1934, año en que fueron donadas por José Garnelo al templo que una década más tarde acogería sus restos mortales, por expreso deseo personal.
Los calendarios han sido impresos a todo color por la firma montillana GAVE Artes Gráficas, y están disponibles en formato de sobremesa y de pared. Se pueden adquirir al precio de 5 y 10 euros respectivamente en la librería de la Basílica de San Juan de Ávila (Pasaje de Loyola), en el Museo Garnelo (Plaza de Ángel Sisternes, s/n) y en la Papelería La Administración (c/ Corredera, 13).
La Parroquia de Santiago quiere aprovechar estas líneas para agradecer su colaboración a la Asociación Amigos del Museo Garnelo. Asimismo, anima a todos los montillanos a adquirir este calendario, cuyos beneficios redundarán en la conservación del patrimonio histórico local.
jueves, 14 de noviembre de 2013
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