En los documentos y bibliografía
podemos encontrar la razón de muchas de las singularidades actuales de nuestra
ciudad. La herencia histórica que los montillanos atesoramos a través de los
siglos no sólo está materializada en el patrimonio artístico e histórico que
hoy disfrutamos. También existe un legado intangible que nos fue concedido en
tiempos pretéritos por las autoridades de otras épocas, que ejercían sistemas
de gobierno distintos a los actuales. No por ello, hoy día continuamos
utilizando estos títulos como derecho propio de ese legado histórico que a través
de los tiempos cada comunidad ha venido acopiando en los anales de su particular
pasado, y aunque la mayoría de las veces desconozcamos su origen y dimensión,
posiblemente sea la nota singular que la caracteriza del resto de sus
poblaciones vecinas.
En Montilla tenemos varios
ejemplos. Podemos citar, entre otros, el título de Ciudad, otorgado por el monarca Felipe IV el 21 de marzo de 1630, previa solicitud del Cabildo Municipal,
o los tratamientos de Muy Noble y Muy Leal, que también posee desde hace
siglos. Aunque, en esta ocasión nos vamos a referir a la dignidad de Excelencia que le fue concedida al Ayuntamiento
de Montilla a finales del siglo XIX. ¿Por qué es Excelentísima la Corporación Municipal?, ¿cuándo, cómo y quién
otorgó esta merced a la ciudad que hoy habitamos?
El título de Excelentísimo lo ostenta el Ayuntamiento montillano desde el día 8
de mayo de 1894, día en que la
Reina Regente, María Cristina de Austria, en nombre de su
hijo Alfonso XIII firmaba el Real Decreto que le presentaba el Ministro de la Gobernación, Alberto
Aguilera y Velasco[1]. Este nombramiento había
sido solicitado al Gobierno de la
Nación por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de
Montilla en fechas anteriores a través de
Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la
Vega de Armijo,
Diputado del Distrito que por entonces era también Presidente del
Congreso de los Diputados.
Aunque la fecha de su concesión no
es casual, ya que el Marqués de la
Vega de Armijo aceleró la solicitud de los montillanos ante
el Ministro de la
Gobernación, argumentando la reciente beatificación del
Maestro Juan de Ávila, así como las repercusiones que este nombramiento iba a tener
sobre Montilla[2], población que lo había
acogido durante los últimos años de su vida hasta el 10 de mayo de 1569 día en
que fallece, no sin antes haber declarado su deseo de reposar eternamente en el
templo jesuita de nuestra ciudad.
La noticia de la concesión Real
se difundió a través de la prensa nacional, como reseñaron el día siguiente a
la firma del Decreto los periódicos madrileños El imparcial, El Día y La
Correspondencia de
España, así como también el
barcelonés La Vanguardia.
El 15 de abril de 1894 el Maestro
Ávila había sido elevado a los altares por el pontífice León XIII en el
Vaticano, para tal ocasión se trasladaron hasta Roma más de siete mil
españoles, entre los que había varios montillanos. Tras conocer la noticia, las
activas autoridades locales junto con el vecindario crearon una “Comisión
Organizadora” el día 22 de abril, que estaba presidida por el arcipreste José
de los Ángeles y Salas y el alcalde Miguel Márquez del Real.
La beatificación del Venerable
Maestro Juan de Ávila fue celebrada en Montilla entre los días 10 y 12 de mayo
de 1894 con gran magnificencia. Durante los días previos a la misma, la Comisión Organizadora
se reunía a diario para componer las siete comisiones que se encargaron de preparar
el ornato extraordinario de la ciudad, las fiestas religiosas y populares, y el
envío de invitaciones y comunicaciones de los festejos a las autoridades
religiosas, civiles y militares de Andalucía, y muy especialmente al Duque de
Medinaceli y a la Familia
Real, que designó por R.O. de 28 de abril como Delegado Regio
a Francisco de Alvear y Ward, Conde de la Cortina.
La población fue bellamente
adornada bajo la dirección de José Morte Molina, especialmente los lugares
avilistas, las fachadas de la iglesia de San Francisco de Asís y la ermita de
Ntra. Sra. de la Paz,
como también, las calles San Juan de Dios y Corredera, en cuyos extremos se
colocaron dos arcos triunfales.
El, ya, Excelentísimo
Ayuntamiento se unió, en sesión de 28 de abril de 1894, “a los sentimientos de
entusiasmo que se han manifestado en este vecindario”, “sin tener en cuenta sus
apuros en el año que acabamos de atravesar, y el estado de sus arcas
completamente vacías” acordó destinar doscientas pesetas para limosna de pan
para los pobres, cambiar la nomenclatura
de las antiguas calles Tercia, Sotollón, y Torrecilla, por las nuevas rotulaciones
de Beato Juan de Ávila, San Francisco Solano y Gran Capitán respectivamente y,
asimismo autorizar a la Comisión Organizadora la colocación de una lápida
conmemorativa en la casa del Maestro Ávila[3].
Del mismo modo, el Conde de la Cortina, como Delegado
Regio, donó durante los días festivos “mil libras de pan a los pobres, ciento
veinte y cinco pesetas a cada uno de los conventos de señora Santa Clara, y de señora
Santa Ana, tres pesetas a cada uno de los enfermos del Hospital de
Beneficencia, y de los acogidos en el Asilo de ancianos de Ntra. Sra. de los
Dolores, y por último, una comida el día 10 para los presos de esta cárcel.”[4]
La inauguración y clausura de las
fiestas estuvo a cargo del clérigo montillano Miguel Riera de los Ángeles,
Arcipreste de la Catedral
de Sevilla, con una función religiosa en la Parroquia de Santiago.
Fueron tres jornadas festivas en Montilla, donde visitaron los restos de San
Juan de Ávila numerosas autoridades de todos los estamentos. Hubo grandes
funciones religiosas y procesiones, así como actividades teatrales, literarias,
musicales, corridas de toros y demás
animaciones populares en toda la ciudad.
Fueron, tres días inolvidables
para aquellos que las vivieron y participaron in situ, como fue el caso de José Morte Molina, que fue el
corresponsal de las mismas, enviando noticias de las celebraciones a varios
rotativos de tirada nacional, en los que relata el entusiasmo popular que los
montillanos habían mostrado con su asistencia a los actos, como también la
solemnidad de las funciones religiosas, que a pesar de estar amenazadas por los
anarquistas, que habían hecho circular el terror con el aviso de atentado de
bomba, se desarrollaron con la normalidad y brillantez que estaban previstas.
También ha llegado hasta nuestros
días la memoria que Dámaso Delgado López, cronista de la ciudad, tuvo el
acierto de escribir bajo el título: Crónica
de los festejos en Montilla por la Beatificación del V. Maestro Juan de Ávila y la Vida del mismo y su Proceso, que
fue impresa en el establecimiento tipográfico montillano “El Progreso” y
publicada el año siguiente. En sus 148 páginas, Dámaso Delgado incluyó, además
de una detallada recopilación de lo acontecido en aquellos días, un estudio
preliminar sobre el marquesado de Priego y Montilla, una biografía de Juan de
Ávila, un análisis histórico sobre el sepulcro del nuevo Beato y las distintas
aperturas que había tenido hasta esa fecha, una síntesis del Proceso del
Venerable Maestro además de una traducción del Decreto de Beatificación por
León XIII, una relación de los huéspedes más ilustres, y como epílogo, recopila
una selección de poesías que durante aquellas fiestas habían recitado los
mejores rapsodas la ciudad.
Con ocasión de la Beatificación del
Maestro Ávila el nombre de la ciudad de Montilla fue leído y conocido dentro y
fuera de nuestras fronteras. Los montillanos de finales del siglo XIX vieron en
aquel acontecimiento la oportunidad de dar a conocer su ciudad a los miles de
peregrinos que se acercaron hasta el sepulcro del Apóstol de Andalucía a venerar sus reliquias, conocer los lugares
avilistas y leer las obras de una de las mejores plumas ascetas y místicas
españolas del siglo en el que mejor se ha escrito en el idioma de Cervantes. Ahora,
112 años después, San Juan de Ávila vuelve a ofrecer su nombre, su casa, sus
obras, su santidad y su figura histórica y universal a los montillanos del
siglo XXI, esperemos que esta ocasión también favorezca la difusión y el desarrollo
de la ciudad que guarda celosamente sus restos, sus huellas y su memoria.
NOTAS
[1] Archivo Histórico
Municipal de Montilla (AHMM). Correspondencia. Caja 791-A. Exp. 6.
[2] DELGADO LÓPEZ, Dámaso: Crónica de los festejos en Montilla por la Beatificación del V.
Maestro Juan de Ávila y la Vida
del mismo y su Proceso. Montilla, 1895.
[3] AHMM. Actas Capitulares,
1894. Nº 191, fols. 61 y 62.
[4] DELGADO LÓPEZ. Op. Cit.