El pasado mes de septiembre dedicamos
nuestras páginas al malogrado teniente Francisco Gracia Benítez, muerto en
Marruecos en el Desastre de Annual.
No fue éste el único montillano que participó en aquella adversa campaña militar,
donde sucumbieron más de diez mil vidas españolas en apenas unos días de implacable
calor africano. Otro paisano nuestro fue José Gracia Benítez, hermano menor de
Francisco, que tuvo la fortuna de sobrevivir al infierno de Annual.
Dada la interesante documentación
escrita y gráfica que la familia Gracia me ha proporcionado, como anunciamos en
la última colaboración, en esta ocasión vamos a dedicar estas páginas a los
sucesos vividos por el joven oficial de infantería en Marruecos, dignos, en
algunos casos, de las mejores páginas de una novela histórica.
José Gracia Benítez, nace el 3 de
marzo de 1897, siendo bautizado cinco días después en la Parroquia de Santiago
con el nombre de “José Emérito Celedonio de los Sagrados Corazones” (Lib. 111, f. 374). Desde su
infancia toma como modelo a su hermano Francisco, tres años mayor que él, de
quien también adopta su vocación castrense. Ya finalizada su formación básica
en Montilla, el hijo menor de Francisco Gracia Malagón y Elena Benítez
Aguilar-Tablada obtiene plaza en la
Academia de Infantería de Toledo el 6 de agosto de 1915,
donde ingresa como alumno un mes más tarde. Después de superar los tres cursos
de cadete, alcanza el empleo de Alférez en julio de 1918.
El cadete José Gracia Benítez, en la Academia de Infantería de Toledo |
En su primer año de oficial es
destinado en el Regimiento de Infantería “Castilla”, con base en Badajoz, y en
el Regimiento de Infantería “Segovia”. En agosto de 1919 se integra en el
Regimiento de Infantería “África” nº 68, de guarnición en Melilla, ciudad a la
que llega el 30 de dicho mes para incorporarse a la 4ª Compañía del 3er
Batallón. A partir de entonces, José Gracia Benítez formará parte de distintas
columnas que serán organizadas por la Comandancia General
de la plaza africana, con el objetivo de ocupar y pacificar el territorio marroquí
de protectorado español, en virtud de los acuerdos internacionales rubricados
por España.
Según informa su brillante Hoja
de Servicios, entre los meses de septiembre de 1920 y julio del año siguiente,
el joven oficial de Infantería vive in
situ las operaciones militares (toma y control, servicios de seguridad y
defensa de convoyes, aguadas, caminos, ferrocarriles,
fortificaciones y avanzadillas) llevadas a cabo en las posesiones de San Juan
de las Minas, Ishafen, Nador, Monte Arruit, Arreyen-Lao, Zoco El T'latzal, Segangan, Kandusi, Batel,
Hamara, Tamasusin, Karra-Midar, Azru, Tafersit, Dar Drius, Bu Hafera, Axdir, Igueriben
e Izumar.
Fueron unos meses de jornadas interminables y marchas forzadas, en las
que la mayoría de estas plazas fueron ocupadas y pobladas pacíficamente por las
tropas españolas, aunque a partir de junio de 1921 comenzó la resistencia de
las tribus rifeñas. El día 14 de ese mes José Gracia obtiene su ascenso a
Teniente, y dos días después de estrenar la segunda estrella de seis puntas en
su uniforme recibe su bautismo de fuego,
en una escaramuza protagonizada en la
Loma de Árboles los insurgentes marroquíes sorprenden al
convoy español, que protegido por la Compañía del oficial montillano en repliegue
hacia Izumar, trasladaban a soldados fallecidos y heridos en combate.
Durante la segunda quincena de julio de 1921 se produce el conocido Desastre de Annual, hecho en el que
sucumbieron más de diez mil militares y civiles españoles, como ya nos referimos
en el trabajo anterior. Oficialmente, el teniente José Gracia Benítez está
desaparecido desde el día 22 de julio hasta que el 15 de octubre, fecha en que la Comandancia General
de Melilla comunica a su familia que se halla prisionero en una cabila de Axdir.
A partir de esta fecha, el teniente montillano inicia una irregular
correspondencia con sus familiares y con su paisano el, también,
teniente Federico Cabello de Alba Martínez, destinado en Melilla, donde les
narra lo acaecido durante los días del Desastre
y su posterior cautiverio. Una vez liberado, en febrero de 1923 concede dos entrevistas,
a la revista local Montilla Agraria y
al periódico provincial Diario de Córdoba.
A través del epistolario inédito, conformado por una treintena de misivas,
y las entrevistas publicadas por la prensa, podemos reconstruir la dantesca
etapa de que hubo de soportar el teniente José Gracia desde el asedio de Annual
y la posterior evacuación hasta llegar a Monte Arruit, así como el sitio y
rendición de aquella plaza después de agotar los víveres y el armamento, hecho que
desencadenó para los pocos supervivientes de aquella tragedia la prisión y
hacinamiento en cabilas durante más de dieciocho meses hasta su rescate.
Aunque, en la mayoría de las cartas el teniente Gracia elude contar los
hechos vividos a su familia para restarles sufrimiento, y sólo se limita a
comunicar su buen estado de salud y pedir el envío de productos básicos para
subsistir, en una extensa carta confidencial dirigida a su hermano Antonio relata
el terrible testimonio de los sucesos acontecidos durante las infernales jornadas
de julio y agosto en el abrupto territorio del Rif, a las que recuerda con
“grandísima impresión y a algunas de las escenas que tengo en mente y no las
olvidaré mientras viva”.
El día 22 de julio José Gracia Benítez se encuentra destinado en Annual.
La vecina población de Igueriben había caído en manos rifeñas tras cinco días
de resistencia, por lo que el mando ordena la evacuación de Annual hasta Dar
Drius, lugar más seguro y cercano a Melilla, ante el inminente asedio de la
insurgencia liderada por Abd el-Krim. En el transcurso de aquella retirada el
acoso de los rifeños sumado a la traición de la policía indígena, convierte el repliegue
en una desbandada, que a su vez desemboca en una auténtica carnicería, como lo
describe Gracia: “huyeron y en su desenfrenada carrera pasaron por encima de
nosotros siendo muchos los que quedaron en el campo atropellados por sus
caballos siendo imposible recogerlos ni atender sus desconsoladores gritos al
verse heridos y abandonados para caer en manos de los enemigos que los
martirizaban horriblemente rematándoles a pedradas, todo eran voces de socorro
que nadie atendía por que todos necesitábamos de él, las balas llovían por
todas partes y en este horrible drama, le iba llegando la hora todos,
únicamente algunos haciendo un supremo esfuerzo seguimos adelante sufriendo más
que los que tenían la suerte de que bala les cortase la existencia”.
José Gracia cae herido y es traslado al
hospital de Batel, donde obtiene la baja médica y su traslado a Melilla. Pero
llega la noticia de la desesperada situación en que se encuentra el
destacamento de Monte Arruit y el teniente montillano no lo duda, se suma a una columna
al mando del General Felipe Navarro que parte la para la asediada plaza,
desestimando su evacuación a Melilla. Durante la marcha, paran en Tistutin
donde nuevamente repelen una emboscada de las harcas rebeldes.
El día 23 llegan a Monte Arruit, plaza que resistía gracias a los heroicos
episodios que habían escrito, con su sangre, los jinetes del Regimiento de
Caballería Alcántara.
Apenas unas horas después de llegar al recinto de Arruit, la plaza era rodeada
y atacada por las harcas rifeñas. Los prometidos refuerzos nunca llegaron, y
las municiones y aprovisionamientos menguaban conforme pasaban las horas. El
agua, salobre, había que conseguirla fuera del parapeto en un arroyo cercano,
por la noche se organizaban aguadas que costaban demasiadas bajas, “hasta el
punto de que un día salimos tres guerrillas, una de las cuales mandaba yo, y
los moros atrincherados en el río nos hizo una serie de descargas de granadas
de mano y de fusilería, y de 31 hombres que llevaba sólo me quedé con 10”, escribe Gracia. Era tal sed
de los soldados que “algunos, sin poder resistirse, metieron dentro la cabeza y
tanto quisieron tomar que luego sin poder levantarse quedaron allí para
siempre”.
Los hermanos José y Francisco Gracia Benítez en Melilla |
Las tropas españolas sitiadas en Monte Arruit resistieron hasta el 9 de agosto, día en que se agotaron las municiones y los víveres, después de haberse alimentado de la carne de los caballos, mulos y burros. Durante aquellos dieciocho días infernales, donde solían morir más de cincuenta hombres cada jornada, José Gracia fue nuevamente herido en el transcurso de un ataque enemigo, cuando “una granada cayó en la parte que yo estaba y me hirió en una pierna y en la cabeza, mató a tres soldados e hirió a doce más y a todos nos sacaron de entre los escombros pues fue grandísima la cantidad de piedras que nos cayó encima”, entonces fue trasladado a la enfermería, “un barracón bastante amplio, al que llamaban así por tener allí los heridos, pero no existía ningún medicamento y ni siquiera agua para lavar los heridos”.
Así hasta el día 9, fecha en que el General Navarro se ve obligado a negociar
la rendición de la plaza. Tras acordar el desarme y el respeto a la vida de los
soldados españoles, una vez entregado el armamento las harcas rifeñas –obviando
lo pactado– acribillan a la mayoría de la tropa, respetando sólo la vida de algunos
de los oficiales, en los que vieron un sustancioso botín a cambio de su liberación.
La resistencia numantina
protagonizada por el ejército español en Monte Arruit evitó el avance de las
harcas de Abd el-Krim, cuyo objetivo final era la invasión de Melilla, ciudad que durante aquellos días fue
guarnecida con tropas llegadas de Ceuta y la península.
Gracia Benítez fue hecho prisionero y conducido descalzo hasta una
cabila, donde permanece 15 días, en los que “me bautizaron poniéndome Mesau y a
los tres días me querían casar con una mora”. Tras conocer aquella –cómica– situación, los cabecillas rifeños le trasladan
a otra cabila en Axdir, donde pasó su cautiverio en una situación infrahumana soportando
todo tipo de vejaciones, hasta que fue liberado junto al resto de españoles el
28 de enero de 1923, previo pago del rescate por parte del Estado Español.
Una vez en la península, llega a Montilla los primeros días de febrero,
donde disfruta de varios meses de permiso junto a su familia. Durante ese tiempo,
solicita su ingreso en el instituto de la Guardia Civil, que
obtiene el 6 de diciembre de ese año, donde desarrollará el resto de su carrera
militar. En el plano personal, se desposa con Mª Soledad Naranjo López el 20 de
agosto de 1925, de cuyo matrimonio nacen sus ocho hijos: Francisco, Soledad,
José María, Elena, Rafael, María de la Cabeza, Amparo y Dolores.
Ostentando ya el empleo de Coronel, pasa a la reserva en 1961. Como
aparece en su haber curricular de su Hoja de Servicios, le fueron concedidas: la Medalla Militar de Marruecos
con pasador Melilla (1920), la
Cruz de 1ª clase del Mérito Militar con distintivo rojo
(1921), la Cruz
del Mérito Militar con distintivo rojo (1925), la Medalla de sufrimientos
por la Patria
y la Medalla
de la Paz de Marruecos
(1928), la Medalla
de la Campañas
con el pasador de Marruecos (1933), la
Cruz de la Orden Militar
de San Hermenegildo (1937), la Cruz Roja y
Medalla de la Campaña
(1940) y la Placa
de la Real y
Militar Orden de San Hermenegildo (1944).
José Gracia Benítez fallece el 9 de enero de 1984 en su casa de la calle
Puerta de Aguilar, no sin antes haberse labrado en su etapa de empresario la fundación
de la Fábrica
de Aceites “El Carril” y de las Bodegas “Gracia”, cuyo patio principal está rotulado con su nombre, y donde duermen las soleras del amontillado Montearruit, cuyos cálidos aromas aún
evocan el recuerdo de una gesta marginada por la frágil memoria española.
Nota: Agradezco, nuevamente, a Rafael Gracia Naranjo y a Lucía Gracia
Madrid-Salvador su ayuda, sin la cual no hubiera sido posible la publicación de
este trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.