martes, 22 de noviembre de 2011

JOSÉ GRACIA BENÍTEZ. Un montillano testigo del infierno de Annual.

El pasado mes de septiembre dedicamos nuestras páginas al malogrado teniente Francisco Gracia Benítez, muerto en Marruecos en el Desastre de Annual. No fue éste el único montillano que participó en aquella adversa campaña militar, donde sucumbieron más de diez mil vidas españolas en apenas unos días de implacable calor africano. Otro paisano nuestro fue José Gracia Benítez, hermano menor de Francisco, que tuvo la fortuna de sobrevivir al infierno de Annual.

Dada la interesante documentación escrita y gráfica que la familia Gracia me ha proporcionado, como anunciamos en la última colaboración, en esta ocasión vamos a dedicar estas páginas a los sucesos vividos por el joven oficial de infantería en Marruecos, dignos, en algunos casos, de las mejores páginas de una novela histórica.

José Gracia Benítez, nace el 3 de marzo de 1897, siendo bautizado cinco días después en la Parroquia de Santiago con el nombre de “José Emérito Celedonio de los Sagrados Corazones” (Lib. 111, f. 374). Desde su infancia toma como modelo a su hermano Francisco, tres años mayor que él, de quien también adopta su vocación castrense. Ya finalizada su formación básica en Montilla, el hijo menor de Francisco Gracia Malagón y Elena Benítez Aguilar-Tablada obtiene plaza en la Academia de Infantería de Toledo el 6 de agosto de 1915, donde ingresa como alumno un mes más tarde. Después de superar los tres cursos de cadete, alcanza el empleo de Alférez en julio de 1918. 

El cadete José Gracia Benítez, en la Academia de Infantería de Toledo
En su primer año de oficial es destinado en el Regimiento de Infantería “Castilla”, con base en Badajoz, y en el Regimiento de Infantería “Segovia”. En agosto de 1919 se integra en el Regimiento de Infantería “África” nº 68, de guarnición en Melilla, ciudad a la que llega el 30 de dicho mes para incorporarse a la 4ª Compañía del 3er Batallón. A partir de entonces, José Gracia Benítez formará parte de distintas columnas que serán organizadas por la Comandancia General de la plaza africana, con el objetivo de ocupar y pacificar el territorio marroquí de protectorado español, en virtud de los acuerdos internacionales rubricados por España.

Según informa su brillante Hoja de Servicios, entre los meses de septiembre de 1920 y julio del año siguiente, el joven oficial de Infantería vive in situ las operaciones militares (toma y control, servicios de seguridad y defensa de convoyes, aguadas,  caminos, ferrocarriles, fortificaciones y avanzadillas) llevadas a cabo en las posesiones de San Juan de las Minas, Ishafen, Nador, Monte Arruit, Arreyen-Lao, Zoco El T'latzal, Segangan, Kandusi, Batel, Hamara, Tamasusin, Karra-Midar, Azru, Tafersit, Dar Drius, Bu Hafera, Axdir, Igueriben e Izumar.
           
Fueron unos meses de jornadas interminables y marchas forzadas, en las que la mayoría de estas plazas fueron ocupadas y pobladas pacíficamente por las tropas españolas, aunque a partir de junio de 1921 comenzó la resistencia de las tribus rifeñas. El día 14 de ese mes José Gracia obtiene su ascenso a Teniente, y dos días después de estrenar la segunda estrella de seis puntas en su uniforme recibe su bautismo de fuego, en una escaramuza protagonizada en la Loma de Árboles los insurgentes marroquíes sorprenden al convoy español, que protegido por la Compañía del oficial montillano en repliegue hacia Izumar, trasladaban a soldados fallecidos y heridos en combate.

Durante la segunda quincena de julio de 1921 se produce el conocido Desastre de Annual, hecho en el que sucumbieron más de diez mil militares y civiles españoles, como ya nos referimos en el trabajo anterior. Oficialmente, el teniente José Gracia Benítez está desaparecido desde el día 22 de julio hasta que el 15 de octubre, fecha en que la Comandancia General de Melilla comunica a su familia que se halla prisionero en una cabila de Axdir. A partir de esta fecha, el teniente montillano inicia una irregular correspondencia con sus familiares y con su paisano el, también, teniente Federico Cabello de Alba Martínez, destinado en Melilla, donde les narra lo acaecido durante los días del Desastre y su posterior cautiverio. Una vez liberado, en febrero de 1923 concede dos entrevistas, a la revista local Montilla Agraria y al periódico provincial Diario de Córdoba.

A través del epistolario inédito, conformado por una treintena de misivas, y las entrevistas publicadas por la prensa, podemos reconstruir la dantesca etapa de que hubo de soportar el teniente José Gracia desde el asedio de Annual y la posterior evacuación hasta llegar a Monte Arruit, así como el sitio y rendición de aquella plaza después de agotar los víveres y el armamento, hecho que desencadenó para los pocos supervivientes de aquella tragedia la prisión y hacinamiento en cabilas durante más de dieciocho meses hasta su rescate.

Aunque, en la mayoría de las cartas el teniente Gracia elude contar los hechos vividos a su familia para restarles sufrimiento, y sólo se limita a comunicar su buen estado de salud y pedir el envío de productos básicos para subsistir, en una extensa carta confidencial dirigida a su hermano Antonio relata el terrible testimonio de los sucesos acontecidos durante las infernales jornadas de julio y agosto en el abrupto territorio del Rif, a las que recuerda con “grandísima impresión y a algunas de las escenas que tengo en mente y no las olvidaré mientras viva”.

El día 22 de julio José Gracia Benítez se encuentra destinado en Annual. La vecina población de Igueriben había caído en manos rifeñas tras cinco días de resistencia, por lo que el mando ordena la evacuación de Annual hasta Dar Drius, lugar más seguro y cercano a Melilla, ante el inminente asedio de la insurgencia liderada por Abd el-Krim. En el transcurso de aquella retirada el acoso de los rifeños sumado a la traición de la policía indígena, convierte el repliegue en una desbandada, que a su vez desemboca en una auténtica carnicería, como lo describe Gracia: “huyeron y en su desenfrenada carrera pasaron por encima de nosotros siendo muchos los que quedaron en el campo atropellados por sus caballos siendo imposible recogerlos ni atender sus desconsoladores gritos al verse heridos y abandonados para caer en manos de los enemigos que los martirizaban horriblemente rematándoles a pedradas, todo eran voces de socorro que nadie atendía por que todos necesitábamos de él, las balas llovían por todas partes y en este horrible drama, le iba llegando la hora todos, únicamente algunos haciendo un supremo esfuerzo seguimos adelante sufriendo más que los que tenían la suerte de que bala les cortase la existencia”.

José Gracia cae herido y es traslado al hospital de Batel, donde obtiene la baja médica y su traslado a Melilla. Pero llega la noticia de la desesperada situación en que se encuentra el destacamento de Monte Arruit y el teniente montillano no lo duda, se suma a una columna al mando del General Felipe Navarro que parte la para la asediada plaza, desestimando su evacuación a Melilla. Durante la marcha, paran en Tistutin donde nuevamente repelen una emboscada de las harcas rebeldes.

El día 23 llegan a Monte Arruit, plaza que resistía gracias a los heroicos episodios que habían escrito, con su sangre, los jinetes del Regimiento de Caballería Alcántara.

Apenas unas horas después de llegar al recinto de Arruit, la plaza era rodeada y atacada por las harcas rifeñas. Los prometidos refuerzos nunca llegaron, y las municiones y aprovisionamientos menguaban conforme pasaban las horas. El agua, salobre, había que conseguirla fuera del parapeto en un arroyo cercano, por la noche se organizaban aguadas que costaban demasiadas bajas, “hasta el punto de que un día salimos tres guerrillas, una de las cuales mandaba yo, y los moros atrincherados en el río nos hizo una serie de descargas de granadas de mano y de fusilería, y de 31 hombres que llevaba sólo me quedé con 10”, escribe Gracia. Era tal sed de los soldados que “algunos, sin poder resistirse, metieron dentro la cabeza y tanto quisieron tomar que luego sin poder levantarse quedaron allí para siempre”.

Los hermanos José y Francisco Gracia Benítez en Melilla

Las tropas españolas sitiadas en Monte Arruit resistieron hasta el 9 de agosto, día en que se agotaron las municiones y los víveres, después de haberse alimentado de la carne de los caballos, mulos y burros. Durante aquellos dieciocho días infernales, donde solían morir más de cincuenta hombres cada jornada, José Gracia fue nuevamente herido en el transcurso de un ataque enemigo, cuando “una granada cayó en la parte que yo estaba y me hirió en una pierna y en la cabeza, mató a tres soldados e hirió a doce más y a todos nos sacaron de entre los escombros pues fue grandísima la cantidad de piedras que nos cayó encima”, entonces fue trasladado a la enfermería, “un barracón bastante amplio, al que llamaban así por tener allí los heridos, pero no existía ningún medicamento y ni siquiera agua para lavar los heridos”.

Así hasta el día 9, fecha en que el General Navarro se ve obligado a negociar la rendición de la plaza. Tras acordar el desarme y el respeto a la vida de los soldados españoles, una vez entregado el armamento las harcas rifeñas –obviando lo pactado– acribillan a la mayoría de la tropa, respetando sólo la vida de algunos de los oficiales, en los que vieron un sustancioso botín a cambio de su liberación.

La resistencia numantina protagonizada por el ejército español en Monte Arruit evitó el avance de las harcas de Abd el-Krim, cuyo objetivo final era la invasión de  Melilla, ciudad que durante aquellos días fue guarnecida con tropas llegadas de Ceuta y la península.

Gracia Benítez fue hecho prisionero y conducido descalzo hasta una cabila, donde permanece 15 días, en los que “me bautizaron poniéndome Mesau y a los tres días me querían casar con una mora”. Tras conocer aquella –cómica– situación, los cabecillas rifeños le trasladan a otra cabila en Axdir, donde pasó su cautiverio en una situación infrahumana soportando todo tipo de vejaciones, hasta que fue liberado junto al resto de españoles el 28 de enero de 1923, previo pago del rescate por parte del Estado Español.

Una vez en la península, llega a Montilla los primeros días de febrero, donde disfruta de varios meses de permiso junto a su familia. Durante ese tiempo, solicita su ingreso en el instituto de la Guardia Civil, que obtiene el 6 de diciembre de ese año, donde desarrollará el resto de su carrera militar. En el plano personal, se desposa con Mª Soledad Naranjo López el 20 de agosto de 1925, de cuyo matrimonio nacen sus ocho hijos: Francisco, Soledad, José María, Elena, Rafael, María de la Cabeza, Amparo y Dolores.

Ostentando ya el empleo de Coronel, pasa a la reserva en 1961. Como aparece en su haber curricular de su Hoja de Servicios, le fueron concedidas: la Medalla Militar de Marruecos con pasador Melilla (1920), la Cruz de 1ª clase del Mérito Militar con distintivo rojo (1921), la Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo (1925), la Medalla de sufrimientos por la Patria y la Medalla de la Paz de Marruecos (1928), la Medalla de la Campañas con el pasador de Marruecos (1933), la Cruz de la Orden Militar de San Hermenegildo (1937), la Cruz Roja y Medalla de la Campaña (1940) y la Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo (1944).

José Gracia Benítez fallece el 9 de enero de 1984 en su casa de la calle Puerta de Aguilar, no sin antes haberse labrado en su etapa de empresario la fundación de la Fábrica de Aceites “El Carril” y de las Bodegas “Gracia”, cuyo patio principal está rotulado con su nombre, y donde duermen las soleras del amontillado Montearruit, cuyos cálidos aromas aún evocan el recuerdo de una gesta marginada por la frágil memoria española.

Nota: Agradezco, nuevamente, a Rafael Gracia Naranjo y a Lucía Gracia Madrid-Salvador su ayuda, sin la cual no hubiera sido posible la publicación de este trabajo.

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