El texto que a continuación se publica, corresponde al guión elaborado para
una presentación que hice de la Semana Santa de Montilla invitado por la
Fundación Miguel Castillejo, quien organizó un ciclo de ponencias en su sede
cordobesa de la Plaza de las Doblas durante la Cuaresma del año 2012, y que
llevó por título «Estampas de la Semana Santa en la provincia». Para la
exposición audiovisual conté con fotografías de mi buen amigo Jaime Luque, de las cuales algunas aparecen ilustrando al texto.
Excmo. Sr. Presidente de la
Fundación , autoridades, cofrades, amigos todos. Quiero que
mis primeras palabras sean de agradecimiento, para los miembros de la Asociación "Amigos
de Montilla", que han confiado en mí para desarrollar esta ponencia sobre la Semana Santa de nuestra ciudad.
Después de mantener varios contactos con don Antonio García Uceda, a
quien también agradezco sus palabras de presentación, consideré oportuno aprovechar la ocasión que nos
brinda la Fundación
Miguel Castillejo a las localidades de la provincia, para presentar
una exposición general de esta arraigada fiesta que es la Semana Santa. Su devenir
histórico, sus costumbres y tradiciones, así como las singularidades artísticas,
escénicas y populares. Porque, como todos sabemos, no hay dos Semanas Santas iguales, ni en el tiempo, ni en la forma, ni en el espacio.
Comenzaremos haciendo un breve recorrido por el pasado de las cofradías
montillanas, que nos indicará la identidad de cada una de ellas, camino éste que
desembocará en nuestros días.
La proliferación de las hermandades y cofradías en Montilla se inicia en
la mitad del siglo XVI donde ya está plenamente establecida la primitiva
Cofradía de la Santa Vera
Cruz, cuya disciplina realizan la noche del Jueves Santo portando un Cristo
Crucificado y una Dolorosa. El Concilio de Trento trajo consigo una serie de decretos
ecuménicos favorables a la veneración de imágenes y reliquias, que pronto calaron
en la religiosidad popular montillana.
Ejemplo de ello, vemos cómo en las décadas postreras de la citada
centuria se erigen en la villa que fuera capital del marquesado de Priego dos
nuevas cofradías penitenciales, la
Soledad y Angustia de Nuestra Señora, en 1588, y la de Jesús
Nazareno y Santa Cruz de Jerusalén, en 1590, que bajo la protección de los
conventuales agustinos efectuarán sus ritos penitenciales el Viernes Santo.
Del mismo modo, la cofradía de la Vera
Cruz incrementa su guión procesional con la incorporación de
nuevos pasos, tales como el
Señor Ecce Homo, en 1597, Amarrado a la Columna , en 1601, y así
hasta completar la iconografía de la pasión, muerte y resurrección de Cristo,
ya entrado el siglo XVII.
En 1625, en pleno apogeo barroco se funda la última de las cofradías históricas
de la Semana Santa
montillana, cuyos titulares serán Cristo en la Oración del Huerto y la Virgen dolorosa de la Pura y Limpia Concepción.
Esta nueva corporación nace en el seno del convento hospitalario de San Juan de
Dios en una época de gran fervor inmaculista, y procesionará la tarde del
Miércoles Santo.
Durante la segunda mitad del siglo XVII aparece la nueva cofradía de la Soledad y Santo Entierro
de Cristo como resultado de la segregación de la antigua hermandad de las
Angustias, que a consecuencia de esta división incorpora como cotitular un
Cristo Amarrado a la Columna. Aunque
desde ese momento serán dos corporaciones independientes, ambas compartirán
capilla y día de salida procesional que, como hemos referido anteriormente,
ocuparán la tarde noche del Viernes Santo.
En este período, la figuración de la pasión de Cristo se dramatizará en
las calles y plazas de la ciudad, llevándose a cabo en la salida de cada una de
las cofradías los conocidos sermones del
paso. Asimismo, se organizan estaciones donde las imágenes adaptadas con
articulaciones para su movilidad protagonizarán escenas como el Descendimiento
de la Cruz y la Bendición a los campos,
ésta última efectuada por parte de Jesús Nazareno, y que aún se mantiene en
nuestros días la mañana del Viernes Santo teniendo lugar en el paseo de Cervantes.
Así quedó configurada la Semana Santa
histórica montillana hasta finales del siglo XIX, tiempo en que las cofradías quedaron
muy mermadas a causa de la incautación de sus bienes, mediante los procesos desamortizadores
de las políticas liberales, a lo que también hay que sumar la introducción del
nuevo pensamiento ilustrado, que consideraba a estas centenarias asociaciones
religiosas como un lastre arcaico heredado del Antiguo Régimen.
Aquel envite, suscitado por los que regentaban el poder político, no fueron
capaces de contenerlo las cofradías de las Angustias y la Concepción Dolorosa ,
que desaparecerían para siempre.
Ya iniciado el siglo XX se reconfigura el ámbito cofradiero en la ciudad.
Se vuelven a organizar las antiguas cofradías de Jesús Nazareno, Soledad y
Santo Entierro de Cristo, así como la Hermandad del Cristo de Zacatecas en la Parroquia de Santiago,
crucificado titular de la Vera Cruz
cuya primitiva ermita había sido derribada en el lustro napoleónico para
construir sobre su solar el primer cementerio que tuviera Montilla.
También, se funda la nueva cofradía de Jesús Preso en 1914, junto con la
primera corporación de Soldados Romanos, que lo hizo un año antes bajo evidente influencia de la vecina población de
Puente Genil. De la aparición de estos dos nuevos colectivos en la Semana Santa surgirá una de las
tradiciones más arraigada en el tiempo: El Prendimiento. Desde aquel año, y a
la caída de la tarde de cada Jueves Santo, los
Romanos ejecutan la orden de apresar a Jesucristo en la céntrica Plaza de la Rosa , escenario convertido
desde entonces en un bíblico Getsemaní montillano.
Así transcurren “los felices años veinte” del pasado siglo, donde
las cofradías incorporan nuevos pasos a
su guión procesional. Con la llegada de la Segunda República ,
como es conocido, la religión católica atravesaría uno de los momentos más
difíciles de su historia en España. Las cofradías no fueron ajenas a aquella
dura realidad que no les permitía cumplir con sus Reglas.
Como es sabido, los últimos años de la centuria anterior son testigos del
reciente auge cofrade que hoy vivimos en Andalucía. Montilla no ha sido ajena a
esta insólita corriente, caracterizada por los evidentes matices importados de
la influyente estética sevillana. Matices que podemos distinguir en las nuevas hermandades
constituidas, tales como la del Cristo de la Juventud en 1988, la del Sagrado
Descendimiento en 1993 y, por último, la del Señor de la Humildad y Paciencia un
año después.
Esta diversidad ornamental en las cofradías montillanas otorga a nuestra
ciudad una fisonomía plural, a la vez que peculiar, en Semana Santa. A través
de los 27 pasos y tronos que procesionan las 12 hermandades por las calles y
plazas de la ciudad en nuestros días, podemos contemplar la pasión, muerte y
resurrección de Cristo, advirtiendo en cada una de ellas sus más arraigados usos
y costumbres, expresados en el valioso patrimonio artístico que los años le han
ido transfiriendo de generación en generación.
Por ello, no es difícil encontrarse en Montilla cualquier día de su
Semana Mayor una perfecta simbiosis entre la imaginería pasionista de ayer y de
hoy, obras artísticas salidas de los más renombrados talleres cordobeses, que
desde el siglo XVI y hasta nuestros días han regentado autores como Juan de
Mesa “el Mozo”, Rodrigo Mexía, Pedro Freila de Guevara, Cristóbal de Guadix, las
hermanas Cueto, Manuel Garnelo Alda, Amadeo Ruiz Olmos, Miguel Arjona Navarro, Miguel
Ángel González Jurado, Francisco Romero Zafra, o del mismo Antonio Bernal
Redondo, creador contemporáneo que más producción ha dado a la ciudad, entre las
que podemos contemplar su primer conjunto escultórico completo: el misterio del
Sagrado Descendimiento.
Esta nueva imaginería ha quedado plenamente fusionada junto a obras de
artífices aún anónimos, que recuerdan el inigualable y clásico quehacer de la
escuela granadina de Mena y Cano, adivinada en las formas de la dolorosa de la Soledad o del Cristo de la Humildad , al igual que se
percibe la hispalense gubia de Roque Balduque en el perfil renacentista del
Crucificado de la Yedra.
Aunque, si por su antigüedad, originalidad y calidad plástica hemos de
destacar alguna imagen, nos hemos de detener ante el Santo Cristo de Zacatecas,
que llegado a Montilla procedente de México en 1576 trajo consigo una insólita técnica
artística basada en la caña de maíz y otros elementos prehispánicos, que le
otorgan una serie de características inconfundibles.
Cada Martes Santo, todo aquel que lo desee tiene la oportunidad de
descubrirlas y apreciarlas a lo largo de su nocturno recorrido, cuando sale majestuosamente
escoltado por sus hermanos honorarios del Regimiento de Infantería Mecanizada
“Córdoba” nº 10.
Pero la Semana Santa
de Montilla no sólo son cofradías, la música también ocupa un destacado lugar
desde la Ceniza
a la Pascua. En
la enfatizada formación educativa que los Salesianos imprimieron desde los
albores del siglo XX en la ciudad, está reflejada la pasión de los montillanos
por la música. Heredera de aquella labor, la ciudad goza en la actualidad del
buen hacer de la Banda
de Música “Pascual Marquina”, de la Agrupación Musical
“La Unión ”, del
Cuerpo de Romanos de Jesús Preso, que ejecuta el acto del Prendimiento, y por
último de los acordes marciales de la Centuria Romana
Munda, asociación que también desarrolla un amplio elenco de actividades, entre
las que sobresale la
Sentencia de Cristo.
También destaca por su singularidad
Tal representación está dividida en tres actos y diecisiete cuadros,
donde participan más de 300 personajes, así como otro medio centenar de colaboradores
y técnicos que detrás de los escenarios velan para que toda la escenografía
esté a punto.
Como habrán podido comprobar en este retablo, sólo he pretendido ensamblar
la pasión según Montilla, valiéndome para ello de las más destacadas piezas de
las que se compone nuestro patrimonio espiritual, histórico y artístico.
Como epílogo a esta intervención, tan sólo me resta invitar a cada uno de los aquí presentes a conocer
Muchas gracias.
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