Pila bautismal de la Parroquia de Santiago |
Así lo entendió el arcipreste
Luis Fernández Casado (1872 – 1953) quien, tras varios intentos fallidos de
dignificar la ubicación del baptisterio parroquial, aprovechó unas obras de urgencia
que se acometieron en el muro lateral izquierdo de la capilla de San Miguel
Arcángel que amenazaba con desplomarse hacia la calle Escuchuela.
Para emprender tal proyecto, el
docto párroco organizó una comisión compuesta por el sacerdote Amador Rodríguez,
el diputado provincial José Cuesta, el conde de la Cortina Francisco
de Alvear, el profesor y escultor Manuel Garnelo y el médico Antonio Cabello de
Alba, así como por los recordados montillanos Rafael Gracia, Francisco Salas,
Rafael Luque y Félix Valderrama, los cuales se reunieron por vez primera en la
sacristía de la desaparecida iglesia de San Francisco de Asís el miércoles 13
de septiembre de 1916.
El arcipreste Luis Fernández expuso a los asistentes su
idea de cambiar de ubicación de la pila bautismal desde su emplazamiento
original (a la entrada de la nave de la Epístola , junto a la puerta de la torre y
campanario) y su traslado a la citada capilla de San Miguel, que estaba
reconstruyéndose, ampliando así el espacio para celebrar el sacramento del
bautismo y decorando el nuevo establecimiento con motivos solanistas que
recordaran y enaltecieran la valiosa pieza gótica donde fuera cristianizado el
hijo de Mateo Sánchez y Ana Ximénez, el 10 de marzo de 1549. Tras la
explicación de la propuesta, se acordó encargar un proyecto al artista Manuel
Garnelo y Alda, allí presente, para que recogiera todas las inquietudes
tratadas en la reunión.
A la semana siguiente volvió a
reunirse la comisión, en la que Manuel Garnelo presentó su proyecto y
presupuesto aproximado de las obras, que ascendía a 5.793 pesetas. Según el
diseño del escultor montillano, el nuevo baptisterio iba a significar un
santuario de exaltación solanista, al objeto de que toda la ornamentación y
decoración estuviera ligada a pasajes de la vida y milagros del patrón de la
ciudad.
Las obras se comenzaron con 2.000
pesetas que fueron concedidas por el Ministerio de Gracia y Justicia. A esta
cantidad se le sumaron 1.000 pesetas que aportó Manuel Garnelo, en concepto de
cuatro medallones de escultura en relieve que formaban parte del proyecto. Para
sufragar el resto de los gastos, la comisión decidió abrir una suscripción
popular creando una lista de donativos, encabezada por el mismo arcipreste con
la entrega de 100 pesetas. El total del coste se tardó varios meses en
alcanzarlo y como podemos apreciar en la revista dominical Eco Parroquial, órgano de las parroquias de Montilla, fueron muchos
los montillanos que sumaron su donativo y su nombre a la citada suscripción.
Meses después, el proyecto
diseñado por Manuel Garnelo fue una realidad. La atención que siempre tuvo el
artista con su pueblo quedó patente por la gran cantidad de iniciativas
culturales montillanas de las que fue partícipe. De hecho, siempre que sus
obligaciones se lo permitían, pasaba en su cuidad natal las vacaciones
estivales y las festividades anuales, que aprovechaba para visitar a sus
familiares y amigos.
En la actualidad, podemos
contemplar en la Parroquia
de Santiago –solar garneliano por excelencia– las obras y remodelaciones que se
llevaron a cabo entre los años 1916 y 1918 a iniciativa del celoso y culto arcipreste
Luis Fernández y que fueron sufragadas por suscripción popular “ya que a todos
toca el interés de conservar dignamente la pila de San Francisco Solano, y todos
deben sentir el aplauso o la censura del forastero que encontrándose en
Montilla sienta la sana curiosidad de ver lo importante de la ciudad entre
cuyos monumentos notables se encuentra la repetida pila”.
El escultor Manuel Garnelo
Manuel Garnelo y Alda (1878 - 1941) |
Desde sus primeros pasos en el arte se decanta por la escultura, asignatura que
cursa durante dos años en la Ciudad Eterna, impartida por el insigne Aniceto
Marinas. En 1892 –con sólo catorce años– recibe su primera mención honorífica
en la Exposición Nacional
de Madrid, con su obra Tota pulcra est
María. Completa su formación artística en la Escuela Superior de Bellas
Artes de la capital española. En 1899 consigue una plaza, por oposición, de
pensionado en Roma, donde continúa los cuatro años siguientes con sus estudios
de Dibujo y Escultura.
Tras terminar su etapa formativa,
obtuvo la plaza de profesor numerario de Carpintería Artística en la Escuela de Bellas Artes de
Granada, donde desarrollará toda su trayectoria profesional.
Sus obras de académico fueron
premiadas y elogiadas por la crítica coetánea, la mayoría de las cuales fueron
llevadas a exposiciones nacionales y adquiridas por el Estado. En Montilla se
conserva una buena muestra de sus trabajos escultóricos y decorativos,
repartidos por las distintas iglesias, edificios públicos y casas particulares
de nuestra ciudad.
Manuel Garnelo y Alda falleció el
4 de mayo de 1941 en Loja (Granada), ciudad natal de su segunda esposa, y el mismo lugar
donde pasó los últimos años de su vida otro montillano ilustre: Gonzalo
Fernández de Córdoba, El Gran Capitán.
*Artículo publicado en el Diario Córdoba, el 11 de julio de 2007.
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