Retrato de San Juan de Ávila que ocupó el centro del mausoleo de jaspe costeado por el canónigo hispalense Mateo Vázquez de Leca. Hoy se halla en la Basílica Menor de Montilla. (Foto Rafa Salido) |
Como ya
apuntamos en los artículos publicados en los meses pasados, al Cristo de la
Yedra le fue atribuido un pasado inexacto. Esta suposición parece tener su
origen a mediados del siglo pasado, tras la publicación del libro La Compañía de Jesús en Montilla
(Málaga, 1944), escrito por el jesuita Bernabé Copado, artífice de la segunda
venida de los hijos de San Ignacio a nuestra ciudad.
En su obra,
Copado maneja abundante documentación y bibliografía. No en vano, tuvo a su
disposición la biblioteca y archivo del Obispado de Córdoba y la magnífica
biblioteca del Conde de la Cortina, entre otros fondos documentales. Aunque si
hacemos una lectura detenida de su libro, podemos comprobar las reiteradas
alusiones a los escritos de sus homólogos Martín de Roa y Juan de Santibáñez,
autores del siglo XVII que recopilaron gran cantidad de noticias relativas a
Montilla y a la fundación del Colegio de la Encarnación en sus obras. Y, aunque
son de gran valor e importancia, a la luz de la investigación no dejan de ser
fuentes indirectas.
Ciñéndonos en el
tema que nos concierne, Copado reproduce a la letra las noticias dadas por
Santibáñez en su Historia de la Provincia
de Andalucía de la Compañía de Jesús. Así, en la página 106 encontramos lo
siguiente: “Ahora diremos dos palabras de las reliquias que se guardaban en el
Noviciado de Montilla que también contribuyeron al buen espíritu y fervor del
Noviciado. Lo tomaremos del P. Santibáñez que a su vez lo toma del P. Martín de
Roa.
«Aquí se venera, como preciosa reliquia, un
devoto Crucifijo de estatura grande, que es tradición era del santo Padre
Maestro Juan de Ávila, y el mismo que le habló un día, certificándole de su
predestinación. En los pies de este Crucifijo ponía él, las manos, y pegaba sus
labios, y derramaba con lágrimas, su corazón. De aquí cogió, como de tierra
bendita y fértil, copiosos consuelos, grandes ilustraciones y extraordinarios
favores.
Tienen a esta
santa reliquia, tan antigua y afectuosa devoción los vecinos de Montilla, que
les parece no cumplen con la devoción de fieles, si saliesen de nuestro templo,
no habiendo hecho oración al Santo Cristo, a quien acuden como a fiel
patrocinio en sus necesidades; y experimentan extraordinarios favores de que se
pudieran especificar milagrosos sucesos»[1]. Creemos
se trata del Santo Cristo de la Yedra”, añade Copado sin mayor aclaración.
Más adelante, en
la página 195, vuelve a recopilar unas líneas de la obra de Santibáñez. En esta
ocasión, motivado por el traslado del sepulcro del Maestro Juan de Ávila a un
lugar más espacioso del templo, a lo que refiere: “Hasta el año 1643, aquí se
conservó este sagrado tesoro. Mudóse a más desahogado sitio y más público, este
año. Colocado, se venera en un espacioso arco que mira por frente a la Capilla
que llaman del Santo Cristo y es el mismo que hizo compañía al V. Maestro, en
cuyos pies ponía él su boca, y oraba y comunicaba sus cuidados y empresas, y de
donde, como de fuente, bebía hasta hartarse”[2]. Sin
embargo, en esta ocasión Copado no introduce aclaración alguna.
Con estas
referencias, es lógico vaticinar que Copado estaba en lo cierto y que el
Crucificado de la Yedra fuera el mismo que describe el jesuita Santibáñez en su
manuscrita obra.
No obstante,
Bernabé Copado también utilizó el voluminoso expediente titulado Sobre el destino y aplicación del Colegio,
Iglesia y Temporalidades de los Regulares expulsos de dicha ciudad, que se
conserva en el Archivo del Obispado de Córdoba, como señala en varias ocasiones.
Nosotros hemos tenido la oportunidad de manejar este interesante corpus
documental que compila, entre otros documentos de gran interés, dos inventarios
de la antigua iglesia de La Encarnación realizados en 1767 y 1773. Ambos nos
describen los “vasos sagrados, ornamentos, imágenes, y demás alhajas que
resultan inventariadas en la Iglesia, Sacristía y Capilla del dicho Colegio”[3].
El primero de
ellos, más detallado en su descripción material y topográfica, fue realizado
por el Corregidor Antonio Serrano y Ortega junto con el Vicario Pedro Fernández
del Villar y Oliveros, en los días siguientes a la expulsión de los Jesuitas.
En la descripción de la capilla mayor del templo aparece “En el altar y retablo
colateral de mano izquierda una imagen de Jesús Crucificado de cuerpo entero,
que llaman de la Yedra, en el nicho principal. / Una Corona y tres potencias de
plata, cincelada, sobre la cabeza del Ssmo. Xpto. de la Yedra. / Dos arañas de
plata cinceladas con tres candeleros cada una en el Altar de dicho Ssmo. Xpto.
de la Yedra. / En la capilla colateral de mano izquierda, y Altar del Ssmo.
Xpto. de la Yedra, dos imágenes de vestir, como de una vara de alto, la una de
Ntra. Señora de la Soledad con Diadema y rayos con estrellas pequeña, y en el
pecho un escudito de plata, en forma de corazón con siete cuchillos, y la otra
de San Juan Evangelista, con diadema también de plata”[4].
El inventario
continúa recopilando los bienes del cuerpo de iglesia, el coro y la sacristía,
aunque en sus últimas hojas se detecta cierto descuido por ubicar los enseres y
ornamentos descritos. Para nuestra sorpresa, en el recto de su último folio nos
tropezamos con la siguiente referencia: “Una imagen de Jesús Crucificado, como
de tres quartas, de bulto, con Dosel de Raso negro y blanco, y cortina de gasa,
con una tarjeta al pie que dize Era del Venerable Pe Mtro. Juan de
Ávila”[5].
Consultado el
inventario de 1773, éste nos confirma tales referencias, tanto al Crucificado
de la Yedra: “Otra [imagen] de cuerpo entero de Jesús Crucificado que llaman de
la Yedra en el Altar y retablo colateral de mano Izquierda con una corona y
tres potencias de plata cincelada sobre su cabeza”, como más adelante también
hallamos: “Una Imagen de Jesús Crucificado de bulto, como de tres quartas, con
dosel de Raso negro y blanco, y cortina de gasa con una tarjeta al pie en que
dice Era del Venerable Pe Mtro. Juan Dávila”[6].
Nos sorprende
que ambas referencias no fueran percibidas por Bernabé Copado, aunque también
hemos de tener en cuenta las condiciones en que el misionero jesuita hubo de
escribir su obra, en plena posguerra y al frente de la dirección de la vuelta
de la Orden ignaciana a Montilla.
Las reseñas
signadas por ambos inventarios contradicen las suposiciones de Copado, acerca
de lo narrado por Santibáñez, salvo que el Crucificado del Venerable Pe Mtro.
Juan de Ávila, de tres cuartas de vara (0,627 metros), se hallara igualmente al
culto en la capilla del Ayo, orlado con su dosel de raso negro y blanco, y
colocado en el lateral izquierdo de la misma frente al arco que la comunicaba
con la iglesia y, a su vez, con el mausoleo del Apóstol de Andalucía.
La existencia de
esta imagen se ve ratificada por un inventario existente en el Archivo
Parroquial de Santiago, templo en el que arribó el Crucificado junto a otros
tantos bienes jesuíticos. Dicho inventario lo sitúa en la capilla de la
Purísima Concepción, cuyo retablo e imágenes proceden de la iglesia de la
Encarnación y su traslado fue sufragado por el Pbro. D. Luis de Cañete y Cea “con
la condición que la Imagen de Ntra. Sra. de la Concepción que se veneraba en la
Iglesia de la Compañía de Jesús propia de la Casa de dicho D. Luis se colocase en
primer lugar lo que se ejecutó con sus licencias competentes”[7].
Es más que
probable que el sacerdote Cañete y Cea fuera el promotor del traslado del
Crucificado del Maestro Ávila a la Parroquial de Santiago, dado que fue ubicado
en su capilla junto a la entrada de la sacristía mayor[8], como
así se describe: “Este sitio era coro alto de tiempo inmemorial y desde el año
de 1780 está la Imagen de Xpto. Crucificado que está en el testero, es su
advocación el Ssmo. Xpto. del Perdón que fue el que según tradición de muchos
era donde oraba de continuo el Ve. Pe. Mtro. Juan de
Ávila Presbº. Misionero Apcº. de la Andalucía el que logró que le hablase dicha
Santa Imagen diciéndole; Maestro tus pecados son perdonados, como consta en los
escritos de su Vida. Está este Señor colocado en el sitial plateado de madera
tallado que servía en Manifestar a Xpto. Sacramentado en la Iglesia que fue de
los Padres de la Compañía”[9].
Este inventario
–que lamentablemente está incompleto– además de corroborar la existencia del
Crucificado nos revela su advocación «del Perdón», en memoria de las divinas palabras
dirigidas al Maestro de Santos en sus
continuadas oraciones.
En el año 2004
la Biblioteca de Autores Cristianos publicó el Proceso de Beatificación del
Maestro Juan de Ávila, un enjundioso volumen –cercano a las mil páginas– que
recopila los testimonios reunidos por la comisión encargada del Proceso informativo llevado a cabo por
la Venerable Congregación del apóstol San Pedro de presbíteros de Madrid, entre
los años 1623 y 1628.
Este
excelente volumen se halla repleto de pasajes y pormenores de la vida y
costumbres del Maestro Juan de Ávila, no en vano fue la fuente básica que
utilizaron sus biógrafos, los licenciados Luis Muñoz y Martín Ruiz de Mesa.
Rúbrica del Padre Juan de Villarás, discípulo que acompañó al Maestro Juan de Ávila en los últimos veinte años de su vida, y a quien dejó por heredero universal de sus bienes. |
La
noticia de los bienes que el Padre Ávila tenía en el oratorio de su casa la refiere
el testigo Antonio Jiménez del Arcediano, ermitaño del hábito de San Pablo, natural
y vecino de La Rambla, que en referencia a Juan de Villarás expone: “este
testigo le conoció en las casas del dicho Venerable Padre Maestro Juan de Ávila
que están en la Villa de Montilla, en tanta veneración, y estima como lugar
donde vivía y murió Varón tan santo… de modo que vivía en la misma Celda y
tenía el mismo oratorio, con un Christo en campo negro y una imagen de Nuestra
Señora del Pópulo y todo en el modo de cama, alajas y modo de vivir del dicho
Venerable Padre Juan de Ávila”[10].
Jiménez
del Arcediano nos habla de “un Christo en campo negro y una imagen de Nuestra
Señora del Pópulo” aunque no ofrece más datos acerca de ambos iconos. Para
conocer algo más de ellos, nos tenemos que trasladar hasta los interrogatorios
practicados en Montilla donde declararon 37 testigos. Varios de ellos dijeron
haber conocido al Maestro Ávila, aunque la mayoría sabían de las virtudes del varón apostólico a través de sus
discípulos, especialmente de Juan de Villarás (que le sobrevivió 33 años).
De los
declarantes montillanos, doce de ellos[11] mencionan
en su testimonio el milagroso pasaje de las divinas palabras ante el
Crucificado. Por la proximidad a nuestro personaje merece especial interés la
declaración del Lcdo. Hernán Sánchez de Avendaño, clérigo presbítero, natural y
vecino de Montilla, que “conoció en esta Villa al Venerable Padre Maestro Juan
de Ávila”. El mismo afirma que Ávila “fue muy dado a la oración mental,
contemplación y trato con Dios, y en estos ejercicios era su mayor ocupación… y
oyó decir este testigo a personas fidedignas que se lo pagaba nuestro Señor,
con muchas y particulares mercedes en la oración, y que la hacía mayormente
cuando había de predicar, asido con ambas manos al clavo de los pies de un
santo Crucifijo que tenía en su oratorio, y hoy esta santa imagen en el Colegio
de la compañía de Jesús de esta Villa. / Y así se le rebelaban altos misterios
que predicaba. Y demás desto oyó afirmar a algunos de sus discípulos, y criados
este testigo, que una vez le había hablado un santo Crucifijo, diciendo,
Joannes, remittunttur tibi peccatta tua, y es cosa muy notoria en esta Villa, y
las demás partes donde asistió este siervo de Dios”[12].
No menos
interesante deja de ser la versión del testigo Hernando Rodríguez del Campo
“vecino y natural desta Villa de Montilla, y que en ella conoció desde que vino
a esta Villa hasta que en ella murió al Venerable Maestro Juan de Ávila,
clérigo presbítero, en cuya casa tuvo mucho trato, y comunicación”. Al igual
que el declarante anterior “también supo este testigo que cuando había de
predicar el dicho Maestro Ávila, la noche antes estaba en oración, asidas ambas
manos al clavo de los pies de un santo Crucifijo, y que allí se le rebelaban
altos misterios que declaraba en sus sermones, muchos de los cuales le oyó este
testigo, como dirá adelante. Y así mismo, oyó decir que le había hablado un
santo Crucifijo, diciéndole, Juan, perdonados son tus pecados, y en ésta lo
decían muchas personas, así sus discípulos, y criados, como otros
eclesiásticos, amigos y familiares suyos.”[13]
Con
la familiaridad que presume tener, Hernando Rodríguez también declara que “vio
un día, pasando por cerca de su oratorio, en oración al dicho Maestro Ávila,
arrobado, alto del suelo, en el aire más de una vara, fijos los ojos en un
santo Crucifijo, elevado, que parecía inmóvil, lo cual dijo este testigo a su
cuñado, cuyo nombre dirá más adelante, que estaba en su servicio, el cual le
respondió, esos raptos y arrobos son muy ordinarios en nuestro santo Maestro
Ávila, porque yo le he visto así muchas veces, yendo a darle aviso de algunas
cosas, y llamándole no responderme, y llegándole estaba inmóvil, y en el aire
de rodillas.”[14]
Otro valioso
testimonio lo presta el Lcdo. Juan de Vargas, vecino y natural de La Rambla,
presbítero discípulo del Padre Ávila, el cual nos revela una insólita
información sobre el tema que seguimos, ya que detalla el tamaño del «santo
Crucifijo». Así, aludiendo a la costumbre del Maestro Ávila en su oración
continuada antes de sus homilías, puntualiza: “que todos los sermones que
hacía, no los escribía sino en tanto papel como un doblez de carta poniendo
solos los puntos que había de tratar conforme al evangelio, hincándose de
rodillas delante de un Cristo pequeño que este testigo vio muchas veces y le
tuvo en sus manos, y que gastaba en oración dos horas antes por la noche y dos
a la mañana y salía de allí a decir Misa”[15].
Como podemos
observar en la documentación aportada, procedente de testimonios de primera
mano, a partir de ella es posible cimentar la biografía de una pequeña imagen
de Cristo Crucificado, cuyas medidas no sobrepasan los 65 cm, tamaño apropiado
para un oratorio particular, y el
similar al que es representado en sus retratos[16]. A
la muerte de Juan de Villarás (acaecida el 6 de marzo de 1602) pasó al Colegio
de los Jesuitas como ya lo había hecho la biblioteca y demás bienes del Gran Ávila. Una vez allí, al igual que
hicieron con sus libros, signaron la procedencia del «santo Crucifijo» con una
cartela a sus pies. La devoción pública hizo lo demás, había que titular a tan
sagrada reliquia y cual mejor que «del Perdón», en memoria de las divinas
palabras que salieron de su interior para reconfortar las plegarias de quien
era conocido en Roma como «el Apóstol Español».
Con estos
mimbres es difícil sostener la romántica tradición que adjudica al Cristo de la
Yedra tan íntimos vínculos con San Juan de Ávila, como que fuera de su
propiedad y residiera en el oratorio de su recoleta casa. Sin embargo, no hemos
de obviar la especial relación que el Apóstol
de Andalucía mantuvo en sus últimos años con la Compañía de Jesús y con el
Comendador Jerónimo Fernández de la Lama, Ayo de los marqueses de Priego; y
hasta imaginar que el Doctor de la Iglesia Universal pudo rezar y celebrar Misa
ante el singular Crucificado que procesiona la mañana del Viernes Santo[17].
En cuanto al «santo
Crucifijo del Perdón» aún no hemos localizado su actual paradero. El último
testimonio que hasta ahora conocemos es el facilitado por el inventario de
1780. En la actualidad, en la Parroquia de Santiago existe un pequeño
Crucificado de unas dimensiones similares a las descritas en los inventarios
realizados tras la expulsión de los Jesuitas, aunque ello no es razón
determinante para afirmar que estemos ante la misma efigie. Tampoco hemos de
olvidar que la Parroquia de Santiago sufrió una gran remodelación a finales del
siglo XVIII y principios del siguiente. ¿Se reubicó el «santo Crucifijo» en
cualquier otro espacio del templo parroquial y perdió la tarjeta que le
acompañaba?
NOTAS
[1] SANTIBÁÑEZ: “El cuidado de todo, la
superintendencia, gasto de la obra i disposición de el edificio encomendado a
el Comendador Gerónimo de Lama, hombre de muncho caudal, de entendimiento,
gobierno, solicitud, y de tan buena voluntad para con la Compañía, que a sus
inteligencias debe en gran parte nuestra Provincia la fundación de este
colegio. […] Labró para sí (con gusto y licencia de la Marquesa) la capilla que
está a un lado fuera de la mayor; i es la que llamaron siempre de el Ayo. Allí
yace enterrado su cuerpo desde el año de 1567 en que murió. Aquí se venera como
preciosa reliquia un devoto crucifijo de estatura grande, que es tradición era
de el santo maestro Juan de Ávila; y el mesmo que le habló un día,
certificándole de su predestinación. En los pies de este Cristo ponía él sus
manos, pegaba sus labios, y derramaba entre copiosas lágrimas su corazón.” T.
II. Cap. 25, fols. 86-87.
[2] SANTIBÁÑEZ: “Hasta el año de 1642
aquí se conservó este sagrado tesoro. Mudose a más desahogado sitio, y más
público este año. Colocado se venera en un espacioso arco, que mira por frente
la capilla, que llaman de el santo Cristo, y es el mesmo que hizo compañía a el
venerable maestro, en cuyos pies ponía él su boca, oraba y comunicaba sus
cuidados, sus empresas; de donde, como de fuente, bebía hasta hartar su sed.”
T. III. Cap. 49, fols. 175-176.
[3] Archivo
General del Obispado de Córdoba (AGOC): Órdenes religiosas masculinas
(Jesuitas). Sig. 7003/03.
[4] Ibídem.
[5] Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] Archivo Parroquial de
Santiago de Montilla (APSM). Distribución
por meses de lo que se debe hacer en esta Iglesia y Sacristía según sus
obligaciones y cargas en todo el año. s/f.
[8] Espacio que hoy ocupa el
lienzo de gran formato dedicado por José Garnelo a San Francisco Solano en
1910.
[9] Ibídem.
[10] MARTÍNEZ
GIL, J.L. (ed.): Proceso de beatificación del Maestro Juan de Ávila. (BAC).
Madrid 2004. Proceso en Almodóvar del
Campo. Testigo Antonio Jiménez del Arcediano, p. 135.
[11] Los
testigos son: Cristóbal de Luque Ayala Pbro., Pedro Sánchez Arriero, Miguel
Lozano albañil, Acisclo Muñoz Cañasveras, Pedro García de Molina, Juan Gómez
del Baño, Gonzalo Cabrera Chirinos, Hernán Sánchez de Avendaño Pbro., Juan
Pérez Cabello, Diego Pérez de Aguilar Pbro., Pedro Luis de León y Hernando
Rodríguez del Campo.
[12] Proceso en Montilla. Testigo Hernán
Sánchez de Avendaño. p. 524.
[13] Proceso en Montilla. Testigo Hernando Rodríguez del Campo. p. 594.
[14] Ibídem.
[15] Proceso en Madrid. Testigo Lcdo. Juan de Vargas, p. 26.
[16] Un interesante estudio
iconográfico de San Juan de Ávila fue realizado por Laureano Castán Lacoma en
sus Destellos Sacerdotales (Zaragoza,
1947), Cap. XXXVII: En busca de la “Vera Efigies”.
[17] Esta relación también
parece confundir al vicario Juan José Polanco Vaquerizo, que testificó en el
Proceso de miraculis in genere del V.
M. Juan de Ávila, en 1748, en que declara que “en cierta ocasión que le habló
un crucifijo, que le parece al testigo es el Santo Christo que oi llaman de la
Yedra”. Vid: ARJONA ZURERA, J.L./ NIEVA GARCÍA, J.A.: Documentos de la Causa de beatificación de San Juan de Ávila en el
Archivo Diocesano de Córdoba. Córdoba, 2014.
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