Fue construido sobre el sitio que ocupaban tres casas de la calle Corredera un hospital con el título de la Encarnación, fundado por Dª Elvira Enríquez de Luna, fijando la representación del patronato en su marido D. Pedro Fernández de Córdoba y Pacheco, I marqués de Priego, y de sus sucesores. Se comenzó la obra en 1517 concluyéndola la hija de éstos Dª Catalina Fernández de Córdoba. Este hospital era conocido popularmente como de los Remedios, porque en su iglesia se veneraba una imagen de la Virgen con esta advocación, que tenía mucha devoción en la entonces villa.
La desaparecida iglesia de San Francisco, contigua a la nueva de La Encarnación, que fue consagrada en 1949. |
La II marquesa de Priego, Catalina Fernández de Córdoba, funda en 1555 un colegio de la Compañía de Jesús en Montilla y lo instala en el sitio del hospital de la Encarnación, trasladando éste a unas casas contiguas a la ermita de Santa Catalina en la Puerta de Aguilar, donde también se trasladó la venerada imagen de la Virgen de los Remedios.
El 19 de agosto de 1555 se hicieron unos tratados en los que la marquesa exigía que hubiese cuatro religiosos sacerdotes que enseñasen a leer, escribir y la doctrina cristiana a la niñez y a la juventud. Tras llevar tres años de obras de adaptación y realización de un templo más capaz que la iglesia que tenía el antiguo hospital, aún sin haber sido concluida ésta, se inauguró y presentó la Compañía de Jesús el día 1 de enero de 1558 en la parroquia de Santiago, predicando la función solemne el Padre Maestro Juan de Ávila, siendo sus grandes propulsores los jesuitas D. Antonio de Córdoba, hijo de la marquesa de Priego, y san Francisco de Borja, discípulos del Santo Maestro.
El templo era de una sola nave paralela a la calle Corredera como lo describe el jesuita Santibáñez en estas líneas: «Apenas se puede creer que en tan corto espacio de tiempo, se pudiera poner en perfección y hallar usual, tanta fábrica. Traban las paredes por lo alto de su cornisa, cinco barras de hierro, el techo de madera artesonado, al primor de aquellos tiempos».
Después de la inauguración del templo, los padres fueron decorándolo con los donativos del pueblo y las rentas de una huerta que le donó la segunda marquesa, llamada “Heredad de San Lorenzo”, hoy conocida como huerta de los Padres. En 1623 se realizó el retablo mayor dedicado a san Ignacio de Loyola, otro a san Francisco Javier, y el de la capilla del Ayo dedicado a la Inmaculada Concepción, todos estos cercanos a la obra del hermano jesuita Francisco Díaz del Ribero. En el presbiterio al lado del evangelio y de espaldas a la calle Corredera se encuentra el mausoleo sepulcro del Maestro Juan de Ávila que costeó el Arcediano de Carmona, Mateo Vázquez de Leca, realizado en piedra jaspe en 1608. Frente a éste estaba el retablo dedicado al Crucificado de la Yedra, realizado en Sevilla que atribuimos al tallista Cristóbal de Guadix, y el lienzo de Ntra. Sra. de la Paz propiedad de san Juan de Ávila. En la iglesia había otro retablo dedicado a Ntra. Sra. de los Dolores obra del artífice sevillano Pedro Duque Cornejo.
Mausoleo que contenía los restos óseos del Maestro Juan de Ávila, costeado por Mateo Vázquez de Leca durante su peregrinación al sepulcro en 1606. |
En la madrugada del 2 de abril de 1767 la comunidad de los Padres y Hermanos de la Compañía de Jesús –que sumaban el número de veinte– tuvieron que abandonar su casa de la calle Corredera por orden del monarca Carlos III, y fueron expulsados de España y sus dominios. Los bienes, imágenes, retablos y cuadros fueron repartidos por los demás templos montillanos y de la provincia de Córdoba, donde en la actualidad se conservan.
El campanario que daba al patio de la casa formaba escuadra con dos huecos de espadaña. En uno estaba el reloj y en el otro una campana dedicada a san Ignacio de Loyola fundida en 1739, popularmente conocida como “La Compañía”.
Tras varios años de inhabilitación del templo jesuita, a los padres Franciscanos de San Lorenzo les concede permiso el Ayuntamiento en 1794 para trasladarse a residir en la antigua casa, ocupándolo todo menos las escuelas y casas de los profesores. Éstos trasladaron todos sus bienes del convento hasta la Corredera. Los instalaron en ésta y la inauguraron con el nombre de San Francisco, dejando la huerta de San Lorenzo para seminario de misioneros para Filipinas y visitar la celda de san Francisco Solano.
Los nuevos inquilinos decoraron el templo con sus imágenes y retablos, realizando uno nuevo en el altar mayor presidido por una imagen de talla de la Inmaculada Concepción, obra del siglo XVI restaurada por las hermanas Cueto en el siglo XVIII; a ambos lados dos imágenes de menor tamaño, una de san Luis Obispo y la otra de san Juan de Capistrano, realizadas en barro cocido, obra de las imagineras anteriormente mencionadas, rematando este retablo mayor un crucifijo de menor tamaño que el académico, realizado de pasta y cartón, obra del siglo XVII. Como fondo, un lienzo representando al calvario, rematándolo un anagrama de María sujeto por dos ángeles.
A ambos lados del retablo había en uno un pequeño camarín con una imagen de candelero de Ntra. Sra. de los Dolores, y en el otro lado un hueco en el que se encuentra el sepulcro de los marqueses de Priego trasladado a esta iglesia desde San Lorenzo el día 11 de mayo de 1815. El único altar que se mantuvo tras la expulsión de los jesuitas fue el sepulcro de san Juan de Ávila al que los franciscanos siguieron rindiendo culto. A continuación de este altar se hallaba el púlpito que trajeron los frailes, obra del tallista sevillano Gaspar de los Cobos, realizado en 1741. Siguiendo el lado del Evangelio, se encontraba un hermoso retablo dorado de estilo barroco, que fue el mayor de San Lorenzo, obra de finales del siglo XVII presidido por una imagen de vestir del Seráfico Patriarca, debido a las manos de las montillanas Cuetas, que era revestida para sus cultos y para el día de la Porciúncula con una preciosa túnica bordada en oro sobre terciopelo azul oscuro.
A ambos lados, la imagen titular del primitivo convento de San Lorenzo, obra del siglo XVII de escuela italiana y la valiosa talla de San Pedro de Alcántara obra del imaginero granadino Pedro de Mena; en la planta superior sobresale un escudo de la orden franciscana. Seguidamente, nos encontramos la puerta que da a la calle que viene a caer a la calle San Fernando, coronada por el exterior por una hornacina con una imagen pétrea de san Francisco de Asís de un metro aproximadamente. En el interior su hermoso cancel de madera, y a un lado y otro dos repisas, una con una imagen de talla de san José, atribuida al círculo de Alonso Cano, y al otro lado un santo de la orden franciscana.
En el lado de la Epístola, en el presbiterio junto al sepulcro de los marqueses de Priego, otro retablo cóncavo con enmarcadura de escayola en el que se venera una imagen de san Diego de Alcalá. A continuación de éste hay una puerta que da a la sacristía pasando por la capilla llamada del Ayo o de la Orden Tercera.
Continúa un bello retablo barroco en el que se venera la piadosa y devota imagen de san Antonio de Padua, y a ambos lados santa Isabel de Hungría y san Juan Bautista, rematándolo en el ático san Juan de Capistrano; todas estas obra de las Cuetas. A continuación nos encontramos un retablo de líneas renacentistas, en madera dorada, donde se venera la primitiva imagen de san Francisco Solano que vino a Montilla, realizada por Pedro de Mena, retrato del Santo donada por el marqués de Priego a la comunidad franciscana con motivo de la beatificación de nuestro paisano, en 1675.
La parte posterior del templo, casi a la altura de su entrada lo ocupa un gran coro conventual con dos tribunas o pasillos, uno llegaba hasta el altar de San Francisco Solano y el otro llegaba hasta la puerta de entrada donde se encontraba el órgano que estuvo en uso hasta última hora. Este coro tenía doble sillería de caoba en sus tres caras y en el testero del mismo una gran capilla y hornacina con una notable imagen barroca de san Francisco de Asís. Sobre la baranda central del coro una capilla con una imagen de Cristo Crucificado de un metro de altura aproximadamente, y a ambos lados de ésta, dos pequeños campanarios de madera con 15 campanitas cada uno, para la liturgia, terminados en pirámide y bolas. Por la parte baja del coro formando techo en la iglesia estaba representando a pincel el triunfo de la Inmaculada, reina de la orden franciscana; y a su alrededor, en unos huecos, los atributos de la letanía lauretana.
En el testero del fondo de la iglesia había una gran puerta que daba entrada al templo pasando por una pequeña galería por donde se daba acceso a éste. En ambos lados del coro bajo ya citado, se encontraban dos pequeños altares presididos por unos lienzos, uno dedicado a Cristo Crucificado y en su frente otro a Santa Filomena.
Los padres franciscanos de San Lorenzo trasladaron a este templo sus tres campanas; la mayor dedicada a san Francisco y san Buenaventura, fundida en 1716, otra dedicada a Santiago de la marca de Ancona, refundida por los maestros Linares en 1898, y ampliaron el campanario con otro hueco más para otra campana inferior que servía para el toque del ángelus.
Poco tiempo tuvieron los padres franciscanos para disfrutar de su nueva casa conventual de la calle Corredera, puesto que les sorprendió en 1835 la Desamortización decretada por el ministro de la reina Isabel II, el gaditano Juan Álvarez Mendizábal.
Tras estos sucesos, la iglesia de San Francisco pasó a pertenecer a la Parroquia de Santiago. El señor vicario D. Luis Fernández Casado trasladó al templo parroquial el retablo e imagen de san Francisco Solano junto con san Pedro de Alcántara, san Antonio de Padua y san Lorenzo. La imagen de vestir de san Francisco pasó al convento de Santa Ana.
El 24 de septiembre de 1943 en cumplimiento de la orden del Obispo de Córdoba, Adolfo Pérez Muñoz, en la que decretaba la cesión de la iglesia de San Francisco a la Compañía de Jesús, de una parte el Sr. Vicario Luis Fernández Casado y de otra el padre Bernabé Copado, de la Compañía de Jesús, se reunieron en la ciudad de Montilla y realizaron un inventario de las cosas y objetos que se encuentran en la iglesia perteneciente a la mitra con fecha del 9 de mayo de 1944, día que toman posesión los padres de la Compañía de dicha iglesia con todos los altares y objetos que trajeron los franciscanos excepto lo trasladado por la parroquial de Santiago. Al tomar posesión los jesuitas de San Francisco volvieron a llamar por su primitivo nombre de la Encarnación, perdiéndose así el último recuerdo de los franciscanos en nuestra ciudad.
Años más tarde se concluyó el nuevo templo jesuita de la Encarnación donde fueron trasladados los mínimos restos de aquella iglesia franciscana que se resistieron a los avatares diarios de las obras y traslados. En 1973 fue reducido a escombros aquel templo y casa que acogieron a tantos hombres santos, nobles, humildes, y escucharon sus muros las grandes homilías de sus predicadores durante los cuatro últimos siglos montillanos. Sólo se resistió a aquel derribo el muro de la casa y residencia que separa ésta de la casa Manuel Aguilar.
Se salvó de aquel derribo el retablo de la capilla de los terceros dedicado a la Inmaculada Concepción, imagen de talla del siglo XVII que fue restaurada por las hermanas Cueto, y la hermosa cajonera de la antigua Compañía, que se resistía a salir por su sacristía; gracias a la afortunada decisión del arcipreste Antonio León Ortiz, ambas piezas se trasladaron a la Parroquia de Santiago momentos antes de su desaparición.
*Artículo publicado en la revista local Nuestro Ambiente, en julio del año 2000. Revisado y ampliado.
Nota: Para la elaboración de este artículo utilicé dos inventarios, de 1856 y 1944 respectivamente, conservados en el Archivo Parroquial de Santiago. Asimismo, la bibliografía básica utilizada fue: Montilla. Apuntes históricos de esta Ciudad, de José Morte Molina; y La Compañía de Jesús en Montilla, de Bernabé Copado. Además de los inestimables testimonios de los sacerdotes Cristóbal Gómez Garrido y Antonio León Ortiz.
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