En el mes de abril de 2005 se presentaba en el salón de plenos del Ayuntamiento de
Montilla el segundo número de la revista "J. Garnelo". Ésta recoge artículos que profundizan en la vida y obra del genio
montillano de pincel y perfil romántico.
De los que disertan de la vida
cotidiana del artista, encontramos un simpático trabajo firmado por su sobrino,
el arquitecto Joaquín Cuello Garnelo, titulado Breve anecdotario de José Garnelo y Alda, donde hace memoria de los
hechos protagonizados por su tío a lo largo de su dilatada trayectoria artística
en la sociedad española de su época. El autor, narra varias anécdotas dignas de
ser inmortalizadas en el papel, entre otras, la visita personal que hizo el
monarca Alfonso XIII al despacho del Presidente del Tribunal Supremo en Madrid, para contemplar la magna obra que llevó a
cabo Garnelo en la cúpula, denominada El
Collar de la Justicia.
Una de las anécdotas finales –no
menos curiosa que interesante– trata sobre el joven Pepe Garnelo y de sus comienzos
como estudiante fuera del hogar familiar montillano. El autor del anecdotario desgrana como Garnelo marcha para Sevilla, con tan sólo
16 años, donde inicia sus estudios universitarios de Filosofía y Letras. Pocos
meses después, los resultados no son los esperados por su padre, que decide
visitar al joven. Así lo relata Cuello:
“Pronto llegan a Montilla
noticias de la poca vida ejemplar de Garnelo como estudiante de Filosofía, y,
seguramente, aumentados, a los oídos de su padre. El médico emprende viaje a
Sevilla, para comprobar “de visu” el “aprovechamiento” de su hijo. En las aulas
de la Facultad era desconocido. Se dirige el buen médico a
la pensión estudiantil, y encuentra a Pepito con los pinceles en la mano ante
un lienzo. Tenía abocetado un cuadro de género histórico: La muerte de Lucano. El padre queda sorprendido por la técnica en
la colocación de las figuras, el dominio del color y el rigor histórico de
muebles y vestidos, pero además influye en el ánimo paterno un factor
sentimental. Él había tratado el mismo asunto y reconocía que su hijo le había
superado. La regañina queda sin efecto y, abrazando al hijo, deja que se
entregue de lleno a la pintura, pues ha descubierto su verdadera vocación. En
el taller del Museo Provincial de Sevilla trabaja como jefe de restauradores un
montillano, Solano Requena, y a éste queda confiado Garnelo, el padre regresa a
Montilla con la tranquilidad de haber dejado a su hijo en buenas manos”.
J. Garnelo. Autorretrato, 1881. (Museo Garnelo) |
En la actualidad, escasos son los
datos biográficos que conocemos. Francisco Solano Requena de Algaba, nace en
Montilla el 6 de diciembre de 1826, fue hijo de Blas Requena Navarro y Josefa de Algaba Navarro, y bautizado
el día siguiente a su nacimiento en la Parroquia de Santiago (APSM. Libro 70, f . 133 v. nº 357).
Desde temprana edad conoció el viejo arte de la pintura y la restauración
de manos de su propio padre, que ejercía en la ciudad como maestro artesano. El niño
Francisco Solano tuvo la oportunidad de
seguir detalladamente, entre otras, la restauración que su padre llevo a cabo a
la patrona de Montilla, Ntra. Sra. de la Aurora , cuando su cofradía encargó la
restauración de las encarnaduras de las imágenes de la Virgen y el Niño en 1836.
Años más tarde la familia Requena
se traslada a Cabra, donde Francisco Solano estudia el bachillerato. Residiendo
en la localidad cordobesa, la muerte sorprende a su padre el 12 de septiembre
de 1852 a
sus 57 años. Tras terminar sus estudios, Solano se traslada a Sevilla donde establecerá su definitiva residencia; no sin dejar de visitar su tierra natal, y realizando
algunos trabajos, como la pintura del estandarte de la imagen mariana que
restaurara su padre.
Estando afincado en la capital
andaluza consigue, como ya hemos reseñado anteriormente, alcanzar las plazas de
Jefe del equipo de restauración del Museo Provincial y Profesor en la Escuela de Bellas Artes y
Oficios Artísticos. Un día de otoño de 1883, recibió la visita del médico José
Ramón Garnelo Gonzálvez acompañado de su hijo. La entrevista con Solano Requena
cambiaría la trayectoria profesional del joven Pepe, aficionado a la pintura. A la
conclusión de la animada tertulia, el profesor Requena queda comprometido con
el médico para ser tutor de su hijo.
En esta nueva etapa de su vida, el
joven Garnelo asiste a la
Escuela de Bellas Artes y Oficios Artísticos durante los
cursos 1883–84 y 1884–85. De manos de Solano Requena se impregna de la sociedad
sevillana, las visitas a la catedral, iglesias, museos, palacios, barrios,
calles, jardines, y todo el ambiente artístico y cultural del período decimonónico
hispalense. De primera mano conoció el Museo Provincial, los grandes maestros
de pintura y escultura del barroco andaluz, Velázquez, Murillo, Zurbarán, Valdés
Leal, Montañés, Juan de Mesa y Pedro Roldán, entre otros.
Para conseguir ayuda económica a
sus estudios, Solano Requena consiguió encargos a José Garnelo de copias de
pinturas de autores consagrados. En el extenso epistolario cursado entre los Garnelo padre e hijo, existe una carta
fechada el 10 de mayo de 1885 donde el joven estudiante y pintor refiere a su
padre una visita que hizo a la catedral, junto con Solano Requena, para copiar
un lienzo.
Francisco Solano Requena impregnó
al joven Garnelo la entrega y el amor por la vida artística, los conocimientos
básicos de la pintura, dibujo, técnicas de restauración, etc., siendo sus
cátedras y consejos trascendentales para la evolución artística del que estaba
a ser llamado a ser uno de los artífices plásticos de su época.
“Dando de comer a las ocas”,
1898. Óleo/tabla, 15 x
|
En su taller sevillano, Solano
Requena, pintó y restauró innumerables obras de artes, en su mayoría, hoy
descatalogadas y desconocidas. Su maestría y dominio en la pintura le hizo
alcanzar altas cotas en la valoración de sus trabajos. Por citar una de ellas, en junio de
2002 la sala madrileña “Ansorena” presentaba una, titulada Dando de comer a las ocas, óleo sobre tabla de 15 x 23 cm .
firmado y fechado en 1898 (que sirve de ilustración para este artículo), y cuyo
precio de salida era de 2.700 euros, cantidad que refleja la alta cotización adquirida
por el dominio y calidad de los óleos plasmados por el artista montillano.
Para concluir, tan sólo aludir
que, Francisco Solano Requena, debe ser recordado y agradecido por todos
aquellos que nos identificamos con la ilustre figura de José Garnelo y con la
historia de Montilla. Solano Requena, un montillano que ha sido desmemoriado históricamente,
cuya vida y obra debe ser recuperada, estudiada y reivindicada por la ciudad
que le vio nacer.
* Artículo publicado en el Diario Córdoba, en julio de 2005.
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