Acercar la realidad de una época es trabajo difícil. Cuando
se trata de un erudito de la categoría de Cervantes aún más, ya que todos los pueblos del
imperio español de Carlos I se afanan por encontrar una leve huella de este
insigne manchego a su paso por ellos. Nuestra ciudad tuvo el honor de acogerle
entre 1591 y 1592, como dejó inmortalizado en su novela ejemplar El Coloquio de los Perros, donde hace
referencia de su paso por la villa, realmente, como recaudador de víveres para
la Armada Invencible. Así nos lo
exaltó hace poco más de cinco décadas el doctor peruano Raúl Porras
Barrenechea, a quien está dedicada esta ilustración de la Montilla que conoció
el más preclaro literato castellano de todos los tiempos.
Este que veis aquí...
Miguel de Cervantes Saavedra, fue bautizado
el 9 de octubre de 1547 en la iglesia
Parroquial de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares, así que pudo haber
nacido el 29 de septiembre, festividad del arcángel San Miguel. Es el cuarto
hijo de los siete del matrimonio formado por Rodrigo de Cervantes y Leonor
Cortinas, crece en una familia humilde, ya que el único sustento de ésta, es el sueldo de su
padre que era barbero cirujano. Sus biógrafos nos dicen que pudo haber
estudiado en el colegio de la Compañía de Jesús de Córdoba, ciudad donde
residía su abuelo paterno y donde su padre se traslada buscando mejor situación
laboral.
Sus primeros pasos en la literatura los da en 1567, dedicando un soneto a la esposa de Felipe II con motivo del
nacimiento de la infanta Catalina. Éste sentía especial atracción por la
poesía, sin que llegara a destacar su nombre en este género literario.
En busca de mejor vida se traslada el
joven escritor a Roma en 1569, donde se familiariza con la literatura
itálica, y donde pronto iniciaría su carrera militar. Un año después de su
llegada a la ciudad de los emperadores, se alista en Nápoles consiguiendo emplazamiento en el tercio de
don Miguel de Moncada, bajo cuyas órdenes se embarcaría en la galera Marquesa con la plaza de Sargento[1],
para combatir el 7 de octubre de 1571 en la batalla naval de Lepanto; donde
luchando valerosamente recibiría dos arcabuzazos en el pecho y uno en la mano
izquierda, que se la dejaría tullida para siempre, quedando inmortalizado como El Manco de Lepanto.
Otros cuatro años más seguiría Cervantes en la milicia, donde
participó en varias campañas de la península italiana. En 1575 embarca en
Nápoles rumbo a Barcelona con la mala fortuna que el navío en que él viajaba
es apresado por unos corsarios berberiscos que lo toman prisionero, iniciando
así su largo cautiverio de cinco años en Argel. Durante ese tiempo, Miguel de
Cervantes idea cuatro fugas, siempre fallidas. El 19 de septiembre de 1580, es
liberado gracias a los Padres Trinitarios Juan Gil y Antón de la Bella que
pagan su rescate. El 27 de octubre desembarca en tierra peninsular española.
Durante los próximos años, Cervantes visita
las ciudades de Orán y Lisboa, en
ésta última se entrevista con el monarca Felipe II al que solicita un cargo oficial para la administración del territorio peninsular o
bien, aspirando a alguna vacante en las Indias, que siempre les fueron
denegadas, no llegando nunca a ser recompensados sus méritos militares[2].
Desde
1582 se dedica expresamente a su faceta literaria, apareciendo en 1587
instalado en Sevilla, donde al fin consigue por mediación de Diego de
Valdivia un cargo de comisario real de
abastos para la Armada Invencible, que
le llevaría a viajar por Andalucía. Partiendo de la capital hispalense pasa por
Écija, La Rambla, por donde ya se divisa un manto de verde viñedo y olivar.
Llegamos, pues, por nuestras jornadas
contadas a Montilla...
De los posibles caminos que tomara Miguel de
Cervantes cuando salió de la vecina villa de La Rambla, el principal por su uso
y seguridad para llegar a Montilla era por la Vereda de Castro del Río, la cual
marcha por la fuente del Chorrillo en la que existió un paraje de unas tres
fanegas de tierra para el descanso del ganado y los transeúntes. En este punto cruza
el camino que unía Montemayor con Montilla. En dirección a Montilla el camino parte estas
tierras, a la izquierda el cortijo y a la derecha la huerta, ambos
llamados del Chorrillo. La segunda
famosa por sus frutas, verduras y hortalizas de gran calidad y regadas por inagotables veneros de agua
clara, donde se manifiesta el ingenio de la civilización romana.
Cuando dejamos atrás este entorno de ricas
tierras areniscas, cruza este camino por las fincas de las Capotas y la Capellanía,
apareciendo al fondo el bosquejo de Montilla. Entonces, llegamos al cruce de la
vereda del Labrador y entramos en los llanos de la Florentina o de la Camacha la más famosa hechicera que vivió en el
mundo (...) fue tan única en su oficio, que las Eritos, las Circes, las Medeas,
de quien he oído decir que están las historias llenas, no la igualaron.
Camino abajo, llegamos a las huertas de la Iglesia Parroquial, y la que llaman
de las Minas, propiedad de Ana Ximénez, la hidalga, viuda del que fuera
alcalde ordinario de esta villa, Mateo Sánchez Solano, cuyo matrimonio tiene
tres hijos, uno de ellos es franciscano
en el nuevo reino de las Indias. Pasados estos vergeles, nos encontramos la
fuente del Arquita, ya llegando a la huerta de Huelma, para subir por el
camino de Córdoba, donde comienzan las primeras casas.
...villa del famoso y gran cristiano Marqués
de Priego, señor de la casa de Aguilar y Montilla.
Como bien dejó Cervantes inmortalizado,
Montilla era capital del estado de Priego, cuyos señores en la fecha que este
escritor la visita eran Pedro Fernández
de Córdoba y Fernández de Córdoba, IV marqués de Priego (1563 – 1606) y su
esposa Juana Enríquez de Ribera y Cortés, hija del II duque de Alcalá de los Gazules y nieta de
Hernán Cortés, conquistador de México y marqués del Valle de Oaxaca[3].
La casa consistorial de la villa estaba
situada en la entonces llamada plaza nueva o baja (hoy de la Rosa). El cabildo
del Consejo, Justicia y Regimiento, estaba compuesto este año por el alcalde mayor
del estado Gaspar Lázaro Fernández, dos alcaldes ordinarios llamados Juan López
Toledano y Antón Ximénez, los regidores Juan López y Juan Muñoz Cañasveras, el
alguacil mayor Gaspar de Torres, el mayordomo Juan de Cáliz y el escribano
Jerónimo Pérez[4]. Estos, en función de
autoridad local, eran nombrados por el Marqués para abastecer a la villa de las
necesidades de sus vecinos, que en este año alcanzaban el número de 2110
vecinos[5]
distribuidos por las calles existentes en la villa, que según el
primer padrón vecinal conservado de la misma la detalla con estos nombres:
“La Vera Cruz, La Cárcel, Plazuela del Alcazer, Los Mesones, La Corredera, calleja de Juan de Rivas, Santa Ana, Plazuela Sotollón, Fuente Álamo, San Roque, Las Prietas, Burgueños, Pozo Dulce, Cuesta de San Sebastián, Tras de San Sebastián, Juan Colín el viejo, Terremoto de la Silera, Barreruela, Plaza de Santo Agustín, La Sala de la Silera, La Enfermería, San Sebastian, Mantecas, Nadales, Pavón, Alamillos, Guillen de Fuentes, Saludador, Peñuela, Alta y Baxa, Barea, Horno Alcaide, Aleluya, El Padre Luis Fernández, calleja del Arroyo, Palacio, Nuestra Señora, Horno Nuevo, La Parra, Santiago, Ortega, Alonso Martín de Jaén, Ramos, Santa Brígida, La Escuchuela, Doñas Marías, El Ciprés, La Zarzuela de Pedro Rodríguez del Jurado, Horno Caldereros, Izquierdo, La Zarzuela, El Palomar, Puerta de Córdoba, Trillo y Matadero”[6].
“La Vera Cruz, La Cárcel, Plazuela del Alcazer, Los Mesones, La Corredera, calleja de Juan de Rivas, Santa Ana, Plazuela Sotollón, Fuente Álamo, San Roque, Las Prietas, Burgueños, Pozo Dulce, Cuesta de San Sebastián, Tras de San Sebastián, Juan Colín el viejo, Terremoto de la Silera, Barreruela, Plaza de Santo Agustín, La Sala de la Silera, La Enfermería, San Sebastian, Mantecas, Nadales, Pavón, Alamillos, Guillen de Fuentes, Saludador, Peñuela, Alta y Baxa, Barea, Horno Alcaide, Aleluya, El Padre Luis Fernández, calleja del Arroyo, Palacio, Nuestra Señora, Horno Nuevo, La Parra, Santiago, Ortega, Alonso Martín de Jaén, Ramos, Santa Brígida, La Escuchuela, Doñas Marías, El Ciprés, La Zarzuela de Pedro Rodríguez del Jurado, Horno Caldereros, Izquierdo, La Zarzuela, El Palomar, Puerta de Córdoba, Trillo y Matadero”[6].
Alojaron a mi amo, porque él
lo procuró, en un hospital...
El hospital de la Encarnación, posada e
inspiración cervantina, como reflejó el escritor alcalaíno en el transcendental
pasaje del perro Berganza durante su oscuro coloquio con la Cañizares, bruja
discípula de la Camacha, la cual le habló sobre ella y la Montiela, otra
discípula de ésta.
Este hospital fue fundado por
voluntad de Elvira Enríquez y Luna, mujer de Pedro Fernández de Córdoba y
Pacheco, I marqués de Priego. Como dejó recogido en su testamento, otorgado en
Montilla el 28 de febrero de 1512, “que
se hiciese una iglesia y un hospital bajo la advocación de Nuestra Señora de la Encarnación” dejando por
patrono del mismo a su esposo. La construcción se comenzó en 1517 después de
haber muerto el marqués, en el sitio de tres casas que había comprado éste en
la calle Corredera, obras que concluyó Catalina Fernández de Córdoba y Enríquez,
II marquesa de Priego[7].
En 1558 el hospital fue trasladado a la
puerta de Aguilar, llamado desde la instauración de este centro como calle de Nuestra Señora por la imagen de la
Virgen de Los Remedios que se veneraba en éste. En su primitiva fábrica la Marquesa fundó el colegio de la Compañía de Jesús –que tantos recuerdos traería
a Cervantes de su infancia cordobesa–.
Desde la segunda mitad del siglo XVI y XVII,
este patronazgo gozó de bastantes donaciones testamentarias. El hospital
contaba con diez camas con sus sábanas, cobertores blancos y almohadas de lana,
tres arcas para guardar la ropa, cinco aparadores de madera para el servicio de
los hospedados, enseres de cocina, y otros bienes como un cofrecillo
para los censos y títulos del hospital.
Estaban decorados sus muros de galerías y
habitaciones con: un cuadro de un Ecce homo al temple, un Cristo a la columna y
san Pedro al temple, san Cosme y san Damián (patronos de la medicina) al
temple, otros lienzos de san Bartolomé y
san Bernardo, otro de san Juan al óleo, un Ecce Homo pequeño al óleo, y una
cruz hueca grande de madera[8].
Entre 1591 y 1592 este hospicio estaba
administrado por el mayordomo Diego Fernández, el cual tenía a su cargo el
cobro de cuarenta censos que habían adjudicado los vecinos de la villa en sus
testamentos para el sustento del mismo. De todos estos podemos destacar el “censo contra los bienes
del marques de Priego que paga cada un año tres mil y seis cientos y cuarenta y
dos maravedís” y otro que pagaba una mujer inmortalizada por Cervantes, “Leonor
Rodríguez La Camacha paga de otro censo sesenta y tres rreales, cárguensele de
un año hasta fin de noventa y uno”, donde posiblemente se encontraran el
escritor y la hechicera cuando ésta iba
a hacer “las pagas de Navidad y todos los Santos”[9],
fechas en que estaban los censos obligados a cumplirse.
Tenía el hospital en propiedad tres
casas arrendadas a los vecinos Juan de Villarás, presbítero discípulo del
Maestro Juan de Ávila, Diego de Mesa y Lope de Medina, notable tallista y
escultor del comienzo del barroco cordobés. También tenía seis tiendas
arrendadas a Bartolomé Sánchez Tundidor, Francisco López de Ahumada, Alonso de
Mesa, Juan Esteban, Juan hierro y “una tienda que tiene de por vida Andrés
Camacho, clérigo por treinta rreales cada un año”. Y dos huertas arrendadas a
Hernán Gil y Bartolomé Ruiz, el rey.
Con
todos estos arrendamientos y censos, el mayordomo cubría los gastos del año que
básicamente se invertían en reparos del edificio y víveres. En 1591 dicho
administrador adquiere “para dar de comer a los pobres enfermos del dicho
hospital, gallinas, pollos, carneros y otras comidas medecinales de almendras,
pan y vino, pasas y otras cosas...” que muy seguro Cervantes comiera y bebiera.
Este mismo año el mayordomo adquiere por “diez y ocho rreales que le costo una
tabla con una hechura de Nuestra Señora con su bendito hijo pintado de pincel
que compro del pintor de esta villa para la yglesia del dicho hospital”[10].
El templo del hospicio era la ermita de Santa
Catalina, (también llamada de Ntra. Sra. de los Remedios). Los cultos que se
celebraban en “el Hospital de la Encarnación de esta villa, cada un Año una
fiesta Solene del SSmº. Sacramento y una fiesta solene de la Encarnación y un
aniversario solene y cinquena y dos misas reçadas cada lunes de cada semana y
todas se dicen en la hermita de Nuestra Sª de los rremedios y son por el Padre
Diego Perez, Capellan que fue de los Exmos. Marqueses de Priego. Y cumple mas seis missas reçadas por Juan de Abril que los
dotó y todos se dicen en la dicha hermita de nuestra Sra.”[11]
Así el nuevo edificio del hospital se hizo
colindante a dicha ermita, para que ésta auxiliara las necesidades del mismo,
siendo este el motivo del traslado del hospital en 1558 tras la venida de la
Compañía de Jesús a la villa. En 1591 era mayordomo y capellán de ella Alonso
Muñoz de Salas, presbítero encargado del mantenimiento y cultos, y
administración de los seis solares colindantes que tenía dicha ermita en su
propiedad[12].
Este, es arbitrio limpio de polvo y paja, y
podríase coger por parroquias...
En el coloquio de los perros Cipión y
Berganza, el autor no especifica que durante su estancia en Montilla visitase
la iglesia Parroquial de Santiago que era la única en la villa, pero deja la
puerta abierta a esta frase que hemos escogido para subtítulo.
Otros documentos cervantinos, nos delatan su
presencia en la misma. Como bien publicó el Dr. Raúl Porras Barrenechea, existe
un acta notarial donde Andrés de Mesa, perulero,
reclama a Miguel de Cervantes unas fanegas de trigo “que le quitaron” en 1591[13]. Este vecino de la villa ostentaba cargos
relacionados con la Iglesia Parroquial de Santiago, entre otros podemos aclarar
que, era Hermano Mayor de la cofradía de Santiago de los Caballeros en 1591,
también estuvo en el Virreinato de Nueva España (México), lugar donde Cervantes
deseó marchar varias veces para mejorar su situación social. Andrés de Mesa, marchó para las Indias en
1564, ya casado en México con Francisca Cortés, hace fortuna y decide volver a su
tierra natal, trayéndose consigo la imagen del Santo Cristo de Zacatecas, el
cual donó el 10 de septiembre de 1576
a la cofradía y ermita de la Santa Vera Cruz. En 1588
fue nombrado Depositario del Pósito y Dehesas por el Consejo de Justicia y
Regimiento de la Villa[14].
También se conserva en el Archivo Parroquial
un inédito documento con fecha de 9 de mayo de 1591, siendo Juan Gómez Carmona
mayordomo de la fábrica de la parroquial de Santiago, el cual recoge en dicha
cuenta lo siguiente: “mas se le descargan diez y ocho fanegas de trigo y diez y
ocho de cevada que Antón Fernández, comisario de su majestad saco para
el proybimiento de las galeras de su Magestad. Mostró certificación del dicho
comisario y por esta razón se le descargo el dicho pan”[15]. Este notable escrito, nos delata que
Miguel de Cervantes tiene constancia de la fábrica parroquial donde envía al
obrero Antón Fernández con una certificación propia para recoger la partida de
grano. Un año más tarde el mismo mayordomo recoge que “en la quenta última
antes de esta se descargaron al dicho obrero diez y ocho fanegas de trigo y
otras tantas de cevada que saco a esta fábrica Antonio Fernández comisario de
su Magestad para el proybimiento de sus reales galeras de que mostró certificación
del dicho comisario y no sea cobrado adviertese aquí”. Encajan las fechas de estos documentos con los ya publicados por
el Dr. Raúl Porras, a la vez que enriquecen la presencia del padre del Quijote por nuestra entonces villa.
La planta de fábrica del templo parroquial en
1591 nos la describe el canónigo visitador general del obispado de Córdoba,
Pedro Fernández de Valenzuela, literalmente: “El cuerpo material de la dicha
yglesia ques de tres naves con dos danças de arcos. Por largo y hancha y
espaciossa para la comodidad del pueblo, los techos son de madera alfajiado
ladrillo por tabla. El altar mayor estava en alto en una tribuna con sus
barandas sobre quatro barras de hierro, tiene un Retablo de tres hordenes
pintado, los cuadros de ymagineria de pincel y los estremos y juntas de los
quadros de moldura con relieve dorados, la yglesia tiene tres puertas
trianguladas. El coro en el alto con su tribuna el alto donde estaba el organo.
El suelo de la yglesia esta enladrillado. La fábrica de esta yglesia no tiene
parte en diezmos porque los lleva El marqués de Priego”[16].
Esta es la Iglesia Parroquial que conoció Cervantes
durante su trabajo como comisario su Majestad Felipe II. Sería su fábrica punto
de atracción porque como hemos leído antes los diezmos del pueblo los pagaba el
propio Marqués, así que los vecinos estarían libres de tributo eclesiástico que
gracias a su Excelencia estaban bien abonado.
Pero no sólo esto recogido literalmente era
el templo Parroquial, dentro del mismo existe una devoción que cuando Cervantes
deambuló por la villa le llamaría la atención, se trata de la Cofradía del
Rosario, fue fundada en 1580 por el dominico fray Diego Núñez del Rosario[17], para dar gracias a la Stma. Virgen del
triunfo de la Batalla Naval de Lepanto, ganada a los turcos por los reinos
cristianos al mando de Don Juan de Austria el 7 de octubre de 1571.
Según sus biógrafos, Cervantes alardeaba de la pérdida de su mano izquierda y conservaría hasta la muerte el orgullo de haber participado en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros. Qué recuerdos traería al genio escritor castellano aquel retablo e imagen de Ntra. Sra. del Rosario, devoción muy festejada en Montilla durante los nueve días anteriores al 7 de Octubre de cada año. En ésta se consumían “ocho docenas de cohetes, cuatro libras de pólvora, el templo parroquial se adornaba con macetas de pebetes y colgaduras en las columnas, la torre se iluminaba con luminarias, para conmemorar la Batalla Naval de la defensa, en la que se procesionaba la imagen de Ntra. Sra. del Rosario y Santo Domingo acompañados de soldados de tropa...”, esa gloriosa efemérides española, como propiamente inmortalizó en el prólogo de sus Novelas Ejemplares este desventurado Sargento... Llámese comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria.
*Artículo publicado en la revista local La Corredera, en diciembre de 2001.
FUENTES DOCUMENTALES
[1] LLORENTE, LUIS Mª.: El Sargento Don Miguel de Cervantes,
Revista Ejército nº 678, diciembre 1996, págs. 87-92.
[2] SEVILLA ARROYO, F.: Miguel de Cervantes, Obras Completas,
Madrid, 1999, pp. 1- 4.
[3] VV. AA.: Montilla, aportaciones para su historia.
Lucena, 1982. p. 24. En: “Montilla, capital del Estado de Priego”, de Joaquín
González Moreno.
[4] Archivo Histórico
Municipal de Montilla (AHMM). Actas
capitulares 1590 – 1604, libro nº 9. (Los
nombres de las autoridades citadas están recogidos de varios cabildos de 1591).
[5] CALVO POYATO, J. Guía Histórica de Montilla. Córdoba
1987, pág. 39.
[6] AHMM. Padrón vecinal de 1609, caja 393 B, s/f.
[7] VV.AA.: op. cit. p. 26.
[8] Archivo Parroquial de
Santiago de Montilla (APSM). Libro 4º de
capellanías, fols. 1057-59.
[9] APSM. Libro 2º de capellanías, f. 325.
[10] Ibíd.: f. 476.
[11] APSM. Libro-cuadrante de cultos de 1619. s.f.
[En los Libros- cuadrantes de años posteriores, se especifica que el Padre
Diego Pérez es “el fundador” de dicha Ermita].
[12] Op. cit.
[13] PORRAS BARRENECHEA, R. Cervantes, La Camacha y Montilla.
Montilla, 1991, pág. 23.
[14] AHMM. Actas Capitulares, libro nº 8. f . 354 v.
[16] Ibíd. f. 183 v.-184.
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