Fundación y Cultos
La cofradía del Rosario se instaura en la entonces villa
gracias a la visita de fray Diego Núñez del Rosario, dominico morador del
convento de San Pedro mártir de la ciudad de Marchena (Sevilla). Éste, tras
mostrar los permisos de Martín de Córdoba y Mendoza, Obispo de Córdoba, y del
general de la Orden de Predicadores de Santo Domingo, el Cardenal fray Vicente
Justiniano, el 22 de agosto de 1580 acordó con el vicario de la iglesia
parroquial de Santiago Apóstol, Alonso Ruiz Mazuela y el rector de la misma,
Antonio de Cárdenas, y varias personas devotas de la Stma. Virgen erigir y fundar en este templo dicha Cofradía,
señalando una antigua imagen de Ntra. Sra. del Socorro como nueva advocación
del Rosario, bendiciéndola y dando un sermón donde exaltó los quince misterios
del Rosario. Tras este acto, bendijo varios rosarios y dio instrucciones de
cómo redactar las reglas y constituciones de la nueva Cofradía[1].
Desde su fundación y hasta 1582 fue su hermano mayor el
propio Vicario, sucediéndole en el cargo el Rector hasta 1589, año en que se
aprueban sus primeros estatutos. Desde esta fecha el cargo de hermano mayor
duraba dos años, el primero fue Bartolomé Ruiz Gil[2], sucediéndole Pedro Rodríguez Hidalgo, a este, Juan Pérez
de Hernán Ruiz, después en 1596 ostenta el cargo Juan Ruiz, y así
sucesivamente. Este cargo era meramente representativo, ya que todo el peso de
la Cofradía recaía en el Mayordomo, persona que hacía de gerente y
administrador de los bienes y gastos de la misma. Este cargo estaba pagado por
la Cofradía y su duración podía ser vitalicia.
Según la escritura fundacional de la Cofradía, ésta se
obligaba a organizar los cultos de la Purificación, Anunciación, Asunción,
Natividad y Concepción de la Stma. Virgen, aparte de su fiesta principal que
viene celebrándose el primer domingo de octubre con su octavario.
La festividad de la Purificación, popularmente conocida
como La Candelaria, se
celebra el 2 de febrero, día que la Cofradía concertaba con la de San José la
venida en procesión del Santo Patriarca desde su ermita, a la llegada de éste
al templo parroquial la imagen pequeña de la cofradía del Rosario lo esperaba
en la puerta bajo palio con un repique solemne de campanas y cohetes, la imagen
de la Virgen llevaba en su brazo izquierdo al Niño Jesús y en el derecho una
vela y una bolsa con azúcar; San José portaba en su brazo derecho su vara
de plata y en el izquierdo una rosca de pan.
Una vez en el templo entraban en procesión hasta el altar
mayor, la Cofradía que daba a los asistentes una ramita de romero y cuando las
andas llagaban al presbiterio se iniciaba la misa solemne, a su término se
bendecían las roscas que habían llevado los vecinos de la ciudad y los cofrades
repartían a la salida bizcochos a los asistentes[3].
En la festividad de
la Anunciación (25 de marzo), Asunción (15 de agosto), y Natividad de la Stma.
Virgen (8 de septiembre), la Cofradía organizaba los cultos junto con la
fábrica parroquial, que eran similares en su protocolo. La jornada anterior a
la fiesta, a medio día se repicaba solemnemente, por la noche y al amanecer del
día siguiente se tocaban Vísperas. Los cultos eran por la mañana, comenzaban
con procesión claustral de cuatro sacerdotes revestidos con capa, que se
dirigían hasta la capilla de Ntra. Sra. del Rosario mientras el órgano
parroquial entonaba la Salve para que la cantaran los asistentes; una vez en
dicha capilla se incensaba la imagen pequeña que estaba preparada en sus andas
para agregarse a la comitiva y ser trasladada hasta el altar mayor donde se
comenzaba la misa solemne, cuando ésta concluía la imagen se volvía hasta su
capilla[4].
El pontífice Pío V, artífice de la propagación del rezo
del Rosario a través de la fundación de cofradías
|
Desde aquel mismo año esta devoción se expandiría por todo
el imperio de Felipe II gracias a los frailes dominicos, que predicaban las
indulgencias que tenían concedidas a sus devotos por la milagrosa intervención
de Ntra. Sra. del Rosario en la gloriosa efemérides de aquel domingo de
otoño.
En nuestra ciudad era muy celebraba dicha jornada, desde el
amanecer se repicaba para la misa mayor de la mañana, donde aparecía el templo
parroquial con la Virgen del Rosario y Santo Domingo en sus tronos delante de
los púlpitos del altar mayor exornados con macetas florales, cirios y
pebeteros; las columnas revestidas con colgaduras, se consumían ocho docenas de
cohetes y la torre se iluminaba con luminarias. El primer domingo de octubre,
como era costumbre, a medio día se tocaban vísperas, a las cuatro se repicaba para
la procesión donde alumbraban en ésta 50 cofrades con velas y 4 con hachas
acompañando a la Madre de Dios y Señora del Rosario que procesionaba bajo palio
y escoltada por una compañía militar de soldados, los cuales recibían cuatro libras de pólvora para la
procesión[5].
A mediados del siglo XVII la Cofradía contaba para sus
cultos y procesiones entre otros con nueve
rosarios para la Virgen y el Niño de pedrería y plata, ocho de Santo Domingo,
dos coronas de plata y otras dos de plata sobredorada con esmaltes azules
y verdemar, varias camisas, tocas, mantos, sayas, ocho almohadillas y
ocho horquillas para los tronos, tres cetros, una bagineta de plata con una
imagen de Ntra. Sra. para pedir, un palio de damasco rosado y blanco con sus
flecos de seda con seis varas, dos pebeteros de hierro sobredorados, un
mosquete y frascos pequeñitos de latón para el Niño, un estandarte de damasco
rosado con sus borlas, vara, cordeles, cruz y cinco campanitas de plata[6].
Otra fecha celebrada por esta Cofradía era la Inmaculada
Concepción de la Stma. Virgen el día 8 de diciembre, se repicaba a mediodía y a
la puesta del sol en vísperas, y por la mañana para la procesión claustral con
la asistencia de cuatro sacerdotes revestidos con capa, comenzando en la
sacristía, hasta la capilla de Ntra. Sra. del Rosario donde se cantaba la salve
con el órgano y se incensaba a la Stma. Virgen[7].
Veneración y Ornamentación
La veneración a las diferentes imágenes que ha tenido la cofradía del Rosario, ha observado a lo largo de sus más de cuatro siglos de historia diferentes cambios de emplazamiento de su titular, que por varias circunstancias se ha ido transformando su aspecto primitivo hasta llegar al actual, felizmente mejorado gracias a la veneración que esta advocación mariana a conservado en nuestra ciudad, a la cual desde el siglo XVII se ha visto dotada de donaciones testamentarias de censos, casas, olivares, etc.
La veneración a las diferentes imágenes que ha tenido la cofradía del Rosario, ha observado a lo largo de sus más de cuatro siglos de historia diferentes cambios de emplazamiento de su titular, que por varias circunstancias se ha ido transformando su aspecto primitivo hasta llegar al actual, felizmente mejorado gracias a la veneración que esta advocación mariana a conservado en nuestra ciudad, a la cual desde el siglo XVII se ha visto dotada de donaciones testamentarias de censos, casas, olivares, etc.
Tras la fundación de la Cofradía en 1580, -como hemos
documentado anteriormente- se toma una antigua imagen y retablo de Ntra. Sra.
del Socorro y se vuelve a bendecir con la advocación del Rosario, ésta se
veneraba en el templo parroquial y estaba situada en un arco de medio punto con
una profundidad de un metro situado en la nave de la epístola entre la capilla
de San Andrés y la del Santísimo o Sagrario, que existió hasta 1964. En la
actualidad se venera en dicho sitio, una imagen de San Antonio de Padua procedente
del convento franciscano de San Lorenzo, colocada sobre dos columnas de madera
imitadas en piedra de jaspe.
En este lugar estuvo la primitiva imagen del Rosario hasta
finales del siglo XVII. Según un inventario de 1663 este altar ya ostentaba un retablo de madera sobredorado
con la imagen de talla de Ntra. Sra. con su niño en brazos y a ambos lados dos
imágenes de talla, de Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Paula.
También tenía cinco frontales para la mesa del altar de distintos colores y
tipos de tela, un atril de madera, dos candeleros y cruz, dos lámparas de plata
a ambos lados, debajo de éstas dos tablas con las indulgencias concedidas a la
Cofradía y en la mesa de altar otras dos con las palabras de la Consagración y
el evangelio de San Juan.
En 1693, el entonces hermano mayor de la Cofradía,
Francisco Ximénez Rubio, solicita licencia a los Marqueses de Priego y Duques
de Feria para labrar la nueva capilla y poderse hacer en el arco que estaba
entre la puerta de la calle de la Yedra y la torre y campanario. En ese
momento estaba ocupado por la cofradía de Ntra. Sra. de la Cabeza, la cual
sería permutada por el primitivo arco del Rosario como habían acordado en un
cabildo entre ambas cofradías con la asistencia del obrero mayor Don Juan
Hurtado y presidido por Don Alonso Domínguez del Monte, provisor general del
obispado, a quien la cofradía del Rosario solicitaría también hacer una
sepultura en la nueva capilla para los cofrades. Este acuerdo sería recogido
ante el escribano Juan Manuel Talero un año más tarde en papel sellado, el cual
recibió veintinueve reales por dicha escritura. El
intercambio de los retablos e imágenes se llevó a cabo por el carpintero Juan
del Villar[8].
Las obras se realizaron en tres fases, se comenzó con la
capilla, que llevó desde 1693 hasta 1708, después se continuó con el camarín y
cripta funeraria entre los años 1738 – 1765, y finalmente se ejecutó la actual
sacristía y dependencia entre los años 1778 – 1822. Entre estos espacios de
tiempo la Cofradía adquirió enseres y demás artículos para el culto para la
ornamentación de la misma, que serán reseñados.
Comenzó la 1ª fase con el alzado de la planta de la nueva
capilla, lo dirigió el maestro alarife Agustín Velasco, los sillares de piedra
fueron traídos por los pedreros Juan Díaz Carretero y Juan Burgueño, y labrados
por los maestros de cantería Pedro del Baño y Alonso Prieto, la madera de las
vigas fue traída de la huerta del Arroyo.
La decoración
interior de la capilla fue realizada por el pintor local Manuel Ramírez, quien
pintó y doró la reja de la capilla, y al fresco la cúpula, el florón, las
pechinas y las paredes de la misma, todo fue costeado por Francisco García
Pulido[9].
El nuevo retablo fue realizado por el tallista sevillano Pedro José de los
Cobos, se colocaron dos nuevas lámparas de plata aderezadas por el platero
local Antonio Fernández del Valle que había realizado en 1686 la media luna de
plata de la Virgen en la que se puede leer: “SE HCº ESTA MEDIA LVNA SIDº
HER MAIOR JVº, PER HIDALGº AѺ 1686” .
Las vidrieras de la capilla fueron ensambladas y ajustadas
por Francisco de León, vecino de Córdoba, la reja de la capilla fue realizada
por el maestro herrero Juan López.
En la 2ª fase, era hermano mayor Andrés de Aguilar Tablada,
estuvo dirigida por el mayordomo Lucas Jurado y Aguilar, el cual encargó a los
maestros albañiles Manuel Benítez y Francisco Martín de Benítez el alzado
del camarín y cripta funeraria. La piedra procedía de las canteras de la Fuente
del Álamo, de la de Belén y de varias casas de la Escuchuela propiedad de Mª de
Sotomayor, ésta piedra fue cortada y labrada por Francisco Benítez. Las vigas
de madera eran de álamo blanco de la Huerta de los Limones y del pinar del
Cuadrado, las tejas de dicho camarín fueron donadas por Don Pedro Montenegro,
los ladrillos alfajiados fueron comprados en el tejar de Santa María. Las
puertas de la cripta fueron realizadas con madera de pino por el carpintero
Nicolás Serrano. La veleta que corona dicho camarín, representa al arcángel San
Rafael, está realizada con dos varas y media de chapa vizcaína adquirida en
Sevilla, siendo aderezada por Matías García. Las puertas y cajoneras del
camarín, de madera de nogal y flandes fueron realizadas por el carpintero Pedro
de Toro, y las vidrieras de la ventana del camarín las compuso Sebastián
Jurado. El jaspe de la capilla fue comprado en Cabra de la
cantera de Alonso de Orgaz. Se restauraron los frescos de la capilla por el
pintor Miguel González de Arenas[10].
En esta obra trabajó el tallista sevillano Gaspar Lorenzo
de los Cobos en desmontar el retablo de la capilla y después de la misma lo
volvió a ensamblar y le añadió nuevas piezas decorativas que doró y restauró
Miguel González de Arenas, también este entallador realizó el marco de la lámina
del misterio del Stmo. Rosario pintada por el "Padre Ignacio"
(sacerdote jesuita sacristán de la iglesia de la Compañía de Jesús de
Montilla), también realizó Gaspar Lorenzo diversos trabajos de carpintería como
una cajonera para el resguardo de la ropa y alhajas de Ntra. Sra., y otros
trabajos de menor envergadura[11].
Otra gran aportación a la reforma de esta capilla estuvo en
las manos de las hermanas Cueto, conocidas por “Las Cuetas”, quienes
realizaron la parte principal de ésta, con la incorporación de la nueva imagen
de Ntra. Sra. del Rosario, una imagen de la Stma. Virgen para las fiestas
claustrales (conocida popularmente como la
Candelaria) y cuatro ángeles para la peana de las andas procesionales[12].
En estas fechas la Cofradía adquiere otros objetos nuevos
para el culto, entre ellos podemos citar: dos candelabros de bronce, tres
tablas de oraciones, seis candeleros de metal, siete varas de puntas de plata
para componer nuevos ornamentos, un frontal de cuero estampado y dorado
comprado en Cádiz. El platero local Sebastián Fernández realizó para la imagen
pequeña una media luna y un rostrillo de plata, además de cuatro rosarios.
En 1741 la Cofradía organizó una corrida de toros para
sufragar algunos gastos del camarín y panteón de la capilla. El maestro
platero Francisco Fernández compuso dos nuevas lámparas de plata para el
camarín, su hermano Sebastián realizó una lámpara de azófar para el panteón,
siete enganches del rosario de la imagen pequeña y otros ocho de las guirnaldas
de los cuatro ángeles de la peana[13]. El zócalo de jaspe del camarín fue realizado en Lucena por
Vicente del Pino Ascanio y trasladado en piezas talladas para su
colocación. En 1765 Francisco Martín Benítez, alarife del Consejo de la
Ciudad, dirigió varios reparos en los tejados de la capilla, camarín y antigua
sacristía.
Años más tarde, en 1778 comienza la tercera fase que ultimó el estado muy similar al que hoy conocemos de dicha capilla. El entonces mayordomo de la Cofradía, Antonio Molina, contrató con el tallista lucentino Pedro de Mena Gutiérrez la hechura y tallado del camarín que había concertado Miguel Jurado y Aguilar, anterior mayordomo. La obra fue revisada por el tallista José García, vecino de Ecija, que una vez terminada de carpintería, talla e imaginería, se congregaron en dicho camarín los hermanos de la Cofradía y el autor de la obra para darla por entregada, corría el día 10 de agosto de 1780[14]. Entre 1787 – 1789 fue dorado dicho camarín por Antonio Villegas, maestro del arte de la pintura y dorado, vecino de la ciudad.
En 1779 la Cofradía encarga al artífice Antonio Rafael de
Santa Cruz, vecino de Córdoba, un corazón con su corona de oro, obra
contrastada por su homólogo Juan de Luque y Leiva. En 1782 se encarga a este
platero una corona y resplandor de plata sobredorada, esta vez contrastada por
Mateo Martínez y Moreno, también cordobés[15].
El 20 de marzo de 1792 la imagen de la Ntra. Sra. del
Rosario recibió la donación de un anillo de diamantes por Ana de Prieto, vecina
de la calle Puerta de Aguilar. En 1804 se reanudan las obras de
albañilería con la limpieza de los tejados y se loza el suelo del panteón, todo
realizado por Antonio Benítez, siendo mayordomo de la Cofradía Pedro Molina y
Angulo. En 1818, Juan Benítez, maestro alarife de la casa del duque de
Medinaceli, lleva a cabo la obra en el patio de la sacristía donde se hace un
nuevo panteón para la Cofradía. En 1822 se realizó la última obra de
envergadura por la Cofradía, que encarga al maestro de albañilería de José de
Vela revisar los tejados de la capilla, camarín y sacristía; y sacar la veleta
para arreglarla.
A partir de entonces, la Cofradía centra sus gastos en la
adquisición de objetos de culto y decoración. En 1828 el platero Manuel
González restaura las coronas de plata de la Virgen. En 1830 José de Luque
compone la cruz de la bandera de los entierros, que es dorada por Blas Requena
y pintada por José Carbonero tres años mas tarde. Este mismo año se encarga al
platero José Paniagua una lámpara para la capilla. En 1835 Blas Requena
restaura el dorado del camarín, y cinco años después pinta la bandera de
Ntra. Sra. que sirve para las
procesiones[16].
Recientemente, la actual Cofradía ha restaurado el bordón
de la Presidencia, obra realizada en plata con punzones donde se distingue el
león rampante dentro de un círculo y "M. AGVILAR" (Manuel
Aguilar y Guerrero), y "BEGA/13" perteneciente a su contraste (Diego
de Vega y Torres) y año de ejecución, 1813.
El siglo XX y la Asociación del Rosario Perpetuo
En el siglo XIX la religiosidad popular española soportó
los conflictos sociales que se manifestaron desde la Invasión Francesa (1809),
la Desamortización de los bienes de la Iglesia (1835), y la Primera República
(1873), que a muchas de ellas les llevó a desaparecer o reducirse al interior
de los templos. La Cofradía del Rosario se vería afectada como una más, pasando
por años difíciles a finales del siglo XIX.
Con la llegada de Don Luis Fernández Casado para suplir la
plaza de Arcipreste de Montilla y Párroco de Santiago, éste da un nuevo impulso
a la Cofradía con la creación de la Asociación del Rosario Perpetuo,
facilitando el ingreso de mujeres a la antigua institución. Su primera
presidenta fue Felisa Valderrama Martínez, una mujer muy popular en la ciudad y
mecenas de la Parroquia. La nueva presidenta adquiere una nueva imagen de Ntra.
Sra. del Rosario en 1909, procedente de los talleres de Sarriá (Barcelona).
Restaura los frescos de la capilla donde interviene el pintor José Garnelo y
Alda con el diseño de los mismos y con la pintura de la Stma. Virgen que está
sobre la puerta de su sacristía, su diseño fue ejecutado por el pintor
Juan Antonio Torres Luque.
Desde la nueva Asociación se da un nuevo impulso a la procesión, donde desfilaban quince estandartes representando cada uno de ellos un misterio del Santo Rosario concluyendo con el de la Stma. Virgen que fue realizado por José Garnelo y Alda. Se adquiere también una nueva peana para la imagen en los talleres valencianos de "Hermanos Bellido" y un nuevo trono obra del tallista sevillano afincado en Montilla Antonio González Martínez (que se puede calificar como uno de sus mejores trabajos que conservamos en la ciudad) policromado por el pintor Ildefonso Jiménez Delgado, que se estrena en octubre de 1949.
En 1963 deja de procesionar la Virgen del Rosario por las
calles de nuestra ciudad. En 1972 la Cofradía restaura los frescos de pintura
de las paredes de la capilla, trabajo realizado por Cristóbal Gómez Garrido
quien suplantó la pintura encolada por pintura plástica para su mayor duración.
Un año más tarde se coloca en el arco de entrada de la capilla un marco de
madera sobredorada[17].
Hasta nuestros días ha llegado esta cofradía realizando sus
cultos en la primera semana de Octubre, donde cada año se rememora la devoción
al Santo Rosario que tiene Montilla desde hace más de cuatro siglos, y gracias
a la veneración de la Stma. Virgen se han ido entroncando devoción, tradición,
historia y patrimonio artístico, para el gozo y protección de esta joya que los
montillanos podemos apreciar en nuestra Parroquia Mayor de Santiago Apóstol.
*Artículo publicado en la revista local "Nuestro Ambiente", en Octubre de 2001.
FUENTES DOCUMENTALES
[1] Archivo
de Protocolos de Montilla. Escribanía 1ª. Leg. 13, fols. 889-896.
[7] La Inmaculada
Concepción fue patrona de Montilla hasta el siglo XIX, en la mayoría de los
templos de la ciudad se le rendía culto este día por la mañana y la función
principal era a las ocho de la tarde en el monasterio de Santa Ana, estos
cultos estaban patrocinados por el Ayuntamiento, a los cuales asistían todas
las autoridades civiles, religiosas y militares de la ciudad.
[8] APS. Cabildos de 1693. s.f.
[9] APS. op. cit.
[8] APS. Cabildos de 1693. s.f.
[9] APS. op. cit.
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