![]() |
Actual imagen de Ntra. Sra. del Socorro |
Hace algo más de seis años, exactamente
el domingo 11 de diciembre de 2005, era bendecida la nueva imagen de Ntra. Sra.
del Socorro. Puso nuevo rostro a tan antigua advocación el artista cordobés
Antonio Bernal y la nueva efigie dolorosa fue ungida para el culto público por
el Ilmo. Sr. Fernando Cruz-Conde y Suárez de Tangil bajo el padrinazgo de los
Condes de Prado Castellano.
Para aquella ocasión, en esta
misma revista, recopilamos las referencias históricas que hallamos sobre este
centenario título de la Madre
de Dios en nuestra ciudad, ensayamos sobre sus probables orígenes italianos y
su llegada hasta tierras españolas de manos de las huestes del Gran Capitán.
En nuestra incesante búsqueda del
pasado montillano, hemos localizado nuevas reseñas que delatan la fervorosa
veneración que la Mater Dolorosa de la
Vera Cruz tuvo en la segunda mitad del
siglo XVII.
Entre 1665 y 1675 hubo en
Montilla una intensa renovación de las cofradías penitenciales. En estos años
se sumaron a las procesiones de Semana Santa las imágenes del Cristo de la Humildad y Paciencia, en
el cortejo de la Concepción Dolorosa
el Miércoles Santo; la Santa Cena,
el Cristo de las Prisiones y la
Magdalena, en la Vera Cruz
el Jueves; el Cristo Amarrado a la
Columna, que acompañará desde entonces a las Angustias tras
la escisión de la Soledad,
que ya por la noche del Viernes Santo la naciente cofradía saldrá con las nuevas
efigies, realizadas en Granada, del Santo Entierro y la Virgen. Todas estas
incorporaciones completarán el acervo cofrade local que permanecerá invariable
hasta bien entrado el siglo XIX.
Por estos años también aparece en
el panorama cofrade un nuevo concepto orgánico sobre de la tutela de las imágenes sagradas
que recibían culto. Nacen hermandades autónomas de la cofradía matriz, y por
tanto, sujetas a sus Reglas aprobadas por la Autoridad Diocesana,
que tienen una misión específica dentro del organigrama de dicha cofradía, y un
cupo limitado de componentes. Ello conlleva a las hermandades la recopilación
de unos reglamentos propios, ceñidos al compromiso que se fijan. Estos
reglamentos son aprobados por el hermano mayor y consiliario de la cofradía
pertinente, y elevados a escritura oficial ante escribano público. Entre otras
modalidades, se crean hermandades de luz, de portadores de andas, o de palios
de respeto, donde un número determinado de personas se comprometen a alumbrar,
portar o cubrir a la imagen de su devoción en las procesiones que realice públicamente.
Tal es el caso de Lorenzo Ximénez
Hidalgo, Melchor Alcaide, Juan de Luque Crespo, Juan de Toro y Francisco de
Cea, todos cofrades de la Vera Cruz y
devotos de la Virgen
del Socorro, que se ofrecieron al hermano mayor, Cristóbal Ramírez de Aguilar, el
3 de mayo de 1668, festividad de la Invención de la Santa Cruz, y ante
notario acordaron “sacar el palio de la Madre de Dios en la procesión de la
Santa Vera Cruz”[1]. Del
mismo modo, se comprometieron de forma vitalicia en “dar trece hachas y buscar
personas que las saquen en dichas procesiones” y así ampliar el tramo de
hermanos de cirio que alumbrasen el camino de la Virgen. En
contraprestación, el hermano mayor se comprometía a conseguir el mismo número
de hermanos para que alumbrasen con otros tantos cirios. Estos cinco cofrades,
se implicaron asimismo en demandar donativos para la cofradía durante el mes de
mayo de cada año, y sufragar así los gastos que causaran el paso y palio de la Señora del Socorro.
Pero el fervor mariano en la
ermita de la Vera Cruz
se propaga avivadamente, y unos meses más tarde, el 18 de febrero de 1670, casi
medio centenar de hermanos de la cofradía, entre los que se encontraban los
citados arriba, se reúnen para crear una hermandad que diera cobertura a los fines
votivos y cargas económicas del paso y palio de la Dolorosa que cerraba la
procesión matriz de los disciplinantes. El oficio notarial recoge más de
cuarenta nombres de montillanos, que declararon ser “hermanos de la
Santa Vera Cruz y de Nuestra Señora que
sale en la procesión que se hace los Jueves Santos por la tarde de la ermita de
la Santa Vera
Cruz desta ciudad en la cual sale la
Reina de los Ángeles Madre de Dios Señora Nuestra”[2].
Los comparecientes implicaron sus
vidas y sus bienes, y al unísono expresaron en favor de la Dolorosa del Socorro su
devoción y compromiso. Para ello, rubricaron su vínculo anual “de sacar en
dicha procesión de los Jueves Santos por la tarde todos los días y años de su
vida a su divina majestad y su palio en la cual han de sacar de todo lo
necesario a su costa todas las veces que se ofrecieren y tuvieren necesidad de
ello dicho palio y así mismo de sacar en dichas procesiones quince hachas de
cera que vayan alumbrando a su divina majestad en dicho paso”[3].
Al igual que el acuerdo rubricado
dos años antes, los firmantes correrían con los gastos de los cultos y
procesiones de la Virgen
del Socorro, y daban potestad al hermano mayor de la cofradía para reemplazar
sus cargos y sitios dentro del cortejo procesional, en caso de incumplir el
reglamento prometido.
Este grupo de hermanos no sólo
atendió a su compromiso con la cofradía matriz, también acordaron entre ellos
sufragar y celebrar una misa cada vez que falleciera un componente de la hermandad,
como también acompañar al difunto con “cuatro hachas para alumbrar en su dicho
entierro”. Igualmente, podían elegir un tesorero, denominado “censuario”, que
administrara los donativos y cuotas de los hermanos, como también gozaban de autonomía
para que “cada vez que muera cualquiera de dichos hermanos de poder nombrar
otra persona que entre en lugar de dicho difunto para que cumpla por ello
contenido en esta escritura”[4].
No fueron estas las únicas
ocasiones en que se crearon hermandades en torno a las imágenes veneradas en la
ermita de la Vera Cruz.
Tenemos constancia documental de la existencia de varias hermandades más instauradas
para rendir culto al Cristo de las Prisiones, al Ecce Homo, al Amarrado a la Columna, a la Magdalena y, cómo no, al
Santo Cristo de Zacatecas, titular de la cofradía.
Con el paso del tiempo, estas corporaciones
surgidas al amparo de la
Cofradía matriz de la Vera
Cruz, serán la única alternativa a las constantes censuras que
sufre la antigua cofradía penitencial a partir de la segunda mitad del siglo
XVIII, en que son prohibidas en España las procesiones de sangre y suprimidas
las cofradías de flagelantes. A causa de estas circunstancias históricas se
convirtieron en las herederas de la matriz y, por ende, las consecutivas del mantenimiento
y culto de estas centenarias imágenes, para que así no se apagara la llama viva
de la fe y la tradición que encierra cada una de las efigies de la pasión,
muerte y resurrección de Jesucristo, que durante siglos evangelizaron a todas
esas generaciones de montillanos que nos legaron la identidad y personalidad de
nuestra Semana Santa.
![]() |
Anterior imagen de Ntra. Sra. del Socorro, que procesionó el Martes Santo durante algunos años de la década de 1970 |
Como colofón a este breve trabajo histórico sobre la veneración que siglos atrás tuvo la bendita Madre de Dios del Socorro –como ya era denominada–, es nuestro deseo cerrar con un extracto de las líneas manuscritas de uno de los historiadores locales más rigurosos que ha tenido nuestra ciudad, Francisco de Borja Ruiz-Lorenzo Muñoz, que así describía en 1779 a la cofradía de la Santa Vera Cruz:
“Su fundación y origen no consta,
pero si hay sólidas enunciativas y tradición de ser casi del mismo tiempo de la Parroquia y conquista.
Se ve en ella radicada una muy antigua cofradía que nombran de la
Vera Cruz, cuyo entablamento tampoco
consta, solo si hay corriente noticia que la Sagrada Imagen de Nuestra
Señora, que ahora titulan Soledad, se decía y le llaman del Socorro, y es
antiquísima y origen de ello. […]
Tomó la Cofradía por su instituto
el culto al Señor y su bendita Madre, como lo dan con todo esmero. Sacan al año
dos procesiones, la una Jueves Santo en la tarde, es de penitencia y sacan en
remembranza de la Sagrada Pasión.
Primer paso de Jesús cenando con sus discípulos; segundo, a Jesús en sus
prisiones; tercero, a Jesús amarrado a la columna; cuarto, cuando se vio en el
pretorio de Pilatos; quinto, cuando le crucificaron y último que va su
amantísima Madre traspasada de dolor de verle, pero tan hermosa y misericordiosa
que da todo consuelo.”[5]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.