viernes, 15 de octubre de 2010

ELOÍSA GARNELO Y LAS VENDIMIADORAS MONTILLANAS*

Hay artistas en la historia que son conocidos popularmente por una de sus obras, la obra que encierra su personalidad, la obra que abarca la sinceridad de su dibujo y la explosión de colorido de sus pinceles, una obra en la que el artista se siente más reflejado que en ninguna otra, la preferida, la que fue parida el día que le visitaron las musas del genio y la maestría, la llamada obra maestra. Si contemplamos la Capilla Sixtina recordamos a Miguel Ángel; en la Mona Lisa vemos a Leonardo Da Vinci; a pesar de aparecer tantos personajes en el Entierro del Conde de Orgaz tan sólo vemos a El Greco; también sucede en Las Meninas de Velázquez… Esto mismo ocurre con el lienzo de Las Vendimiadoras montillanas, de Eloísa Garnelo.

Eloísa es fruto de las primeras nupcias del médico enguerino José Ramón Garnelo Gonzálvez con la montillana Josefa de la Cruz Aparicio Sarrión. Nacida en 1863 en Enguera, a su madre biológica apenas conoce, ya que fallece unos meses después del parto. El padre contrae nuevamente matrimonio, esta vez con su paisana Josefa Dolores Alda Moliner. Cuando Eloísa contaba tan sólo cuatro años, la familia se traslada a Montilla, donde José Ramón Garnelo inicia su actividad como facultativo, a la par que comienza a vincularse con los círculos culturales de la ciudad cordobesa que los acoge. El médico, hombre muy culto y gran humanista, transmite a sus hijos su amor por las Artes Plásticas y la Literatura, motivo por el que tres de ellos –Eloísa, José y Manuel– se consolidarán como artistas de renombre, mientras que Dolores heredará las dotes literarias del progenitor, y desarrollará su afición por la música a través del piano.

Eloísa pronto despunta por su facilidad para dibujar, diseñar y pintar. Aunque no llega a realizar estudios específicos de Bellas Artes, durante su infancia recibe clases de dibujo de su propio padre y, más tarde, será su hermano José quien le instruya y aconseje durante los períodos vacacionales que pasarían juntos en Montilla.

A propuesta de su padre, los tres hermanos presentan sus trabajos en las Exposiciones de Bellas Artes celebradas en aquellos años. Estas muestras –regionales, nacionales o internacionales- eran un referente para los nacientes artistas que las consideraban como la mejor vía de promoción y reconocimiento. En la edición de 1887 es la primera vez que concurren Eloísa y José a una Exposición Nacional, donde se dan a conocer. Ambos presentaron sus trabajos en la sección de Pintura. El asunto elegido por los hermanos trató de dos episodios de la cultura clásica: ella con la obra La hija de Debutades; y José –que contaba tan sólo diecinueve años– con el impresionante lienzo que escenifica La muerte de Lucano, del cual obtuvo una merecida Segunda Medalla, siendo adquirido por el Estado, y que recientemente ha sido depositado en la pinacoteca montillana dedicada a Garnelo mediante un acuerdo con el Museo del Prado, propietario de la obra.

Por estas fechas, los dos hermanos trabajan conjuntamente en la decoración de la nueva iglesia de Ntra. Sra. de los Dolores que se construye bajo la dirección de su padre en Montilla, a expensas de la señora doña Dolores Moreno Sánchez, viuda del ingeniero militar José María Sánchez-Molero y fundadora del Asilo que asiste la Congregación de Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Sobre la construcción de la capilla, quien mejor narra este proceso es el historiador José Morte Molina, contemporáneo de la misma, que escribe lo siguiente: “…destácase perfectamente pintada en la alta cúpula una magnífica composición que representa el místico pensamiento de «una salve en el cielo», primicias del inspirado joven artista don José Garnelo (hijo), […]. En los recuadros que separan las ojivas, se ven diestramente ejecutados por la señorita Dª Eloisa, hermana del citado pintor, tres medallones con ángeles y emblemas propios de la inmaculada virgen.”[1] La capilla quedó inaugurada el 27 de mayo de 1888. A partir de esta fecha, la producción pictórica de Eloísa no se detiene. Ya es una mujer conocida en los ambientes artísticos del país y concurre a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1890, celebrada en Madrid. En esta ocasión expone en la sección de Arte Decorativo dos jarrones, que el pintor y escritor Ceferino Araujo Sánchez reseña así en la prensa de la capital del reino: “Aunque son sencillos los dos floreros de doña Eloísa Garnelo, no por eso llaman menos la atención, por la maestría con que están ejecutados”[2].

1892 será un año destacado para la familia Garnelo, pues por vez primera acuden a una Exposición Internacional de Bellas Artes los tres hermanos y todos son premiados. José obtiene Primera Medalla por su obra Cornelia, Manuel obtiene Mención Honorífica por su escultura inmaculista Tota pulchra est María, y Eloísa consigue el mismo reconocimiento que éste por su  óleo Vendimiadoras montillanas, que llega a ocupar la portada del rotativo La Ilustración Nacional, y en su interior se gana la consideración del literato Enrique Contreras Camargo en los siguientes términos: “Brillante y sobrio de color, correcto de dibujo, suelto y gracioso de factura, sencillo y discreto de composición y sentido como expresado, el lienzo que exhibe en el concurso la señorita doña Eloísa Garnelo revela que su autora es una artista consumada, que hace honor al apellido que lleva. Las vendimiadoras es uno de esos cuadros que más se admiran y que más elogios merecen por parte de la crítica y del público, lo cual demuestra que la señorita Garnelo ha conseguido un triunfo, por el que la felicitamos sinceramente”[3]. En los mismos términos se expresa el corresponsal del periódico El Liberal, que reproduce un dibujo de dicha obra. Aunque más escueta, no menos contundente es la reseña catalográfica de la Exposición: “Eloísa Garnelo.- Vendimiadoras montillanas. Cuadro de costumbres rurales. Bueno de color y dibujado como quisieran dibujar muchos pintores”[4]. Unos meses más tarde vuelve a ser reproducido en la conocida y acreditada publicación barcelonesa La Ilustración Artística, que dedica un párrafo a una sucinta biografía de la artista y concluye con elogiosas palabras hacia su obra: “y por último, las Vendimiadoras montillanas, premiado en la Exposición de 1892, trasunto fiel del natural, asunto interpretado felizmente y en el que hay que admirar la exactitud del colorido y su agradable entonación”[5].
Su labor artística es reconocida por la revista semanal Barcelona cómica, que le dedica en su edición del 17 de marzo de 1894 su espacio titulado “Mujeres Ilustres”. En el texto, que reproducimos en parte, se reflejan abiertamente las dificultades que las mujeres tienen para cultivar el campo de las artes en aquella sociedad decimonónica. Pese a ello, el autor alienta a éstas a que lo hagan y tomen como ejemplo a seguir a nuestra protagonista: “Eloísa Garnelo goza hoy en el mundo artístico de una tan envidiable y celebrada reputación […]. La aparición en el cielo del arte de una nueva estrella es mirada siempre con cierta innata prevención. ¿Qué es eso? –dicen las mujeres– ¿una de nosotras descollando por su talento sobre todas las demás? ¡Esto no puede ser! ¿Cómo se entiende? –gritan los hombres– ¿una mujer invadiendo nuestros dominios? Y sin embargo, si la mujer vale, estudia, se aplica y progresa, triunfa y vence en toda línea, sobreponiéndose a los obstáculos de los unos y las envidias de las otras. Esto ha sucedido a Eloísa Garnelo, autora de obras tan briosamente concebidas como ejecutadas y que apenas si convencen al que las ve, de que están firmadas por mano suave, blanca y fina de mujer elegante. Y es que los intérpretes del arte y la belleza, cuando cumplen esta elevadísima y sagrada misión parece que hacen abstracción completa del sexo”[6].

El 19 de junio de 1895 José Garnelo toma posesión de la cátedra de profesor en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, traslado que abre las puertas de la Ciudad Condal para Eloísa, que al año siguiente la encontramos en la nómina de participantes de una muestra de Arte Femenino en el Salón Parés, con el envío de un “jarrito de flores que, puesto sobre una ménsula, ha pintado la señorita Garnelo, envolviendo armoniosamente el modelo en la soñolienta atmósfera de aristocrático interior”[7].

Nuevamente concurre junto a sus hermanos José y Manuel, esta vez a la Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas que organiza el Ayuntamiento de Barcelona en 1896, donde consigue una Segunda Medalla con su Tapiz Florentino, que al año siguiente presenta en la Exposición Nacional de Bellas Artes, celebrada en Madrid, obteniendo Mención Honorífica[8]. Son años intensos en la creación plástica de Eloísa, que con el paso del tiempo aparca la Pintura en beneficio del Arte Decorativo, terreno en el que parece sentirse más cómoda.

Aparte de las producciones propias, colabora con su hermano José en la preparación de pigmentos y materiales de pintura, que le envía a Barcelona[9], donde éste estudia y traza los primeros perfiles de su gran composición: La gruta de Lourdes.

El cambio de siglo, con el “Desastre del 98” y sus posteriores repercusiones, es una época difícil para la sociedad española. Son años duros significados por la presencia de necesidades básicas para la subsistencia de la población, que desemboca en la pobreza, la enfermedad y la miseria para muchos. Los hermanos Eloísa y Enrique caen enfermos. Las continuas molestias respiratorias les hacen pasar largas temporadas en balnearios y sanatorios para su recuperación. La enfermedad hace que Eloísa aparque la paleta y los pinceles a la espera de una mejoría que nunca llega.

Tienen que pasar siete años para que se vuelva a ver su nombre y su obra presentes en una nueva edición de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Esto ocurre en 1904, donde expone, nuevamente en la sección de Arte Decorativo, un grupo de dibujos titulado: Trabajos para la enseñanza del dibujo artístico-industrial, siguiendo las directrices de su hermano José, que en su afán de renovar el sistema educativo de Bellas Artes involucró a su hermana en este feliz proyecto. Este conjunto de ilustraciones tiene muy buena acogida del jurado de la muestra, que lo premia con una Tercera Medalla, siendo la única mujer que es galardonada en esta ocasión[10]. Este grupo de dibujos fueron editados en una Memoria ese mismo año[11].

A finales de 1905 muere su hermano Enrique, con 35 años, a consecuencia de la infección respiratoria aguda que padecía desde años atrás. Eloísa tampoco escapa a los efectos de la enfermedad, que la obliga a dejar para siempre los pinceles y la paleta una fría tarde del día 18 de febrero de 1907, falleciendo en el hogar familiar de la calle Corredera, a sus 45 años, truncándose su vida y su fugaz carrera artística[12]. Sus restos mortales reposan en la cripta que la familia Garnelo posee en la Parroquia de Santiago Apóstol.

*Artículo publicado en: Nuestro Ambiente. Año XXXIII, nº 366 (agosto-septiembre, 2010), págs. 20-21.

FUENTES


[1] MORTE MOLINA, JOSÉ: Montilla, apuntes históricos de esta ciudad, pp. 106 – 108. Montilla, 1888.
[2] El Día de Madrid. Núm. 3618. Publicado el 25/05/1890. Edición de la noche.
[3] La Ilustración Nacional. Año XIII. Núm. 31. Edición de 06/11/1892.
[4] El Liberal en la Exposición de Bellas Artes. Edición de 22/10/1892. Edición Especial.
[5] La Ilustración Artística. Núm. 614. Edición de 02/10/1893.
[6] Barcelona cómica. Año VII. Núm. 12.
[7] La Vanguardia. Año XVI. Núm. 4899. Edición de 24/12/1896.
[8] La Época. Edición de 08/06/1897.
[9] Epistolario de José Garnelo (Inédito). Biblioteca del Museo Garnelo. Carta nº 92, de fecha 20/01/1897.
[10] PANTORBA, BERNARDINO DE: Historia y crítica de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas en España, p. 179. Ediciones Alcor. Madrid, 1948.
[11] GARNELO, ELOÍSA: Enseñanza del dibujo artístico industrial: Memoria sobre los dibujos presentados en la Exposición general de Bellas Artes. 28 pp. 23 cm. Madrid, 1904.
[12] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla. Libro 38 de defunciones, f. 193 v., nº 510

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