martes, 15 de marzo de 2011

PEDRO FREILA DE GUEVARA Y SU OBRA EN MONTILLA. II. MÁRTIRES Y PATRONOS.

En el artículo anterior dábamos la noticia de uno de los varios trabajos realizados por el artista Freila de Guevara para Montilla, artículo que iniciamos con un esbozo biográfico y artístico de las obras más sobresalientes conocidas de este gran escultor granadino, afincado en Córdoba. Tras la introducción, desarrollamos un documento notarial fechado en 1623, donde se comprometía con el hermano mayor de la cofradía de Jesús Nazareno, Pedro de Luque Monturque, a componer una imagen de la Virgen Dolorosa para la corporación pasionista radicada en el convento de San Agustín.

En esta ocasión, vamos a publicar algunos trabajos más que Freila contrata en Montilla años después del referido arriba. Hemos subtitulado este trabajo Mártires y Patronos porque las esculturas a las que nos vamos referir reúnen estas características dentro del santoral cristiano en Córdoba y España.

Escultura de San Acisclo. Freila de Guevara, 1629
El 6 de agosto de 1625 Pedro Freila rubrica con el hermano mayor y el mayordomo de la cofradía de Santiago de los Caballeros, a la sazón Benito Márquez y Pedro de Luque Monturque, su compromiso a tallar “una imagen del Sr. Santiago de madera de pino dorara y estofada del largo de siete cuartas de alto [unos 146 cm] de figura de apóstol con vestidura del apostolado y cruz de la insignia de Santiago en el pecho con su bordón en la mano derecha y en la izquierda un libro y sombrero a la espalda y en él algunas insignias de peregrino”[1].

Como se puede apreciar en los nombres de los oficiales de la corporación jacobea montillana, su mayordomo, Luque Monturque, es la misma persona que dos años antes había concertado la imagen Dolorosa Nazarena, de cuya cofradía era hermano mayor. Por lo que también podemos confirmar el cumplimiento del anterior contrato y el  contento de los nazarenos y montillanos en general, que, nuevamente, solicitan la presencia del maestro mayor de la ciudad y obispado de Córdoba para que modele y talle la imagen del patrono de España para su cofradía y parroquia.

En la detallada escritura notarial, Pedro Freila se compromete a entregar la hechura del apóstol peregrino “bien acabado a contento y satisfacción de la persona que fuere nombrada para ello por los hermanos de la cofradía del Sr. Santiago desta villa”, y en un plazo de entrega de nueve meses “lo dará acabado para la pascua florida primera venidera del año de mil y seiscientos y veinte y seis”. El precio de la obra ascendía a 50 ducados, equivalentes a 550 reales, a pagar en tres plazos, los primeros 200 reales a la firma del contrato “que ha recibido de Benito Márquez hermano mayor de la dicha cofradía de los cuales se dio por entregado”, otros 200 más “el día de pascua de navidad primera que entra deste año […] e lo restante [150 reales] el día que entregare el dicho Santo que se han de obligar a pagarlos el dicho Benito Márquez como tal hermano mayor e Pedro de Luque Monturque mayordomo de la dicha cofradía”[2].

La cofradía de Santiago tuvo su origen en la Orden de Caballeros Cuantiosos instituida en Montilla. Esta organización cívico-militar estuvo regentada por los hijosdalgos de la villa, una élite social que no superaba la décima parte de sus habitantes, que durante el Antiguo Régimen ocuparían los regimientos, oficios y cargos públicos otorgados por el titular del Señorío. Esta minoría privilegiada tenía la obligación de ostentar cierta riqueza, armas y caballería propias, con el fin de prestar servicios de defensa en cualquier ocasión que fueren requeridos por el Marqués de Priego o el Rey. Tras abolir esta Orden el monarca Felipe III en 1619, sólo quedó la denominación honorífica que mantuvo la cofradía de “Santiago de los Caballeros” en recuerdo a las raíces medievales vinculadas con la Reconquista., que rendían culto al patrono de España cada 25 de julio.

No tenemos constancia de la existencia de esta escultura del apóstol Santiago que acabamos de describir. El titular de la parroquia y cofradía a la que da nombre es una pintura que hoy se exhibe en la sacristía mayor del templo matriz montillano, que posiblemente sustituyera a la obra de Freila de Guevara en el siglo XVIII cuando se remodela el presbiterio y altar mayor con un nuevo retablo, presidido por un manifestador rodeado de representaciones pictóricas al óleo.

De la producción artística de Freila de Guevara en nuestra ciudad tenemos más ejemplos que –afortunadamente– hoy se conservan. La fervorosa devoción que la montillana Antonia Rodríguez, esposa de Cristóbal de Cuenca, tuvo a lo largo de su vida hacia los Santos mártires Acisclo y Victoria, patronos de la ciudad y diócesis de Córdoba, le llevó a concertar el 15 de febrero de 1628 con Pedro Freila la hechura de “dos figuras de santos Acisclos y Victoria patronos deste obispado de una vara de estatura cada uno de escultura y dorado y estofado y su peana y los dará acabados… en la ciudad de Córdoba y a su fuero el último día del mes de agosto deste presente año”[3] para lo que le prestó su fianza el albañil montillano Alonso López Mohedano.

Este contrato no se llegó a cumplir por parte de Freila de Guevara, que, posiblemente, estaba acosado por la excesiva cantidad de encargos recibidos en esta etapa de su vida artística, para lo cual se vuelve a obligar ante el mismo escribano con Antonia Rodríguez el año siguiente, donde ambas partes asientan el día 12 de agosto de 1629 un  nuevo acta notarial, acordando la ejecución de las esculturas, donde el artífice se comprometió “de hacer y acabar dos figuras de los santos Acisclos y Victoria patronos deste obispado de Córdoba de una vara de estatura cada uno de escultura y dorado y estofado y su peana a satisfacción de Acisclos Fernández yerno de la dicha Antonia Rodríguez vecino desta villa”[4], encargado de recibirlos una vez terminados en el taller de Freila de la capital cordobesa.

Pero en este nuevo contrato se especificaron más condiciones para la confección de las esculturas. Para ello la parte contratante podía nombrar “persona del oficio que declare si son de recibir o no, y no siendo a satisfacción como dicho es éste [Freila] devolverá a la dicha Antonia Rodríguez el dinero que hubiere recibido”. Del mismo modo, se condiciona la transferencia de las obras, por lo que el escultor debía “de entregar las dichas dos figuras de santos en la dicha ciudad de Córdoba en su caja para poderlas traer a esta villa de Montilla y entregará a quince días del mes de octubre deste presente año de mil seiscientos veinte y nueve”. También quedó aclarado el importe y la forma de pago de las mismas, que ascendía a 80 ducados retribuidos en tres veces. Nuevamente vuelve a aparecer como fiador del escultor López Mohedano, y entre los testigos encontramos al conocido presbítero Lcdo. Antón Martín de Madrid[5].

Santa Victoria, mártir.
 Acisclo y Victoria viven los primeros tiempos del cristianismo en Córdoba, religión que acogen en su credo en una época dura para los seguidores de Jesucristo que habitaban del vasto imperio romano, cuyos mandatarios ordenan su persecución hasta la saciedad. Tal es el caso de estos dos jóvenes, que son condenados y martirizados durante el mandato del emperador Dioclesiano y, sin quererlo, su sangre es la primera que se derramará por Jesucristo sobre la fértil tierra cordobesa. Acisclo fue decapitado en los márgenes del río Guadalquivir un 17 de noviembre, y Victoria fue asaetada en el anfiteatro romano, en los albores del siglo IV.

Desde muy temprana fecha los cristianos cordobeses le rindieron veneración y culto. En el lugar del martirio de Acisclo fue levantada una basílica en su honor, que aún existía en época visigoda. Después de la reconquista de Córdoba se levantaría el convento de los Santos Mártires, desaparecido con la desamortización de 1835.

De la huella de la devoción de los montillanos hacia los protomártires y patronos de Córdoba, tenemos noticia de la existencia de una cofradía radicada en la Parroquia de Santiago, fundada bajo el auspicio de Antonia Rodríguez y su familia. En 1636 hay constancia documental de sus inicios cultuales en honor de los Santos Mártires[6], siendo su primer hermano mayor Cristóbal de Cuenca, hijo de la citada Antonia, que no sólo costea las imágenes titulares, sino que también corre con los gastos del pendón procesional como declara en su testamento el 3 de mayo de ese año, que había entregado 17 ducados “a cuenta de lo que costó el pendón para la dicha cofradía”[7].

Los cultos organizados por esta cofradía consistían en la celebración de la fiesta en honor de los Santos Mártires el 17 de noviembre de cada año, con una misa solemne y procesión hasta la ermita de Santa Catalina y en los días siguientes se continuaba con un octavario. Aparte, también celebraban una misa de réquiem por cada hermano fallecido. Esta cofradía tuvo una efímera existencia, ya que su último año de vida es 1665[8]. A partir de entonces se hizo cargo de los cultos el clero parroquial, que celebraba su onomástica con una Misa Solemne y la lectura de los Autos de Fe en el altar mayor, donde “el sacristán semanero tendrá cuidado de poner los Santo Mártires… los que se están toda la Octava”[9].

En la actualidad, las efigies barrocas de los santos Acisclo y Victoria se veneran en la ermita de Ntra. Sra. de Belén, a ambos lados del retablo mayor que forma la portada al camarín de la Virgen que da nombre a la ermita y sus contornos.

FUENTES

[1] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla (APNM). Notaría 2ª, leg. 225, fol. 265.
[2] Ibídem.
[3] APNM. Nª 4ª. Leg. 632, f. 76.
[4] APNM. Leg. 633, f. 689.
[5] Ibídem.
[6] Archivo Parroquial de Santiago Apóstol de Montilla (APSM). Libro cuadrante de los cultos parroquiales, s/f.  Año de 1636.
[7] APNM. Leg. 640, f. 873. Antonia Rodríguez fallece el 28/03/1642, y es enterrada en la capilla de Ntra. Sra. de la Soledad. Entre sus herederos nombra a dos de sus nietos, llamados Acisclo y Victoria.
[8] APSM. Op. cit.
[9] APSM. Distribución por meses de lo que se debe hacer en esta Iglesia y Sacristía según sus obligaciones y cargas en todo el año, f. 49 v

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