domingo, 15 de noviembre de 2015

GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA "EL GRAN CAPITÁN", BIOGRAFÍA MÍNIMA

Gonzalo Fernández de Córdoba nace en el castillo de Montilla en marzo de 1453. Es el tercer hijo de Pedro Fernández de Córdoba y Elvira de Herrera y Enríquez, Señores de Aguilar. Con apenas dos años queda huérfano de padre, por ello la madre encomienda su educación a Diego de Cárcamo, con quien parte en 1466 para la corte del infante don Alfonso, hasta que se produce la muerte de éste dos años después.


En el promontorio de "la Montiella" los Fernández de Córdoba, señores de Aguilar, levantaron una fortaleza que sería su residencia a partir de los primeros años del siglo XV. Al igual que sus hermanos, en ella nació Gonzalo en 1453.
En septiembre de 1468, Enrique IV reconoce a su hermana Isabel como su sucesora en el trono castellano, en el tratado de los Toros de Guisando. Gonzalo vuelve a Córdoba, donde en 1470 valora la posibilidad de tomar el hábito de la religión de San Jerónimo, idea que no resultará. Durante esos años permanece ocupado en el ejercicio de varios cargos públicos locales y en asuntos familiares.

El 18 de septiembre de 1474 contrae matrimonio con Isabel de Sotomayor prima suya e hija del Señor del Carpio. Celebrados los esponsales, recibe de su hermano mayor, Alonso, la alcaldía de Santaella, villa en la que será hecho prisionero por su pariente el Conde de Cabra, quien lo mantiene retenido durante tres años y medio en Baena, por disputas de banderías familiares. Aquellos altercados serán pacificados por la ya reina Isabel de Castilla, que intercede para poner fin a los mismos y a la liberación de Gonzalo.

Desde 1475 el reino castellano se hallaba inmerso en una guerra de sucesión por la corona de Enrique IV. A pesar de haber sido acordada la transmisión de la monarquía a Isabel, los nobles partidarios de su sobrina, Juana, apoyados por Portugal, defendieron con las armas los derechos de “la Beltraneja”.

Será en los últimos compases de este conflicto dinástico donde Gonzalo recibirá su bautismo de fuego y destacará por sus dotes militares. El enfrentamiento acontecido en la fronteriza tierra de La Albuera (Badajoz) en febrero de 1479 será el escenario de su primera batalla y su primera victoria, además de ser el último combate de la guerra en el cual la corona castellana queda irreversiblemente unida. Tras la derrota portuguesa, en septiembre se firmará la paz en Alcazovas. Al gozo del triunfo, a Gonzalo se le suma el dolor de la pérdida de su mujer y primera hija, ya que ambas fallecen durante el parto.

En 1482 comienza la Guerra de Granada. Ese año, el segundón de la Casa de Córdoba y Aguilar participa en el socorro de Alhama. Al año siguiente conoce a  Boabdil, tras ser capturado el rey moro en Lucena. En mayo y junio de 1486 participa notoriamente en la toma de Loja e Íllora, siendo nombrado alcaide de esta última villa.

Preside la plaza de las Tendillas, epicentro de Córdoba,
la efigie ecuestre de El Gran Capitán, imaginado por
el escultor Mateo Inurria, inaugurada en 1923.
La guerra corría a favor de los Reyes Católicos que, además de las guardias reales y las mesnadas aportadas por villas y ciudades de sus reinos, contaban con el apoyo de las órdenes militares, la infantería suiza, y de voluntarios alemanes, franceses e ingleses, sin olvidar el respaldo expreso del pontífice Inocencio VIII que concede al conflicto Bula de Cruzada en 1487.

En febrero de 1489, relajada por el invierno la contienda, Gonzalo celebra sus segundas nupcias con María Manrique de Lara, hija de Fadrique Manrique de Castilla y Beatriz de Figueroa, con quien tendrá tres hijas, aunque sólo una –Elvira– será su sucesora y heredera.

La guerra prosigue su curso, y este año se rinden a las banderas castellanas las ciudades de Baza, Guadix y Almería. En 1490 se inician las negociaciones con los nazaritas granadinos para dar fin al conflicto bélico. Gonzalo es uno de los comisionados por los Reyes Católicos, ya que a sus dotes diplomáticas hay sumar su amistad con Boabdil y el conocimiento de la lengua y costumbres árabes, dado que es un hombre de frontera. Un año después comienza el cerco a Granada, que es rendida el 2 de enero de 1492, cerrándose así la larga etapa de presencia islámica en la península ibérica.

Anexionado el reino granadino a la corona castellana se suceden varios años de paz. Los monarcas recompensan los trabajos de Gonzalo con las encomiendas santiaguistas de Valencia del Ventoso (Badajoz) y Guadalcanal (Sevilla), el Señorío de Órgiva y las alcaidías de Íllora, Loja y Castell de Ferro (Granada).

En 1493 Gonzalo acompaña a Boabdil hasta Fez, ciudad marroquí en la que sitúa su exilio. Durante este período también encontramos a Gonzalo por la tierra que le vio nacer, resolviendo asuntos familiares.

En 1494 el rey de Francia, Carlos VIII, invade Nápoles tras cruzar la península italiana sin obstáculo alguno. El rey napolitano, Ferrante II, huye a Sicilia donde espera el socorro de la “Liga Santa” formada por varios estados europeos encabezada por la monarquía hispánica, que afirma así la defensa de sus intereses en Nápoles. 

En 1894 el Ayuntamiento de Montilla dedicaba la antigua calle de la Torrecilla al Gran Capitán. En 1953 fue colocada una placa en su homenaje, con motivo del V centenario de su natalicio, en la cegada puerta de la primera casa, cuyo escudo de armas representa los apellidos paternos, y la tradición recuerda como casa propia del insigne militar.
En febrero de 1595 Gonzalo es nombrado jefe del cuerpo expedicionario que los Reyes Católicos envían a Italia para frenar la ofensiva francesa sobre el reino de Nápoles, la expedición parte del puerto de Cartagena y desembarca en la costa siciliana de Mesina el 24 de mayo, siendo recibida por el monarca  napolitano.

El primer choque con el ejército francés se produce en Seminara, donde las tropas de la Santa Liga mandadas por Ferrante II sufren su primer revés, ya que el monarca desoye los consejos de Gonzalo. A partir de entonces el rey cede el mando al general montillano, que acentúa la disciplina de las tropas, reorganiza la estructura del ejército, modifica el armamento y la estrategia de combate.

La reestructuración táctica comienza a dar sus frutos, iniciándose una sucesión de victorias. La primera de ellas tiene lugar el primer día de julio de 1496 en Atella, donde rinde la fortaleza ocupada por el ejército francés. Se gana el apelativo de «Gran Capitán», que le acompañará el resto de sus días.

Poco después, el pontífice Alejandro VI reclama la ayuda de Gonzalo para liberar la ciudad portuaria de Ostia, donde los franceses se habían hecho fuertes. El Gran Capitán acepta la empresa y en marzo de 1497 libera la estratégica plaza romana. El papa Borgia lo recibe en Roma y le premia con la Rosa de Oro, máxima condecoración  pontificia. Acabada la campaña, vuelve a Nápoles, donde Ferrante II le concede el ducado de Santángelo.

Hasta mediados de 1498 permanece Gonzalo en suelo italiano. Regresa a España y es recibido por los Reyes Católicos en Zaragoza. Viaja a Andalucía,  para reunirse con su familia. En Granada le sorprende una revuelta morisca a comienzos del año 1500, en cuya pacificación participa.

A mediados del citado año es nombrado jefe de un ejército compuesto por los países europeos que componen la “Santa Liga”, cuya misión es reconquistar las islas jónicas de Corfú y Cefalonia que habían sido arrebatadas por los turcos a los venecianos. En la segunda mitad de 1500 acontece la campaña, que culmina con el asedio y toma del castillo de San Jorge, el 24 de diciembre. Don Gonzalo recibe de la República de Venecia el título de Gentilhombre, en agradecimiento a la reconquista de las islas y, sobre todo, a la primera derrota del imperio turco, quien hasta entonces parecía invencible.

Ante el empuje turco en el Mediterráneo, Francia y España acuerdan mediante el Tratado de Granada ocupar el reino de Nápoles, el primero el norte y el  segundo el sur. Para ejecutar la parte española, en 1501 el Gran Capitán es nombrado por los Reyes Católicos Lugarteniente General de Apulia y Calabria, y regresa a Nápoles con plenos poderes para tomar posesión de tales territorios.

Se pone en marcha la llamada segunda conquista de Nápoles. En marzo de 1502 ocupa las plazas pactadas de Tarento y Manfredonia, aunque pronto se rompe el acuerdo hispano-francés por la delimitación de la frontera. El ejército del Gran Capitán es asediado en Barletta, cuyo largo y penoso bloqueo de ocho meses resiste y logra romper el 27 de abril de 1503.
Billete de cien pesetas expedido por el Banco de España en 1931, dedicado al Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba.
Una vez llegados los refuerzos, vence al ejército francés en la célebre batalla  de Ceriñola, que tendrá lugar al siguiente día y donde caerá derrotado el Duque de Nemours. La sucesión de victorias españolas y la confianza en el Gran Capitán hizo que los napolitanos se decantasen por la causa hispánica. Por el contrario, los franceses retroceden día tras día hasta que entrado el invierno plantan batalla a las huestes españolas en los márgenes del río Garellano, donde una vez más son derrotados por el Gran Capitán el 29 de diciembre, en una muestra más de su talento militar. El diezmado ejército francés se repliega en la fortaleza de Gaeta y es sitiado por las tropas españolas, lo que hizo presentar su capitulación ante el Gran Capitán el 2 de enero de 1504, poniéndose fin a la guerra. 

Tras la derrota francesa, en los meses siguientes Luis XII de Francia y los Reyes Católicos firman el tratado de Lyon, donde el primero reconoce la soberanía española sobre Nápoles. En noviembre de aquel mismo año muere la reina Isabel la Católica.

Gonzalo Fernández de Córdoba es nombrado Virrey de Nápoles, cargo que ocupa hasta 1507. Durante ese período reorganiza la defensa y administración del reino. En agradecimiento, los Reyes Católicos le otorgaron el título de Duque de Terranova.

Durante los años de gobierno de Gonzalo en Italia surgen ciertas desavenencias con la corte española, alimentadas por los consejeros de Fernando el Católico. Ello hizo que el rey de Aragón visitara Nápoles en 1507, quien a su llegada le concede los ducados de Sessa, Andría, Montalto y Torremaggiore, además del marquesado de Bitonto, a la par que le reclama la relación de gastos de sus campañas militares.

Con la promesa de ocupar el maestrazgo de Santiago, lo releva en el gobierno napolitano y ambos regresan a España, no sin antes hacer escala en Savona,  donde los recibe el rey de Francia. Una vez en España, el Gran Capitán se establece en Loja, donde espera nuevas de la corte. Por su parte, el rey Católico olvida las promesas y lo condena al ostracismo.

En 1508 Gonzalo asiste a la demolición de la fortaleza familiar de Montilla, en la cual había nacido y crecido junto a sus hermanos Alonso y Leonor. El castigo fue impuesto a su sobrino, el primer marqués de Priego, que había encabezado una rebelión de la nobleza cordobesa contra un comisionado de la corona.

En su ya retirada vida, Gonzalo Fernández de Córdoba decide peregrinar a Santiago de Compostela en 1510, para postrarse junto al sepulcro del Apóstol y agradecer su intercesión en sus hechos de armas. Una vez allí, hace donación de una lámpara votiva de plata y de unas rentas para la dotación de una función religiosa por las ánimas de su linaje.

Monasterio de San Jerónimo de Granada. En la capilla mayor
del templo está sepultado, por expreso deseo, el Gran Capitán.
Aislado de la vida pública y sólo rodeado de los suyos, en agosto de 1515 sale de Loja hacia Granada, donde redacta sus últimas voluntades el último día de noviembre y fallece tres días después. Es sepultado en el convento Casa Grande de San Francisco donde permaneció hasta que concluyeron las obras de la capilla mayor del monasterio de San Jerónimo, que había sido donada por el emperador Carlos V a sus herederos para tal fin. 

En 1552 sus restos mortales fueron trasladados al templo gran renacentista, donde reposan bajo una blanca piedra mármol cuya leyenda reza: Los huesos de Gonzalo Fernández de Córdoba que, con su gran valor, se apropió el sobrenombre de Gran Capitán, están confiados a esta sepultura hasta que al fin sean restituidos a la luz perpetua. Su gloria no quedó sepultada con él.

Y aunque el soldado murió, el mito aún sigue vivo después de cinco siglos.

lunes, 28 de septiembre de 2015

LOS PRIMEROS TEXTOS IMPRESOS EN MONTILLA*

La historia general de un pueblo, de una civilización o de una cultura, se abastece de la pequeña historia, la que cotidianamente advierte el transcurrir diario de sus gentes, de sus propios hechos, de sus luces y de sus sombras. Son estas gentes las que forjan la historia con sus inquietudes, aspiraciones y proyectos, fruto propio de una vida -muchas veces ingenua e incomprensible para la sociedad que los rodea- en la que sus imprevistos esfuerzos, afanosos y altruistas, son posteriormente reconocidos por la misma historia. Cuando se dan estas condiciones, donde la historia de cada día repercute en el transcurrir de la historia oficial de un país a través de sus hechos, y la versión local de la misma trasciende a la general, podemos señalar que en ese lugar se escribió una página de nuestra común historia.

Esta obra fue traducida por Juan Bautista
de Morales al castellano, y fue impresa
entre Córdoba y Montilla, en 1622.
Tal fue el caso, de las inquietudes que Juan Bautista de Morales mostró hacia las ciencias y las letras de su época. Nuestro paisano nace en el seno de una familia donde la lectura y la escritura eran cotidianas. Hijo de Leonor Rodríguez de Morales y Juan Baptista, que ostentaba en la villa los oficios de procurador y notario apostólico, es bautizado el domingo 7 de julio de 1577 en la parroquia matriz de Santiago, ante la presencia de los padrinos don Pedro de Figueroa y doña María Venegas[1]. Su niñez y juventud las pasa entre el colegio de La Encarnación, donde recibe la educación y formación de los padres jesuitas, y el hogar familiar, donde su padre escribe y compone los legajos de manuscritos oficiales para las autoridades judiciales del marquesado y eclesiásticas de la diócesis.

La polifacética vida de Juan Bautista de Morales transcurrió entre Montilla, Córdoba, Sevilla y Madrid. En los archivos locales constatamos que contrae matrimonio el 25 de agosto de 1596 con Inés de León[2]. Fruto del enlace nacen sus tres hijas: María, Ana y Magdalena, entre 1597 y 1601.

En el terreno profesional sigue los pasos de su padre, actuando de notario apostólico en numerosos documentos eclesiásticos de la época, entre los que podemos citar por su relevancia, los interrogatorios del proceso de beatificación del Venerable Maestro Juan de Ávila, que se hacen en Montilla en 1624, donde es convocado como “notario infrascripto, apostólico, y aprobado y escriptto en el Archivo de la Cortte Romana, a quien nombró para esta información, y juró de fidelitter agendo.”[3]

Asimismo, el 21 de julio de 1619 compra un oficio de procurador en Montilla a Martín Jerónimo de Varo “en precio de mil y cuatrocientos y quince reales […] por cuanto los a recibido del dicho Juan Baptista de Morales realmente y con efecto”[4]. A partir de esa fecha se deja ver en incontables escrituras notariales de los protocolos locales, donde interviene como apoderado en los más variados documentos de compraventa, pleitos, testamentarias, etc.

Este insólito tratado de poesía fue impreso por
 el portugués Manuel Botello de Payva en 1627,
en su establecimiento de la calle Corredera.
Pero si por algún motivo es relevante el paso de este insigne montillano por las escribanías de la entonces villa del Marqués del Priego, es porque un 10 de octubre del año 1622 se presenta ante el notario público Luis Gutiérrez acompañado de Manuel Botello de Payva, que se ha trasladado desde Sevilla con la maquinaria de una imprenta cuya compra ha concertado Juan Bautista en días pasados con el maestro impresor Gabriel Ramos Bejarano, cordobés afincado en la capital hispalense. A la histórica cita también concurren como testigos sus hijos políticos Pedro Mantero y Andrés de Morales, junto con su buen amigo Cristóbal de Carrión.

La citada escritura, que recogemos íntegra, describe la instalación de una imprenta estable, donde han de trabajar conjuntamente el impresor sevillano como maestro y oficial, y Juan Bautista de Morales como propietario y promotor de la empresa, detallando exhaustivamente los derechos y deberes de ambos para el óptimo funcionamiento de la misma.

“En la villa de Montilla en diez días del mes de octubre de mil / y seiscientos y veinte y dos años en presencia de mí el escribano público y testigos / parecieron Juan Baptista de Morales vezino desta villa y Manuel / de Paiba vezino que dixo ser de la ciudad de Sevilla estante / de presente en esta villa y dixeron que por quanto el dicho / Juan Baptista de Morales trajo a ella un imprento de hazer / libros con la prensa y demas cajas y demas / recado que para ella le envió vendida Grabiel Ramos / Bexarano vezino de la ciudad de Sevilla el qual concertó / con el dicho Manuel de Paiba que avia de venir con ella / a esta villa para administrarla como Maestro y oficial / accediendo solo y con oficiales no aviendolos o aviendolos a la compostura en la caja y a tirar y batir en la prensa / y hazer todo lo que en su aumento y buen despacho fuese / necesario y el susodicho le puso por dicha y después que estan / en ella sean concertado el dicho Juan Baptista de Morales / y el dicho Manuel de Paiba de que se haga asiento por / un año y por el dicho trabajo y ocupación el dicho Ma/nuel de Payba a de llebar y el dicho Juan Baptista de Morales / le a de pagar cincuenta reales cada mes demas / de la cama comida y bebida y ropa limpia cada / mes. Y para que la susodicha sea estable an  acordado / de otorgar dello escritura en forma. Por tanto en / aquella vía y forma que mejor a lugar en derecho / el dicho Manuel de Payba se obligó a asistir / y trabajar conforme la relación de la cabeza desta / escritura en la imprento en la casa del dicho Juan Baptista /de Morales acudiendo a la caja y prensa como dicho es / sin oficiales y con ellos conforme la ocasión se ofreciere / y si saliere fuera la dicha imprenta a imprimir algun libro u otra cosa a Sevilla y ir con ella donde quiera que fuere / por tiempo de un año que empieza a correr desde primero deste presente mes de octubre y que en el / no dexara la dicha imprenta ni dexara de trabajar / día alguno de trabajo sopena que si la dexare / y se ausentare el dicho Juan Baptista pueda traer otro / oficial a su costa y por lo montare y se / contentara con el pueda executar a el dicho Manuel / de Paiba. Y si por esta causa alguna otra comenzada / causare y por esta razon  u otra algun daño o costa / se lesigiere al dicho Juan Baptista le pueda executar / por la cantidad que fuere la perdida o la costa / montare lo qual queda diferido en el juramento / del dicho Juan Baptista para que con el solo y sin otra / prueba ni averiguación  alguna sea recaudo / bastante para ejecutarle. Y el día que de/xase de trabajar por su culpa el dicho Manuel de / Paiba se le descuente quatro reales de su salario / o los que fueren los aya de cumplir después de cumplido el año conforme a la voluntad del dicho Juan Baptista en cuya / averiguación queda diferida en su juramento como / dicho es. Y confiesa que a cuenta de lo que a de / ganar de salario a recivido del dicho Juan Baptista de Morales / un bestido calzon ropilla y ferreruelo de paño de / mezcla nuevo con botones de plata y unas mangas de / tafetán de polín y unas ligas de tafetán con randas / y puntas de plata fina en quince ducados. / En dineros a recivido hasta oi día de la fecha del mes / setenta y dos reales que todo monta doscientos y treinta y siete reales. Y lo que nos fuere / reciviendo el dicho Juan Baptista lo a de tener sentado dicho en su / libro y asiento y firmandolo el dicho Manuel de / Paiba lo qual sea recaudo bastante para descargo del / dicho Juan Baptista y para que a si lo cumpliran y daran por firme ambos los susodichos obligaron / sus personas y bienes avidos y por aver y dieron /poder a las justicias de su Majestad a donde fuere / pedido cumplimiento desta escritura y en especial a los / desta villa de donde el dicho Juan Baptista de Morales es / vecino y el dicho Manuel de Paiba se somete renun/ciando el de su fuero de la ciudad de Sevilla y otro / que tenga y de nuevo gane y la lei si conbenesit / de jurisditione omniun judicum y nueba / prematica de las sumisiones y confiesa que es de / mas de veinte y cinco años y ambas partes renun/zaron por estas leyes y derechos de su favor / y la general del derecho y lo firmaron siendo /  testigos Pedro Mantero y Andrés de Morales y Cristóbal de Carrión vecinos y estantes en esta villa que juraron conocer a el otorgante y ser el qual y llamarse como se llama como dicho es. / Juan Baptista de Morales [rúbrica] / Manuel de Payba [rúbrica] / Luis Gutiérrez escribano público [rúbrica][5].

Otro ejemplo de las traducciones realizadas por
 Juan Bautista de Morales. En esta ocasión la
obra quedó manuscrita y encuadernada en 1625,
¿preparada para su posterior impresión?
Este insólito instrumento pone de relieve el hecho de que en Montilla funcione una imprenta estable regentada por dos impresores. Ello implica y explica su dilatada producción, donde, en más de una década de pleno funcionamiento (1622-1634) hemos localizado -hasta la fecha- más de una veintena de trabajos impresos en la localidad.

Otra particularidad notable sobre la instalación de una imprenta en una población que apenas los dos mil quinientos vecinos, es la prematura fecha en la que se establece. Si recordamos los orígenes de la imprenta tipográfica, vemos cómo Gutenberg, su inventor, compone su primer libro, La Biblia de 42 líneas, en torno a 1452, en Maguncia (Alemania). El invento del “arte de reproducir en un papel u otra materia, por medio de presión, una plancha o unos caracteres impregnados de tinta” llega a España tres décadas más tarde. Así, en 1472 el impresor germano Johann Parix compone el incunable más antiguo que se conoce: el Sinodal de Aguilafuente para el cabildo clerical de Segovia.

En esta época, el arte de imprimir ya se ejerce en importantes ciudades como Barcelona, Zaragoza, Salamanca o Sevilla. Pero la imprenta no llega a tierras cordobesas hasta bien entrado el siglo XVI, donde es introducida en la capital por el librero e impresor ambulante Juan Bautista Escudero, quien adereza su primer libro en 1556. El emplazamiento de impresores en la segunda mitad del siglo XVI en Córdoba es escaso. Apenas tres artesanos más son localizados en la ciudad califal: Simón Carpintero, Diego Galván y Gabriel Ramos Bejarano[6].

También se imprimieron en Montilla obras
didácticas destinadas a la educación, como
la preparada por Cristóbal Bautista de Morales
para que su hermano la imprimiera en 1623.
Este último, decide trasladarse a Sevilla en 1609, ante la escasa producción demandada en Córdoba, donde fallece en 1624. Establecido en la calle Génova, imprime en 1622 la primera obra escrita por Juan Bautista de Morales, Jornada de África del Rey don Sebastián de Portugal[7]. En el transcurso del proceso de impresión del libro, Bautista de Morales concierta con Ramos Bejarano la compra de la maquinaria de la imprenta y con Botello de Payva su traslado a Montilla, como queda reseñado en la anterior escritura notarial.

Instalada la imprenta en Montilla, los trabajos impresos -que hasta la fecha hemos hallado- son de temática muy variada. Aunque no nos podemos ocupar de todos, porque ello requiere un estudio más profundo y extenso de cada ejemplar, tanto en su continente como en su contenido, mencionaremos algunos de los más destacados. Entre ellos podemos citar, la impresión que hizo de Corte en Aldea, y noches de invierno, escrita en portugués por Francisco Rodríguez Lobo y traducida al castellano por Juan Bautista de Morales en 1622, lo que manifiesta que el montillano era políglota. Un año más tarde, se imprime el libro Pronunciaciones generales de lenguas, ortografía, escuela de leer, escribir, y contar, y significación de letras en la mano, escrito por su hermano Cristóbal.

De igual forma, en estos años, Botello de Payva, edita todo tipo de avisos, sermones, tratados y pleitos. Aunque la obra impresa más significativa es Panegírico por la Poesía, escrito por el fraile agustino Fernando de Vera ¿residente en el convento montillano?. No podemos olvidar la edición príncipe de Maravillas de Naturaleza, que salió de las prensas de Bautista de Morales en 1629. Se trata de un compendio científico que escribió Manuel Ramírez de Carrión, maestro y secretario del Marqués de Priego.

Entre la diversidad de obras impresas
en Montilla está un curioso testimonio
de la Inquisición sevillana, estampado
por Manuel de Payva en 1625.
El último libro compuesto en la imprenta montillana que hasta ahora conocemos, está titulado Arte de servir a Nuestra Señora y entretenimiento para sus devotos. Se trata de la primera parte de un texto religioso escrito por el licenciado montillano Fernando Gómez de Algaba y Espejo, que ejerce su ministerio sacerdotal en “la Parroquial de Aguilar de la frontera”. Esta primera parte se imprime en 1631, lo que hace suponer una segunda que nunca fue impresa, posiblemente, debido a la avanzada edad de Juan Bautista de Morales. El escritor, traductor e impresor montillano, fallece el 21 de febrero de 1634 y en su testamento manda ser enterrado junto con sus padres y hermano Cristóbal, en una sepultura que su familia posee en la capilla de las Ánimas de la Parroquial de Santiago, frente al altar privilegiado del arcángel San Miguel[8].

Aunque en este trabajo situamos a Juan Bautista de Morales en la sociedad intelectual andaluza de su época (1577-1634), éste es sólo el comienzo de un amplio ensayo biográfico y bibliográfico en el que nos encontramos inmersos, del que, en adelante, seguiremos publicando noticias antes de su recopilación definitiva en un volumen donde quede acopiada la totalidad de la investigación.

*Artículo publicado en: Nuestro Ambiente. Año XXVIII, nº 314 (Noviembre, 2005), págs. 32-34.

FUENTES DOCUMENTALES


[1] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla (APSM). Libro 5º de bautismos, f. 264 v. “Domingo siete días del mes de julio de 1577 años / el Bachiller Alonso Sánchez de Moya capellán baptizé a / Juan hijo de Juan Baptista procurador y de su mujer / Leonor Rodríguez fueron padrinos don Pedro de Figueroa y doña María Venegas./ Alonso Sánchez de Moya [rúbrica].”
[2] APSM. Libro 3º de desposorios, f. 2 v. Domingo veinte y cinco de Agosto de mil y quinientos y / noventa y seis años con licencia de el Ldo. To/más de Baeza Polanco provisor y gobernador de este obispado di las bendiciones nupciales a Juan / Baptista de Morales hijo de Juan Baptista notario y de Leonor de / Morales su mujer, y a Ynes de León hija de Andrés de Avila difunto y de María Pérez su mujer. Siendo testigos el Padre Mi/guel Pérez Cañasveras y Lorenzo Pérez Cañasveras, Cristóbal / de Luque Bernardino y otros muchos todos vecinos desta villa y firmelo ut supra. / Hernando Gómez de Espejo [rúbrica].”
[3] Proceso de beatificación del Maestro Juan de Ávila. Biblioteca de Autores Cristianos (BAC). Madrid 2004. Proceso en Montilla, p. 299.
[4] Archivo Notarial de Protocolos de Montilla (ANPM). Notaría 2ª. Leg. 220 bis, escribano Francisco Martínez Fustero, f. 547.
[5] ANPM. Notaría 7ª. Leg. 1185, escribano Luis Gutiérrez, f. 246.
[6] VALDENEBRO Y CISNEROS, José Mª. La Imprenta en Córdoba, ensayo Bibliográfico. Madrid, 1900.
[7] RAMÍREZ DE ARELLANO, Rafael. Ensayo de un Catálogo Bibliográfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba. Madrid, 1921.
[8] APSM. Libro 14 de testamentos, f. 75 v.

miércoles, 12 de agosto de 2015

“LAS CUETAS” SEGÚN EL HISTORIADOR LUCAS JURADO Y AGUILAR*

 Nuevos hallazgos sobre la vida y obra de las Hermanas Cueto y Enríquez de Arana

Portada del libro sobre Las Cuetas, editado por el
Excmo. Ayuntamiento de Montilla en el año 2000.
Este mes de Septiembre nos trae recuerdos a la memoria de un año ya pasado desde que se celebrara la exposición homenaje a las escultoras y paisanas popularmente conocidas por “Las Cuetas”. Una actividad que asemejó a la antigua iglesia de San Juan de Dios (hoy salón de actos) su ser primitivo y natural, donde se concentraron una selección de imágenes religiosas debidas a las manos de éstas artistas.

Con la publicación de un libro-catálogo en el mes de diciembre del pasado año, titulado María y Luciana de Cueto y Enríquez de Arana, Las Cuetas donde todos los documentos encontrados hasta la fecha fueron publicados, se culminó este proyecto donde también se recogió la obra documentada y atribuida de estas artistas.

La incesante investigación en torno a la historia de nuestra ciudad, ha seguido dando sus frutos con la aparición de nuevos documentos, que nos dan a conocer la obra escultórica de estas mujeres (que han sido calificadas de aficionadas) alcanzando notoriedad en la escuela artística de nuestra ciudad durante el siglo XVIII.

En las visitas realizadas a la biblioteca de Manuel Ruiz Luque, hemos podido consultar una Historia de Montilla manuscrita por D. Lucas Jurado y Aguilar, con fecha de 1763 y dividida en tres extensos tomos. Su autor, el Sr. Jurado y Aguilar, nace en Montilla en 1690, fue mayordomo y hermano mayor de la cofradía de Ntra. Sra. del Rosario de la Parroquial de Santiago Apóstol, cargo que ejerció desde 1725[1] hasta 1775, año en que fallece. Sus restos mortales descansan en paz en la cripta funeraria de dicha capilla junto con los de su esposa Dª María Castellano Castro y Luque (1686 – 1765). En la lápida de éste se puede leer: “INCIDIT INFO/ VEAM Q3 FECIT. 9m7/ Dn. LVCAS JVRADO Y AGVI/LAR. MAIORDº D ESTA Stª COFRA/Dª. HOMBRE PARA MVCHO Y PA/RA MVCHOS. MVRIO A CINCO DE/ OCTVBe. DE 1775 A LOS 86 Añs. R·I·P·A·”[2]

Sepulturas de Lucas Jurado y su esposa, María
Castellano, cuyos restos reposan en la cripta de
la capilla del Rosario de la Parroquia de Santiago
Este historiador, en su inédito manuscrito tiene un capítulo dedicado a personas ilustres de Montilla, donde aparecen “Las Cuetas”, artistas que éste insigne montillano conoció personalmente, ya que estas mujeres junto con su padre y demás familia eran cofrades y devotos de Ntra. Sra. del Rosario; y realizaron varios trabajos para la cofradía. Entre ellos podemos citar los ya documentados en los libros de cuentas de la misma: una talla de la imagen de la Stma. Virgen del Rosario (en la actualidad desaparecida), la Virgen de la Candelaria, y cuatro ángeles, que fueron contratados y pagados por Jurado en su función de mayordomo, según la relación de los manuscritos conservados en el Archivo Parroquial de Santiago[3].

Lucas Jurado hace reseña de María de Cueto (1691 – 1766) y su hermana Luciana (1694 – 1775) cuando ambas artistas todavía viven. De ellas referencia lo siguiente: Las Señoras Cuetas, son y han sido tan famosas en las dos Andalucias y aun tierras más remotas, por sus bellas y peregrinas esculturas, tan perfectas y agraciadas, que compiten con las mejores de Nápoles. Entrar en su oratorio es hacerlo en un retrato del Cielo. Se puede en mi concepto hazer viaje por admirar su grande Imaginería. Y entre las tres en comparar, del niño Dios sobre el mundo y la serpiente, del niño peregrino y del Salvador amarrado a la Columna. Que el martirio y relaxado dará mil gracias al cielo, al ver que unas mujeres de muy arreglada vida, saquen (quizá por esto) tan arregladas a su original las copias[4].

De las tres imágenes que nos habla Lucas Jurado, dos tenemos constancia de que se conservan en el Monasterio de Santa Ana (el Niño Dios sobre el Mundo y la Serpiente y el Niño Peregrino), junto con las demás que estaban en su oratorio como ya publicamos  en  dicho libro-catálogo, así que esta reseña nos confirma que la imaginería del oratorio de “Las Cuetas”, en su casa en la calle Don Gonzalo, fue trasladada a dicho monasterio tras la expulsión de la Compañía de Jesús de Montilla en 1767, ya que éstas mujeres habían legado en su testamento estas obras al templo jesuita de La Encarnación. La tercera imagen (el Salvador amarrado a la Columna) no tenemos constancia de su existencia, posiblemente esté desaparecida o sea de colección particular.

Niño Jesús de Pasión.
Convento de Santa Ana, Montilla.
Otro gran erudito en el mundo del arte, Fernando García Gutiérrez, sacerdote jesuita, tuvo el honor de hacer el prólogo del libro-catálogo publicado el pasado año. Desde su cátedra de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla escribió dicho preámbulo comparando el arte de Las Cuetas con la misma Luisa Roldán, conocida universalmente por “La Roldana”, imaginera e hija del artista barroco sevillano Pedro Roldán. Del prólogo cabe destacar las halagadoras palabras hacia Las Cuetas: El intimismo y lirismo de La Roldana es lo que encuentro en las obras de Las Cuetas. Aparecen en ellas su fuerte personalidad femenina, que les da una calidad delicada y profunda al mismo tiempo

Prosiguiendo con la lectura del valioso manuscrito que nos dejó este historiador montillano, también podemos leer en el capítulo que describe la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol curiosos datos sobre la fundación de la misma, pues el mayordomo de la Cofradía del Rosario conoció personalmente el desmontaje del primitivo retablo mayor del templo, ocurrido en 1719, describiendo que detrás del mismo apareció una inscripción donde estaba tallada la siguiente frase: “ACABOSE DE HAZER EN EL AÑO DE 1464”[5]. Es por ello que Jurado señale la fundación del templo, por lógica, diez años antes de la fecha aparecida en el retablo, explicando que ya estaría terminada la construcción del mismo. Estas fechas se acercan a las aparecidas en un documento del Archivo de la Catedral de Córdoba, donde se conserva una carta del Obispo de la Diócesis dirigida a la Iglesia del Señor Santiago con fecha de 15 de julio de 1437[6].

Virgen de la Candelaria, 1740.
Parroquia de Santiago, Montilla.
Volviendo de nuevo a nuestro tema central, el cofrade Jurado y Aguilar nos describe detalladamente el templo Parroquial por capillas. Estando en la nave del evangelio, cita la capilla y retablo dedicado al Cristo Amarrado a la Columna, en el que nos dice que tiene en sus dos entre calles, dos peregrinas Imágenes, obras de las Niñas Cuetas tan conocidas en las dos Andaluzias, la una, la de San Francisco de Asís, la otra de Sº Antonio de Padua[7].Estas imágenes en la actualidad están desaparecidas, igual que la de Cristo Amarrado a la Columna, que bajo la advocación de la Misericordia presidía el retablo. Era una obra anónima de mediados del siglo XVI. El retablo fue realizado en 1720 por el tallista montillano Juan Villegas y dorado en 1731 por el granadino  José de Palacios[8]. Entre estas dos últimas fechas serían realizadas las dos imágenes por Las Cuetas.

Como podemos observar, estas artistas montillanas  conocían a los artistas de la época, trabajando conjuntamente con ellos en proyectos de retablos, realizando la imaginería de la cual estaba compuesta la obra. El pasado año ya constatamos su amistad y relación profesional con Gaspar Lorenzo de los Cobos, tallista sevillano afincado en Montilla que destacó en su obra retablística en madera, de la cual se conserva gran parte en nuestra ciudad.

En la antigua capilla de El Nacimiento de la Parroquial de Santiago Apóstol, Lucas Jurado nos dice: La cuarta es de Ntra. Sra. de Belén  o del Nacimiento y propiamente de Jesús, María y Joseph, desbastadas y encarnadas por Las Cuetas tan bellas y Peregrinas las tres Imágenes santas que es menester violentarse para dejar de mirarlas[9]. Las tres obras se conservan en dicho templo, aunque el primitivo retablo fue suprimido por el actual (de imaginería valenciana de principios del Siglo XX). La antigua capilla fue fundada por el Ldo. Francisco Rodríguez Valderrama, letrado de Cámara de los Exmos. Sres. Marqueses de Priego y Regidor de sus Estados, que falleció en 1633, y sus restos mortales descansan delante de la mesa de altar.  La restauración llevada a cabo en el siglo XVIII fue costeada por Juan Antonio Bustamante, que renovó el retablo e imaginería del mismo[10], llevando a buen fin dicho trabajo las hermanas Cueto. 
Niño Jesús "Buen Pastor".
Convento de Santa Ana, Montilla.
Estas tres obras aparecen en el libro-catálogo publicado el año pasado como atribuidas a estas artistas, ahora podemos afirmar que su autoría gracias al historiador Jurado y Aguilar.  Tanto estas imágenes como las anteriores, han recobrado un valor artístico y cultural para la obra escultórica de Las Cuetas y para el patrimonio artístico de nuestra ciudad, a la vez que el nombre de estas mujeres va apareciendo con cierta importancia y regularidad durante el siglo XVIII montillano.

Si ese siglo es llamado en Historia por el Siglo de las Luces, estas insólitas paisanas son un buen ejemplo esclarecido para ilustrar la Montilla dieciochesca. En el ámbito histórico Lucas Jurado y Aguilar (historiador, militar y persona relevante de la ciudad), y en el artístico las hermanas María y Luciana de Cueto y Enríquez de Arana, mujeres que desde la evocación de este joven investigador buscan un hueco en el callejero de nuestra ciudad, a la que tanto arte dieron desde el pintoresco “Rincón de las Beatas” de la calle Alta y Baja,  para ser recordadas como ilustres paisanas y como mujeres relevantes en la sociedad del siglo XVIII.

*Artículo publicado en la revista local Nuestro Ambiente, en septiembre de 2001.

FUENTES


[1] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla. Escribanía 2ª. Leg. 311, f. 262.
[2]  Sus restos mortales descansan en la cripta funeraria de la Capilla de Ntra. Sra. del Rosario, junto con su mujer y otros tantos devotos y hermanos insignes de la cofradía.
[3] JIMÉNEZ BARRANCO, A. L.: Las Cuetas, Montilla, 2000.
[4] JURADO Y AGUILAR, L.: Historia de Montilla (ms), año 1763. Vol. II, f. 442 v.
[5] Ibíd., f. 450.
[6] AA.VV.: Montilla, aportaciones para su historia. Lucena, 1982. En: NIETO CUMPLIDO, M.: Aproximación a la historia de Montilla en los siglos XIV y XV, pág. 299.
[7] Ibíd., f. 450v.
[8] JIMÉNEZ BARRANCO, A. L., Amarrado a la Columna... 400 años llevas. En la revista local Nuestro Ambiente, págs. 14 y 15. Abril, 2001.
[9] JURADO Y AGUILAR: op. cit.
[10] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla: Anuario de cultos de esta Parroquia, (ms, siglo XVIII), s.n.

lunes, 20 de julio de 2015

LAS HERMANAS CUETO, DOS IMAGINERAS DE MONTILLA*

La ciudad de Montilla, perteneciente a la provincia de Córdoba, es famosa por sus vinos de gran calidad, porque en ella nació Don Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido universalmente como “El Gran Capitán”. Esta tierra también fue madre de San Francisco Solano, Apóstol de las naciones hispanoamericanas; ciudad escogida por San Juan de Ávila, conocido como el Maestro de Santos, para fijar su residencia hasta la hora de su muerte, en su modesta casa escribió venerables cartas, epístolas, libros y  documentos que envió al Concilio de Trento que fueron de gran ayuda en la contrarreforma. Pero Montilla no es sólo esto, ya que esta noble ciudad fue durante los siglos XV al XVIII capital del estado de los Fernández de Córdoba, linaje que ostenta el Marquesado de Priego y Ducados de Feria y Medinaceli, entre otros.

Virgen del Carmen.
 Convento de Santa Clara, Montilla.
Esta familia, que gobierna las tierras de la campiña alta cordobesa, comienza a poblar de templos, monasterios y ermitas la entonces villa, comenzando así un movimiento artístico, cultural y espiritual que la eleva notablemente de las demás poblaciones del viejo reino de Córdoba. Gracias a estos mecenas, desde principios del siglo XVI en Montilla se comienzan a realizar las monumentales obras de los monasterios de San Lorenzo, Santa Clara, San Agustín, el colegio de la Compañía de Jesús y la gran reforma que se lleva a cabo en la parroquia mayor de Santiago Apóstol. En este tiempo, Montilla es punto de referencia para artesanos y artistas que ven en ésta un esperanzador futuro, a la cual emigran desde tierras sevillanas, granadinas y cordobesas. De entre estos artistas podemos citar algunos, en el siglo XVI  fijan su residencia los hermanos Francisco y Juan de Castillejo, el primero pintor y dorador, y el segundo carpintero, ambos procedentes de Córdoba, también  llegan de esta ciudad otros dos hermanos, Pedro y Francisco Delgado, ambos pintores; otro cordobés es el carpintero Juan de Mesa “el Mozo” del que se conservan varias obras documentadas. En el siglo XVII trabaja en Montilla el escultor portugués Rodrigo de Mexía, el sevillano Pedro Roldán, maestro del montillano Cristóbal de Guadix e, igualmente, el imaginero granadino Pedro de Mena recibe encargos de la casa ducal.

En el último tercio del siglo XVII llega a la ciudad el tallista y artesano Jorge de Cueto y Figueroa procedente de Córdoba, fija su residencia en la calle de La Enfermería donde conoce a su futura esposa, Inés Mª Pantoja y Enríquez de Arana, montillana, que nació en 1663. Años más tarde contraen matrimonio en el convento de las Religiosas de la Concepción de Córdoba. Fruto de este enlace nacen seis niñas y un varón. En 1682 nace su primogénita, Inés Francisca, a la que la seguiría Josefa, la tercera se llamaría María Feliz –que habría de ser notable imaginera– nació  el 17 de mayo de 1691, le siguió Luciana –dotada de idéntica sensibilidad artística– que vino al mundo el 8 de enero de 1694, la quinta hija fue Francisca Xaviera, nacida en 1697; cinco años mas tarde llegaría Ignacia Mª y finalmente Jorge Alonso en 1704. Todos fueron bautizados en la iglesia parroquial de Santiago.

Comienzan a despuntar sus dotes artísticas en el taller de su padre, donde colaboraron con éste en sus trabajos. La muerte le sorprende a Jorge de Cueto en 1722, estando entonces en plena madurez profesional. Tras el óbito, las hermanas María y Luciana se hacen cargo del taller del padre trasladándose a la calle Alta y Baja, a una casa cercana al denominado Rincón de las Beatas donde pasarían la mayor parte de su vida junto con su madre y sus hermanas Josefa y Francisca Xaviera, que posiblemente colaboraban en la preparación de los materiales para los trabajos, e incluso realizando las vestiduras de las imágenes de canastilla o candelero. No fue fácil el comienzo de estas artistas ya que en esta época las mujeres estaban supeditadas a los menesteres del hogar y exentas de capacidad jurídica propia. Sus primeros trabajos documentados hasta ahora datan de 1727 en las que son nombradas como “las niñas de Jorge de Cueto”.

Niño Jesús, "Tendidito". Convento de Santa Clara, Montilla.

Pronto comienzan a crear un estilo propio dentro de la imaginería barroca, realizando todo tipo de imágenes de diferentes tamaños y técnicas de ejecución, cargadas todas de adornos florales y vegetales, plenas de espiritualidad y dulzura, que las hermanas Cueto y Enríquez de Arana imprimieron un llamativo carácter femenino. Durante toda su vida trabajaron en Montilla, donde se conserva la mayor parte de su obra artística. Los vecinos comenzaron a llamarlas con el sobrenombre de Las Cuetas, apareciendo así en numerosos documentos. Con el paso del tiempo se alcanzan cierto prestigio artístico dentro de los dominios del ducado, realizando trabajos para los pueblos de Aguilar de la Frontera, La Rambla y Moriles, entre otros.

Las Señoras Cuetas conocieron a otros artistas contemporáneos suyos, trabajaron conjuntamente con el tallista sevillano afincado en Montilla Gaspar Lorenzo de los Cobos, que realizó gran parte de los retablos del siglo XVIII en la ciudad, colaborando las hermanas Cueto con la imaginería de los mismos. También, recibieron muchos encargos de casas particulares y, sobre todo, de familiares de novicias que ingresaban en los conventos de clausura. En 1759 fallece Inés, su madre, la cual recuerda en su testamento con palabras de alabanza a sus hijas, declarando: “mis cuatro hijas han hecho y costeado con la industria y trabajo de sus manos toda la ropa y alhajas de su uso y adorno de sus personas y la mayor parte de las alhajas de la casa”.

Niño Jesús, "Sentadito".
Convento de Santa Clara, Montilla.
Años más tarde, en 1766, moriría Dª María, la mayor de las hermanas, rompiéndose así la unión de trabajo mantenida durante decenios en el taller familiar de Las Cuetas. Una década después, en 1775 falleció Dª Luciana, la menor de las imagineras. En su prestigioso taller se habían pintado, tallado y modelado incontables obras de arte, que siglos después guardan celosamente los templos y monasterios de la campiña alta cordobesa, y que es una buena muestra y ejemplo de la tradición plástica montillana del siglo XVIII. A modo de ejemplo, citaremos las palabras de un contemporáneo, el presbítero e historiador Antonio Jurado y Aguilar, quien en su Historia de Montilla (manuscrita en 1776) afirma: “…como son y fueron las señoras Cuetas, que en la escultura, perfección, simetría de las imágenes apenas se le encuentra cotejo en las dos Andalucías, llenas ambas de prodigiosas hechuras de sus virtuosas manos”.

Este pasado año de 2000, el Exmo. Ayuntamiento de Montilla, ha rendido un merecido homenaje a estas paisanas e hijas de la ciudad. Comenzando el día 8 de marzo dedicándole un Pleno Extraordinario; posteriormente, en septiembre, se organizó una exposición antológica que fue visitada por miles de cordobeses; para colofón de estos actos conmemorativos se ha publicado en el mes de diciembre un libro, que pretende ser a la vez catálogo de sus obras en el que se recogen todos los datos y documentos encontrados hasta ahora, relacionados con la biografía e iconografía que estas mujeres dejaron por testigo de su presencia en el Arte y la Historia de su tierra natal.

*Publicado en la revista ESCUELA DE IMAGINERÍA. Año VIII, nº 28. Primer trimestre, 2001.

domingo, 5 de julio de 2015

SAN FRANCISCO SOLANO Y SUS HOMÓNIMOS MONTILLANOS*

El misionero San Francisco Solano.
Óleo/lienzo que se conserva en el oratorio San Luis.
Los archivos históricos de Montilla han tenido durante siglos el privilegio de registrar entre sus legajos nombres y apellidos que han trascendido de los límites del viejo reino de Córdoba, y que hoy los podemos encontrar citados en la extensa historiografía española. Uno de ellos es el párvulo Francisco, hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana Ximénez Hidalgo, que fuera inscrito el 10 de marzo de 1549 en el libro segundo de bautismos de la Parroquial de Santiago. Tras su ingreso en la Orden Franciscana, los ecos de santidad que perseguían al asceta Fray Francisco Solano –nombre y apellido– se vieron incrementados cuando el recoleto fraile decidió poner rumbo a las Indias Occidentales, para llevar a los naturales de aquel Nuevo Mundo el Evangelio y el Crucifijo. A los quince días de su fallecimiento, acaecido en Lima el 14 de julio de 1610, se abriría su proceso de beatificación, comenzando así su peregrinaje hacia los altares y la popular consideración de santo y protector.
Solano, apellido originario de Navarra, no sólo ha dado vástagos montillanos a la religión sino que también podemos encontrar este ilustre apellido en otros paisanos que sobresalieron en las ciencias, las artes, las letras o las armas.

Tal es el caso de Juan del Barranco Solano, que nació en la calle del Sotollón en diciembre de 1658 y tras servir a la corona española durante varios años en Sicilia, –y al igual que Fray Francisco Solano– embarcó rumbo al Nuevo Mundo. Partió en 1693 como ayudante de teniente de Maestre de Campo General, y su brillante trayectoria le hizo alcanzar años después la Capitanía General y Gobernación de Isla Española (en la actualidad República Dominicana y Haití), como también regentó la presidencia de la Audiencia y Real Chancillería de Santo Domingo, su capital. Juan del Barranco Solano, regresaría a Montilla en 1710, falleciendo nueve años más tarde.

También cabe recordar otro Solano de apellido que dio luz a la intelectualidad científica europea en plena ilustración, como fuera el caso de Antonio Pablo Fernández Solano, que naciera en 1744 y muriera en 1823 en su casa solariega de la calle San Juan de Dios. Antonio Pablo inició su carrera académica en el Real Colegio de Cirugía de Cádiz. Más tarde ocuparía la cátedra de Física Experimental de los Reales Estudios de San Isidro de Madrid. Pensionado por el Gobierno español, se traslada a Londres y París, donde participó en varios congresos científicos, en los que su popularidad entre los círculos intelectuales europeos le hizo ganarse el sobrenombre de “Sabio Andaluz”. Tras su regreso a España, fue nombrado profesor de Fisiología e Higiene del Real Colegio de San Carlos de Madrid, magisterio que ejerció hasta su retiro en 1796, por enfermedad, a su tierra natal.

Estos son claros ejemplos de la trascendencia del apellido Solano en Montilla, que con el correr del tiempo y la beatificación del seráfico Francisco Solano el 25 de enero de 1675, el apellido pasó a utilizarse como nombre compuesto. Ese mismo año, en el mes de agosto, se bautizaría en la Parroquial de Santiago el primer niño con el nombre de “Francisco Solano” y la primera fémina en 1708, signo evidente de la veneración que los montillanos profesaban por su paisano.

Es a partir de esta fecha cuando el nombre de Solano eclipsa al apellido, hasta tal punto que en muchas de las familias de la ciudad se bautizarán a uno de los hijos con el nombre del Santo Patrono.

Varios han sido los montillanos insignes que han llevado este nombre. Podemos traer a la memoria al doctor Francisco Solano de Luque (1684 – 1738), incansable investigador médico, que fuera renombrado como “El Pulsista” por sus dilatadas observaciones, descubrimientos y publicaciones sobre el pulso. Como también al catedrático de la Imperial Universidad de Granada, Francisco Solano Ruiz Polonio, que escribiera en verso la Vida del clarísimo Sol Montillano y la publicara en 1789.

Y asimismo podemos evocar al artista decimonónico Francisco Solano Requena de Algaba, que ejerció como Jefe del equipo de restauración del Museo Provincial de Sevilla y también Profesor en la Escuela de Bellas Artes y Oficios Artísticos de la capital hispalense, ocasión por la cual tuteló los primeros pasos de la vida y formación académica en las artes plásticas a José Santiago Garnelo y Alda, otro gran solanista en cuya obra de temática religiosa dejó plasmada su devoción por San Francisco Solano. Al pincel del profesor Requena debemos el conocido lienzo que representa al Patrono de Montilla evangelizando a los nativos del Perú, que se encuentra en el Ayuntamiento de nuestra ciudad.

Todos estos Solanos –de apellido o de nombre– guardan en común la bendita gracia de haber recibido las aguas bautismales en la misma pila donde la recibiera el hijo de Mateo Sánchez y Ana Ximénez.

*Artículo publicado en el Diario Córdoba, separata especial Feria de El Santo de 2009.