lunes, 16 de marzo de 2015

DISCREPANCIAS COFRADES EN 1742 POR LAS DEMANDAS DE TRIGO Y ACEITE*

Desde el siglo XVI la manifestación religiosa popular en Montilla se incrementa considerablemente, no sólo hablamos de la Semana Santa sino de todo el tiempo litúrgico. Como se puede observar en nuestra historia sacra, las cofradías de mayor relevancia no sólo eran las de pasión como en la actualidad, por aquellos años las cofradías de gloria lo eran aún más.

En 1595 la entonces capital del marquesado de Priego superaba en pocos habitantes los dos millares y ya contaba con 15 cofradías, de las cuales 3 eran de pasión (Santa Vera Cruz, Soledad y Angustia de Ntra. Sra., y Jesús Nazareno) y 11 de gloria[1] (Stmo. Sacramento, Ntra. Sra. del Rosario, Ntra. Sra. de la Cabeza, Santa Catalina, Ntra. Sra. de Gracia, Santiago de los Caballeros, Santa Ana, Ánimas del Purgatorio, San Sebastián, Santa Brígida, y San Pedro Ad Vincula). La cofradía de la Santa Caridad se dedicaba a la beneficencia y amparo de los niños expósitos.

Portada del libro “Oficio de Semana
Santa”, editado en Amberes, 1739.
La evolución cofrade se acrecienta aún más en pocos años, en 1631 aumenta el número de montillanos que componen nuevas cofradías, en este periodo nacen las de, El  Santo Angel Custodio (o de la Guarda), San Roque, San José, Limpia Concepción, Ntra. Sra. de la Sierra[2], y la de Los Apóstoles[3].

Ya en la segunda mitad del XVII algunas cofradías desaparecen, otras se fusionan o se disgregan, como fue el caso de la Soledad y Angustias. A comienzos del nuevo siglo la a primitiva cofradía del Rosario de la parroquial de Santiago, fundada en 1580, le aparecen dos filiales más, expandiéndose esta devoción a las nuevas cofradías del Rosario de la ermita de San Antonio, fundada en 1720, y que tras un largo pleito pasaría a llamarse en 1735 de la Rosa; y la cofradía del Rosario de la iglesia de San Francisco Solano, fundada en 1703, pasando a titularse de la Aurora en 1714.

Con esta ebullición cofrade en nuestra ciudad comienzan los problemas a la hora de repartir los donativos de sus devotos paisanos. Muestra de ello lo podemos apreciar en este pleito llevado a cabo en el cuarto decenio del siglo XVIII, donde las cofradías de Ntra. Sra. del Rosario y Ntra. Sra. de las Angustias acuerdan solicitar a la Audiencia Episcopal de Córdoba la regulación de las limosnas y demandas de las cofradías montillanas.

Según el argumento de éstas, las nuevas cofradías y hermandades hacen uso incontrolado de los derechos otorgados para cumplir las demandas de trigo y aceite que se pedían a los vecinos de la ciudad, con las que se mantenía el culto y patrimonio de las mismas, y que según estaba estipulado cada día le pertenecía a una cofradía, comenzando por la más antigua.

Los mayordomos de las centenarias cofradías del Rosario y de Las Angustias, Lucas Jurado y Aguilar y José de Luque Avila respectivamente, informaron a los procuradores de la Audiencia Episcopal de Córdoba, Juan Ruiz Aragonés y Antonio Moreno Calatrava, delegados para todos sus pleitos y causas judiciales.

Así, representando al Señor Provisor del Obispado, dichos mayordomos les informaron  de “...que de tiempo inmemorial a esta parte las dichas cofradías y las demás desta ciudad están en posesión de hazer sus demandas de Trigo y Azeyte al tiempo de las cosechas por sus Antigüedades tomando cada una el día que le corresponde siendo la primera la del Santísimo Sacramento que se sirve en la dicha Parrochial de Señor Santiago, y siguiendo después las demás por su orden, y  de poco tiempo a esta parte por algunos oficiales de otras cofradías con el pretexto de mas zelo y devoción se han adelantado a hacer sus demandas en otros días antes de el que les corresponde juntándose en las calles dos y tres cofradías de que se han seguido grandes desazones entre los cofrades y menos cabos de las demandas, lo que no es justo...”.

Portada de la Novena a María Stma. de
los Dolores, reimpresa en Montilla en 1856
 por Francisco de Paula Moreno.
Tras varias entrevistas con los clérigos cordobeses encargados de dicho tema, éstos dan poder al Vicario de la ciudad para que resuelva el proceso con todos los “pedimientos, escrituras, testimonios, comisiones, letras y bullas con que requieran y hagan requerir y en prueba presenten testigos y todo genero de probanzas, tachen jueces, abogados, notarios, escribanos y todo genero de ministros...” a fin de solucionar el problema “arreglándose a la antigüedad de cada cofradía y la orden que observa en las letanías, prozesiones, y demás actos a que asisten, y se les haga saber a los mayordomos para que los observen y guarden...”.

Otro problema que por aquellos tiempos contaba la ciudad también era que pedían estas demandas “cofradías de Imágenes de forasteros” lo cual agravaba más la situación.

Tras la presentación el día 30 de enero de 1742 al Vicario General del Obispado, el Dr. Francisco Moreno, el cual aprueba que dicho pleito sea resuelto por el Vicario de Montilla, Juan José Polanco y Baquerizo, al que se presentaron Manuel Rodríguez de la Cruz, en nombre de la cofradía de las Angustias, y Lucas Jurado y Aguilar, por la cofradía del Rosario, para presentar testigos y dar la información correcta y así examinar el ruidoso conflicto.

Prestaron declaración de los sucesos cinco personas el día 3 de febrero de ese año, en las que se encontraban D. Damián del Puerto y Mesa, cura de la Iglesia Parroquial de Señor Santiago, de 68 años de edad; D. Manuel Félix de Oliveros, presbítero de la ciudad, de 58 años de edad; D. Bernardo Cuadrado Velarde, presbítero de la ciudad, de más de 50 años; D. Diego Joseph Solano, vecino de la ciudad, de 52 años de edad; y Lucas Villegas de Aguilar, vecino de esta ciudad y sacristán de la parroquial de Santiago, de 57 años de edad.

Sus declaraciones –muy similares en su contenido– nos exponen que “de tiempo inmemorial las cofradías, congregaciones y obras pías observan la costumbre de pedir las limosnas de Trigo y Azeite en los tiempos correspondientes de sus cosechas guardando el orden de sus antigüedades tomando cada una el día que le toca observando el orden que llevan en las prozeciones generales a que asisten según su antigüedad lo que siempre han observado sin repugnanzia alguna, empezando la primera  la cofradía del Santísimo Sacramento que se sirve en la parrochial de Señor Santiago desta ciudad, y prosiguiendo la del Santo Cristo, de la Vera Cruz, Nuestra Señora de Gracia, Ánimas Benditas, Nuestra Sra. del Rosario y así las demás; hasta que de poco tiempo a esta parte algunos Mayordomos de las cofradías restantes por su propia autoridad se han adelantado y han salido a hazer sus demandas en otros días que no les toca encontrándose con las demandas de aquel día causando desazones de que  ha resultado algún escándalo en el pueblo y turbación en los devotos con enfado de ver llegar a un tiempo muchas demandas juntas a sus puertas por lo qual se desea en esta ciudad por las personas piadosas se ponga remedio en este desorden de demandas arreglándolas a las costumbres que siempre á habido”.

Ilustración interior de la Novena
a María Stma. de los Dolores, en la
que se aprecia una imagen de la
dolorosa ¿montillana? del siglo pasado
Estas declaraciones fueron enviadas al Provisor del Obispado, certificadas por el Notario Mayor, Pedro Prieto Pizarro, recibiéndose en Córdoba cinco días después.

Tras las diligencias, el Provisor envió al delegado de la jurisdicción eclesiástica, D. Pedro Pareja, para “...que cite a todos los hermanos mayores y mayordomos de las cofradías de esta ciudad para que el jueves por la tarde que se contaran quinze de este presente mes se junten en la Iglesia Parrochial de esta ciudad para que manifestando cada uno la antigüedad de su cofradía, y la posesión en que se halla según el lugar que lleva en las prozeciones generales, se le asigne día ô mantenga en el que tiene... y para que este acto sea mas solemne y se prevenga qualquier tope que se pueda ofrezer, su merzed mando se imbie recado cortesano a los reverendos Prelados de los Conventos de esta ciudad para que se hallen presentes”.

Una vez citados todos representantes de las cofradías, se reunieron dicho día del mes de febrero “en la sacristía de la cofradía de Nra. Señora del Rosario que se venera en la Parrochial de Sr. Santiago de esta dicha ciudad, presente el Sr. Lizdo. D. Juan Joseph de Polanco y Vaquerizo Vicario de las Iglesias de ella, el M.R.P. Fr. Martín del Arroyo Guardián del Convento de san Laurencio extramuros de esta ciudad, el M.R.P. Fr. Sebastián de Molina comisario Visitador de la Venerable Orden Tercera de Penitencia de N. Sco. P. S. Francisco, juntos y convocados los hermanos mayores y mayordomos de las cofradías, hermandades y obras pías de esta ciudad que los que se hallan presentes son en la forma siguiente:

Ilustración de Cristo Crucificado del libro
“Oficio de Semana Santa” arriba citado
Por la cofradía del Santísimo Sacramento no pareció hermano mayor, ni mayordomo, por la cofradía del Santo Cristo de la Vera Cruz, D. Ignacio Madrid Salvador y Aguilar, por la cofradía de las Benditas Ánimas, Don Joseph Xavier Prieto Presbítero Maymº. Por la de Nuestra Señora de Gracia no asistió hermano alguno. Por la cofradía de Nuestra Señora del Rosario D. Andrés de Aguilar Tablada hermano mayor, y Lucas Jurado de Aguilar, mayordomo. Por la cofradía de Nra. Señora de las Angustias D. Manuel Rodríguez de la Cruz y Muñoz hermano mayor, y D. Joseph de Luque Avila Maymº. Por la cofradía de Nra. Señora de la Soledad D. Antonio de Aguilar Tablada hermano mayor y D. Pedro Ignacio Melero mayordomo. Por la cofradía de Jesús Nazareno Don Alonso de Toro Flores Sotomayor clérigo capellán Alguacil mayor del Santo oficio, mayordomo. Por la hermandad de San Nicolás de Tolentino D. Bernabé Antonio Cabezas escribano del  número desta ciudad, hermano mayor. Por la hermandad de Nra. Señora de Belén, Francisco Márquez, calle la Feria, hermano mayor. Por la hermandad de Señor San Joseph Juan Villegas, por la hermandad de Santa Brígida no asistió hermano alguno, por la hermandad de San Sebastián, Francisco de Raya Madrid mayordomo. Por la hermandad de Nuestra Señora de la Sierra y San Roque no asistió hermano alguno. Por San Francisco Solano no asistió su maymº. Por el colegio de Niñas Huérfanas no asistió su administrador. Por la cofradía de Nuestra Señora de la Aurora D. Joseph Xavier Prieto Presbítero hermano mayor y D. Agustín Chaparro Maraver, mayordomo. Por la cofradía de Nra. Señora de la Rosa no asistió hermano alguno. Por la hermandad de Santa Rita, Agustín de Córdova; y finalmente por la Venerable Orden Tercera de Nuestro Padre San Francisco asistió D. Antonio de Alba Cabello regidor, Padre general de Menores y ministro de dicha orden. Por la hermandad de la Misericordia que cuida de los pobres encarzelados asistió D. Pedro de Toro Gallardo, hermano mayor”.

Una vez expuestos todos los puntos a tratar en este cabildo extraordinario se decidieron los días que correspondían a cada cofradía según su antigüedad, la cual tuvo que ser demostrada por cada representante asistente de la misma. Todos y cada uno de los presentes y en común acuerdo compusieron una tabla de las cofradías por orden cronológico comenzando la más antigua que empezaría a pedir sus demandas de trigo y aceite un lunes.

1 – La cofradía del Santísimo Sacramento de la Parrochial tiene el primer día.
2 – La cofradía del Santo Cristo, de la Vera Cruz, segundo día.
3 – La cofradía de San Miguel y benditas Animas de purgatorio, tercero día.
4 – La cofradía de Nuestra Señora de Gracia que se sirve en San Agustín, quarto día.
5 – La cofradía de Nuestra Señora del Rosario de la Parrochial de Santiago, quinto día.
6 – La cofradía de Nuestra Señora de las Angustias que se venera en San Agustín, sexto día.
7 – La cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de dicha Iglesia y Convento, séptimo día.
8 – La cofradía de Nra. Señora de la Concepción que está en San Juan de Dios, octavo día.
9 – La cofradía de Jesús Nazareno que esta en San Agustin, día nueve.
10 – La de San Nicolás de Tolentino que está en dicho convento, día diez.
11 – La cofradía de Nuestra Señora de Belén el día onze.
12 – La cofradía de Señor San Joseph día doze.
13 – La cofradía de Santa Brígida, día treze.
14 – La cofradía de San Sebastián, día catorze.
15 – La cofradía de Nuestra Señora de la Sierra y San Roque, Día quinze.
16 – Al Señor San Francisco Solano, día diez y seis.
17 – Al colegio de Niñas huérfanas, días diez y siete.
18 – A la cofradía de Nuestra Señora de la Aurora, día diez y ocho.
19 – A la cofradía de Nuestra Señora de la Rosa, día diez y nueve.
20 – La hermandad de Santa Rita, día veinte.

“Y en esta forma y con este orden se repartieron los días para las demandas de trigo y azeite de cada año[4], y la Venerable Orden Tercera de Nuestro Padre San Francisco y hermandad de la Misericordia no tomaron ni se les asigno día alguno y quedo a su discrezión pedir en día y ocasión que no embarazasen a las demás demandas”.

Actuó de notario “de los Autos que se siguieron por parte de las cofradías de N. Sª del Rosario, y la de las Angustias desta ciudad de Montilla, sobre arreglar estas y las demás de esta ciudad a los días que cada una perteneze según se antigüedad para las demandas de Trigo y Azeite” el clérigo capellán D. Juan González Hidalgo[5].

[*]Artículo publicado en la revista local Nuestro Ambiente, en marzo de 2002.

FUENTES


[1]Archivo Parroquial de Santiago (APS). Libro 2º de Visitas Pastorales. op. cit.
[2] APS. Libro de Visitas Pastorales de 1631. s. f.
[3] APS. Libro Cuadrante de los cultos de 1631. s/f.
[4] La cofradía de Santiago de los Caballeros curiosamente no se cita a este cabildo extraordinario, pero si podemos confirmar que en este año está activa. Es posible que hiciera demandas de limosna al estar conformada por hijodalgos.
[5] APS. Traslado de los Autos  que siguieron las cofradías... Notario: Juan Gonzalez Hidalgo. Año 1742.

sábado, 28 de febrero de 2015

EL CRISTO DE LA HUMILDAD Y PACIENCIA Y LA COFRADÍA DE LA CONCEPCIÓN DOLOROSA, (SIGLOS XVII – XVIII)*

Hoy vamos recordar la existencia de una cofradía inmaculista y pasionista radicada en Montilla entre los siglos XVII – XIX, que dio origen a la veneración del Señor de la Humildad y Paciencia, cuya cofradía actual observa el espíritu franciscano y está hermanada con la que rinde culto a nuestros patronos, y que tiene a bien editar esta publicación.

Los hermanos de San Juan de Dios, el voto y la cofradía

La instauración de los hospitalarios en Montilla fue una realidad el 8 de mayo de 1601, tras haber sido aprobada una provisión por el obispo de Córdoba y la autorización del Marqués de Priego. Con este documento se presentó el hermano Diego Arias “del hábito de la capucha Instituto de Juan de Dios” ante el alcalde ordinario de la villa, el domingo veinte de dicho mes, para tomar posesión de la administración de los hospitales de los Remedios y de la Encarnación, de pobres enfermos el primero y de pobres viandantes el segundo, junto con la ermita de Santa Catalina para la asistencia religiosa. 

Aspecto que presentaba el antiguo hospital e iglesia de
San Juan de Dios a mediados del siglo pasado.
La ermita de Santa Catalina, fue el templo que ve nacer en 1625 la cofradía de la Limpia Concepción de Nuestra Señora. El 9 de junio de ese año, llegaron al convento hospitalario las Constituciones y Ordenanzas aprobadas por el obispado. Esta cofradía penitencial, era cronológicamente la cuarta que se instauraba en la Semana Santa local, que pasó a procesionar la tarde del Miércoles Santo.

Si nos remontamos al origen de la Semana Mayor montillana, nuestra atención debe ponerse en los extramuros del castillo del Gran Capitán, donde a principios del siglo XVI ya existe la ermita de la Vera Cruz, años más tarde, hacia 1540, se erige en ese desaparecido oratorio la cofradía que diera culto a esta primitiva advocación cristiana, haciendo su estación penitencial la tarde noche del Jueves Santo. Medio siglo después se sumaron las cofradías de la Soledad y Angustia de Ntra. Sra. en 1588, que pasó a realizar su estación de penitencia la noche del Viernes Santo, y dos años después la cofradía de los Nazarenos, que lo hacía en la madrugada del mismo día, ambas erigidas en el convento de San Agustín.

La devoción a la Inmaculada Concepción estuvo muy presente en todos los estamentos sociales de la ciudad a lo largo del siglo XVII. El 4 de diciembre de 1628 el Concejo de Justicia y Regimiento (hoy Ayuntamiento), acordó celebrar anualmente una fiesta solemne en el convento de Santa Ana en honor de Ntra. Sra. de la Concepción, en la onomástica de su festividad con cargo a las arcas públicas. A este importante patrocinio oficial, se sumó el voto y juramento de la defensa del Misterio de la Purísima Concepción de María, que a iniciativa de los Marqueses de Priego y con la asistencia de todo el clero y el pueblo, se suscribió el 12 de diciembre de 1650 en el convento de Santa Clara.

La hermandad del Señor de la Humildad y Paciencia

Por su parte, la Cofradía de la Pura y Limpia Concepción vivió sus primeros años con gran esplendor. En la segunda mitad del siglo XVII se sumaron a ella dos hermandades dependientes de sus reglas y ordenanzas. La primera fue la Hermandad del Santo Cristo de la Humildad y Paciencia, fundada por el médico Juan Bernabé de Arroyo, donante de la imagen titular, la cual este mismo adquirió en la ciudad de Granada –posiblemente en un taller del círculo de Alonso de Mena– y según historiadores de la época, veneró en su casa varios años, y a propuesta de la junta de oficiales de la cofradía de la Limpia Concepción les fue donada, agregándola al patrimonio veneracional de ésta.

Llegada de Granada, la imagen del Señor de la Humildad y Paciencia fue
donada por el médico Juan Bernabé de Arroyo, a mediados del siglo XVII.
Tras la donación de la imagen y la colocación en un altar de la desaparecida iglesia de Ntra. Sra. de los Remedios, Juan Bernabé solicitó sepultura propia para sí y sus descendientes, ante la imagen y altar de Jesús  de la Humildad y Paciencia, a lo que accedió el Padre General de la Orden Hospitalaria, Fray Francisco de San Antonio quien autorizó la construcción del enterramiento en gratitud a su mecenazgo.

Como hemos referido anteriormente, Juan Bernabé de Arroyo adquiere la imagen del Señor de la Humildad en Granada, ciudad donde está fuertemente arraigada esta iconografía pasional. Ejemplo de ello, es el número de iconos humildes que se veneran en la ciudad nazarí, hasta ocho encontramos en sus iglesias y conventos. El más popular se encuentra en una pequeña hornacina en la entrada del Hospital de San Juan de Dios, popularmente conocido por el Cristo de Puerta Real, que curiosamente fue donado en el siglo XVII por un noble llamado Francisco Fernández de Córdoba, caballero granadino familiar de los marqueses de Priego, que la dotó con su lámpara de aceite para que ardiera día y noche.

La fervorosa devoción a la Concepción Dolorosa y al Señor de la Humildad llevó al generoso médico montillano a fundar una capellanía el 9 de julio de 1659, dotándola para su mantenimiento con los beneficios de sus fincas rústicas, localizadas en los pagos de Benavente, Cuesta Blanca y Huerta de los Limones, todos ellos del término de la ciudad, los cuales rentaban anualmente un censo de 700 ducados, que iba destinado a sufragar los gastos de la celebración de diez misas anuales en la capilla de la cofradía, que entre otras fueron dedicadas a las festividades de la Virgen y una de ellas de pasión, al santo Cristo de la Humildad y Paciencia la tarde del Miércoles Santo antes de la estación penitencial,  aplicadas todas por la intención de sus ánimas y de sus difuntos.

Capilla y cultos de la cofradía

La ermita de Santa Catalina fue erigida en 1512 a iniciativa de Diego Pérez, capellán de la II Marquesa de Priego, Catalina Fernández de Córdoba, y fue esta misma cedida a los hospitalarios en su venida. En 1619 fue ampliada, pasando a denominarse iglesia de Ntra. Sra. de los Remedios. En su interior se erige la capilla de Ntra. Señora de la Concepción, imagen dolorosa adquirida por la comunidad hospitalaria en Granada, fundándose su cofradía seis años mas tarde, como ya hemos señalado anteriormente.

La capilla contaba con un retablo barroco de tres hornacinas, la central la presidía la dolorosa de la Concepción y ambos lados las imágenes de Cristo. Este retablo, fue tallado por el artífice Mateo Primo en 1733. Este entallador provenía de un linaje de artistas de origen jiennense, y su campo de trabajo fueron las provincias de Jaén, Málaga y Córdoba. La lámpara de plata que alumbraba día y noche la capilla, fue donada y enviada en 1702 por el militar montillano Salvador del Barranco, Capitán General, durante su desempeño de la gobernación de Santa Marta y Riohacha, provincia de Tierra Firme, Reino de Nueva Granada (hoy Colombia).

La capilla, también contaba con ocho sepulturas para el enterramiento de los hermanos. En un cabildo celebrado en 1698, se reparten las sepulturas con ocasión del traslado del Cristo de la Humildad a la misma. La primera cripta de la derecha fue cedida a los herederos del gobernador Salvador del Barranco, la inmediata a su izquierda a los sucesores de Pedro de Aguayo, y la siguiente, que estaba bajo el altar del Cristo de la Humildad fue donada a los herederos del doctor Juan Bernabé, las cinco restantes quedaron libres para los hermanos de la cofradía.

En esta capilla, la cofradía celebraba anualmente todos sus cultos y cabildos, como bien se recoge en el encabezamiento de cada uno de ellos, que comienzan diciendo: “estando juntos y congregados al son de la campana tañida con lo han uso y costumbre los hermanos de Limpia y Pura Concepción”, campana que hoy aún se conserva anecdóticamente en la torre de esta iglesia patronal de San Francisco Solano, y que su inscripción en bronce, nos recuerda su procedencia.

Los hermanos celebraban sus cultos en diciembre, el domingo infraoctavo de la festividad de la Inmaculada, con una misa solemne con toda la comunidad hospitalaria y la presidencia del clero parroquial de Santiago. También la cofradía tenía costumbre de celebrar una misa con sermón antes de la estación penitencial la tarde del miércoles santo. Asimismo, cuando un hermano fallecía, la cofradía asistía al funeral con doce hachas de cera acompañando al difunto, ofreciéndoseles a sus familiares la sepultura de la capilla.

La iglesia de Ntra. Sra. de los Remedios comenzó a quedarse pequeña para la asistencia religiosa de los frailes. El Marqués de Priego emprendió la edificación de un nuevo templo que se concluyó en 1772, colocando la cofradía su antiguo retablo en la capilla que costearon, añadiéndole dos nuevos retablos, tallados y dorados para la ocasión, que fueron colocados en los laterales de la misma, uno para el Señor de la Oración en el Huerto y otro para el Señor de la Humildad y Paciencia. También se colocaron nuevas lámparas y una reja de hierro para la central, se colocó una imagen de San Pedro, que llegó a ser muy popular en la calle Puerta de Aguilar, cuyos vecinos dedicaban todos los años una verbena en su honor en los últimos días de junio.

Procesión del Miércoles Santo

Esta cofradía, realizaba estación de penitencia la tarde del Miércoles Santo. Según las primeras constituciones y ordenanzas aprobadas en 1625, en su cuarto punto se ordena a los hermanos participantes en la estación penitencial “que el Miércoles Santo antes de las Completas, todos los oficiales y cofrades de esta Santa Cofradía, estén juntos en esta iglesia, vestidos con sus túnicas y capirotes blancos de penitente y escapularios azules, y en ellos la insignia de Ntra. Sra. de la Limpia Concepción, y todos los mas que pudiesen sean de Sangre y los demás de luz”.

Antes de las tres de la tarde, el campanero de la torre de Santiago hacía llegar a todos los rincones de la campiña el toque de Completas. Tras la señal, varios miembros de la cofradía, llamados alquilones se dirigían con sus hachas desde el hospital a la Parroquia de Santiago, para recoger y alumbrar a la cruz y clero parroquial que acompañaba la procesión.

Una vez en San Juan de Dios, sobre las tres y media de la tarde, hora solar, comenzaba la estación penitencial abierta por la cruz guiona, que iba portada en unas andas y alumbrada por cuatro hachas por el gremio de los alfareros. Tras de sí, los hortelanos, que formaban cuarenta hermanos de luz, encabezados por su estandarte de damasco azul, en cuyo centro llevaba pintada una estampa de su titular, tras ellos, abriendo camino el paso de Jesucristo en la Oración en el Huerto, que era portado en los hombros de diez hermanos que a su vez llevaban su correspondiente horquilla. Todo este tramo era coordinado por los cuatro cabos de la corporación, que llevaban los bordones de madera con sus tarjetas de hierro.

El rostro del Señor recuerda al quehacer del círculo granadino de
 Alonso de Mena, lamentablemente muy intervenido en el siglo XX. 
Tras esta hermandad, el estandarte de la imagen de Cristo de la Humildad y Paciencia, los hermanos de luz con sus hachas de cera, y dos cabos con sus bordones. En el siguiente paso, Jesús aparece sentado sobre una roca, descansa de su subida con la Cruz a cuestas al monte Calvario, Humilde y Paciente, coronado de espinas espera su crucifixión y muerte. El Señor de la Humildad, iba sobre un trono dorado portado por diez hermanos, a ambos lados de la efigie dos azucenas de plata que hacían las veces de pebeteros perfumados, yendo todo el misterio cubierto con un palio sustentado por ocho varas. En las esquinas del trono iban cuatro hermanos con su hacha de un tamaño superior a las restantes, para alumbrar el misterio.

Tras esta hermandad, el cortejo de la Concepción Dolorosa, que abría su guión procesional de tafetán azul y que iba portado por el Marqués de Priego o sustituido por su Contador, en caso de que no se hallara en Montilla. Tras él, los hermanos de luz y sangre revestidos con sus túnicas y capirotes blancos, y sus escapularios azules de la Inmaculada Concepción, precediendo al paso de la Dolorosa, portado por seis hermanos. La imagen de la Santísima Virgen, vestida con saya de damasco y manto de felpa azul con estrellas de plata de martillo y corona de plata. Toda ella cubierta por un palio de tafetán azul con ocho varas de madera de haya, y perfumada por dos pebeteros en forma de azucena. Tras la Madre de Dios, la comunidad hospitalaria, el clero parroquial, la capilla de música de Santiago, y la junta de oficiales presidida por su hermano mayor, que en muchas de las ocasiones era el alcalde ordinario de la ciudad.

Una vez en la calle, la procesión se dirigía a la Parroquia de Santiago para hacer estación en el templo mayor, tras los rezos y cantos pasionistas volvían camino del Convento de San Juan de Dios, por las calles de nuestra ciudad.

Esta es, una síntesis documental de la fundación, evolución y protocolo de la Cofradía de la Concepción Dolorosa, desde su creación hasta finales del siglo XVIII, donde estaba integrado el Señor de la Humildad, y donde su pujanza y esplendor quedan reflejados en los documentos, imágenes y enseres que aún se conservan como testimonios del pasado.

Como quedara patente, en el segundo tercio del siglo XX los montillanos vivieron in situ la lenta agonía, como templo cristiano, de la barroca iglesia de San Juan de Dios, hasta su definitivo cierre. Parte de su patrimonio se trasladó a la parroquia de San Francisco Solano, tal como la imagen del Cristo de la Humildad, último vestigio de una antigua hermandad erradicada en el templo hospitalario.

Este breve boceto histórico, que aporta alguna luz sobre el pasado de esta sagrada efigie, en la actualidad –providencialmente– goza de gran veneración cofrade y franciscana entre sus hermanos y devotos en el templo patronal montillano.

Fotos: RUQUEL, Rafael Guijarro.

*Artículo publicado en la revista "Hermandad Patronal". Año II, nº 2. Diciembre de 2007. 

jueves, 8 de enero de 2015

LA LOTERÍA NACIONAL DE NAVIDAD*


Este año (2012) se cumple el Bicentenario de la Lotería Nacional. Ocurrió en Cádiz, donde las Cortes se refugiaron del asedio napoleónico. Allí estudiaron los Diputados "un medio de aumentar los ingresos del erario público sin quebranto de los contribuyentes" con la finalidad de conseguir financiación para el Gobierno. El 4 de marzo de 1812, quince días antes de que se aprobara la primera Constitución Española, se celebró el primer sorteo.

Aquel mismo año y en aquella bella ciudad tuvo lugar el primer sorteo de Navidad, el 18 de diciembre. Las cofradías nunca fueron ajenas a participar de este modelo de juego monopolizado por el Estado, cuyo fin era y es incrementar sus ingresos para lograr hacer frente a sus constantes gastos e inversiones.

A modo de recuerdo y homenaje de este bicentenario de un sorteo tan popular y difundido en el ámbito cofrade como es la Lotería Nacional de Navidad, traemos hasta nuestras páginas la reproducción de un ejemplar (que nos ha facilitado nuestro amigo Luis Cabanillas) de las participaciones impresas por nuestra Cofradía en 1948, cuyos números habían sido retirados de administraciones de Madrid y Barcelona, las cuales se encontraban depositadas en la sucursal montillana del Banco Español de Crédito. Así lo detalla el billete, que firmado por el entonces hermano mayor, Francisco Ruz Salas, en su reverso anunciaba los vinos de las bodegas de otro buen cofrade y generoso montillano, José María Navarro Requena.

*Artículo publicado en la revista Vera Crvx Montilla, en Cuaresma de 2012.

martes, 23 de diciembre de 2014

RECORDANDO A FRANCISCO SOLANO REQUENA*

En el mes de abril de 2005 se presentaba en el salón de plenos del Ayuntamiento de Montilla el segundo número de la revista "J. Garnelo". Ésta recoge artículos que profundizan en la vida y obra del genio montillano de pincel y perfil romántico.

De los que disertan de la vida cotidiana del artista, encontramos un simpático trabajo firmado por su sobrino, el arquitecto Joaquín Cuello Garnelo, titulado Breve anecdotario de José Garnelo y Alda, donde hace memoria de los hechos protagonizados por su tío a lo largo de su dilatada trayectoria artística en la sociedad española de su época. El autor, narra varias anécdotas dignas de ser inmortalizadas en el papel, entre otras, la visita personal que hizo el monarca Alfonso XIII al despacho del Presidente del Tribunal Supremo en Madrid,  para contemplar la magna obra que llevó a cabo Garnelo en la cúpula, denominada El Collar de la Justicia.

Una de las anécdotas finales –no menos curiosa que interesante– trata sobre el joven Pepe Garnelo y de sus comienzos como estudiante fuera del hogar familiar montillano. El autor del anecdotario desgrana como Garnelo marcha para Sevilla, con tan sólo 16 años, donde inicia sus estudios universitarios de Filosofía y Letras. Pocos meses después, los resultados no son los esperados por su padre, que decide visitar al joven. Así lo relata Cuello:

“Pronto llegan a Montilla noticias de la poca vida ejemplar de Garnelo como estudiante de Filosofía, y, seguramente, aumentados, a los oídos de su padre. El médico emprende viaje a Sevilla, para comprobar “de visu” el “aprovechamiento” de su hijo. En las aulas de la Facultad  era desconocido. Se dirige el buen médico a la pensión estudiantil, y encuentra a Pepito con los pinceles en la mano ante un lienzo. Tenía abocetado un cuadro de género histórico: La muerte de Lucano. El padre queda sorprendido por la técnica en la colocación de las figuras, el dominio del color y el rigor histórico de muebles y vestidos, pero además influye en el ánimo paterno un factor sentimental. Él había tratado el mismo asunto y reconocía que su hijo le había superado. La regañina queda sin efecto y, abrazando al hijo, deja que se entregue de lleno a la pintura, pues ha descubierto su verdadera vocación. En el taller del Museo Provincial de Sevilla trabaja como jefe de restauradores un montillano, Solano Requena, y a éste queda confiado Garnelo, el padre regresa a Montilla con la tranquilidad de haber dejado a su hijo en buenas manos”.

J. Garnelo. Autorretrato, 1881. (Museo Garnelo)
 Entonces, nos surge la curiosidad por este inesperado y olvidado paisano, ¿quién era Solano Requena? Después de indagar por la bibliografía montillana, interesados por la persona de Requena, vemos como son escasas y pobres las referencias existentes, hasta tal punto que en ninguna de las localizadas aparece su segundo apellido.

En la actualidad, escasos son los datos biográficos que conocemos. Francisco Solano Requena de Algaba, nace en Montilla el 6 de diciembre de 1826, fue hijo de Blas Requena  Navarro y Josefa de Algaba Navarro, y bautizado el día siguiente a su nacimiento en la Parroquia de Santiago (APSM. Libro 70, f. 133 v. nº 357).

Desde temprana edad conoció el viejo arte de la pintura y la restauración de manos de su propio padre, que ejercía en la ciudad como maestro artesano. El niño Francisco Solano tuvo la oportunidad de seguir detalladamente, entre otras, la restauración que su padre llevo a cabo a la patrona de Montilla, Ntra. Sra. de la Aurora, cuando su cofradía encargó la restauración de las encarnaduras de las imágenes de la Virgen y el Niño en 1836.

Años más tarde la familia Requena se traslada a Cabra, donde Francisco Solano estudia el bachillerato. Residiendo en la localidad cordobesa, la muerte sorprende a su padre el 12 de septiembre de 1852 a sus 57 años. Tras terminar sus estudios, Solano se traslada a Sevilla donde establecerá su definitiva residencia; no sin dejar de visitar su tierra natal, y realizando algunos trabajos, como la pintura del estandarte de la imagen mariana que restaurara su padre.

Estando afincado en la capital andaluza consigue, como ya hemos reseñado anteriormente, alcanzar las plazas de Jefe del equipo de restauración del Museo Provincial y Profesor en la Escuela de Bellas Artes y Oficios Artísticos. Un día de otoño de 1883, recibió la visita del médico José Ramón Garnelo Gonzálvez acompañado de su hijo. La entrevista con Solano Requena cambiaría la trayectoria profesional del joven Pepe, aficionado a la pintura. A la conclusión de la animada tertulia, el profesor Requena queda comprometido con el médico para ser tutor de su hijo.

En esta nueva etapa de su vida, el joven Garnelo asiste a la Escuela de Bellas Artes y Oficios Artísticos durante los cursos 1883–84 y 1884–85. De manos de Solano Requena se impregna de la sociedad sevillana, las visitas a la catedral, iglesias, museos, palacios, barrios, calles, jardines, y todo el ambiente artístico y cultural del período decimonónico hispalense. De primera mano conoció el Museo Provincial, los grandes maestros de pintura y escultura del barroco andaluz, Velázquez, Murillo, Zurbarán, Valdés Leal, Montañés, Juan de Mesa y Pedro Roldán, entre otros.

Para conseguir ayuda económica a sus estudios, Solano Requena consiguió encargos a José Garnelo de copias de pinturas de autores consagrados. En el extenso epistolario cursado entre los Garnelo padre e hijo, existe una carta fechada el 10 de mayo de 1885 donde el joven estudiante y pintor refiere a su padre una visita que hizo a la catedral, junto con Solano Requena, para copiar un lienzo.

Francisco Solano Requena impregnó al joven Garnelo la entrega y el amor por la vida artística, los conocimientos básicos de la pintura, dibujo, técnicas de restauración, etc., siendo sus cátedras y consejos trascendentales para la evolución artística del que estaba a ser llamado a ser uno de los artífices plásticos de su época.

“Dando de comer a las ocas”, 1898. Óleo/tabla, 15 x 30 cm. Pintado por Francisco Solano Requena, que salió a subasta en la sala madrileña Ansorena, el 17 de junio de 2002.

En su taller sevillano, Solano Requena, pintó y restauró innumerables obras de artes, en su mayoría, hoy descatalogadas y desconocidas. Su maestría y dominio en la pintura le hizo alcanzar altas cotas en la valoración de sus trabajos. Por citar una de ellas, en junio de 2002 la sala madrileña “Ansorena” presentaba una, titulada Dando de comer a las ocas, óleo sobre tabla de 15 x 23 cm. firmado y fechado en 1898 (que sirve de ilustración para este artículo), y cuyo precio de salida era de 2.700 euros, cantidad que refleja la alta cotización adquirida por el dominio y calidad de los óleos plasmados por el artista montillano.

Para concluir, tan sólo aludir que, Francisco Solano Requena, debe ser recordado y agradecido por todos aquellos que nos identificamos con la ilustre figura de José Garnelo y con la historia de Montilla. Solano Requena, un montillano que ha sido desmemoriado históricamente, cuya vida y obra debe ser recuperada, estudiada y reivindicada por la ciudad que le vio nacer.

* Artículo publicado en el Diario Córdoba, en julio de 2005.

jueves, 13 de noviembre de 2014

AQUELLA MONTILLA CERVANTINA DE 1591*

Acercar la realidad de una época es trabajo difícil. Cuando se trata de un erudito de la categoría de Cervantes aún más, ya que todos los pueblos del imperio español de Carlos I se afanan por encontrar una leve huella de este insigne manchego a su paso por ellos. Nuestra ciudad tuvo el honor de acogerle entre 1591 y 1592, como dejó inmortalizado en su novela ejemplar El Coloquio de los Perros, donde hace referencia de su paso por la villa, realmente, como recaudador de víveres para la Armada Invencible. Así nos lo exaltó hace poco más de cinco décadas el doctor peruano Raúl Porras Barrenechea, a quien está dedicada esta ilustración de la Montilla que conoció el más preclaro literato castellano de todos los tiempos.

Este que veis aquí...

Miguel de Cervantes Saavedra, fue bautizado el 9 de octubre de 1547 en la iglesia Parroquial de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares, así que pudo haber nacido el 29 de septiembre, festividad del arcángel San Miguel. Es el cuarto hijo de los siete del matrimonio formado por Rodrigo de Cervantes y Leonor Cortinas, crece en una familia humilde, ya que el único sustento de ésta, es el sueldo de su padre que era barbero cirujano. Sus biógrafos nos dicen que pudo haber estudiado en el colegio de la Compañía de Jesús de Córdoba, ciudad donde residía su abuelo paterno y donde su padre se traslada buscando mejor situación laboral.

Sus primeros pasos en la literatura los da en 1567, dedicando un soneto a la esposa de Felipe II con motivo del nacimiento de la infanta Catalina. Éste sentía especial atracción por la poesía, sin que llegara a destacar su nombre en este género literario.

En busca de mejor vida se traslada el joven escritor a Roma en 1569, donde se familiariza con la literatura itálica, y donde pronto iniciaría su carrera militar. Un año después de su llegada a la ciudad de los emperadores, se alista en Nápoles consiguiendo emplazamiento en el tercio de don Miguel de Moncada, bajo cuyas órdenes se embarcaría en la galera Marquesa con la plaza de Sargento[1], para combatir el 7 de octubre de 1571 en la batalla naval de Lepanto; donde luchando valerosamente recibiría dos arcabuzazos en el pecho y uno en la mano izquierda, que se la dejaría tullida para siempre, quedando inmortalizado como El Manco de Lepanto.

Otros cuatro años más seguiría Cervantes en la milicia, donde participó en varias campañas de la península italiana. En 1575 embarca en Nápoles rumbo a Barcelona con la mala fortuna que el navío en que él viajaba es apresado por unos corsarios berberiscos que lo toman prisionero, iniciando así su largo cautiverio de cinco años en Argel. Durante ese tiempo, Miguel de Cervantes idea cuatro fugas, siempre fallidas. El 19 de septiembre de 1580, es liberado gracias a los Padres Trinitarios Juan Gil y Antón de la Bella que pagan su rescate. El 27 de octubre desembarca en tierra peninsular española.

Durante los próximos años, Cervantes visita las ciudades de Orán y Lisboa, en ésta última se entrevista con el monarca Felipe II al que solicita un cargo oficial para la administración del territorio peninsular o bien, aspirando a alguna vacante en las Indias, que siempre les fueron denegadas, no llegando nunca a ser recompensados sus méritos militares[2].

Desde  1582 se dedica expresamente a su faceta literaria, apareciendo en 1587 instalado en Sevilla, donde al fin consigue por mediación de Diego de Valdivia un cargo de comisario real  de abastos para la Armada Invencible, que le llevaría a viajar por Andalucía. Partiendo de la capital hispalense pasa por Écija, La Rambla, por donde ya se divisa un manto de verde viñedo y olivar.

Llegamos, pues, por nuestras jornadas contadas a Montilla...

De los posibles caminos que tomara Miguel de Cervantes cuando salió de la vecina villa de La Rambla, el principal por su uso y seguridad para llegar a Montilla era por la Vereda de Castro del Río, la cual marcha por la fuente del Chorrillo en la que existió un paraje de unas tres fanegas de tierra para el descanso del ganado y los transeúntes. En este punto cruza el camino que unía Montemayor con Montilla. En dirección a Montilla el camino parte estas tierras, a la izquierda el cortijo y a la derecha la huerta, ambos llamados del Chorrillo. La segunda famosa por sus frutas, verduras y hortalizas de gran calidad y regadas por inagotables veneros de agua clara, donde se manifiesta el ingenio de la civilización romana.


Cuando dejamos atrás este entorno de ricas tierras areniscas, cruza este camino por las fincas de las Capotas y la Capellanía, apareciendo al fondo el bosquejo de Montilla. Entonces, llegamos al cruce de la vereda del Labrador y entramos en los llanos de la Florentina o de la Camacha la más famosa hechicera que vivió en el mundo (...) fue tan única en su oficio, que las Eritos, las Circes, las Medeas, de quien he oído decir que están las historias llenas, no la igualaron. Camino abajo, llegamos a las huertas de la Iglesia Parroquial, y la que llaman de las Minas, propiedad de Ana Ximénez, la hidalga, viuda del que fuera alcalde ordinario de esta villa, Mateo Sánchez Solano, cuyo matrimonio tiene tres hijos, uno de ellos es franciscano en el nuevo reino de las Indias. Pasados estos vergeles, nos encontramos la fuente del Arquita, ya llegando a la huerta de Huelma, para subir por el camino de Córdoba, donde comienzan las primeras casas.

...villa del famoso y gran cristiano Marqués de Priego, señor de la casa de Aguilar y Montilla.

Como bien dejó Cervantes inmortalizado, Montilla era capital del estado de Priego, cuyos señores en la fecha que este escritor la visita eran Pedro Fernández de Córdoba y Fernández de Córdoba, IV marqués de Priego (1563 – 1606) y su esposa Juana Enríquez de Ribera y Cortés, hija del II  duque de Alcalá de los Gazules y nieta de Hernán Cortés, conquistador de México y marqués del Valle de Oaxaca[3].

La casa consistorial de la villa estaba situada en la entonces llamada plaza nueva o baja (hoy de la Rosa). El cabildo del Consejo, Justicia y Regimiento, estaba compuesto este año por el alcalde mayor del estado Gaspar Lázaro Fernández, dos alcaldes ordinarios llamados Juan López Toledano y Antón Ximénez, los regidores Juan López y Juan Muñoz Cañasveras, el alguacil mayor Gaspar de Torres, el mayordomo Juan de Cáliz y el escribano Jerónimo Pérez[4]. Estos, en función de autoridad local, eran nombrados por el Marqués para abastecer a la villa de las necesidades de sus vecinos, que en este año alcanzaban el número de 2110 vecinos[5] distribuidos  por las  calles existentes en la villa, que según el primer padrón vecinal conservado de la misma la detalla con estos nombres: 

“La Vera Cruz, La Cárcel, Plazuela del Alcazer, Los Mesones, La Corredera, calleja de Juan de Rivas, Santa Ana, Plazuela Sotollón, Fuente Álamo, San Roque, Las Prietas, Burgueños, Pozo Dulce, Cuesta de San Sebastián, Tras de San Sebastián, Juan Colín el viejo, Terremoto de la Silera, Barreruela, Plaza de Santo Agustín, La Sala de la Silera, La Enfermería, San Sebastian, Mantecas, Nadales, Pavón, Alamillos, Guillen de Fuentes, Saludador, Peñuela, Alta y Baxa, Barea, Horno Alcaide, Aleluya, El Padre Luis Fernández, calleja del Arroyo, Palacio, Nuestra Señora, Horno Nuevo, La Parra, Santiago, Ortega, Alonso Martín de Jaén, Ramos, Santa Brígida, La Escuchuela, Doñas Marías, El Ciprés, La Zarzuela de Pedro Rodríguez del Jurado, Horno Caldereros, Izquierdo, La Zarzuela, El Palomar, Puerta de Córdoba, Trillo y Matadero”[6].

Alojaron a mi amo, porque él lo procuró, en un hospital...

El hospital de la Encarnación, posada e inspiración cervantina, como reflejó el escritor alcalaíno en el transcendental pasaje del perro Berganza durante su oscuro coloquio con la Cañizares, bruja discípula de la Camacha, la cual le habló sobre ella y la Montiela, otra discípula de ésta.

Este hospital fue fundado por voluntad de Elvira Enríquez y Luna, mujer de Pedro Fernández de Córdoba y Pacheco, I marqués de Priego. Como dejó recogido en su testamento, otorgado en Montilla el 28 de febrero de 1512, “que se hiciese una iglesia y un hospital bajo la advocación de Nuestra  Señora de la Encarnación” dejando por patrono del mismo a su esposo. La construcción se comenzó en 1517 después de haber muerto el marqués, en el sitio de tres casas que había comprado éste en la calle Corredera, obras que concluyó Catalina Fernández de Córdoba y Enríquez, II marquesa de Priego[7].

En 1558 el hospital fue trasladado a la puerta de Aguilar, llamado desde la instauración de este centro como calle de Nuestra Señora por la imagen de la Virgen de Los Remedios que se veneraba en éste. En su primitiva fábrica la  Marquesa fundó el colegio de la Compañía de Jesús –que tantos recuerdos traería a Cervantes de su infancia cordobesa–.

Desde la segunda mitad del siglo XVI y XVII, este patronazgo gozó de bastantes donaciones testamentarias. El hospital contaba con diez camas con sus sábanas, cobertores blancos y almohadas de lana, tres arcas para guardar la ropa, cinco aparadores de madera para el servicio de los hospedados, enseres de cocina, y otros bienes como un cofrecillo para los censos y títulos del hospital.

Estaban decorados sus muros de galerías y habitaciones con: un cuadro de un Ecce homo al temple, un Cristo a la columna y san Pedro al temple, san Cosme y san Damián (patronos de la medicina) al temple, otros lienzos  de san Bartolomé y san Bernardo, otro de san Juan al óleo, un Ecce Homo pequeño al óleo, y una cruz hueca grande de madera[8].

Entre 1591 y 1592 este hospicio estaba administrado por el mayordomo Diego Fernández, el cual tenía a su cargo el cobro de cuarenta censos que habían adjudicado los vecinos de la villa en sus testamentos para el sustento del mismo. De todos estos podemos destacar el “censo contra los bienes del marques de Priego que paga cada un año tres mil y seis cientos y cuarenta y dos maravedís” y otro que pagaba una mujer inmortalizada por Cervantes, “Leonor Rodríguez La Camacha paga de otro censo sesenta y tres rreales, cárguensele de un año hasta fin de noventa y uno”, donde posiblemente se encontraran el escritor y la hechicera cuando ésta iba a hacer “las pagas de Navidad y todos los Santos”[9], fechas en que estaban los censos obligados a cumplirse.

Tenía el hospital en propiedad tres casas arrendadas a los vecinos Juan de Villarás, presbítero discípulo del Maestro Juan de Ávila, Diego de Mesa y Lope de Medina, notable tallista y escultor del comienzo del barroco cordobés. También tenía seis tiendas arrendadas a Bartolomé Sánchez Tundidor, Francisco López de Ahumada, Alonso de Mesa, Juan Esteban, Juan hierro y “una tienda que tiene de por vida Andrés Camacho, clérigo por treinta rreales cada un año”. Y dos huertas arrendadas a Hernán Gil y Bartolomé Ruiz, el rey.

Con todos estos arrendamientos y censos, el mayordomo cubría los gastos del año que básicamente se invertían en reparos del edificio y víveres. En 1591 dicho administrador adquiere “para dar de comer a los pobres enfermos del dicho hospital, gallinas, pollos, carneros y otras comidas medecinales de almendras, pan y vino, pasas y otras cosas...” que muy seguro Cervantes comiera y bebiera. Este mismo año el mayordomo adquiere por “diez y ocho rreales que le costo una tabla con una hechura de Nuestra Señora con su bendito hijo pintado de pincel que compro del pintor de esta villa para la yglesia del dicho hospital”[10].

El templo del hospicio era la ermita de Santa Catalina, (también llamada de Ntra. Sra. de los Remedios). Los cultos que se celebraban en “el Hospital de la Encarnación de esta villa, cada un Año una fiesta Solene del SSmº. Sacramento y una fiesta solene de la Encarnación y un aniversario solene y cinquena y dos misas reçadas cada lunes de cada semana y todas se dicen en la hermita de Nuestra Sª de los rremedios y son por el Padre Diego Perez, Capellan que fue de los Exmos. Marqueses de Priego. Y cumple mas  seis missas reçadas por Juan de Abril que los dotó y todos se dicen en la dicha hermita de nuestra Sra.”[11]

Así el nuevo edificio del hospital se hizo colindante a dicha ermita, para que ésta auxiliara las necesidades del mismo, siendo este el motivo del traslado del hospital en 1558 tras la venida de la Compañía de Jesús a la villa. En 1591 era mayordomo y capellán de ella Alonso Muñoz de Salas, presbítero encargado del mantenimiento y cultos, y administración de los seis solares colindantes que tenía dicha ermita en su propiedad[12].

Este, es arbitrio limpio de polvo y paja, y podríase coger por parroquias...
           
En el coloquio de los perros Cipión y Berganza, el autor no especifica que durante su estancia en Montilla visitase la iglesia Parroquial de Santiago que era la única en la villa, pero deja la puerta abierta a esta frase que hemos escogido para subtítulo.

Otros documentos cervantinos, nos delatan su presencia en la misma. Como bien publicó el Dr. Raúl Porras Barrenechea, existe un acta notarial donde Andrés de Mesa, perulero, reclama a Miguel de Cervantes unas fanegas de trigo “que le quitaron” en 1591[13]. Este vecino de la villa ostentaba cargos relacionados con la Iglesia Parroquial de Santiago, entre otros podemos aclarar que, era Hermano Mayor de la cofradía de Santiago de los Caballeros en 1591, también estuvo en el Virreinato de Nueva España (México), lugar donde Cervantes deseó marchar varias veces para mejorar su situación social.  Andrés de Mesa, marchó para las Indias en 1564, ya casado en México con Francisca Cortés, hace fortuna y decide volver a su tierra natal, trayéndose consigo la imagen del Santo Cristo de Zacatecas, el cual donó el 10 de septiembre de 1576 a la cofradía y ermita de la Santa Vera Cruz. En 1588 fue nombrado Depositario del Pósito y Dehesas por el Consejo de Justicia y Regimiento de la Villa[14].

También se conserva en el Archivo Parroquial un inédito documento con fecha de 9 de mayo de 1591, siendo Juan Gómez Carmona mayordomo de la fábrica de la parroquial de Santiago, el cual recoge en dicha cuenta lo siguiente: “mas se le descargan diez y ocho fanegas de trigo y diez y ocho de cevada que Antón Fernández, comisario de su majestad saco para el proybimiento de las galeras de su Magestad. Mostró certificación del dicho comisario y por esta razón se le descargo el dicho pan”[15]. Este notable escrito, nos delata que Miguel de Cervantes tiene constancia de la fábrica parroquial donde envía al obrero Antón Fernández con una certificación propia para recoger la partida de grano. Un año más tarde el mismo mayordomo recoge que “en la quenta última antes de esta se descargaron al dicho obrero diez y ocho fanegas de trigo y otras tantas de cevada que saco a esta fábrica Antonio Fernández comisario de su Magestad para el proybimiento de sus reales galeras de que mostró certificación del dicho comisario y no sea cobrado adviertese aquí”. Encajan las fechas de estos documentos con los ya publicados por el Dr. Raúl Porras, a la vez que enriquecen la presencia del padre del Quijote por nuestra entonces villa.

La planta de fábrica del templo parroquial en 1591 nos la describe el canónigo visitador general del obispado de Córdoba, Pedro Fernández de Valenzuela, literalmente: “El cuerpo material de la dicha yglesia ques de tres naves con dos danças de arcos. Por largo y hancha y espaciossa para la comodidad del pueblo, los techos son de madera alfajiado ladrillo por tabla. El altar mayor estava en alto en una tribuna con sus barandas sobre quatro barras de hierro, tiene un Retablo de tres hordenes pintado, los cuadros de ymagineria de pincel y los estremos y juntas de los quadros de moldura con relieve dorados, la yglesia tiene tres puertas trianguladas. El coro en el alto con su tribuna el alto donde estaba el organo. El suelo de la yglesia esta enladrillado. La fábrica de esta yglesia no tiene parte en diezmos porque los lleva El marqués de Priego”[16].

Esta es la Iglesia Parroquial que conoció Cervantes durante su trabajo como comisario su Majestad Felipe II. Sería su fábrica punto de atracción porque como hemos leído antes los diezmos del pueblo los pagaba el propio Marqués, así que los vecinos estarían libres de tributo eclesiástico que gracias a su Excelencia estaban bien abonado.

Pero no sólo esto recogido literalmente era el templo Parroquial, dentro del mismo existe una devoción que cuando Cervantes deambuló por la villa le llamaría la atención, se trata de la Cofradía del Rosario, fue fundada en 1580 por el dominico fray Diego Núñez del Rosario[17],  para dar gracias a la Stma. Virgen del triunfo de la Batalla Naval de Lepanto, ganada a los turcos por los reinos cristianos al mando de Don Juan de Austria el 7 de octubre de 1571.


Según sus biógrafos, Cervantes alardeaba de la pérdida de su mano izquierda y conservaría hasta la muerte el orgullo de haber participado en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros. Qué recuerdos traería al genio escritor castellano aquel retablo e imagen de Ntra. Sra. del Rosario, devoción muy festejada en Montilla durante los nueve días anteriores al 7 de Octubre de cada año. En ésta se consumían “ocho docenas de cohetes, cuatro libras de pólvora, el templo parroquial se adornaba con macetas de pebetes y colgaduras en las columnas, la torre se iluminaba con luminarias, para conmemorar la Batalla Naval de la defensa, en la que se procesionaba la imagen de Ntra. Sra. del Rosario y Santo Domingo acompañados de soldados de tropa...”, esa gloriosa efemérides española, como propiamente inmortalizó en el prólogo de sus Novelas Ejemplares este desventurado Sargento... Llámese comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria.

*Artículo publicado en la revista local La Corredera, en diciembre de 2001.

FUENTES DOCUMENTALES


[1] LLORENTE, LUIS Mª.: El Sargento Don Miguel de Cervantes, Revista Ejército nº 678, diciembre 1996, págs. 87-92.
[2] SEVILLA ARROYO, F.: Miguel de Cervantes, Obras Completas, Madrid, 1999, pp. 1- 4.
[3] VV. AA.: Montilla, aportaciones para su historia. Lucena, 1982. p. 24. En: “Montilla, capital del Estado de Priego”, de Joaquín González Moreno.
[4] Archivo Histórico Municipal de Montilla (AHMM). Actas capitulares 1590 – 1604, libro nº 9. (Los nombres de las autoridades citadas están recogidos de varios cabildos de 1591).
[5] CALVO POYATO, J. Guía Histórica de Montilla. Córdoba 1987, pág. 39.
[6] AHMM. Padrón vecinal de 1609, caja 393 B, s/f.
[7] VV.AA.: op. cit. p. 26.
[8] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla (APSM). Libro 4º de capellanías, fols. 1057-59.
[9] APSM. Libro 2º de capellanías, f. 325.
[10] Ibíd.: f. 476.
[11] APSM. Libro-cuadrante de cultos de 1619. s.f. [En los Libros- cuadrantes de años posteriores, se especifica que el Padre Diego Pérez es “el fundador” de dicha Ermita].
[12] Op. cit.
[13] PORRAS BARRENECHEA, R. Cervantes, La Camacha y Montilla. Montilla, 1991, pág. 23.
[14] AHMM. Actas Capitulares, libro nº 8. f. 354 v.
[15] Op. cit., f. 192 v.
[16] Ibíd. f. 183 v.-184.
[17] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla. Escribanía 1ª, Leg. 13, fs. 889-896.