domingo, 9 de diciembre de 2012

EL MAESTRO JUAN DE ÁVILA Y LAS PRIMERAS EDICIONES DE SUS OBRAS (III)



Las primeras ediciones generales de las Obras del Maestro Juan de Ávila

Retrato del Maestro Ávila, grabado por Juan Bernabé Palomino (s. XVIII)
Tras la publicación de la biografía del Maestro Ávila, Juan Díaz continúa con su incesante labor editorial entre la villa y corte y las urbes universitarias cercanas a ella. En estos enclaves intelectuales cuenta con el apoyo de los jesuitas, además de ser el ámbito más adecuado para la lectura y difusión de las obras avilistas, propagándose así su conocimiento y estudio con mayor facultad y erudición.

En los últimos días de 1593 el anciano Juan de Villarás redacta y rubrica su última carta de poder destinada a Juan Díaz, que residente en Madrid le permitirá en adelante publicar todas las obras que dejara escritas el Venerable Maestro Ávila y que Villarás había heredado.

La misiva es verificada ante escribano público ya en el preludio del nuevo año y, en ella, el fiel discípulo y morador de la casa del Maestro Ávila cede todos sus derechos editoriales al clérigo Díaz. Dado su interés, por la cantidad de datos que ofrece la reproducimos íntegra:

“Sepan quantos esta carta de Poder vieren como yo Jhoan de Villarás clérigo presvítero vecino que soy en esta villa de Montilla otorgo y conozco por el tenor de la presente carta como heredero universal que soy del Maestro Jhoan de Ávila Predicador en el Andalucía que es en gloria  que doy e otorgo todo mi poder cumplido bastante quanto del derecho se requiere a Jhoan Díaz clérigo presvítero estante en la villa de Madrid  que esta ausente para que para el mismo y en su mismo fecho y causa propia pueda imprimir quales quier libros y tratados de los scriptos que dexó el dicho Maestro Jhoan de Avila de cosas del Santísimo Sacramento y de ntra. Señora y de las bien aventuranzas y de los evangelios y avisos para confesores predicadores y obispos y en raçón dello pueda pedir al Rey ntro. Señor y los Señores de su Real Consejo quales quier previlejio y previlejios y en raçón de la dicha impresión pueda hacer quales quier conciertos con quales quier libreros en la cantidad  de la manera que le pareciere y para que pueda vender los libros que ansi se imprimieren por los precios y según que fueren tasados y recivir los maravedis porque los vendiere y hacer y disponer de todo ello como de cosa propia suya que para todo ello y en raçón dello hacer todas las demás diligencias que convengan y fueren necesarias para que tenga cumplido efecto lo susodicho le doy poder bastante y le cedo todos mis derechos y acciones y lo establezco procurador en su mismo hecho y causa propia y según y de la misma manera que yo lo pudiera hacer sin limitación alguna y para firmeça dello obligo mis bienes avidos y por aver y doy poder a las justicias para su execución y cumplimiento como por sentencia pasada en cosa juzgada y renuncio las leyes de mi defensa y la general del derecho y en testimonio dello lo otorgue ante el escribano y testigos y uso scriptos en cuyo registro lo firmo de mi nombre que es fecha y otorgada en la dicha villa de Montilla en veinte y nuebe días del mes de diciembre de mil y quinientos y noventa y tres años siendo testigos presentes a lo que dicho es Baltasar de los Reyes criado del dicho Juan de Villarás y Pedro Martínez de Rivera y Juan Pérez del Campo hijo de mi el escribano vecinos desta villa e yo el escribano ynfraescripto doy fe que conozco al dicho otorgante. Terminado dezia y en cuanto al nacimiento de Ntro. Savaldor y redentor Jesuxpto de mill y quinientos y noventa y quatro años. Juan de Villarás [rúbrica] Jerónimo Pérez escribano público y del Cabildo [rúbrica].”[1]

Tras llegar la epístola a manos de Juan Díaz, éste comienza a componer los textos avilistas y a unirlos bajo el título general de Obras del Padre Maestro Juan de Ávila que, debido a su extensión, divide en tres partes.

Por estas fechas, el impresor madrileño Luis Sánchez ultima una reimpresión del Audi, filia. Una vez concluida, comienza a estampar los primeros pliegos de la primera y segunda parte de las esperadas Obras, que ven la luz en 1595 en un solo volumen. Entre tanto, su vecino y análogo Pedro Madrigal compone su máquina impresora para plasmar la tercera parte de la producción espiritual del Maestro Ávila, que aparece en un solo tomo un año después en la villa y corte de Felipe II.

Portada de la obra "Dos Pláticas hechas a sacerdotes", impresa en 1601
Al mismo tiempo que las Obras generales del Padre Ávila se editan conjuntamente en Madrid, también se siguen imprimiendo sus escritos menores de forma independiente en otras ciudades de la vieja Europa. En la afamada imprenta Plantiniana de Amberes se estampa Reglas de bien vivir en versión castellana y francesa.

En aquel fecundo año (1595) de divulgación de los tratados avilistas, ve la luz por vez primera Dos pláticas hechas a sacerdotes, folleto impreso en Córdoba en el taller de Andrés Barrera. Un lustro después, este opúsculo se reimprime en Roma por Esteban Paulino en castellano e italiano. Al año siguiente es el tipógrafo Luys de Paz  quien lo prensa en su taller de Santiago de Compostela. Al mismo tiempo, en Florencia se vuelve a editar el Epistolario espiritual en italiano, siendo estampado por Cosimo Giunti en 1602.

En este periodo Juan Díaz se encontraba en Andalucía, acaso pudiera haberse trasladado hasta Montilla para asistir a los funerales de Juan de Villarás, que fallece el 6 de marzo de 1602[2]. En los sucesivos meses reside en Sevilla, donde prepara la segunda edición general de las Obras, que son impresas en los talleres tipográficos de Bartolomé Gómez y Francisco Pérez en 1603 y 1604 respectivamente. Tras esta edición hispalense, los escritos del Apóstol de Andalucía serán publicados reiteradamente en varios idiomas por toda Europa hasta nuestros días, añadiendo nuevas epístolas y tratados menores que el Maestro Ávila había dirigido a sus discípulos.

Una vez publicadas la mayor y más importante parte de las obras avilistas, la Congregación de Sacerdotes Naturales de Madrid inicia en 1623 el Proceso para la beatificación del Venerable Maestro Ávila. Este será el primer peldaño de un largo y continuo ascenso de siglos, donde las palabras predicadas en los púlpitos andaluces, ya impresas, le conducirán hacia la gloria de los altares y al reconocimiento apostólico de su ascética y docta pluma por parte de la Santa Sede.

NOTAS

[1] ANPM. Escribanías S. XVI. Leg. 41, fols. 1221 y vuelto.
[2] APSM. Abecedario de entierros, s/f. Año, 1602.

martes, 6 de noviembre de 2012

EL MAESTRO JUAN DE ÁVILA Y LAS PRIMERAS EDICIONES DE SUS OBRAS (II)

Fray Luis de Granada, el primer biógrafo.

Los escritos del predicador del Andaluzía eran sumamente conocidos y apreciados por toda la monarquía hispánica, su fama de santidad contrajo la necesidad de escribir una biografía para que sus devotos conocieran su intensa vida y sus grandes virtudes apostólicas.

Varios de los discípulos de Juan de Ávila contemplaron la posibilidad de escribir la vida de su preciado maestro. Entre ellos, los jesuitas Diego de Guzmán y Pedro de Rivadeneira, a los que se le suman sus compañeros Juan Díaz y Juan de Villarás, quienes asistieron al Maestro durante sus últimos años.
 
Impulsados por Ana Ponce de León, Condesa de Feria, en 1584 proponen a Fray Luis de Granada[1], uno de sus discípulos más sobresaliente en las letras de la época, escribir la vida de su amigo y maestro Juan de Ávila. El asceta dominico, que ya contaba entonces con ochenta años, había trasladado su residencia a Lisboa, lejos de los inquisidores españoles que lo acusaban de escribir textos con trasfondo erasmista y, pese a su avanzada edad y su debilitada salud, aceptó escribir la vida del Maestro Ávila.

Según aclara en el prólogo, dedicado al común amigo Juan de Ribera, arzobispo de Valencia, fue incentivado para recopilar la biografía por “la señora Condesa de Feria… la cual deseó mucho que yo tomasse a cargo esta historia, a cuya santidad y méritos, esto y mucho más se devía”[2].

El Licenciado Luis Muñoz, biógrafo de ambos predicadores, narra la llegada de la noticia al dominico granadino: “Y fue gran felicidad del Padre M. Frai Luis de Granada, y propia alabança suya, el aver tenido esta amistad, y gozado del trato y comunicación de varón tan santo. Y él se sintió tan obligado, y fue tan fino correspondiente y amigo, que luego que el Padre Maestro Ivan de Avila pasó al descanso eterno, se puso a escribir su vida, anciano ya y cargado de ocupaciones, que es la mayor demostración de una amistad finísima”[3].

A manos del autor llegaron gran cantidad de documentos y cartas del Maestro Ávila. Como explica en su apartado Al christiano lector  “Primeramente aprovecheme de los memoriales, que me dieron dos padres sacerdotes discípulos muy familiares suyos, que oy día son vivos, que fueron el padre Juan Díaz, y el padre Juan de Villarás”, aunque, de igual forma intervienen en la aportación de documentos los padres Diego de Guzmán y Pedro de Rivadeneira. Todo esto se suma a las vivencias que Fray Luis mantuvo con el Padre Ávila, como dejó reflejado: “Ayudarmehe también de lo que yo supiere por aver tratado muy familiarmente con este padre… y así pude mas de cerca notar sus virtudes, y el estilo, y manera de vida”[4].

Durante la redacción de la biografía, Fray Luis mantiene correspondencia con Diego de Guzmán y con Juan Díaz, siendo éstos los primeros en leer los pliegos manuscritos llegados de Lisboa en los inicios de 1587, y que llevan por título: Obras del Padre Maestro Ivan de Ávila, predicador en el Andaluzia. Aora de nuevo añadida la vida del Autor, y las partes que ha de tener un predicador del Evangelio, por el padre fray Luys de Granada, de la Orden de Santo Domingo, y unas reglas de bien bivir del Autor.

Este mismo año Juan Díaz solicita los pertinentes permisos para llevar a la imprenta la biografía que es adicionada junto a las obras avilistas. Los reparos de los inquisidores españoles no se hicieron esperar, pues tanto Juan de Ávila como Fray Luis de Granada habían estado procesados por el Santo Oficio y algunos de sus escritos formaban parte del Índice y Catálogo de Libros Prohibidos. La indignación del asceta dominico alcanzó tal grado, que su respuesta fue recopilada por su biógrafo, el Licenciado Muñoz, en los siguientes términos: “quando pidió licencia en el Consejo Real de Castilla para sacarle a luz, con otras obras del Padre M. Ávila, algunas personas de poco conocimiento de los méritos del Apostólico varón, le escrivieron, que no convenía a su autoridad ser Coronista de un hombre particular, y que devía desistir dello.” El padre Granada, contraviene a los prelados  –del llamado– santo tribunal y “respondioles, que si por autoridad lo llevaban, tenía él por medio no poco eficaz para aumentarla, escribir la vida del Padre Ávila, a quien avia bien conocido, y a cuyo conocimiento tenía en más que a la amistad y favor de los grandes del mundo, por su mucha virtud y letras, y púlpito, con que avia ganado muchas almas para Dios; y que quando en Castilla no se imprimiesse, él presentaría su obra al Sumo Pontífice, y le suplicaría la recibiesse debaxo de su amparo, y la favoreciesse”[5]. Finalmente, llegó la aprobación apostólica, rubricada por el 2 de diciembre de ese mismo año por Fray Bartolomé de Xea[6].

Los textos manuscritos del padre Granada, junto con las obras del venerable Ávila, son llevados a la imprenta que Pedro Madrigal regentaba en Madrid. El trabajo sale de las prensas el 5 de octubre de 1588 e incluye la vida del Apóstol de Andalucía en sus primeros 75 folios, unas Reglas muy provechosas para andar en el camino de nuestro Señor, publicadas por primera vez, que comprenden los 8 folios posteriores; un Epistolario general para todos los estados, prologado por Juan Díaz, dedicado al Cardenal Alberto, Archiduque de Austria, que ocupan los siguientes 187 folios; y concluye el compendio con el Libro Espiritual, sobre el verso Avdi, filia, et vide, &c. que se extiende a lo largo de los restantes 219 folios, dedicado a Don Alonso Fernández de Córdoba, Marqués de Priego.

Tan sólo estaba falto de la aprobación y tasación Real, que llegaba pocos días después, ya que en 1580 Felipe II concedió el privilegio para editar las Obras del Maestro Ávila al padre Juan Díaz “como cesionario que nos dezis ser de Juan de Villarás”. Ocho años después éste solicita una prórroga de la mencionada venia real para poder incluir así la biografía en las Obras, siendo autorizada con las siguientes palabras: “Y por la presente por vos hacer bien y merced, vos damos licencia y facultad, para que por tiempo de diez años primeros siguientes, que corren y se cuentan desde el día de la data en adelante, vos o la persona que vuestro poder huviere podays hazer imprimir y vender la dicha parte que se añadió a los dichos libros.”[7] La cédula está firmada en San Lorenzo de El Escorial, el 22 de octubre de 1588.

A partir de esta fecha, la biografía príncipe del Maestro Ávila ve la luz pública. Es, probablemente, una de las últimas obras del padre Granada, pues el anciano religioso encontraría la muerte el 31 de diciembre de 1588 en Lisboa, a sus ochenta y cuatro años, siendo Provincial de la Orden de Predicadores en el reino de Portugal.

Esta biografía será esencial para iniciar el proceso de beatificación de Juan de Ávila en 1623 y se convertirá en la base de todas las que se escribirán a la postre, siendo en la actualidad una obra de referencia para los historiadores especializados en el universo avilista.

NOTAS


[1] Fray Luis de Granada había sido confesor del Conde de Feria. Tras su muerte, mantiene una estrecha amistad con su viuda, Ana de la Cruz Ponce de León, a quien le dedica en 1574 su obra Adiciones al Memorial de la vida christiana, en las cuales se contienen dos Tratados: uno de la perfección del Amor de Dios; y otro de algunos principales Misterios de la Vida de nuestro Salvador.
[2] Obras del Padre Maestro Ivan de ÁvilaAl Serenísimo Príncipe, y Reverendissimo Cardenal Alberto, Archiduque de Austria (Prólogo). s/f.
[3] Muñoz, Luis: Vida y virtudes del Venerable varón el P. M. Fray Luis de Granada. De la Orden de Santo Domingo. Madrid, 1639. Lib. 1º. c. VII, f. 20 v.
[4] Obras... Al christiano lector. f. 1 – 3 v.
[5] Muñoz, L. Vida… Lib. 1º. c. VII, f. 21.
[6] Obras… Aprobaciones. s/f.
[7] Obras… El Rey. s/f.

viernes, 21 de septiembre de 2012

EL MAESTRO JUAN DE ÁVILA Y LAS PRIMERAS EDICIONES DE SUS OBRAS (I)


La amistad de Juan de Ávila y Fray Luis de Granada.

Juan de Ávila nace hacia 1499, en una solariega casa de Almodóvar del Campo de Calatrava. Hijo de Alonso de Ávila y Catalina de Gijón, cursa durante varios años  Leyes en Salamanca, aunque antes de concluir su formación universitaria se retira a su tierra natal, y tras un período de reflexión vuelve a marchar a Alcalá de Henares para estudiar Artes y Teología. Ordenado sacerdote en 1526, decide dedicar su labor misionera el Virreinato de Nueva España. Con tal propósito se traslada a Sevilla, donde el arzobispo Alonso Manrique cambia su aspiración inicial, animándolo desempeñar su obra evangelizadora en Andalucía.

Retrato del Maestro Juan de Ávila, publicado en 1635
Durante los nueve años siguientes, predica por varias poblaciones de la archidiócesis hispalense. Entre 1531 y 1533 es objeto de un proceso inquisitorial del que sale absuelto. Posteriormente, marcha a Córdoba donde conoce a Fray Luis de Granada, que se encuentra en la ciudad califal reconstruyendo el clausurado monasterio dominico de Scala Coeli, del que había sido nombrado prior.

Ambos predicadores coinciden en la ciudad de Acisclo y Victoria emplazados por la noble casa de Priego y Feria “grandes estimadores de hombres santos”. Durante el siguiente decenio se fraguará una estrecha amistad entre ellos, como deja escrito Fray Luis “por haber tratado muy familiarmente con este padre donde nos acaeció usar algún tiempo de una misma casa, y mesa”.[1]

Juan de Ávila y Fray Luis se encuentran asiduamente en las villas donde residen los marqueses: Palma del Río, Priego de Córdoba, Zafra, y Montilla, lugar en el que estos nobles ubican su definitiva residencia y capital de su señorío.

En 1545 Fray Luis abandona Córdoba y se traslada a Badajoz para dirigir la fundación de su convento dominico. Cinco años más tarde marcha a Évora, invitado por el arzobispo de esa ciudad lusitana. En 1557 es elegido Provincial de la Orden de Santo Domingo en Portugal.

Tras varios años de constantes viajes por la geografía andaluza, el maestro Ávila acepta la propuesta de Catalina Fernández de Córdoba, II Marquesa de Priego, de fijar su morada de Montilla. Asentado en la villa en la que pasaría el resto de sus días, el Apóstol de Andalucía decide retomar su labor espiritual y literaria, acompañado en todo momento de dos clérigos discípulos: su amanuense Juan de Villarás y su sobrino Juan Díaz.

Durante su activo retiro, mantiene un extenso epistolario con sus discípulos y amigos, de los que no pocos adquieren relevancia intelectual en la época, llegando a alcanzar en algunos casos la santidad. Entre otros, podemos citar a Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Juan de Rivera, Pedro Guerrero, Pedro de Alcántara o Fray Luis de Granada. Asimismo, son muchos los místicos y ascetas que visitan su recoleta casa montillana, buscando confesión o consejo, tales como Juan de Dios o Francisco de Borja.

Una de las grandes devotas de la encendida predicatoria y piadosa dirección espiritual del padre Ávila es Ana Ponce de León, hija del Duque de Arcos, desposada con Pedro Fernández de Córdoba, Conde de Feria e hijo de la Marquesa de Priego, que enviuda con sólo veinticuatro años. Tras la muerte de su esposo y de uno de sus hijos, manifiesta al padre Ávila, su confesor, su deseo de consagrar el resto de su vida a la oración en el seráfico convento de San Clara de Montilla, cenobio donde pasará el resto de sus días dedicada a la contemplación. Sin duda, este hecho determinaría que Juan de Ávila acabase fijando su residencia en este feudo de la diócesis cordobesa.

En este período, la producción literaria del Maestro de Santos se acrecienta de forma considerable, corrige su tratado del Audi, filia, que había sido impreso sin su autorización en 1556 y ya estaba inserto en el catálogo de libros prohibidos por la Inquisición. Reformado el texto original del tratado espiritual –que había visto la luz de manera inoportuna–, el Conde de Palma lo intenta llevar a la imprenta bajo su mecenazgo, aunque sin resultado favorable. Por si fuera poco, su debilitada salud le impide conocer la edición impresa y corregida de su preciado tratado, pues Juan de Ávila fallece el 10 de mayo de 1569 en su casa de Montilla, asistido por su inseparable Juan de Villarás y acompañado por la marquesa de Priego y por el rector del colegio jesuita de la villa.

Se imprimen los primeros escritos del Maestro Ávila. Audi, filia, Epistolario y Tratado del Amor de Dios.

Tras la muerte del padre Ávila, sus discípulos continúan con las diligencias para  publicar el Audi, filia. El padre Juan de Villarás “que perseveró diez y seis años en su compañía, hasta la muerte” queda como heredero universal de los escasos bienes de su maestro, entre ellos, su archivo y biblioteca[2]. Su deudo, Juan Díaz es el gran promotor de la empresa, patrocinada por D. Alonso de Aguilar, Marqués de Priego, a quien está dedicada la obra por sendos presbíteros[3].

Portada del Epistolario Espiritual, impreso en Madrid, 1578.
El místico tratado, nuevamente revisado y aprobado por el Santo Oficio, ve la luz pública en 1574. El padre Villarás comparece en las escribanías públicas montillanas el 23 de septiembre de 1575 con el propósito de otorgar poder a Juan Díaz, residente en Toledo, “para que se imprimiesen tres mil libros de los malos lenguajes del mundo, carne y demonio, y de los remedios contra ellos[4] que acabarán por salir de las prensas toledanas de Juan de Ayala y de las matritenses de Pierres Cosin. Un año más tarde aparece una nueva edición en Salamanca, tirada por el impresor Matías Gast, que retoma el título original de Audi, filia, et vide, &c. Juan Díaz se traslada a Alcalá de Henares en 1577, donde contrata con Antón Sánchez de Leyva una reimpresión del texto dirigido a Doña Sancha Carrillo. En los dos años sucesivos se publica por vez primera otra obra del Padre Ávila, el Epistolario Espiritual, que está dividida en dos partes y sale de la imprenta complutense de Sánchez de Leyva y de la matritense de Pierres Cosin.

El 6 de mayo y el 22 de octubre de 1580 Villarás concurre nuevamente ante escribano público “como heredero universal que soy del padre maestro Juan de Ávila difunto que este se halló que residió en esta dicha villa de Montilla” para otorgar su licencia por oficio notarial “al padre Juan Díaz estante en la ciudad de Salamanca” para que “pueda hazer imprimir y dar a imprimir y imprima dos libros el uno intitulado audi filia y otro que es un epistolario y que imprima el primero y segundo volumen los cuales dichos libros compuso el dicho padre maestro Juan de Ávila y se han impremido en la impresión de la villa de Madrid corte de su Mg. y en la ciudad de Toledo por provisión de su Mg. Real y de los señores del Real consejo con facultad y prominencia que otra cualquiera persona no lo pueda imprimir”[5].

En 1581 la Compañía de Jesús patrocina una nueva edición del tratado avilista, que retoma el prolongado título de Libro espiritual que trata de los malos lenguages del mundo, carne y demonio, y de los remedios contra ellos... siendo impresa en Alcalá de Henares, por Juan Iñiguez de Lequerica. Este mismo año, el demandado texto espiritual cruza las fronteras españolas, y ve la luz en idioma italiano por Francesco Ziletti en Venecia, que también se encarga de estampar el Tratado del Amor de Dios, obra ésta que vuelve un año después a las prensas del taller que dirige Policreto Turlini en Brescia.

Hasta 1588 hay que esperar para leer el Audi, filia, y el Epistolario en francés, que son impresos en cuatro imprentas distintas de París. Un año más tarde, el primero de ellos, es estampado en castellano por Alfonso López en Lisboa, y en 1590 el segundo corre impreso en italiano fruto de las prensas florentinas de Filippo Giunti, que lo vuelve a reimprimir un trienio después, a la par que Luigi Zannetti lo hace en Roma.

Autógrafo del presbítero Villarás
En la segunda parte de este trabajo, hablaremos de la primera biografía del Maestro Ávila, escrita por Fray Luis de Granada y nos adentraremos en las vicisitudes y pormenores históricos que tuvieron que sortear los editores (Díaz y Villarás) para llevar adelante su publicación. Asimismo, también nos ocuparemos de las primeras ediciones de las Obras generales del Maestro Ávila, que reunidas en varios tomos fueron publicadas simultáneamente en varios idiomas por toda Europa.

NOTAS

[1] Ávila, Juan de: Obras del Padre Maestro Ivan de Ávila, predicador en el Andaluzia. Aora de nuevo añadida la vida del Autor, y las partes que ha de tener un predicador del Evangelio, por el padre fray Luys de Granada… Madrid, 1588. Al christiano lector, fols. 1 – 3 v.
[2] Juan de Villarás declara que “fue heredero universal que había sido del Sr. Maestro Juan de Ávila que residió y murió en Montilla, cuya herencia tenía aceptada y nuevamente aceptaba con beneficio de inventario”. Asimismo, el 05/11/1577 declara, ante el escribano público Juan Martínez de Córdoba, ser natural de la villa de Zafra, y hace donación irrevocable al Colegio de la Compañía de Jesús de Montilla de la biblioteca heredada del padre Ávila. Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque (FBMRL) Ms.12. n. 94. (El protocolo original no lo hemos hallado. La noticia está tomada por el historiador Lucas Jurado y Aguilar en el siglo XVIII).
[3] Libro espiritual, sobre el verso Audi filia, et vide, & c. Compuesto por el padre Maestro Ivan de Avila, Predicador en el Andaluzia. Dirigido a Don Alonso de Aguilar, Marques de Priego, Señor de la casa de Aguilar.
[4] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla (APNM). Siglo XVI. Leg. 141, f. 533.
[5] APNM. Leg. 144, f. 136.

jueves, 12 de julio de 2012

JOSÉ NÚÑEZ DE PRADO Y FERNÁNDEZ (1824 – 1894)

Entre los anaqueles de la memoria vagan olvidados muchos de los nombres que aportaron su talento y su servicio para mejorar la vida española del momento que les correspondió vivir. El tiempo, ayudado de la ignorancia y la desidia, ha marginado injustamente a tantos de aquellos que tras su muerte cayeron en la sima del olvido, a pesar de haber contribuido a construir una sociedad mejor.

Por suerte, siempre queda alguna huella del pasado que unida al interés de una sociedad ilustrada y a una profunda labor de investigación, ofrecen gratos resultados que nos permiten redescubrir la biografía de cualquier nombre relegado.

Tal es el caso del montillano José Núñez de Prado, que forma parte del elenco de hijos ilustres que ha dado la ciudad de Montilla a la esfera nacional, en uno de los períodos más agitados de nuestra historia, la segunda mitad del siglo XIX.

Jurista, Militar y Político, Núñez de Prado es un claro exponente de aquella generación de intelectuales que conciliaron su carrera profesional con su vocación cultural, en la que destacarán no sólo por su labor pública sino también por su devoción a las nobles letras, cultivando con rigor y esmero la poesía, el teatro, el ensayo, la historia o la bibliofilia.

A la izquierda de esta fotografía se aprecia parte de la fachada de la casa solariega de los Núñez de Prado, ubicada en la calle San Luis, nº 9. (Foto Ruquel)
Hijo de Francisco Javier Núñez de Prado y Mª Remedios Fernández, nace el 20 de octubre de 1824. Tras pasar su infancia y juventud en la tierra que le ve nacer y crecer, con dieciocho años se traslada a Sevilla donde inicia sus estudios de Jurisprudencia en la Universidad Literaria, que culmina en Madrid donde se licencia en 1854.
Ese año ingresa en el recién creado Cuerpo Jurídico Militar, siendo nombrado Fiscal de Guerra. Participa en la Campaña de África (1859-60) en calidad de Auditor de Guerra y Marina, alcanzando el generalato. Junto a Leopoldo O´donnel supervisa las operaciones militares acontecidas en Sierra Bullones, Angliera, Benzú, Tánger y la definitiva batalla de Wad Ras, que pone fin al conflicto y da la victoria final a nuestro ejército.

Núñez de Prado fija su residencia en Madrid, donde conoce in situ la fragmentación de la clase política y la debilidad de los poderes ejecutivo y legislativo, que intentan  consolidar un sistema de Estado Liberal, bajo el reinado de Isabel II.
Su lealtad a la Corona y al orden constitucional vigente, le sitúa en la vanguardia de varias intentonas golpistas republicanas y federalistas sucedidas en Madrid (1856) y Valencia (1867 y 1869), en la defensa de Barcelona (1871) dentro de las operaciones militares desarrolladas durante la 3ª guerra Carlista y, asimismo, en la sublevación cantonal de Sevilla (1873), a la que hace frente restableciendo la normalidad cívica.
A partir de 1875, tras la Restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII, Núñez de Prado inicia su carrera política promovido por Cánovas del Castillo, integrándose en el Partido Liberal-Conservador. Ocupará los cargos públicos de   Gobernador Civil de Sevilla, Málaga y Cádiz. También, resultará elegido Diputado a Cortes por el distrito de Grazalema y, más tarde, Senador por la provincia de Pontevedra.
En 1882 se retira de la vida política y vuelve a la Jurisprudencia Militar como Consejero Togado del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, donde formará parte de la Comisión para las reformas de las leyes marciales, de la que surgirá el Código de Justicia Militar de 1887.
Su trayectoria profesional alcanzará su apogeo en 1890 siendo nombrado Consejero de Estado, alto cargo que ejerce en la Sección de Gobernación y Fomento, y en la de Gracia y Justicia respectivamente, y que conciliará con el de Ministro del Tribunal de lo Contencioso-Administrativo.


José Núñez de Prado y Fernández, luce las condecoraciones conseguidas en su carrera sobre el uniforme de gala y atributos de General del Cuerpo Jurídico Militar. (Museo Bellas Artes Córdoba)

De su vocación intelectual hemos de destacar sus facetas de autor y traductor de poesía y prosa, de crítico literario, de bibliófilo e, inclusive, de historiador.
Publica sus primeros versos en la Revista Literaria del Avisador Cordobés, y su nombre lo encontramos entre los fundadores de la Sociedad Literaria Sevillana (1844).

Ya en Madrid, Núñez de Prado forma parte de la tertulia literaria El Parnasillo, que reúne a los escritores y artistas residentes en la capital del Reino en el Café del Príncipe, junto al Teatro Español. Colabora en la prestigiosa Revista de España, así como en la revista cordobesa El Álbum, y en la célebre Revista Contemporánea. También edita un poemario épico titulado La Conquista de Tetuán que, dedica a la memoria de O´donnell.

Como traductor, vierte al idioma español obras escritas en francés, de Alejandro Dumas y Víctor Hugo, así como en italiano e inglés, tales como Macbeth de Shakespeare; y Parisina, La novia de Abido y El infiel de Lord Byron, que recoge en un volumen titulado “Tres poemas de lord Byron puestos en verso castellano”, que será prologado por Cánovas del Castillo.

Como ensayo histórico Núñez de Prado nos dejó impreso un Estudio sobre el Derecho Militar en España, que fue publicado en los preliminares del Código Penal Militar a partir de 1884 en múltiples ediciones.
Miembro de la Sociedad de Bibliófilos Españoles, colaboró con el Marqués de la Fuensanta del Valle en 1875, prologando la edición del Romancero Historiado de Lucas Rodríguez, de la prestigiosa colección de Libros Raros y Curiosos.
Su vida se apagará el 15 de abril de 1894 en Madrid, donde recibió sepultura. Presidió el sepelio el Presidente del Gobierno, su gran amigo Antonio Cánovas del Castillo.
Los méritos de su dilatada actividad pública se pueden sintetizar en las distinciones recibidas. Fue nombrado dos veces Benemérito de la Patria, Caballero de las órdenes de Malta y de Carlos III, ostentaba la encomienda y Gran Cruz de Isabel la Católica, la Medalla de la Campaña de África y las Grandes Cruces Roja y Blanca del Mérito Militar, entre otros reconocimientos.
José Núñez de Prado reúne una biografía digna de rescatar del olvido, que ha sido redescubierta gracias a la iniciativa del Casino Montillano, con el cometido de  reivindicar su legado profesional e intelectual, como hijo de esta tierra donde dio sus primeros pasos y escribió sus primeras letras.