lunes, 23 de mayo de 2011

JOSÉ RAMÓN GARNELO, UN MÉDICO HUMANISTA EN LA MONTILLA DECIMONÓNICA


Hace un siglo, tal día como el 1 de abril, fallecía en su casa de la calle Corredera el médico José Ramón Garnelo Gonzálvez, y aunque es citado en decenas de trabajos de investigación como el padre de los artistas Eloísa, José y Manuel Garnelo, también merece ser recordado por la indeleble trayectoria profesional y cultural que no sólo imprime a sus hijos en el ámbito familiar, sino también en la esfera ilustrada de la sociedad montillana y cordobesa del último tercio del siglo XIX, como veremos en adelante a través de este boceto biográfico que le dedicamos.

Nacido en la villa valenciana de Enguera el 16 de mayo de 1830, José Ramón es el segundo hijo del artesano Manuel Garnelo y Josefa Gonzálvez. Recibe la enseñanza básica en su tierra natal, desde donde se traslada hasta la capital levantina para cursar sus estudios superiores de Medicina en la Universidad de Valencia, donde se licencia, a  la par que asiste a la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de esa ciudad, para recibir  clases de pintura.
José Ramón Garnelo, inmortalizado por el magistral pincel de su hijo José Santiago.

Una vez titulado en Medicina, retorna a su pueblo natal, donde concilia sus obligaciones facultativas con su vocación artística y literaria. Durante estos años colabora en la prestigiosa revista de difusión nacional El Museo Universal, a la que envía textos e ilustraciones sobre las inundaciones acaecidas en Valencia en 1864. Del mismo modo, escribe obras teatrales y poemarios de corte localista para el pueblo que le vio nacer. Por aquella época conoce a la que será su primera esposa, Josefa de la Cruz Aparicio Sarrión, montillana de raíces enguerinas, hija de comerciantes que, instalados en nuestra ciudad, se dedican a la distribución y venta de género textil procedente de la pujante industria implantada en aquella población levantina.

Ya unidos en matrimonio, deciden establecer su hogar en Enguera, donde nacen sus hijas Elena y Eloísa en 1860 y 1863 respectivamente, aunque en varias ocasiones se trasladan hasta Montilla para visitar a los abuelos maternos. En uno de estos viajes Josefa de la Cruz cae enferma y poco después fallece.

Hacia 1865 se desposa en segundas nupcias con su paisana Josefa Dolores Alda Moliner, quien le da su primer hijo varón, José Santiago, el 25 de julio de 1866. La renovada brisa sensitiva que transita por los sentimientos del médico le abre una nueva etapa de inspiración artística, y ese mismo año presenta en la Exposición Nacional de Bellas Artes dos obras pictóricas: La muerte de Lucano y Labradoras valencianas. De igual modo, retoma su faceta literaria y escribe varios artículos y poemas costumbristas sobre su lugar de origen.

Son tiempos de constantes cambios en el joven doctor Garnelo Gonzálvez, que decide trasladarse hasta Montilla en busca de un porvenir prometedor que su pueblo no le ofrece. En 1867 José Ramón instala su consulta médica en Montilla, y pronto confraterniza con el ambiente artístico y literario cordobés. Al año siguiente concurre a los Juegos Florales de Córdoba, organizados por el Círculo de la Amistad, en la que presenta su composición poética titulada Alonso de Aguilar, en la modalidad de Asunto Histórico, que le hace alcanzar el primer premio.

A partir de entonces, los siguientes natalicios de sus hijos tienen lugar en nuestra ciudad, Manuel de los Dolores en 1868 (que fallece a los tres años), Enrique Segundo en 1870, Lola un año después, Teresa en 1874 y, el menor de la prole, Manuel, el primer día de 1878.

Durante la próxima década su popularidad se extiende por la capital cordobesa, donde es conocido, entre otras, por sus colaboraciones poéticas en el semanario literario provincial El Tesoro. El 9 de junio de 1871 es nombrado miembro correspondiente de la Real Academia de Córdoba y toma posesión en la sesión de 25 de mayo del año siguiente, apadrinado por el historiador Dámaso Delgado. Como discurso de ingreso dona a esta institución cultural un retrato de Antonio Pablo Fernández Solano, El Sabio Andaluz. Este año también participará con varios poemas en las Fiestas celebradas en Montilla con motivo de la inauguración de las Fuentes Públicas, bajo el proyecto del Teniente Coronel Ingeniero José María Sánchez-Molero, artífice y patrocinador de la traída y suministro de agua potable a la población.

Son años fecundos en la creación literaria de José Ramón Garnelo, que publica en la Revista de Andalucía, editada en Málaga, un ensayo sobre La Filosofía y la Pintura en España, en 1875, y el poema titulado A Pablo de Céspedes, canto, tres años después, dedicado a su buen amigo, y también poeta y académico, Dámaso Delgado López. En 1876, ya aparece como miembro de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Córdoba. El año siguiente gana el primer premio en los Juegos Florales de Granada, organizados por el Casino Literario de la ciudad nazarita, por su oda La Conquista de Granada.

En el ámbito local también son reconocidas sus cualidades facultativas y artísticas, que conciliará a lo largo de toda su vida. En 1875 es nombrado Médico Municipal por el Ayuntamiento de Montilla, al tiempo que son estrenados con gran éxito sus dramas teatrales La voz del desengaño, en 1872, y Justicia Providencial, siete años después. Recibe el encargo de diseñar el nuevo trazado y decorado para los jardines del actual paseo de Cervantes, llamado en aquella época de Las Rosas, que es inaugurado en 1878.

La conjunción de varios eruditos en nuestra ciudad, permite que se reorganice en 1880 la Sociedad Económica del Amigos del País de Montilla, que había dejado de funcionar cuatro décadas atrás. A iniciativa de Dámaso Delgado López, José Sánchez Castellano, José Morte Molina, Francisco Salas Arjona y el mismo José Ramón Garnelo, que junto a otros versados del momento, emprenden la etapa más prolífica de esta institución ilustrada, cuyos fines fundamentales fueron el estudio de la situación social e industrial y la búsqueda de soluciones a favor de la promoción y el desarrollo económico de la ciudad, que en esta época se distinguirá por su labor asistencial, educativa y cultural.

En 1881 la Sociedad Económica organiza un gran homenaje a Calderón de la Barca, con motivo del bicentenario de su muerte, donde el doctor Garnelo presenta varios poemas dedicados al celebrado poeta barroco, a asuntos históricos y a edificios notables montillanos, que fueron ilustrados con dibujos de su joven hijo José Santiago, quien tan sólo contaba 14 años.

Este mismo año, José Ramón Garnelo se implica en la creación de una nueva asociación cultural, el Liceo Montillano, una sociedad “lírico-dramática” cuyos propósitos y finalidades pasaban por la organización de actividades literarias y representaciones teatrales, cuyos beneficios eran destinados a la asistencia de los más necesitados. En su sede ofrecerá numerosos recitales poéticos y conferencias literarias.

En 1882 dirige las obras de rehabilitación del desamortizado convento-hospital de San Juan de Dios, edificio que a partir de ese año albergará la Audiencia de lo Criminal durante varios lustros, en el cual hoy se ubica el Excmo. Ayuntamiento.

Estampa familiar plasmada por José Garnelo, donde aparecen sus padres, José Ramón Garnelo y Josefa Dolores Alda, al cuidado de la nieta Lola, hija de Manuel. (Museo Garnelo).

Al año siguiente, instala una imprenta en su casa de la calle Corredera, que será regentada por su hijo Enrique. Bajo la dirección de José Ramón, desde este taller será editado y estampado el semanario La Campiña, que se publicará entre julio de ese año y enero de 1884. Tras un paréntesis de siete meses, vuelve a editar otro periódico titulado El Anunciador Montillano, cuya existencia perece en marzo del año siguiente.

En 1885 edita su obra El hombre ante la estética o Tratado de antropología artística, siendo ilustrada por su hijo José Santiago, y estampada en el taller tipográfico de Adolfo Ruiz de Castroviejo, en Madrid.

A partir de esta fecha, se abre una etapa en la vida del doctor Garnelo. Su agitada vida pública disminuye paulatinamente a favor de la cohesión familiar que a partir de ahora emprenderá como consejero de sus hijos Eloísa, José y Manuel, que destacan ya en las aulas de Bellas Artes como futuras promesas del panorama artístico español.

En 1887 José Ramón Garnelo colabora en la Revista de España, con un extenso artículo sobre la Exposición Nacional de Bellas Artes, celebrada ese año. En esta edición del prestigioso evento cultural, su hijo José Santiago –con tan sólo 19 años– participa por vez primera, y presenta el lienzo titulado La muerte de Lucano, obra que es premiada con una Segunda Medalla, a la par que obtiene una calurosa acogida por la crítica artística en la prensa nacional.

Durante 1888 dirige las obras de construcción del nuevo Asilo montillano de Ntra. Sra. de los Dolores, por encargo de su fundadora Doña Dolores Moreno Sánchez, viuda del referido Sánchez-Molero. Para la ocasión, trabajan conjuntamente bajo la tutela del médico sus hijos Eloísa y José, que ejecutan varias pinturas murales de temática religiosa, plasmadas sobre las neoclásicas trazas de la capilla diseñada por el padre.

Un año más tarde viaja a París junto con su hijo José Santiago, con motivo de la Exposición Universal. Durante este periplo galo, su laureado vástago concibe una de sus obras maestras de juventud: El Duelo interrumpido.

En la última década del siglo XIX apenas tenemos noticias de José Ramón Garnelo involucrado en la vida cultural y social montillana; su avanzada edad invita al médico a vivir en un ambiente apacible y familiar, entre su domicilio de la calle Corredera núm. 11 y la huerta de los Olivares, finca de su propiedad que había denominado “San José”, donde recibe periódicamente la correspondencia de sus hijos unida a las noticias publicadas en la prensa de los diversos puntos de la geografía europea, sobre los meritorios éxitos internacionales que Eloísa, José y Manuel cosechan por sus trabajos artísticos y por su continua investigación pedagógica sobre las Bellas Artes.

Las últimas rimas publicadas por José Ramón Garnelo son escritas para la beatificación del Venerable Maestro Juan de Ávila en 1894, que han quedado impresas en el Boletín Eclesiástico del Obispado de Córdoba (Año XXXVII, núm. 10) y en la Crónica de los Festejos que Montilla le tributó al Apóstol de Andalucía, recopilado por el cronista Dámaso Delgado López, quien alude a su premiado hijo José (pág. 130) en uno de los versos escogidos, donde detalla su natalicio, que tomamos a la letra: “No nació en Montilla; pero vino a ella a los pocos meses de nacer: esta es su patria, aquí se educó y viven sus padres”.

Rodeado de sus familiares, fallece en su casa de la calle Corredera el día 1 de abril de 1911, recibiendo cristiana sepultura sus restos mortales en la cripta familiar que los Garnelo poseen bajo la capilla de la Inmaculada Concepción en la parroquia de Santiago Apóstol de Montilla.

Como se puede apreciar en este breve apunte biográfico, D. José Ramón  consagró los años más fértiles de su producción artística y literaria a Montilla, donde se ganó el sobrenombre de “El Culto”. Su gran vocación hacia las Bellas Artes la transmitió a sus hijos, creando así una nueva dinastía artística en Andalucía, cuyos frutos redimensionaron el nombre de Montilla en la esfera cultural española, y cuyas letras han quedado grabadas para siempre junto al apellido Garnelo en los anales de la Historia del Arte.

BIBLIOGRAFÍA:

ALBIÑANA SANZ: José María: La dinastía artística de los Garnelo. José Ramón Garnelo Gonzálvez. En: Revista J. Garnelo, núm. 2. pp. 90 – 97. Montilla, 2007. 
CALVO POYATO, José: Guía histórica de Montilla. Córdoba, 1987.
DELGADO LÓPEZ, Dámaso: Crónica de los Festejos en Montilla por la Beatificación del V. Maestro Juan de Ávila. Montilla, 1895. 
MORTE MOLINA, José: Montilla, apuntes históricos de esta ciudad. Montilla, 1888. 
ROMERO RUIZ, Jesús María: La Real Sociedad Económica de Amigos del País de Montilla. En: Noticias Históricas de Montilla, II Ciclo de conferencias sobre Historia de Montilla, pp. 151 – 190. Córdoba, 1988.

viernes, 15 de abril de 2011

UN PASEO POR EL ANTIGUO BARRIO DEL SOTOLLÓN


No hay en Montilla barrio más cofrade que el viejo barrio del Sotollón. Y esta rigurosa afirmación la manifiesta la memoria indeleble de nuestra ciudad. Os invito a dar un paseo por esta singular y popular barriada en el que vamos a conocer algo mejor las iglesias, humilladeros, capillas y cruceros que durante siglos fueron objeto de veneración por los vecinos de sus calles.

En los contornos del camino Real de Lucena, su arteria principal, durante el siglo XVI emerge y se desarrolla uno de los barrios más poblados y dinámicos de la naciente villa cabecera del marquesado de Priego, que despertaba de un letargo medieval con el espíritu laborioso y renacentista de sus convecinos. La vía principal, llamada desde sus orígenes Sotollón y Fuente Álamo, toma esta denominación por el tránsito del itinerario natural que se dirige a Monturque, y que dicha calzada cruza por la citada fuente y más adelante por el pago y molino del Sotollón que, cercano al río Cabra, deslinda las últimas heredades del término montillano con las del aguilarense.

La centenaria calle Fuente Álamo, hacia 1915, arteria principal del barrio del Sotollón

La antigua calle del Sotollón tuvo su origen en la plazoleta del mismo nombre, que hoy corresponde a la confluencia de las calles Santa Ana, Enfermería, Ballén y San Francisco Solano. Continuó creciendo hacia el sur, donde los nuevos vecinos construirán sus viviendas en los solares aledaños a la calzada hasta alcanzar la ermita de San Roque, que fuera levantada extramuros de la villa por aquellos años como escudo espiritual de las epidemias. Desde su fundación, esta ermita albergó una cofradía que rendía culto y fiesta el día 16 de agosto al santo peregrino, e igualmente veneraba cada año una imagen filial de Nuestra Señora de la Sierra de Cabra.

Con el paso de los años, a la vía principal comenzaron a brotarle calles aledañas, que a su vez se entramaron con el barrio de San Sebastián al levante, y con el barrio de la Puerta de Aguilar al poniente. Estas últimas fueron denominadas: Ramos y después Rosales, a la que le seguía la de Muñiz, donde existió una capilla dedicada a Nuestra Señora de Antequera, las confluentes de Aparicio, Ortega, y Horno Nuevo, que junto a la calle Parra –también conocida por Cantarería– y Santiago no llegaron a cubrirse de viviendas hasta los primeros lustros del siglo XX.

En las calles con salida al campo (Fuente Álamo, Parra, Santiago y Puerta de Aguilar) en su puerta o portillo –como eran denominadas las entradas de inferior importancia a la villa– existía una capilla, crucero o triunfo de la Cruz, generalmente con pedestal de piedra y aspa de hierro, simulando una salvaguardia espiritual sobre la población, cuyo vecindario se congregaba en hermandad cada 4 de mayo para celebrar la festividad de la Invención de la Santa Cruz alrededor del monolito, que adornaban e iluminaban en su víspera y donde un presbítero se acercaba para exaltar las gracias y protección vital de la señal inequívoca de la cristiandad.

Por el lado opuesto, con el paso de los años se configuraba el barrio de San Sebastián, que ascendía por la calle de la morada del alguacil mayor de la villa Juan Colín que desembocaba en la Silera del marqués de Priego. Hasta la misma plaza donde se guardaban los granos y semillas, subía desde el Sotollón la calle de la Sala de la Silera, cuyo nombre obedece a la vivienda y oficina del administrador del citado granero.

También comunican la vía principal con la de Juan Colín, la calle Alamillos y su continuación con la de Pavón, apelativo alusivo al acaudalado vecino Andrés López Pavón, fundador de la capilla de San Andrés de la parroquial de Santiago en 1562, y que más tarde pasó a rotularse de la Almona, en recuerdo la fábrica de jabón instalada en aquel lugar por los señores de Montilla y marqueses de Priego.

A su vez, éstas se comunican por la Gavia con la calle Fuentes, patronímico que nos recuerda a uno de sus más populares y antiguos vecinos, el francés Guillén de Fuentes; asimismo residió en esta calle la familia materna de nuestro patrono San Francisco Solano, donde estaba ubicada la casa del hijodalgo y alcalde ordinario Gonzalo Ximénez Hidalgo, abuelo del Apóstol de América.

Cercana a la silera del marqués, en el altozano de San Cristóbal, existió una ermita dedicada al santo portador de Cristo, que levantada entre olivos su propietario, Alonso Sánchez Recio de León, donaba a la Orden de San Agustín en 1519, para que sobre ella y la finca circundante fundaran un convento. Así fue, y un año más tarde ya moraban los primeros frailes ermitaños, que bajo la protección del marquesado de Priego construyeron en los sucesivos lustros el actual complejo desamortizado de la iglesia y convento que dedicaron a su fundador.

Fueron los agustinos los verdaderos artífices y promotores del gran crecimiento del barrio del Sotollón. Dieron origen a las calles Ancha y La Prieta, ya que los terrenos que ocupaban las mismas era un olivar propiedad del convento, que en 1553 los frailes acordaron parcelar y ofrecer la adquisición de los solares resultantes bajo la cómoda fórmula del censo, cuya cuantía económica era redimida mediante pagos anuales, lo que  provocó que el cerro de San Cristóbal se poblara rápidamente.

A este establecimiento material de la población, los agustinos añadieron un acercamiento espiritual de los montillanos con la creación de cinco cofradías en su iglesia durante las últimas cuatro décadas del siglo XVI, con las que ofrecían servicios religiosos y sociales –tales como limosna en caso de enfermedad y entierro digno a su muerte– a todos aquellos que ingresaran en sus filas. A la sazón fueron fundadas las corporaciones de Ntra. Sra. de Gracia en 1561, Ntra. Sra. del Tránsito en 1582, Soledad y Angustias de Ntra. Sra. en 1588 –encargada de escenificar el acto del Descendimiento en el atrio conventual–, Jesús Nazareno y Santa Cruz de Jerusalén en 1590, y San Nicolás de Tolentino en 1599. Ya en el siglo XVII se erigieron las hermandades de Ntra. Sra. de la Correa, Santa Rita de Casia, y la ilustre cofradía de la Misericordia en 1674, que rendía culto a Santo Tomás de Villanueva y auxiliaba a los presos de la cárcel.

La calle del Sotollón pasó a llamarse "San Francisco Solano" en 1894
En su devenir, la popular calle del Sotollón tenía reservada una de las páginas más importantes de la historia religiosa de la ciudad. En marzo de 1549 nace en una de sus casas el que a la postre será San Francisco Solano, hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana Ximénez Hidalgo, que residían en esta calle desde la formalización de su matrimonio once años antes. Para que sirva como apunte y muestra del fervor cofradiero de este barrio, hemos de recordar que Mateo Sánchez fue hermano de las cofradías del Santísimo  Sacramento, de las Benditas Ánimas, de Ntra. Sra. de Gracia y de la Santa Vera Cruz, en la que hacía penitencia la noche del Jueves Santo, revestido con su propia “túnica con su capirote y cordón”. Igualmente, su esposa Ana Ximénez en sus últimas voluntades confiesa su veneración por Ntra. Sra. del Rosario y  Ntra. Sra. del Tránsito, imágenes titulares de sendas hermandades.

El nombre del mejor de los montillanos reemplazó al Sotollón en la rotulación de la vía en 1894, y la casa del Santo Solano se convirtió en santuario para los habitantes de la ciudad, que comenzaron a construir en su honor a partir de 1681, tras la beatificación del franciscano, montillano y universal. Con el paso de los años, en este templo se crearon corporaciones de fieles en torno a nuevas advocaciones. Desde los inicios, radica la Obra Pía de San Francisco Solano, en 1700 se funda la cofradía de Ntra. Sra. de la Aurora, también tuvo su sede la Orden Tercera de San Francisco, que se trasladó del oratorio de San Luis ya en el siglo XVIII, y por último se estableció en el templo solanista la Hermandad del Señor de la Humildad y Paciencia y María Stma. de la Caridad en 1994.

Como se puede apreciar en este breve paseo por la memoria del antiguo barrio del Sotollón, desde sus orígenes ha mantenido una intensa vitalidad cofrade y religioso-popular en sus distintas iglesias, ermitas, capillas y humilladeros repartidos por su entramado urbano, cuya arteria principal este año acoge en su seno a la Hermandad del Sagrado Descendimiento, que en cabildo general de hermanos celebrado el día 20 de febrero de 2010 decidió construir una casa y templo para honrar a sus Sagrados Titulares en el corazón de este noble y afanoso barrio, que a buen seguro su vecindario prohijará como tantas veces lo ha hecho durante sus cinco siglos de historia.

domingo, 3 de abril de 2011

PEDRO FREILA DE GUEVARA Y SU OBRA EN MONTILLA. III. EL PASO DE LA ORACIÓN EN EL HUERTO.

A Manolo Jiménez Velasco, ejemplo a seguir.

Para este número especial de Semana Santa hemos reservado el tercero de los trabajos que venimos dedicando al artista Freila de Guevara. En esta ocasión, vamos a publicar un contrato firmado entre los fundadores de la dispersada cofradía de la Concepción Dolorosa y el escultor granadino, en el que éste se compromete a realizar el misterio de Jesús en la Oración del Huerto, cuya imagen principal aún recorre el Jueves Santo las calles de nuestra ciudad.

Los inicios de la cofradía de la Limpia Concepción

Los primeros lustros del siglo XVII se caracterizarán en la piedad popular andaluza por un inusitado fervor inmaculista, que desembocará en el voto y juramento de sangre por la defensa del misterio de la Pura y Limpia Concepción de la Virgen María. A este fenómeno religioso se sumarán incontables cofradías y hermandades, que ya existen en aquellos años o se fundan bajo la advocación votiva.

Tal es el caso de la cofradía montillana de la Limpia Concepción, que nace en los albores de 1625 y se establece en otra ermita mariana, la de Ntra. Sra. de los Remedios, que, con el correr de los siglos, acabará siendo la iglesia del convento-hospital de San Juan de Dios.

Las ordenanzas por las que se van a regir en adelante le son aprobadas por el obispado de Córdoba el 9 de junio de ese mismo año[1]. No obstante, unos meses antes ya aparecen constituidos como cofradía en una escritura donde rubrican el encargo del paso evangélico de la Oración en el Huerto, que confían al artista Pedro Freila de Guevara “vecino de la ciudad de Córdoba y maestro mayor della del dicho su oficio según lo declaró y dijo que se obligaba e obligó de dar hecha y acabada a la cofradía de Nuestra Señora de la Limpia Concepción y Oración en el Huerto que se funda y levanta en esta villa de Montilla”[2].


Cristo en la Oración del huerto, obra de Freila de Guevara, 1625.
El convenio con Freila de Guevara

Los oficiales de la nueva cofradía, encabezados por su hermano mayor, Salvador Rodríguez de Baena, comparecen junto a Pedro Freila de Guevara en la escribanía pública montillana de Pedro Franco Fustero el 20 de abril de 1625, para levantar acta del acuerdo establecido con el maestro mayor de Córdoba, que se compromete a entregar “acabada de escultura y encarnación una imagen y figura de Cristo nuestro redentor de la oración del huerto, de madera que pueda mover las piernas y brazos y los brazos desde el codo a la mano y las piernas desde encima de las rodillas abajo, y el rostro y parte del pecho encarnado y a de ser de estatura de dos varas y dos dedos desta mano”, y, anecdóticamente, para que no surjan dudas sobre el tamaño de la nueva efigie toman como modelo “el Cristo de Jesús el Nazareno que está en el convento del señor San Agustín desta dicha villa”[3].

Luego, de haber especificado la hechura de la imagen principal, acuerdan entre ambas partes las características de las imágenes secundarias del misterio, como son los apóstoles Juan, Pedro y Santiago, que acompañaron a Jesús en aquel pasaje evangélico: “y asimismo hará acabadas otras tres figuras de los santos apóstoles san Pedro y san Juan y Santiago de pies y manos en otros a de ser conforme la dicha imagen de Cristo que va referida en esta escritura”, y, asimismo, para concluir el grupo también “dará fecho y acabado un ángel encarnado los pies y manos y rostro con una cruz y con cáliz cuya escultura a de ser de tres cuartas y la estatura de los apóstoles a de ser de seis cuartas”[4].

Tras convenir las medidas, el autor adquiere el compromiso de realizar “todas las cuales dichas imágenes [y] se obligó por esta escritura de hacerlas y darlas de la forma que va declarado, bien acabadas así de buena escultura a contento y satisfacción del dicho hermano mayor y oficiales de la dicha cofradía de nuestra señora de la Limpia Concepción”.

El acuerdo notarial también recoge las fechas de entrega del conjunto escultórico. La primera imagen que habría de acabar sería la de Cristo, cotitular de la cofradía, para el día 15 de julio del año corriente, y el resto de las obras “las dará y entregará en la dicha ciudad de Córdoba para el día de las carnestolendas del año que viene de 1626”[5].

El precio estipulado por el conjunto artístico alcanzó 155 ducados, que serían aportados en tres pagos y en la moneda usual, el real. A la firma del contrato se adelantarían 300 reales, luego, a la entrega de la hechura del Cristo, la mitad del resto del total –que suponía unos 700 reales– y la otra mitad, como finiquito, cuando la cofradía retirase de su taller cordobés las figuras secundarias de los tres apóstoles y el ángel, ya en el año siguiente.

En el oficio legal asentado por el escribano Franco Fustero también quedaron recopilados los nombres de los fundadores y primeros regidores de la corporación de la Concepción Dolorosa, que a saber fueron: el citado Salvador Rodríguez de Baena, hermano mayor, Francisco Márquez Venegas, Pedro de Luque Monturque, Antonio Rodríguez de Baena, Antón de Molina, Diego Fernández de Herrera y el presbítero Lcdo. Cristóbal de Luque Ayala.

Como podemos apreciar, entre los susodichos aparece nuevamente Pedro de Luque Monturque, hombre muy vinculado al mundo cofrade y cercano a Freila de Guevara, ya que es el único nombre que se repite en las diferentes escrituras otorgadas en nuestra ciudad por el escultor afincado en Córdoba.

Del mismo modo, llama la atención que entre los testigos de la referida escritura aparezca el nombre de Manuel Ramírez de Carrión, precursor del alfabeto manual para sordos, maestro y secretario del Marqués de Priego, y autor del libro Maravillas de Naturaleza, impreso en Montilla en 1629.

En el margen de la escritura notarial existe una nota fechada y rubricada el 12 de abril de 1627, donde se declara el cumplimiento del contrato por ambas partes[6]. El artífice Pedro Freila había entregado las cinco imágenes y la cofradía había saldado sus pagos, lo cual confirma la ejecución y autoría de las obras.

La procesión del Miércoles Santo

Como cofradía pasionista, la Concepción Dolorosa se agrega a la popular Semana Santa de la población a partir de 1626. En sus constituciones recopilan con sumo detalle lo que a la postre será su propia identidad. Como hemos referido anteriormente, eligen como misterio de la pasión de Cristo la Oración en el Huerto, que aún no se representaba en Montilla, y como penitencia hacen procesión de “sangre y luz” al modo de las hermandades –ya existentes– de la Vera Cruz y de la Soledad y Angustias. Como día apropiado optan por el Miércoles Santo, víspera de los días centrales, y realizan el itinerario fijado por las cofradías precedentes. Así queda recopilado en el capítulo cuarto de sus primeras ordenanzas: “que el Miércoles Santo antes de las Completas, todos los oficiales y cofrades de esta Santa Cofradía, estén juntos en esta iglesia, vestidos con sus túnicas y capirotes blancos de penitente y escapularios azules, y en ellos la insignia de Nuestra Señora de la Limpia Concepción, y todos los mas que pudiesen sean de sangre y los demás de luz.”[7]

El guión procesional se iniciaba antes de las tres de la tarde, hora solar, cuando el campanero de la torre de Santiago hacía llegar a todos los rincones de la campiña el toque de Completas. Tras la señal, varios miembros de la cofradía, denominados alquilones, se dirigían con sus hachas desde la ermita de Ntra. Sra. de los Remedios a la parroquial de Santiago, para recoger y alumbrar a la cruz y clero parroquial que acompañaba la procesión. Una vez en la ermita, comenzaba la estación penitencial encabezada por la cruz guiona,  que era portada y alumbrada con cuatro hachas por el gremio de los Alfareros. Tras ella, el gremio de Hortelanos era el encargado de cubrir el tramo de penitentes de luz “que han de portar cuarenta hachas de cera de un pabilo que vayan ardiendo en la procesión delante del dicho paso” y portar el estandarte y andas, que eran cargadas por diez hermanos “que han de llevar en sus hombros el Paso de la Oración del huerto en toda la procesión según la forma que lo dispusieren los cabos”[8].

Hemos reconstruido la escenografía del paso que representaba el momento evangélico acaecido en el olivar de Getsemaní, donde Cristo aparece arrodillado implorante con las manos abiertas dirigiendo su mirada el cielo, vestido con una túnica de terciopelo morado con bocamangas de tafetán galoneadas en oro. Junto a Jesús, los apóstoles Juan y Santiago, hijos del Zebedeo, y Simón Pedro que se representaba portando una espada, en recuerdo de su intento de proteger a su maestro cuando fue prendido. Los tres apóstoles iban ataviados con túnica morada y capa azul. Tras la imagen de Cristo, asomaba el ángel, que portaba en sus manos un cáliz de madera  dorada. El paso de misterio era cubierto por un gran palio de tafetán azul, sustentado por diez varas de madera de haya. Todo el tramo procesional de este paso era coordinado por cuatro cabos de la hermandad, que se identificaban por los bordones de madera con sus tarjetas de hierro que exhibían.

Tras la hermandad de Hortelanos, continuaba el cortejo de la Concepción Dolorosa, que abría su guión procesional con un estandarte de tafetán azul por el marqués de Priego o por su Contador, en caso de que el noble no se hallara en Montilla. Tras él, los hermanos de luz y sangre revestidos con sus hábitos y capirotes blancos, con sus escapularios azules de la Inmaculada Concepción, que precedían al paso de la Dolorosa. La imagen de la Virgen, engalanada con una saya de damasco y manto de felpa azul con estrellas de plata de martillo y corona de plata, toda cubierta por un palio de tafetán azul con ocho varas de madera de haya y perfumada por dos pebeteros en forma de azucena.

Tras la imagen mariana titular de la cofradía, la presidencia conformada por la comunidad hospitalaria de San Juan de Dios, el clero parroquial, la capilla de música de Santiago, y la junta de oficiales presidida por su hermano mayor. La cofradía hacía estación en la parroquial de Santiago, hasta donde se dirigía el cortejo para efectuar los rezos y cantos pasionistas en el altar mayor[9].

A partir de 1671 se sumó a esta cofradía la imagen de Jesús de la Humildad y Paciencia, donada por el médico Juan Bernabé de Arroyo y que fue integrada en el cortejo procesional, tras el paso de la Oración en el Huerto.
Desde 1944 la Oración en el Huerto abre el cortejo procesional del Prendimiento cada Jueves Santo. Esta instantánea refleja su paso por el Llano de Palacio en 1963.

Vicisitudes acaecidas hasta nuestros días

Las últimas noticias que tenemos de la existencia de la cofradía de la Concepción Dolorosa datan de 1867. Como el resto de hermandades penitenciales, había tenido su época de esplendor hasta la mitad del siglo XVIII, y en adelante llegaron los períodos menguantes a la par que comenzaron a imperar en la sociedad española las ideologías ilustrada, afrancesada y, ya en el siglo XIX, liberal y revolucionaria, cuyas medidas políticas afectaron negativamente a las cofradías, tales como la desamortizaron de sus bienes y la privación del desarrollo de sus fines religiosos.

A partir de esta fecha, los cultos a los titulares de la extinguida cofradía fueron disminuyendo, y su organización recayó en el capellán de la iglesia desamortizada de San Juan de Dios. Este templo fue cerrado al culto en la década de los años treinta del pasado siglo XX. En 1944 las imágenes de la Concepción Dolorosa y el Cristo en la Oración del Huerto fueron solicitadas por la Hermandad de Jesús de las Prisiones, para cumplimentar así su cortejo procesional del prendimiento de Cristo en el Getsemaní. Ambas fueron trasladadas a la ermita de Ntra. Sra. de la Rosa y, nuevamente, expuestas al culto público. La Dolorosa fue restaurada y nuevamente bendecida bajo la advocación de Esperanza[10]. Desde entonces, las nuevas imágenes cotitulares se incorporan al cortejo procesional de la tarde del Jueves Santo montillano, donde se mantienen hasta nuestros días. Desde 1996 acompaña al Señor del Huerto un ángel confortador, realizado por la elegante gubia del artista cordobés Francisco Romero Zafra.

FUENTES

[1] JURADO Y AGUILAR, L.: Manuscrito histórico genealógico de Montilla, f. 54. Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque. Ms. 298. [Fotocopia]
[2] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla (APNM). Nª 5ª. Leg. 804, fols. 174 – 177.
[3] Ibídem.
[4] Ibíd.
[5] Ibíd.
[6] Vid. Nota marginal.
[7] JURADO Y AGUILAR, L.: Loc. cit.
[8] APNM. Nª 1ª. Leg. 91, fols. 367 –  368 v.
[9] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla. Libro donde se apuntan los cabildos, que hace la Cofradía de Ntra. Sra. de la Concepción que se venera en el convento de Sr. San Juan de Dios de esta ciudad.
[10] AA.VV. Memoria de la Semana Santa. Montilla, 1900 – 1965. pp. 88 – 91. Montilla, 2006.

martes, 15 de marzo de 2011

PEDRO FREILA DE GUEVARA Y SU OBRA EN MONTILLA. II. MÁRTIRES Y PATRONOS.

En el artículo anterior dábamos la noticia de uno de los varios trabajos realizados por el artista Freila de Guevara para Montilla, artículo que iniciamos con un esbozo biográfico y artístico de las obras más sobresalientes conocidas de este gran escultor granadino, afincado en Córdoba. Tras la introducción, desarrollamos un documento notarial fechado en 1623, donde se comprometía con el hermano mayor de la cofradía de Jesús Nazareno, Pedro de Luque Monturque, a componer una imagen de la Virgen Dolorosa para la corporación pasionista radicada en el convento de San Agustín.

En esta ocasión, vamos a publicar algunos trabajos más que Freila contrata en Montilla años después del referido arriba. Hemos subtitulado este trabajo Mártires y Patronos porque las esculturas a las que nos vamos referir reúnen estas características dentro del santoral cristiano en Córdoba y España.

Escultura de San Acisclo. Freila de Guevara, 1629
El 6 de agosto de 1625 Pedro Freila rubrica con el hermano mayor y el mayordomo de la cofradía de Santiago de los Caballeros, a la sazón Benito Márquez y Pedro de Luque Monturque, su compromiso a tallar “una imagen del Sr. Santiago de madera de pino dorara y estofada del largo de siete cuartas de alto [unos 146 cm] de figura de apóstol con vestidura del apostolado y cruz de la insignia de Santiago en el pecho con su bordón en la mano derecha y en la izquierda un libro y sombrero a la espalda y en él algunas insignias de peregrino”[1].

Como se puede apreciar en los nombres de los oficiales de la corporación jacobea montillana, su mayordomo, Luque Monturque, es la misma persona que dos años antes había concertado la imagen Dolorosa Nazarena, de cuya cofradía era hermano mayor. Por lo que también podemos confirmar el cumplimiento del anterior contrato y el  contento de los nazarenos y montillanos en general, que, nuevamente, solicitan la presencia del maestro mayor de la ciudad y obispado de Córdoba para que modele y talle la imagen del patrono de España para su cofradía y parroquia.

En la detallada escritura notarial, Pedro Freila se compromete a entregar la hechura del apóstol peregrino “bien acabado a contento y satisfacción de la persona que fuere nombrada para ello por los hermanos de la cofradía del Sr. Santiago desta villa”, y en un plazo de entrega de nueve meses “lo dará acabado para la pascua florida primera venidera del año de mil y seiscientos y veinte y seis”. El precio de la obra ascendía a 50 ducados, equivalentes a 550 reales, a pagar en tres plazos, los primeros 200 reales a la firma del contrato “que ha recibido de Benito Márquez hermano mayor de la dicha cofradía de los cuales se dio por entregado”, otros 200 más “el día de pascua de navidad primera que entra deste año […] e lo restante [150 reales] el día que entregare el dicho Santo que se han de obligar a pagarlos el dicho Benito Márquez como tal hermano mayor e Pedro de Luque Monturque mayordomo de la dicha cofradía”[2].

La cofradía de Santiago tuvo su origen en la Orden de Caballeros Cuantiosos instituida en Montilla. Esta organización cívico-militar estuvo regentada por los hijosdalgos de la villa, una élite social que no superaba la décima parte de sus habitantes, que durante el Antiguo Régimen ocuparían los regimientos, oficios y cargos públicos otorgados por el titular del Señorío. Esta minoría privilegiada tenía la obligación de ostentar cierta riqueza, armas y caballería propias, con el fin de prestar servicios de defensa en cualquier ocasión que fueren requeridos por el Marqués de Priego o el Rey. Tras abolir esta Orden el monarca Felipe III en 1619, sólo quedó la denominación honorífica que mantuvo la cofradía de “Santiago de los Caballeros” en recuerdo a las raíces medievales vinculadas con la Reconquista., que rendían culto al patrono de España cada 25 de julio.

No tenemos constancia de la existencia de esta escultura del apóstol Santiago que acabamos de describir. El titular de la parroquia y cofradía a la que da nombre es una pintura que hoy se exhibe en la sacristía mayor del templo matriz montillano, que posiblemente sustituyera a la obra de Freila de Guevara en el siglo XVIII cuando se remodela el presbiterio y altar mayor con un nuevo retablo, presidido por un manifestador rodeado de representaciones pictóricas al óleo.

De la producción artística de Freila de Guevara en nuestra ciudad tenemos más ejemplos que –afortunadamente– hoy se conservan. La fervorosa devoción que la montillana Antonia Rodríguez, esposa de Cristóbal de Cuenca, tuvo a lo largo de su vida hacia los Santos mártires Acisclo y Victoria, patronos de la ciudad y diócesis de Córdoba, le llevó a concertar el 15 de febrero de 1628 con Pedro Freila la hechura de “dos figuras de santos Acisclos y Victoria patronos deste obispado de una vara de estatura cada uno de escultura y dorado y estofado y su peana y los dará acabados… en la ciudad de Córdoba y a su fuero el último día del mes de agosto deste presente año”[3] para lo que le prestó su fianza el albañil montillano Alonso López Mohedano.

Este contrato no se llegó a cumplir por parte de Freila de Guevara, que, posiblemente, estaba acosado por la excesiva cantidad de encargos recibidos en esta etapa de su vida artística, para lo cual se vuelve a obligar ante el mismo escribano con Antonia Rodríguez el año siguiente, donde ambas partes asientan el día 12 de agosto de 1629 un  nuevo acta notarial, acordando la ejecución de las esculturas, donde el artífice se comprometió “de hacer y acabar dos figuras de los santos Acisclos y Victoria patronos deste obispado de Córdoba de una vara de estatura cada uno de escultura y dorado y estofado y su peana a satisfacción de Acisclos Fernández yerno de la dicha Antonia Rodríguez vecino desta villa”[4], encargado de recibirlos una vez terminados en el taller de Freila de la capital cordobesa.

Pero en este nuevo contrato se especificaron más condiciones para la confección de las esculturas. Para ello la parte contratante podía nombrar “persona del oficio que declare si son de recibir o no, y no siendo a satisfacción como dicho es éste [Freila] devolverá a la dicha Antonia Rodríguez el dinero que hubiere recibido”. Del mismo modo, se condiciona la transferencia de las obras, por lo que el escultor debía “de entregar las dichas dos figuras de santos en la dicha ciudad de Córdoba en su caja para poderlas traer a esta villa de Montilla y entregará a quince días del mes de octubre deste presente año de mil seiscientos veinte y nueve”. También quedó aclarado el importe y la forma de pago de las mismas, que ascendía a 80 ducados retribuidos en tres veces. Nuevamente vuelve a aparecer como fiador del escultor López Mohedano, y entre los testigos encontramos al conocido presbítero Lcdo. Antón Martín de Madrid[5].

Santa Victoria, mártir.
 Acisclo y Victoria viven los primeros tiempos del cristianismo en Córdoba, religión que acogen en su credo en una época dura para los seguidores de Jesucristo que habitaban del vasto imperio romano, cuyos mandatarios ordenan su persecución hasta la saciedad. Tal es el caso de estos dos jóvenes, que son condenados y martirizados durante el mandato del emperador Dioclesiano y, sin quererlo, su sangre es la primera que se derramará por Jesucristo sobre la fértil tierra cordobesa. Acisclo fue decapitado en los márgenes del río Guadalquivir un 17 de noviembre, y Victoria fue asaetada en el anfiteatro romano, en los albores del siglo IV.

Desde muy temprana fecha los cristianos cordobeses le rindieron veneración y culto. En el lugar del martirio de Acisclo fue levantada una basílica en su honor, que aún existía en época visigoda. Después de la reconquista de Córdoba se levantaría el convento de los Santos Mártires, desaparecido con la desamortización de 1835.

De la huella de la devoción de los montillanos hacia los protomártires y patronos de Córdoba, tenemos noticia de la existencia de una cofradía radicada en la Parroquia de Santiago, fundada bajo el auspicio de Antonia Rodríguez y su familia. En 1636 hay constancia documental de sus inicios cultuales en honor de los Santos Mártires[6], siendo su primer hermano mayor Cristóbal de Cuenca, hijo de la citada Antonia, que no sólo costea las imágenes titulares, sino que también corre con los gastos del pendón procesional como declara en su testamento el 3 de mayo de ese año, que había entregado 17 ducados “a cuenta de lo que costó el pendón para la dicha cofradía”[7].

Los cultos organizados por esta cofradía consistían en la celebración de la fiesta en honor de los Santos Mártires el 17 de noviembre de cada año, con una misa solemne y procesión hasta la ermita de Santa Catalina y en los días siguientes se continuaba con un octavario. Aparte, también celebraban una misa de réquiem por cada hermano fallecido. Esta cofradía tuvo una efímera existencia, ya que su último año de vida es 1665[8]. A partir de entonces se hizo cargo de los cultos el clero parroquial, que celebraba su onomástica con una Misa Solemne y la lectura de los Autos de Fe en el altar mayor, donde “el sacristán semanero tendrá cuidado de poner los Santo Mártires… los que se están toda la Octava”[9].

En la actualidad, las efigies barrocas de los santos Acisclo y Victoria se veneran en la ermita de Ntra. Sra. de Belén, a ambos lados del retablo mayor que forma la portada al camarín de la Virgen que da nombre a la ermita y sus contornos.

FUENTES

[1] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla (APNM). Notaría 2ª, leg. 225, fol. 265.
[2] Ibídem.
[3] APNM. Nª 4ª. Leg. 632, f. 76.
[4] APNM. Leg. 633, f. 689.
[5] Ibídem.
[6] Archivo Parroquial de Santiago Apóstol de Montilla (APSM). Libro cuadrante de los cultos parroquiales, s/f.  Año de 1636.
[7] APNM. Leg. 640, f. 873. Antonia Rodríguez fallece el 28/03/1642, y es enterrada en la capilla de Ntra. Sra. de la Soledad. Entre sus herederos nombra a dos de sus nietos, llamados Acisclo y Victoria.
[8] APSM. Op. cit.
[9] APSM. Distribución por meses de lo que se debe hacer en esta Iglesia y Sacristía según sus obligaciones y cargas en todo el año, f. 49 v

lunes, 21 de febrero de 2011

PEDRO FREILA DE GUEVARA Y SU OBRA EN MONTILLA. I. LA ANTIGUA VIRGEN DE LOS DOLORES.


Se acerca el tiempo de pasión, y en este periodo precuaresmal comprendido entre la Epifanía y la Ceniza vamos a dedicar nuestras páginas a algunos perfiles cofrades, como es el caso que presentamos, concerniente a varias noticias inéditas sobre la producción escultórica del célebre artista barroco Freila de Guevara, en nuestra ciudad. En esta ocasión publicaremos un contrato de ejecución de la hechura de una imagen de la Virgen Dolorosa para la cofradía de Jesús Nazareno.

Pedro Freila de Guevara

Antes de entrar en materia documental, vamos a esbozar la vida y principales trabajos conocidos del escultor, entallador y arquitecto Freila de Guevara. De su escasa bibliografía publicada, sabemos que Pedro nace Guadix hacia el año 1580, se traslada a Córdoba donde ya reside en 1606 trabajando como escultor. Uno de sus primeros trabajos documentados lo realiza para La Rambla al año siguiente, y se trata de la traza de un retablo para la ermita de San Sebastián, hoy desaparecido.

En 1612 contrae matrimonio con Beatriz de Obregón, que está emparentada con la influyente familia cordobesa Vaca de Alfaro, que le abre las puertas del ambiente artístico de la ciudad y la diócesis. En la capital cordobesa instala su productivo taller, de donde salen la mayor parte de las obras, tales como las seis esculturas de santos de la Orden Franciscana que talla para el cenobio de San Francisco en 1622, e igualmente las piezas del retablo mayor de la iglesia de Santiago dos años más tarde, y el más importante de sus trabajos, que será la hechura de la imaginería –ocho figuras de piedra– para el retablo mayor de la catedral de Córdoba en 1626. En la última etapa de su carrera artística construirá un curioso retablo para la iglesia de Ntra. Sra. del Carmen de carmelitas calzados, que estaba concebido para albergar un gran conjunto pictórico que ejecutaría a la postre Juan Valdés Leal.


Del mismo modo, tuvo gran número de encargos para la provincia, de los cuales vamos a citar los trabajos realizados para las poblaciones vecinas, como el caso de Luque, donde contrata la edificación de la torre de la iglesia parroquial y su retablo mayor en 1614, y una década más tarde también talla un Cristo crucificado. Asimismo trabaja en Baena, donde realiza la portada de cantería de la iglesia de Santa María en 1618; en Puente Genil, donde contrata un Cristo crucificado en 1622 y un cristo amarrado a la columna en 1635; para Aguilar concierta una imagen de una Verónica en 1626; y para Montemayor diseña y talla el retablo mayor de la iglesia parroquial, cuya tarea se inicia a partir de 1631.

La producción artística del –ya aprobado– maestro mayor de la ciudad y obispado de Córdoba, trasciende de los límites del antiguo reino y diócesis de Córdoba. Freila también trabaja en la ciudad de Écija, para donde concierta la construcción de cuatro retablos, en 1607 comienza la traza dos de ellos, uno para el convento de Santa Florentina, dedicado a San Juan Evangelista, y otro para la capilla mayor de la iglesia del convento de la Merced de la Calzada, que compone con el entallador Juan de Ortuño. Tres años más tarde firma la ejecución de un retablo-sagrario para el cenobio dominico del Espíritu Santo, y un año después repara un retablo del cabildo municipal dedicado a San Pedro. En 1618 realiza un relieve de Santa Elena para la parroquia mayor de Santa Cruz y para ese mismo templo concierta el alzado de otro retablo en 1632.

También tenemos constancia de su intervención en el retablo mayor de la iglesia del Real Monasterio de Guadalupe, en 1616, siguiendo las directrices del proyecto diseñado por Juan Gómez de Mora.

El contrato con la Cofradía Nazarena

De su obra en Montilla, tenemos constancia que firma de varios contratos para componer varias esculturas. En esta ocasión nos vamos a centrar en el encargo que recibe de Pedro de Luque Monturque, a la sazón hermano mayor oficial de la cofradía de Jesús Nazareno.

Si nos retrotraemos en el tiempo, hemos de recordar que la cofradía de los Nazarenos de Montilla contaba desde su fundación en 1590 con una imagen de “Nuestra Señora” que, como recogen sus Reglas Constitucionales aprobadas en 1598, cerraba la procesión del Viernes Santo. Parece que esta imagen no sería del agrado o no respondía a las necesidades devotas de los hermanos, cuando tres décadas después deciden reemplazarla por una nueva.

Haciendo lo propio, la cofradía encarga la nueva imagen a uno de los más prestigiosos artistas del momento, que el año anterior había trabajado al Marqués de Priego, en una  intervención arquitectónica sobre el palacio que el noble poseía en la finca cordobesa de El Campillo. Quizá sea éste uno de los motivos por los que Freila se hubiese trasladado a Montilla en alguna ocasión anterior.
 
Como hemos reseñado antes, Freila de Guevara comparece el 30 de octubre de 1623 en Montilla junto con el hermano mayor de los Nazarenos en la escribanía de Antonio Rodríguez Franco, donde el escultor “vecino de Córdoba estante en esta villa se obligó de hazer una imagen de Nuestra Señora para la cofradía de Jesús Nazareno”[1]. En la escritura se detallan con toda precisión las condiciones, requisitos y medidas que había de cumplir la nueva hechura, tales como el material “de madera de pino rostro e manos para vestida y encarnado rostro y manos y lo demás a de ser con su armadura de siete cuartas de alto y los brazos que tenga sus gonzes por los hombros y por los codos que pueda jugar bien para el paso que puedan llegar a los ojos las manos”. Lo que nos indica que tenía una altura aproximada de unos 146 cm. y que en esa temprana fecha ya se articulaban las imágenes para el trasunto del Sermón del Paso, efectuado en el llano de Palacio, y que diera origen a la posterior bendición de los campos.

 La imagen tenía un corto plazo entrega, apenas dos meses, como se especifica “la cual dará hecha y acabada el día de Pascua de Reyes de año venidero de mil y seiscientos y veinte y cuatro”. La forma de pago también se define en el contrato, cuya cuantía montaba “en precio de veinte ducados” de los cuales la mitad se pagó al cierre de la escritura y el resto a la entrega de la obra, que ocurriría en su taller de Córdoba, hasta donde se tendría que trasladar el hermano mayor Pedro de Luque a recoger la nueva efigie. En caso de incumplir alguna de las cláusulas el escultor, se haría cargo de todos los gastos adicionales.

La hermandad de "Nuestra Señora Madre de Jesús"

Aunque la efigie titular de la cofradía era Jesús Nazareno, a partir de la segunda mitad del siglo XVII la Virgen Dolorosa comenzó a gozar de gran veneración entre los hermanos y el vecindario. Por ello, sus devotos se organizan y constituyen en 1671 una  hermandad autónoma dentro de la cofradía, que titulan de “Nuestra Señora Madre de Jesús”, donde se comprometen a dedicar sus rezos y ejercicios espirituales ante dicha efigie. Poco tiempo después, en 1694, esta hermandad confirma su veneración ante escribano público donde registran los cultos a la Dolorosa, que eran celebrados en festividad mariana del Patrocinio de Nuestra Señora, el segundo domingo de noviembre, que por esos años ya manifestaban bajo esa advocación.

Hasta el siglo XIX no encontramos documentación con la actual denominación de Ntra. Sra. de los Dolores. Como es conocido, la cofradía de Jesús sustituye la antigua imagen cotitular de la Mater Dolorosa en 1941, cuyo nuevo rostro encarga al escultor montillano Manuel Garnelo Alda, hermano de la corporación nazarena que fallece ese mismo año.

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA

[1] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla. Nª 4ª. Leg. 627, fols. 557 –  558 v.

-       GARCÍA LEÓN, Gerardo: «El retablo de la Merced Calzada de Écija». En: Laboratorio de Arte (Sevilla), nº 19 (2006), pp. 143-171.
-       JIMÉNEZ BARRANCO, Antonio Luis: Establecimiento y Regla de la Cofradía y Hermandad de Jesús Nazareno y Santa Cruz de Jerusalén de Montilla. Montilla, 2008.
-       LORENZO MUÑOZ, Francisco de Borja: Historia de Montilla. MS., 1779.
-       RAYA RAYA, Mª Ángeles: Retablo Barroco Cordobés. Córdoba, 1987.
-       VALVERDE MADRID, José: «Pedro Freila de Guevara, un escultor barroco». En: Boletín de Bellas Artes (Sevilla), 2ª época, nº 5 (1977), pp. 169-200.

miércoles, 19 de enero de 2011

EL PASADO DISPERSO DE LA ERMITA DE SAN ANTONIO

A María del Carmen Jiménez-Alfaro y Salas, descendiente de este noble linaje

Dado el interés que ha despertado el artículo anterior , dedicado a la imagen y cofradía de Ntra. Sra. de la Rosa, cuyos orígenes se arraigan en la desacralizada –y desconocida– ermita de San Antonio de Padua, vamos a dedicar las siguientes líneas a glosar sobre este pequeño oratorio, sus orígenes, sus cultos, los bienes de su sustento y su patrimonio artístico.

La devoción de la familia Olivares a San Antonio de Padua

El titular de la ermita de San Antonio de Padua
 La presencia franciscana en Montilla se remonta a los primeros años del siglo XVI, cuando el primer marqués de Priego, Pedro Fernández de Córdoba, rubrica en sus últimas voluntades la fundación de un monasterio en su villa principal para los frailes de la regla de San Francisco de Asís. Tras su muerte, su hija Catalina, heredera del marquesado, cumplió la cláusula testamentaria de su padre, instalando a la primera comunidad de franciscanos en 1517.

Con el paso del tiempo los vecinos de Montilla conocieron el santoral franciscano a través de las súplicas y homilías elevadas por los seráficos predicadores, que hacían referencia a las vidas y virtudes de sus hermanos ya canonizados como ejemplo cristiano.

Uno de los santos de esta orden que ha gozado de mayor devoción en Montilla es San Antonio, doctor evangélico que nace en Lisboa en el año 1195 y fallece en Padua 36 años después. En la mayoría de los templos de nuestra ciudad existe una escultura o pintura que lo representa, incluso en la iglesia de San Agustín se conserva una pequeña talla del santo portugués revestido con el hábito y correa de esa Orden, ya que antes de seguir los pasos de San Francisco de Asís, ingresó y estudió teología en la abadía agustiniana de San Vicente, extramuros de la ciudad de Lisboa.

La devoción hacia San Antonio de Padua se vería acrecentada en nuestra ciudad con la construcción de una ermita en su honor. La iniciativa partió de Gabriel de Olivares, un fervoroso devoto de origen portugués que, afincado en Montilla, regentaba un próspero negocio de comercio textil, cuyos padres, Domingo de Olivares y María Rodríguez, eran naturales de Lisboa. Tras contraer matrimonio con Catalina de la Cruz el 16 de diciembre de 1631[1], adquiere varias casas en la calle Juan Díaz de Morales (hoy Don Diego de Alvear) esquina con la de Don Gonzalo, de cuyo terreno dedicó una parte al lugar sagrado. En su testamento, otorgado el 2 de agosto de 1666, el mercader Olivares da cuenta de la profunda devoción que profesa por su paisano y patrono San Antonio de Padua, al que encomienda la salvación de su alma, y para quien construyó el oratorio, ordenando “que mi cuerpo sea sepultado en la iglesia y ermita del Sr. San Antonio de esta ciudad que yo e fundado, junto a la pila del agua bendita con el hábito y cuerda de Sr. San Francisco”[2].

La única hija y heredera de la ermita, Tomasa María de Olivares, contrajo matrimonio en dos ocasiones. De sus primeras nupcias, con el francés Esteban de los Santos Tiene[3], nacen sus hijos Esteban Gabriel, que más tarde será el presbítero protonotario apostólico, y María Florentina. Tras enviudar la madre, se desposa nuevamente con el gallego Domingo Lorenzo Montesinos[4], residente en nuestra ciudad donde ostentaba la vara y oficio de la fiscalía de la Real Justicia y Santa Cruzada. Ante la falta de recursos para mantener el culto y la ermita de San Antonio, el nuevo matrimonio decide instituir una capellanía y auspiciarla con las propiedades de ambos cónyuges, el 9 de marzo de 1683.

Por causas que nunca se llegaron a esclarecer los instrumentos notariales concernientes a la fundación de la capellanía fueron sustraídos del archivo de la escribanía de Juan Márquez del Barranco. Este suceso motivó al capellán Esteban Gabriel de los Santos y Olivares, junto con su hermana María Florentina y el ya anciano Domingo Lorenzo Montesinos a constituir un Mayorazgo sobre los bienes raíces de la capellanía, al que sumaron una nueva dotación de fincas, con el fin de mantener in tempore los cultos en honor de San Antonio y la protección de la ermita, que quedaba a cargo del poseedor del Vínculo y beneficiario del usufructo de las rentas de la institución piadosa.

La escritura notarial del Vínculo fue levantada ante el mismo escribano el 17 de marzo de 1710, donde se hizo relación de las fincas sujetas al mayorazgo por ambas partes, que sumaban a la ermita tres casas principales en la calle Don Gonzalo, y más de 280 fanegas de tierra de labrantío y monte repartidas en casi medio centenar de fincas rústicas, entre las que destacan por su extensión, un cortijo en el sitio de Riofrío y Valdehermoso, el cortijo de Santiago, una parte del cortijo del Carrascal, un lagar y bodega llamado Casablanca en Moriles, la huerta del Zarco, y varias hazas en el sitio de la Magdalena, entre otras tantas[5].
Retablo mayor de la ermita, hoy en la aldea de Santa Cruz

La sucesión y permanencia del Vínculo y Capellanía también fue descrita en la misma acta notarial. A la muerte de María Florentina de Olivares, mujer que era de Francisco Vargas Machuca, heredaría el Mayorazgo su hija mayor, Bernarda María, desposada con Gonzalo Martín Vaca y Lainez, natural de Lucena[6]. En caso de no tener descendencia, optarían a poseer este legado los Terceros Franciscanos de la Provincia de San Miguel Arcángel, con obligación de fundar un convento con el título de San Antonio de Padua. Si estos no aceptaban, podían acceder al Vínculo los familiares de Domingo Lorenzo Montesinos, y si no los había, fueran los siguientes fiduciarios, en prioridad del orden, los Dominicos de Andalucía y la Congregación de San Felipe Neri de Córdoba, con las mismas condiciones que los franciscanos. Si llegado el caso, ninguno de ellos aceptaba el Mayorazgo el Vicario de Montilla nombraría tres capellanes residentes en la ciudad para mantener la voluntad de los fundadores.

El linaje Olivares, representado en Bernarda María, continuó la sucesión familiar y la posesión del Vínculo a través del primer apellido de su esposo, Gonzalo Vaca y Lainez, cuya descendencia mantuvo activas las disposiciones de la fundación hasta finales del siglo XIX, tiempo en que era su titular Luis Vaca Pérez, que según afirma el historiador José Morte Molina continuaba cumpliendo las estipulaciones del mayorazgo familiar[7].

La ermita de San Antonio de Padua y su actividad religiosa

De una sola nave y de planta rectangular la pequeña iglesia tenía dos puertas al exterior, la principal abierta a la plazoleta de la calle Don Diego de Alvear, y otra de servicio para la sacristía que tenía su salida a la angosta calleja que bordeaba la cabecera del pequeño templo, que llamaban de Torralvo, y desembocaba en la calle Don Gonzalo (en la actualidad está integrada en la bodega de Alvear). Poseía una discreta espadaña de un solo hueco sobre la sacristía, que alojaba la campana dedicada al titular, y que fue refundida en 1783. La ermita también contaba con varias sepulturas, que al tratarse de una fundación familiar estaban reservadas a los poseedores y deudos del Mayorazgo.

En su interior albergaba tres retablos, el mayor, realizado en la mitad del siglo XVII, estaba dedicado a San Antonio de Padua. De líneas renacentistas, comprende  de una bancada y cuerpo principal dividido en tres calles, coronado por un ático donde se advierte un lienzo que representa la Crucifixión de Cristo en el calvario. En la hornacina central estaba ubicada la imagen titular de la ermita, de talla completa y bulto redondo, ricamente estofada y policromada, que estaba rodeada en las entrecalles laterales por cuatro pinturas al óleo que escenifican varios pasajes de la vida del santo lusitano.

A ambos lados del retablo mayor existían otros dos altares enfrentados entre sí. El situado en el lado de la epístola estaba dedicado a una imagen de talla de San Antonio Abad. El opuesto, en el lado del evangelio, fue destinado a la Virgen María en la advocación de la Inmaculada Concepción, que según la escritura del mayorazgo, era una imagen de candelero para vestir, y que fue sustituida el 23 de diciembre de 1720 por la talla de la Virgen de la Rosa, efigie adquirida por el capellán Esteban Gabriel de los Santos al artista sevillano Pedro Duque Cornejo[8], que al trasladarse a la nueva ermita de la Plaza que lleva su nombre en 1763 su hornacina fue ocupada por una imagen de San José. Según la descripción que nos ofrece Antonio Jurado y Aguilar, los muros interiores de la ermita estaban decorados con pinturas murales, y sobre ellas colgaban seis lienzos “de buen pincel” dedicados a los Misterios de la Virgen[9].
Desde 1683, la ermita tuvo una serie de cultos instituidos por los fundadores de la capellanía. Entre las obligaciones impuestas a los capellanes que la ostentaran, se contemplaban las de celebrar una misa rezada todos los días festivos del año entre las 11 y 12 de la mañana y, asimismo, conservar el edificio y ajuar para el uso sacro. A estos cultos se sumaron los fijados en el Mayorazgo, que estaban destinados a honrar al titular del pequeño templo en su festividad, el 13 de junio: “Y asimismo han de tener precisa obligación todo los años a celebrar el santo día de Sr. San Antonio de Padua perpetuamente, haciéndole su fiesta de toda solemnidad con su misa, sermón, música, y algunos fuegos a honra y gloria de Dios nuestro Señor y de dicho Santo” [10].

Con la fundación de la nueva cofradía de Ntra. Sra. Rosario en 1719 se incrementó la actividad religiosa, ya que el rezo público de las letanías y misterios marianos lo practicaban los hermanos diariamente dos veces, celebrando la festividad y procesión de su titular el segundo domingo de noviembre, festividad del Patrocinio de Nuestra Señora, con su posterior novenario, como ya especificamos en el trabajo anterior.

A esta fervorosa corriente devocional propagada durante el siglo XVIII hemos de añadir la existencia de un grupo de devotos del eremita San Antonio Abad (o San Antón) que reunidos en hermandad organizaban anualmente una misa solemne el 17 de enero, fecha en que la Iglesia celebra su festividad[11]. Entre los patronatos que se le atribuyen, está el de protector de los animales, y por ello en nuestra ciudad tuvo una significativa devoción San Antón, ya que durante la celebración de su fiesta se organizaba una popular verbena en el barrio, donde se reunían los montillanos en torno a la plazoleta con sus mascotas y ganado para presentarlos ante su Santo protector. El cronista local Dámaso Delgado López describe así la celebración de la misma: “era animadísimo en la población, y de gran fiesta, que era de ver la multitud de caballos jaezados fastuosamente con gualdrapas de terciopelo, damascos, sedas, tisú de oro y plata y multitud de flores y cintas, con que los hijos de los nobles y los sirvientes de los caballeros pasaban mil veces caracoleando por la puerta de la ermita, habiendo en las casas de aquellos barrios, tanto la víspera como el día, buñoladas sin número y fiestas y danzas”[12].

La clausura y el patrimonio disperso

Las últimas noticias que conocemos sobre la vigencia del culto público en la ermita datan de los últimos años del siglo XIX. Durante las primeras décadas de la centuria posterior permaneció cerrada al culto hasta que fue desacralizada en 1938, año en que el obispado de Córdoba autoriza su enajenación, siendo adquirido el inmueble posteriormente por Francisco de Alvear, VII Conde de la Cortina[13], que lo agrega a sus propiedades colindantes.
Edificio, hoy desacralizado, que fue ermita de San Antonio

Sus bienes muebles, enseres y prendas litúrgicas fueron trasladados a dependencias de la Parroquia de Santiago. En la actualidad, la imagen de San Antonio de Padua se venera en la ermita de Ntra. Sra. de Belén, el retablo mayor fue trasladado a la iglesia de la aldea de San Cruz tras la Guerra Civil, ya que este templo adscrito a la Parroquia de Santiago fue incendiado en 1936, durante los primeros días de la contienda. La campana sigue convocando a los fieles desde la espadaña del santuario de María Auxiliadora.

La visita de un príncipe peregrino

Como epílogo a este breve paseo por el pasado de la ermita de San Antonio, no queremos dejar pasar un anecdótico episodio ocurrido el día 23 de diciembre de 1668, y es que –casualidad o no– hay constancia documental de que este día asistió a la misa de la mañana el príncipe Cosme III de Médicis acompañado de su séquito, como lo hace constar su escribano en la crónica del Viaje que el gran Duque de Toscana efectuó por España y Portugal en peregrinación a Santiago de Compostela. Tomamos literalmente el párrafo que da fe de su paso por nuestra ciudad, procedente de Lucena, donde se hospedó durante dos días: “Hay más de dos mil vecinos en Montilla. Allí estaba la Marquesa, a la cual no pudo ver, pues S.A. se hospedó en una posada corriente. El día 23, S.A. oyó misa en una pequeña iglesia de San Antonio, cerca de su posada, y tras desayunar, se encaminó a Écija, donde llegó al atardecer[14]”.

La reseña dada en este libro de Viaje sobre Montilla es mucho más amplia, a la cual queremos dedicar un trabajo monográfico próximamente.

FUENTES

[1] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla (APSM). Libro 5º de desposorios, fols. 368 y 472. Ítem: Lib. 2º de amonestaciones, f. 220 v.
[2] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla (APNM). Nª 6ª. Leg. 1037. f. 456. Gabriel de Olivares fallece el 01/10/1666.
[3] Hijo de Gallardo de Santos Tiene y María Vergara, natural de la villa de Lara, obispado de Langüedoc, Francia. Contrajo matrimonio con Tomasa María el 08/XII/1663. APSM. Lib. 6º pequeño de desposorios, f. 373. Lib. 3º de amonestaciones, f. 346.
[4] Hijo de Pedro Lorenzo Montesinos y María Alonso Fernández, natural de la villa de Lubián, situada en la comarca de Sanabria, obispado de Benavente. Hoy  pertenece  a la provincia de Zamora.
[5] APNM. Nª 6ª. Leg. 1077, fols. 113 – 145 v. El Mayorazgo y Capellanía fue ratificado por el Pbro. Esteban Gabriel de los Santos en 02/01/1732, véase: Nª 6ª, leg. 1098, f. 7, y Nª 7ª, leg. 1271, f. 27. Véase también: LORENZO MUÑOZ. Francisco de Borja: Historia de la M.N.L. Ciudad de Montilla, f. 74. Año de 1779. Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque (FBMRL), Ms. 54.
[6] APSM. Libro 17º de desposorios, f. 222 v. Contrajeron matrimonio el 31/V/1728.
[7] MORTE MOLINA, J.: Montilla. Apuntes históricos de esta ciudad (2ª edición). Montilla, 1982. pp. 101 – 103. Luis Vaca Pérez fue tío carnal del célebre médico José Salas Vaca, Gentilhombre de Cámara del Rey Alfonso XIII.
[8] Archivo General Obispado de Córdoba (AGOC). Despacho Ordinario. Leg. 35. Sig. 7271/03. En este Memorial, su autor declara que la imagen de la Inmaculada fue donada por el capellán de los Santos y Olivares al Colegio de Niñas Huérfanas.
[9] JURADO Y AGUILAR, Antonio: Historia de Montilla, f. 225. Año de 1777. FBMRL, Ms. 103.
[10] Op. Cit. Leg. 1077, fols. 113 – 145 v. Véase también: MORTE MOLINA, J.: Montilla…
[11] JURADO Y AGUILAR, Lucas: Manuscrito Histórico Genealógico de Montilla, p. 62. [s. XVIII] FBMRL, Ms. 298. (Fotocopia).
[12]  Tomado de un texto copiado de un manuscrito original de Dámaso Delgado López, de finales del siglo XIX.
[13] APSM. Correspondencia, siglo XX.
[14] MAGALOTTI, Lorenzo: Viaje de Cosme de Médicis por España y Portugal (1668-1669) / Edición y notas por Ángel Sánchez Rivero y Angela Mariutti de Sánchez Rivero, pp. 215 – 216. Madrid, 1933. El ejemplar utilizado me ha sido facilitado por Agustín Jiménez-Castellanos, y la traducción del italiano al español ha sido realizada por Juan Antonio Prieto Velasco, a quienes agradezco su colaboración.