miércoles, 19 de enero de 2011

EL PASADO DISPERSO DE LA ERMITA DE SAN ANTONIO

A María del Carmen Jiménez-Alfaro y Salas, descendiente de este noble linaje

Dado el interés que ha despertado el artículo anterior , dedicado a la imagen y cofradía de Ntra. Sra. de la Rosa, cuyos orígenes se arraigan en la desacralizada –y desconocida– ermita de San Antonio de Padua, vamos a dedicar las siguientes líneas a glosar sobre este pequeño oratorio, sus orígenes, sus cultos, los bienes de su sustento y su patrimonio artístico.

La devoción de la familia Olivares a San Antonio de Padua

El titular de la ermita de San Antonio de Padua
 La presencia franciscana en Montilla se remonta a los primeros años del siglo XVI, cuando el primer marqués de Priego, Pedro Fernández de Córdoba, rubrica en sus últimas voluntades la fundación de un monasterio en su villa principal para los frailes de la regla de San Francisco de Asís. Tras su muerte, su hija Catalina, heredera del marquesado, cumplió la cláusula testamentaria de su padre, instalando a la primera comunidad de franciscanos en 1517.

Con el paso del tiempo los vecinos de Montilla conocieron el santoral franciscano a través de las súplicas y homilías elevadas por los seráficos predicadores, que hacían referencia a las vidas y virtudes de sus hermanos ya canonizados como ejemplo cristiano.

Uno de los santos de esta orden que ha gozado de mayor devoción en Montilla es San Antonio, doctor evangélico que nace en Lisboa en el año 1195 y fallece en Padua 36 años después. En la mayoría de los templos de nuestra ciudad existe una escultura o pintura que lo representa, incluso en la iglesia de San Agustín se conserva una pequeña talla del santo portugués revestido con el hábito y correa de esa Orden, ya que antes de seguir los pasos de San Francisco de Asís, ingresó y estudió teología en la abadía agustiniana de San Vicente, extramuros de la ciudad de Lisboa.

La devoción hacia San Antonio de Padua se vería acrecentada en nuestra ciudad con la construcción de una ermita en su honor. La iniciativa partió de Gabriel de Olivares, un fervoroso devoto de origen portugués que, afincado en Montilla, regentaba un próspero negocio de comercio textil, cuyos padres, Domingo de Olivares y María Rodríguez, eran naturales de Lisboa. Tras contraer matrimonio con Catalina de la Cruz el 16 de diciembre de 1631[1], adquiere varias casas en la calle Juan Díaz de Morales (hoy Don Diego de Alvear) esquina con la de Don Gonzalo, de cuyo terreno dedicó una parte al lugar sagrado. En su testamento, otorgado el 2 de agosto de 1666, el mercader Olivares da cuenta de la profunda devoción que profesa por su paisano y patrono San Antonio de Padua, al que encomienda la salvación de su alma, y para quien construyó el oratorio, ordenando “que mi cuerpo sea sepultado en la iglesia y ermita del Sr. San Antonio de esta ciudad que yo e fundado, junto a la pila del agua bendita con el hábito y cuerda de Sr. San Francisco”[2].

La única hija y heredera de la ermita, Tomasa María de Olivares, contrajo matrimonio en dos ocasiones. De sus primeras nupcias, con el francés Esteban de los Santos Tiene[3], nacen sus hijos Esteban Gabriel, que más tarde será el presbítero protonotario apostólico, y María Florentina. Tras enviudar la madre, se desposa nuevamente con el gallego Domingo Lorenzo Montesinos[4], residente en nuestra ciudad donde ostentaba la vara y oficio de la fiscalía de la Real Justicia y Santa Cruzada. Ante la falta de recursos para mantener el culto y la ermita de San Antonio, el nuevo matrimonio decide instituir una capellanía y auspiciarla con las propiedades de ambos cónyuges, el 9 de marzo de 1683.

Por causas que nunca se llegaron a esclarecer los instrumentos notariales concernientes a la fundación de la capellanía fueron sustraídos del archivo de la escribanía de Juan Márquez del Barranco. Este suceso motivó al capellán Esteban Gabriel de los Santos y Olivares, junto con su hermana María Florentina y el ya anciano Domingo Lorenzo Montesinos a constituir un Mayorazgo sobre los bienes raíces de la capellanía, al que sumaron una nueva dotación de fincas, con el fin de mantener in tempore los cultos en honor de San Antonio y la protección de la ermita, que quedaba a cargo del poseedor del Vínculo y beneficiario del usufructo de las rentas de la institución piadosa.

La escritura notarial del Vínculo fue levantada ante el mismo escribano el 17 de marzo de 1710, donde se hizo relación de las fincas sujetas al mayorazgo por ambas partes, que sumaban a la ermita tres casas principales en la calle Don Gonzalo, y más de 280 fanegas de tierra de labrantío y monte repartidas en casi medio centenar de fincas rústicas, entre las que destacan por su extensión, un cortijo en el sitio de Riofrío y Valdehermoso, el cortijo de Santiago, una parte del cortijo del Carrascal, un lagar y bodega llamado Casablanca en Moriles, la huerta del Zarco, y varias hazas en el sitio de la Magdalena, entre otras tantas[5].
Retablo mayor de la ermita, hoy en la aldea de Santa Cruz

La sucesión y permanencia del Vínculo y Capellanía también fue descrita en la misma acta notarial. A la muerte de María Florentina de Olivares, mujer que era de Francisco Vargas Machuca, heredaría el Mayorazgo su hija mayor, Bernarda María, desposada con Gonzalo Martín Vaca y Lainez, natural de Lucena[6]. En caso de no tener descendencia, optarían a poseer este legado los Terceros Franciscanos de la Provincia de San Miguel Arcángel, con obligación de fundar un convento con el título de San Antonio de Padua. Si estos no aceptaban, podían acceder al Vínculo los familiares de Domingo Lorenzo Montesinos, y si no los había, fueran los siguientes fiduciarios, en prioridad del orden, los Dominicos de Andalucía y la Congregación de San Felipe Neri de Córdoba, con las mismas condiciones que los franciscanos. Si llegado el caso, ninguno de ellos aceptaba el Mayorazgo el Vicario de Montilla nombraría tres capellanes residentes en la ciudad para mantener la voluntad de los fundadores.

El linaje Olivares, representado en Bernarda María, continuó la sucesión familiar y la posesión del Vínculo a través del primer apellido de su esposo, Gonzalo Vaca y Lainez, cuya descendencia mantuvo activas las disposiciones de la fundación hasta finales del siglo XIX, tiempo en que era su titular Luis Vaca Pérez, que según afirma el historiador José Morte Molina continuaba cumpliendo las estipulaciones del mayorazgo familiar[7].

La ermita de San Antonio de Padua y su actividad religiosa

De una sola nave y de planta rectangular la pequeña iglesia tenía dos puertas al exterior, la principal abierta a la plazoleta de la calle Don Diego de Alvear, y otra de servicio para la sacristía que tenía su salida a la angosta calleja que bordeaba la cabecera del pequeño templo, que llamaban de Torralvo, y desembocaba en la calle Don Gonzalo (en la actualidad está integrada en la bodega de Alvear). Poseía una discreta espadaña de un solo hueco sobre la sacristía, que alojaba la campana dedicada al titular, y que fue refundida en 1783. La ermita también contaba con varias sepulturas, que al tratarse de una fundación familiar estaban reservadas a los poseedores y deudos del Mayorazgo.

En su interior albergaba tres retablos, el mayor, realizado en la mitad del siglo XVII, estaba dedicado a San Antonio de Padua. De líneas renacentistas, comprende  de una bancada y cuerpo principal dividido en tres calles, coronado por un ático donde se advierte un lienzo que representa la Crucifixión de Cristo en el calvario. En la hornacina central estaba ubicada la imagen titular de la ermita, de talla completa y bulto redondo, ricamente estofada y policromada, que estaba rodeada en las entrecalles laterales por cuatro pinturas al óleo que escenifican varios pasajes de la vida del santo lusitano.

A ambos lados del retablo mayor existían otros dos altares enfrentados entre sí. El situado en el lado de la epístola estaba dedicado a una imagen de talla de San Antonio Abad. El opuesto, en el lado del evangelio, fue destinado a la Virgen María en la advocación de la Inmaculada Concepción, que según la escritura del mayorazgo, era una imagen de candelero para vestir, y que fue sustituida el 23 de diciembre de 1720 por la talla de la Virgen de la Rosa, efigie adquirida por el capellán Esteban Gabriel de los Santos al artista sevillano Pedro Duque Cornejo[8], que al trasladarse a la nueva ermita de la Plaza que lleva su nombre en 1763 su hornacina fue ocupada por una imagen de San José. Según la descripción que nos ofrece Antonio Jurado y Aguilar, los muros interiores de la ermita estaban decorados con pinturas murales, y sobre ellas colgaban seis lienzos “de buen pincel” dedicados a los Misterios de la Virgen[9].
Desde 1683, la ermita tuvo una serie de cultos instituidos por los fundadores de la capellanía. Entre las obligaciones impuestas a los capellanes que la ostentaran, se contemplaban las de celebrar una misa rezada todos los días festivos del año entre las 11 y 12 de la mañana y, asimismo, conservar el edificio y ajuar para el uso sacro. A estos cultos se sumaron los fijados en el Mayorazgo, que estaban destinados a honrar al titular del pequeño templo en su festividad, el 13 de junio: “Y asimismo han de tener precisa obligación todo los años a celebrar el santo día de Sr. San Antonio de Padua perpetuamente, haciéndole su fiesta de toda solemnidad con su misa, sermón, música, y algunos fuegos a honra y gloria de Dios nuestro Señor y de dicho Santo” [10].

Con la fundación de la nueva cofradía de Ntra. Sra. Rosario en 1719 se incrementó la actividad religiosa, ya que el rezo público de las letanías y misterios marianos lo practicaban los hermanos diariamente dos veces, celebrando la festividad y procesión de su titular el segundo domingo de noviembre, festividad del Patrocinio de Nuestra Señora, con su posterior novenario, como ya especificamos en el trabajo anterior.

A esta fervorosa corriente devocional propagada durante el siglo XVIII hemos de añadir la existencia de un grupo de devotos del eremita San Antonio Abad (o San Antón) que reunidos en hermandad organizaban anualmente una misa solemne el 17 de enero, fecha en que la Iglesia celebra su festividad[11]. Entre los patronatos que se le atribuyen, está el de protector de los animales, y por ello en nuestra ciudad tuvo una significativa devoción San Antón, ya que durante la celebración de su fiesta se organizaba una popular verbena en el barrio, donde se reunían los montillanos en torno a la plazoleta con sus mascotas y ganado para presentarlos ante su Santo protector. El cronista local Dámaso Delgado López describe así la celebración de la misma: “era animadísimo en la población, y de gran fiesta, que era de ver la multitud de caballos jaezados fastuosamente con gualdrapas de terciopelo, damascos, sedas, tisú de oro y plata y multitud de flores y cintas, con que los hijos de los nobles y los sirvientes de los caballeros pasaban mil veces caracoleando por la puerta de la ermita, habiendo en las casas de aquellos barrios, tanto la víspera como el día, buñoladas sin número y fiestas y danzas”[12].

La clausura y el patrimonio disperso

Las últimas noticias que conocemos sobre la vigencia del culto público en la ermita datan de los últimos años del siglo XIX. Durante las primeras décadas de la centuria posterior permaneció cerrada al culto hasta que fue desacralizada en 1938, año en que el obispado de Córdoba autoriza su enajenación, siendo adquirido el inmueble posteriormente por Francisco de Alvear, VII Conde de la Cortina[13], que lo agrega a sus propiedades colindantes.
Edificio, hoy desacralizado, que fue ermita de San Antonio

Sus bienes muebles, enseres y prendas litúrgicas fueron trasladados a dependencias de la Parroquia de Santiago. En la actualidad, la imagen de San Antonio de Padua se venera en la ermita de Ntra. Sra. de Belén, el retablo mayor fue trasladado a la iglesia de la aldea de San Cruz tras la Guerra Civil, ya que este templo adscrito a la Parroquia de Santiago fue incendiado en 1936, durante los primeros días de la contienda. La campana sigue convocando a los fieles desde la espadaña del santuario de María Auxiliadora.

La visita de un príncipe peregrino

Como epílogo a este breve paseo por el pasado de la ermita de San Antonio, no queremos dejar pasar un anecdótico episodio ocurrido el día 23 de diciembre de 1668, y es que –casualidad o no– hay constancia documental de que este día asistió a la misa de la mañana el príncipe Cosme III de Médicis acompañado de su séquito, como lo hace constar su escribano en la crónica del Viaje que el gran Duque de Toscana efectuó por España y Portugal en peregrinación a Santiago de Compostela. Tomamos literalmente el párrafo que da fe de su paso por nuestra ciudad, procedente de Lucena, donde se hospedó durante dos días: “Hay más de dos mil vecinos en Montilla. Allí estaba la Marquesa, a la cual no pudo ver, pues S.A. se hospedó en una posada corriente. El día 23, S.A. oyó misa en una pequeña iglesia de San Antonio, cerca de su posada, y tras desayunar, se encaminó a Écija, donde llegó al atardecer[14]”.

La reseña dada en este libro de Viaje sobre Montilla es mucho más amplia, a la cual queremos dedicar un trabajo monográfico próximamente.

FUENTES

[1] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla (APSM). Libro 5º de desposorios, fols. 368 y 472. Ítem: Lib. 2º de amonestaciones, f. 220 v.
[2] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla (APNM). Nª 6ª. Leg. 1037. f. 456. Gabriel de Olivares fallece el 01/10/1666.
[3] Hijo de Gallardo de Santos Tiene y María Vergara, natural de la villa de Lara, obispado de Langüedoc, Francia. Contrajo matrimonio con Tomasa María el 08/XII/1663. APSM. Lib. 6º pequeño de desposorios, f. 373. Lib. 3º de amonestaciones, f. 346.
[4] Hijo de Pedro Lorenzo Montesinos y María Alonso Fernández, natural de la villa de Lubián, situada en la comarca de Sanabria, obispado de Benavente. Hoy  pertenece  a la provincia de Zamora.
[5] APNM. Nª 6ª. Leg. 1077, fols. 113 – 145 v. El Mayorazgo y Capellanía fue ratificado por el Pbro. Esteban Gabriel de los Santos en 02/01/1732, véase: Nª 6ª, leg. 1098, f. 7, y Nª 7ª, leg. 1271, f. 27. Véase también: LORENZO MUÑOZ. Francisco de Borja: Historia de la M.N.L. Ciudad de Montilla, f. 74. Año de 1779. Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque (FBMRL), Ms. 54.
[6] APSM. Libro 17º de desposorios, f. 222 v. Contrajeron matrimonio el 31/V/1728.
[7] MORTE MOLINA, J.: Montilla. Apuntes históricos de esta ciudad (2ª edición). Montilla, 1982. pp. 101 – 103. Luis Vaca Pérez fue tío carnal del célebre médico José Salas Vaca, Gentilhombre de Cámara del Rey Alfonso XIII.
[8] Archivo General Obispado de Córdoba (AGOC). Despacho Ordinario. Leg. 35. Sig. 7271/03. En este Memorial, su autor declara que la imagen de la Inmaculada fue donada por el capellán de los Santos y Olivares al Colegio de Niñas Huérfanas.
[9] JURADO Y AGUILAR, Antonio: Historia de Montilla, f. 225. Año de 1777. FBMRL, Ms. 103.
[10] Op. Cit. Leg. 1077, fols. 113 – 145 v. Véase también: MORTE MOLINA, J.: Montilla…
[11] JURADO Y AGUILAR, Lucas: Manuscrito Histórico Genealógico de Montilla, p. 62. [s. XVIII] FBMRL, Ms. 298. (Fotocopia).
[12]  Tomado de un texto copiado de un manuscrito original de Dámaso Delgado López, de finales del siglo XIX.
[13] APSM. Correspondencia, siglo XX.
[14] MAGALOTTI, Lorenzo: Viaje de Cosme de Médicis por España y Portugal (1668-1669) / Edición y notas por Ángel Sánchez Rivero y Angela Mariutti de Sánchez Rivero, pp. 215 – 216. Madrid, 1933. El ejemplar utilizado me ha sido facilitado por Agustín Jiménez-Castellanos, y la traducción del italiano al español ha sido realizada por Juan Antonio Prieto Velasco, a quienes agradezco su colaboración.

jueves, 23 de diciembre de 2010

PEDRO DUQUE CORNEJO Y LA VIRGEN DE LA ROSA*

A Rosa María, mi hermana, de cuyo vientre ha brotado la flor de la maternidad

Hijo, sobrino y nieto de artistas, Pedro Duque Cornejo y Roldán está considerado por los especialistas como el máximo exponente del barroco andaluz en el siglo XVIII.

Nacido en Sevilla, en 1678, es fruto de la unión matrimonial del escultor José Duque Cornejo y la pintora Francisca Roldán Villavicencio, hija del maestro Pedro Roldán y hermana de Luisa, La Roldana. Desde temprana edad frecuenta el taller del abuelo, donde trabajan sus padres, iniciándose así en el conocimiento de las artes plásticas,  envuelto de las aportaciones y consejos familiares que marcarán su etapa formativa.

Heredero de la prestigiosa estirpe artística que la familia Roldán consolida durante la segunda mitad del siglo XVII en Andalucía, en los primeros años de la centuria siguiente Duque Cornejo comienza a trabajar con taller propio en esta ciudad, de donde salen sus primeros trabajos de importancia destinados para Córdoba. Arquitecto de retablos, escultor, pintor y grabador, su dilatada producción artística le hace tener una vida itinerante, y aunque mantiene el taller en su tierra natal también trabaja en Granada y Madrid, ya que es nombrado Estatuario de Cámara del Rey[1].

La bella efigie de Ntra. Sra. de la Rosa, ejecutada por Duque Cornejo en 1720
Hasta su taller sevillano se dirige un buen día de 1719 el presbítero montillano Esteban Gabriel de los Santos y Olivares, que ejerce de Protonotario Apostólico en aquella ciudad, para hacerle el encargo de una imagen de Nuestra Señora del Rosario de talla completa, estofada y policromada. El motivo de esta adquisición no es otra que los frutos espirituales que habían emanado de la misión apostólica exhortada por el Padre Nieves sobre los misterios del Santo Rosario, que tuvo lugar en la ermita de San Antonio de Padua y que su organización corrió a cargo del Ldo. Santos y Olivares, que era capellán y patrono del Vínculo y Mayorazgo familiar que mantenía el culto y la conservación del desaparecido oratorio[2].

Esta pequeña ermita se iba a convertir en la primera sede canónica de la tercera hermandad en Montilla que rendirá culto a la Stma. Virgen mediante el rezo del Santo Rosario. A la nueva cofradía le fueron aprobadas sus Constituciones y Reglas el 21 de mayo de 1720 por el obispo Marcelino Siuri “que se mandó sentar por hermano”. En pleno fervor mariano, durante el transcurso de ese año, llegaba desde Sevilla la nueva imagen que “se trajo encajonada y remitida por Cornejo su Artífice en derechura al dicho Don Esteban y a la Iglesia [de San Antonio] en la cual se desclavó el cajón en que venía y se colocó en el Altar…” concitando el interés y la presencia de todos los hermanos en la ermita el 23 de diciembre de ese año.

Pero el entusiasmo inicial de la nueva hermandad se ve menguado por la denuncia que la cofradía matriz rosariana, radicada en la Parroquial de Santiago, interpuso a ésta, ya que no admitía más título del Rosario en la ciudad que el su imagen titular. Este hecho derivó en un largo y gravoso pleito de quince años, que finalmente fue resuelto a solicitud del mismo Estaban Gabriel de los Santos, que obtuvo autorización de Roma para suspender los litigios entre ambas corporaciones religiosas, mediante el acuerdo de celebrar un cabildo abierto a todos los vecinos de la ciudad para cambiar la denominación a la efigie tallada por Duque Cornejo. Corría el año 1735 cuando se reunieron en la desaparecida ermita de San Antonio el Vicario de Montilla, el guardián de San Francisco, el prior de San Agustín, el corregidor y regidores locales, junto con los hermanos oficiales de ambas cofradías. Para proceder a la elección del nuevo título se introdujeron en una cesta más de veinte papeletas con advocaciones marianas, sin introducir la nominación del Rosario; la cesta fue agitada por el Notario de la cofradía de la Parroquial “y se la entregó a el dicho Sr. Vicario quien habiéndolas tapado con su manteo pidió y rogó al R.P. Guardián de Señor San Francisco entrase la mano para sacar la cédula del título que dicha sacratísima imagen había de tener, quien se excusó con no muy pocas lágrimas, hizo lo mismo con los demás Reverendos Prelados los que con la misma ternura no se atrevieron, y volviéndoselo a suplicar al citado Padre Guardián y aún mandándoselo bajo de santa obediencia, lo ejecutó y sacó con la admiración de todos el título de Rosa, con lo cual se acabó el pleito, con sólo largar tres letras…”

Todos estos datos que vamos desgranando aparecen en un Memorial manuscrito que hemos localizado en el Archivo General del Obispado de Córdoba[3], remitido por los herederos del Protonotario Apostólico al Obispo de la Diócesis, que representados por D. Gonzalo Vaca y Lainez detallan a lo largo de diez puntos la trayectoria de la cofradía, desde su fundación en 1719 –a raíz de la misión arriba citada– hasta la traslación de la imagen titular de la Stma. Virgen a la nueva ermita, que se está construyendo en la plaza pública, junto a las Casas Capitulares, desde 1758.

Es precisamente este traslado y cambio de sede canónica el que motiva la redacción del citado Memorial, ya que existe una fuerte división entre los cofrades. Un sector se opone al cambio de iglesia y otro, por el contrario, lo defiende a la par que financia la construcción del nuevo templo. Dentro del grupo que se resiste a que la Virgen de la Rosa salga de la ermita de San Antonio se encuentran los sucesores de Esteban Gabriel de los Santos –y suscriptores del Memorial– que a su vez son los patronos del Vínculo y Mayorazgo, propietarios de la ermita, y fundadores copatrocinadores de la cofradía, que proponen la ampliación del pequeño templo de la calle Don Gonzalo.

Detalle de la peana angelical de la Virgen de la Rosa
Finalmente, el obispo ordena celebrar un nuevo cabildo abierto para que todos los hermanos valoren y voten ambas opciones. Acabada la reunión resulta ganadora la de trasladar la imagen y cofradía a la nueva ermita[4]. Elección que se lleva a efecto el segundo domingo de noviembre de 1763, cuando la procesión anual de la fiesta a la Virgen de Rosa sale de la ermita de San Antonio, visita el convento de San Agustín –como tenía por costumbre desde la primera vez que procesionó en 1726[5]– y concluye en la nueva ermita de la Plaza pública, que en adelante pasaría a nombrarse popularmente de La Rosa.

Hoy, casi tres siglos después de la fundación de la cofradía de la Rosa y del acertado encargo que formalizara el presbítero Don Esteban Gabriel de los Santos y Olivares con el acreditado artista Pedro Duque Cornejo y Roldán, para tallar la bella imagen barroca de la Virgen María rezando el Rosario, hemos tenido el honor de hacer pública esta gran noticia que esclarece la autoría de dicha obra, y nos confirma la calidad del patrimonio histórico montillano. Este dato incitará en adelante a los especialistas en la Historia del Arte barroco andaluz, y sobre todo a los biógrafos del artífice hispalense, que podrán añadir nuestra Virgen de la Rosa al inventario de sus más significadas obras, tales como  La Magdalena Penitente de la Cartuja de Granada, El Apostolado de la basílica de las Angustias de esa ciudad, el grupo de esculturas realizadas para el monasterio cartujo del Paular, en Madrid, las diversas obras que se conservan en la catedral de Sevilla –Justa y Rufina, Leandro e Isidoro– entre otras tantas repartidas por los templos de la capital andaluza, y cómo no, a su póstuma obra: La sillería del coro de la catedral de Córdoba, en la cual le sorprende la muerte el 3 de septiembre de 1757, unos meses antes de concluir la monumental empresa a la que había consagrado los nueve últimos años de su vida. Como reconocimiento a su labor, el Cabildo Catedral acuerda costear su entierro, quedando su cuerpo exánime abrazado para siempre por la tierra cordobesa, en una sepultura al pie del facistol del majestuoso coro[6], donde permanece flanqueado por el más importante de sus trabajos.

*Artículo publicado en: Nuestro Ambiente. Año XXXIII, nº 369 (Diciembre, 2010), págs. 36-37.

FUENTES

[1] PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso: La España del Barroco, pp. 75–76. En Historia del Arte Español, Vol. VII. Barcelona, 1996.
[2] MORTE MOLINA, José: Montilla. Apuntes históricos de esta ciudad (2ª edición). Montilla, 1982. p. 101.
[3] Archivo General Obispado de Córdoba (AGOC). Despacho Ordinario. Leg. 35. Sig. 7271/03.
[4] AGOC. Op. Cit.
[5] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla. Libro de Arancel y Decretos parroquiales, s/f.
[6] ORTI BELMONTE, Miguel Ángel: La Catedral – Antigua Mezquita y Santuarios Cordobeses, pp. 195–215. Córdoba, 1970.

sábado, 11 de diciembre de 2010

UNA EPÍSTOLA DE SOLANO A LOS MARQUESES DE PRIEGO*

En nuestro afán de profundizar en el pasado montillano, las continuas indagaciones que venimos realizando en los archivos y bibliotecas tras ese fin, hace que trasluzcan documentos insólitos que pueden completar algún párrafo inconcluso de nuestra historia local –muchas veces rellenado con la dudosa tinta de la tradición o la leyenda– o bien datos que pueden añadir alguna noticia biográfica a la galería de nuestros paisanos ilustres.

El Apóstol de América predicando. Grabado de 1787
Tal es el caso que en esta ocasión presentamos, referente a San Francisco Solano y al IV centenario de su muerte, donde pretendemos sumar una breve aportación documental a la bibliografía solanista para que el lector conozca algo mejor al primer taumaturgo de las Indias Occidentales, y aunque somos conscientes de la dificultad que supone superar la documentada biografía que publicara el franciscano Luis Julián Plandolit en 1963 del llamado Apóstol de América, ello nos permite profundizar en ciertos episodios de la vida e influencia espiritual y social de nuestro patrono en su ciudad natal y, por lo tanto, en sus paisanos y devotos, en un período puntual de su devenir.

Varias son las razones que captaron nuestro interés sobre el documento que traemos hasta esta publicación en facsímil. La primera de ellas es su rareza, tanto en su continente como en su contenido, pues tan sólo hemos localizado dos ejemplares, a pesar de las intensas búsquedas de alguno más de la misma naturaleza en bibliotecas especializadas, o referencias que indicaran la existencia de estos a través de la bibliografía española[1]. Por lo tanto, hasta la fecha, las únicas piezas bibliográficas halladas se conservan en el fondo antiguo de la Biblioteca Provincial de Córdoba[2], formando parte de volúmenes facticios de memoriales del siglo XVII.

El documento corresponde al traslado de una carta fechada el 23 de noviembre de 1631, enviada desde la ciudad de La Habana por Fray Alonso Cueto, postulador de la causa de canonización del venerable Francisco Solano, a los Marqueses de Priego, que por ese tiempo son Alonso Fernández de Córdoba y Figueroa, el mudo, y su esposa Juana Enríquez de Rivera y Téllez-Girón, carta manuscrita que los nobles montillanos deciden imprimir ante la importancia de su contenido, y así difundir las excelentes noticias llegadas del Nuevo Mundo acerca del futuro Santo.

La copia impresa consta de cuatro páginas en tamaño de folio, y aunque carece de pie de imprenta es más que probable que saliera de las prensas tipográficas de Juan Bautista de Morales, que regentó taller propio en Montilla entre los años 1622 y 1634, bajo la adornada y protectora franquicia de Imprenta del Excelentísimo Señor Marqués de Priego, que en esos años estampó varios documentos de similar tamaño de caja, márgenes, tipos, y otras características técnicas comunes a las que presenta el opúsculo que nos ocupa.

Pero antes de adentrarnos en el contenido de la carta vamos situar cronológica y geográficamente a la misma, para que nos sirva de hilo conductor que ha de hilvanar sobre el atlas histórico de los hechos los riesgos y trámites burocráticos que hubo de salvar la Orden Franciscana para que, oficialmente, se reconociera en Roma la santidad del seráfico misionero Francisco Solano.

Todo comienza en la Ciudad de los Reyes, hace cuatrocientos años. El 14 de julio, la festividad de San Buenaventura, entregaba sus últimos latidos el sufrido corazón de Solano, el fraile Santo. Una azarosa vida dormía ya en la esperanza de presentarse ante Dios con la certeza de haber llevado su palabra y su sabiduría hasta donde su inagotable fe y su mermada fortaleza física alcanzaron.

Según sus biógrafos, su vida fue una constante huída de los parabienes y la fama de santidad que le perseguía, de la que no pudo escapar tras su muerte, en la que ya le fue imposible eludir el laurel de la gloria y el tránsito hacia los altares, que el pueblo y autoridades de Lima iniciaran apenas dos semanas después de su multitudinario funeral.

En los tres años siguientes a su muerte, se llevó a cabo la recopilación de los testimonios de todos aquellos que habían conocido personalmente o se habían beneficiado de los favores de Dios por intercesión de Fray Francisco Solano, en aquellos lugares en los que había dejado su estela evangelizadora[3]. El resultado del llamado Proceso Diocesano, efectuado a iniciativa del Arzobispado de Lima, es enviado a Roma y una vez supervisado por la autoridad vaticana, se autoriza el inicio del Proceso Apostólico para la causa de beatificación en 1625. En ese tiempo, a instancias del pontífice Urbano VIII, la Sagrada Congregación de Ritos había aprobado una nueva y rigurosa normativa para la admisión y estudio de nuevos procesos, cuya aplicación dilatará más de un siglo la canonización del santo montillano.

Los requisitos impuestos por la Santa Sede para la instrucción del Proceso Apostólico llegan a Lima en febrero de 1628. Las autoridades religiosas peruanas se apresuran, y a partir de esa fecha reabren la causa y comienzan las diligencias para recoger las ratificaciones y tomar nuevas declaraciones en favor de la santidad del venerable Francisco Solano, concluyendo este sumario en mayo de 1631. Durante este periodo, y como refrendo a la fervorosa devoción del nuevo apóstol del Perú, muchas de las ciudades y lugares donde se toman las declaraciones lo juran por patrono, y apoyan la causa librando partidas económicas en sufragio de los gastos del costoso proceso; siendo, una vez más, Lima quien toma la iniciativa el 26 de junio de 1629[4].

Para trasladar y presentar las Informaciones en Roma fue comisionado el franciscano  Alonso Cueto, que sale de Lima el 31 de mayo de 1631 y llega a la cuidad vaticana el 7 de noviembre de 1632[5]. En este espacio de tiempo envía la citada carta a los Marqueses de Priego, durante su viaje. Pero llegados a este punto, cabe preguntarse, ¿Quién era Fray Alonso de Cueto y por qué fue elegido para esta complicada misión? Si indagamos la en vida de Cueto, aparte de conocerle algo mejor, nos permitirá saber las razones de su nombramiento de procurador para la causa de Solano.

Este religioso lego, nacido en Osuna en 1578, parece reunir las mejores aptitudes ante las autoridades metropolitanas y franciscanas de la Ciudad de los Reyes para llevar a cabo las gestiones de la postulación en Madrid y Roma. Varias son las condiciones favorables que Cueto posee, entre ellas –como él mismo declara– conoció y trató a Fray Francisco Solano durante su estancia en el convento de la Recolección de Lima en 1604, de sus propias manos recibió la profesión durante el breve tiempo que fue Guardián de dicho cenobio, y a partir de esa fecha es su enfermero y acompañante durante las últimas predicaciones que Solano realiza por las latitudes peruanas, antes de su definitivo retiro en el convento de San Francisco de Jesús de la capital del Virreinato[6]. Aparte de las vivencias de Alonso Cueto con el apostólico Solano, éste también está experimentado en los periplos navales de la Carrera de Indias, ya que ha cruzado el océano Atlántico varias veces, y a pesar de la prohibición que los misioneros que regresaban del Nuevo Mundo tenían de embarcar nuevamente, Cueto posee licencia para ello, gracias a una Real Cédula que le fue otorgada por el monarca Felipe IV cuando se encontraba en la vieja España, donde le sorprende la noticia del fallecimiento de Francisco Solano.

El 22 de marzo de 1611 parte de Sevilla en la flota del General Jerónimo de Portugal y Córdoba hacia Panamá[7]. A finales de ese año ya se encuentra en Lima, donde concurre a testificar el 4 de diciembre para las Informaciones del Proceso Diocesano. Nuevamente acude a la península ibérica en 1616, esta vez en los galeones que trasladan al Virrey saliente, Juan de Mendoza y Luna, III Marqués de Montesclaros, –que había portado el féretro de Fray Solano en su sepelio– ya concluida su etapa gubernamental en el Perú[8]. Tras permanecer varios meses en Andalucía, el franciscano regresa al Nuevo Mundo en abril de 1617[9].

Por los continuos viajes que Cueto efectúa en estos años previos al traslado de los expedientes procesales, es de suponer que se dedicara a desempeñar este tipo de trámites administrativos dentro de la Orden Franciscana entre el Viejo y el Nuevo Mundo, motivo éste por el que también fuera designado postulador para conducir hasta Roma el sumario e iniciar las gestiones pertinentes ante la Santa Sede para la apertura de la causa.

Como hemos reseñado anteriormente, el franciscano Alonso Cueto parte de la capital peruana a finales de mayo de 1631 y arriba a la Ciudad Eterna dieciocho meses después. Durante el transcurso de esta larga singladura, es protagonista y testigo de varios episodios sobrenaturales, ocurridos tras la invocación de ayuda celestial al venerable Francisco Solano, que evita varios naufragios de las naves de la Armada española donde venía embarcado el mismo fraile, cuyo equipaje era la documentación de ambos procesos, el Diocesano y el Apostólico, y un retrato del santo Solano.

Estas gestas milagrosas ocurridas ante centenares de personas, hacían que la popularidad de Francisco Solano se expandiera rápidamente, una vez los barcos hacían escala en puertos intermedios, como sucediera en Panamá, Cartagena de Indias o La Habana, donde se organizaron funciones religiosas generales de acción de gracias y donde se le juró por patrono y protector.

Para ganar tiempo a la lentitud de la navegación, fray Alonso se dedica a escribir correspondencia a la monarquía y nobleza hispánicas, en la que solicita apoyo institucional y económico, e igualmente prepara los borradores de los memoriales que presentará al pontífice Urbano VIII. Sirva de ejemplo de las distintas misivas, la dirigida a los Marqueses de Priego, casa nobiliaria radicada en Montilla –cuna y escuela de Solano– e igualmente de las más poderosas e influyentes del reino de Castilla, aparte de ser bienhechora de la Orden Franciscana.

San Francisco Solano en el barrio de las Tenerías. José Garnelo, 1910
Ya en Roma, noviembre de 1632, Cueto realiza todas las gestiones oportunas, incluso es recibido por el Papa varias veces, a quien ruega la aceleración del Proceso para el beneficio de los devotos del Apóstol del Perú, ruegos que fueron escuchados pero no atendidos. Después de llevar varios años en la Ciudad del Tíber trabajando incansablemente para coronar a los altares al venerable Solano, Cueto cae enfermo de asma y comienza a delegar en su compañero y ayudante Fr. Jerónimo Serrano hasta 1637, año que es relevado en la Causa por los padres Buenaventura Salinas y Alonso de Mendieta[10], quedando el sexagenario Cueto a cargo de la administración económica del Proceso, como se manifiesta en la contaduría de la Casa de la Contratación a finales de 1638, donde éste reclama cierta remesa de peculio procedente de Lima[11].

De vuelta a nuestro argumento central –la epístola solanista– y después de su contextualización histórica, sólo queda hablar de su breve pero interesante contenido, en el que su autor resume en una sintetizada memoria todo el sumario que lleva consigo, donde alterna noticias pretéritas y contemporáneas relativas a la vida, muerte y milagros de nuestro patrono, la mayoría desconocidas en Montilla hasta ese momento, ya que la única biografía sobre Solano fue impresa en Lima en 1630, y como el mismo fraile relata a los marqueses todavía no ha llegado hasta Europa, ya que los primeros ejemplares formarían parte de su equipaje.
En el primer párrafo de la carta, Fray Alonso hace una presentación personal a los señores de Montilla. Continúa su redacción describiendo sus vivencias con Solano, las vicisitudes y lances acaecidos desde que salió de Lima con los miles de folios del sumario que lleva consigo, que intercala con repetidas alusiones a Montilla y a sus señores y con los hechos milagrosos obrados por el Santo, dando especial atención a los inusitados sermones de Lima y Trujillo, los multitudinarios funerales presididos por el Arzobispo y el Virrey, los patronazgos, etc., concluyendo con la maravillosa conversión de miles de indígenas un Jueves Santo tras los oficios y procesión de disciplina; todo ello narrado con la cercanía y la actualidad que la redacción epistolar ofrece al escritor, sumado a la ferviente expresividad de haber sido discípulo, compañero, testigo, y finalmente, devoto y postulante de su largo pero imparable proceso de beatificación y canonización.

Creemos conveniente no glosar más el texto, ya que excepcionalmente, y gracias a la  sensibilidad mostrada en todo momento por el Consejo de Redacción de esta Revista, se ofrece en su formato original, y ello nos permite saborear la grandeza literaria del barroco Siglo de Oro español, donde el paciente lector tiene la oportunidad de evocar sus sentidos ante los arcaicos usos gramaticales, ortográficos o retóricos de una época en que la Lengua Castellana era la credencial de un imperio intelectual donde aún no se ha puesto el sol.
 
Primera página de la Carta de Fr. Cueto
DOCUMENTO:

COPIA DE UNA CARTA, QUE ESCRIVIÓ A los Excelentísimos Marqueses de Priego el Padre Fray Alonso Cueto, de la Orden de nuestro Seráfico Padre San Francisco, Comisario de los Reinos de las Indias Occidentales, para la Canonización del Apostólico Varón Fray Francisco Solano, de la misma Orden.

JESVS,     MARIA,     JOSEF.

QVIEN Esta escrive a V. Exc. es un pobre Religioso, indigno Fraile Recoleto, hijo de la Provincia de los Doze Apóstoles de Lima, y natural de la Villa de Osuna; en la qual Provincia asistió, vivió, y murió el Esclarecido y Apostólico Varón el Padre Fray Francisco Solano, humilde vasallo de V. Excelencia, y nació en essa Corte de la Ciudad de Montilla, y tomó el Hábito de edad de veinte años en esse Convento. Que dichoso y bienaventurado Convento, que tal hijo dio; y esclarecida Ciudad, que tal fruto ha dado a la Iglesia de Dios; y dichoso el Marqués mi señor, y V. Exc. que tal vasallo tienen, y tendrán mientras Dios fuere Dios. Passó a las Indias más remotas, y pobres, adonde más necesidad tenían aquellos Bárbaros Gentiles de la Doctrina Evangélica deste Apostólico Varón, enseñándola por palabras, y obrándola por sus obras, huyendo de las honras, y apellido que el Andaluzia le dava de Santo, por aver resucitado un difunto en S.  Francisco del Monte junto a Córdova; y otros prodigios, y milagros, que obra Dios en estas partes por este esclarecido Varón: y son tantos los que en los Reinos de las Indias ha hecho obrándolos en su vida, y después en su muerte, que quedan enriquezidas las Provincias de Tucumán, Paraguay, y todo el Reino del Perú. Murió día de S. Buenaventura su devoto el año de 1610 en la Ciudad de Lima, que es la Corte del Reyno del Perú, adonde hizo, y está haziendo infinitos milagros, y adonde quiso mi dichosa suerte me diesse la profesión siendo Guardián de la Santa Recolección de Lima, y siendo yo el único que professó en sus manos: en quatro meses que fue Prelado de la dicha Recolección, renunció el oficio onze vezes por escrito, y por respecto, que los Prelados le tenían aceptaron la renunciación. Y visto los dichos Prelados de la Provincia los grandes milagros que se escrivían del Santo, me mandaron por santa obediencia, y en virtud del Espíritu Santo, viniesse a solicitar la Beatificación, y Canonización deste Santo. Las vezes que me escusé de no aceptarlo sábelo Dios nuestro Señor, no por los trabajos que tenía presentes avia de temer, sino por hallarme incapaz, e indigno, como cosa tan grave, e importante, como es la Canonización, que llevo. Salí, Señora, de la Ciudad de Lima con las Informaciones deste Apostólico Varón, que son quatro mil y quatrocientas y cincuenta fojas escritas, hechas por los señores Arçobispos, Obispos de Sevilla, Granada, Córdova, y Málaga, y por los Juezes Apostólicos nombrados por su Santidad, y sacra Congregación de los Ritos, el señor Arçobispo de Lima, Deán, y Arcediano: en las quales informaciones van novecientos y cincuenta y tantos milagros, y entre ellos treze muertos resucitados; y quinientos y setenta y siete testigos jurados, en que entran Virreyes, Presidentes, Governadores, Arzobispos, Obispos, Prebendados, Vniversidades, Colegios, Cavalleros, y lo más ilustre, y noble de aquellos Reinos. Y porque V. Exc. goze de alguno de los milagros que ha obrado Dios por este esclarecido Varón / antes que llegue a manos de V. Exc. el libro que está impreso de la vida, muerte, prodigios, y milagros desde Ilustre Varón, haré memoria en ésta de algunos portentosos, como son, ser dueño de los corazones de los hombres, reduciendo a término las confesiones de los penitentes, trayéndoles a la memoria todos sus pecados, y en ocasión diziendo a los penitentes, que ya no tenían ni se acordavan de más pecados, respondió el Confesor del Cielo: Esso no será posible, porque le falta tal, y tal pecado, trayéndoselos a la memoria, como si en cada uno dellos huviera concurrido con el penitente: y ponderan los Teólogos ser mayor milagro este que resucitar muertos. Dio dos fuentes en dos Provincias adonde perecían de sed los hombres, hoy muelen cuatro molinos con el agua, y la dicha agua haze milagros, y la llaman agua del Santo Solano. Passava los ríos sobre el manto crecidos de monte a monte. Detenía la mitad de los navíos sobre las aguas hasta salvar la gente. Baptizar y confesar los Gentiles que ivan allí. Sustentó en desierto más de trezientas personas con lo que el Cielo le embiava, y los enfermos que en este desierto huvo, pidiéndole varias cosas para comer, les traía pescado del mar, el qual se venía a las manos, llamándolo el Santo, y limpiándolo el bendito Padre, y adereçandolo, el mismo se los llevava a los enfermos, diciéndoles, que comiessen, que les sabría a lo que ellos apetecían; como el Maná al Pueblo de Dios, y así sucedía. Obedecieronle todas las criaturas del mundo, los animales, las aves, los pezes, amansó tres toros bravos, y se arrodillaron al Santo. Resucitó las aves muertas. Y sanó en los cuerpos humanos de todas las enfermedades, y dolencias que puso Dios en ellos, y todas las plagas que suelen sobrevenir en los campos, como son langostas, palomilla, gusanos, gorgojos, graniço, invocando al Santo de todas estas cosas se veían libres, y por esta razón le dan título de milagroso en el mundo. Y tal vez huvo, que estando detenidas en un río mas de cincuenta personas, por su grande avenida, pereciendo de hambre, mandó el bendito Santo a las aguas, que parassen su curso, y al momento obedecieron, dando lugar, como otro mar Bermejo (aunque no abrió senda el río) a que passasen; y todos contentos de aver passado, bolvió el río a correr con sus mismas corrientes, como de antes. Y era tanto el fervor, que este santo Varón tenía en la hora de Dios, que yendo a predicar a las Comedias, y plaças, y partes donde sentía era Dios ofendido, que juran muchos testigos, que le veían volar, sin poner los pies en el suelo en más de una quadra. Y un día yendo a predicar las Peticiones del Padre nuestro, llevándome consigo, y subiéndose en el púlpito, y poniendo el manto alrededor del, dixo la primera palabra: Allegad al almoneda Cristianos; y diziendo el Padre nuestro, y la segunda palabra, que estás en los Cielos, se elevó, y nos parecía a todos los que le veíamos se levantó mucho del púlpito, y puesto en Cruz con un Christo enarbolado en aquella postura, clamando a la Ciudad, que le estava mirando, y las Religiones que le seguían llorando lágrimas vivas, diziendo: Dios te tenga de su mano, y pidiendo al Cielo misericordia librasse a aquella Ciudad por aquel Justo. O dichosa Montilla, y dichosos, y bienaventurados los señores, que tal vassallo les dio Dios. Y la razón más fuerte, que tuvo el Pontífice, que hoy gobierna la Iglesia de Dios, para despachar el Rótulo, y Bulas para que hiziessen las Informaciones por autoridad Apostólica, que yo llevo a su Santidad, fue el sermón que llaman del Juizio, que predicó un Viernes, año de mil y seiscientos y quatro en la plaça de Lima, que convirtió a toda la Ciudad a penitencia, entendiendo el Pueblo, avía dicho por cosa cierta, se avía de hundir la Ciudad aquella noche; y no aguardando la explicación del lugar que el Santo llevava, de que si huviera enmienda, cessaría el castigo, que Dios tenía ordenado. Partió la nueva por las calles, diziendo: El Santo Solano ha dicho, se ha de hundir Lima esta no/che. Pondérese agora, que avrá en Lima (señora) más de veinte mil Españoles entre hombres, y mugeres, y más de treinta mil Negros, y Negras, y muchos Indios: todo era alaridos, lágrimas, y gritos, que los ponían en el Cielo, pidiendo a Dios misericordia: los Templos se abrieron, el Santísimo Sacramento se descubrió en todos ellos, los Confesores en pie; las confessiones a vozes, las absoluciones a montón; las honras se restituían, los hartos le manifestavan; y los amancebados se casavan; y huvo tal enmienda en la Ciudad, que parecía otra. Predicó otro sermón ochenta leguas de Lima en la Ciudad de Truxillo, y mirando al Pueblo dixo: A Truxillo, que el número de tus pecados a de llegar a colmo! Que ha de embiar Dios sobre ti una gran ruina! Siendo ellos causa, que no quede en ti piedra sobre piedra, y este púlpito donde yo estoy predicando esta verdad, aunque ha de caer este Templo, y dar sobre el aunque es de madera, y molduras, no le ha de lastimar, y ha de quedar sano en fe desta verdad; llorando a todo esto como Christo sobre Jerusalén, y todo se cumplió a la letra, quinze años después que el Santo lo profetizó. Llegó la última enfermedad deste Ilustre Varón, y puesto en aquel lecho humilde, y pobre, adonde toda la Ciudad, y Religiosos acudían a ver aquel Mensajero del Cielo, y Apóstol, que Dios les quitava de entre ellos, arrojando por aquella divina boca el siervo de Dios Solano tantos rayos de luz del Cielo, que a todos los embiava consolados. Los Médicos le desahuciaron, y mandaron dar los Sacramentos, porque avia de morir a dos de Junio: y diciéndole su Confessor, que los Médicos le mandavan dar los Sacramentos, y que avia de morir passado mañana, que si los quería recebir? Respodió el Santo, que de muy buena gana, si bien no por modo de Viático, porque su muerte no avia de ser hasta el día de San Buenaventura su devoto. Llegó el desahucio de si mismo con harta alegría del Santo, y llanto de la Ciudad, y el mismo día dio su Alma al Dueño de todas, que tan linda y hermosa la avia criado, y al punto mostró Dios tantas maravillas, y milagros, que no será posible referir aquí más de tres o quatro. Sea el primero, que sin saber la Ciudad la muerte del Santo, vino toda la gente al Convento, y el Virrey enviando tres Compañías de Soldados para resistir la Ciudad, no bastaron, y puesto el cuerpo Santo en la Capilla de la Enfermería, embió Dios a la reja de la dicha Capilla tanto género de pájaros jamás vistos en aquellas partes, que dizen los testigos, que nunca avian oido, Canarios, Silgueros, Ruiseñores, que tan concertada y linda música hizieran: esto duró cinco horas. Y dos días que estuvo el cuerpo sin dar sepultura, juran muchos testigos, que v[e]ían baxar, y subir muchas luzes del Cielo adonde estava el Cuerpo del Santo. Sacolo en ombros a la Iglesia el señor Virrey del Perú Marqués de Montesclaros, y el señor Arzobispo de Lima, y con llevar de guarda Chuceros, y cincuenta Alabarderos de la Guarda, perdió el Virrey la capa de los ombros. Oy está su sepulcro de los más frecuentados de la Iglesia de Dios, y en él quedan onze lámparas ardiéndo, nueve de plata, y dos de bronze, y con su azeite sana Dios de todas las enfermedades de los cuerpos humanos, y consume todas las plagas, que sobreviven en las sementeras, viñas, huertas, alfalfares: y es de tal manera el sacar el azeite de las lámparas, que está el Sacristán lo más del día dando azeite: tiene en el dicho sepulcro ochocientas y tantas figuras de cera y en el Altar donde está la caxa del Cuerpo del Santo son tantas las personas graves, que acuden a dezir Missa en el dicho Altar, que ay Prebendado de la Catedral, que aguarda vestido media hora para poder dezir Missa, y son tantas las personas, que van a dezir Missa, y otros a que se la digan, que en dos meses se ofrecieron dos mil y quinientas Missas, y con la licencia que su Santidad concede en el Rótulo, se le dize la de todos los Santos, hasta que se Canonice, y tenga Missa propia, con el favor de V. Exc. Y confío en Dios, y en los merecimientos deste esclarecido Varón, que se han de ver V. Excelencias, y todas sus / Casas y Estado con tan aventajadísimos aumentos, como se verá, que pues los da Dios por este esclarecido Varón en todas las partes donde llega, y donde lo han recebido por su Patrón, que hasta hoy han sido la Provincia de Tucumán, el Arzobispado de Chuquisaca, el de Lima, la Vniversidad de los Reyes con ochenta y un Doctores, el señor Conde de Chinchón, Virrey del Perú, para todo su Estado, Don Bernardino de Hurtado de Mendoça, General del Callao, y mar del Sur, con acuerdo de su Almirante, y gente de Mar, y Guerra, en nombre de su Majestad, por el prodigioso milagro que hizo este año de 1631, librando a la Capitana donde venían las Informaciones, y el retrato del Santo, con mil y tantas personas dentro, y quatro millones de su Majestad, y particulares, del riesgo en que estava para perderse, como le sucedió a la Almiranta viniendo en ella casi otros quatro millones, y yéndose al fondo de la mar los deparó, y se sacaron por los merecimientos del Santo. Y viendo la Ciudad de Panamá, Cabeza del Reino de Tierra-Firme, estos prodigios, y milagros, le hizieron una solemne fiesta, y le tomaron por su principal Patrón, prefiriéndolo a todos los que tienen, y adelante fueren. Y asimismo lo recibió por su principal Patrón la Ciudad de Cartagena, adonde Dios obró por el Santo muchos milagros en bien pocos días que allí estuvimos. Y salidos de la dicha Ciudad en demanda de la Ciudad de la Habana, donde escrivo ésta a V. Exc. en el rigor del Invierno número de veinte y tantos navíos puestos todos sobre unos baxos, y estando en grande riesgo, sobre ellos se levantó una grande tormenta, y vistonos en el manifiesto peligro en que estávamos, me pidió el General, y las personas, que venían en la dicha Capitana, que eran más de seiscientas, sacasse la Imagen del Santo, y puesta en la silla del Piloto, convocando todos su favor; y ayuda, fue cosa maravillosa, que al punto cessó la tormenta, aclaró el Sol, y hicimos próspero, y feliz viaje. Y oyendo estas maravillas en la Ciudad de la Habana, se ha ofrecido el señor General Tomás de la Respurg de pedir una limosna al Santo en la dicha Ciudad entiendo le recebirá por su Patrón. Acabo esta relación, Excelentísimos señores, con un portentoso milagro que hizo en la Provincia de Tucumán, y fue, que estando un Jueves Santo en los Oficios Divinos congregada la gente en el templo, cosa de cien Españoles, y trescientos Indios, que avría en el Pueblo, venían a matarlos más de treinta y tantos mil Indios bárbaros infieles; y sabiéndolo el Santo por espíritu profético, salió solo con un Christo en las manos al exército de los enemigos, los quales eran de diferentes lenguas, que eran siete las diferencias que avía en el número de los enemigos, predicando el Santo en la suya, le entendía cada uno en su lengua con tanta claridad, y distinción, que se admiravan: y más juran los testigos, que les enmendava los vocablos que imperfectamente hablavan ellos; por lo qual alçaron un alarido, y dixeron: Este es mago, y encantador, que nos enmienda nuestros vocablos, y acercándose al Santo para matarle, vieron, que arrojava del rostro tanta luz, y esplendor, que les obligó a que le pidiesen les enseñasse aquella doctrina, que les predicasse, y los bautizasse, y convirtió en aquel sermón nueve mil Indios, hizieron muchos dellos disciplina de sangre la misma noche del Jueves Santo con los Españoles. Y quien haze tales maravillas, y milagros (Excelentísimos señores) qué no hará en su patria? en su Ciudad, donde recibió el santo Bautismo, y el segundo en la profesión. Qué no pedirá este santo a Dios nuestro Señor por sus dueños y señores? Que son V. Excelencias, qué de aumentos, qué de regalos, qué de bendiciones, todas las que el Santo viere en Dios que conviene es cierto (Señores Excelentísimos) las pedirá a su Magestad se las dé tan cumplidas, como este humilde siervo de V. Excelencias desea. De la Habana, y Noviembre 23, de 1631 años.

Fray Alonso Cueto

*
Artículo publicado en: Nuestro Ambiente. Año XXXIII, nº 365 (Julio 2010), [separata]

FUENTES

[1] Esta carta aparece reseñada en el Ensayo bibliográfico sobre San Francisco Solano,  realizado por el  franciscano Alejandro Recio, y publicado en la Revista trimestral de estudios históricos “Archivo Ibero-Americano”, año IX, nº 36 (octubre – diciembre, 1949), pp. 473 – 532. Recio toma la referencia de la obra compilada por Robert Streit: Bibliotheca Missionum, vol. II, 445, nº 1598.
Posteriormente, también señala la existencia de un ejemplar Antonio García-Abásolo en su comunicación Fondos útiles a los americanistas en la Biblioteca Pública Provincial de Córdoba: siglos XVI al XVIII. Análisis y catálogo. Dentro de las Actas de las Primeras Jornadas de Andalucía y América. La Rábida, 1981. pp. 163 – 194.

[2] Biblioteca Provincial de Córdoba. Fondo Antiguo. Signaturas: 2-132 (12) y 2-138 (4).

[3] Los interrogatorios en Andalucía fueron realizados por el franciscano Luis Jerónimo de Oré durante el segundo semestre de 1613. Véase Proceso Diocesano de San Francisco Solano. Montilla, 1999.

[4] CÓRDOBA Y SALINAS, Diego: Vida, virtudes y milagros del Apóstol del Perú el venerable Pe Fray Francisco Solano… Madrid, Imprenta Real, 1643.

[5] PLANDOLIT, Luis Julián: El Apóstol de América San Francisco Solano, p. 354. Madrid, 1963.

[6] BRUNO, Cayetano: Las florecillas de San Francisco Solano, p. 72, La Plata, 1976. “Declaración de Fray Alonso Cueto, Lima, 4/XII/1611”.

[7] Archivo General de Indias (AGI). Contratación, 5321, N.2, R.20.

[8] El III Marqués de Montesclaros fue Virrey de Nueva España entre el 19/V/1603 y el 21/XII/1607, fecha en que es nombrado Virrey del Perú, cargo que ostenta hasta el 18/XII/1615.

[9] AGI. Contratación, 5357, N.33.

[10] PLANDOLIT, op. cit., p. 358.

[11] AGI. Indiferente, 435, L.9, F. 135-135v. Real Disposición: “Fr. Alonso de Cueto de la orden de San Francisco a dado una petición en el comisario en que refiere está a su cuidado la canoniçación del Benerable barón Fr. Francisco Solano para cuyo efecto el año pasado de seiscientos y treinta y siete vino de las Indias registrada una partida de mil y quinientos y cincuenta y un pesos de a ocho reales que se cobraron en la ciudad de Lima de la limosna que su Majestad hiço en vacantes de obispados para la dicha canonización y a su pedimimiento que atendiendo a que el dicho Padre Fr. Francisco Solano es Patrón de todas las Indias, y que esto procede de limosna que su Majestad hiço se le mande entregar libre de averías y del préstamo como otras veces se a hecho, y porque el comisario quiere saber lo que ay en razón de lo que pide el dicho Fr. Alonso de Cueto y si está en ser este derecho y en cuyo poder y lo que  se podrá hacer en raçon desta pretensión encarga el comisario a Vmd. envíen relación sobre ello con su parecer en la primera ocasión y así lo harán, quede Dios a Vmd. como deseo. Madrid 5 de octubre 1638. Fernando Ruiz de Contreras.


sábado, 20 de noviembre de 2010

LA IMPRENTA DE MANUEL DE PAYVA Y SU PRODUCCIÓN EN MONTILLA, OSUNA Y ANTEQUERA. (2ª parte)*

Cómo señalábamos en el número anterior, los textos impresos por Manuel Botello de Payva se localizan entre los años 1625 y 1633. Este espacio de tiempo podemos dividirlo en dos etapas, la montillana, que irrumpe en los años 1625 a 1627, y la antequerana, que continúa desde 1628 hasta 1633, en la que incluimos su desplazamiento ocasional a Osuna en 1629.

De los tres años que regenta su librería en Montilla conocemos siete obras con pie de imprenta propio, aunque también tenemos constancia de más trabajos que estampa y encuaderna en su tienda de la calle Corredera, a través de tres contratos firmados ante escribano público. En estos instrumentos notariales se recopilan gran cantidad de datos concernientes a la elaboración de los impresos y a los pormenores de los acuerdos alcanzados entre el librero y su cliente. La cantidad y calidad del papel, el tiempo de ejecución, la fecha de entrega, el transporte, la forma de pago, y hasta el tipo de encuadernación se desglosan, entre otros detalles. Veamos primeramente una escueta referencia de estas obras desconocidas hasta la fecha.

El 15 de marzo de 1625 Payva se obliga con Miguel Cobo, en imprimir y encuadernar mil quinientos ejemplares de un libro llamado “de torcazo” y entregárselos antes del 20 de abril siguiente. Para llevar a cabo el trabajo el impresor recibe de Cobo por adelantado 18 resmas de papel blanco[1].

En otro oficio notarial, fechado el 29 de enero de 1626, el impresor lusitano acuerda con el Licenciado montillano Pedro Ximénez de Gálvez imprimir mil quinientos pliegos de tarea de una cartilla de enseñanza titulada Mano Diestra. La fecha de entrega de los primeros ejemplares es fijada para finales de marzo, recibiendo el impresor una suma de dinero por adelantado, y acordando entre ambos la retirada de la obra ya impresa en varias fases, conforme a la demanda de su venta[2].

Durante 1626 la actividad tipográfica de Manuel de Payva es prolífica, ya que unos meses más tarde, el 29 de septiembre, el portugués firma otro acuerdo para imprimir otra obra. Esta vez comparece en las escribanías públicas junto con Juan Sánchez Marín, vecino de Écija, que se ha trasladado desde esa ciudad para confiarle la estampación “de dos resmas de papel de Pronósticos del año que viene de 1627”. En esta ocasión Payva vuelve a recibir una pequeña suma de dinero por adelantado, y se compromete a tener el trabajo terminado para el 22 de octubre siguiente, enviárselo a Écija y, asimismo, no imprimir ni vender otra obra análoga hasta que no termine y entregue ésta[3].

Posiblemente, con destino a estampar el almanaque antes referido, estuvieron destinadas las “dos resmas de papel blanco que son 122 reales que me a traído para el gasto de mi oficio” el Licenciado Pedro Ximénez de la ciudad Córdoba, y que Botello de Payva se obligaba ante el escribano a pagarle el importe de las mismas el 18 de septiembre de ese mismo año[4].

Aparte de estos tres trabajos de impresión, como apuntábamos antes, Manuel de Payva estampa –como mínimo– otros siete trabajos más en Montilla. Por orden cronológico, reseñamos dos Avisos que imprime en 1625, que anunciaron a la sociedad las gestas navales protagonizados por la Armada Española, cuyos títulos son: Famosa Victoria y Grandiosa batalla, que las galeras de Malta han tenido, de una Escuadra del Gran Turco, en q yvan diez Galeras, y dos Galeota. Sucedió Día de la Concepción de la Virgen Sanctifsima Nuestra Señora, del año de 1624.[5] y Verdadera Relacion de la Grandiosa Vitoria, que las Armadas de España han tenido en la entrada del Brasil; la qual queda por el Rey Don Felipe Cuarto N. S.[6] 
Una rareza bibliográfica impresa por Payva
Este mismo año Botello de Payva imprime un curioso folleto escrito por Alonso Ginete, donde se recoge uno de los procesos públicos celebrados por el tribunal de la Inquisición de Sevilla, con el siguiente enunciado: Tratado y relacion del auto publico de fee que se hizo en la ciudad de Sevilla el dia de San Andres, sabado 30 de Noviembre, por mandado del Santo Officio de la Inquisición de la misma ciudad. [7]

La literatura religiosa tuvo su máxima difusión en esta época, gran cantidad de obras menores extraídas de las oratorias declamadas en las grandes funciones litúrgicas se dieron a la estampa, como la pronunciada en Córdoba por el franciscano Pedro Cabrera, que la lleva a la imprenta con el título: Sermon predicado en la fiesta de la Exaltacion de la Cruz y del Sanctissimo Sacramento de la Eucharistia, en la ciudad de Cordoua...[8] y como era frecuente en aquel tiempo, se publica con dos portadas distintas, lo que daba la posibilidad al autor para dedicar el texto impreso a dos personalidades. Esta publicación es dedicada a la duquesa de Feria, hermana del marqués de Priego –y posible patrocinadora de la edición– a la par que al Ministro provincial de la Orden Franciscana de la provincia de Granada.

Los estudios llevados a cabo por los facultativos de la –limitada– medicina existente en la época también comenzaban lentamente a imprimirse, como es el caso de esta raro ensayo sobre enfermedades que hoy están extinguidas, pero que en los siglos pasados centraron la atención de los eruditos en la materia, como es este caso del Discurso del doctor Lorenço de Samillan medico desta ciudad de Sevilla en que se tratan tres puntos tocantes a la curacion del sarampion, y viruelas, muy necessarios, y por el consiguiente se tocan algunas questiones, de no menos importancia...[9]

Existe en el Archivo Histórico Municipal de Montilla un insólito pliego impreso por Manuel de Payva en junio de 1626, donde el portugués se declara Impressor del Cabildo. El documento, encabezado por un extendido título[10], exhibe una relación de productos y precios a los que se tenían que ceñir por Real Orden los mercaderes que comerciaban en Montilla[11]. El seguimiento que hemos realizado de este pliego que Payva estampa para el Cabildo de la Villa nos ha confirmado la buena relación profesional existente entre éste y su compañero de gremio Juan Bautista de Morales, ya que el editor montillano aparece reclamando al Concejo local los honorarios del trabajo de Payva que dos años después aún no habían sido satisfechos[12], y en 1628 el impresor portugués ya se había trasladado a Antequera.

Impreso en Montilla por Payva, en 1627
Pero si hay un libro por el que el impresor Manuel de Payva ha trascendido en la bibliografía hispánica, ese es el Panegyrico por la poesía[13]. El último de sus trabajos llevado al molde de los tórculos en Montilla (1627) es un verdadero y temprano tratado literario sobre las artes de manifestar la belleza o el sentimiento estético por medio de la palabra que también recopila una amplia relación de autores. Un raro estudio de la poesía, aprobado por Lope de Vega y patrocinado por el Conde Duque de Olivares, que despertó el interés de numerosos eruditos[14] desde muy temprana fecha, sumándose a esto la anonimia de la obra, y que posteriores investigaciones señalaron a la pluma del agustino hispalense Fernando de Vera y Mendoza como su autor.

De la segunda etapa –más productiva que la montillana– de Manuel Botello de Payva (1628 – 1633), avecindado ya en Antequera y con alguna visita a Osuna, tenemos constancia de trece obras impresas, que por falta de espacio tan sólo vamos a realizar una breve descripción de cada ejemplar y el lugar de conservación de uno de ellos. Los ordenamos por orden cronológico:

1. COVARRUBIAS Y GUEVARA, Pedro de: Veiamen que dio el doctor Pedro de Covarruvias y Guevara, Medico en la Vniversidad de Sevilla: a el grado del Padre M. fray Estevan de los Rios, del Orden de nuestra Señora de las Mercedes.../ Impresso... en Antequera: por Manuel de Payva, 1628. / [24] p.; 4º. / Biblioteca Nacional de España.

2. A.: Breve relacion de la vida, muerte y milagros de... Maria Magdalena de Pazzi, monja del Orden de Nuestra Señora del Carmen de la observancia: beatificada por... Urbano Octavo, èste año de mil y seyscientos y veynte y siete. / Impressa en... Antequera: por Manuel Botello de Payva..., 162[?]. / [4] p.; Fol. / Biblioteca Nacional de España.
3. LEÓN Y MOYA, Fr. Diego: Aforismos y reglas para mas bien exercer el alto oficio de la predicacion euangelica: segun dotrina de santos y escritores antiguos y modernos.../ Impresso en Antequera: por Manuel Botello de Payva, 1629. / [12], 43, [1] p.; 4º. / Biblioteca Pública Provincial de Córdoba.

4. AGUILAR, Juan de: Carta escrita al señor D. Luys Manuel de Cordova, abbad de Rute... en que se toca la invencion de los Santos Martyres de Arjona y algunas curiosas Poesias acerca della…/ Impressa en la Ciudad de Antequera: por Manuel Botello de Payva, 1629. / [4] p.; Fol. / Real Academia de la Historia.

5. VERGARA, Hipólito de: Del Santo Rey D. Fernando y de la Santisima Virgen de los Reyes…/ En Osuna: por Manuel de Payua: a costa de... Geronimo de Pareja Aranda..., 1629. / [8], 176 h.; 8º. / Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla.

6. PEREIRA, João de: Carta que Don Iuan de Pereyra, Cauallero del habito de Christo embio desde la ciudad de Lisboa ala [sic] de Granada a vn amigo suyo, dandole cuenta del caso espantoso q[ue] ha sucedido en la Iglesia de santa Engracia de la misma ciudad en el mes de enero de este presente año de mil seyscientos y treinta. / Impresso... en Granada, y por su original en Antequera: por Manuel Botello de Payua, 1630. / [4] p.; Fol. / Real Academia de la Historia.

7. RAMOS, Simón: Antipologia adversus calumniatores doctissimi patris Ioannis Baptistae Poza, Soc. Iesu: Beatae Mariae semper Virginis propugnatoris acerrimi / auctore Doctore Simone Ramos... / En Antequera: por Manuel de Payua Botello, impressor de libros, 1630. / 26 h.; 4º. / Biblioteca General de la Universidad de Sevilla.

8. GUERRERO, Fr. Alonso (O.P.): Sermon que predicò el maestro Fray Alonso Guerrero, prior... domingo terçero de cuaresma, dia en que se publicò el Edicto General de la Santa Inquisicion de Granada, en la Yglesia Colegial de dicha Ciudad, tres de março de este año…/ Impresso en la ciudad de Antequera: por Manuel Botello de Payva..., 1630. / [4], 28 p.; 4º. / Biblioteca General de la Universidad de Sevilla.

9. ACOSTA, Francisco de, (Alférez): Relacion verdadera de la victoria que alcanço de los moros de Tetuan y sus caudillos el general y soldados de la ciudad de Ceuta a catorze de Octubre deste presente año... / Impresso en... Antequera: por Manuel Botello de Payua..., 1631. [4] p.; Fol. / Biblioteca Nacional de España.

10. SÁNCHEZ ZARZOSA, Alonso: Thesauri conceptionis Immaculatae Virginis Mariae Dei genitricis... pars prima... / auctore... Alphoso Sanchez Çarçosa rondensi... / Antiquariae: ex Officina Emmanuelis Botello de Payva, 1631. / [28] p., 12 h., 527 p., [1] en bl., [12] p.; Fol. / Biblioteca General de Navarra.

11. ROJAS, Catalina de: Por doña Catalina de Roias viuda de don Bartolome Chacon de Rojas, regidor que fue de la ciudad de Antequera, / en el pleyto con doña Maria de Padilla y Rojas, muger de don Alonso de Rojas y con don Geronimo de Rojas menor, hijo de los susodichos… / Impresso en Antequera: por Manuel Botello de Payva, año 1633. / [4], 27-48 p.; Fol. / Biblioteca universitaria de Zaragoza.

12. A.: Por la ciudad de Antequera, y sus vezinos: clerigos, y religiosos de ella: en pleyto con los curas, y capellanes de las cinco yglesias parrochiales de la dicha ciudad. / Impresso en Antequera: en la imprenta de Manuel Botello de Payva, 1633. / [34] h.; Fol. / Biblioteca General de la Universidad de Sevilla.

13. HORTIGOSA, Alonso Iñigo de: Apologia, y verdadera descripción de la confección alchermes... / Impresso en Antequera: por Manuel Botello y Payva..., 1633. / [4], 12 h.; 4º. Biblioteca General de la Universidad Complutense de Madrid.

* Artículo publicado en: Nuestro Ambiente. Año XXXIII, nº 368 (Noviembre, 2010), págs. 20-21.
FUENTES

[1] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla (APNM). Escribanía 5ª. Leg. 804, f. 1131 v.
[2] APNM. Escribanía 5ª. Leg. 806, s/f.
[3] Ibídem. Leg. 806, s/f.
[4] Ibídem. Leg. 806, f. 523.
[5] Real Academia de la Historia. Sig. 9/3681(103). Fue  impreso En Xerez de la Frontera por Hernando Rey y por su original en Montilla: por Manuel Botello de Payua…. Descripción: [4] p.; Fol.
[6] Colección particular.
[7] Real Academia Española de la Lengua. Sig. K 4-24. Descripción: [20] h. ; 4º
[8] Biblioteca Pública Provincial de Córdoba. Sig. 3/77(11) y 4/198(2). Descripción: [4], 23 p.: il.; 4º.
[9] BNE. Sig. R/26598. Descripción: 12 f. 4º.
[10] El Doctor Don Gomez de Esquibel de Sancta Evfemia, Alcalde Mayor de este Estado, en virtud de lo probeydo por Su Majestad, y Señores de su Real Consejo: Mando a los mercaderes de esta Villa, guarden en el vender de las Mercaderías los Precios siguientes
[11] Archivo Histórico Municipal de Montilla (AHMM). Exp. 9.4. Precios, nº 1168B, 2.
[12] AHMM. Veánse los Expedientes: S.4. 1323A, 2 – 3 de la Cuentas de Propios.
[13] Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque. Reg. 15393. Descripción: 59 f., 5 h. 8º.
[14] Cabe destacar los elogios otorgados a esta obra por Marcelino Menéndez Pelayo, como recuerda nuestro paisano José Ponferrada Gómez en su libro El florecimiento cultural de Montilla en el Siglo de Oro. Montilla, 1999.