martes, 23 de diciembre de 2014

RECORDANDO A FRANCISCO SOLANO REQUENA*

En el mes de abril de 2005 se presentaba en el salón de plenos del Ayuntamiento de Montilla el segundo número de la revista "J. Garnelo". Ésta recoge artículos que profundizan en la vida y obra del genio montillano de pincel y perfil romántico.

De los que disertan de la vida cotidiana del artista, encontramos un simpático trabajo firmado por su sobrino, el arquitecto Joaquín Cuello Garnelo, titulado Breve anecdotario de José Garnelo y Alda, donde hace memoria de los hechos protagonizados por su tío a lo largo de su dilatada trayectoria artística en la sociedad española de su época. El autor, narra varias anécdotas dignas de ser inmortalizadas en el papel, entre otras, la visita personal que hizo el monarca Alfonso XIII al despacho del Presidente del Tribunal Supremo en Madrid,  para contemplar la magna obra que llevó a cabo Garnelo en la cúpula, denominada El Collar de la Justicia.

Una de las anécdotas finales –no menos curiosa que interesante– trata sobre el joven Pepe Garnelo y de sus comienzos como estudiante fuera del hogar familiar montillano. El autor del anecdotario desgrana como Garnelo marcha para Sevilla, con tan sólo 16 años, donde inicia sus estudios universitarios de Filosofía y Letras. Pocos meses después, los resultados no son los esperados por su padre, que decide visitar al joven. Así lo relata Cuello:

“Pronto llegan a Montilla noticias de la poca vida ejemplar de Garnelo como estudiante de Filosofía, y, seguramente, aumentados, a los oídos de su padre. El médico emprende viaje a Sevilla, para comprobar “de visu” el “aprovechamiento” de su hijo. En las aulas de la Facultad  era desconocido. Se dirige el buen médico a la pensión estudiantil, y encuentra a Pepito con los pinceles en la mano ante un lienzo. Tenía abocetado un cuadro de género histórico: La muerte de Lucano. El padre queda sorprendido por la técnica en la colocación de las figuras, el dominio del color y el rigor histórico de muebles y vestidos, pero además influye en el ánimo paterno un factor sentimental. Él había tratado el mismo asunto y reconocía que su hijo le había superado. La regañina queda sin efecto y, abrazando al hijo, deja que se entregue de lleno a la pintura, pues ha descubierto su verdadera vocación. En el taller del Museo Provincial de Sevilla trabaja como jefe de restauradores un montillano, Solano Requena, y a éste queda confiado Garnelo, el padre regresa a Montilla con la tranquilidad de haber dejado a su hijo en buenas manos”.

J. Garnelo. Autorretrato, 1881. (Museo Garnelo)
 Entonces, nos surge la curiosidad por este inesperado y olvidado paisano, ¿quién era Solano Requena? Después de indagar por la bibliografía montillana, interesados por la persona de Requena, vemos como son escasas y pobres las referencias existentes, hasta tal punto que en ninguna de las localizadas aparece su segundo apellido.

En la actualidad, escasos son los datos biográficos que conocemos. Francisco Solano Requena de Algaba, nace en Montilla el 6 de diciembre de 1826, fue hijo de Blas Requena  Navarro y Josefa de Algaba Navarro, y bautizado el día siguiente a su nacimiento en la Parroquia de Santiago (APSM. Libro 70, f. 133 v. nº 357).

Desde temprana edad conoció el viejo arte de la pintura y la restauración de manos de su propio padre, que ejercía en la ciudad como maestro artesano. El niño Francisco Solano tuvo la oportunidad de seguir detalladamente, entre otras, la restauración que su padre llevo a cabo a la patrona de Montilla, Ntra. Sra. de la Aurora, cuando su cofradía encargó la restauración de las encarnaduras de las imágenes de la Virgen y el Niño en 1836.

Años más tarde la familia Requena se traslada a Cabra, donde Francisco Solano estudia el bachillerato. Residiendo en la localidad cordobesa, la muerte sorprende a su padre el 12 de septiembre de 1852 a sus 57 años. Tras terminar sus estudios, Solano se traslada a Sevilla donde establecerá su definitiva residencia; no sin dejar de visitar su tierra natal, y realizando algunos trabajos, como la pintura del estandarte de la imagen mariana que restaurara su padre.

Estando afincado en la capital andaluza consigue, como ya hemos reseñado anteriormente, alcanzar las plazas de Jefe del equipo de restauración del Museo Provincial y Profesor en la Escuela de Bellas Artes y Oficios Artísticos. Un día de otoño de 1883, recibió la visita del médico José Ramón Garnelo Gonzálvez acompañado de su hijo. La entrevista con Solano Requena cambiaría la trayectoria profesional del joven Pepe, aficionado a la pintura. A la conclusión de la animada tertulia, el profesor Requena queda comprometido con el médico para ser tutor de su hijo.

En esta nueva etapa de su vida, el joven Garnelo asiste a la Escuela de Bellas Artes y Oficios Artísticos durante los cursos 1883–84 y 1884–85. De manos de Solano Requena se impregna de la sociedad sevillana, las visitas a la catedral, iglesias, museos, palacios, barrios, calles, jardines, y todo el ambiente artístico y cultural del período decimonónico hispalense. De primera mano conoció el Museo Provincial, los grandes maestros de pintura y escultura del barroco andaluz, Velázquez, Murillo, Zurbarán, Valdés Leal, Montañés, Juan de Mesa y Pedro Roldán, entre otros.

Para conseguir ayuda económica a sus estudios, Solano Requena consiguió encargos a José Garnelo de copias de pinturas de autores consagrados. En el extenso epistolario cursado entre los Garnelo padre e hijo, existe una carta fechada el 10 de mayo de 1885 donde el joven estudiante y pintor refiere a su padre una visita que hizo a la catedral, junto con Solano Requena, para copiar un lienzo.

Francisco Solano Requena impregnó al joven Garnelo la entrega y el amor por la vida artística, los conocimientos básicos de la pintura, dibujo, técnicas de restauración, etc., siendo sus cátedras y consejos trascendentales para la evolución artística del que estaba a ser llamado a ser uno de los artífices plásticos de su época.

“Dando de comer a las ocas”, 1898. Óleo/tabla, 15 x 30 cm. Pintado por Francisco Solano Requena, que salió a subasta en la sala madrileña Ansorena, el 17 de junio de 2002.

En su taller sevillano, Solano Requena, pintó y restauró innumerables obras de artes, en su mayoría, hoy descatalogadas y desconocidas. Su maestría y dominio en la pintura le hizo alcanzar altas cotas en la valoración de sus trabajos. Por citar una de ellas, en junio de 2002 la sala madrileña “Ansorena” presentaba una, titulada Dando de comer a las ocas, óleo sobre tabla de 15 x 23 cm. firmado y fechado en 1898 (que sirve de ilustración para este artículo), y cuyo precio de salida era de 2.700 euros, cantidad que refleja la alta cotización adquirida por el dominio y calidad de los óleos plasmados por el artista montillano.

Para concluir, tan sólo aludir que, Francisco Solano Requena, debe ser recordado y agradecido por todos aquellos que nos identificamos con la ilustre figura de José Garnelo y con la historia de Montilla. Solano Requena, un montillano que ha sido desmemoriado históricamente, cuya vida y obra debe ser recuperada, estudiada y reivindicada por la ciudad que le vio nacer.

* Artículo publicado en el Diario Córdoba, en julio de 2005.

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