domingo, 20 de abril de 2014

FUNDACIONES Y COFRADÍAS DEDICADAS A LA CARIDAD EN MONTILLA ENTRE LOS SIGLOS XVI – XIX.

Una de las prácticas fundamentales que el cristianismo ha llevado a cabo a lo largo de su dilatada historia es la caridad y la asistencia a los más desprotegidos de la sociedad. Para ello, la Iglesia Católica se ha valido de asociaciones, grupos, hermandades y cofradías, u obras pías particulares, fundadas en el ejercicio del mensaje evangélico «Deus caritas est» del latín: Dios es Amor.

Tras la reconquista del reino de Córdoba en el siglo XIII y su posterior repoblación nace la villa de Montilla, que con el paso de los años llegaría a ser sede señorial del marquesado de Priego, entre los siglos XV al XVIII. Durante esta época, conocida como Edad Moderna, la religión tuvo un papel fundamental en la sociedad española, no sólo en la evangelización y doctrina del pueblo sino también con el impulso de otros valores sociales cristianos tales como la educación, la hospitalidad, la caridad y la beneficencia.

Hospitales, colegios y patronatos benéficos

Para dar cobertura a los más desprotegidos de la sociedad montillana, se crearon en el siglo XVI los hospitales de la Virgen de los Remedios, de curación de enfermos, y de La Encarnación, dedicado al hospedaje de pobres transeúntes, lugar éste donde estuvo alojado el escritor Miguel de Cervantes en 1591, como relata en su novela ejemplar El coloquio de los perros. Estos hospitales fueron administrados por la Orden de San Juan de Dios a partir de 1601, y posteriormente unificados en 1664 en el Convento dedicado al santo hospitalario, cuyo edificio alberga hoy la sede del Excmo. Ayuntamiento.

No obstante, también se fundaron otros establecimientos benéficos en la localidad por iniciativa particular, como fue el creado y dotado por el sacerdote Luis Pérez Crespo en 1693, que bajo el título de Ntra. Sra. de la Asunción destinó al alojamiento de enfermos  incurables, ubicado en la calle Doñas Marías (actual Sánchez-Molero). O la llamada Casa Cuna de recogimiento y lactancia de niños expósitos, erigida por voluntad del vicario parroquial Antonio Aguilar y Aguayo en 1696, y ubicada en el inicio de la calle Santa Brígida en su confluencia con la de Gran Capitán.

Calle San Juan de Dios, frente a las casas del Chantre y del
Maestro Juan de Ávila se encontraba la ermita que fue sede
de la cofradía de la Caridad
Con el mismo propósito, hubo montillanos que instituyeron patronatos o capellanías con un claro objetivo social muy expandido en esta época, como era la dotación económica a mujeres, generalmente pobres o huérfanas, sin medios para poder contraer matrimonio. Durante estos siglos fueron creados en Montilla seis patronatos, sobresaliendo por su asignación económica el fundado por el indiano Juan García y Ahumada en 1571, que  labró una considerable fortuna como comerciante en Panamá, además de mandar construir la capilla de San Juan Bautista, en la parroquial de Santiago. Aunque con una renta inferior, también ayudaron a paliar la penuria de las huérfanas montillanas las Obras Pías fundadas por Francisco de Toro en 1596 sobre la renta de su huerta del Chorrillo; el Dr. Alonso Ortiz de Castilforte, el presbítero misionero Juan Gómez Urbano, o el hacendado Juan de los Reyes que cargó la dotación de su piadosa fundación sobre la renta de su huerta de la Alameda en 1644; así como la capellanía y patronato de Luis Gómez Granado «Pan Benito», que junto a su mujer, fundaron en el convento de San Agustín en el año de 1600.

Tampoco hemos de olvidar que desde 1672 viene funcionando el Colegio de Niñas Huérfanas, fundado por el sacerdote  Alonso Fernández de Toro, a imitación del colegio de huérfanas de la Piedad de Córdoba. Se erigió bajo título de San Ildefonso al que se agregó posteriormente el de San Luis, cuando asumió su patronazgo el Marqués de Priego. En la actualidad está regentado por la Congregación de hermanas terciarias franciscanas del Rebaño de María.

Al margen de estos establecimientos, no hay que olvidar la función social que desarrollaban las cofradías con sus hermanos y familias. Entre todos los componentes existía la obligación de proteger y ayudar económicamente a los hermanos y cofrades que podían caer en riesgo de exclusión social por causas de enfermedad, así como acompañar y dar entierro digno en la capilla de su imagen titular a los que fallecían.

Además de esta protección corporativa, existían hermandades y cofradías su función primordial era la filantrópica actividad de practicar la caridad y la labor asistencial a los más desprotegidos de la sociedad.

San Juan de Ávila, inspirador de cofradías y hermandades

Hemos de recordar, que un gran impulsor de este modelo social amparado en cofradías es San Juan de Ávila. El Maestro y Doctor de la Iglesia así lo aconseja en la redacción de sus Advertencias al Concilio provincial de Toledo, donde indica a los obispos españoles que uno de los cauces para remediar la pobreza era la fundación de cofradías en cada uno de los pueblos que aún no la tuviere, y recomienda que “den particular oficio y principal asunto de entender y conocer los pobres envergonzantes y la necesidad y calidad de cada unos de ellos; y, sabida, se encarguen de procurar limosnas, por las vías posibles, o de los mismos cofrades o de otras partes, lo uno y lo otro juntamente, como suelen hacer los cofrades, que suelen tomar a cargo un hospital para curar los pobres que a él vinieren, pues ésta es [la] más heroica obra”[1].

Del mismo modo, el «Apóstol de Andalucía» invita a los prelados españoles a que erijan cofradías en sus respectivas diócesis para que asistan a los necesitados de la cárcel, así como para el cuidado de los niños expósitos, y recomienda que se denominaran bajo la advocación del Nombre de Jesús.

En Montilla, la entidad asistencial de mayor antigüedad fue la cofradía de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, la cual encontramos ya establecida en 1550, como lo atestigua una escritura notarial concertada por Pedro Ximénez Hidalgo (tío materno de San Francisco Solano) con Diego López Toledano y Martín García de Morales, a la sazón hermano mayor y mayordomo de la cofradía de la Caridad, en la cual el primero se compromete a favorecer a la cofradía con quinientos maravedíes anuales, impuestos a censo sobre su casa situada en la calle Puerta de Córdoba, que habrán de pagar sus descendientes y herederos tras su muerte[2].

En la calle Escuelas estuvo ubicado el último hospital y capilla de la Caridad, entre los años 1802 y 1836.
Sus fines fueron la protección de los más desvalidos de la sociedad; los enfermos, viandantes, pobres, niños expósitos y huérfanos, viudas, fallecidos sin familia que los reclamara. En definitiva, todos aquellos que se llamaban a la puerta del hospital de la Caridad, del cual tenemos constancia documental que en 1580 ya estaba en plena actividad, y era visitado anualmente por la Autoridad Diocesana[3].

La cofradía montillana veneraba por titular un Cristo Crucificado, también llamado de la Caridad. En su dilatada historia, la cofradía y hospital tuvo varias ubicaciones: la ermita de San Juan de Dios (en la calle del mismo nombre), la plaza de la Rosa, y la ermita de la Vera Cruz a partir de 1758. Así lo relata el historiador local Francisco de Borja Lorenzo Muñoz en su manuscrito de 1779: “dedicose a el uso de ella en consuelo de todos los pobres, especialmente los enfermos transeúntes, y entierro de todos los desvalidos. A este fin tienen banderola, féretro y faroles, hacen demanda y tenían en la plaza una corta ermita que se deterioró y luego se dio a la nueva iglesia de N. Señora de la Rosa, con cuyo modo se gobierna por uno de los señores presbíteros que la radicó en la iglesia de la Santa Vera Cruz.”[4] Asimismo, el historiador recuerda que en la nave derecha de la desaparecida ermita de la Vera Cruz existía una sepultura para inhumar el cadáver de los desgraciados y ajusticiados, cuyo sepelio asumía la caridad[5].

En 1798, ante el progresivo deterioro de parte de la ermita de la Vera Cruz, la cofradía de la Caridad decide construir un hospital y oratorio propios, que consiguió sufragar con el beneficio de quince corridas de toros organizadas para tal fin en los siguientes cuatro años. El nuevo establecimiento, ubicado en la calle Escuelas, contaba con dos enfermerías, oficinas y capilla, y estuvo funcionando hasta 1836, año en que un Real Decreto ordena unificar la gestión de la caridad y asistencia pública en una Junta Municipal de Beneficencia[6].

La hermandad de la Misericordia estaba erigida en la iglesia 
conventual de San Agustín. Tomó por titular a Santo Tomás de 
Villanueva, imagen que en el siglo XIX fue colocado 
en el lateral izquierdo del ático del retablo mayor


En 1667 se creó en el convento de San Agustín la Ilustre Hermandad de la Misericordia, que protegida por el Marqués de Priego sólo contaba de 35 hermanos que habían de ser hijosdalgos, cuya limpieza de sangre tenían que probar para ser admitidos. La corporación, tomó por su titular y modelo al santo agustino Tomás de Villanueva, popularmente llamado “El padre de los pobres”. Sus fines eran esencialmente sociales, en sus constituciones se obligaban a sustentar y alimentar a los presos de la cárcel y a las viudas pobres, dar atuendo y calzado a los huérfanos, y entierro digno a los condenados a la horca. Para poder desarrollar más y mejor estos fines se hermanaron con los frailes hospitalarios de San Juan de Dios[7].

Por aquellos años se fundaba en nuestra ciudad la Santa Escuela de Cristo, cuyo origen fue el Hospital de Italianos de Madrid. Fue instaurada en la ermita de la Vera Cruz en 1671, y desde sus inicios estuvo dirigida espiritualmente por los franciscanos residentes en el convento de San Lorenzo. Entre sus fines caritativos, realizaban una limosna general cada vez que se reunían sus 72 componentes, cuyo fin era socorrer a los hermanos enfermos. También se obligaron de atender a los pobres forasteros y desvalidos que morían en el hospital, en la calle o el campo sin familiar alguno que se hiciere cargo del cadáver, proporcionándole una mortaja, funeral y sepultura dignos con misa de cuerpo presente[8].

Aunque expuesto de forma sucinta, con todos los hospitales, colegios, patronatos, obras pías, cofradías y hermandades, la sociedad montillana de la Edad Moderna procuraba dar asistencia a los más desprotegidos. Al guardar relación con la Iglesia Católica, estas sociedades benéficas se vieron afectadas por las distintas Desamortizaciones emprendidas por el Estado, principalmente en el primer tercio del siglo XIX, siendo la aplicada con mayor severidad la impulsada por el ministro Juan Álvarez Mendizábal en 1836.

Al igual que la hermandad de la Caridad de Córdoba, la 
montillana veneraba por titular un Crucificado en su hospital, 

el "Señor de la Caridad".

Por todos es bien conocido, que el siglo XIX fue una de las etapas más duras que hubo de soportar el ámbito cofrade, ya que las hermandades fueron desposeídas de sus bienes y privadas de gran parte de sus actividades públicas.

Como hemos referido antes, el año de 1836 se crea la Junta Municipal de Beneficencia, que asume todos los bienes expropiados a los hospitales, obras pías, cofradías y hermandades, para destinarlos a un solo hospital de beneficencia, que vino a suplir el vacío asistencial que habían dejado los establecimientos suprimidos por orden gubernativa. Aquel hospital de beneficencia fue llamado de San Juan de Dios y su primera sede fue el desamortizado convento de frailes hospitalarios (hoy Ayuntamiento), siendo trasladado años después a las dependencias del –también desamortizado– convento de San Agustín.

A partir de entonces, las hermandades de la Misericordia y de la Caridad, despojadas de sus bienes y fines originarios se ven abocadas a la desaparición, y con ellas más de tres siglos de labor caritativa y asistencial en favor de los más desprotegidos, siempre bajo el cristiano lema de «Deus caritas est». 

NOTAS:


[1] ÁVILA, (San) JUAN DE: Obras Completas II, BAC. Madrid 2001, págs. 668-670.
[2] Archivo de Protocolos Notariales de Montilla. Siglo XVI. Leg. 71, f. 375.
[3] Archivo General del Obispado de Córdoba. Sig. 6275. Leg. 15. Visita General, 1580.
[4] LORENZO MUÑOZ, F de B.: Historia de la M.N.L. Ciudad de Montilla. Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque, MS-54, p. 179.
[5] Ibídem, p. 108.
[6] CASTRO PEÑA, I. de: “La Hermandad de la Caridad y la asistencia de pobres y enfermos”. Nuestro Ambiente, Año XXIII, nº 254 (2000), págs. 46-47.
[7] PINEDA, M. de: Sermon en la celebre solemnidad, que la nobleza de la ciudad de Montilla ... consagra al glorioso Sancto Thomas de Villanueua, Padre de pobres: en el Conuento ... de ... San Augustin de la mesma ciudad. Córdoba, 1668. Biblioteca Provincial de Córdoba. Signatura: 35/56 (18).
[8] JIMÉNEZ BARRANCO, A. L.: La ermita de la Vera Cruz de Montilla casa de la Venerable y Santa Escuela de Cristo en Montilla. En Actas del IV Congreso Internacional de Hermandades y Cofradías de la Santa Vera Cruz. Zamora 2008, págs. 903-910.







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