viernes, 23 de diciembre de 2011

JUAN DE ÁVILA Y LA EXCELENCIA DE NUESTRO AYUNTAMIENTO


En los documentos y bibliografía podemos encontrar la razón de muchas de las singularidades actuales de nuestra ciudad. La herencia histórica que los montillanos atesoramos a través de los siglos no sólo está materializada en el patrimonio artístico e histórico que hoy disfrutamos. También existe un legado intangible que nos fue concedido en tiempos pretéritos por las autoridades de otras épocas, que ejercían sistemas de gobierno distintos a los actuales. No por ello, hoy día continuamos utilizando estos títulos como derecho propio de ese legado histórico que a través de los tiempos cada comunidad ha venido acopiando en los anales de su particular pasado, y aunque la mayoría de las veces desconozcamos su origen y dimensión, posiblemente sea la nota singular que la caracteriza del resto de sus poblaciones vecinas.

En Montilla tenemos varios ejemplos. Podemos citar, entre otros, el título de Ciudad, otorgado por el monarca Felipe IV el 21 de marzo de  1630, previa solicitud del Cabildo Municipal, o los tratamientos de Muy Noble y Muy Leal, que también posee desde hace siglos. Aunque, en esta ocasión nos vamos a referir a la dignidad de Excelencia que le fue concedida al Ayuntamiento de Montilla a finales del siglo XIX. ¿Por qué es Excelentísima la Corporación Municipal?, ¿cuándo, cómo y quién otorgó esta merced a la ciudad que hoy habitamos?

El título de Excelentísimo lo ostenta el Ayuntamiento montillano desde el día 8 de mayo de 1894, día en que la Reina Regente, María Cristina de Austria, en nombre de su hijo Alfonso XIII firmaba el Real Decreto que le presentaba el Ministro de la Gobernación, Alberto Aguilera y Velasco[1]. Este nombramiento había sido solicitado al Gobierno de la Nación por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Montilla en fechas  anteriores a través de Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo,  Diputado del Distrito que por entonces era también Presidente del Congreso de los Diputados. 

Aunque la fecha de su concesión no es casual, ya que el Marqués de la Vega de Armijo aceleró la solicitud de los montillanos ante el Ministro de la Gobernación, argumentando la reciente beatificación del Maestro Juan de Ávila, así como las repercusiones que este nombramiento iba a tener sobre Montilla[2], población que lo había acogido durante los últimos años de su vida hasta el 10 de mayo de 1569 día en que fallece, no sin antes haber declarado su deseo de reposar eternamente en el templo jesuita de nuestra ciudad.

La noticia de la concesión Real se difundió a través de la prensa nacional, como reseñaron el día siguiente a la firma del Decreto los periódicos madrileños El imparcial, El Día y La Correspondencia de España, así como también  el barcelonés La Vanguardia.

El 15 de abril de 1894 el Maestro Ávila había sido elevado a los altares por el pontífice León XIII en el Vaticano, para tal ocasión se trasladaron hasta Roma más de siete mil españoles, entre los que había varios montillanos. Tras conocer la noticia, las activas autoridades locales junto con el vecindario crearon una “Comisión Organizadora” el día 22 de abril, que estaba presidida por el arcipreste José de los Ángeles y Salas y el alcalde Miguel Márquez del Real.

La beatificación del Venerable Maestro Juan de Ávila fue celebrada en Montilla entre los días 10 y 12 de mayo de 1894 con gran magnificencia. Durante los días previos a la misma, la Comisión Organizadora se reunía a diario para componer las siete comisiones que se encargaron de preparar el ornato extraordinario de la ciudad, las fiestas religiosas y populares, y el envío de invitaciones y comunicaciones de los festejos a las autoridades religiosas, civiles y militares de Andalucía, y muy especialmente al Duque de Medinaceli y a la Familia Real, que designó por R.O. de 28 de abril como Delegado Regio a Francisco de Alvear y Ward, Conde de la Cortina.

La población fue bellamente adornada bajo la dirección de José Morte Molina, especialmente los lugares avilistas, las fachadas de la iglesia de San Francisco de Asís y la ermita de Ntra. Sra. de la Paz, como también, las calles San Juan de Dios y Corredera, en cuyos extremos se colocaron dos arcos triunfales.

El, ya, Excelentísimo Ayuntamiento se unió, en sesión de 28 de abril de 1894, “a los sentimientos de entusiasmo que se han manifestado en este vecindario”, “sin tener en cuenta sus apuros en el año que acabamos de atravesar, y el estado de sus arcas completamente vacías” acordó destinar doscientas pesetas para limosna de pan para los pobres, cambiar la  nomenclatura de las antiguas calles Tercia, Sotollón, y Torrecilla, por las nuevas rotulaciones de Beato Juan de Ávila, San Francisco Solano y Gran Capitán respectivamente y, asimismo autorizar a la Comisión Organizadora la colocación de una lápida conmemorativa en la casa del Maestro Ávila[3].

Del mismo modo, el Conde de la Cortina, como Delegado Regio, donó durante los días festivos “mil libras de pan a los pobres, ciento veinte y cinco pesetas a cada uno de los conventos de señora Santa Clara, y de señora Santa Ana, tres pesetas a cada uno de los enfermos del Hospital de Beneficencia, y de los acogidos en el Asilo de ancianos de Ntra. Sra. de los Dolores, y por último, una comida el día 10 para los presos de esta cárcel.”[4]

La inauguración y clausura de las fiestas estuvo a cargo del clérigo montillano Miguel Riera de los Ángeles, Arcipreste de la Catedral de Sevilla, con una función religiosa en la Parroquia de Santiago. Fueron tres jornadas festivas en Montilla, donde visitaron los restos de San Juan de Ávila numerosas autoridades de todos los estamentos. Hubo grandes funciones religiosas y procesiones, así como actividades teatrales, literarias, musicales, corridas de toros y  demás animaciones populares en toda la ciudad.

Fueron, tres días inolvidables para aquellos que las vivieron y participaron in situ, como fue el caso de José Morte Molina, que fue el corresponsal de las mismas, enviando noticias de las celebraciones a varios rotativos de tirada nacional, en los que relata el entusiasmo popular que los montillanos habían mostrado con su asistencia a los actos, como también la solemnidad de las funciones religiosas, que a pesar de estar amenazadas por los anarquistas, que habían hecho circular el terror con el aviso de atentado de bomba, se desarrollaron con la normalidad y brillantez que estaban previstas.


También ha llegado hasta nuestros días la memoria que Dámaso Delgado López, cronista de la ciudad, tuvo el acierto de escribir bajo el título: Crónica de los festejos en Montilla por la Beatificación del V. Maestro Juan de Ávila y la Vida del mismo y su Proceso, que fue impresa en el establecimiento tipográfico montillano “El Progreso” y publicada el año siguiente. En sus 148 páginas, Dámaso Delgado incluyó, además de una detallada recopilación de lo acontecido en aquellos días, un estudio preliminar sobre el marquesado de Priego y Montilla, una biografía de Juan de Ávila, un análisis histórico sobre el sepulcro del nuevo Beato y las distintas aperturas que había tenido hasta esa fecha, una síntesis del Proceso del Venerable Maestro además de una traducción del Decreto de Beatificación por León XIII, una relación de los huéspedes más ilustres, y como epílogo, recopila una selección de poesías que durante aquellas fiestas habían recitado los mejores rapsodas la ciudad.

Con ocasión de la Beatificación del Maestro Ávila el nombre de la ciudad de Montilla fue leído y conocido dentro y fuera de nuestras fronteras. Los montillanos de finales del siglo XIX vieron en aquel acontecimiento la oportunidad de dar a conocer su ciudad a los miles de peregrinos que se acercaron hasta el sepulcro del Apóstol de Andalucía a venerar sus reliquias, conocer los lugares avilistas y leer las obras de una de las mejores plumas ascetas y místicas españolas del siglo en el que mejor se ha escrito en el idioma de Cervantes. Ahora, 112 años después, San Juan de Ávila vuelve a ofrecer su nombre, su casa, sus obras, su santidad y su figura histórica y universal a los montillanos del siglo XXI, esperemos que esta ocasión también favorezca la difusión y el desarrollo de la ciudad que guarda celosamente sus restos, sus huellas y su memoria.

NOTAS

[1] Archivo Histórico Municipal de Montilla (AHMM). Correspondencia. Caja 791-A. Exp. 6.
[2] DELGADO LÓPEZ, Dámaso: Crónica de los festejos en Montilla por la Beatificación del V. Maestro Juan de Ávila y la Vida del mismo y su Proceso. Montilla, 1895.
[3] AHMM. Actas Capitulares, 1894. Nº 191, fols. 61 y 62.
[4] DELGADO LÓPEZ. Op. Cit.

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