sábado, 23 de octubre de 2010

LOS ROSARIOS PÚBLICOS, MOTIVO DE LA CREACIÓN DE LA COFRADÍA DE NTRA. SRA. DE LA AURORA

El Rezo del Rosario

La devoción al rezo del Rosario fue difundida por los frailes dominicos, a tenor de las directrices que su fundador, Santo Domingo de Guzmán (1171 – 1221), dejó reflejadas en las constituciones de la naciente Orden de Predicadores.

Es en el último tercio del siglo XVI cuando se incrementa la difusión de la devoción a Ntra. Sra. del Rosario, que llega amparada por varios pontífices del hábito dominico. Entre ellos cabe destacar a Miguel Ghistieri, que ascendió al trono pontificio con el nombre de Pío V, y que fue precursor -entre los reinos de España y Venecia conjuntamente con los Estados Pontificios- de la Liga Santa, ante la amenaza de invasión del imperio otomano a Europa. El pontífice difunde a la cristiandad la súplica de encomienda a la Stma. Virgen a través del rezo del Rosario, suplicando por la protección de las huestes cristianas en la batalla naval de Lepanto, dirigida por Don Juan de Austria, hijo del emperador Carlos I de España. Esta contienda es presenciada y denominada por el soldado Miguel de Cervantes como “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”.

Tras ser vencido “el Turco” el domingo 7 de octubre de 1571, el pontífice dominico titula a la Madre de Dios, Señora de las Victorias, e instituye su fiesta en esta histórica jornada en conmemoración de tal efeméride, otorgándole las oportunas indulgencias.
Desde ese mismo año, esta devoción se expande por todo el imperio de Felipe II de manos de los frailes dominicos, que la hacen llegar mediante prédicas y fundaciones de cofradías, en Acción de Gracias por la milagrosa mediación de Ntra. Sra. del Rosario en aquel domingo de otoño. Las gracias espirituales concedidas por Pío V se vieron refrendadas por su sucesor –y también dominico–, Gregorio XIII, dos años más tarde, trasladando la festividad de Ntra. Sra. del Rosario al primer domingo de octubre.[1]

La proliferación de fundaciones de cofradías del Rosario en la diócesis cordobesa tiene su mayor auge en el periodo en que accede al gobierno episcopal el dominico fray Martín de Córdoba y Mendoza, obispo entre los años 1578 – 1581. En Montilla se funda la primera Cofradía del Rosario el 22 de agosto de 1580, fruto de la misión celebrada en la Parroquia de Santiago por el dominico fray Diego Núñez del Rosario, religioso de la Orden de Predicadores y residente en el  convento de San Pedro Mártir de Marchena (Sevilla).[2] En el siglo XVII existen más de treinta cofradías del Rosario en la diócesis de Córdoba.[3]

Los Rosarios Públicos

A finales del siglo XVII nacen en Sevilla los rosarios públicos, poco después se propagan por todos los rincones de Andalucía. Proliferan las misiones que los dominicos predican por los templos de esta región. En no pocas ocasiones, tienen dificultades para realizar su cometido, ya que las cofradías instauradas en templos asistidos por el clero secular tienen contraídos compromisos con sus consiliarios, que se muestran reticentes a prédica alguna que no sea la suya propia. Esta actitud origina la organización de nuevas cofradías en ermitas y oratorios de menor importancia canónica que los templos parroquiales.
Ntra. Sra. de la Aurora, talla procedente de Granada.
Tal es el caso de Montilla, donde la cofradía matriz del Rosario, tiene que organizar los rosarios públicos en la ermita de la Vera Cruz. Así lo refiere el siguiente testimonio: “Acostumbró asimismo el capellán desta cofradía por sí o por otro eclesiástico rezar todos los días por la tarde, o a las oraciones una parte de Rosario en la Parroquia tocando la campana, y porque en una ocasión se hurtó una lámpara, dificultaron el Vicario y Curas la continuación; y por cumplir  esta devoción se pasó  a rezarlo en la hermita de la Vera Cruz, que está inmediata en el llano de la Parroquia”.[4]

Por aquellas fechas de propagación rosariana, eran comunes las visitas de clérigos regulares de las distintas órdenes religiosas por villas y pueblos. Así “llegaron a Montilla unos religiosos capuchinos Misioneros y fervorizaron la devoción de que saliese el Rosario por las calles y los días de fiesta antes que amaneciese; a cuya causa los mismos hermanos capellán y personas de rezaban en la Vera Cruz, lo comenzaron a sacar todos los días de la Parroquia; y por los inconvenientes, y embarazos que propusieron el Vicario y curas en los términos deste mismo pleito los dichos cofrades continuaron formándolo y sacándolo de San Francisco Solano por donde ha permanecido desde entonces hasta de presente con suma devoción y extensión todos los días, y los de fiesta a dicha hora”.[5]

Los cofrades y devotos del rezo de los quince misterios marianos ejercitan sus manifestaciones de fe desde el Santo a la Parroquia, con las insignias y estandarte de la cofradía matriz. Tal es la asistencia de vecinos al templo de la calle Sotollón, que comienzan a organizarse los rosarios públicos por ese barrio.

La “Cofradía del Santo Rosario de Ntra. Sra. de la Aurora”

Finalmente, en los últimos años del siglo XVII, los congregantes en el templo patronal deciden establecerse en Hermandad, pasando a titularse “Cofradía del Sto. Rosario de Ntra. Sra. de la Aurora”, para lo cual, en 1698 la nueva corporación “sin tener imagen de invocación alguna, y pasados algunos años, trajo de Granada con proporción de N. S. del Rosario y se colocó en capilla de la dicha iglesia de S. Francisco Solano, solicitando continuar dicha hermandad por si, governándose separadamente en su devoto ministerio y luego que se trajo la imagen la comenzaron a titular del Rosario”.[6]

Ante la gran afluencia de montillanos a los rosarios públicos, la autoridad eclesiástica, representada en el obispo de Córdoba “Pedro por la Divina misericordia de la Santa Iglesia de Roma Presbítero Cardenal Salazar del título de Sta. Cruz en Jerusalén” concede el 30 de enero de 1699 gracias espirituales de “cien días de perpetua indulgencia a todas las personas que asistieren al Sto. Rosario que en la Ciudad de Montilla sale de la Iglesia del San Francisco Solano, por cada vez que asistieren a esta devoción”.[7]
Manuscrito fundacional de la Cofradía de la Aurora

Asimismo, ante la perentoria necesidad de colocar la sagrada imagen titular en un lugar digno para su culto, los directivos de la nueva Cofradía solicitan ese mismo año a Dª Feliche Mª de la Cerda y Aragón, Marquesa de Priego, autorización para construir una capilla donde la Madre de Dios sea venerada. La solicitud es concedida, manifestando así la ilustre señora su conformidad: “Por quanto la Cofradía del Sto. Rosario de la ciudad de Montilla sita en la Iglesia de Sr. Franº Solano de dicha ciudad, de que es único Patrono el Marqués Duque, mi hijo me a pedido una de las capillas de dicha Iglesia para apropiarla a dicha Cofradía y fenezerla en atención a estar todavía en gerga, tengo por bien (por ser para un  fin tan del Servicio de Dios Ntro. Sr. y de su Ssma. Madre que como sea alguna de las dos Capillas inmediatas a la mayor) elija la Hermandad del Sto. Rosario de las obras la que sea mas de su satisfacción con calidad de acabarla perfectamente con más el sitio de la Bóveda de la Iglesia de cornisa a cornisa que tuviere de longitud dicha Capilla y de hazer retablo en su Altar con la Imagen de Ntra. Sra. del Rosario su titular, cuidando dicha Cofradía del adorno y aseo de la dicha Capilla como se requiere y compete a una hermandad tan numerosa y donde concurren personas tan condecoradas del estado eclesiástico y secular. Y en la justa confianza de que se ejecutara todo lo referido por dicha cofradía, y para que tenga título perpetuo de la capilla que así eligieren (que desde luego la doy por electa) mande despacharles el presente firmado de mi mano sellado con el sello de las Armas del Marqués mi hijo y refrendado de D. Luis Venegas de Saavedra Caballero del Orden de Santiago mi Secretario en Madrid a veinte y quatro de febrero de mil seiscientos y noventa y nueve años. Feliche Mª de la Cerda y Aragón [rúbrica]”.[8]

El año 1700 es de gran actividad dentro de la nueva Cofradía. Los hermanos se reúnen en cabildo para elegir las dos opciones que la Marquesa de Priego les había ofrecido. Posteriormente, el 16 de enero, deciden que la capilla sea “la inmediata al Altar mayor del lado de la epístola”, ratificando así la Marquesa sus pretensiones por un decreto de 29 de junio.

Este mismo año de cambio de siglo, entre los inicios de la construcción de su capilla y altar, los hermanos componen su libro de estatutos para regularizar canónicamente la Cofradía. Una vez terminada su redacción, lo envían al palacio episcopal cordobés para su aprobación. El volumen, que recoge las condiciones espirituales asumidas, tiene el siguiente título: “Reglas y constituciones que han de observar los hermanos de la hermandad del Santo Rosario de N. S. de la Aurora sita en la casa y Capilla del B. Francisco Solano de la Ciudad de Montilla.” A la postre, las Reglas y constituciones son aprobadas por el provisor y vicario general del obispado el 2 de marzo de 1703.[9]

Este auge que los devotos muestran hacia el rezo de cuentas, pronto implica beneficios a la Cofradía, tales como, limosnas, donativos, mandas testamentarias, o fundaciones de memorias y capellanías, todas ellas administradas por el mayordomo de la misma. Este fenómeno induce a la cofradía a invertir estas limosnas en ampliar su ornamentación y patrimonio.
Primitivo retablo de Nª Sª de la Aurora, obra de Cristóbal de Guadix
Entre los años 1704 y 1705, la cofradía establecida, ya canónicamente, en la ermita de San Francisco Solano, donde estrena nuevo retablo en madera tallada  y dorada. Así queda recopilado en el libro de gastos de la cofradía por el mayordomo Juan Moreno Berrio, quien paga al artista montillano afincado en Sevilla, Cristóbal de Guadix, la compostura del retablo, y a Lucas de Ávila la hechura de su dorado: “Sr. Lcdo. Juan Moreno por esta entregara Vmd. seiscientos cincuenta reales para pagarle a Dn. Cristóbal de Guadix lo que de nuevo ha añadido al Tabernáculo de Ntra. Sra. que por este se le pasarán a Vmd. en cuenta por descargo. Montilla y septiembre 18 de 1705 años.”

“Sr. Lcdo. Juan Moreno por esta entrega a Vmd. tres mil y cien reales para pagarle a Lucas de Ávila, el dorado del Tabernáculo y puertas de la capilla de Ntra. Sra. que por esta se pasarán a Vmd. en cuenta para su descargo.”[10]

A modo de conclusión, sólo queda decir que éstos son tan sólo los primeros pasos de la Cofradía, pues sólo pretendemos situar históricamente este movimiento socio-religioso que se fraguó en toda Andalucía y, cómo no, también en Montilla.

FUENTES


[1] ARANDA DONCEL, Juan. Los dominicos y la difusión de la cofradías del Rosario en la diócesis de Córdoba durante los siglos XVI y XVII. Actas del I Congreso nacional de Advocaciones marianas de gloria. Córdoba, 2002. Tomo I. ps. 75 – 102.
2 Archivo de Protocolos Notariales de Montilla. Escribano Juan Díaz de Morales, notaría 1ª, Leg. nº 13, fs. 889-896.
3 Op. Cit. Los dominicos y la difusión... El académico Arada Doncel llega a contabilizar la fundación entre los siglos XVII y XVIII de 34 cofradías del Rosario repartidas por los pueblos y villas de la diócesis cordobesa.
[4] Memorial del Pleito entre la Cofradía de N. S. del Rosario de la Parroquial y la pretensa de San Antonio. r. 17194. Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque.
[5] Ibídem.
[6] Ibídem.
[7] Archivo de la Cofradía de Ntra. Sra. de la Aurora y San Francisco Solano.
[8] Ibídem.
[9] Memorial del Pleito entre…
10 Archivo Parroquial de Santiago de Montilla. Gastos de la cofradía de Ntra. Sra. de la Aurora, (1704-1865). s/f. En la actualidad, este retablo se conserva en iglesia del antiguo convento de San Agustín, en la nave del evangelio frente al conjunto artístico del Santo Sepulcro.

viernes, 15 de octubre de 2010

ELOÍSA GARNELO Y LAS VENDIMIADORAS MONTILLANAS

Hay artistas en la historia que son conocidos popularmente por una de sus obras, la obra que encierra su personalidad, la obra que abarca la sinceridad de su dibujo y la explosión de colorido de sus pinceles, una obra en la que el artista se siente más reflejado que en ninguna otra, la preferida, la que fue parida el día que le visitaron las musas del genio y la maestría, la llamada obra maestra. Si contemplamos la Capilla Sixtina recordamos a Miguel Ángel; en la Mona Lisa vemos a Leonardo Da Vinci; a pesar de aparecer tantos personajes en el Entierro del Conde de Orgaz tan sólo vemos a El Greco; también sucede en Las Meninas de Velázquez… Esto mismo ocurre con el lienzo de Las Vendimiadoras montillanas, de Eloísa Garnelo.

Eloísa es fruto de las primeras nupcias del médico enguerino José Ramón Garnelo Gonzálvez con la montillana Josefa de la Cruz Aparicio Sarrión. Nacida en 1863 en Enguera, a su madre biológica apenas conoce, ya que fallece unos meses después del parto. El padre contrae nuevamente matrimonio, esta vez con su paisana Josefa Dolores Alda Moliner. Cuando Eloísa contaba tan sólo cuatro años, la familia se traslada a Montilla, donde José Ramón Garnelo inicia su actividad como facultativo, a la par que comienza a vincularse con los círculos culturales de la ciudad cordobesa que los acoge. El médico, hombre muy culto y gran humanista, transmite a sus hijos su amor por las Artes Plásticas y la Literatura, motivo por el que tres de ellos –Eloísa, José y Manuel– se consolidarán como artistas de renombre, mientras que Dolores heredará las dotes literarias del progenitor, y desarrollará su afición por la música a través del piano.

Eloísa pronto despunta por su facilidad para dibujar, diseñar y pintar. Aunque no llega a realizar estudios específicos de Bellas Artes, durante su infancia recibe clases de dibujo de su propio padre y, más tarde, será su hermano José quien le instruya y aconseje durante los períodos vacacionales que pasarían juntos en Montilla.

A propuesta de su padre, los tres hermanos presentan sus trabajos en las Exposiciones de Bellas Artes celebradas en aquellos años. Estas muestras –regionales, nacionales o internacionales- eran un referente para los nacientes artistas que las consideraban como la mejor vía de promoción y reconocimiento. En la edición de 1887 es la primera vez que concurren Eloísa y José a una Exposición Nacional, donde se dan a conocer. Ambos presentaron sus trabajos en la sección de Pintura. El asunto elegido por los hermanos trató de dos episodios de la cultura clásica: ella con la obra La hija de Debutades; y José –que contaba tan sólo diecinueve años– con el impresionante lienzo que escenifica La muerte de Lucano, del cual obtuvo una merecida Segunda Medalla, siendo adquirido por el Estado, y que recientemente ha sido depositado en la pinacoteca montillana dedicada a Garnelo mediante un acuerdo con el Museo del Prado, propietario de la obra.

Por estas fechas, los dos hermanos trabajan conjuntamente en la decoración de la nueva iglesia de Ntra. Sra. de los Dolores que se construye bajo la dirección de su padre en Montilla, a expensas de la señora doña Dolores Moreno Sánchez, viuda del ingeniero militar José María Sánchez-Molero y fundadora del Asilo que asiste la Congregación de Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Sobre la construcción de la capilla, quien mejor narra este proceso es el historiador José Morte Molina, contemporáneo de la misma, que escribe lo siguiente: “…destácase perfectamente pintada en la alta cúpula una magnífica composición que representa el místico pensamiento de «una salve en el cielo», primicias del inspirado joven artista don José Garnelo (hijo), […]. En los recuadros que separan las ojivas, se ven diestramente ejecutados por la señorita Dª Eloisa, hermana del citado pintor, tres medallones con ángeles y emblemas propios de la inmaculada virgen.”[1] La capilla quedó inaugurada el 27 de mayo de 1888. A partir de esta fecha, la producción pictórica de Eloísa no se detiene. Ya es una mujer conocida en los ambientes artísticos del país y concurre a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1890, celebrada en Madrid. En esta ocasión expone en la sección de Arte Decorativo dos jarrones, que el pintor y escritor Ceferino Araujo Sánchez reseña así en la prensa de la capital del reino: “Aunque son sencillos los dos floreros de doña Eloísa Garnelo, no por eso llaman menos la atención, por la maestría con que están ejecutados”[2].

1892 será un año destacado para la familia Garnelo, pues por vez primera acuden a una Exposición Internacional de Bellas Artes los tres hermanos y todos son premiados. José obtiene Primera Medalla por su obra Cornelia, Manuel obtiene Mención Honorífica por su escultura inmaculista Tota pulchra est María, y Eloísa consigue el mismo reconocimiento que éste por su  óleo Vendimiadoras montillanas, que llega a ocupar la portada del rotativo La Ilustración Nacional, y en su interior se gana la consideración del literato Enrique Contreras Camargo en los siguientes términos: “Brillante y sobrio de color, correcto de dibujo, suelto y gracioso de factura, sencillo y discreto de composición y sentido como expresado, el lienzo que exhibe en el concurso la señorita doña Eloísa Garnelo revela que su autora es una artista consumada, que hace honor al apellido que lleva. Las vendimiadoras es uno de esos cuadros que más se admiran y que más elogios merecen por parte de la crítica y del público, lo cual demuestra que la señorita Garnelo ha conseguido un triunfo, por el que la felicitamos sinceramente”[3]. En los mismos términos se expresa el corresponsal del periódico El Liberal, que reproduce un dibujo de dicha obra. Aunque más escueta, no menos contundente es la reseña catalográfica de la Exposición: “Eloísa Garnelo.- Vendimiadoras montillanas. Cuadro de costumbres rurales. Bueno de color y dibujado como quisieran dibujar muchos pintores”[4]. Unos meses más tarde vuelve a ser reproducido en la conocida y acreditada publicación barcelonesa La Ilustración Artística, que dedica un párrafo a una sucinta biografía de la artista y concluye con elogiosas palabras hacia su obra: “y por último, las Vendimiadoras montillanas, premiado en la Exposición de 1892, trasunto fiel del natural, asunto interpretado felizmente y en el que hay que admirar la exactitud del colorido y su agradable entonación”[5].
Su labor artística es reconocida por la revista semanal Barcelona cómica, que le dedica en su edición del 17 de marzo de 1894 su espacio titulado “Mujeres Ilustres”. En el texto, que reproducimos en parte, se reflejan abiertamente las dificultades que las mujeres tienen para cultivar el campo de las artes en aquella sociedad decimonónica. Pese a ello, el autor alienta a éstas a que lo hagan y tomen como ejemplo a seguir a nuestra protagonista: “Eloísa Garnelo goza hoy en el mundo artístico de una tan envidiable y celebrada reputación […]. La aparición en el cielo del arte de una nueva estrella es mirada siempre con cierta innata prevención. ¿Qué es eso? –dicen las mujeres– ¿una de nosotras descollando por su talento sobre todas las demás? ¡Esto no puede ser! ¿Cómo se entiende? –gritan los hombres– ¿una mujer invadiendo nuestros dominios? Y sin embargo, si la mujer vale, estudia, se aplica y progresa, triunfa y vence en toda línea, sobreponiéndose a los obstáculos de los unos y las envidias de las otras. Esto ha sucedido a Eloísa Garnelo, autora de obras tan briosamente concebidas como ejecutadas y que apenas si convencen al que las ve, de que están firmadas por mano suave, blanca y fina de mujer elegante. Y es que los intérpretes del arte y la belleza, cuando cumplen esta elevadísima y sagrada misión parece que hacen abstracción completa del sexo”[6].

El 19 de junio de 1895 José Garnelo toma posesión de la cátedra de profesor en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, traslado que abre las puertas de la Ciudad Condal para Eloísa, que al año siguiente la encontramos en la nómina de participantes de una muestra de Arte Femenino en el Salón Parés, con el envío de un “jarrito de flores que, puesto sobre una ménsula, ha pintado la señorita Garnelo, envolviendo armoniosamente el modelo en la soñolienta atmósfera de aristocrático interior”[7].

Nuevamente concurre junto a sus hermanos José y Manuel, esta vez a la Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas que organiza el Ayuntamiento de Barcelona en 1896, donde consigue una Segunda Medalla con su Tapiz Florentino, que al año siguiente presenta en la Exposición Nacional de Bellas Artes, celebrada en Madrid, obteniendo Mención Honorífica[8]. Son años intensos en la creación plástica de Eloísa, que con el paso del tiempo aparca la Pintura en beneficio del Arte Decorativo, terreno en el que parece sentirse más cómoda.

Aparte de las producciones propias, colabora con su hermano José en la preparación de pigmentos y materiales de pintura, que le envía a Barcelona[9], donde éste estudia y traza los primeros perfiles de su gran composición: La gruta de Lourdes.

El cambio de siglo, con el “Desastre del 98” y sus posteriores repercusiones, es una época difícil para la sociedad española. Son años duros significados por la presencia de necesidades básicas para la subsistencia de la población, que desemboca en la pobreza, la enfermedad y la miseria para muchos. Los hermanos Eloísa y Enrique caen enfermos. Las continuas molestias respiratorias les hacen pasar largas temporadas en balnearios y sanatorios para su recuperación. La enfermedad hace que Eloísa aparque la paleta y los pinceles a la espera de una mejoría que nunca llega.

Tienen que pasar siete años para que se vuelva a ver su nombre y su obra presentes en una nueva edición de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Esto ocurre en 1904, donde expone, nuevamente en la sección de Arte Decorativo, un grupo de dibujos titulado: Trabajos para la enseñanza del dibujo artístico-industrial, siguiendo las directrices de su hermano José, que en su afán de renovar el sistema educativo de Bellas Artes involucró a su hermana en este feliz proyecto. Este conjunto de ilustraciones tiene muy buena acogida del jurado de la muestra, que lo premia con una Tercera Medalla, siendo la única mujer que es galardonada en esta ocasión[10]. Este grupo de dibujos fueron editados en una Memoria ese mismo año[11].

A finales de 1905 muere su hermano Enrique, con 35 años, a consecuencia de la infección respiratoria aguda que padecía desde años atrás. Eloísa tampoco escapa a los efectos de la enfermedad, que la obliga a dejar para siempre los pinceles y la paleta una fría tarde del día 18 de febrero de 1907, falleciendo en el hogar familiar de la calle Corredera, a sus 45 años, truncándose su vida y su fugaz carrera artística[12]. Sus restos mortales reposan en la cripta que la familia Garnelo posee en la Parroquia de Santiago Apóstol.

FUENTES


[1] MORTE MOLINA, JOSÉ: Montilla, apuntes históricos de esta ciudad, pp. 106 – 108. Montilla, 1888.
[2] El Día de Madrid. Núm. 3618. Publicado el 25/05/1890. Edición de la noche.
[3] La Ilustración Nacional. Año XIII. Núm. 31. Edición de 06/11/1892.
[4] El Liberal en la Exposición de Bellas Artes. Edición de 22/10/1892. Edición Especial.
[5] La Ilustración Artística. Núm. 614. Edición de 02/10/1893.
[6] Barcelona cómica. Año VII. Núm. 12.
[7] La Vanguardia. Año XVI. Núm. 4899. Edición de 24/12/1896.
[8] La Época. Edición de 08/06/1897.
[9] Epistolario de José Garnelo (Inédito). Biblioteca del Museo Garnelo. Carta nº 92, de fecha 20/01/1897.
[10] PANTORBA, BERNARDINO DE: Historia y crítica de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas en España, p. 179. Ediciones Alcor. Madrid, 1948.
[11] GARNELO, ELOÍSA: Enseñanza del dibujo artístico industrial: Memoria sobre los dibujos presentados en la Exposición general de Bellas Artes. 28 pp. 23 cm. Madrid, 1904.
[12] Archivo Parroquial de Santiago de Montilla. Libro 38 de defunciones, f. 193 v., nº 510

jueves, 14 de octubre de 2010

PROPÓSITOS

Abrimos esta ventana a todos aquellos que se interesan por el pasado de Montilla, de quienes en ella nacieron, residieron, o simplemente la visitaron. A través de los documentos y la bibliografía nos aventuramos a reconstruir aquellos episodios, paisajes, escenas, y perfiles, que fueron determinantes o influyeron para dibujar sobre el mapa de la historia la actual ciudad que habitamos. Muchos de ellos duermen anónimos en las celdas de la indiferencia y el olvido, liberarlos de esa oscuridad son nuestros propósitos, esperamos cumplirlos.